Lo que encontré en ti

By Alewriting29

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Soledad, tristeza, odiar con toda tu alma a las personas que te hacen daño y tener un rencor tan grande al no... More

PROLOGO
02 VALENTINA
03 VALENTINA
04 SEBASTIÁN
05 VALENTINA
06 SEBASTIÁN
07 VALENTINA
08 SEBASTIÁN
09 VALENTINA
10 SEBASTIÁN
11 VALENTINA
12 VALENTINA
13 SEBASTIÁN
14 VALENTINA
15 SEBASTIÁN
16 VALENTINA
17 SEBASTIÁN
18 VALENTINA
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20 VALENTINA
21 SEBASTIÁN
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28 VALENTINA
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30 VALENTINA
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33 SEBASTIÁN
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35 SEBASTIÁN
36 VALENTINA
37 SEBASTIÁN
38 VALENTINA
EPILOGO SEBASTIÁN
Agradecimientos

01 VALENTINA

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By Alewriting29


  Estaba frente a mi espejo analizando que era mi primer día de clases, aún tenía tiempo para arreglarme, eran las siete de la mañana y entraba a las ocho, ya me había bañado y solo estaba en ropa interior, tocaba mi cuerpo y bueno ¿qué puedo decir de él?, nada bueno en realidad. Fui a la cocina a desayunar, no tenía mucha hambre por los nervios que sentía, así que solo tome una manzana y volví a mi cuarto, ya en el reproduje la canción de Sleeping Whit Sirens–Better Off Dead en el reproductor de música, subí todo el volumen, me encontraba sola en casa, así que a nadie le importaría. Al escucharla me sentía en paz ya que sus notas, sus palabras, su sentimiento al cantarla, podía imaginar como si estuviera dedicada para mí, porque así me sentía todos los días, pensar que todo estaría mejor si yo no estuviera. Voltee a ver el reloj y eran las siete y media, me bastaba para ponerme el uniforme que consistía de medias largas, falda de color azul oscuro que me llagaba hasta las rodillas, camisa manga corta blanca, zapatos negros y mi toque personal una chaqueta de algodón color rojo, las chicas del instituto se veían muy lindas con él, pero yo era muy diferente, en pocas palabras era horrible, piernas flácidas, piel áspera, cabello reseco y lo más evidente en mí cuerpo muchos cortes en brazos, muslos y abdomen.

- Bueno a iniciar el primer día de este último año de mierda.

Salí de mis pensamientos al escuchar el timbre, tome mi mochila y baje corriendo las escaleras por la insistencia del sonido. Era Isabella, mi mejor amiga, tenía la piel morena, cabello negro hasta la mitad de la espalda, ojos marrón claro y un cuerpo muy lindo, la conocí cuando teníamos cinco años, ella era mi apoyo, siempre estaba cuando la necesitaba y no creo tener palabras para agradecerle cuanta mierda ha pasado conmigo.

Al abrir la puerta allí se encontraba ella, con una sonrisa de felicidad muy grande, la cual yo no tenía.

- ¡Vale! – grito con emoción al verme y me abrazo – ¿cómo estas mi Vale? – Me pregunto aun abrazándome, me separe de ella y la mire – sé que no quieres ir, pero tranquila, estoy aquí, así que vamos – se inclinó para cerrar la puerta detrás de mí, enredó su brazo con el mío y me hizo caminar.

Sé que debería de estar entusiasmada, pero para ser sincera cada vez que llegaba este día solo quería desaparecer, podía soportar las burlas, pero no dejaban de doler, cada insulto, mirada, gesto, todo lo hacían para lastimarme.

- Vale, Vale, ¡Valentina! – No me había dado cuenta de que Isabella estaba hablando, así que no le preste atención a nada de lo que dijo anteriormente - ¿me estas escuchando? – su mirada era de molestia, pero a la vez de preocupación, ella sabía que estos primeros días no iban a ser fáciles para mí. Pose mi mirada en ella y le sonreí dándole una respuesta a su pregunta. Suspiro y volvió a hablar –. Te decía que ¿si crees que entraran chicos guapos? – mi amiga es una seductora profesional, todo chico que veía que le gustara lo seducía, pero solo era por diversión, en lo único que nos parecíamos Isabella y yo es que éramos vírgenes, de mi era creíble, pero de ella se dudaba, mi mejor amiga era muy selectiva a la hora de conquistar a un chico, siempre le sacaba provecho a esa oportunidad, tanto como en trabajos, dinero y hasta accesorios y prendas de vestir que ella quería, era inteligente, pero eso sí, nada de romance, ni enamoramiento. Isabella solo una vez tuvo una relación estable que duro dos años, terminaron cuando ella tenía quince y el dieciséis, ¿la razón?, la engaño con otra porque esa chica le daba algo que mi amiga no, y si, era sexo. Desde ese día Isabella dejo de creer en los hombres y no se volvió a enamorar, solo les sacaba provecho sin ella dar nada a cambio.

- No lo sé y la verdad me da igual, hare como he hecho en los años anteriores, pasar desapercibido sin que nadie me note, en especial los chicos, soy buena para que ellos no se den cuenta de que estoy ahí.

- No seas así Vale, que sabes tú si uno de ellos y el que menos tu esperas te nota, vera lo hermosa que eres, no sabes quién te puede estar mirando cuando estas distraída.

- Por favor Isabella no me vengas con eso, de hermosa no tengo nada y además mírame, ¿quién se fijaría en una persona como yo con muchos cortes en su cuerpo?, ningún chico con medio cerebro perdería su tiempo con una suicida, seamos realistas y no nos engañemos a nosotras mismas.

Mire a Isabella y tenía el ceño fruncido, sabía que estaba molesta, ella odiaba que yo me criticara o me autodestruyera, ¿pero como no lo iba a hacer?, era un hábito normal en mí. Después de mirarnos uno segundos su semblante se relajó, suspiro y volvió a dirigirse a mí.

- Valentina eres hermosa aunque no lo creas, no lo digo porque seas mi mejor amiga, lo digo porque es así. Con respecto a los chicos, hay muchos en este planeta, pero habrá uno, solo uno en especial que te amara tal y como eres, incluyendo tus cortes, allí te darás cuenta de que entre todas las personas que hay a tu alrededor ese chico te está viendo solo a ti y está apreciando a la maravillosa chica que el mundo se está perdiendo, pero que solo él está disfrutando, porque entre todas las demás, él te noto fue a ti y te amara solo a ti.

Sus palabras me pusieron sentimental, pero no lo demostré, no quería llorar, no ahora, volví a mirarla y le sonreí lo más convincente que pude.

- Espero que todo lo que has dicho se cumpla.

Sabía que eso no iba a pasar, pero tenía que mostrarle un rayito de esperanza a Isabella después de todo lo que dijo, lo cual fue hermoso, esas palabras subieron mi ánimo un poquito. Y de repente allí estaba, frente a mi instituto, el corazón me latía fuerte, no quería estar en ese lugar, solo quería desaparecer, mi amiga me apretó con fuerza para que saliera del estado de trance en el que me encontraba, pero no la mire, mis ojos estaban postrados en el gran edificio, solo la escuche decir que caminara, que no se iba a separar de mi lado y con un pequeño tirón ingrese al patio con el corazón en la boca. Si tuviera un súper poder seria ser invisible, pasar y que nadie me mirara, no lo hacían muy seguido, pero cuando me veían solo me criticaban, se burlaban y eso era lo que hacían mientras atravesaba el patio. Escuche que decían:

"¿Para qué tantos cortes? Que se termine de quitar la vida"

"Mira allí viene la loca"

"¿Quién se podría enamorar de eso?, solo mírenla, que espanto"

Y así era cada miserable año, soportar burlas y comparaciones, ¿con quién me comparaban?, bueno nada más y nada menos que con mi mejor amiga, las más frecuentes entre los hombres era:

"¿Cómo alguien tan sexy puede ser mejor amiga de una persona tan desagradable?"

A las chicas les daba igual Isabella, ellas se encargaban de criticarme y los chicos de compararme, que linda es la preparatoria ¿verdad? Isabella se separó de mí porque tenía que hacer algo en dirección, la vi caminar por otro pasillo mientras yo seguía el camino a mi casillero, cuando llegue guarde unas cosas y escuche a unas cuantas chicas decir:

"Ellos son nuevos"

"Que guapos"

"Los nuevos chicos más sexys de la prepa"

La curiosidad me gano, así que cuando termine de guardar lo esencial, cerré el casillero y fije mi vista en la entrada, se veían dos siluetas caminando, pero no se distinguían bien por el resplandor de la luz. Al adentrarse más al pasillo pude notar a uno de ellos, era alto, de piel blanca pero con un poco de color, cabello castaño claro, ojos verdes y musculoso, si, estaba bien, era lindo, pero no cumplía mis expectativas. Me volví a ver al otro chico y creo que mi mirada quedo postrada en él, era hermoso, tenía la piel blanca como la porcelana, cabello negro, ojos de igual color y unos músculos que le sobresalían de la camisa, el uniforme le quedaba espectacular, los dos eran muy pero muy lindos, pero debía admitir que ese chico de ojos negros me dejo hipnotizada.

Todas las chicas mojaban las bragas por ellos y yo lo hacía solo por uno. Siguieron caminando por el pasillo y justo el de piel porcelana paso frente a mí, sentí que el corazón se me iba a salir del pecho al notar que me miro y me sonrió, desde que entro no había visto a ninguna chica y justo lo hizo cuando paso por mi lado, me noto solo a mí. Siguió su camino, pero podía notar como me seguía observando por el rabillo del ojo, después de una distancia razonable dejo de hacerlo. Estaba en shock, el me vio a mí, solo a mí; pero después de pensar y analizar lo que paso se fue toda mi emoción, él iba a ser el nuevo chico popular y yo seguiría siendo la chica invisible, una mirada no cambiaría absolutamente nada, eso solo fue un gesto de amabilidad al igual que la sonrisa, la cual era hermosa, pero eso no volvería a pasar, de eso podía estar segura.

Alcé la mirada y vi como Isabella me hacía señas para que la esperara, parecía una loca corriendo y agitando los brazos. Cuando llego a donde yo estaba tomo aire y me miro con una sonrisa de oreja a oreja, ya me imaginaba porque estaba así.

- ¿Viste a los chicos nuevos?

Y mis sospechas eran ciertas; me tomo del brazo y comenzamos a caminar tranquilamente por el pasillo yendo directo al salón de clases.

- Si, son lindos – dije sin mostrar mucho entusiasmo.

- ¿¡Lindos!? Pero si están que se comen solos ¿a ti cuál te gusto?

Creo que basta decir que me sonroje un poco, eso no me pasaba mucho y menos por un chico. No quería contestar, así que le hice la misma pregunta.

- ¿Y a ti cual te gusto?

Me miro con un con un brillo en los ojos el cual no veía desde lo que paso con su primer y último novio.

- El de cabello castaño, es muy hermoso, el otro era lindo, pero me gusto más el que te dije. Ahora no evadas mi pregunta y contéstame.

Estaba a punto de decirle, debía hacerlo, es mi mejor amiga y ocultarlo sería un pecado, pero llegamos al salón y sin darnos cuenta el profesor iba detrás de nosotras, le dimos el paso y nos dirigimos a nuestros asientos. Isabella se sentaba en la fila que estaba a mi lado, dos puestos más delante, yo me sentaba de ultima en la esquina del lado de la ventana, desde allí admiraba las nubes, la lluvia, cuando el cielo estaba gris pero no llovía, era muy agradable, me gustaba mucho ese lugar.

Ya todos estaban en su asiento, pero lo que llamo mi atención fue que los dos puestos que estaban detrás de Isabella se hallaban vacíos, el profesor se levantó de su asiento y comenzó a hablar.

- Buenos días alumnos, espero hayan disfrutado de sus vacaciones y que este último año sea muy provechoso para ustedes.

Si claro, sería un año lleno de burlas al igual que de bromas pesadas, si, un año muy provechoso.

- Y por último tienen dos compañeros nuevos, quiero que les den una grata bienvenida y que se lleven bien. Adelante favor.

Todos voltearon a la puerta y entro uno de los chicos que vi en el pasillo, voltee a ver a Isabella y esta me miro con una gran sonrisa, era al que ella le había gustado, le sonreí de la misma forma, pero cuando volví a mirar la entrada la sonrisa se me borro por una expresión de asombro, sentí que mi corazón se detuvo al ver que él ingreso al salón, allí estaba ese chico con la mirada penetrante y a la vez una muy hermosa.

- Bueno chicos preséntense, digan su nombre y apellido, edad y de donde vienen.

El profesor se sentó en su escritorio y el de cabello castaño fue el primero en hablar.

-Bueno me llamo Daniel Adams, tengo dieciocho años y me mude de Los Ángeles – dijo y cuando finalizo el de cabello negro tomo el turno.

-Yo me llamo Sebastián Miller, tengo dieciocho años y al igual que mi primo, me mude de Los Ángeles.

- Bueno chicos tomen asiento detrás de la señorita Smith para iniciar la clase.

Los dos se aproximaron a los puestos vacíos, Daniel se sentó detrás de Isabella, me imagino la cara de emoción que debe de tener en este momento y Sebastián se sentó a mi lado, yo no le tome importancia, pero hubo algo que me hizo estremecer, por el rabillo del ojo pude notar que me estaba mirando y sonreía a la vez ¿por qué lo hacía?, ¿me estará criticando?, no lo creo, si lo estuviera haciendo no estaría sonriendo, pude notar que llevaba mangas que le tapaban los brazos, iban desde dentro de la camisa, era raro, cuando lo vi en el pasillo no las tenía. Dejo de observarme cuando el profesor empezó a escribir en la pizarra, pero la sonrisa no se borró por un periodo de quince minutos. Él era precioso, pero no debía hacerme un mundo por una simple mirada, debía poner los pies en la tierra y saber que alguien como él no estaría con una suicida como yo.

Terminamos de escribir lo que lo que el profesor estaba copiando y dando por finalizada la clase salió del salón. Sebastián antes de levantarse me miro por última vez, trate de no mirarlo directamente y me enfoque en guardar muy lentamente mis cosas, Daniel le hizo una seña desde su asiento, se levantaron y salieron. Mi corazón latió rápido desde que lo vi atravesar la puerta, el estudiaría conmigo durante todo el año, sentado a mi lado, pero claro, sin dirigirme la palabra. Sentí que Isabella se aproximaba, así que solo espere que llegara.

- Vale, Vale, Vale, ¿viste a los chicos? – pregunto saltando en el asiento como una niña pequeña. La mire con cara de que si era idiota.

- Obviamente Isabella – le dije dándole un pequeño golpe en la frente con los dedos.

- ¡Ay! Vale eso duele – dijo con una mueca de perrito regañado y se sobaba el lugar donde le pegue. Se veía muy tierna, pero graciosa.

- Bueno eso es por hacer preguntas estúpidas – le sonreí y le di un beso en la frente a lo que ella rio.

- Qué bueno que están cerca de nosotras así cuando queramos hablarles no tendremos que hacer mucho esfuerzo a la hora de hacer preguntas, sobre todo por ti – la mire extrañada.

- ¿Por mí?

- Claro, sé que te gusta Sebastián, note cómo lo mirabas cuando entrar al salón. Nunca había visto ese brillo en tus ojos hasta que él llego – sentí la cara caliente y abrí los ojos de par en par –. Vez, hasta te pones roja, está bien Vale, no tienes por qué ocultar que te gusta.

No quería dar por sentado que me gustaba, pero nunca había sentido nada igual a lo que sentí cuando lo mire en el pasillo, era nerviosismo y en el estómago sentía las mariposas del cual todo el mundo habla.

- No seas boba Isabella, no estoy ocultando nada, porque no siento nada.

Me levante de mi asiento y salí del salón, quería tomar algo, no sabía porque pero estaba sedienta. Tenía la cabeza baja y caminaba a paso rápido en dirección a la cafetería. Entre en ella alzando un poco la mirada, todos estaba comiendo, riendo y platicando con su grupo de amigos. Fui a la maquina dispensadora de bebidas y marque un jugo de durazno al meter el billete en la ranura asignada, tome la lata, la abrí y al beber sentí como el líquido pasaba por mi garganta refrescándola, amaba el durazno, era mi fruta favorita.

Cuando me di la vuelta justo para empezar a caminar estaba pasando alguien que iba con la dirección contraria a la mía, siendo así nos tropezamos y caímos al suelo, solo pude sentir su peso sobre mí.

No sé a dónde fue a parar mi jugo ya que por el impacto había cerrado los ojos, mi mente solo pensaba en las miradas de las personas que se encontraban allí dirigidas hacia y lo que diría la persona con la que había tropezado, lo cual me pondría en una situación más vergonzosa. Cuando empecé a levantar los parpados para ver de quien se trataba quería que la tierra me tragara y no aparecer en ningún otro lado, solo quería desaparecer, creo que las vergüenzas anteriores no se comparaban con esta. No, no lo creía, lo afirmaba.

- ¿Estás bien? ¿no te golpeaste muy fuerte la cabeza? – Sebastián se encontraba muy cerca de mi cara y si no me equivocaba en su mirada había preocupación ¿Por qué? O para ser más específico ¿por quién?

- No–no te preocupes, estoy bien – se me trabo un poco la lengua por el nerviosismo.

Se levantó y me tendió la mano para ayudarme, dude un poco en aceptar, pero termine haciéndolo. Solo con ese simple tacto sentí una electricidad que jamás había sentido, lo solté rápidamente y baje la mirada por la vergüenza que sentía.

- Perdón por lo que paso, no te... - note como mi jugo estaba derramado en el piso y me moleste un poco porque no lleve más dinero para comprar otro – Mierda – dije en un susurro bajo, pero al parecer suficientemente audible para que él escuchara.

- No, perdóname tú a mí, iba distraído e hice que cayeras y tiraras tu bebida.

Se acercó a la máquina, introdujo un billete y saco el mismo jugo que había esparcido en el suelo, me lo ofreció y alce la mirada topándome con sus hermosos ojos.

- Ten, para remediar el daño – me pareció un lindo gesto, pero no lo iba a aceptar.

- No puedo aceptarlo, no te preocupes, no gastes dinero en algo sin importancia – mostro una sonrisa muy tierna. Tomo mi mano abriendo la palma de esta para depositar la lata y así juntar mis dedos alrededor del objeto.

- Tiene importancia, acéptalo – me sonrió de nuevo y se fue. Me dejo allí parada con una pregunta en mente ¿tenía importancia?

Cuando salí del trance del momento me di cuenta que todos me miraban y salí lo más rápido que pude del lugar. Fui de nuevo al salón donde se encontraba Isabella, estaba con su celular en el asiento donde la había dejado anteriormente. Cuando me vio entrar sonrió pero dejo de hacerlo cuando notó mi cara sonrojada.

- ¿Qué paso Vale? estas muy roja y con cara de susto – se levantó de su asiento yendo hasta donde mí y me abrazó.

- Es que estaba en la cafetería comprando un jugo y cuando me encontraba en la máquina que me fui a dar la vuelta, me tropecé con alguien y caí al suelo, ya tenía vergüenza de haber caído pero pase mucha más cuando vi que encima de mí estaba Sebastián y muy pero muy cerca de mi cara – Isabella puso una sonrisa de oreja a oreja –. No te rías no fue divertido, lo peor fue que mi jugo quedo en el suelo haciendo un gran charco.

- ¿Y qué es esto? – dijo tomando la lata que tenía en mi mano.

- La compro él, dijo que quería remediar el daño, no la quise aceptar obviamente y le dije que no tenía importancia, pero cuando me la entrego dijo que si importaba – sentí que me ponía roja y lo confirme al ver que Isabella me hacía una sonrisa pícara.

- ¿Por qué estás tan roja mi Vale?

- Yo no estoy roja no seas mentirosa – fui directo a mi asiento y me senté cruzándome de brazos y recostando mi cabeza en ellos.

- Si lo estas Vale, no te sigas mintiendo, te gusta ese chico, te pusiste muy nerviosa mientras hablabas, si no te gustara no estuvieras así – sentí que se sentó delante de mí como estábamos anteriormente –. Oye mírame – asome solo mis ojos ya que el resto de mi cara seguía en mis brazos – ¿Por qué no lo aceptas?

- Porque tengo miedo, esto nunca no me había pasado, nunca me había gustado nadie, ¿porque ahora? y sobre todo con él, todas lo desean, yo no tengo ninguna oportunidad Isabella, yo no puedo competir con ninguna de las de este salón ni las del instituto, solo intentare que esto pase y no le daré importancia.

Isabella solo me miraba, levante mi cabeza completamente y me acomode en mi asiento, ella se levantó del suyo, fue hasta donde mí tomándome del brazo haciéndome levantar quedando frente a ella, de repente me abrazo sin previo aviso, me abrazaba fuerte haciéndome sentir protegida, hice lo mismo, sentí que mis mejillas empezaron a humedecerse, sin darme cuenta, ya estaba llorando sin saber porque.

- Vale tú no puedes competir con ninguna de esas chicas porque ellas no te llegan ni a los talones, eres hermosa en todos los sentidos de la palabra y no dejes ese sentimiento que está empezando a nacer hacia Sebastián desaparezca porque tú crees que no hay oportunidad, si la hay, claro que la hay, no todos gustan de una cara bonita o de un simple cuerpo, mucho buscan a alguien como tú que eres tierna, inteligente, delicada, reservada, y muchas cosas más, no todo es físico también esta lo que hay aquí – se separó solo un poco de mí y puso su mano en mi pecho – en el corazón y el tuyo es bello así como lo eres tu mi Vale, dispuesto a dar todo el amor que tienes reservado.

Esas palabras hicieron que mis lágrimas aumentaran y la volví a abrazar, nunca me cansaba de escuchar sus palabras, siempre me apoyaba. La quería tanto.

- Gracias Isabella, por ayudarme siempre en este tipo de situaciones, si tu no estuvieras no sé qué sería de mí, talvez ya estuviera muerta, eres el ángel que me ayuda en las circunstancias más difíciles y nunca se va – ella no era muy sentimental, casi nunca lloraba, pero pude sentir un sollozo salir de su boca, al separarnos tenía los ojos húmedos, ella puso un mechón de cabello detrás de mi oreja y me sonrió.

- Para eso están las mejores amigas, cuando nos necesitamos estamos allí, siempre lo estaremos – beso mi frente y sonrió –. Bueno dejemos de llorar como magdalenas y abre el jugo que tengo sed – me reí por lo que dijo y me limpie las lágrimas al igual que ella.

Abrí la lata y le di para que le diera el primer trago, cuando lo hizo me la dio e hice lo mismo, sentimos que unas voces se aproximaban al salón pero no les prestamos atención, ella estaba en su celular revisando algo y yo termine de tomar la bebida, Isabella se quedó mirando la entrada y cuando voltee me topé con el pecho de alguien. Cuando levante la mirada era él.

- Creo que estamos destinados a toparnos siempre – esto lo dijo sonriendo.

Me puse demasiado nerviosa, estaba muy cerca y por ser bajita estaba contra su pecho, pude aspirar su aroma, era varonil y seductor, me encantaba. Cuando me di cuenta que aún lo seguía observando baje la mirada.

- Perdón llegaste de la nada y no te vi – le sonreí nerviosa y me hice un poco hacia atrás para tomar una distancia razonable. Mire a mi amiga que estaba observando a Daniel mientras usaba su celular, tenían una fila de por medio que los separaba.

- ¿Cuál es tu nombre? – pregunto haciendo que lo volviera a ver, era tan lindo, no podía parar de mirarlo. Conteste antes de que me volviera a preguntar.

- Valentina, Valentina Leister – le dije con una sonrisa, el levanto la mano para que se la estrechara y acto seguido fue lo que hice.

- Un gusto, Sebastián Miller – no sé si me estaba volviendo loca pero en sus ojos vi algo de emoción cuando nos tomamos de la mano para presentarnos, tal vez solo eran ideas mías. Nos soltamos de la mano y él llamo a Daniel, este le dio la vuelta a la fila de los asientos y quedo al lado de Sebastián –. Él es mi primo Daniel Adams – hizo lo mismo que Sebastián hace un momento y le estreche la mano de igual manera, tenía una sonrisa amable y simpática.

- Valentina Leister, un placer – llame a Isabella con la mano y ella se acercó a nosotros –. Ella es mi mejor amiga Isabella – ella estaba un poco sonrojada pero no se le notaba mucho, pero conociéndola estaba nerviosa, mucho diría yo.

- Isabella Smith, un gusto – saludo de la misma forma que a los dos, primero a Sebastián y después a Daniel pero cuando tomo la mano este él le sonrió de manera picara y seductora.

- Un gusto hermosa – le guiño el ojo y mi amiga se quedó en shock por ese acto – tienes un nombre precioso – Isabella se puso más nerviosa, lo note en su mirada pero no lo demostró, ella no demostraba sus sentimientos a menos que fuera conmigo ya que con el resto de las personas era alegre, pero no tanto como lo era cuando estábamos solas que sacaba todos sus sentimientos a flor de piel, ella no demostraría que se estaba muriendo por dentro, y menos por un chico. Podía poner esa cara alegre, pero era solo la máscara que siempre usaba, y yo sabía cuál era la original, solo yo la conocía. Mi amiga sabía ocultar bien sus emociones, sobre todo si era nerviosismo, que era lo que tenía en este momento.

- Gracias – ella solo le sonrió y bajo la mano liberándose de la de él.

Al instante de que ellos se soltaron sonó el timbre, los alumnos comenzaron a entrar junto con el profesor y nos dirigimos a nuestros asientos. Lo que había pasado fue algo incómodo tanto para mi mejor amiga como para mí, pero para ser sincera estaba un poco feliz de que por lo menos Sebastián sabía quién era y con eso me bastaba.

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