MACHOS ALFA

Animalito-de-la-luz

49.5K 4.2K 1K

Todos los derechos reservados. Obra registrada legalmente. Prohibida su copia total o parcial. © Cecilia Vlin... Еще

INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1 "CARA DE ÁNGEL, MENTALIDAD DE DEMONIO"
CAPÍTULO 2 "BOFETADAS, GOLPES Y MENTIRAS"
CAPÍTULO 3 "PERFUME DE MADERA Y MENTA"
CAPÍTULO 4 "LOS BORRACHOS SIEMPRE DICEN LA VERDAD"
CAPÍTULO 5 "ARDIENDO POR DEBAJO DE LA PIEL"
CAPÍTULO 6 "UN NUEVO COMPAÑERO"
CAPÍTULO 7 "AMENAZAS Y PROMESAS"
CAPÍTULO 8 "UN GIRO INESPERADO EN LA DIRECCIÓN CORRECTA"
CAPÍTULO 9 "RENDIDO"
CAPÍTULO ESPECIAL "BESOS DE HUMO"
CAPÍTULO 10 "CAYENDO SIN RED"
CAPÍTULO 11 "INCLUSO SI LOS CIELOS SE HACEN ÁSPEROS"
CAPÍTULO 12 "ENTREGARSE PARA SER LIBRE"
CAPÍTULO 13 "GUARDEMOS ESTE AMOR EN UNA FOTOGRAFÍA"
CAPÍTULO ESPECIAL "COMO UNA VELA EN UNA TORMENTA"
CAPÍTULO 14 "COMO ESTAR EN CASA"
CAPÍTULO 16 "EL PASADO SIEMPRE NOS ALCANZA"
CAPÍTULO FINAL "UN LUGAR QUE SOLO NOSOTROS CONOCEMOS"
EPÍLOGO "FESTIVAL DE PRIMAVERA"

CAPÍTULO 15 "LOCO, LLENO DE TI, ENAMORADO"

2.1K 148 26
Animalito-de-la-luz

"Trato de escribir en la oscuridad tu nombre, trato de escribir que te amo, trato de decir a oscuras todo esto, no quiero que nadie se entere. Que nadie me mire a las tres de la mañana, paseando de un lado a otro de la estancia... loco, lleno de ti, enamorado, iluminado, ciego, lleno de ti, derramándote. Digo tu nombre con todo el silencio de la noche, lo grita mi corazón amordazado. Repito tu nombre, vuelvo a decirlo, lo digo incansablemente y estoy seguro... que habrá de amanecer"

¿Qué se suponía que Carlos estaba haciendo despierto a las tres de la mañana? Y peor aún, ¿qué era lo que hacía leyendo una cosa tan malditamente cursi como esa? Dejó el libro que seguramente era de su abuela, en el cajón del que lo había sacado y sacudió la cabeza para despejar su mente, no le gustaba para nada la forma en la que se estaba sintiendo.

Gabriel se había dormido desde hacía unas dos horas y Carlos se había dormido también. Pero había despertado una media hora después, completamente sobresaltado, buscándolo a tientas en su lado de la cama. Ahí estaba... con él. Había tenido mucha suerte de que Gabriel no despertara y lo hubiese visto así, respirando de forma irregular, con el corazón desbocado y la expresión de angustia. Se había dedicado a mirarlo dormir por un buen rato, había palpado incluso sus brazos, su rostro, queriendo asegurarse en medio de su desesperación, que de verdad él estaba ahí.

Carlos había tenido un sueño horrible, de esos que parecen no tener ni pies ni cabeza, pero que lo había dejado con una fea sensación que parecía no querer irse. No recordaba exactamente qué era lo que sucedía en el sueño, o qué era exactamente lo que Gabriel le decía, lo único que sabía era que de pronto simplemente se había ido. Lo abandonaba y Carlos se quedaba con un vacío enorme en el pecho. Había sido solo un sueño, pero se había sentido demasiado real como para desecharlo tan rápido. Odiaba sentirse así, odiaba sentirse vulnerable, odiaba el hecho de saber que con dos simples palabras le había dado a alguien más, el poder de romperlo.

"Te amo" le había susurrado antes de levantarse, para terminar sentado en el pequeño sofá a un costado de la cama en el que se encontraba en ese momento. ¿Por qué a Gabriel se le veía tan tranquilo? ¿Por qué Carlos tenía tanto miedo? No lograba recordar haberle dicho "te amo" a nadie más, antes de él, ni siquiera a Cristian, a quien se supone había querido tanto. El cariño que le había tenido a Cristian no era siquiera la décima parte de lo que estaba sintiendo actualmente, no era comparable. ¿Por qué seguía sintiendo que aquello no iba a durar?

Se levantó del pequeño sofá y dio un par de vueltas por la habitación. No sabía qué era lo que le pasaba, pero la intranquilidad lo estaba llenando como algo que subía por su cuerpo y se acumulaba en su pecho, impidiéndole respirar con normalidad. Entró al baño y mojó su rostro para después mirar su reflejo, tenía enormes ojeras. Carlos nunca había sido un chico inseguro, un chico dependiente que necesitara de alguien más para ser feliz. En ese momento sabía que, con una sola mirada, Gabriel podía hacer desaparecer su desasosiego.

Se acercó a la cama, se sentó a un lado y lo miró.

—¿Qué fue lo que me hiciste? —murmuró casi con vergüenza, mirando como el pecho de su novio subía y bajaba en una respiración tranquila. Apartó su mirada dándole la espalda.

Las cosas habían ido de una forma tan extraña, que todo le parecía irreal. ¿De verdad era posible cambiar a una persona como Gabriel? ¿De verdad Carlos había podido vencer todos los prejuicios que el otro chico tenía? ¿De verdad Gabriel no iba a arrepentirse? Se reprendió a si mismo por la tontería de sus palabras. ¡Era ridículo! ¿Desde cuándo se había vuelto tan miedoso? ¿Desde cuándo había dejado que alguien le afectara tanto?

—¿Qué pasa? —La voz adormilada de Gabriel lo hizo volver a la tierra, era adorable y probablemente podría acostumbrarse a escucharlo así todos los días. Aun sin voltear, podía distinguir que estaba preocupado, se le notaba en la voz—. ¿Qué es lo que tienes, Carlos? ¿Estás bien? —preguntó nuevamente. ¿Bien? Bien no era precisamente la palabra que definiría como Carlos se sentía en ese momento.

—Tú... tú no vas a arrepentirte, ¿verdad? —soltó aquello sin siquiera voltear a mirarlo. Porque necesitaba decirlo. Porque si no lo decía iba a ahogarse. Gabriel se incorporó en la cama, recargando su espalda en la cabecera. Carlos lo veía de reojo sin atreverse a encararlo completamente y se notaba confundido—. Por favor... —continuó con la voz apenas audible y se horrorizó por sus propias palabras. ¿Estaba suplicando? Sí, lo estaba haciendo y ni siquiera sabía por qué. Se sentía la persona más patética que había pisado el mundo.

Desde el principio Carlos había intentado mantener sus emociones al margen. Desde que lo había conocido se había contenido lo más que había podido. Gabriel había sido el primero en reconocer que se había enamorado, él había sido el primero el decir "te amo", él había sido el primero en mostrar sus sentimientos sin ningún tipo de reserva y Carlos había frenado como mejor pudo, todo lo que sentía y en ese momento, para su completo horror, estaba siendo el primero en suplicar, el primero en dejarle saber a Gabriel, que lo había logrado, que lo tenía por completo en sus manos.

La distancia entre ambos se hizo menos y Gabriel jaló a Carlos, acercándolo a su cuerpo. Lo rodeó con los brazos por la espalda y apoyó su mentón en el hombro. Entrelazó los dedos encima de su estómago.

—¿Por qué sigues preocupado por esto? —preguntó un tanto desconcertado. De verdad quería entender la repentina inseguridad de un muchacho que desde el principio se había mostrado sin ningún tipo de vacilación. Lo apretó de forma cariñosa y espero una respuesta.

—No lo sé. —Eso había sido lo único que había podido formular como respuesta, porque era la verdad. Los sentimientos de Carlos eran muy confusos. Se removió ligeramente en su lugar. Inquieto.

—Hace algunos años... —Gabriel empezó a relatar con la voz bajita, como un susurro personal solo para Carlos, sin aflojar el agarre de sus brazos en la cintura de su novio— cuando yo perdí a mi madre —continuó—, sentí que ya no había nada más para mí. Me había quedado completamente solo. No tenía un padre, no tenía a mi mamá, no tenía hermanos... no había nadie. No fueron mis mejores días. —Carlos escuchaba en silencio, atento, prácticamente sin moverse No quería frenar las palabras de Gabriel. Deseaba conocerlo. Deseaba saber cada aspecto de su vida, como no había deseado ninguna otra cosa antes. Quería ser capaz de atesorar cada palabra que salía de sus labios—. Lloré y lamenté mucho mi suerte, Carlos. Me deprimí y me convertí en alguien por quien los demás solo sentían lástima y llegué a un punto en el que ya no podía permitirme eso. Porque había tocado mi fondo y ya no podía caer más abajo y lo único que me quedaba era tomar una decisión. Me dije a mí mismo que tenía dos opciones... dejarme llevar por mi tristeza y mi soledad, mandando todo a la mierda y quedándome en ese hoyo que yo mismo había cavado... o podía dejar de llorar, levantarme y buscar algo que me hiciera volver a sonreír.

Carlos pasó saliva, sintiendo como un nudo se formaba en su garganta. Saber más de Gabriel, era darse cuenta con cada palabra, que su vida había sido todo, menos fácil. Se dio cuenta de que él también lo había juzgado mal antes de conocerlo.

—¿Y lo encontraste? —preguntó. Sentía el corazón repentinamente acelerado. Sabía que se había convertido en una persona importante para Gabriel, pero no sabía si era suficiente como para ser ese algo que hubiese logrado sacar a una persona de su propio infierno. Quizá pensarlo siquiera, era ser demasiado arrogante. Lo necesitaba, sin embargo. Deseaba poder escuchar que él había logrado regresarle la sonrisa.

—Por supuesto que lo encontré. —Una sonrisa brillante se pintó en el rostro de Gabriel, una completamente amplia y sincera—. Y cuando lo encontré —continuó—, no estaba ni siquiera un poco cerca de ser lo que yo esperaba. —El cuerpo de Carlos se tensó de inmediato. Lo que escuchó justo después, casi lo hace soltar una escandalosa carcajada—. Era un tipo odioso, ¿sabes? Uno muy irreverente y bocón que tuve que soportar como compañero de dormitorio, hasta que decidí que no lo aguantaba más y me fui. Santiago es un mejor compañero, por cierto —concluyó Gabriel. Carlos lo sintió sonreír sobre su cuello, estiró la mano hacia atrás para darle un golpe en el estómago.

—Es que eres tontísimo.

Carlos se soltó del agarre y se giró por fin hacia Gabriel. El brillo de sus ojos casi parecía poder iluminar la habitación completa.

—¡No señor! El tontísimo aquí es otro, uno al que estoy mirando en este momento y que por respeto no voy a mencionar. —Carlos lo observó con una mala cara bastante forzada. Estaba aguantando la sonrisa—. No sé cómo puedes creer que soy capaz de arrepentirme de esto... de estar contigo. De estar enamorado del tipo más odioso, necio, terco y cabezón que existe en el mundo. —Se acercó a Carlos y le dejó un rápido beso en los labios, antes de que tuviera siquiera tiempo de replicar—. Yo te amo.

El escalofrío que Carlos sintió, le recorrió desde los pies hasta la punta del cabello. A veces le era difícil reconocer que se había enamorado, sobre todo cuando llevaba tanto tiempo evitándolo, por razones que ni siquiera llegaba a comprender. A fin de cuentas, no era algo que estuviese en capacidad de evitar. A veces el corazón decidía sin pedir permiso.

✬✬✬✬✬

El cielo había amanecido un poco nublado para el día de playa que la familia de Carlos había planeado, pero a él le parecía que estaba radiante, luminoso y perfecto. No era un lugar demasiado concurrido así que todo pintaba para ser un paseo bastante agradable. Carlos había amanecido con los brazos de Gabriel firmemente presionados en su cintura y una de sus piernas rodeando las suyas. Aquello lo hizo sonreír de la manera más tonta y vergonzosa. Aunque vergüenza era poco, para lo que estaba a punto de experimentar.

Carlos sintió que el corazón se le salía del pecho, cuando su abuela irrumpió en la habitación y se topó con aquella cariñosa escena que la hizo soltar una exclamación por todo lo alto. Esa sí había sido vergüenza. De esa que te deja medio mudo y sintiendo que te repiquetea en el pecho.

—¡Madre de Dios!

Carlos saltó en su lugar. Prácticamente había sacado a Gabriel de encima de él, con un fuerte empujón. El pobre muchacho había estado a muy poco de terminar en el suelo. Abrió los ojos desconcertado, llevándose las manos al pecho. Parpadeó y se talló los ojos, intentando ubicarse en tiempo y espacio. Lo primero con lo que se encontró fue con la mirada acusadora de la abuela de Carlos.

—¡Oh, mierda! —Gabriel ni siquiera tuvo tiempo de frenar sus palabras y se ganó, por supuesto, una nueva mirada que le juzgaba hasta los pensamientos.

Realmente la abuela de Carlos no estaba molesta. Como toda la familia, ella estaba al tanto de las preferencias de su nieto, lo apoyaba en todas sus decisiones y estaba muy segura de que la inocencia la había perdido algunos ayeres atrás. Estaba segura, sin embargo, que al menos en su presencia, los obligaría a comportarse.

Se giró de inmediato, dándole a ambos la espalda y Carlos estuvo a punto de maldecir en voz alta al recordar que precisamente ese día se le había ocurrido dormir solamente en ropa interior. Para colmo de males, Gabriel estaba sin camiseta.

—Quiero que ustedes dos se levanten de esa cama en este instante, se den una ducha... separados y bajen a desayunar. No es una sugerencia.

Carlos había estado a punto de atragantarse, cuando su abuela había aclarado eso de "separados". Los colores se le habían subido al rostro y le había hecho una mueca a Gabriel para que se comportara, cuando se dio cuenta de que su novio estaba a duras penas, conteniendo una carcajada.

Después de decir aquello, la señora Martha había salido de la habitación golpeando un poquito la puerta, para hacer notar su autoridad en aquella casa.

Ambos chicos habían estallado en ruidosas carcajadas, en cuanto la mujer había desaparecido de sus campos de visión.

✬✬✬✬✬

—¿Me quieres explicar en este instante qué le hiciste a tu abuela? —Carlos se encontraba ayudando a subir las cosas al coche, cuando su madre prácticamente lo había frenado tomándolo del brazo e iniciando de inmediato con el interrogatorio. Definitivamente no iba a salvarse de dar explicaciones.

—No le hice nada —habló prácticamente susurrando—. Es ella quien piensa que, porque es su casa, puede entrar a todos los sitios sin siquiera llamar a la puerta... Entró esta mañana a la habitación y Gabriel... bueno yo...

—¡Carlos! ¿Qué es lo que estaban haciendo? No me digas que ustedes... —En segundos se le habían subido los colores al rostro. Ella era el tipo de mamá con la que Carlos podía hablar prácticamente de cualquier cosa, pero tampoco quería imaginar que hubiese estado haciendo algo indecente en casa de los abuelos.

—¡Que no! No estábamos haciendo nada, mamá. Gabriel estaba sin camiseta y yo, bueno... en bóxer. Tenía calor. Nada del otro mundo. Y puede ser que él estuviera... abrazándome solo un poquito. ¡Mi abuela se asusta por todo!

—¡¿Te estaba abrazando?! —El grito de la madre de Carlos se había escuchado fuerte y claro y afortunadamente los demás integrantes de la familia aún se encontraban dentro de la casa. Se podría decir ella y la palabra discreción no se llevaban muy bien.

—¡Eso, mamá! Grítalo más fuerte que parece que la vecina de la esquina no te escuchó.

Ambos habían volteado hacia la casa, esperando que nadie se hubiese enterado de la indiscreción, sobre todo Gabriel.

—Lo siento —mencionó en voz baja—. Pero entonces quiere decir que ustedes... ¿Le dijiste que sí?

La señora Mary casi estaba chillando de emoción. Carlos no entendía la suerte que había tenido Gabriel de haberle caído tan bien a su madre.

Para muchos hijos podría resultar un tanto extraño tener una conversación tan cercana con su madre, saber que se emocionaba y alegraba de la misma forma en que lo haría un amigo. Sin embargo, ellos siempre habían sido así, muy cercanos. Tenían la confianza para hablar de cualquier cosa y a Carlos le agradaba saber que contaba con ella siempre. Aunque le pusiera los nervios de punta que no fuera capaz de mantener la boca cerrada o al menos ser un poco más discreta.

—Le dije que sí.

✬✬✬✬✬

El lugar estaba prácticamente solo, a no ser por un par de personas que se veían a lo lejos. Sacaron las cosas y acomodaron todo a un lado de la playa. Todo era tan bonito que tenía a Gabriel una vez más con la boca abierta y una mirada de incredulidad. Aquellas vacaciones que no imaginó tener, estaban sorprendiéndolo de muy grata manera.

El lugar era precioso, tranquilo y con el mar más azul que cualquiera que hubiese visto antes. Para su total agrado, la playa no era de arena, era de piedras. Gabriel odiaba la arena colándose por ciertos lugares que no estaba dispuesto a mencionar.

Se alejaron un poco, caminando en silencio por la orilla de la playa. El mar estaba un poco revuelto y podían ver y escuchar las olas estrellándose con las piedras de la orilla. Todo estaba muy solo y tranquilo. Eso era precisamente lo que ambos chicos querían. Estar solos. Al menos eso era lo que Gabriel estaba necesitando.

—¿Qué pasa? —preguntó Carlos, viendo como Gabriel volteaba en todas direcciones como buscando algo. Una tenue sonrisa se pintó en los labios de ese chico que se veía incluso más guapo que de costumbre con esa barba a medio salir. Lo sintió estrellándose en su cuerpo unos segundos después.

Las cosas inesperadas eran las que más se disfrutan a veces, de eso no queda duda. Tener de pronto los labios de Gabriel moviéndose con ansia sobre los suyos, era algo que Carlos definitivamente estaba disfrutando. Sentía como los dedos de sus pies se entumían por la anticipación, sentía también como su estómago se revolvía de regocijo. La lengua de Gabriel, recorría su boca y sus manos le acariciaban la espalda con necesidad.

—Para... —La verdad era que Carlos no quería que Gabriel se detuviera, era más como una palabra que servía como arcó reflejo, al darse cuenta de que se encontraban en un lugar público. Incluso si estaba prácticamente vacío, no podían hacer esas cosas ahí y mucho menos a plena luz del día. Si su abuela se enteraba, podía haber consecuencias para nada agradables.

—No quiero.

Aquello fue lo único que Gabriel dijo antes de continuar con un recorrido de besos que habían dejado la boca de su novio, para dirigirse a su mentón. Su cuerpo se había encendido y sin afán de buscar excusas, creía que el hecho de tener a Carlos sin camiseta frente a él, estaba ayudando suficiente—. Me gustas mucho —mencionó. Le dio un nuevo beso a su novio y acarició encima del tatuaje en sus costillas—. Maldita sea, cómo me encanta.

—Creo que puedo hacerme una idea de que tanto te gustan mis tatuajes. —Carlos no sabía ni como había logrado emitir palabras, la sensación que le daba la lengua de Gabriel recorriéndole el cuello, era suficiente para borrar cualquier idea de la mente de cualquiera—. ¡Oye! —Acababa de morderle el hombro lo suficientemente fuerte, como para que el placer se fundiera con el dolor en una mezcla que había logrado que se le doblaran un poco las rodillas. El gimoteo que se había escapado de sus labios, había terminado por completo con la cordura de Gabriel.

—¡Joder! —Ninguno de los dos chicos se enteraba de lo que sucedía a su alrededor. Y aunque se encontraban en una playa publica a pleno medio día, a ninguno de los dos les importaba. Afortunadamente se había alejado lo suficiente de la familia de Carlos, para no ser vistos ni escuchados—. Te necesito. Necesito tenerte aquí y ahora.

Gabriel estaba siendo exigente y Carlos casi había dejado escapar un gemido con el solo hecho de escuchar esa voz demandante y sentir las manos de su novio recorriendo su torso desnudo, sin ningún tipo de reparo. No sabía si había sido buena o mala idea, quedarse solamente con el traje de baño.

—No podemos

—Sí podemos.

—¿Quieres que nos vean, Gabriel?

—De hecho, Guillermo tiene razón. —Aquella voz taladró los oídos de ambos—. No me interesa ver nada de lo que estén intentando hacer.

Ambos chicos se separaron de inmediato y cualquier rastro de intimidad entre ellos, desapareció por completo. Ninguno de los dos recordaba que la madre de Carlos había invitado a Arturo al paseo a la playa y en todo caso, no se hubiesen imaginado que iba a tener el descaro de aceptar dicha cortesía.

—¿Qué se supone que estás haciendo aquí? —La poca calma que Carlos había mostrado el día anterior, cuando Arturo se había aparecido en casa de su abuela a pedir disculpas, se acababa de esfumar. El tipo inoportuno no solamente acababa de mandar a la mierda un momento bastante intimo entre él y Gabriel, además se aparecía con aquella sonrisa burlona que a leguas se notaba, iba cargada de no muy buenas intenciones.

—Si mal no recuerdo tu madre me invitó a este paseo, además es una playa pública, ¿no? Yo he venido con amigos.

Gabriel apretó los puños. Vaya cojones tenía ese tipo para aparecerse tan campante después de todo lo que había dicho y hecho. La forma en la que había recorrido a Carlos con la mirada, había sido suficiente para que Gabriel estuviese a punto de echar fuego por los ojos.

—Pues yo te agradecería mucho que te fueras a la mierda.

—Gabriel...

El agradable día había cambiado de forma drástica y estaba claro que Arturo se encontraba ahí solo para molestarlos. Y aunque ninguno de los dos estaba dispuesto a darle ese gusto, luego de que el tipo hubiese regresado con sus amigos, habían tenido la primera discusión del día gracias a él.

A Carlos seguía sin parecerle que Gabriel quisiera liarse a golpes con medio mundo, más aun, cuando él le había pedido que se tranquilizara para que pudieran llevar la fiesta en paz. Pero si Carlos pensaba que él se alteraba demasiado rápido, tendría que decir que Gabriel era como la pólvora y aunque por lo general permanecía siempre calmado, si se trataba de defenderlo, hacía falta muy poco para hacerlo estallar como palomita de maíz.

—¿Quieres dejar de caminar tan rápido? —Carlos recorría la playa de regreso a donde se encontraban sus padres, con Gabriel siguiéndole de cerca los pasos e intentando hacerlo detenerse—. ¿Estás enojado?

—Solo quiero que dejes de ponerte violento cada que alguien se me acerca. —Carlos se había detenido unos segundos para encarar a su novio, le dedicó una mirada no muy amable y continuó su camino sin parar de nuevo. Claramente no estaba enojado, estaba quizá un poco molesto, solo un poquito—. Y no, no estoy enojado.

Gabriel le dio un leve jalón poco antes de llegar a reunirse con la familia. Le estampó un beso en los labios para después alejarse de él con una sonrisa ladina en los labios, de la que Carlos, por supuesto, se contagió. Aquel sería un día interesante y ambos habían dejado algo pendiente unos momentos atrás.

—¿De verdad no quieres nadar? —Carlos se había pasado insistiendo a Gabriel para que entrara al mar con él, pero Gabriel no era muy fanático del agua, al menos no en grandes cantidades. Le daba vergüenza admitir enfrente de Carlos, el temor que sentía por el mar. De hecho, había intentado convencerlo de quedarse simplemente en la playa, disfrutando del descanso. Carlos, sin embargo, no podía perderse la oportunidad de darse un chapuzón en esa inmensidad de agua, después de bañarse a diario en las piscinas del instituto.

—Ve tú. Yo te estaré cuidando desde aquí, pequeño. Pero no te alejes mucho, ¿bien? —Carlos asintió con una sonrisa. Gabriel cada vez tenía detalles más cariñosos con él y eso le gustaba más de lo que era capaz de admitir.

—Tengo la mejor marca en estilo libre y somos el mejor equipo de relevos, así que creo que me las apañaré.

—Presumido.

—Solo digo la verdad.

—Ve entonces.

Carlos le guiñó el ojo y Gabriel lo vio alejarse entusiasmado. Sabía cuánto amaba el mar y el agua en general y aunque a él no le gustara, no había motivo para preocuparse, porque después de todo, lo de ser uno de los mejores nadadores del instituto, era completamente verdad.

Tenía aproximadamente unos diez minutos viendo como su novio cruzaba de un lado a otro por el agua, nadando con destreza. De vez en cuando se detenía, giraba hacia él, agitaba la mano en el aire en forma de saludo, Gabriel hacía lo mismo desde su lugar en la orilla de la playa y Carlos continuaba dando brazadas en el agua.

Se tumbó de espalda en las piedritas mirando al cielo y agradeció no sentir ni una pizca de ardor en la piel, pues si había otra cosa que no le agradaba de la playa, era el implacable sol acabando con su palidez. Precisamente por eso agradecía que estuviese completamente nublado. De igual forma como si de un par de niños se tratase, la madre de Carlos prácticamente no los había dejado salir del auto sin antes cubrirse por completo con protector solar. Eso por supuesto se lo agradecía.

Pasaron veinte minutos más, en los que Gabriel se había quedado pensando en todo y en nada concreto a la vez. Seguía repasando cada uno de los momentos que había vivido en aquellas vacaciones que probablemente no podría olvidar nunca. No quería hacerlo, de hecho. Aquel no era exactamente el rumbo que hubiese esperado para su vida, pero no se arrepentía ni por un segundo.

Cerró los ojos por un momento. Estaba tan cómodo acostado sobre aquella manta, que empezó a sentirse adormilado casi al instante. Estaba a punto de dejarse llevar por el sueño y la comodidad, cuando una sensación extraña hizo que sintiera una fuerte presión en el pecho.

Se sentó de golpe sintiéndose aturdido, era como si un montón de imágenes raras y sin sentido se hubiesen agolpado en su cabeza. Se empezó a llenar de ansiedad en cuestión de segundos. Miró a su alrededor, desorientado y nervioso. No entendía a qué se debía esa angustia repentina.

—Carlos... —susurró y se dio cuenta de pronto que hacía ya un buen rato que había dejado de verlo. Se levantó de su lugar de un salto y dirigió su mirada a donde minutos antes se encontraba su novio nadando tan tranquilamente. No había nada, él no estaba ahí.

Gabriel empezó a respirar fuerte y pausado, estaba claramente tratando de calmar su ansiedad, pero, ¿por qué sentía tanta ansiedad? No podía haber pasado nada malo, hacía tan solo unos minutos que lo había visto como si nada. Y él era un buen nadador. Carlos era el maldito mejor nadador que conocía.

Gabriel no era una de esas personas que se ponían histéricas sin más, siempre la razón iba primero que los sentimientos. En ese momento, la razón se estaba perdiendo con cada segundo que pasaba.

—¿Dónde estás? —preguntó para sí mismo en voz baja. Miró en todas direcciones hacia el agua. Pensó que probablemente se había alejado lo suficiente como para perderse de vista, pero no creía que fuera tan imprudente para adentrarse tanto en el mar, estando él solo. Si se hubiera salido del agua, hubiese regresado con él, seguramente.

El nerviosismo empezó a apoderarse de él y esa sensación de vacío en el pecho se hacía cada vez más grande. Dio un par de pasos dentro del agua sintiéndose inútil, porque aparte de no ser un buen nadador, no se sentía capaz de ir más allá de donde al agua le cubría hasta el abdomen. Pensar en flotar y dejar de sentir el suelo bajo sus pies, hacía que se le erizara la piel de todo el cuerpo.

No quería alterarse, estaba tratando de mantener la calma, aunque le estaba resultando prácticamente imposible. Se habían alejado tanto de la familia de Carlos que ni siquiera había alguien cerca a quien pudiese pedirle ayuda.

—¿Dónde estás, maldita sea? —La reacción primaria de Gabriel con respecto al miedo, era casi siempre el enojo. Le molestaba más de lo que podía admitir, enfrentarse a una situación fuera de su control y en ese instante, todo estaba fuera de su control. Miró de nuevo en todas direcciones y lo único que distinguía, era el inmenso azul grisáceo del agua, meciéndose con tranquilidad, como burlándose de él.

—¿Dónde está Guillermo? —Se estremeció al escuchar de pronto la voz de Arturo a sus espaldas y no sabía si molestarse por el hecho de que hubiese aparecido una vez más o sentirse un poquito aliviado porque ya no se encontraba solo.

Aunque seguramente a Arturo no le importase en lo más mínimo lo que a Carlos pudiera pasarle.

Giró a mirarlo y muy seguramente no pudo disimular su expresión angustiada, pues le transmitió la mala cara a Arturo en cuestión de segundos. El muchacho lo miró fijamente, mientras la expresión de su rostro iba cambiando a medida que el tiempo pasaba.

—¡¿Dónde está?! —Le había preguntado una vez más, casi a gritos. En cualquier otra situación Gabriel le hubiese respondido a ese grito con un guantazo en el rostro. En ese momento lo último que quería era pelear.

—Yo... yo no lo sé. Estaba nadando hace un momento y...

Gabriel volteó su mirada nuevamente hasta donde el agua se mecía con un poco de más de fuerza. Y no pudo decir ni una sola palabra más.

Se dio cuenta en ese momento de que la preocupación de Arturo, muy probablemente era genuina, pues su expresión se descompuso en un segundo. Volteó al agua mirando en todas direcciones y se encaminó más allá de la orilla.

—¡Guillermo! —El grito de Arturo, le taladró el pecho de forma dolorosa. Había evitado gritar por sí mismo. No era como si no lo hubiese pensado, pero sentía que el hecho de gritar, era llegar a un punto de desesperación, del cual no iba a poder salir.

¿Dónde estaba? ¿Dónde demonios estaba?

Gabriel se quedó inmóvil en la orilla, sintiéndose estúpido e inútil. Un recuerdo que tanto tiempo había estado reprimido en su memoria, salió a flote como si hubiese estado esperando ese momento para dejarle la sangre helada una vez más.

Cuando él tenía catorce años, la última vez que su mamá lo había acompañado a la playa, ella había estado metida en el mar por un buen rato, mientras él se entretenía juntando piedras en la orilla. Había encontrado una especialmente linda de un color azul oscuro y que deseaba mostrarle... Pero ella no apareció. Se dio cuenta de pronto que tenía un buen rato de no verla manoteando en el agua y riendo cuando alguna pequeña ola la sacudía más de la cuenta.

Cuando pudo darse cuenta, ya se había formado un caos.

Alguien acababa de divisar a una mujer flotando inmóvil en el agua y mientras varias personas corrían a socorrerla, él se había quedado parado, mirando y sin poder emitir ni una sola palabra.

Ese día las cosas habían salido bien y su madre había podido ser regresada a su lado sin ningún daño. Pero el miedo lo había paralizado. Quizá no hubiese podido hacer gran cosa por sí solo, pero no recordaba haberse sentido tan inútil en toda su vida.

Hasta ese momento, en el que estaba sucediendo justamente lo mismo.

Vio sin moverse como Arturo entraba al agua y se alejaba, escuchó como continuaba llamando a Carlos con gritos cada vez más desesperados. Él era su novio. Él tendría que estar buscando la forma de encontrarlo... de hacer algo por él. Estaba dejando que alguien más lo hiciera.

Personas decían que quizá uno de los peores sentimientos era el miedo. El miedo tenía la capacidad de actuar de muchas maneras. Se podía enloquecer de miedo. Pero también era capaz de dejar a las personas por completo paralizadas.

Se tumbó en las piedras sintiéndose incapaz de hacer algo más que abrazar sus piernas y apoyar la frente en sus rodillas. Estuvo respirando de forma irregular durante un rato, hasta que a lo lejos pudo distinguir como Arturo se acercaba... y estaba arrastrando algo consigo... alguien... Carlos.

Sintió como el alma se le escapaba del cuerpo y como sus manos y sus piernas iniciaban un temblor casi incontrolable. Su respiración se agitó en cuestión de segundos y empezó a sentir que se ahogaba porque todo el aire a su alrededor estaba resultando insuficiente para él. Tenía un grito atorado en la garganta y ni siquiera para sí mismo era capaz de pronunciar palabra alguna.

Arturo había salido del agua con dificultad y junto a él, Carlos como un peso muerto, inconsciente, inmóvil y pálido. Gabriel sintió que se le doblaban las rodillas.

—¡No respira! —gritó, dejando a Carlos en el suelo y mirando como Gabriel se había puesto de pie en su lugar, pero no hacía el intento de acercarse. La angustia en Arturo era genuina, no podía estar fingiendo con semejante rostro desencajado que no intentaba disminuir el pánico de una posible perdida. Empezó a presionar el tórax de Carlos en repetidas ocasiones, mientras acercaba su rostro intentando escucharlo o sentirlo respirar—. ¡Vamos, Guille! ¡Maldita sea! —Arturo acercó sus labios a los de Carlos y Gabriel sintió un pinchazo doloroso en el pecho.

El chico estaba intentando salvar a su novio, mientras él como un simple espectador, miraba la escena como en una predecible película en la que al final sabes que el protagonista va a despertar. Pero no se trataba de una película y la vida no estaba asegurada.

Arturo seguía en su labor, presionando su pecho y dando respiración al cuerpo de Carlos, que prácticamente parecía inerte, hasta que la tos y un sonido atragantado por el agua, lo hizo alejarse un poco.

De forma súbita, Gabriel experimentó una sensación de alivio tan abrumadora, que había estado a punto de desvanecerse en el piso gracias al mareo.

Ni siquiera se atrevía a acercarse. Se sentía muy mal de no haber hecho nada para ayudarlo, porque si se encontraba de nuevo respirando, no era precisamente gracias a él. La culpa empezó a carcomerlo con cada segundo que pasaba sin que él pudiera moverse.

Cuando Carlos pudo girar su rostro cansado, deseando ser capaz de ver a su novio a los ojos, luego del mal momento que acababan de pasar, lo único que pudo observar era como Gabriel se alejaba de él y de Arturo, sin decir una sola palabra.

✬✬✬✬✬

Era de suponerse que la reacción inmediata de una persona que había estado a punto de perder a un ser querido y que lo recuperaba después de casi sufrir una tragedia, debiera ser la euforia y la felicidad. Carlos mínimamente hubiese esperado que Gabriel se acercara a él. No estaba esperando que le saltara encima gritando de alegría, pero mucho menos esperaba que se alejara, dejándolo ahí, sintiéndose solo incluso si estaba a un lado de Arturo. Gabriel simplemente se había ido en cuanto él había despertado y Carlos no sabía si sentirse molesto o profundamente decepcionado.

—¿Estás seguro de que te sientes bien? ¿De verdad no quieres que te lleve al centro médico? —preguntó Arturo y Carlos negó enérgicamente.

—Me siento bien. En realidad, fue una estupidez. Me dio un calambre, no pude nadar, me desespere, una ola me arrastro, me atraganté y solo...

—Está bien, no tienes que recordarlo. —Para su completa sorpresa, Arturo estaba comportándose como la buena persona que él creía saber que no era. Carlos nunca hubiese esperado que fuese precisamente él quien estuviera acompañándolo, después de haberle salvado la vida.

—No deberías de ser tu quien esté acompañándome —soltó con sinceridad. No había sido su intención decir aquello. Había sido más un pensamiento en voz alta y se arrepintió al momento de que las palabras salieron de su boca, sobre todo cuando vio la expresión aparentemente decepcionada en el rostro de Arturo—. Lo siento —continuó—. Joder, en serio lo siento. Soy un puto malagradecido. Después de todo fuiste tú quien me ayudó. De no ser por ti yo... Lo lamento —finalizó, bajando la mirada.

—No hice nada extraordinario en realidad. —Arturo habló tratando de restarle importancia al asunto y Carlos no sabía si estaba siendo sincero o se trataba únicamente de falsa modestia—. Cualquier persona en mi lugar hubiese hecho lo mismo, ¿no es así? No podía haber hecho menos tratándose de ti.

Probablemente aquello era lo más amable que Arturo le hubiese dicho en toda su vida y por algún motivo, a Carlos le incomodó en sobremanera el tono de su voz y la repentina cercanía.

¿Qué había sido eso de "tratándose de ti"? ¿Por qué lo había dicho como si estuviese refiriéndose a alguien importante para él? Apenas el día anterior había estado a punto de liarse a golpes con Gabriel, después de haberlo insultado como tantas veces lo había hecho. Después se había presentado pidiendo disculpas y... ¿ahora intentaba parecer interesado? Carlos no quería ser malagradecido, después de todo, se podía decir que estaba vivo gracias a él, pero la aparente buena voluntad de Arturo no le agradaba ni un poco. De sobra sabía que ese chico no era de fiar.

—Muchas gracias entonces.

Se levantó del lugar, sacudió la parte trasera de su bañador, casi por inercia y asintió a manera de despedida. Se sentía repentinamente incómodo y ya que Gabriel había desaparecido y estaba haciéndose tarde, pensó en regresar a donde se encontraban sus padres. No pensaba quedarse con Arturo por mucho más tiempo. No era como si se hubiesen vuelto amigos repentinamente. Estaba agradecido y se lo había dicho. No había mucho más que pudieran hablar.

No había dado siquiera un par de pasos, cuando el agarre firme de la mano de Arturo lo hizo frenarse de golpe. Ni siquiera le había dado el tiempo de enterarse de lo que estaba sucediendo. De pronto se vio rodeado por sus brazos y con su rostro muy cerca.

Estaba intentando besarlo a la fuerza.

Lo único que Carlos había sentido con aquel repentino roce de labios, había sido repulsión. Y había intentado zafarse del agarre, pero al haber sido tan repentino, lo había dejado con los brazos abajo, aprisionados por el agarre de un chico que era visiblemente más grande y fuerte que él.

—¿Qué mierda piensas que estás haciendo, imbécil?

Arturo había sido separado de Carlos de un violento y repentino jalón. Gabriel parecía querer arrancarle la piel con las manos. Cuando el chico se abalanzó hacia él, le había dado un fuerte empujón que lo había dejado tumbado en las piedras. Había tenido que controlar sus ganas de reventarle la boca una vez más. No estaba en posición para hacer enojar a Carlos, después de la forma cobarde en la que se había comportado cuando él estaba en peligro.

—¡No! ¡¿Quién te crees tú que eres para venir aquí a insultarme, después de que no hiciste nada por ayudar a Guillermo?!

—¡Se llama Carlos, estúpido! ¿Y debo suponer entonces, que por haberlo ayudado te sientes con el derecho de besarlo a la fuerza?

Gabriel se estaba conteniendo, con los puños apretados y el corazón desbocado de rabia. Sabía lo mucho que a Carlos le molestaba que otros pelearan por él. Su boca, sin embargo, no podía dejarla callada.

—¡No tengo porque explicarte mis razones para hacer las cosas!

—¡Porque eres un maldito idiota que se cree con el derecho de hacer lo que le da la puta gana! —Gabriel ya no pudo contenerse. La rabia brotó a borbotones cuando lo escuchó decir aquello con tantísimo descaro. Se quedó a pasos de echársele encima de nuevo cuando el grito de su novio lo detuvo de golpe.

—¡Cállense de una maldita vez los dos!

✬✬✬✬✬

Carlos y Gabriel se encontraban sentados en las piedritas de la playa, desde hacía unos veinte minutos, ninguno de los dos había dicho nada hasta el momento. Después de la discusión entre Gabriel y Arturo, que para fortuna de los tres, principalmente para Carlos, había sido solo de palabras sin llegar a los golpes, Arturo se había ido por fin, dejándolos solos y ambos chicos se habían quedado en el más absoluto silencio.

—¿Por qué? —La voz de Carlos apenas se escuchó a pesar del silencio que se cernía entre ambos. Se puso de pie y su novio lo siguió. Cuando giró su rostro hacia él y aquella mirada tan profunda y triste se fijó en sus ojos también, la expresión desolada de Gabriel, había acabado casi por completo con su férrea voluntad. Estaba deseando poder abrazarlo... Pero necesitaba saber—. ¿Por qué no te quedaste conmigo cuando...?

No fue capaz de seguir pronunciando ninguna palabra más. Por segunda vez en ese día, terminaba siendo rodeado de manera sorpresiva por unos brazos que si deseaba. Era un abrazo cálido y tranquilizador. Lleno de cariño, de miedo y de palabras no dichas. La parte mínimamente molesta de Carlos, desapareció por completo. Y aunque deseaba una respuesta, se dejó fundir en aquel abrazo que tanto había estado necesitando. Respiró profundo, llenándose de aquel olor tan limpio y familiar.

Gabriel cruzó los brazos por la espalda de Carlos y entrelazó sus dedos con fuerza. Parecía sentir que, de soltarlo, ese chico entre sus brazos de desvanecería como el humo. Lo apretó a su cuerpo son fuerza, y casi lograba sentir los latidos fuertes del corazón ajeno contra su pecho. Colocó el rostro en el hueco de su cuello y se permitió soltar todo el sentimiento que tenía acumulado.

Carlos se quedó inmóvil, petrificado. La sensación dolorosa en su pecho fue inevitable y el sollozo que pudo escuchar justo en su oído, lo estaba quemando por dentro. El chico fuerte, que no se quebraba con nada, que intentaba protegerlo a los golpes de quien fuera, se estaba haciendo pedacitos incontables frente a él. Empezó a sentir la humedad de las lágrimas en su hombro y ese casi imperceptible sollozo, se convirtió en un quejido lastimoso que Gabriel ni siquiera intentó reprimir. Se estaba permitiendo llorar una vez más después de tanto tiempo y Carlos no fue capaz de frenarlo porque probablemente era algo que necesitaba. Aguardó hasta que poco a poco la respiración de Gabriel se volvió pausada y tranquila y los sollozos fueron cada vez más espaciados.

Se separó un poco de él, tratando de mirarlo a los ojos. Gabriel no era capaz de levantar siquiera su rostro. Estaba avergonzado por tantas cosas. Ese día definitivamente no había sido el mejor para él. Afortunadamente se sentía más tranquilo.

—Sé que doy vergüenza. —La voz de Gabriel salió rasposa y adolorida—. No quiero perder a nadie más, Carlos... No puedo perder a nadie más. —Hizo una pequeña pausa tragando saliva con dificultad—. Sé que no es una justificación para mi estupidez, para mi falta de reacción. Pero pensar en perderte me congeló... porque sé que ya no sería posible para mí seguir sin ti.

Carlos buscó algo en su interior que lo hiciera sentir duda por las palabras que Gabriel acababa de pronunciar. Algo que lo hiciera sentir molestia, miedo... cualquier cosa negativa. Lo único que pudo encontrar fue una profunda gratitud, un inmenso cariño y las ganas incontenibles de besarlo.

Sabía que Gabriel estaba diciendo la verdad y también sabía que no todas las personas reaccionaban de la misma manera frente al miedo. Probablemente en otro momento Gabriel hubiese actuado diferente, pero él ya había perdido a la única y más importante persona que tenía, de una forma sumamente dolorosa.

No le quedaba la menor duda del inmenso amor había entre ellos dos.

✬✬✬✬✬

El día nublado había terminado, dando paso a una noche sorprendentemente llena de estrellas. Habían acordado no decirle nada a la familia de Carlos. Su madre probablemente lo encerraría con candado y no lo dejaría salir hasta envejecer. No hacía falta preocuparla por algo que afortunadamente no había pasado a mayores. Únicamente habían tenido que aguantar las reprimendas como un par de niños, por haber desaparecido prácticamente todo el día.

Cenaron en familia en un pequeño y solitario restaurante cercano a la playa y después de pasar un buen rato conversando sobre cualquier cosa, se decidieron a regresar por fin a casa.

Carlos y Gabriel, sin embargo, tenían otros planes.

—¿Dime cómo es que me convenciste de hacer esto? —La voz agitada de Carlos prácticamente hacía eco en aquella diminuta habitación. Los ojos oscurecidos de Gabriel lo recorrían completo y sus manos ansiosas se deslizaron con delicadeza por sus costados.

—¿Y qué tiene de malo lo que estamos haciendo? —Gabriel se acercó nuevamente, rozando sus labios en el cuello de su novio, lo notó sobresaltarse al instante. Después de lo mal que lo había pasado en la tarde, una ansiedad incontrolable por sentirlo cerca se había apoderado de él. Quería sentirlo suyo, siempre, solo de él, sin que nada pudiera quitárselo. Y esa posesividad repentina, estaba provocando que sus caricias prácticamente quemaran.

—¿No tiene nada de malo? Le mentí a mi madre diciéndole que iríamos a una fiesta en casa de Arturo. ¡De Arturo! ¿Te das cuenta? Y estamos en hotelito feo y pueblerino. Parecemos dos adolescentes calientes. —Gabriel no pudo evitar reír en medio de aquel beso. Arrastró consigo el labio inferior de Carlos en una mordida que lo hizo gemir bajito—. Todo mundo va a escucharme. —Carlos luchaba por lograr formar una frase coherente, pero al parecer su capacidad de hablar de forma entendible, se había desvanecido junto con su ropa. Se encontraba únicamente en bóxer, bajo el tacto ansioso de Gabriel.

—De algo tenía que servir el tal Arturo ese, además, ¿qué importa que te escuchen? Que se den cuenta de lo que hago contigo. —La sonrisa sin vergüenza de Gabriel logró sonrojarlo hasta la punta de las orejas y es que cuando se lo proponía ese chaval podía ejercer un poder en él, que lo hacía muy a su pesar, sentirse completamente dócil. Esa era una de esas veces y, de hecho, no le desagradaba.

Se besaron lentamente, con un contacto total entre sus cuerpos febriles. La lengua de Gabriel invadió su boca y lo único que Carlos pudo hacer después del beso, fue boquear con desespero en busca de aire. Se sentía completamente manejable y pequeño y le gustaba más de lo que le sería posible admitir en voz alta. Deseaba poderse dejar llevar por primera vez, por alguien más. Alguien en quien estaba depositando toda su confianza y su amor.

Las manos de Gabriel se deslizaron hasta la orilla de su bóxer y Carlos se sintió temblar, mientras un montón de besos eran depositados por todo su pecho y abdomen. Dichos labios se detuvieron en su cadera, a un lado del inicio de su tatuaje de dragón y segundos después, pudo sentir la succión que lo hizo soltar un sonido fuerte y bastante vergonzoso.

—Gabriel... —Fue lo único que logro pronunciar con la voz entrecortada, antes de que un nuevo gemido invadiera su boca y un agradable cosquilleo recorriera su espalda haciéndolo arquearse.

La lengua cálida de Gabriel estaba delineando el contorno de aquel dibujo, mientras sus manos deslizaban el bóxer hacia abajo con delicadeza, dejándolo completamente desnudo. No tuvo siquiera tiempo de sentir vergüenza, cuando los labios de su novio ya estaban repartiendo besos por la parte interna de sus muslos. Carlos sentía que se ahogaba y tuvo que buscar a tientas algo a lo que aferrarse, para no sentir que todo en la habitación daba vueltas.

Creía sentir que los labios de Gabriel quemaban sobre su piel y aquel mar de sensaciones casi estaba siendo demasiado para soportarlo. Hacía rato que la vista se le había nublado y el deseo en ambos cuerpos lo tenía tan jadeante y tan febril que casi dolía. Enredó con fuerza los dedos en el cabello de Gabriel, cuando lo sintió morder y después lamer para calmar un poco el ardor, muy cerca de su miembro. Su cuerpo reaccionaba con voluntad propia y se estremecía descontrolado con cada roce

—Dímelo, dime que solo eres mío. —Gabriel se incorporó y subió nuevamente hasta el rostro de su novio. Estaba sudado, enrojecido, perfecto. Nunca había sido un chico posesivo, de esos que quiere tener a alguien bajo su absoluto control, y no era eso a lo que se refería con aquella petición, pero sabía que él mismo ya no podía estar con alguien más, pertenecer a alguien más, entregarse a alguien más. Lo único que Gabriel necesitaba era saber que Carlos se sentía igual de atrapado, igual de encerrado y perdido en los ojos ajenos—. Dime que nadie más va a tenerte como te tengo yo ahora. Dime que nadie más te va a ver estremeciéndote de esta manera. —Su respiración agitada le hacía doler el pecho y el tacto de la piel suave de Carlos y su olor dulce, casi lo mareaba.

—Nadie... te lo prometo. Nadie. —Por primera vez, a Carlos no le asustaba sentir que le "pertenecía" a alguien, porque ese alguien parecía estar igual o más desesperado por pertenecerle de vuelta. Amaba a Gabriel y sabía que lo amaban también. La pregunta que estaba a punto de hacer, realmente sobraba—. ¿Tú eres mío también? —Una sonrisa hermosa y sincera pinto los labios de novio.

—Para siempre.

✬✬✬✬✬

Carlos acercó a su novio hasta su rostro, enredando los dedos en su cabello. Lo sintió respirar muy cerca de su piel. Besó su rostro completo y mordió sus labios, mientras intentaba deshacerse a jalones de su ropa interior. Gabriel se elevó sobre su cuerpo y terminó de desnudarse el mismo.

—Te amo. —Escuchó a Gabriel hablar despacio, como un susurro muy cerca de su oído y no importaba cuantas veces lo escuchara decir aquello, sentía que jamás le iba a ser posible acostumbrarse. Sintió una revolución en el estómago y se preguntó si serían las tan famosas mariposas. No lo sabía, lo único que sabía era que la sensación era totalmente agradable. Gabriel no lo dejó ni siquiera responder. Se abalanzó hasta su boca, sellándola con un beso exigente y profundo.

Se les estaba haciendo difícil respirar.

Gabriel volvió a bajar sus labios por su mandíbula, su garganta, su pecho. Presionando suaves besos por toda la piel expuesta. Las chispas de calor que le recorrían el cuerpo lo tenían placenteramente adolorido. Esta vez, a Carlos no le importaba estar así, tan expuesto y a merced. Arqueó la espalda mientras suaves espasmos le recorrían la columna. Gabriel acababa seguramente de hacerle una marca a un lado de la cadera y ahora estaba pasando su lengua lentamente por la misma zona. Carlos se sentía delirar.

—Ya. Por... por favor... yo... —Se atragantó con sus propias palabras y ya no podía sentir vergüenza por estar tartamudeando de esa manera, solo lo veía, lo escuchaba y lo sentía a él. Nada más existía en ese momento, nada más importaba que los labios de ese chico que lo estaban haciendo arder.

—Me encanta cuando no puedes hablar —susurró Gabriel contra su piel y lo escuchó reír despacio, de haber sido capaz de moverse, probablemente le hubiese reclamado con un golpe. Pero Carlos se encontraba completamente perdido en cada sensación y pensar coherentemente, ya no estaba dentro de sus posibilidades.

Los labios de Gabriel volvieron a bajar por su abdomen, pasaron su cadera y llegaron hasta sus muslos, los separó levemente y Carlos solo pudo echar la cabeza atrás y hundirla en su almohada, cerrando los ojos con fuerza porque todo estaba dando vueltas a su alrededor. Los labios de su novio se detuvieron de nuevo en el interior de sus muslos y un fuerte temblor le recorrió las piernas. Aquella era una zona extremadamente sensible. Sentía que ardía cada célula de su cuerpo.

Algo de todo lo que sucedía era completamente seguro, Gabriel jamás en su vida se hubiese imaginado haciendo lo que estaba a punto de hacer, pero ya no le causaba miedo o inseguridad. Ya no había vergüenza, ni se sentía menos hombre por desear de esa manera el cuerpo de otro hombre, porque era a quien amaba. Estar compartiendo esos momentos de intimidad y verlo tan entregado, solo hacía que aumentaran las ganas que sentía de complacerlo.

Sentir los labios de Gabriel en su miembro, lo había hecho delirar por completo. Dejó escapar maldiciones y balbuceos dichos en voz baja. Le parecía imposible que aquello estuviese sucediendo, pero a la vez estaba tan estimulado, que no podía detenerse a pensar demasiado.

Sentía que estaba flotando en una suave almohada de algodón ligero, pero que al mismo tiempo lo afianzaba a la tierra y le rasguñaba la piel. Y sentir aquel ardor, solo lo hacía desear un poco más de ese paraíso en el que estaba a punto de estallar en un millón de pedazos, porque el placer era tanto que sentía que su cuerpo no era capaz de contenerlo.

Gimió sin reservas cuando el orgasmo lo alcanzó de forma implacable y ni siquiera había tenido tiempo de avisarle a su novio de su liberación, cuando ya se encontraba arqueando la espalda gracias a esa corriente que lo recorrió desde los pies hasta la punta del cabello.

Cuando por fin bajó de ese éxtasis sexual, sintió la ligera punzada de temor, por no haber sido capaz de advertirle a Gabriel que estaba a punto de correrse y que debía alejarse. Cuando volteó abajo y lo miró, la sonrisa resplandeciente en su rostro y la expresión de deseo, lo desarmaron en un montón de pedazos, porque tenía una mirada coqueta mientras se limpiaba las comisuras de la boca y había todo en su mirada, menos desagrado.

—¿Lo hice bien? —Gabriel se atrevió a preguntar, con la voz agitada, sin permitirse sentir vergüenza. De hecho, había preguntado aquello, más por ser molesto que por arrogancia, sabía perfectamente que Carlos apenas podía articular palabras.

Mhmm... —Un sonido que Gabriel interpretó como un sí, fue lo único que pudo salir de los labios de Carlos, quien estaba intentando respirar a duras penas.

—Necesitamos...

—En mi pantalón.

Gabriel se levantó lo suficientemente rápido como para caer y rodar por el suelo gracias a las prisas. Por fortuna eso no sucedió. Regresó hasta Carlos luego de escasos segundos, con el par de cosas que necesitaba. Después, probablemente le preguntaría a su novio cómo era que siempre estaba tan preparado para esas ocasiones... o quizá se lo agradecería.

Gabriel se acercó a él y volvió a besarlo, mientras le acariciaba el costado con la palma de su mano. Carlos jadeaba por la anticipación y no sabía cómo evitar morirse de ternura al observar los ojos casi suplicantes de su novio, pidiendo permiso para continuar.

—No pidas nada —aclaró con la voz rota—. Hoy puedes hacer lo que tú quieras.

La sonrisa coqueta que se formó en el rostro de Gabriel podía verse a leguas.

—Lo que sea... has dicho lo que sea —repitió en medio de jadeos muy cerca de sus labios y Carlos no sabía si tenía que sentirse deseoso o debía arrepentirse. No sabía siquiera a qué era a lo que había accedido, pero arrepentirse, obviamente no formaba parte del trato.

Gabriel separó las piernas de Carlos un poco más, para hacerse espacio en medio de ellas, sin dejar de mirarlo, de acariciarlo y de besarlo. Acercó su mano para presionar solo de forma superficial. Carlos dejó escapar un chillido agudo que probablemente ya había sido escuchado por la mujer de la recepción, pero no tenía tiempo de sentir vergüenza.

—¿Duele? —preguntó, y Carlos se sentía sorprendido de que estuviese teniendo tanto cuidado. Las expresiones de su rostro eran tan duras, incluso salvajes, pero igual siempre se las arreglaba para ser sutil a pesar de todo.

—No... estoy bien —respondió, y bien probablemente era decir muy poco, excelente sería quizá una mejor respuesta. Cuando sintió las caricias un poco más intensas, hablar le resultó prácticamente imposible. La vergüenza no existía y gimió fuerte, mientras sus piernas temblaban como hojas y se abrían casi por inercia, mientras él clavaba sus uñas en las mantas de la cama.

Gabriel esparció lubricante entre sus dedos y unas cuantas gotas cayeron al colchón. Acercó su mano de nuevo y acarició alrededor de su entrada. Los jadeos se hicieron mucho más intensos por parte de Carlos.

Probablemente los dos recordaban como había sido la primera vez en la que habían estado juntos y estar de pie en una ducha no era exactamente un ejemplo de comodidad. Gabriel quería ir con calma esta vez, quería disfrutar cada momento y, sobre todo, hacer que el chico bajo su cuerpo terminara pidiendo por más.

—Solo dime si algo te molesta. —No esperó una respuesta y aunque lo hubiese hecho, Carlos probablemente no hubiese podido emitir palabra alguna. De él lo único que salían eran gemidos agudos que intentaba acallar mordiéndose los labios. Gabriel introdujo un dedo y lo movió despacio. Pudo sentir de inmediato los espasmos en el cuerpo de Carlos.

La sensación era indescriptible y Carlos se preguntó por qué tantas veces se había negado a hacerlo así. Siempre era él quien dominaba. Siempre era él quien estaba a cargo de la situación y en ese preciso momento se estaba abandonando a todo. Su cuerpo permanecía lánguido y dócil sobre la cama y no le molestaba en absoluto, era la primera vez que sentirse tan pequeño, manejable y a merced de alguien más, no le resultaba desagradable. Le gustaba. Se permitió gemir fuerte y sin pudor cuando un segundo y un tercer dedo se encontraron en su interior. Probablemente lo único que pedía, era ser capaz de aguantar. Su cuerpo entero se estremecía y sentía entumidos los dedos de los pies. No era como si necesitara ir a algún lugar, en todo caso.

—Ya... ya estoy listo —tartamudeó y por primera vez sintió que se sonrojaba por la urgencia de sus palabras y la desesperación de su mirada. Gabriel sonrió de lado, pero no había burla en su expresión, era pura y genuina satisfacción. Estaba absorto en las expresiones de su novio, en cada uno de los espasmos de su cuerpo.

Los dedos desparecieron y Carlos soltó un jadeo de reproche, que desapareció al instante en el que vio a Gabriel moverse y revolver casi con desesperación las mantas de la cama.

—¿Dónde demonios lo dejé? Estaba justo aquí hace un segundo. —Lanzó las mantas arriba de Carlos y este gimoteo despacio, debajo del lío de tela. Hizo a un lado las mantas y miró a su novio con el ceño fruncido.

—¿Y si no...?

—¿Cómo? ¿En serio, tú...?

—Pues si no te importa a ti.

—Por mi está perfecto, pero, ¿estás seguro?

Carlos asintió y ambos terminaron estallando en ruidosas carcajadas. Era gracioso ver como se entendían tan bien en un momento como ese, sin siquiera terminar de hilar una sola frase completa. No habían sido necesarias más palabras.

Carlos jamás se hubiese imaginado permitiéndole a otro chico hacer aquello sin utilizar protección, pero se trataba de Gabriel y por primera vez se encontraba con un chico en el cual confiaba plenamente. Aquella sería claramente una experiencia nueva, y mirar la necesidad y la urgencia en los ojos de ese hermoso chico sobre él, lo animó aún más.

Gabriel se acomodó y Carlos separó un poco más las piernas. Sentía los músculos dando tirones, pero nada que no pudiera resistir. No era la persona más flexible del mundo, pero tampoco era como si estuviese en una posición del todo incomoda. Gabriel lo miró una vez más antes de continuar y a él no le quedo más que asentir.

La respiración se le cortó en un gemido ahogado y profundo, cuando Gabriel empezó a entrar en él lentamente. Lo había preparado bien, porque la incomodidad apenas se hacía sentir. Aun así, tampoco era por completo placentero al principio.

Los brazos de Gabriel temblaban apoyados a cada costado de su cuerpo. El muchacho estaba haciendo todo lo que le era posible para ir despacio, para no provocarle ninguna clase de dolor innecesario y vaya que Carlos lo agradecía. Levantó las manos acariciando el rostro de su novio y Gabriel abrió los ojos, que parecían más oscuros y profundos. Lo miró con ternura, con amor, con posesividad y aquello lo lleno de calma, como una brisa acariciándole todo el cuerpo.

—Está bien, estoy bien, no te preocupes tanto. —Le dedicó una sonrisa y la expresión de su rostro pareció ablandarse. Ambos gimieron al unísono cuando Gabriel finalmente se encontró por completo en su interior y Carlos no recordaba que fuera tan grande y casi se le estaba haciendo imposible respirar de forma profunda, porque la sensación de sentirse pleno, era abrumadora.

Gabriel empezó a moverse de forma lenta. Sus brazos dolían, sus piernas temblaban y la presión en su pecho cada vez era más grande. La sensación era agradable y cegadora a pesar de todo.

Los movimientos eran lánguidos y placenteros y los gemidos de ambos, empezaron a llenar la habitación poco a poco.

Carlos lloriqueó en alto y se removió contra el cuerpo de Gabriel, cuando el ángulo y posición de las penetraciones, cambio quizá unos cuantos milímetros y el miembro de su novio estimuló ese pequeño espacio en su interior que lo hizo ver una constelación de estrellas brillantes debajo de sus párpados cerrados. La sensación le recorrió el cuerpo como electricidad y le atravesó la espalda, haciéndolo arquearse. Casi había quedado adolorido, luego de los espasmos fuertes y constantes, y por alguna razón, creía estar sintiendo todo de forma más intensa que las ocasiones anteriores.

Se incorporó lo que le fue posible hasta alcanzar los labios de Gabriel y los besó con desespero, intentó aferrarse a su espalda, pero a esas alturas sus brazos parecían no responder. Las manos de Gabriel sostenían sus piernas y cuando soltó una de ellas para poder acariciarle el rostro, esta golpeó fuerte la cama haciéndolo sentir un tirón en la parte baja de la espalda.

Podía hacer lo que quisiera con él en ese momento y probablemente no se quejaría, no podía quejarse y tampoco quería hacerlo. Sentía el cariño y la urgencia y el amor. Sentía la mirada pesada de Gabriel sobre su cuerpo, lo sentía reclamándolo como suyo en cada movimiento de su cuerpo y se sentía bien. Se sentía bien ser capaz de dejarse llevar sin restricciones, sin deseos de dominio, sin esa interminable lucha de egos.

—Te amo. —Escuchó a Gabriel decir de nuevo... Y le creyó, porque no había más que sinceridad y amor en su mirada y deseó poder responder, pero las palabras ya no salían de su garganta.

El ritmo de las penetraciones se volvió un poco más rápido y a Carlos la mente se le puso en blanco por segundos. Se sintió obligado a cerrar los ojos; veía chispas como fuegos artificiales y todo en conjunto era maravilloso. Gabriel había dejado las sutilezas y lo embestía con fuerza. Abrió los ojos para poder mirarlo y vio a ese mismo chico que conoció en la oficina del decano del instituto. A ese orgulloso y odioso y creído y que tanto le había gustado y sintió como si una ola de agua fresca lo hubiese arrastrado. No le molestaba. No le molestaba en lo absoluto ver esa pizca de soberbia en su mirar, porque amaba que, a pesar de todo, Gabriel no hubiese perdido su esencia, esa que lo hacía ser un chico seguro de sí mismo. Carlos no intentaba cambiarlo, no intentaba hacerlo perder "eso" que lo hacía ser él. Era perfecto como era con lo bueno y con lo malo y así lo aceptaba.

Un gemido fuerte se escapó de sus labios y vio la satisfacción en los ojos de su novio y la forma en que se deshizo en temblores al escucharlo y le agradó la sensación de poder provocar reacciones así en él, con el solo hecho de gemir. No lo hacía a propósito, el placer cada vez era mayor y si no estuviese tumbado en una cama, seguramente sus piernas no hubiesen podido sostenerlo más tiempo.

—Ya no puedo —logró decir y escuchó la tenue risa de Gabriel en el hueco de su cuello y sintió su lengua pasar despacio por el lóbulo de su oreja y se estremeció, porque cada caricia la sentía como maximizada por mil.

—Solo un poco más. —Le escuchó hablar y su voz salía apenas, agitada y urgente y a pesar de que debía estar cansado, sus movimientos aún tenían fuerza y aún golpeaban en su interior con intensidad y Carlos solo podía removerse debajo de él, con ansia, deseando que aquel placer no terminara y a su vez, con unas ganas enormes de liberarse por fin.

La mano de Gabriel se hizo espacio entre ambos y logró alcanzar su miembro, acariciándolo. Carlos jadeó fuerte en su oído y esta vez sí que se aferró con ganas a su espalda. Sentía que le estaba clavando las uñas, pero eso solo hacía los movimientos de su novio más intensos. Lo escuchaba jadear y temblar sobre su cuerpo y no podía haber una sensación más placentera que esa. Se separó de él solo un poco para poder mirarlo y aquella era la más perfecta imagen que hubiese podido ver en su vida. Tenía los ojos cerrados y el ceño fruncido y unas cuantas gotas de sudor de deslizaban por su frente, de sus labios entre abiertos se escapaban pequeños suspiros y Carlos de verdad necesitaba besarlo.

Lo jaló hacia él y atrapó sus labios entre los suyos y los mordió y los delineó con su lengua sintiéndolos suyos. Se encontraba en el borde y lo escuchó jadear sobre su boca.

Las embestidas de Gabriel se habían acompasado con los movimientos de su mano y la presión en su bajo vientre, se arremolinó como olas de calor quemándolo por dentro.

Carlos ya no podía más. Realmente ya no podía, pero ya ni siquiera le era posible quejarse o decirlo. El cansancio era mucho, pero el placer era más. Las ganas de respirar profundamente lo cegaban. No podía hacerlo.

—Carlos... —Gabriel jadeó con la voz apenas audible, mientras daba unas últimas embestidas, con movimientos erráticos y descontrolados. Y él pudo sentir como dejaba caer la cabeza sobre su hombro, mientras un millón de espasmos le recorrían el cuerpo y lo hacían estremecerse a él también. Gabriel había llegado a ese punto máximo y el orgasmo lo había arrastrado como en una colisión.

Era la primera vez que alguien se corría en su interior y probablemente hubiese golpeado a cualquiera que hubiese siquiera pensado en hacerlo. Pero en ese momento, la sensación era absolutamente maravillosa y todo su cuerpo ardía. Sintió el orgasmo por partida doble, pues los espasmos de su novio le recorrieron el cuerpo provocando el suyo propio y era algo que ahogaba, que lo estremecía y quería gritar, pero no había sonido que saliera de su garganta. No hubo un grito que hiciera saber que había llegado a esa culminación de placer, no había podido siquiera gemir, ni alto ni bajo. Carlos se había quedado por completo sin aire. Era como haberse quedado en blanco, en el vacío, pero no un vacío malo, de hecho, era lo más placentero que hubiese experimentado en toda su vida. Era tranquilidad y era calma. Era la presencia del chico al que amaba, recorriendo todo su cuerpo, en su conciencia, en su mente, en su alma y lo único que se escuchaba en aquella habitación, era la respiración agitada de ambos.

Carlos podía jurar que ese tenue retumbar, ese sonido hueco y constante, eran sus corazones acompasándose como si fueran uno solo.

Ningún "te amo" podía escucharse mejor que eso.

Продолжить чтение

Вам также понравится

20K 2.3K 36
❝ Donde Yoongi es un alfa inseguro y Jimin un bonito omega.❞ ⓘ créditos a: @louraf; tengo su permiso para realizar esta a̷d̷a̷p̷t̷a̷c̷i̷ó̷n̷ ̷♡ ⓘ pro...
La Canción de Hielo redpoisoningapple

Любовные романы

886K 41.6K 18
Matías, un omega dominante con un gen extremo es el mayor de los hijos de los dueños de las empresas hoteleras millonarias más importantes de Latinoa...
Bombón | Hyunlix Changgylix

Любовные романы

184K 16.9K 34
Hyunjin es el chico más guapo y coqueto de la preparatoria, Felix es un chico estudioso y el líder del club estudiantil. ¿Podrá Hyunjin lograr que Fé...
66.7K 5.8K 40
Después de los sucesos ocurridos en la batalla de la escuela todo ha cambiado para nuestros protagonistas. Israel no logró obtener todo el poder supr...