MACHOS ALFA

By Animalito-de-la-luz

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Todos los derechos reservados. Obra registrada legalmente. Prohibida su copia total o parcial. © Cecilia Vlin... More

INTRODUCCIÓN
CAPÍTULO 1 "CARA DE ÁNGEL, MENTALIDAD DE DEMONIO"
CAPÍTULO 2 "BOFETADAS, GOLPES Y MENTIRAS"
CAPÍTULO 3 "PERFUME DE MADERA Y MENTA"
CAPÍTULO 4 "LOS BORRACHOS SIEMPRE DICEN LA VERDAD"
CAPÍTULO 5 "ARDIENDO POR DEBAJO DE LA PIEL"
CAPÍTULO 7 "AMENAZAS Y PROMESAS"
CAPÍTULO 8 "UN GIRO INESPERADO EN LA DIRECCIÓN CORRECTA"
CAPÍTULO 9 "RENDIDO"
CAPÍTULO ESPECIAL "BESOS DE HUMO"
CAPÍTULO 10 "CAYENDO SIN RED"
CAPÍTULO 11 "INCLUSO SI LOS CIELOS SE HACEN ÁSPEROS"
CAPÍTULO 12 "ENTREGARSE PARA SER LIBRE"
CAPÍTULO 13 "GUARDEMOS ESTE AMOR EN UNA FOTOGRAFÍA"
CAPÍTULO ESPECIAL "COMO UNA VELA EN UNA TORMENTA"
CAPÍTULO 14 "COMO ESTAR EN CASA"
CAPÍTULO 15 "LOCO, LLENO DE TI, ENAMORADO"
CAPÍTULO 16 "EL PASADO SIEMPRE NOS ALCANZA"
CAPÍTULO FINAL "UN LUGAR QUE SOLO NOSOTROS CONOCEMOS"
EPÍLOGO "FESTIVAL DE PRIMAVERA"

CAPÍTULO 6 "UN NUEVO COMPAÑERO"

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By Animalito-de-la-luz

Era increíble como ese hijo de puta se atrevía a reclamarle algo después de lo que había hecho. Porque aquello de "Quién era el chico con el que estabas en la mañana", había sido un reclamo con todas sus letras, y no importaba que se hubiese disculpado después por lo que había sucedido hacía más de dos meses atrás. Francamente, Carlos no podía estar seguro de que sus disculpas fueran sinceras.

Después de decirle que René era su novio, cosa que no era verdad, Carlos salió de la habitación más que molesto. ¿Por qué le había mentido? No era como si esperara que Gabriel se pusiera celoso. Aquello sería verdaderamente ridículo, pero tomando en cuenta la reacción tan extraña que había tenido al verlo con René y la forma en que lo había cuestionado después, hacía que Carlos incluso dudara.

¿De verdad había sido un reclamo?

No era como si Carlos fuera un jodido alcohólico, de hecho, aunque se enfiestaba casi cada fin de semana, o más de ser posible, prácticamente no bebía nunca, era por eso que cuando lo hacía se ponía bastante bruto y coincidentemente Carlos bebía solamente cuando algo de carácter sentimental lo estaba molestando. Él odiaba todas esas cursilerías.

Ese día había asistido a una fiesta en la que ni siquiera tenía ganas de estar. También estaban René y sus amigos Lino y Santiago, pero Carlos los había ignorado a todos, esa noche. Por alguna razón que no quería siquiera intentar comprender, solo una persona ocupaba sus pensamientos y aquello lo hacía rabiar más que de costumbre y por consecuencia beber más, solo para poder olvidar a ese tipo odioso que ahora ni siquiera lo dejaba divertirse como era debido.

Estaba de más decir que René se había molestado por haber sido ignorado prácticamente toda la noche por el tipo que, aunque no era su novio, sí era la persona con la que se suponía que estaba saliendo. Aquello a Carlos lo había molestado también, pues había quedado muy claro desde el principio, que ellos dos no eran nada más que "amigos que follaban cuando les daban ganas", título bastante largo pero verdadero. Lo último que Carlos quería, era un tipo dependiente y demandante que se creía con el derecho de reclamarle cosas... justo como lo había hecho Gabriel en la tarde.

¿Por qué demonios seguía pensando en él mientras discutía con René?

—¿Estás siquiera escuchando lo que te digo? —La cara de rabia de su amigo con derechos, era innegable y a Carlos le importaba poco menos que nada. Giró el rostro hacia él, rodando los ojos con total desinterés y molestia.

—Si quieres que sea sincero, no, no estoy escuchando ni una mierda de lo que dices así que por favor deja de molestarme. —Carlos se volteó sin decir nada más. Dio un largo trago a la bebida que tenía en su mano.

—¡Eres un verdadero hijo de puta, Carlos! —El grito se escuchó sobre las voces de los demás invitados de la fiesta, quienes tras unos segundos de silencio y confusión, continuaron con sus cosas.

A Carlos caso le rechinaron los dientes de tanto apretar la mandíbula.

—Tú y yo no somos nada. Así que espero que no te sientas con el derecho de reclamarme cosas. Pensé que eso había quedado claro desde el principio. Desde que empezamos con esto.

Aquella no era una relación seria, eso estaba claro, pero en las poco más de dos semanas que tenían saliendo, ninguno de los dos había estado con alguien más. Sin embargo, aquello no significaba que lo que había entre ellos fuera algo exclusivo y mucho menos que René pudiera reclamar su atención.

Muy dentro de sí, Carlos sabía que se estaba comportando como un cabrón. Después de todo, él lo había invitado a esa fiesta para después dejarlo botado por ahí, ignorándolo por completo, mientras él se emborrachaba intentando dejar de pensar. Algo que, de hecho, no estaba consiguiendo.

—Solo quiero que te quede clara una cosa. —René se acercó a Carlos tomándolo de forma nada amable por el cuello de la camisa. Prácticamente lo había levantado del asiento en el que estaba tumbado, dejando sus rostros frente a frente. Su mirada era desafiante y llena de ira—. Esta mierda que hay entre tú y yo, sea lo que sea, va a terminar cuando a mí me dé la puta gana, Carlos. No cuando tú lo decidas.

René terminó por lanzar a Carlos contra su asiento, y había estado a muy poco de tumbarlo en el piso, por la fuerza de su empuje. Lino se había levantado de su asiento, apretando los puños. Santiago lo había detenido, tomándolo por la muñeca. Ambos vieron a René abandonando el lugar de la fiesta, antes de que Lino pudiera echársele encima para reclamarle por tratar de esa manera a su amigo.

✬✬✬✬✬

Lino y Carlos se la habían pasado prácticamente todo el camino de regreso a los dormitorios del instituto, discutiendo por el mismo tema. A Lino lo molestaba demasiado la enorme capacidad que tenía su amigo de meterse siempre en los peores líos. Sobre todo, cuando estaba borracho.

—Sabes perfectamente bien que ese tal René ni siquiera te interesa. —Lino seguía repitiéndole lo mismo, y aquello molestaba a Carlos, más aún porque sabía que su amigo tenía razón.

—¡Vete a la mierda, Lino! No necesito que me digas qué es lo que tengo que hacer. Ya sabes que odio que lo hagas.

—¡Entonces deja de hacer estupideces! Eres realmente imbécil, Carlos. Eso es lo que eres.

—¡Siempre he hecho lo que quiero!

—¡Pues esta vez te estás equivocando! Ese tal René es un idiota y no te conviene. ¡Lo sabes bien!

—Deja de estarme jodiendo, Lino. Preocúpate por tus cosas y a mí déjame en paz.

Carlos se giró para entrar de una vez en la habitación, antes de volver a escuchar a su amigo hablar. Aquello lo hizo frenarse de golpe y aun entre su borrachera, lo que Lino le dijo le golpeó el rostro como un certero guantazo de realidad.

—Te tiene jodido... sea quien sea el tipo al que estés intentando olvidar mientras te follas a ese tal René, te ha jodido de verdad. ¿Pero sabes una cosa? Esa mierda de un clavo saca a otro clavo nunca ha funcionado.

Después de eso, Carlos escuchó un "buenas noches" dicho de mala gana y vio a su amigo caminar por el pasillo, alejándose. Mentiría si no reconociera que lo había dejado con un montón de dudas.

—El tipo al que estás intentando olvidar —repitió para sí mismo, en voz baja. Bufó con molestia, porque él no estaba intentando olvidar a nadie. Él estaba muy seguro de que no había nadie que le interesara a ese nivel. Nadie se había metido tanto en su mente. Nadie ocupaba sus malditos pensamientos... Ni siquiera el hijo de puta compañero de habitación que tenía.

Cuando abrió la puerta y entró en la habitación, se encontró de frente con el único culpable de todo su desasosiego. Se dio cuenta de inmediato que sí había alguien que ocupaba todos sus pensamientos.

¿Qué era lo que ese chico le estaba haciendo? ¿Por qué había aparecido solo para confundirlo de esa manera? El primer día que se habían conocido, Gabriel se había comportado como un cabrón, diciéndole a Carlos que no debía acercarse a él, que sabía que era un maricón de mierda y comportándose como un maldito macho homofóbico. ¿Y qué había hecho justo después? Le había dado el mejor maldito orgasmo de su vida, usando únicamente sus manos. ¿Qué tan jodido era eso? ¿Qué demonios le sucedía? ¿Qué clase de juego enfermo era el que había en su mente?

Y lo peor de todo era, que, aunque una gran parte de Carlos seguía sintiendo que odiaba a Gabriel con todo su ser por ser tan cabrón y confuso, había otra parte en su mente que deseaba besarlo con todas sus fuerzas. Hasta quedarse sin aliento. Hasta que sus piernas no pudieran sostenerlo.

Caminó hasta Gabriel prácticamente tambaleándose. Sus intentos por hacer pasar desapercibida su borrachera no estaban resultando exitosos. Cuando por fin tuvo a Gabriel a escasos centímetros de distancia, pudo ver sus ojos de cerca, en ellos había desconcierto, duda, incluso Carlos podría decir que parecía nervioso.

¿Por qué?

—Todo esto es tu maldita culpa. —Carlos soltó aquellas palabras sintiéndolas de verdad. Sintiéndolas hasta las entrañas. Culpaba a Gabriel. Lo culpaba por completo, por causarle confusión, por no saber lo que estaba haciendo. Por hacerle creer que había una posibilidad y a la vez por hacerle saber que no había nada.

—¿Perdón?

—No te perdono, imbécil.

Carlos no pensó realmente lo que hacía, no se detuvo a analizar lo que aquello significaba o lo que iba a traer como consecuencia. Igual tampoco era como si su mente se encontrara muy lúcida como para decidir si aquello estaba bien o mal. Se acercó de golpe, sin darse tiempo a él mismo de arrepentirse y unió sus labios con los de Gabriel, mientras lo sostenía por el mentón con ambas manos.

Incluso si Carlos no se encontraba en sus cinco sentidos gracias al alcohol, sabía que podía recibir un empujón o un golpe en cualquier momento.

Sorprendentemente, eso no paso.

Quizá había tardado un momento en reaccionar. La sorpresa obviamente, debía haber sido mayúscula. Pero, aun así, después de un momento, Carlos pudo sentir como Gabriel correspondía totalmente a aquel beso.

A pesar de que se trataba de un beso torpe, desesperado y en el que ninguno de los dos sabía exactamente lo que estaba haciendo, la satisfacción que Carlos sintió, lo recorrió desde los pies hasta la punta del cabello. Jamás había sentido algo así en toda su vida.

Había mucha confusión en ese beso. Innegablemente también había deseo.

Gabriel se alejó de pronto rápidamente y fue como si un cubo de agua fría y repleto de realidad y razón, cayera sobre él. ¿Qué demonios estaba haciendo? Aquello no era correcto, de ninguna manera lo era y por un par de segundos se sintió aterrado.

Si no era correcto... ¿por qué se había sentido tan bien?

Gabriel había tratado de negar la posibilidad de sentir algo por un hombre, fuera lo que fuera.

Para él había una diferencia enorme entre sentir morbo o deseo y sentir lo que acababa de sentir con ese beso. Jamás le había sucedido antes y él hubiese podido apostar su vida a que no sucedería jamás. Cuando conoció a Carlos, sin embargo, todo lo que él creía posible se había evaporado con los primeros gemidos que escuchó de sus labios.

Pero aquello había sido sexo. Era simple placer. Sentir excitación era algo fisiológico, no era algo que pudiese haber evitado. Un beso era diferente. Algo más íntimo.

Y no le había desagradado en absoluto.

Carlos vio como Gabriel se alejaba con cara de confusión total. Incluso tenia las mejillas enrojecidas y respiraba agitadamente de forma nerviosa. Su mirada estaba puesta en el piso y parecía que ni siquiera se atrevía a verlo a los ojos. Parecía realmente avergonzado y vulnerable.

Carlos casi sintió la necesidad de acercarse y rodearlo con sus brazos. No lo hizo. Su necesidad de hacerlo reconocer lo que sentía, fue más grande.

—¿Ahora piensas decirme que no te gustó?

La intención de Carlos no era burlarse, incluso así, la pregunta logró que Gabriel logró se pusiera inmediatamente a la defensiva. Sus mejillas estaban ardiendo.

—Estás borracho.

Gabriel dio un paso hacia atrás, alejándose de ese muchacho que representaba su mayor tentación. Lo odiaba mucho por eso.

—¿Y qué tiene que ver que esté borracho? ¿Además de no soportar a los homosexuales, tampoco soportas el aliento alcohólico? —Carlos dejó escapar una risa de burla.

—Calla tu maldita boca y deja de bromear con eso. No me causa ni jodida gracia.

—No estoy intentando ser gracioso.

—Entonces deja de seguir con esta mierda.

Gabriel no quería alterarse, pero Carlos lograba que reaccionara de mil maneras en un solo instante. Era realmente desagradable.

—Tienes razón, ¿sabes? Esa broma ya no es graciosa, sobre todo, cuando ese supuesto "macho", intentó follarse a un maricón.

Gabriel se plantó nuevamente enfrente de Carlos cuando escuchó aquello. Se había quedado frente a él con el puño cerrado y las ganas de voltearle el rostro de un puñetazo. Fue interrumpido por un nuevo roce de los labios de Carlos en los suyos, aunque decir roce, era ser demasiado sutil.

Aquello había sido una verdadera colisión.

Gabriel intentaba resistirse, lo intentaba con todas sus fuerzas, pero le era prácticamente imposible. Quería alejarse de Carlos, quería mandarlo al demonio y olvidarse de todo eso que lo tenía tan confundido. Pero la sensación que le daban sus labios, era casi más fuerte que cada uno de los orgasmos que le había provocado antes, presente o no y aquello lo aterraba por completo.

Gabriel jamás se hubiese imaginado besando a un hombre y menos aún, imaginaba que aquello pudiera hacerlo sentir de esa manera. En ese momento no podía pensar en nada, las sensaciones nublaban sus pensamientos, y si era correcto o no, no importaba realmente mucho. Se sentía bien, pero sabía que aquello representaba algo peligroso.

—¡Solo aléjate de mí! —Gabriel volvió a cortar aquel beso con aquello que había sido prácticamente un grito de auxilio, no para que alguien llegara a salvarlo, sino para que su propia conciencia se diera cuenta de la cagada que estaba cometiendo.

—¡Eres un puto cobarde! —Si Gabriel quería gritar, Carlos también podía hacerlo, y al parecer el grito de Carlos había resultado más intimidante, porque estaba cargado de verdad—. Me dices que me aleje cuando sabes perfectamente que deseas decirme lo contrario.

—Estas completamente loco si crees que yo quiero tener algo que ver contigo. —La voz de Gabriel intentaba sonar segura y quizá podría engañar a cualquier otra persona, pero a Carlos ya no.

—¿Realmente te escuchas cuando hablas? ¡Eres completamente patético!

Después de aquel último grito por parte de Carlos, volvió a acercarse a Gabriel. Su voz bajó de tono nuevamente. Casi parecía que lo que intentaba hacer era seducirlo, llevarlo hasta sus límites, convencerlo de que sea lo que sea que estuviese sintiendo, la sensación era mutua. Él también lo deseaba.

Gabriel intentaba hablar sin ser capaz de lograrlo. No había palabras coherentes que pudiera decir. Nada que resultara siquiera mínimamente. Y es que sus acciones y sus palabras, hacía mucho tiempo que habían dejado de tener coherencia.

Esta vez era Gabriel quien se encontraba acorralado contra la pared, con Carlos bloqueando su camino y prácticamente encima de él. Lo sentía respirar muy cerca, percibía su aliento ligeramente alcohólico y aunque Gabriel no bebía, quizá aquello no le desagradaba tanto, solo porque se trataba de Carlos. Aunque de hecho aquello debería molestarle aún más.

Sus cuerpos estaban completamente juntos. Las manos de Carlos tomaron posesivamente a Gabriel por la cintura, acercándolo más. Las manos de Gabriel permanecían a los lados de su cuerpo sin moverse y su rostro mirando a un lado evitando esa mirada que odiaba reconocer que lo intimidaba, sobre todo porque Carlos estaba completamente seguro de lo que era, de lo que quería y de lo que le gustaba y Gabriel era un jodido mar de sensaciones desconocidas que lo tenían respirando agitadamente frente a ese chico.

—Sabes que quieres esto —susurró Carlos en el cuello de Gabriel. Rozó sus labios justo detrás de su oreja. Un escalofrío recorrió a Gabriel por la espalda, prácticamente le había sido imposible no temblar.

—No... no es verdad. —La voz de Gabriel sonaba entrecortada. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Estaba dejándose llevar por ese tipo que aparte de todo estaba borracho?

—Claro que es verdad. No quieres reconocer que me deseas. —Carlos continuaba pasando sus labios por el cuello de Gabriel, dando pequeños y húmedos besos, que hacían que la respiración del chico contra la pared, se agitara mucho más—. Deseas poder follarte a este maricón, ¿no es verdad? No pienses que puedes seguirlo negando. ¿Y sabes una cosa? Solo hace falta que lo admitas para que yo te permita hacerlo.

Gabriel giró su rostro por primera vez. Se topó con esa mirada que le perturbaba tanto la mente. Estaba fija en sus ojos. ¿De verdad había dicho eso?

—Estas completamente loco... y borracho.

Carlos soltó una fuerte carcajada al escuchar a Gabriel decir aquello.

—¿Podrías dejar de buscar excusas? Puedo tener un par de copas de más, pero tampoco soy idiota y borracho o no, yo sí sé perfectamente lo que quiero. Creo que en eso somos muy diferentes, Gabriel.

—¿Quiere decir que el maricón altanero que no se deja dar por culo, está reconociendo que quiere que yo me lo folle? —Por unos segundos la seguridad de Gabriel había regresado al hacer aquella pregunta, que más que nada iba con intenciones de llegar al orgullo de Carlos. No consiguió afectarlo en absoluto.

—Solo si tú reconoces que también quieres hacerlo.

—Eres un maldito demente. Yo jamás reconoceré algo que no es verdad.

Carlos dejó escapar una nueva carcajada. No podía creer cuán difícil iba a ser que Gabriel reconociera lo que de verdad quería, aunque él sabía perfectamente cómo hacerlo dudar.

En todo el tiempo que habían estado hablando, no se había separado ni un centímetro. Estaban prácticamente cara a cara y con sus cuerpos tan juntos que cada uno sentía la respiración del otro por el subir y bajar de sus pechos. Aun cuando según Gabriel, era completamente desagradable estar junto a Carlos, en ningún momento había intentado alejarse, incluso sabiendo que quizá un simple y repentino empujón serviría para dejar a un lado aquella situación.

No lo hacía porque no quería, no porque no pudiera.

Aprovechando que el rechazo por parte de Gabriel salía solo en forma de palabras, pero no coincidía con sus acciones, Carlos lo jaló por la camisa prácticamente arrastrándolo hasta la cama. Lo lanzó sin ninguna delicadeza. Se tumbó encima de él, como aquella primera vez, cuando se había conocido de aquella forma tan poco convencional.

Ni siquiera le dio tiempo de quejarse. Atacó su cuello con besos posesivos que Gabriel intentaba detener sin poner el suficiente empeño.

—Detente ya —pidió, intentando sonar convincente. Ni siquiera podía decir que lo que Carlos estaba haciendo, le desagradara, pero aquella era una lucha de egos y no podía permitir que Carlos ganara, incluso si el chico parecía ni siquiera estar escuchando sus palabras—. ¡Qué te alejes de mí, maldita sea!

Todo sucedió tan rápido que Carlos ni siquiera alcanzó a mantener el equilibrio después de aquel fuerte empujón. Terminó tumbado en el piso mientras que Gabriel lo miraba desde arriba, de pie a un lado de él. A pesar de todo, su mirada no era de burla. Por extraño que pudiera parecer, el muchacho parecía preocupado y por algún motivo, eso hizo a Carlos rabiar.

¿Cuál era el problema que tenía ese chico? ¿Se le iba a hacer una costumbre maltratarlo para después poner esa maldita cara de preocupación?

Él no necesitaba su jodida compasión.

—Me das algo de lástima, ¿sabes?

Gabriel esperaba gritos y reclamos, incluso esperaba un golpe en toda la cara, después de lo que acababa de hacer. Sin embargo, lo que recibió por parte de Carlos, cuando este se encontró por fin de pie, fue una sonrisa amarga que no logró entender.

—¿Lástima?

—Exactamente. Lástima. Estás tan malditamente confundido, que eso es lo único que puedes provocar en mí. —Sus miradas no se apartaban. Los ojos de ambos estaban fijos en el otro. Gabriel no sabía que decir y Carlos tenía las palabras justas que provocarían él, uno de sus mayores miedos—. Estas jodido Gabriel, completamente jodido.

—¿A qué mierda te refieres?

—Puedo ser un maldito maricón y todas las mierdas con las que quieras insultarme, pero no soy cobarde como tú. Quizá no esté completamente sobrio en este momento, al igual que no lo estaba aquella vez en la que me trajiste al dormitorio luego de esa fiesta.

Los ojos de Gabriel se abrieron con sorpresa.

—Pensé que ya no recordabas eso.

—Eso no es lo importante, Gabriel. Lo importante es que eres un patético hombre que no es capaz de reconocer lo que es evidente. Y solo espero, por tu propio bien, que tú también recuerdes las palabras que te dije esa noche. —Gabriel bajó la mirada. Sus ojos puestos en el suelo y sus recuerdos agitándose en su mente. Recordaba esas palabras claramente. Dudaba mucho ser capaz de olvidarlas.

—No sé de qué me estás hablando —mintió. Carlos solo pudo sonreír.

—Sí lo sabes, Gabriel. Y solo espero que te asegures de alejarte lo suficiente para que eso jamás suceda. Porque si sucede... será este maricón quien te mande a ti a la mierda, junto con toda tu soberbia.

Gabriel no tuvo palabras para responder a eso.

✬✬✬✬✬

La fría mañana había llegado a Carlos con el sol colándose por la ventana, un sol que ese día en particular por alguna razón no calentaba lo suficiente. Sentía la cabeza a punto de estallar y no únicamente por la resaca después de todo lo que había bebido la noche anterior, sino por una innumerable cantidad de sentimientos confusos que habían agobiado incluso sus sueños. Abrió los ojos lentamente mirando alrededor, por algún motivo esperaba encontrarlo todavía ahí, aunque sabía perfectamente que ya no estaba.

Las borracheras de Carlos eran de esas que lo ponían idiota, pero nunca tanto como para no recordar lo que había hecho o dicho. Tenía en la mente cada una de las palabras que había escuchado de parte de Gabriel, pero más que nada, tenía grabada, como uno más de sus tatuajes, esa mirada desconcertada y cada una de las cosas que le había dicho a Gabriel antes de que se marchara.

En ese momento, mientras recordaba lo que había dicho la noche anterior, llegó a sentirse incluso ridículo. ¿De dónde le había salido tanta arrogancia? ¿De verdad creía posible que Gabriel sintiera algo por él o solo había dicho aquello para lograr descolocarlo? Quizá lo más importante era... ¿Se sentiría lo suficientemente capaz de rechazarlo?

Más que una advertencia para Gabriel, aquello parecía haber sido una protección para él.

Tenía que recordarse cada día desde que lo había conocido, que entre ellos dos no iba a suceder nada. Nunca. Incluso si ya habían sucedido más cosas de las que hubiese podido imaginar. Todo había sido tan rápido, sin embargo, que, si se ponía a analizarlo con detenimiento, no era capaz de encontrarle ni pies ni cabeza.

Carlos no podía dejar de pensar que él era únicamente alguna clase rara de experimento para Gabriel. Una forma de saciar su curiosidad. Un juego del que a él no le interesaba formar parte.

Carlos estaba entrando en un terreno que se ponía más y más peligroso, porque sería muy hipócrita, incluso si nadie más que él lo sabía, que negara que Gabriel le gustaba mucho.

No podía dejar de recordar cómo se sentían sus labios juntos, rozándose, saboreándose, conociéndose. Aunque hubiese estado medio borracho cuando aquello había sucedido y hubiese sido un impulso del que en parte se arrepentía, ese beso había sido la más perfecta sensación.

Sabía, sin embargo, que no iba a volver a suceder. Gabriel finalmente se había ido y había dejado muy claro, que, en esa ocasión, no planeaba regresar.

"No te preocupes, Carlos. No vas a tener que mandarme a la mierda ni ahora ni después. Quién va a dejar todo esto atrás, soy yo"

Después de decir eso. Gabriel había guardado cada una de sus cosas en su maleta y había salido de la habitación si darle siquiera una última mirada. Después de todo, ¿Por qué habría de hacerlo?

No había dejado nada. Carlos estaba seguro que aquella había sido la última vez que ambos estaban juntos en la misma habitación.

¿A dónde se había ido?

Carlos se había dormido con ese pensamiento. Con una pequeña parte de su mente, sintiendo preocupación por alguien que solo había aparecido en su vida para ponerla de cabeza.

✬✬✬✬✬

Aquella no había sido una noche particularmente buena para Gabriel. Había pedido a uno de sus compañeros del equipo de atletismo que le permitiera quedarse en su habitación, en la que por fortuna había una cama extra. Su compañero aceptó de bastante mala gana. No le molestaba la presencia de Gabriel, pero ocurrentemente, había ido a aporrearle a puerta a la una de la madrugada, cuando seguramente se encontraba en lo mejor de su sueño.

Apenas hubo amanecido, un Gabriel ojeroso y molesto por todo y nada en particular, se dirigió sin perder más tiempo a las oficinas de servicios estudiantiles. Necesitaba conseguir de alguna manera, que le asignaran una nueva habitación. No le importaba si era solo o con un nuevo compañero, simplemente necesitaba dejar de ser un nómada y andar de habitación en habitación. Lo más importante de todo, era que necesitaba urgentemente alejarse de Carlos y todo lo que tuviese que ver con él.

Había tenido que insistir muchísimo para que le permitieran cambiar de dormitorio. Optó por ser sincero y hablar con la verdad, o al menos una parte de esa verdad. Le había dicho al director que definitivamente él y Carlos no se llevaban nada bien y que prefería tener un nuevo compañero de habitación, antes de terminar envuelto en un problema mayor. Obviamente los detalles no habían sido necesarios y aunque el director hubiese preguntado, él no hubiese dicho nada.

Después de pensarlo por un momento que a Gabriel le pareció eterno, el director decidió asignarle a aquel agobiado joven, una nueva habitación con un nuevo compañero, dejándole muy claro que no iba a haber nuevos cambios bajo ninguna circunstancia. Gabriel estaba tan entusiasmado con la respuesta afirmativa, que ni siquiera había prestado atención al nombre que el director había mencionado como su nuevo compañero de dormitorio. Después de todo eso le daba igual. Mientras no se tratara de Carlos, todo estaría bien.

La vida, sin embargo, se había empeñado en darle una nueva sorpresa y aquello de alejarse de Carlos "y todo lo que tuviese que ver con él", no iba a ser tan sencillo como Gabriel hubiese imaginado. Sobre todo, si aquel nombre que él ni siquiera había escuchado, era Santiago Lagos Heredia. Probablemente, aunque Gabriel hubiera puesto atención al nombre no lo habría reconocido. Solo hizo falta, sin embargo, que llegara a aquella nueva habitación y abriera la puerta, para que su quijada se le fuera hasta el piso.

Aquella tenía que ser una muy mala broma.

Frente a él se encontraba ni más ni menos que uno de los dos mejores amigos de Carlos. Y Gabriel no pudo evitar pensar que en alguna de sus vidas anteriores debió haber hecho algo muy malo para ser castigado de esa manera.

No era posible saber cuál de los dos chicos tenía la mayor cara de espanto.

Santiago no podía creer que, frente a él, en su propia habitación, se encontrara el compañero de dormitorio de Carlos, cargando una enorme maleta. ¿Qué se suponía que estaba haciendo?

Gabriel, por su parte, estaba deseando que aquello se tratara de una equivocación. No podía tener tanta mala suerte.

—¿Qué estás haciendo tú aquí? —Santiago no había intentado ser grosero, en ningún momento, no era esa clase de persona. Pero era tan extraño tener a ese muchacho entrando a su habitación tan confianzudamente. De hecho, ¿cómo se suponía que había entrado?

—Esto no puede ser. —Gabriel susurró en voz baja para sí mismo, mientras llevaba la palma de la mano a su rostro, antes de resoplar—. Esto realmente tiene que ser un error.

Santiago solo lo miró sin entender una sola palabra.

—Te llamas Gabriel, ¿cierto? ¿No eres el compañero de habitación de Carlos?

Gabriel hizo una mueca en cuanto escuchó ese nombre que esperaba ser capaz de olvidar. Sabía que estaba siendo muy ingenuo. El muchacho lo observó con detenimiento. ¿Por qué siquiera sabía su nombre? ¿Carlos había hablado de él con ellos? ¿Les habría contado todo lo que había sucedido entre los dos? Gabriel casi sintió que le daba un mareo. Carraspeó un poco antes de ser capaz de hablar.

—También es mi habitación ahora —respondió. Dejó caer su maleta a un lado de la puerta y observó a su alrededor, analizándolo todo.

—¿Qué cosa?

—Pedí un cambio de dormitorio y me asignaron aquí.

Santiago dejó su libro a un lado, se quitó las gafas y presionó el puente de su nariz. ¿Ese chico estaba hablando en serio? ¿De verdad ahora él iba a tener que aguantar a un tipo que según Carlos era "el tipo más odioso que hubiese conocido"? Sabía que Carlos solía ser exagerado, pero, ¿y si esta vez tenía razón?

—Pero... —Santiago intentó refutar de alguna manera aquella decisión. Tenía que quejarse, hacer notar su inconformidad, lo que fuera.

Gabriel ni siquiera le había permitido decir más de dos palabras.

—Dejemos algo claro tú y yo. Yo pedí un cambio de habitación, pero en ningún momento esperé terminar aquí contigo, así que las cosas son muy fáciles. Tú me ignoras, yo te ignoro a ti y así es como esto va a funcionar. ¿Te parece bien?

A Santiago no le quedó más que asentir.

Por fortuna para Gabriel, se necesitaba mucho más que esa actitud hostil para lograr alterar a Santiago. Si se hubiese tratado de Lino, seguramente ya tendría por lo menos un par de dientes menos, después de aquel derroche de altanería.

Arrastró su maleta por la habitación y la dejó a un lado de la cama que parecía estar desocupada. Ni siquiera se preocupó por desempacar su ropa, al menos no por el momento. Colocó unas cuantas cosas en el escritorio que estaba libre y eso había sido todo.

Estaba a punto de salir de la habitación, cuando la voz de Santiago lo hizo detenerse justo en la puerta.

—¿Tuviste algún problema con Carlos?

Gabriel se quedó congelado.

¿Qué parte de "tú me ignoras y yo te ignoro" no había entendido ese chico? Finalmente, sin siquiera tomarse la molestia de voltear a mirarlo, Gabriel salió de la habitación sin contestar una sola palabra.

✬✬✬✬✬

—¿Estás bromeando? —Carlos escuchaba atento sin poder creer lo que Santiago decía. ¿De verdad ahora Gabriel había terminado como compañero de uno de sus mejores amigos? Vaya que el mundo era pequeño.

—Eso quisiera. El tipo es raro de cojones. Pero tampoco me parece tan terrible como tú lo pintabas.

Lo único que le faltaba a Carlos era que uno de sus mejores amigos defendiera a Gabriel.

Lo único que le quedaba claro, era que no iba a volver a aparecerse por la habitación de Santiago nunca en la vida.

✬✬✬✬✬

A medida que los días pasaban, la relación hostil que había entre Santiago y Gabriel parecía relajarse un poco. Para Santiago era claro que Carlos había exagerado. Aquel muchacho no era muy amistoso que digamos, pero tampoco podía considerarse una mala persona, de hecho, ya podían incluso cruzar un par de palabras y aquello de ignorarse completamente había quedado en el olvido.

Probablemente ayudaba el hecho de que Santiago era capaz de hacer hablar hasta a las piedras con su conversación amena y su relajado sentido del humor.

Carlos y Gabriel no había podido evitar encontrarse en un par de ocasiones. Eso de "no volveré a aparecerme en la habitación de Santiago nunca en la vida", tampoco había sido posible para Carlos.

Las cosas parecían tornarse cada vez más extrañas y sus encuentros con Gabriel se limitaban a intensas miradas que terminaban cuando uno de los dos no aguantaba más la tensión y giraba el rostro.

El plan de Gabriel de alejarse de Carlos no había resultado tampoco. Seguía viéndolo constantemente. En su nueva habitación, en la cafetería, en la biblioteca, en los jardines del instituto. Parecía que ahora que quería olvidarse de ese episodio oscuro en su vida, algo se empeñaba en encontrarlos en todos los sitios. De igual forma, Gabriel se descubría casi a diario mirando en todas direcciones, esperando encontrarse con esa mirada que hacía que sintiera que su sangre hacía ebullición en sus venas.

También se había dado cuenta de algo. Gabriel había pasado ya tres semanas junto a Santiago. Lo había visto montones de veces en distintas situaciones... A medio vestir, acabando de salir de la ducha, incluso un día se había aparecido en la habitación para encontrárselo únicamente en ropa interior, cómodamente leyendo tumbado en su cama. El punto era que él no había sentido absolutamente nada.

Siendo completamente objetivo, tendría que reconocer que Santiago era un chico bastante bien parecido. Tanto su rostro como su cuerpo, se adherían por completo a los estándares de belleza masculina o como fuera que se les llamara. Gabriel no había tenido ni la más mínima sensación extraña al tenerlo cerca y verlo medio desnudo. Ni la más mínima atracción o curiosidad o agitación dudosa en su forma de respirar. Nada.

¿Eso era normal? ¿Qué era lo que le sucedía con Carlos? ¿Por qué el haberse alejado de él no había servido de nada? Seguía sintiéndose inquieto, ansioso, agitado e incluso molesto, cada que lo tenía cerca.

Cada una de las situaciones que había vivido con Carlos se repetía en su mente una y otra vez. Seguía sintiéndose mal, completamente avergonzado por tener esos sentimientos tan insanos por otro chico, pero lo que Carlos causaba en él, era más fuerte que su culpa. No era algo que pudiese evitar, aunque quisiera.

Gabriel intentó todo, incluso salir con un par de chicas de la facultad. No era difícil para él encontrar quien quisiera estar con él, pero nada le parecía suficiente. Estar con cualquier persona era aburrido si alguien más ocupaba sus pensamientos.

Carlos seguía saliendo con René y Gabriel no podía seguir fingiendo que no le importaba. Tenía ganas de tomar a ese tipo por el cuello y arrancarle la cabeza con sus propias manos. Seguía creyendo estar seguro de que nada romántico se escondía detrás esos "celos". Aquello seguía sonándole ridículo. Aun así, ese tal René no le agradaba ni un poco y sin intentar descifrar el porqué de su reacción, cada que los veía juntos, las ganas de vomitar se hacían presentes.

Algo que Gabriel también había notado, era la forma en que Carlos lo miraba cuando él se encontraba con alguna de las chicas con las que intentaba olvidarse de él. No podía describir aquella mirada. Si tuviese que definirla forzosamente, diría que parecía la de un psicópata a punto de atacar. ¿Qué le sucedía? ¿Acaso estaba celoso?

También tenía que admitir que aquello lo incomodaba. En cuanto Carlos lo miraba de esa manera molesta y casi posesiva, él se encontraba de pronto alejándose de forma repentina de la chica con la que estuviese. Era como si se sintiera descubierto haciendo algo malo, engañando, mintiendo. ¿Estaba enloqueciendo? Eso parecía. No podía evitar sentirse incomodo cuando Carlos lo veía de esa manera mientras estaba con alguna chica.

La situación para ambos se había vuelto casi insostenible. La tensión que había entre ellos era demasiada. Sus cuerpos se sentían arder al estar mínimamente cerca.

Santiago que era un chico inteligente y observador, ya casi podía estar seguro de lo que sucedía entre Gabriel y su mejor amigo. Parecía ser algo evidente, aunque lo desconcertaba saber, por palabras del mismo Carlos, que se suponía que Gabriel era heterosexual. En todo caso, no estaba en posición de ponerse a juzgar.

Gabriel estaba estudiando frente su computadora portátil, cuando la puerta de la habitación sonó. Resopló con molestia y se puso de pie.

—Otra vez olvidaste tu jodida llave —reclamó con palabras al aire, antes de abrir. Habían pasado ya cinco semanas siendo compañeros de habitación y la confianza entre ellos, sorprendentemente había aumentado.

Gabriel estuvo a punto de atragantarse cuando se topó con la mirada de Carlos del otro lado de la puerta.

—Supongo que Santiago no está.

Gabriel ni siquiera intento responder. Se quedó mirando a Carlos como si estuviese hipnotizado. Hacía tanto tiempo que no lo tenía así de cerca, que no pudo evitar, para su propia vergüenza, encontrarse incluso tomando una fuerte respiración, al sentir de nuevo el olor de ese perfume.

—No está —logró articular. Carlos se encogió de hombros. Esquivó a Gabriel y entró a la habitación sin siquiera pedir permiso.

—No importa. Lo voy a esperar aquí.

Y todo era bastante surrealista en ese momento. Gabriel estaba sentado frente a su escritorio, fingiendo que estudiaba para los exámenes finales, de ese periodo, mientras que Carlos hojeaba con desinterés una revista de coches, tumbado en la cama de Santiago.

Luego de estar jugando nerviosamente con su bolígrafo, por un par de minutos, el objeto había terminado por salir volando de su mano. Había tenido el buen tino de aterrizar a los pies de Carlos.

Gabriel maldijo en voz baja y se puso de pie.

Quizá por inercia Carlos también se incorporó en la cama. Ambos se agacharon justo al mismo tiempo, quedando de frente con sus rostros a escasos centímetros de distancia.

Ninguno se movió. Parecían haber quedado paralizados en su lugar. Con sus miradas negándose a apartarse de los ojos del otro. La tensión se volvió insoportable. La ropa molestaba, la respiración quemaba, el aire en la habitación no era suficiente.

Se levantaron de golpe casi al mismo tiempo, quizá con la intención de escapar cada uno en sentidos opuestos. Pero ninguno se movió. Estaban tan cerca, que sus cuerpos estaban a centímetros de rozarse. ¿En qué momento se habían acercado tanto? Eso no importaba. Lo único que sabían era que ambos deseaban que esa distancia que los separaba, desapareciera.

Santiago apareció justo en ese momento.

Ambos chicos se separaron de inmediato. Gabriel empezó a toser. Carlos alisó las inexistentes arrugas de su sudadera. Ni siquiera recordaba para qué estaba esperando a Santiago y tampoco le interesaba forzar a su memoria en ese momento. Esquivó a ambos chicos y salió de la habitación lo más rápido que sus piernas le permitieron.

—¿Entonces...?

—Ni se te ocurra preguntar.

Aquello fue lo único que Gabriel dijo antes de salir también de la habitación. Ni siquiera sabía a dónde se dirigía.

Santiago esbozó una amplia sonrisa. Ahora le quedaba más claro lo que había entre esos dos.

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