Demons (2° y 3° temporada) [...

By happin3ss

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Las cosas cada vez estaban peor. Estaban en una búsqueda desesperada por sus amigos, al mismo tiempo en que... More

Deseos.
Un sentimiento nuevo.
Propiedad.
Propuesta.
Lágrimas.
Aumento.
Nacimiento.
Sin retorno.
Demonios dormidos.
Luna de fuego y sangre. (Parte uno)
Luna de fuego y sangre. (Segunda parte)
Luna de fuego y sangre. (Última parte)
Nieve primaveral.
Padre.
Recuerdos de fuego, sangre y lágrimas.
Con la fuerza de mil trescientos gigantes.
Caballero de fuego. (Primera parte)
Caballero de fuego. (Segunda parte)
Buenos momentos.
El rey de las Sombras.
Una explicación.
Demoníaco.
Ataque.
Hermanos de Sangre. (Segunda parte)
Una nueva víctima.
Guardián de las puertas del Cielo.
Llamas del Infierno. (Primera parte)
Llamas del Infierno. (Segunda parte)
Llamas del infierno. (Parte final)
Sangre de ángeles.
Primer aliento.
Epílogo. ChanKai./El indeciso rey de las tinieblas./

Hermanos de Sangre. (Primera parte)

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By happin3ss

—¡¿Qué hacías metido en una pelea?!


La voz del demonio de cabellos rojos resonó en toda la habitación, dando la sensación de que incluso los libros que estaban ubicados en una estantería a su derecha, temblaron.

El demonio rubio que estaba frente a él se encogió de hombros. Era un chico alto, delgado y de facciones angulosas que le daban un aire de majestuosidad. Era hermoso, endemoniadamente hermoso.

ChangMin soltó un bufido.


—¿Qué clase de respuesta es esa? ¡Eres mi mano derecha! No puedes andar metiéndote en peleas sólo porque sí, Jae.


Y a pesar de que hasta hace unos segundos atrás el pelirrojo estaba molesto, ahora su voz había sonado suave y calmada, apretándose el puente de la nariz con dos de sus dedos.

Jae, el demonio rubio, rió entre dientes.


—Es sólo que los ángeles llegaron a molestar. No sé qué tanto lloran si ellos son los que vienen a perturbar mi paz.


—El demonio más fuerte del infierno hablando de paz. Que irónico. 


ChangMin susurró más que nada para sí mismo. Jae alzó las cejas con un toque de diversión.


—De verdad que esta vez sólo estaba durmiendo.


ChangMin le miró con una ceja arqueada.


—Lo sé. El problema acá es que te enfrentaste a diez ángeles... Solo.


—Y maté a cinco, dejé mal heridos a tres y los otros dos escaparon. Es un buen número, ¿no?


ChangMin suspiró con pesadez, dando un par de pasos al frente hasta que logró poner sus manos sobre los hombros del rubio, inclinándose hacia el frente de tal manera que las narices de ambos llegaron a rozar. Jae le miró con los ojos abiertos de par en par.


—Un buen número mis pelotas. Sabes que si llega a pasarte algo, hago que el mundo explote.


Jae se humedeció los labios.


—No me arriesgaré a que pase contigo lo mismo que pasó con la madre de Camille.


Jae miró fijamente a los ojos de ChangMin cuando el pelirrojo soltó aquel comentario en un susurro que demostraba lo aterrado que estaba. El demonio de rubios cabellos se mordió el labio inferior.


—No eres mi mano derecha sólo porque sí, Jae. Podría haber elegido a alguien con la capacidad de calmar masas, pero te elegí a ti. Y no eres precisamente el símbolo de la paz.


Y una sonrisa cargada de sentimientos dulces se dibujó en los labios del pelirrojo. Jae frunció las cejas antes de cerrar los ojos e inclinarse más hacia adelante hasta que unió su mejilla a la del más alto, en una caricia similar a la de un felino. ChangMin también cerró sus ojos, ampliando su sonrisa.

Se fundieron en un abrazo que terminó con Jae apoyado en contra del hombro de ChangMin, el pelirrojo brindándole caricias sutiles en la espalda.

Un silencio cómodo los envolvió. 


—En la pelea pasó algo que quizás te interese.


Jae soltó de pronto, ChangMin sólo alzó las cejas.


—Me quitaron algo de sangre. Un par de gotas, pero...


—Mierda. No.


ChangMin gruñó de inmediato.

...

—¡Son tres! Jae, maldición. ¡Tengo tres nietos!


ChangMin prácticamente estaba gritando, caminando de un lado a otro en aquella sala de rojas cortinas y de piso de cerámica que era blanco con negro.

Jae le miró, sonriendo, aunque no del todo. Estaba recostado sobre el largo sofá rojo.

ChangMin no dejaba de mover sus brazos en burbujeante emoción.


—¿Camille está bien? ¿Ninguno tiene el poder de la teletransportación?


—¡Está de maravillas! Mi hija es toda una luchadora, tan terca como tú. No debí dejar que tomara tus costumbres cuando aún era pequeñita.


ChangMin bromeó, soltando una risa que también siguió Jae, aunque sonaba algo distante.

El pelirrojo se puso de pie frente a Jae, cruzándose de brazos.


—¿Teletransportación? Ese poder es tuyo y creo que sólo dos personas lo tuvieron en la tierra gracias a tu padre, pero... ¿Pasa algo?


Y a pesar de que ChangMin tenía el ceño fruncido, claramente estaba preocupado. Jae, normalmente, habría estado haciendo más escándalo con él por el nacimiento de los tres bebés.

Jae apretó los labios y tragó saliva con pesadez.


—Pablo y Tomás vieron algo...


—¿A qué te refieres con "algo"?


ChangMin preguntó de inmediato.

Jae suspiró.


—Mi sangre. Una mujer se inyectó de mi sangre en tiempo de gestación.


Oh.

ChangMin alzó las cejas.


—Ese bebé será tu debilidad.


—¿Será mi hijo? Porque no quiero tener un hijo. Para mí, Camille es mi hija. Yo la crié y, no, no quiero tener hijos, mucho menos así. 


La angustia se dejó ver en la voz de Jae , quien tenía el ceño extremadamente fruncido. ChangMin parpadeó rápido antes de soltar una fuerte carcajada.


—¡Claro que no será tu hijo! Pero sí será tu hermano. Tu hermano de sangre. 


ChangMin esperó a calmarse para volver a hablar, siempre bajo la atenta y confundida mirada de Jae.


—Ese chico va a tener los mismos poderes que tú, los demonios de baja categoría lo van a querer matar y, además, si todo esto es plan de los ángeles, estoy seguro que van a querer usarlo para matarte. Deberás estar atento.


Mientras hablaba, ChangMin se dejaba caer en el sofá, tomando las piernas de Jae para ponerlas en el regazo propio. Jae sonrió de medio lado.


—Creí que estarías más preocupado.


ChangMin se encogió de hombros.


—Lo harán cuando aquel pobre bebé sea lo suficientemente fuerte como para poder controlar a la perfección su poder.

...

Las sombras giraban con furia dentro de aquella habitación, creando un remolino que arrasaba con todo a su alrededor, botando cuadros, libreros completos, rompiendo ventanas y rasgando las cortinas.

Y, justo en el centro, estaba ChangMin arrodillado e inclinado hacia el frente con ambas manos sobre su pecho.

Lágrimas bajaban por las mejillas del demonio que no dejaba de gritar de dolor. Gritos desgarradores que tenían a Jae, que se encontraba de pie tras él, con una expresión de tristeza, preocupación.


—Chang...


El rubio susurró, agachándose a un lado de ChangMin.

Su cabello rubio estaba alborotado gracias a la corriente de aire caliente que producían las sombras de Satanás. Y era entendible, la angustia de había apoderado del pelirrojo. La ira salía por cada uno de sus poros.


—Hey. ChangMin, mírame...


Jae lo intentó una vez más. Los hombros de ChangMin temblaba y en ningún momento había dejado de gritar, mucho menos de llorar. El rubio aprovechó de poner sus manos sobre la espalda del más alto, dando caricias suaves que buscaban, por todos los medios, ser reconfortantes.

Tuvieron que pasar unos minutos antes de que ChangMin no soportara más el dolor de su garganta después de sobre exigirle demasiado.

Jae aprovechó de gatear hasta ponerse delante del demonio de cabellos rojos. Fue delicado a la hora de tomarle las mejillas y obligarlo a que alzara la cabeza para que así pudiera mirarle. Era obvio que su corazón se rompió con tan sólo ver cómo las lágrimas no dejaban de caer por las suaves mejillas del mismísimo Lucifer.

ChangMin se mordió el labio inferior, sus pupilas habían tomado un intenso color rojo.


—No están, Jae... Ya no están.


Jae separó los labios pero nada salió de ellos.


—Mi hija y mis nietos... Se fueron, se fueron para siempre.


Jae frunció el ceño, sus ojos llenándose de lágrimas también. Pero, Joder, no debía llorar. No ahora.

Y no dijo nada, simplemente se inclinó hacia el frente, rodeando los hombros de ChangMin en un abrazo protector. El pelirrojo escondió su rostro por voluntad propia en el cuello del demonio rubio.

Las sombras se calmaron un poco.


—Me encargaré de matar uno a uno de esos malditos ángeles.


ChangMin soltó un quejido, aferrándose a Jae, quien apoyó la mejilla en los rojos cabellos del demonio, manteniendo los ojos fijos en la nada. La ira y la tristeza también se lo estaban comiendo por dentro.


—Los mataré por Camille, por los niños, por ti...


...


—Oh.Oh. ¡¿Lo dices en serio?! ¡ChangMin!


Jae dio un salto, literalmente, por la emoción. Su rostro estaba iluminado por una amplia sonrisa que se le contagiaba a ChangMin. Aunque, bueno, él traía una sonrisa de oreja a oreja desde antes; pero el compartir esa emoción con el demonio rubio era sumamente importante para él.

ChangMin avanzó hacia el frente, afirmando a Jae de las caderas para obligarlo a que se quedara quieto. El rubio le miró con la emoción a flor de piel.


—¡Es una gran noticia!


—Sí. Es decir, son rumores, pero...


ChangMin movió suavemente la cabeza de un lado a otro para lograr unir sus ideas.

Jae rodó los ojos, elevando los brazos hasta que fue capaz de enredar sus dedos en el cabello de ChangMin.


—Pero nada. Deberíamos ir a conocerlos.


ChangMin soltó una suave risa.


—Al parecer, tiene una conexión fuerte con tu hermano pequeño.


El pelirrojo guiñó un ojo y JaeJoong rió.


—Mira. Quizás va en la sangre.


Y apenas Jae murmuró aquello, un humo de color rojo comenzó a envolverlo, sorprendiendo a ambos.

ChangMin frunció el ceño mientras afirmaba con las fuerzas las caderas de Jae. El rubio, por su parte, no dejaba de mirarse.

Mierda.

Lo estaban invocando.

Y con su propia sangre.


—Jae. Joder. Debes resistirte.


JaeJoong negó.


—Dañaré al chico que está dando su cuerpo para la invocación. Estaré bien.


—¡Quieren matarte!


ChangMin gritó con desesperación. El cuerpo de Jae parecía ser cada vez más transparente, como si se estuviera evaporado junto a aquel humo rojo que ascendía hacia el círculo de invocación que había aparecido en el techo.

Jae sonrió de medio lado.


—Búscame. Yo no me iré para siempre. Es una promesa. 


El rubio susurró, alcanzando a unir sus labios a los de ChangMin antes de que desapareciera por completo.

El pelirrojo soltó un quejido que fue acompañado de una maldición.




...





—Hay algo que me está dando vueltas en la cabeza hace mucho rato.


—¿Mh?


JongHyun ladeó la cabeza cuando JinKi dijo aquello. Ambos estaban de pie frente a la puerta del Castillo, esperando que alguien les abriera.

El mago le miró de reojo.


—¿Por qué tu cabello está rubio si era rosado?


JongHyun parpadeó rápido antes de soltar una fuerte carcajada.


—Sunny tiró bebida de hadas sobre mí y, bueno... Debería quitarse en un par de días.


JongHyun se encogió de hombros y el mago rió con suavidad, una risa dulce que se perdió apenas se escuchó algo muy similar a una explosión.

Ambos dieron un respingo, mirándose con los ojos abiertos de par en par. No fue necesario que ninguno dijera algo, simplemente salieron corriendo a toda velocidad (a la velocidad que les permitía la nieve acumulada a sus pies) hasta que llegaron a cierto punto donde el castillo dejaba de cubrirles en bosque trasero de los Kim.

Y ahí, en medio de los árboles, se elevaba un humo rojizo que se mezclaba con las sombras de Satanás en algo que parecía ser una danza pero que, al mismo tiempo, les hacía sentir escalofríos.

El brujo y el duende se volvieron a mirar.

Estaban atrasados.




...




¿Él es el único que nos puede ayudar?

ChanYeol no terminaba de comprender a qué venía aquella frase, y es que el dolor que producía la marca en su espalda le impedía pensar con claridad.


—¿Invocarlo? Pero... ¿Cómo?


JongIn, a pesar de que sus marcas parecían arder, no se notaba ni una pizca de dolor en sus facciones o en su voz, fue por eso que no tuvo dificultad para preguntar.

El sudor había comenzado a marcarse en las sienes de ChanYeol, y todo porque estaba intentando soportar lo mejor posible. ChangMin estaba en una condición similar, o peor, en la que él se encontraba.

Ambos pelirrojos miraron al Príncipe.


—La marca en la espalda de ChanYeol...


ChangMin murmuró con dificultad. ChanYeol y JongIn se miraron.

¿Cómo sabía de la existencia de aquella marca?


—La marca sirve tanto para invocar como para sellar a un demonio.


ChangMin continuó, relamiéndose los labios.

Las sombras parecían cada vez más inestables, cada vez menos densas.

ChanYeol dio un respingo cuando JongIn le puso una mano en la espalda.

A pesar de que un par de capas de telas separaban la piel de ambos, aquel simple contacto hizo que bajara el ardor de aquella zona. Un suspiro se escapó de los labios de ChanYeol, ganándose una mirada de ChangMin que venía acompañada por un arqueo de cejas.


—El demonio dentro de JongIn es el más compatible con aquella marca, por eso la necesitamos.


El pelirrojo susurró con algo más de ánimo.


—Pero para una invocación se necesita más que eso.


Su voz sonó rasposa gracias a todo el dolor que había soportado. ChangMin frunció el ceño.

Claramente que no era sólo el círculo lo que necesitaban.


—La sangre de ustedes dos.


ChanYeol arqueó una ceja.

¿Sangre?

Joder. Siempre la sangre tenía que estar en medio.

Negó de inmediato.


—No, mierda, no. Suficiente. Todos quieren la sangre de JongIn.


No se percató siquiera de que había alzado la voz. Un pitido constante se había instalado en sus oídos hace unos segundos atrás, mezclándose con los gritos que se habían comenzando a escuchar desde el otro lado de aquel remolino.

Todos seguían peleando y ellos estaban ahí conversando sobre una invocación.

ChanYeol chasqueó la lengua.

ChangMin rodó los ojos.


—Eres tan putamente duro de cabeza como Camille.


El demonio susurró, moviéndose hacia ellos con gran velocidad. ChanYeol dio un respingo cuando su espacio personal se vio invadido por el hombre pelirrojo que ahora estaba parado tras él, junto a JongIn.


—Es sólo una gota, joder, una gota de sangre que irá a parar a tu espalda, idiota.


Y a pesar de que ChangMin parecía enfadado, su voz tenía un toque de diversión que confundió a ChanYeol.

Tal vez eso era lo que buscaba el demonio porque en cosa de segundos ChanYeol sintió algo en su espalda (algo que no supo identificar) y que le sorprendió tanto que terminó con los ojos abiertos de par en par. La marca había vuelto a arder, sólo que ahora se le agregaba la sensación del viento chocando contra su piel mientras algo descendía con lentitud por la línea de su columna vertebral.

Miró por encima de su hombro al demonio de rojos cabellos. Su abuelo tenía una sonrisa ladina y JongIn le miraba la espalda con sorpresa, parpadeando lentamente en un intento de comprender lo que sucedía frente a él.

Pero eso no era todo.

ChangMin, con la misma rapidez, enterró uno de sus colmillos (igual de afilados a como los tenía JongIn ahora) en la yema del dedo índice del príncipe después de que había tomado la muñeca del moreno para obligarlo a que alzara una mano hacia él. Una pequeña herida apareció, sangrando inmediatamente.


—Con esto bastará...


ChangMin susurró más que nada para sí mismo, soltando la muñeca de JongIn y dando un paso hacia atrás, mirándolos a ambos.


—JongIn, pon tu dedo sobre la herida de ChanYeol para que la sangre de ambos terminen por mezclarse. Eso es todo.


El demonio indicó, señalando la espalda de ChanYeol.

¿Estaba sudando más?

Los gritos al otro lado del remolino de sombras se hicieron más insistentes.


—Pero-


—¡Joder! Ahora. Me estoy quedando sin fuerzas, y ustedes con sus amigos jamás podrán derrotar a un ejército de ángeles. ¡Hazlo!


ChangMin gritó con tanta desesperación que fue imposible decirle que no.

ChanYeol y JongIn compartieron una mirada rápida, no era necesario que hablaran para saber lo que estaban pensando.

JongIn le sonrió y ChanYeol asintió.

Fue extraño. Pero cuando el dedo de JongIn tocó aquella herida que le había hecho ChangMin, el ardor en la marca de su espalda disminuyó considerablemente, lo cual no tenía sentido ya que el intenso color rojo que desprendía cada una de las líneas sobre la piel de su espalda parecía ser el reflejo de las llamas de su cuerpo, mezclándose con el rojo vivo de las marcas de JongIn que daban la sensación de que el moreno tenía fuego en sus venas. Las letras aquellas se notaron aún más sobre la piel del príncipe, y ChanYeol creyó, por un momento, que entendía lo que decían.

JongIn le miró con las cejas en alto. ChanYeol escuchaba su propio corazón latiendo en contra de sus oídos.

Una especie de humo rojo les envolvió, elevándose a una gran velocidad y disipando aquellas sombras que les habían estado protegiendo. ChangMin suspiró.


—JaeJoong.


Lucifer susurró y todos a su alrededor guardaron silencio por una fracción de segundos.

Se escuchó un grito de ira, maldiciones y un par de exclamaciones cargadas de sorpresa. Cosa que inmediatamente pasó a segundo plano para ChanYeol cuando alzó la mirada junto a JongIn, viendo como sobre sus cabezas se mezclaban las sombras de ChangMin y aquel humo rojizo, haciendo algo similar a una danza que causaba escalofríos.

Quizás por la carga de sentimientos, tal vez porque era el llamado a una masacre.


—Que rápido me encontraste, Señor de las Tinieblas.


Una voz sensual, como un ronroneo grave, se dejó escuchar, volviendo a paralizar a todos a su alrededor con una sensación cosquilleante bajo la piel, o al menos para ChanYeol quien se dio media vuelta para ver de dónde provenía aquella voz nueva. De inmediato se encontró con JongIn que miraba atónito en dirección a ChangMin.

ChanYeol quedó parado detrás del príncipe, comprendiendo porqué el moreno estaba así de sorprendido.

El demonio llamado JaeJoong, o así era como lo había nombrado ChangMin, era un hombre alto y esbelto con facciones afiladas que le daban una armonía a su rostro que lo volvía tremendamente atractivo. Su cabello rubio y liso estaba algo desordenado.

Había un parecido preocupante entre él y JongIn, sólo que JaeJoong era la versión más ruda del encantador príncipe.

ChangMin soltó una risa que sonó cansada. Estaban tan cerca de aquel par de demonios que a ChanYeol no le costó notar que las marcas que se veían en el cuello de JaeJoong eran exactamente iguales a las marcas que tenía JongIn, así mismo como la ropa que traían puesta.

El rubio sonrió, posando las manos sobre las mejillas de ChangMin en un gesto extremadamente dulce, íntimo. ChanYeol se llegó a sentir algo incómodo, teniendo que inclinar la cabeza hacia el frente para apoyar su mejilla contra el cabello gris de JongIn. El príncipe dio un respingo.

Por un momento la lucha se había detenido. Todos bajo la sorpresa de ver a Lucifer junto a aquel demonio. Y si se miraba bien, todos sus amigos y familiares se veían cansados, a diferencia de los ángeles que, a pesar de tener más daños físicos, seguían teniendo energía.

ChangMin tenía razón, jamás les podrían ganar. No era lo mismo que pelear contra aquellas marionetas.

No.

Esta vez era mil veces peor.

El corazón de ChanYeol se estrujó dentro de su pecho cuando vio que BaekHyun respiraba con dificultad, apoyado contra el cuerpo de una Dríada que parecía estar creando una especie de barrera para el pelinegro.

Ira y tristeza metiéndose bajo su piel, así como también la necesidad de terminar con todo esto.

Una risa se dejó escuchar. La misma risa histérica y desagradable de antes.


—Gracias por aparecer, puta de Lucifer. Nos harás más sencillo el trabajo de matarte a ti y a todos los que tengan tu sangre.


ChanYeol frunció el ceño. La chica rubia estaba parada un par de metros más allá por delante de ellos.

El demonio de cabellos rubios soltó las mejillas de ChangMin, sonriendo con superioridad hacia el ángel.

ChangMin, por su parte, parecía estar a punto de desmayarse.


—Ya veremos quién derramará más sangre.


El demonio susurró, volteándose para mirarlo a él y a JongIn, guiñando un ojo antes de desaparecer, dejando una especie de humo negro en el lugar donde había estado.

¿Se había teletransportado?

Pero... ¡Si era lo mismo que hacía JongIn!

ChanYeol iba a murmurar algo pero el quejido de alguien seguido por el golpe de un cuerpo estrellándose contra el piso, le hizo dar un respingo.

Ángeles fueron cayendo uno a uno, el caos comenzó una vez más. 

Los vampiros cruzaron sobre sus cabezas como poderosas bestias dispuestas a matar, mientras que se podía ver el humo de Key un poco más entrado en el bosque. ¿Por qué estaba tan alejado?

Las Dríadas creaban resguardo para los que parecían más heridos, y entre esos estaban BaekHyun, JunMyeon y MinSeok.

Un silbido se escuchó, provenía del ángel que había estado encabezando el ejército.


—¡Hey! ¡Retirada!


Gritó el ángel pero nadie le hizo caso. La chica pelirroja que parecía de lo más alegre atacando a KyungSoo, chasqueó la lengua. Su amigo bajito y de grandes ojos soltó un gruñido.


—YunHo. Cierra la boca porque esto es divertido.


Dijo la chica, siendo respaldada por la risa chillona de la rubia que atacaba con su brillante espada a Lucas. El vampiro parecía complicado, o al menos lo pareció cuando TaeYong atacó a la chica rubia por la espalda, haciéndole una herida justo a la altura de los pulmones.

Sangre cayó pero la chica ni se quejó, sólo soltó un gruñido cargado de ira mientras se daba media vuelta con toda la intención de atacar a TaeYong.

ChanYeol chasqueó los dedos y una llama se interpuso entre el vampiro y el ángel. La muchacha lo miró fijamente, el odio brillaba en sus ojos violetas que se entrecerraron cuando avanzó hacia él para atacarlo, y obviamente también a JongIn. ChanYeol frunció el ceño, creando una esfera de fuego en el centro de la palma de su mano con toda la intención de atacar.

Todo estaba sucediendo demasiado rápido.


—¡ChangMin!


JongIn gritó repentinamente. ChanYeol fijó la mirada en el demonio de cabellos rojos que iba directo a estrellarse contra el piso, al menos hasta que una rama se enredó en su cadera, manteniéndolo a salvo, además de meterse en el camino del ángel que quería atacarlos a él y al príncipe.

Había sido la misma Dríada que estaba protegiendo a BaekHyun. Irene.

La chica les guiñó.


—Yo me encargo.


Murmuró la Dríada antes de que JaeJoong apareciera frente a ellos dos, sonriendo como si estuviera en la situación más divertida del universo.


—Vengan conmigo.


El demonio susurró, tomando a ambos de una mano para poder teletransportarse.

Había olvidado aquel revuelco de estómago que aquello le producía. 

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