Me desperté confundida y algo mareada. El sol que ingresaba por la ventana cegó mis ojos por algunos segundos, dejandome aún más aturdida.
Al girar mi rostro y ver la habitación pude darme cuenta que no era mi cuarto, al menos no el del reino de Viken, ya que podía notar que era una habitación de la realeza por sus delicados muebles y decoraciones.
Un vestido verdoso junto a unas pequeñas botas y un abrigo de piel se encontraban esperándome extendidas sobre uno de los sillones. Aún confundida me cambié y comencé a salir de la habitación aún sin saber dónde estaba.
Comencé a caminar por los pasillos reconociendo poco a poco el lugar.
¿Kattegat?
Al llegar al pequeño patio pude divisar la figura de un hombre con ancha espalda sentado sobre uno de los escalones que nos separaban del suelo.
No llegaba a ver su rostro ya que una capa de pieles cubría tanto el detrás de su cuerpo como parte de su cabeza.
Intenté dar unos pasos hacia él, pero rápidamente algo más llamó mi atención.
— ¡Hasta que al fin despiertas, Madre! — la voz infantil provenía de un pequeño niño de no más de cinco años, que se encontraba de espaldas frente a mí — Prometiste entrenarme hoy.
Giró y quedé anonadada con lo ví.
Un pequeño de cabellos claros y largo hasta los hombros, piel sumamente pálida que me miraba con su rostro enojado, seguramente por mi tardanza.
Sus ojos llegaron a hipnotizarme al verlos: eran de un azul profundo iguales a los de Ivar, pero brillantes iguales a los míos.
Un color único.
Llevaba un pequeño pantalón marrón, botas y una abrigada piel de zorro blanco cubriéndolo. En su mano derecha poseía una pequeña espada de madera la cual sostenía con firmeza.
Aún seguía sin hablar, ya que parecía como que mi cabeza aún no procesaba lo que sucedía.
— Madre...— llama la atención una vez más.
— ¿Si? — pregunté dudosa.
— Prometiste entrenarme hoy. ¿Lo harás o tendrá que enseñarme otra vez el deshuesado?
— ¡Hey! — grita con fuerza el hombre a mi lado, pero se me hace imposible no darme cuenta quien es una vez que oigo su voz — ¿Quien te dió permiso de llamarme así?
Ivar, quien por las facciones de su rostro y su cabello largo, pude darme cuenta que está unos años mayor que el tierno niño que conocí en él, se levanta y se acerca hacia mí tomándome posesivamente de la cintura acercando su rostro al mío.
— Buenos días primero, ¿O no? — estampa sus labios contra los míos, dejándome reconocerlo por completo.
— Tía Ingrid — contesta el niño jugueteando con la pequeña espada de madera que poseía en su mano — Dijo que te podía llamar como yo quisiera.
— Pues no es así. Soy tu padre, debes respetarme. Eres Ivarsson, ¿Lo olvidas, mocoso?
El niño sube su mirada aún con su ceño fruncido y lo mira de manera desafiante. ¡Por los dioses es igual a Ivar!
Si hubiera conocido a Ivar de pequeño, seguramente luciria tal como este niño.
— Tú me pones apodos estúpidos. Eso no es respetar. Si tú no me respetas a mi, yo tampoco a tí.
Sonreí impresionada por la inteligencia del pequeño. Sé que Ivar también quiere sonreír, pero intenta reprimir su sonrisa para no mostrar debilidad ante éste vivaz niño.
— Tú tienes vida gracias a éste deshuesado — giré mi rostro y lo miré enojada, ya que había echo un pequeño gesto con su cabeza señalando su pelvis — Debes respetar a quienes te cuidan, niñato.
El pequeño sólo subió una de sus hombros y siguió practicando movimiento con su espada sin contestar nada.
Sus movimientos eran ligeros y rápidos, similares a los míos.
— El maldito enojón pelea igual que tú — Sonreí mientras seguía admirando al niño.
— ¡Claro que lo hago! Tú no sabes luchar como mi madre — ambos reímos al saber que había oído lo que Ivar me murmuró. De repente, se cansa de pelear solo y vuelve a mirarme con su pequeño rostro enojado — ¿Me entrenaras o es que acaso otra vez te duele la barriga?
Torci mi cabeza y lo miré extrañada.
— Viggo, ve a buscar a tu tía Ingrid y dile que necesitas entrenarte. Tu madre y yo tenemos un juicio en el gran salón al que debemos asistir.
Viggo... Sonreí al oír que se llamaba como mi padre.
El pequeño puso sus ojos en blanco y arrojó su pequeña espada de madera al suelo — ¡Ya madre no me entrena nunca! Y deja de mentir, deshuesado, sé cuando lo haces.
Se giró indignado y caminó hasta entrar de nuevo al hogar, seguido por una criada.
— ¿Porque haz dicho eso? Puedo entrenarlo ahora, yo también me doy cuenta cuando estás mintiendo — le pregunté mientras Ivar me tomaba de la cintura con sus dos manos y pegaba si frente a la mía.
— Ya no quiero que nada te pase. Además...— una de sus manos corrió hasta mi vientre, el cual comenzó a acariciar con delicadeza — Los dioses nos han vuelto ha bendecir con otro heredero, Viggo suele ser bruto y no quiero que hagas malos movimientos.
Quedé congelada ante sus palabras. Si bien me había sentido extraña desde que había despertado, me había costado asimilar el hecho de que era posible que esté embarazada.
— ¿Cómo sabes que estoy esperando otro hijo?
Ivar sonrió de manera dulce, algo poco común en él — Anoche antes de hacer el amor, tú me dijiste que tu madre se había presentado ante ti diciendo que un nuevo hijo crecería en tu interior. Thor agitó su martillo en el cielo hasta hace poco, dejándonos admirar su poder y gracia. Pude sentirte diferente, ahora también. Te haz despertado más fresca y hermosa, si es que eso es posible, claro. Sé que estás esperando un nuevo hijo mío.
— ¿Hijo? Quizás sea una niña, ¿No crees? — pregunté sonriendo.
Borró su sonrisa al instante y negó con su cabeza — No, es un niño.
— ¿Porque lo dices? — pregunté algo enojada. — ¿Acaso tanta vergüenza te daría tener una hija conmigo, Ivar?
— Nada contigo me daría vergüenza, mi Valkiria. Pero teniéndote a ti de madre, con sangre de la Diosa Freyja en ella... ¿Crees que podría soportar los celos que me provocaría tener una niña hermosa como tú? Apenas puedo controlarme contigo, imagínate si llegamos a tener una niña. No soportaría a dos Lenas.
Aunque no sabía ni como había llegado allí, sabía que Ivar jamás podría controlar sus celos. — Aún no te controlas conmigo.
— Tú tampoco — contestó, y sin rodeos me besó pasionalmente en los labios, provocando que mis pulmones se quedarán sin aire.
La mano que aún conservaba en mi cintura descendió hasta llegar a mi trasero, el cual estrujó con fuerza. Chillé por la sorpresa y Ivar sonrió sobre mi boca maliciosamente.
— Sabes...¿Quien dice que si no te hago el amor ahora mismo podría dejarte embarazada de nuevo?
— ¿De qué hablas? — pregunté entre risas.
— Viggo se fue con Ingrid, no volverá en horas. Lo del juicio era una mentira que le dije para que dejara de molestar.
— Ya lo sabía.
— Lo sé. — rió y volvió a besarme de manera provocativa — Ya que al niñato no le gusta como me muevo para luchar. ¿Porque no vamos a nuestra cama a desmostrarte lo mucho que le gusta a su madre como me muevo allí, hmn?
Posé mis manos sobre su rostro y besé sus carnosos labios. Por alguna razón sentía mi piel ardiendo de deseo apenas pronunció esas palabras, y hasta los mismos dioses sabían cuán bien nos llevábamos en la cama los dos.
•••
Ayer en Argentina fue el día de la madre, y me gustó la idea de incluir un especial, ya que nunca lo había echo. Sé que esperaban otro capítulo, pero prometo que será pronto.
Espero que les guste el sueño, no olviden votar y comentar, ya que me anima para seguir con la historia.
En especial votar, desanima mucho ver "384 lecturas/50 votos".
Si te gustó, vota, no haces nada malo, al contrario, animas a los escritores a continuar escribiendo 😘
Gracias por todo ❤️