ALCOHOL | KIM SEOK JIN.

By asiawet

71.7K 5.7K 871

LIBRO UNO. "-Sabes bien que nadie te hace sentir como yo." ©️asiawet. 2018.10. no copia o adaptación sin mi... More

서론.
000.
001.
002.
004.
005.
006.
007.
008.
009.
010.

003.

6.2K 426 85
By asiawet

Eran pasadas las cinco de la tarde cuando Hoseok brincó dentro de mi oficina, más tenso de lo normal y el pelo recogido y aplanado debajo de una gorra, que para un lugar así, era demasiado informal. De todos modos, lo observé fijamente y con el ceño fruncido dejando ver mi confusión en los segundos que se tomó para apoyarse con los puños en mi escritorio, al parecer, ignorando mi molestia con el acto.

- Es un día muy lindo hoy, ¿no?

El rubio nunca había sido de darle muchas vueltas a las cosas, incluso si las decoraba con un humor agrio y estúpido, no tenía pelos en la lengua para hablar, mucho menos cuando era algo que le molestaba. Y aunque esta era una maldición, así como también una bendición, que me hubiera saludado de manera tan estólida no me pintó para nada bien, porque yo no estaba para juegos.

- ¿Has venido a decirme eso? -intentando no ser muy obvio con mi súbita molestia, le dejé saber que no me había causado gracia que se apareciera de tal manera, interrumpiendo las miles de cavilaciones que tenía en la mente desde esa mañana. Más bien, desde que terminé de hablar con aquella muchacha por teléfono.

- Hemos hablado con la pelirroja -arrastrándome de nuevo a la noción de su presencia, habló, bajo y medio balbuceado, impulsando a mi irritación a aparecer, además de que los pensamientos que seguían rondando por mi cabeza estaban, al parecer, de su lado-. La tal Park Sooyoung.

Decir que no me importaba lo que hubieran hecho era exagerar, más bien, bastaba con verme la cara en aquel momento para saber que no le encontraba razón a porqué se había presentado a avisarme tal cosa cuando yo había dejado en claro que las entrevistas con las empleadas para admitir, no me incumbían a mí.

Por lo tanto, me molesté aún más cuando, aún después de haberme encogido de hombros, el rubio dejó salir un resoplido como si estuviera siendo obligado a continuar con una explicación que era más que requerida, aunque no la quería escuchar.

- Es una mujer complicada, ¿vale? -como si se hubiera quitado una máscara para difuminar sus expresiones con otras, habló rápido e irritado, dejándome saber de antemano que se trataba de una hazaña incomprensible y, quizá, un poco ilógica-. Quiere hablar contigo en persona.

Y ahí estaba.

Estaba seguro que la respuesta de mi parte ya la sabía, porque cuando arrugué el rostro imitando una expresión de desagrado, él no se vio sorprendido, más bien, asintió a su vez, poniéndose de acuerdo con mi revuelta cabeza.

- ¿Para qué? -con toda la confusión y disconformidad que pude poner en evidencia pregunté, haciendo a Hoseok chistar, pero no era por lo que había dicho, sino por lo que estaba por decir.

Así que, poniéndose recto de nuevo cruzándose de brazos, los labios apretados y sin poderme mirar a los ojos de manera estable (aunque esto no era nada nuevo), dijo lo que a mí me pareció una tremenda ridiculez y de lo que no dudé en reírme en voz alta.

- Dice que te puede ayudar a sacar el negocio adelante.

¿Quién se creía?

Me dejé estirar hacia atrás en la silla, donde mi espalda rebotó en el respaldo, pero esto no me importó, porque mi mente estaba enfocada en lo que el menor me decía y el atrevimiento de la desconocida, como si yo no hubiese tenido suficiente rompiéndome la cabeza para que todos estuvieran un papel individual en mí negocio.

- Que hable con Yoongi -ordené, volviendo la mirada a la pila de papeles que aún tenía frente a mí, decidiendo que ya había perdido suficiente tiempo en prestarle atención a tan innecesaria propuesta. Pero Hoseok se burló de esto, riéndose entre dientes.

- Dice que no la va a escuchar.

No me sorprendía, a decir verdad, cuán directo podría llegar a ser Min Yoongi, pero no iba a mentir diciendo que tal palabrería no me había molestado; el que estaba en mando era yo. Y que se atreviera a deslizar en mi dirección una cosa tan patética como lo que decía aquella mujer hacía que la sangre mi hirviera, por más que esto no denotara madurez de ninguna manera.

Sin embargo, para rematar, me encogí de hombros otra vez tomando un bolígrafo negro a un lado de mi mano, (aunque sabía que para nada lo iba a usar) y queriendo dar por fin terminada la conversación, hablé:

- Pues yo tampoco.

Aunque no lo miré fijamente, supe que la cara de Hoseok se tensó, además de que las únicas veces que soltaba risillas cortas y medio ahogadas era cuando estaba nervioso y, de vez en cuando, un poco enfadado, como me imaginaba que debía estar luego de dos rechazos que no le dejaban otra opción más que encargarse él mismo.

- Después no se quejen -respondió, entre dientes y girándose para irse de una manera que a cualquiera le hubiera podido intimidar.

E irónicamente, al pensar en una palabra tan despectiva como "cualquiera" me pregunté si a aquella muchacha le hubiera cabido también de descripción cuando, luego de un par de pasos descuidados, se apareció de manera cautelosa y, a plena vista, nerviosa. No obstante, el ceño fruncido que llevaba, contradiciendo el ligero rubor de sus mejillas y el claro labial, me dejó ir sabiendo que no estaba tranquila, pero su nombrado febril ser no era el por qué.

Era yo. Lo sabía.

Arqueando ambas comisuras, intentando dar una sonrisa sincera, me puse en pie, sólo para descubrir que ni aún así se atrevió a cambiar de cara, o dejar de mirarme. Ah, que ahora quería hacerse la impertinente.

Bien.

- Seo Soojin -dije e intenté evitar reírme cuando sus ojos se volvieron pesados y entrecerrados, sabiendo que estaba luchando con las ganas para corregirme. Y, a decir, esperaba que lo hiciera.

Lo más ameno de jugar con aguas desconocidas, era hacerse el que no sabía que se podía ahogar.

Dio tres pasos, con aire desinteresado, pero en la aniñada cara que llevaba, se le notaba la tensión en la mandíbula y los nervios en sus manos hechas puños, aunque los tuviera en los bolsillos del saco color café que llevaba puesto; en mí no hubo intención de inspeccionarle la ropa, pero llevándome el dedo índice a la boca, con toda la ironía que podía salir de mi humilde persona, le escaneé el atuendo de invierno, sonriendo para mí mismo cuando llegué a alcanzar su rostro por segunda vez.

La molestia que llevaba en los ojos fue para mí una satisfacción sin causa alguna, que alarmó mis sentidos de egocentrismo y se alimentó de su figura tensa, intentando mostrar resistencia ante mí. Era como si tuviera escrito entretenimiento en todo su esplendor, sobre todo, en su cuerpo.

Dejando en paz mi labio inferior, con la misma mano le señalé el mueble de cuero rojo que tenía frente a mi escritorio y a paso ligero, con su mirada puesta aún en mi, rodeé la mesa colocándome frente a esta encontrándome de cerca con su persona, aunque ella no se había atrevido a mover un pelo.

Ya estaba de más decir que su actitud me era un goce egoísta, sin embargo, cometiendo el, casi, desapercibido error de acercarme de más, me encontré a mí mismo hundiéndome en mi seguridad cuando de sus labios salió un risa áspera e irónica, que completó anonadándome al dar la vuelta y obedeciendo, se dejó caer en el asiento que antes le había avisado.

Cuando cruzó su pierna derecha sobre su izquierda, casi por inercia arqueé mis cejas mientras me encontraba analizando su conducta como si de un acertijo tratara: porque, ciertamente, su impulsiva arrogancia me había dejado por poco estupefacto. No obstante, para no mentir, debí admitir que más allá que hallarme sorprendido, me encontré fascinado por su descuidado atrevimiento. Como quien había despejado un limitado pero valioso pedazo de lo que antes consideraba inservible.

Pero fue en el momento en que se cruzó de brazos y subió su, a mi parecer, molesta mirada a mi dirección, desplazando mis labios en un pequeña sonrisa decidí que era tiempo de hablar. Más bien, de retar sus nervios.

- ¿Le molesta algo, señorita Kim? -estaba de más decir que la réplica a mi pregunta ya la sabía, de hecho, mucho antes de que separa los labios para intentar hablar, pude escuchar su voz intentando demostrar una fortaleza que no corroboraba con su compostura inquieta. Sin embargo, cuando de su garganta salió la primera sílaba, en mi desquiciado plan, giré la cabeza hacia el minibar dentro de mi oficina y asegurándome que notara la maldad detrás de mi intención, la observé con una sonrisa-. ¿Se le antoja un poco de licor?

Viéndose interrumpida por mi atrevimiento y egoísmo, apretó los labios creando un lento camino con sus pupilas desde mi rostro hacia el ventanal detrás de mí; di por hecha mi victoria en quererla sucumbir a su propia ira cuando suspiró pesadamente y descruzando los brazos chasqueó la lengua. La cara de irritación que llevaba fue suficiente premio para mi aburrimiento y, como si fuera poco, a mi auto-surtimiento de disfrutar verla tensarse ante mi infantil juego. Debía admitir que molesta, sí podría considerarla atractiva.

Pero iba a saber yo que me tocaría tragarme mis propias palabras y arrepentirme de mis propias hazañas cuando, alzándose ella misma sutilmente, se encargó de quitarse el abrigo que la cubría, mostrando un vestido de seda verde lima, escotado hasta dejar ver un tatuaje reposando en el indicio de su seno derecho. Y para rematar, luego de echar la pieza retirada sobre sus piernas, se atrevió a mirarme con una sonrisa aún más malévola que la mía propia antes de preguntar, poniéndome de cabeza, algo que nunca hubiese llegado a imaginarme.

- ¿Tiene vodka?

Ladeando la cabeza delicadamente sentí mi pecho contraerse ante la liberación de una cara que, en ella, nunca hubiese pensado que surgiría: una mueca pícara adornaba su rostro y a mí empezó a secárseme la garganta. En efecto, me di cuenta solo de cuánto la había subestimado cuando arqueó ambas cejas y elevó la barbilla hacia mí antes de hablar en un tono tan autoritario que por poco me hizo arrepentirme de haberla traído hasta aquí. Hasta mí.

Por favor, que lo que sea que estuviera pasando dentro de mis pantalones, no se deba a ella.

- ¿Hará que me lo sirva yo sola? -vistiéndose de una frialdad que me hizo lamerme el labio inferior y regalarle una sonrisa, volvió a preguntar, pero yo, un poco agitado y descentrado quizá, amagué a devolverle la sensación que comenzaba a surgir dentro de mí.

- Pues con esa actitud sería lo máximo que se merecería.

Pensando que había escalado una vez más al puesto número uno del insensato entretenimiento que había comenzado, sonreí de lado cuando su rostro se desfiguró, pero más que demostrar apocamiento, encontré desafío en sus ojos cafés que tuvieron sentido cuando se puso de pie sin dudarlo y mirándome una última vez, se hizo paso frente a mí, caminando con una seguridad intimidante hacia el minibar en la esquina de la habitación.

Mordí el interior de mi mejilla cuando la vi apoyarse en uno de los taburetes para estirarse a tomar la botella deseada; me sentí un tanto inútil cuando me encontré delirando su figura con mis ojos y pronto empecé a sentirme un poco acalorado. Como último recurso, decidí desviar la mirada hacia la puerta con el cuello comenzando a sudarme.

Carraspeé llevando mis brazos hacia mi pecho con el propósito de cruzarlos y al compás de mi acción el líquido del frasco hizo eco en la habitación terminando con un suave tintineo de éste con el vaso que, por obviedad, estaba usando. Admitir que comenzaba a ponerme nervioso no era una opción que consideraba, mucho menos la quería volver cierta porque aún me alimentaba del pensamiento de que lo hacía a propósito para encubrir que realmente ella era lo que pensaba yo: una mujer común y corriente.

Una mujer cualquiera.

Cuando sentí que se estaba tomando demasiado tiempo para servirse el dichoso trago, alcé la mirada hacia su localidad, llevándome la sorpresa (y casi haciendo que el líquido se resbalara de sus manos) de que se encontraba brindándome uno de los dos recipientes que se hallaba sosteniendo, más bien, lo tenía frente a mis narices. Tuve que reconocer que no estuvo en mis intenciones el arrugar mi nariz, pero de manera inmediata lo quise incluir al plan cuando observé la confusión en su rostro.

- No tomo vodka -expliqué sin rodeos, volviendo a desviar la mirada hacia la puerta, deseando contra mi voluntad que tomara asiento nuevamente y dejase de pensar en lo bien que olía, porque olía bien. Demasiado bien.

Sin embargo, entendí que las cosas a partir de ese entonces seguirían yendo de mal en peor cuando la escuché reír por lo bajo y no pude continuar fingiendo que mirar un objeto inanimado era más interesante que observarla a ella; de un sorbo bebió todo el líquido que se encontraba en su copa, terminando en un suave exhalo que consiguió hacer que medio sonriera hasta que acercó el que había predicho que sería para mí hacia sus labios; asombrado por el cambio radical que se me presentó, entreabrí los labios en espera de lo que sería para mí un aumento en mi propia diversión y para ella una condena.

No obstante, como si una idea hubiese cruzado por su cabeza, cuyo proveniente no pude distinguir en su expresión, se detuvo, separando el objeto de sus labios, sin querer (probablemente) dejando la marca de su labial en la esquina del mismo. Achiné los ojos cuando observó la marca como si de una obra de arte se tratara y me eché hacia atrás, acomodándome para llamar su atención.

- ¿No le gusta el alcohol? -con los labios brillantes y un tanto hinchados imitó mi expresión, achicando sus ojos que iniciaban a reflejar el efecto del Absolut. Pareció no creerse su propia pregunta y no hubo manera de culparla, pues si dudaba que alguien como yo tuviera sus placeres ocultos, estaría bastante equivocada.

No pude evitar reír al reiterar su indagación, como suma a la adrenalina de la etapa final de lo que había sido un subir y bajar de sensaciones tan foráneas como intensas, cuya respuesta reposaba en un solo sentimiento. Chasqueé la lengua cuando la vi fruncir el ceño ante mi comportamiento, que si bien era espontáneo, había osado a no darle una contestación inmediata. Pero, ¿quien podría culparme? Si llegaba a mentir en contra de lo mucho que disfrutaba el alcohol, me vería sentenciado de por vida ante la falacia. Por otro lado, demostrar mi terca obsesión por la bebida me pondría en una situación que yo hacía vulnerable, quizá, incluso hasta una traición hacia mi propia persona.

Finalmente, decidí no dar respuesta alguna, mordiendo mi labio inferior cuando ella ladeó la mandíbula ante mi silencio y terminé por sonreír cuando vi su amague a conversar, otra vez. Sin embargo, esa ocasión, no me atreví a interrumpirla, empero, dejé que mis propios dedos, alzándose en dirección al vaso que aún yacía en su mano, la hicieran mantener la mudez.

Mas, lo que di por hecho que consiguió dejarla sin voz alguna ocurrió cuando me puse de pie; mi acercamiento la obligó a dar dos pasos hacia atrás y aunque estos fueron torpes, lo que realmente alcanzó a deleitarme fue la mirada que cubrió sus ojos: el nerviosismo que se había perdido y arriesgado a esconder. Aquello sólo me dio la razón.

Inclinándome hacia ella, desvió la el rostro hacia la izquierda dibujándome otra sonrisa en los labios. Observé su boca y exhalé, haciéndola cerrar los ojos ante mi respiración, demasiado cerca de su cara y cuello, así como quería. Su pecho empezó a subir y bajar de forma un tanto acelerada y la fruición comenzó a llenar cada ápice de mi cuerpo; sus ojos perdidos e inquietos volvieron a hacer el punto principal de mi entretenimiento y estuve a punto de encontrarme aquello aún más interesante que rebosarme en mi alcoholismo.

Volví a reír atrayendo su mirada a la mía y me obligué a apretar los labios en busca de control ante lo bien que se veía, tan sumisa y tan común como me la imaginaba. Nada especial.

- Me parece absurdo que haya querido humillarme y luego me llamara -sin darse cuenta, dejó en evidencia el final de su actuación cuando su voz un poco temblorosa demostró su curiosidad y recordó nuestra conversación pasada-. ¿Cuál es su intención?

Sin dejar de sonreír, descendí mis pupilas hacia la extraña y oscura tinta que contrastaba preciosa con su piel tratando de ignorar la sombra de sus pechos rozándose entre sí. Relamí mis labios antes de, sin vergüenza alguna y con solo propósito, alcé mi dedo índice hacia el tatuaje y echando la tela que lo cubría hacia un lado, me di la libertad de leerlo bajo su mirada alarmada y su respiración detenida.

Lachesism.

Torcí mi rostro hallándome singularmente ofuscado en el dibujo que adornaba su cuerpo. Empero, el capricho de entender de dónde provenía la extraña palabra inició a revolucionarse dentro de mí y me obligó a intentar desplazar otro pedazo de su atuendo para indagar en éste. Pero valía decir que me había acomodado demasiado cuando su mano abofeteó la mía con una brusquedad que me forzó a mirarla y aunque la molesta manera en que me veía llegó a parecerme un tanto cautivadora, no me permití distraerme por su rostro.

Dando un paso hacia atrás, elevé mi barbilla hacia su confusa mirada esperando alguna palabra que explicara mi acción y contestara su pregunta. Pero, ciertamente, no pensaba o tenía alguna justificación para dar; ya iba a ser suficiente humillación hacia mí mismo con lo que estaba por decir.

- Ven mañana. A la misma hora -entablé, viendo su rostro volverse otra mueca llena de desconcierto, así como desconfianza y quizá, un poco de burla ante mis palabras.

Ciertamente, me arrepentí de haber dejado en clara mis intenciones. Sin embargo, ahora que ya había dicho lo que había en mi mente, no me quedó de otra que continuar, mientras ella se relamía los labios lista para responder.

- ¿Está loco?

Bufé ante la insinuación y no pude evitar volver a chasquear la lengua sin propósito de contestar. En efecto, dando una vuelta sobre mí mismo, caminé hacia mi escritorio, dejando el vaso a medio beber del vodka sobre este, que sin antes probarlo, ya me sabía amargo y dejándome caer en la silla, le regalé una última sonrisa, una que la hizo tragar.

Mientras que yo la usé para encubrir la sed que comenzaba a secar mi garganta, porque incluso luego de irse, deseé un poco más de ella.









PARA LAS SEOKJIN STANS QUE LES GUSTA EL SEXO FUERTE Y SABROSO... les tengo una sorpresa

;)

- ema.

Continue Reading

You'll Also Like

72.9K 2.1K 25
la tipica historia de universos viendo otros universos atraves de pantallas flotantes que aparecerán en sus mundos aunque también agregare otras cosa...
173K 29.8K 29
Siete chicas pobres. Siete chicas millonarias. Un encuentro inesperado. ¿Qué es lo peor que puede pasar? Nota: no permito adaptaciones.
161K 19.3K 44
«I was thinking just one time... maybe the stars align, and I maybe I call you mine» ••• Las estrellas sí parecían estar alineandose, para finalmente...
325K 52K 26
Park Jimin, un padre soltero. Por culpa de una estafa termina viviendo con un completo extraño. Min Yoongi, un hombre solitario que guarda un triste...