outlasted spirit ⋄ stiles sti...

eternitear द्वारा

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Teen Wolf no me pertenece, ni ninguno de sus personajes, sino a Jeff Davis, MTV, etc. Con la única excepción... अधिक

Prólogo.
1. "Alternación"
2. "Fracaso"
3. "Desconocido"
4. "Impulsos"
5. "Poder"
6. "Sensación"
7. "Instinto"
8. "Abominación"
9. "Control"
10. "Confianza"
11. "Ilegal"
12. "Delincuente"
13. "Ironía"
14. "Sospecha"
15. "Sometida"
16. "Evidencia"
17. "Oportunidad"
18. "Vulnerable"
19. "Secretos"
20. Parte 1, "Espejismo"
20. Parte 2, "Dorée"
20. Parte 3, "Profundidad"
21. "Realidad"
22. "Expuesto"
23. "Ilusión"
24. "Adversidad"
26. "Retribución"
Epílogo
Nota de la autora y próximo libro.

25. "Determinación"

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eternitear द्वारा

Playlist:

Noise - The Neighbourhood

The Heart It Beats the Thunder Rolls - The Wind and The Wave

Monster Among Men - 5 Seconds of Summer

Crystaleyes - AViVA

Absolution - The Pretty Reckless

_____________________

"Después de todo, no somos más o menos de lo que elegimos revelar" —Sylvia Plath.


Todo alrededor se volvió un caos.

Sentía como si todo se estuviera moviendo con lentitud. O como si yo no pudiera moverme con la suficiente rapidez. Los gritos dejaron de ser de euforia: ahora oía chillidos espantados. La gente corría alejándose del campo, muchos se tropezaban saltando de las gradas. Alguien estaba tirando de mi brazo, gritándome algo.

Me giré hacia el rostro asustado de Lydia, logrando reaccionar.

–Qué... qué... Lydia, ¿Qué ha sucedido?

Su mirada angustiada fue toda la respuesta que necesité. Tomé su mano con fuerza, asegurándome de que no me fuera a soltar, y comencé a correr hacia el campo en contra de toda la gente.

Apenas salimos del tumulto de personas, lo primero que vimos fue a Jackson yaciendo en el pasto, inmóvil. Tuve que abrazar a Lydia para evitar que cayera de rodillas junto a él.

–¿¡Pueden traer a un médico?! –oí el grito urgente del entrenador–. ¡Necesitaremos un médico!

Scott ya estaba allí junto con su madre, quien se inclinó sobre Jackson, apoyando su oído sobre su pecho. No veía sangre alrededor de él, pero demonios, no se movía, ni siquiera parecía estar respirando. Los sollozos de Lydia eran cada vez más, y podía sentir sus lágrimas empapando mi camiseta, donde su rostro estaba apoyado.

–No está respirando. No hay pulso. –declaró la madre de Scott, irguiéndose para levantar la camiseta del uniforme de Jackson.

Debajo de ella había tela destrozada, y manchas de sangre.

–Oh, por Dios, ¿Qué? Hay sangre—

–Shh, no, no mires, Lydia –murmuré, pero no creí que hubiera caso. Ni siquiera yo estaba segura de poder moverme.

–Ven aquí. –ordenó Melissa con la voz segura y firme, dirigiéndose a mi amiga–. Ven aquí, y sostén su cabeza.

La madre de Scott apoyó ambas manos sobre el pecho de Jackson, comenzando a empujar, mientras Lydia caía frente a él y hacía lo que le habían ordenado. Sentí que alguien tomaba mi hombro y dí un salto, casi soltando un grito, hasta que me di cuenta de que era Scott. Detrás de él se encontraba Isaac.

–¿Qué mierda le ha pasado? –musité entre dientes, lo más bajo de lo que fui capaz.

–Mira sus uñas –murmuró Isaac, con una mueca–. Se lo ha hecho a sí mismo.

Arrastré mi mirada de regreso hacia Jackson, para confirmar lo que me estaba diciendo. Todas las preguntas que comenzaron a formarse en mi mente, junto con las hipótesis de lo que había ocurrido, se silenciaron rápidamente con otro grito.

¿¡Dónde demonios está mi hijo?!

Mi aliento, por segunda vez, se atascó en mi garganta. El Sheriff. El Sheriff estaba allí, observando frenéticamente alrededor, buscando a Stiles.

Stiles, quien ahora caía en cuenta que no había visto desde que el partido había terminado.

Una especie de quejido ahogado salió de mi garganta antes de que tapara mi boca. Stiles no estaba. Jackson yacía inconsciente sin respirar, Stiles no estaba, y Gerard—Gerard había amenazado con matar a alguien si no le dábamos a Derek. Mataría a cualquiera de nosotros.

–Scott, oh, Dios, Scott—

–Ariel. Calma. No puedes perder el control. Hay mucha gente. Ariel, mírame –los susurros frenéticos de Scott no lograban mucho, y él tomó mi rostro entre sus manos para que lo mirara–. Stiles está bien. Quizá se ha ido hacia el instituto, quizá pasó algo con toda la conmoción, no lo sé, ¿Okey? pero tiene que estar bien. Seguro que está bien. Ahora, deja de enloquecer. Lo encontraremos.

Gracias al tacto de Scott fui capaz de sentir un poco de la seguridad que él sentía en esos instantes. Su mirada fija me obligaba prácticamente a que no comenzara a hiperventilar, y tomé una respiración profunda. No estaba funcionando, no lograba calmarme—pero tenía que hacerlo.

Luego de quince minutos de preguntar alrededor, buscar, y que el Sheriff hiciera llamados, continuábamos sin rastro de él. Ni siquiera yo comprendía cómo lograba no perder la cabeza, y mucho menos entendía cómo hacía Scott para mantenerse tan calmo. Todas las cosas que estaban cruzando por mi cabeza eran peores conforme los minutos pasaban.

Terminamos en el instituto, con el sheriff preguntando a los jugadores, y en cuanto quise ir con ellos a los vestuarios, me dijeron que quizá no sería buena idea. Lo comprendía—no estaba de humor para ver a veinte chicos cambiándose—pero no podría quedarme en el pasillo. No podía quedarme quieta, esperando. Así que en cuanto me quedé sola, salí disparada hacia fuera, ignorando la petición de Scott de que me quedara allí.

Había oído al Sheriff decir que el Jeep todavía estaba en el estacionamiento. Por más que sabía que Stiles no estaría escondido allí por alguna razón, recordaba perfectamente que la caja con mis cuchillos, sí. Y algo me decía que aquella noche no mejoraría. No con lo que Jackson se había hecho a sí mismo, ni con Stiles desaparecido. Si algo sucedía, no estaría indefensa.

Agradecí haber ido contra mis principios y haberme puesto jeans esa noche. Escondí dos de los cuchillos más pequeños en mis pantorrillas, dos en el cinturón de mis jeans, y me atreví a esconder uno bajo mi manga. Me puse encima una sudadera que Stiles se había dejado allí, lo que bastó para esconder la hoja de los cuchillos sobresaliendo de mi cinturón.

Al menos sentía un poco más de seguridad. No me importaba quién se había metido con Stiles, se arrepentiría de ello.

Regresé corriendo hacia los vestuarios, ignorando las miradas extrañas de la gente que todavía se hallaba por allí luego del partido. En los pasillos, al menos, ya no había nadie, y tampoco oía el barullo de los jugadores por allí. Hallé la puerta abierta del vestuario, encontrándome con Scott y Isaac. Sus expresiones tenían... un abismo de diferencia. De espaldas a mí había dos tipos, de quienes sólo reconocí a Derek. Me detuve, patinando sobre el suelo junto a Scott.

Mis jadeos por la carrera se transformaron en un grito.

Peter Hale me saludó con un alegre gesto de la mano.

Mi primer instinto fue tocar mi cuchillo escondido más próximo.

–Qué... tú estás... tú estás muerto. Qué mierda—

–Me siento bastante vivo por el momento. –Comentó con un tono completamente casual–. Todavía recuerdo los dos cuchillos que me lanzaste. Y los disparos. Tres disparos.

Saqué el cuchillo que estaba tocando de mi cinturón y se lo lancé. Él lo atajó por la hoja justo a tiempo, antes de que se clavara entre medio de sus cejas. El filo cortó su mano, enviando unas gotas de sangre al suelo. Así que no era un fantasma ni estaba alucinando. Aquél maldito se encontraba allí.

–¡Nos deshicimos de ti! ¡Derek te mató! ¿Qué demonios...?

–Ariel. Cálmate.

La orden-gruñido de Derek hizo que me callara de inmediato. Fruncí el ceño, preguntándome qué clase de estúpido poder de Alfa tenía sobre mí. Peter olfateó el aire como el espeluznante pedazo de mierda que era, y esbozó una sonrisa.

–No me dijiste que había una cuarta en tu patética manada, sobrino.

No soy parte de su manada. –fue mi turno de gruñir. Sentí un pinchazo en las palmas de mis manos, cerradas en puños. Mis garras habían comenzado a crecer.

–Ya veo. No eres mujer lobo, tampoco. Así que Lydia no es la única que—

Antes de que pudiera terminar la frase, había sacado otro cuchillo y me estaba acercando a él. Scott me detuvo antes de que pudiera hacer algo que hubiera disfrutado mucho.

–La nombras una vez más, y te despellejaré vivo. Con mis uñas.

–Bueno, ciertamente tienes la violencia de una mujer lobo recién convertida.

Le lancé el otro cuchillo. Peter lo esquivó, pero no con la suficiente rapidez. Éste le rozó el cuello, dejándole un corte largo y profundo, antes de chocar contra la pared detrás. Su gruñido amenazante tuvo el efecto contrario: me hizo sonreír, y nuevamente fue gracias a Scott que no me lancé sobre él.

–¿Quieren detenerse? Derek, ¿Qué mierda está pasando?

–Sabes, lo mismo pensé yo cuando te escuché hablar con Gerard en la estación de policía.

–Okey, espera, él... él amenazó con matar a mi mamá. Y tuve que acercarme a él, ¿Qué se suponía que hiciera?

–Concuerdo con Scott en esto. –habló el imbécil no-muerto–. ¿Has visto a su madre? Ella es hermosa.

¡Cállate! –gritaron Derek y Scott al mismo tiempo. Le hubiera lanzado otro cuchillo, pero Scott me sostenía de ambos brazos.

–¿Quién es él? –murmuró Isaac. Casi había olvidado por completo que estaba allí, y envidié su ignorancia.

–Es Peter, el tío de Derek. Hace un tiempo intentó matarnos a todos, luego lo quemamos, y Derek cortó su garganta.

Peter lo saludó con su mano, como había hecho conmigo. –Hola.

–Es bueno saberlo.

–¿Cómo es que está vivo? –demandó Scott soltándome de una vez, haciendo la única pregunta que importaba.

–La versión corta es que sabe cómo detener a Jackson. Quizá cómo salvarlo.

Derek me observó directamente al decir la última frase. Fruncí el ceño, sin saber cómo interpretarlo.

–Bueno, eso es bastante útil, excepto que... Jackson está muerto.

Me giré hacia Isaac, preguntándome de qué demonios hablaba.

–¿Qué? –Derek inquirió, ganándome.

–Sí, Jackson ha muerto, acaba de suceder en el campo.

–¿Qué? –farfullé, parpadeando–. No..., no puede ser, tu madre estaba...

Scott negó con la cabeza, con los labios apretados en una fina línea. –Se lo llevaron completamente cubierto en una ambulancia, Ariel.

Un poderoso escalofrío me recorrió de arriba abajo. Mi mente perdió la capacidad de procesar todo.

–Okey, ¿Por qué nadie se está tomando esto como buenas noticias? –dijo Isaac.

–Porque si Jackson está muerto, no pasó simplemente. –Peter se acercó un paso hacia nosotros, y yo retrocedí al mismo tiempo–. Gerard quería que pasara.

Derek se volvió hacia él. –Pero, ¿Por qué?

Peter continuó acercándose hacia nosotros, causando que mi extraño instinto se erizara por completo. –Bueno, eso es exactamente lo que tenemos que resolver. Y algo me dice que la ventana de oportunidades se está cerrando. Rápidamente.

Mi implacabilidad sólo empeoró. Por alguna estúpida razón que no me molesté en entender, debíamos ir a la casa de Derek en medio del bosque. Y a mí no me importaba. No me importaba que Peter estuviera de vuelta en el plano de los vivos, ni que Jackson pareciera que lo había dejado. Me importaba que Stiles estaba desaparecido y nadie mostraba preocupación por eso.

No tenía idea de cómo me había convencido Scott de que me subiera con ellos al Camaro de Derek, pero apenas habían transcurrido cinco minutos cuando mi octava llamada al teléfono de Stiles terminó en su buzón de voz. Y todo el control que me quedaba se esfumó.

–Scott. ¿Quieres explicarme qué demonios te ocurre? ¿Por qué rayos estamos yendo con ellos? Necesitamos—

–¡Te dije que lo hallaríamos, Ariel! –exclamó con frustración, haciéndome dar un respingo. Ni siquiera me había observado. Tenía su mirada fija en la calle por la que íbamos a toda prisa. Estuve a punto de gruñir.

–¿Y lo haremos yendo al maldito bosque porque Peter tiene que buscar quién demonios sabe qué? ¡Quien, te recuerdo, hace media hora creíamos que estaba muerto! ¡Scott!

Ahí sí que se giró hacia mí. –Ariel, deja de ser fastidiosa por cinco minutos. Dije que lo encontraremos, ¡No podemos hacer todo!

Me eché hacia atrás en el escaso espacio de los asientos traseros. Ni siquiera me permití sentirme herida por lo que me había dicho. Me enfoqué en toda la jodida furia que quemaba mi interior.

–Derek. Detén el auto.

Me ignoró. Nadie me respondió. Demonios, ni siquiera dieron muestras de que me prestaban atención.

Detén. El. Jodido. Auto.

La mirada de Derek se encontró con la mía en el espejo retrovisor. Antes de que abriera la boca supe que iba a ordenarme algo, y que no pensaba detenerse. Por lo cual dejé que mi instinto tomara control por completo.

En esa mitad de segundo en que la mirada de Derek estuvo pasando de mi reflejo del espejo hacia la calle, supe qué tenía que hacer. Al final de la calle, habría un contenedor de basura. Tenía que creerlo. Estaba allí; vislumbré en mi propia mente las esquinas corroídas por el óxido y la pintura verde resquebrajándose fuera del metal. Vislumbré la puerta medio abierta, la oscura sombra que la escasa luz hacía que proyectara. El segundo pasó, y Derek presionó el freno con rapidez. Frente a nosotros la carretera estaba vacía.

Abrí la puerta del auto, saliendo de inmediato.

–Lo encontraré yo misma.

Lo único que hice fue largarme de allí con la mayor velocidad posible, aunque sabía que si de hecho hubieran querido seguirme, habrían podido sin ningún obstáculo. Cuatro súper-olfatos—suponía que Peter todavía era hombre lobo—serían imposibles de evitar. Sin embargo, cuando me dí cuenta de que casi había llegado al límite del bosque y no estaba completamente segura de dónde me encontraba, supe que nadie me seguía.

Saqué mi celular, tomando respiraciones profundas. Recorrí en mi mente todas las cosas que debía hacer para no entrar en pánico, buscando el único número que creí que podría ayudarme: el de Spencer. Sin embargo, antes de que presionara llamar, la pantalla cambió, mostrándome que ella me estaba llamando a mí.

Me pregunté cuándo se había transformado en mis primeras opciones en caso de una emergencia.

–Estaba a punto de llamarte –farfullé, con mucho menos aliento del que creía tener.

Lo sé. Tuve una... –se detuvo en la mitad de su frase, como solía hacer cuando no podía adivinar la palabra que buscaba con suficiente rapidez–. Corazonada. ¿Qué sucede, fille?

–Todo se fue al demonio. Otra vez. Estoy en la mitad de la nada, Gerard amenazó con matar a alguien y Jackson está muerto, Stiles ha desaparecido, Peter ha vuelto de la tumba, Scott se está comportando como un completo imbécil y yo no sé—

Ariel, para. Cállate un segundo, porque no entiendo qué merde dices cuando hablas tan rápido. ¿Dónde estás?

–En algún lado. No lo sé. Cerca del bosque.

Eso no me es de ninguna ayuda. Envíame tu ubicación y te diré como acercarte hasta mi casa. Si estás lejos, iré por ti.

No le vi el sentido a discutir ni preguntar nada. Estaba aceptando ayudar sin ninguna objeción, y era lo mejor que podría esperar. Activé el GPS en mi móvil y le envié mi ubicación por mensaje. Me explicó momentos después que no estaba ni lejos ni cerca; lo suficiente para que pudiera llegar y encontrarme con ella en el camino que se dirigía a su cabaña, sin perder los nervios por milésima vez.

Las calles completamente vacías y silenciosas me ponían los pelos de punta. No conocía la zona por la que estaba casi trotando, y el bosque oscuro del otro lado no ayudaba. No importaba que mi visión nocturna me permitiera discernir las sombras. Estaba volviéndome loca, preguntándome qué demonios haría. Ahora creía saber qué había sentido Stiles cuando yo había desaparecido. Mi corazón parecía tan hundido en mi pecho, la incertidumbre me carcomía, la mitad de mis respiraciones eran temblorosas. Y estaba sola.

Cuando llegué a donde Spencer me había indicado, ya tenía un plan. Demasiado improvisado y estúpido, pero era lo mejor que se me ocurría. Gerard había amenazado con matar a alguien si no le dábamos a Derek, y si ahora Jackson estaba muerto, no quería pensar en qué podría haberle ocurrido a Stiles. No podía. Así que, por más que no hubiera oído nada de Allison en más tiempo del que creía haber pasado desde que la conocía, iría a buscarla. Ella me ayudaría. No importaba que se hubiera aparecido en la comisaría esa horrible noche y hubiera actuado tan extraño. No me importaba tampoco que eso no me diera una buena espina, para nada. No tenía una idea mejor.

Encontré a Spencer a medio camino, en toda su vestimenta habitual: pantalones negros, botas enormes, y una especie de capa con capucha que la cubría. Me sorprendió no ver su ballesta colgando de su espalda.

Sus ojos grises me escrutaron de inmediato. La cicatriz que cruzaba su ojo izquierdo enfatizaba su expresión contrariada.

–Puedo sentir tu nerviosismo a kilómetros. ¿Qué es lo que sucede?

Abrí la boca para decirle todo lo que no me había comprendido antes. Sin embargo, mi teléfono comenzó a vibrar en mi mano, y la melodía familiar llenó el silencio del bosque.

El Sheriff me estaba llamando.

Oh, no.

–¿Hola? –Atendí, con la voz estrangulada.

Hey, Ariel. Estoy bien, sé que debes estar—

–Oh, Dios.

Stiles. Sentí como si el alma me hubiera vuelto al cuerpo. Tardé unos segundos en reaccionar, en los que Spencer se cansó de no comprender nada y me quitó el teléfono de las manos.

–¿Quién eres? –le gritó al teléfono. Su acento francés se marcaba más de lo normal cuando estaba enfadada. Después de escuchar la respuesta, dijo una serie de palabras en su lengua nativa que, por como las mascullaba, estaba segura de que eran insultos.

Me tendió el teléfono, poniendo los ojos en blanco.

–¿Qué ha pasado? –mi voz casi era un grito–. Stiles, ¿Dónde demonios te has metido? ¿Gerard te hizo algo?

No me ha pasado nada malo. Eso es lo importante, ¿Bien?

Él sonaba extraño. Eso fue suficiente para que todo el nerviosismo regresara a mi sistema con el doble de fuerza. –¡No, Stiles, no está bien! ¡Dime qué te ha pasado! ¿Por qué me llamas desde el teléfono de tu padre? ¡Casi me muero del susto!

Okey, okey, Ari, cálmate. Mi teléfono se quedó sin batería, por eso estoy llamándote desde aquí. No lo pensé realmente. En serio, estoy bien.

Tomé una inspiración profunda, cerrando mis ojos un momento. –¿Dónde estás?

En casa. ¿Dónde estás tú?

–Iré para allá. No desaparezcas de nuevo, por favor.

Corté la comunicación, porque mi control se estaba evaporando de mi cuerpo una vez más.

Stiles estaba bien. Me repetí eso una y otra vez. Spencer tomó mi brazo sin decir palabra, comenzando a llevarme por el camino del bosque casi completamente a oscuras.

–Dónde...

–Tengo que decirte algo. –Aseguró su agarre en mi muñeca–. Y mejor que no estemos en medio del bosque cuando lo haga.

Por más que quería discutir, su tono era demasiado tajante y determinado para poder negarme realmente. No se me ocurría qué debía decirme que era tan importante, que no me hubiera dicho ya. La intriga estaba tomando paso ligero contra la preocupación, y en cuanto llegamos a su casa, ya se me habían ocurrido mil cosas. Ninguna de las cuales, estaba convencida, se acercaría a lo que me quería decir.

Me dejó en medio de su living, donde me quedé buscando los interruptores para encender las luces. Spencer estaba más acostumbrada a la oscuridad que yo, claramente. Escuché como movía algunas cosas de la cocina, mientras me quedé parada como una idiota junto a un sillón, sin saber qué hacer con mis manos. Alrededor, el living repetía la misma decoración que había en toda la cabaña: miles de plantas, cuadros, y libros apilados. Todavía no se me ocurría como demonios se había arreglado para tener tantas cosas, porque desde luego no se había traído todo eso desde Francia. Hice una nota mental de preguntarle en algún momento en que no todo fuera una locura. Si es que sobrevivíamos.

Regresó un rato después, llevando dos tazas humeantes en la mano. Me pasó una de ellas con una clara orden de que lo tomara.

–¿Me trajiste hasta aquí para que tome otro de tus tés extraños?

–Cállate y tómatelo.

No entendía su obsesión con el té, pero le hice caso de cualquier modo. Sorbí un poco, haciendo una mueca de inmediato porque no tenía azúcar. Ella me ignoró, sentándose sobre el brazo del sillón más próximo.

–¿Qué tiene esto? –Pregunté, porque la situación era demasiado extraña y el silencio la hacía peor.

–Té verde con melisa, tilo, manzanilla, cedrón, menta y pétalos de rosa.

No supe qué demonios responder. Seguí tomando del té, esperando que comenzara a hablar, pero lucía demasiado concentrada en sus propios pensamientos. Juraba que cuanto más tiempo pasaba con ella, más rara me parecía.

Cuando transcurrieron cinco minutos—o una hora, la verdad era que mi reloj interno ya estaba fuera de servicio—me harté. Dejé la taza sobre la mesa junto a donde ella estaba sentada, y estuve lista para comenzar a hablar. Spencer, sin embargo, alzó una mano antes de que dijera algo, apoyando también su taza a un lado.

–Hay algo que no te he dicho, sobre nosotras. Sobre las Ondinas, y... y en lo que nos podemos transformar.

Mordí mí labio con fuerza. Vamos, había veces que tardaba en comprender ciertas cosas—pero no era estúpida. Spencer no me había aclarado qué la había llevado a perder el control y desencadenar aquella transformación que la había cambiado tanto. Pero sabía que algo no me había dicho, que había evitado en especial. Y comprendía que por algo lo había hecho.

No me esperaba, sin embargo, que eligiera aquel momento para contarmelo.

–Escucha, te repito que mantengas la calma todo el tiempo porque... debes tener cuidado, Ariel. Nosotras no vamos bien con...

Frunció el ceño. Evidentemente no encontraba las palabras correctas, y me estaba poniendo ansiosa otra vez.

–Algunas leyendas sobre las sirenas, cuentan que hacían naufragar a los barcos con su canto y belleza. ¿Has oído alguna vez sobre eso?

Encogí un hombro, negando con la cabeza. La verdad era que todo lo que sabía sobre sirenas me lo había enseñado la película de Disney. Nunca había tenido curiosidad por ellas, a causa del tormento que había pasado en el colegio cuando era chica, gracias a las burlas incesantes por mí nombre.

–Esas leyendas dicen que ellas atraían y seducían a los marineros para hundirlos hacia su reino y devorarlos. Eso realzaba su belleza y juventud.

Fruncí el ceño, negándome rotundamente a aceptar los pensamientos que cruzaban mí mente. Negué con mi cabeza una y otra vez. –No. No. Spencer, ¿por qué me cuentas esto?

–Esa parte de la leyenda proviene de las Ondinas. Cuando atacamos a alguien, cuando nos alimentamos de un humano, nuestra conciencia cambia. Podemos perder eso que nos hace humanas. Cuanto más lo hagamos, más difícil es detenernos. No creo en el concepto del alma, pero comprendo por qué la leyenda que mi madre siempre me ha contado dice que una Ondina, tarde o temprano, perderá la suya. Y cuando eso sucede, nos transformamos en una...

–Detente. Detente.

Spencer suspiró levemente, haciendo una mueca que no pude... oh, Dios. Ahora comprendía. Comprendía ese instinto que tenía, que reaccionaba de modo extraño, que me hacía saber la debilidad de una persona, que me susurraba que no podrían contra mí, que anulaba el dolor físico cuando luchaba contra alguien.

Comprendía el frenesí que había sentido cuando Derek me había enfrentado. Cuando Isaac y el Kanima me habían enfrentado. Comprendía por qué no me había querido detener.

–¿Atacaste a un humano? –Farfullé, quitándome el pelo del rostro y sosteniéndolo en un puño– Lo hiciste, ¿Verdad? Por eso casi te transformaste. Por eso me vigilabas, por eso dijiste que si mataba a alguien te encargarías de mí.

–La sensación de estar a punto de convertirme en una de esas cosas es algo que no podré olvidar nunca. En cuanto me dí cuenta de qué eras...

–¿Qué demonios quieres decir con eso, Spencer? No tengo idea de qué hablas. No soy débil. Puedo tener problemas manteniendo el control, pero—

–Escúchame bien. Cuando llegas a ese punto, es imposible luchar contra aquél sentimiento. Sólo dejarte llevar, olvidarte de todo; las emociones, la confusión, aceptar ese maldito instinto y dejar que te posea. Es demasiado poderoso. Demasiado liberador. No tienes idea de lo increíblemente fácil que es transformarse en el monstruo que todas las leyendas dicen que somos.

No supe cómo reaccionar. No creía que había modo de hacerlo, más que quedarme allí sintiendo un poderoso escalofrío recorrerme.

–¿Por qué me estás diciendo todo esto ahora?

Ella juntó sus manos en su regazo, mirándolas fijamente. Era el primer gesto tímido que la veía hacer. –Porque tú... tu empatía es muy poderosa. No me fue difícil descubrirlo. No sé por qué es así, pero creí que eso haría más difícil que puedas sucumbir a la maldición. Yo siempre tuve problemas con las emociones, comprendiéndolas, incluso experimentándolas. Por eso me fue tan fácil dejarme ir. Pero sin el control, Ariel, no tendrás ninguna ventaja.

Sostuve su mirada fría, preguntándome a qué quería llegar. Había más que no me decía. O quizá, alrededor de Spencer, siempre creería que algo escondía, que había algo más que descubrir. Fuera como fuese, por más que sus palabras todavía reverberaban en mí, aquél no era un buen momento. Demonios, nunca sería un buen momento, pero no tenía lugar en mi mente para pensar en el desastre en el que me había convertido. Ella también sostenía mi mirada, dándome la sensación de que quería inspeccionar mi mente minuciosamente, como si yo también guardase secretos.

Suspiré, y parpadeamos al mismo tiempo.

–Tengo que irme. Vine aquí para pedirte ayuda, pero la crisis inicial pasó a otra cosa. Si no quieres—

–Vámonos.

Se levantó del sillón, dirigiéndose hacia la puerta sin decir nada más. La seguí, preguntándome si en algún momento me acostumbraría a ella. La respuesta era obvia.

Una vez cerró la puerta, caminó rodeando la cabaña, entre los arbustos de una planta que no conocía. El bosque estaba mayormente silencioso, con sólo unos grillos lejanos haciéndose notar. Hasta nuestras suaves pisadas sonaban lejanas.

Parpadeé, dándome cuenta de que mi visión nocturna, de algún modo, estaba más... nítida. Mi nerviosismo había disminuido. Fruncí el ceño, buscando en mí el usual cansancio que no me había dejado durante un buen tiempo. Me sentía enfocada, alerta.

Algo definitivamente no era normal.

–¿Qué demonios le has puesto a aquél té?

Spencer dobló la esquina hacia la parte de atrás de la cabaña, donde había un pequeño cobertizo. Bajo éste sólo había una silla, y algo oculto bajo una manta. Me echó un vistazo con una diminuta sonrisa. No creía haber visto antes aquél gesto en su rostro, y tampoco creía que significara algo bueno. Estuve a punto de dar un paso hacia atrás.

–Entonces lo sientes, ¿Eh?

Tomó la manta, sacándola con un rápido movimiento. Lo que fuera que había esperado, el destello del metal y pintura negra no se acercaba ni por asomo. No sabía nada sobre motos, pero allí definitivamente había una.

Spencer, ¿Qué demonios? –mascullé, fulminándola con la mirada. Estaba comenzando a hartarme de sus sorpresas.

–Tranquila, fille. El té sólo tenía lo que te dije, con un extra. No te he drogado. Puedes agradecerme luego, porque necesitaremos ese extra. Ahora, súbete.

Aquella moto no parecía lo suficientemente grande para llevar a dos. Sin embargo, era intimidante. No me hubiera imaginado a Spencer con una, pero una vez estuvo al volante, era evidente que le iba como anillo al dedo. Me tomé un minuto en el que la inspeccioné con el ceño fruncido, esperando que me dijera algo sobre lo que me había dado. Su respuesta, como era de esperarse, no fue más que un gesto desdeñoso. Me subí detrás de ella con un gruñido, sosteniéndome de donde podía. Hubiera sido perfecto que mi cuerpo no se pegara al suyo por completo una vez me subí detrás de ella, pero la alternativa que me quedaba era caminar.

De cualquier modo, no tuve la opción de dudar. Apenas me senté, Spencer arrancó la moto con un gran estruendo, y salimos disparadas de inmediato hacia la salida del bosque.

Fuera lo que fuera aquél extra del té de Spencer, sin eso, mi corazón hubiera estado desbocado al llegar a casa de Stiles. Ninguna de las dos había usado el casco reglamentario y, si no hubiera sido por eso, probablemente nos hubieran arrestado a ambas por ir a tal velocidad. Sabía que estaba mal, pero ya había hecho una lista mental de nunca volver a subirme a la moto de Spencer, por más que la alternativa fuera cruzar un bosque embrujado con un cartel de neón colgando encima de mi cabeza que dijera cómeme.

Apenas se había detenido frente a casa de Stiles—ni siquiera me iba a preguntar cómo era que sabía que vivía allí, fuera al lado de mi casa o no—, me había bajado sin decir palabra. Si, como ella decía, podía sentir mis emociones sin siquiera tocarme, pues tendría una aproximación de lo que pensaba en aquél momento. Y podría haber jurado que estaba satisfecha, sin ninguna intención de esconder su sonrisa petulante.

Lo que sí me estaba preguntando era cómo había pasado de temerle, a subirme a una motocicleta con ella. Tenía que meditar sobre mis decisiones.

Me dirigí directo hacia la puerta de la casa de Stiles, notando gracias a la patrulla estacionada que su padre estaba allí. Desde aquel lugar, podía ver que mi casa estaba mayormente a oscuras, a excepción por las lámparas exteriores. Al menos el mío todavía seguía trabajando, como siempre.

Sentí la presencia de Spencer detrás de mí, en cuanto toqué el timbre. Y apenas el Sheriff abrió la puerta, dándome la bienvenida con una sonrisa sorprendida, para luego observarla con algo que no era más que desconfianza, caí en cuenta que no tenía ninguna explicación sobre ella. Ni por qué iba por allí como si la hubieran sacado del juego Assassins Creed.

–Hola. Ella es, uhm... ella es... Sabrina. Una amiga de Francia.

Sabrina. ¿En serio eso era lo mejor que se me había ocurrido?

Bonjour. –murmuró ella, exagerando su acento.

–Casi no habla otra cosa que francés. –Me apresuré a decir, temiendo lo que podría decirle al sheriff.

Él se movió hacia un lado de la puerta, invitándonos a pasar con un gesto de la cabeza. Su expresión había pasado de desconfiada, a extrañada. –¿Sabes hablar francés, Ariel?

Tomé el brazo de Spencer, entrelazándolo con el mío para mantenerla a mí lado. –No mucho, pero te sorprendería lo fácil que es comprendernos. ¿No es así, Sabrina?

Je vais te tuer. –respondió alegremente, dándole un apretón a mí brazo. Viniendo de ella, estaba segura de que había sido algún tipo de insulto.

El Sheriff le sonrió, como si no supiera qué más hacer. Pues éramos dos. –Okey. Stiles está en su habitación, y su amiga, Lydia, ha llegado un poco antes que ustedes.

Mi sonrisa educada estuvo a punto de desvanecerse. ¿Lydia? ¿Qué demonios hacía Lydia allí?

Arrastré a Spencer hacia las escaleras. Mi sentido de alerta no hacía más que evolucionar, junto con otros más. Podía oír la voz de ella, incluso antes de terminar de subir. Estaban discutiendo.

Abrí la puerta de la habitación, en el momento justo en que Lydia hacía lo mismo. Lo primero que advertí es que estaba llorando, y ni siquiera me hizo falta tocarla para notar sus emociones. Por más que mi propio nerviosismo, preocupación e incertidumbre estuvieran enmudecidos, nada me impidió sentir lo mismo que ella. Apenas me dirigió un vistazo, casi sin reparar en Spencer, antes de salir velozmente de la habitación. Lo único que quise hacer fue seguirla, pero el brazo de Spencer me lo impidió. Segundos después escuché la puerta de entrada abrirse y cerrarse de un golpe.

–Es mejor que no la toques. –La voz con el insolente acento francés me hizo reaccionar.

Stiles estaba a punto de tomar mi mano libre, frente a mí. Apenas noté su rostro, el instinto que solía ir en contra mío, eligió ponerse furioso. Eso era una emoción que había logrado aparecer en mi interior. Un corte cruzaba su labio inferior, y su mejilla izquierda estaba hinchada, enmarcada por un gran hematoma de todas las gamas del morado.

–¿Y quién eres para decirme si puedo tocarla o no? –farfulló, lanzándole una mirada irritada a Spencer.

–Escucha, branleur, estoy segura que no quieres a una Ondina yendo a cometer un asesinato a quien sea que te haya golpeado.

–¿Qué ha sucedido?

Mi propia voz sonó... rara. Ella me llevó hacia dentro de la habitación, soltándome para cerrar la puerta y apoyarse sobre ella. Evidentemente, lo hacía para evitar que nadie saliera. O entrara. Me giré hacia Stiles.

–Ariel—

¡Ariel, nada! Dime. Qué. Ha. Pasado.

El movió sus manos, acercándose hacia mí, pero se detuvo a medio camino. Parecía que estaba considerando lo que le había dicho Spencer. Abrió la boca para decir algo, sin embargo, nuevamente se detuvo. Entrecerró los ojos, inspeccionándome con fijeza. –Luces extraña. ¿Qué...?

¿Yo luzco extraña? ¿Es que no te has visto al espejo? ¿Quién demonios te ha golpeado?

Stiles negó con la cabeza, sin despegar su mirada de mi rostro. –Creo que ambos sabemos quién. Pero ya está hecho, y tenemos otros problemas ahora. Así que deja de—okey, Ariel, ¿Qué les sucede a tus ojos? Están negros. Los de ella también. ¿Qué han hecho?

–Le he dado algo para que dejara de volverse loca porque has sido lo suficientemente estúpido para desaparecer. –Spencer comentó, cruzando sus brazos.

Ahora quien lucía como si fuera a asesinar a alguien era él. Se acercó a Spencer sólo un paso. –¿Has drogado a mi novia?

Ella se enderezó, lista para reaccionar. –No, imbécil. Sólo es un alga que...

–¡Dejen de discutir! –Chillé, olvidándome de que el Sheriff estaba abajo y podría oír–. Estoy perfectamente. Ahora necesito saber algo de todo esto. ¿Qué ha sucedido con Lydia? ¿Qué demonios está pasando?

–Lydia vino... quería saber sobre Jackson.

–¿No queremos eso todos? –Solté un bufido, rodando mis ojos. Quizá, en otras circunstancias, me hubiera sentido culpable al decir eso. En el momento sólo sentía una extraña... indiferencia.

–No, Ariel, no entiendes. Lydia sabe. No me dijo qué, sólo dijo partes y pedazos. Y cree que puede ayudarlo.

Otra vez, quizá debí haberme sorprendido. En cierto modo, lo estaba; una parte de mí que todavía se aferraba a cierto sentido reacio a lo sobrenatural..., o quizá, a la normalidad. Sin embargo, Lydia había sido mordida por un alfa. Desde que el Kanima había aparecido, todos los problemas que vinieron con él habían opacado el problema con Lydia. O, mejor dicho, la falta de problema.

–¿Quién es ella? –demandó Spencer, todavía parada sobre la puerta como una estatua.

Por más que sospeché que ella ya sabía algo, le expliqué de todos modos. No entré en detalles innecesarios, sólo le expliqué quién era. Y que solía estar con Jackson. Por más que no demostró mucha reacción, intuí que algo estaba maquinando en su mente. No estaba enteramente segura de querer saber qué.

–Okey. ¿Y qué le dijiste? Porque salió de aquí hecha una furia.

Stiles se dejó caer sobre la silla de su escritorio, mordiendo el lado de su labio que no estaba lastimado. –Creo que reaccioné un poco... bruscamente. No fue mi intención. Y se fue de aquí diciendo que lo encontraría ella misma.

–Pero él está... debe estar en la morgue del hospital. –Fruncí el ceño, comenzando a pensar que había más cosas sucediendo que no teníamos idea–. Lo último que supe de él, es que estaba muerto. Por todos los... ¿Qué es lo que está pasando?

–Creí que tú sabías.

–Stiles, lo único que sé es que Scott ha estado actuando como un imbécil y literalmente tuve que escaparme del auto de Derek para ir en tu búsqueda. No tengo idea de en dónde están. ¿Has hablado tú con él?

–Le avisé que me encontraba bien luego de llamarte a ti. No me dijo mucho, creo que estaban en el medio de algo.

Saqué mi teléfono, tomando una respiración profunda. –Pues ahora tendrá que decirnos, no me importa si está luchando contra una horda de cazadores o lo que sea.

La charla con Scott no trajo más que peores noticias de las que habíamos esperado. Jackson no había muerto, por supuesto que no. Lo que habían descubierto, es que estaba evolucionando. A una criatura aún peor, de la cual Scott se guardó los detalles. Isaac y él sacaron su cuerpo del hospital, y lo estaban llevando hacia la fábrica abandonada en donde Derek y su manada se había estado escondiendo. Lo mejor de todo había sido la última adición al equipo salvemos a Jackson. El padre de Allison. Según Scott, había advertido finalmente que Gerard era un psicópata, pero no había entrado en detalles sobre eso, tampoco.

Así que, el plan era que necesitábamos a Lydia. Apenas explicó por qué, jurando que nada iba a sucederle. Llegados a aquél punto, nos quedábamos sin opciones, y no había encontrado con qué argumento negarme. Por más que nadie lo dijo, todos sabíamos que aquél plan tenía demasiadas cosas que podían salir mal.

–Si ella estaba con él, deben tener una unión emocional, un vínculo, algo importante. Tu alfa debe saber eso. –Spencer comentó, como si estuviera pensando en voz alta–. Quizá ayude. Pero si está evolucionando, es una baja posibilidad que—

–Por más que sea una baja posibilidad, es lo que tenemos. –Stiles le interrumpió–. ¿Ayudarás, o estás aquí para decir lo obvio?

No le vi el sentido de decir nada. Spencer se limitó a observarlo como solía hacer con casi todo el mundo: como si fuera un insecto. –Lo haré. Pero no olviden por qué estoy aquí. No dudaré en matar al Kanima si ataca a alguien inocente.

–Okey. Okey, todo esto es una locura. –dije, negando con la cabeza–. Necesito mis cuchillos.

Luego de que Stiles le dijera alguna excusa a su padre, los tres fuimos a mi casa, que continuaba desierta. No perdí el tiempo; no podía arriesgarme a que mi padre llegara de improviso. Sin embargo, una vez ajusté el cinturón a mi muslo para guardar allí los cuchillos que todavía tenía escondidos, cuando busqué la Glock que mi padre me había dado hacía mucho tiempo atrás, no pude evitar pensar en lo sucedido la última vez que me había preparado de ese modo. Las pesadillas habían dimitido, sabía que sólo fue un accidente, y aun así la imagen de la flecha atravesando mi cuerpo todavía persistía, viva en mi mente.

Pero ahora yo era más fuerte. Por más que, siendo honesta, no fuera exactamente tranquilizante, tenía a Spencer cuidándome las espaldas. Y también tenía a Stiles con mi set de estrellas ninjas, como no paraba de llamarlas, las mismas que le había dado la última vez. Fuera lo que fuera a suceder, de un modo u otro, aquella noche terminaría el asunto del Kanima. Sólo esperaba que, para variar, no se fuera todo al infierno.

_____________________

Heeello, my darlings. No me morí, sigo viva, por si alguien lo estaba pensando (no me odien) LA COSA ES QUE, este es el anteútlimo capítulo, y el que sigue, más el epílogo, seguro lo subo en un par de horas, o mañana. Depende. Así que, eso. Espero que les haya gustado el cap, que comenten y voten etc etc. Les dejo con el edit♥♥♥

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