outlasted spirit ⋄ stiles sti...

Od eternitear

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Teen Wolf no me pertenece, ni ninguno de sus personajes, sino a Jeff Davis, MTV, etc. Con la única excepción... Viac

Prólogo.
1. "Alternación"
2. "Fracaso"
3. "Desconocido"
4. "Impulsos"
5. "Poder"
6. "Sensación"
7. "Instinto"
8. "Abominación"
9. "Control"
10. "Confianza"
11. "Ilegal"
12. "Delincuente"
13. "Ironía"
14. "Sospecha"
15. "Sometida"
16. "Evidencia"
17. "Oportunidad"
18. "Vulnerable"
19. "Secretos"
20. Parte 1, "Espejismo"
20. Parte 2, "Dorée"
20. Parte 3, "Profundidad"
21. "Realidad"
22. "Expuesto"
24. "Adversidad"
25. "Determinación"
26. "Retribución"
Epílogo
Nota de la autora y próximo libro.

23. "Ilusión"

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Od eternitear

Playlist:

Legal Tender - Handsome Furs

Emergency - Paramore

Lovely - Billie Eilish ft. Khalid

Things We Lost In The Fire - Bastille

Trouble - Cage The Elephant

________________

"Siento tanto que a veces es difícil para mí sentir algo en absoluto." —Mary Kate Teske.

Scott se echó sobre mí, empujándome debajo de un escritorio, en el mismo momento en que una lluvia de balas comenzó a cubrir la oficina.

Me sentí a mí misma gritar y a Scott tapando mi boca. Mi garganta dolía, mis oídos dolían, todo a nuestro alrededor estaba siendo golpeado por las balas que parecían ser infinitas hasta que, tan repentinamente como comenzaron, se detuvieron. Scott y yo nos observamos durante una milésima de segundo; hasta que escuchamos un click metálico. Apenas a un metro de nosotros se hallaba algo que no logré reconocer en la oscuridad, que comenzó a expulsar humo.

Tiré de él hacia mí, al hueco del escritorio, tapando la mitad de mi rostro con el cuello de mi camiseta. Pronto no podía ver absolutamente nada y mis ojos ardían, pero Scott no me permitió entrar en pánico. Sentí como tomaba mi brazo, tirando de mí para que me levantara.

No me dí la opción de hacer otra cosa más que seguirle, tambaleándome a ciegas. Corrí, haciendo lo que podía para no comenzar a toser, hasta que cruzamos una puerta hacia otro lugar donde el humo no había llegado. Me eché al suelo de rodillas, apoyando mis manos en las baldosas frías, tomando todo el aire que podía. Frente a mí, Scott golpeó a Jackson, estrellándolo contra algo que no distinguí, lanzándolo al piso. A mi lado, Stiles y Derek me observaban con la misma expresión. Stiles me decía algo, pero no lograba comprender sus palabras, ni me molesté en hacerlo. Tomé uno de sus brazos, tirando de él hacia arriba con toda la fuerza de la que era capaz, hasta que Scott regresó a ayudarme. Cuando quise ayudar a Derek él negó con la cabeza, gritándome algo y comenzándose a levantar con dificultad.

Mascullé una maldición, o al menos creí que lo hice, afianzando el brazo de Stiles en mi cuello. Lo arrastramos por los pasillos, atravesando el humo hacia donde fuera que Scott nos dirigía, alejándonos de Jackson que no había tardado en recomponerse e iba tras nuestro con demasiada determinación. Yo intentaba cerrar con fuerza todas las puertas que encontraba en cuanto las cruzábamos, trabando las que podía, y él las destrozaba con un simple golpe.

–Scott, esto no está funcionando, tenemos que—

–Lo sé. ¡Vamos!

Apuró el paso aún más, guiándose de algún modo entre la oscuridad. Oscuridad. Mi visión nocturna estaba fallando terriblemente por una razón que desconocía. Pero no—no quería saber que pasaba. Me enfoqué en sostener a Stiles y correr, esquivar los muebles de la comisaría, y no toser, hasta que llegamos a un minúsculo cuarto casi vacío con una puerta de metal que prometía ser lo suficientemente sólida.

Dejamos a Stiles sobre un banco, y tomé su rostro para que pudiera observarme, buscando cualquier rastro de heridas.

–Estoy bien. –articuló. Vi en su mirada que lo único que deseaba hacer era moverse, hasta que noté que Scott estaba a punto de irse.

¿Qué demonios crees que haces? –Me aferré a su brazo, impidiendo que se moviera–. ¿¡Estás demente?!

–Allí fuera está mi madre, Ariel.

–Mi papá. –Agregó Stiles. Regresé a observarlo, entendiendo lo que querían decir, pero no lograba pensar racionalmente.

Acababan de dispararnos.

–Scott, no puedes ir ahí afuera, no—

–Ve con él. –me pidió Stiles, indefenso–. Vayan. Sáquenlos de las celdas.

–No pienso dejarte aquí—

–Ariel.

Me tragué mis propias palabras. Scott no podría solo ahí fuera. No si estaba el kanima, Matt, y quien demonios sabe qué más con semejante poder de armas. Si los Argent habían decidido unirse, estábamos perdidos. Dentro, o fuera.

–Quédate aquí. –le ordenó Scott. Stiles le lanzó una mirada exasperada–. Sabes lo que quiero decir. Regresaremos de inmediato. No dejaré que nada le pase.

Me dí cuenta de que todavía aferraba el brazo de Scott cuando me sentí impulsada hacia adelante. Lo seguí por el laberinto de pasillos a oscuras medio cubiertos de humo, pero nuestra carrera no duró mucho. Nos vimos obligados a detenernos de golpe, ya que Allison había aparecido repentinamente, y nos apuntaba con una ballesta.

¿Allison? –La pregunta de Scott igualó mis pensamientos.

Ella iba vestida completamente de negro. Podía ver a simple vista cuchillos en su cinturón, en un arnés de la pierna, y seguramente tendría más escondidos. Un arma colgaba de su costado. Pero nada fue tan extraño como verla con aquella expresión seria, casi... letal.

–¿Dónde está Derek? –nos demandó. No, ni siquiera me estaba observando. Su voz no parecía la misma.

Gracias a mi mano sobre el brazo de Scott, pude sentir un arranque de su propia incertidumbre. –¿Qué estás haciendo?

–Si no vas a decirme, entonces sal de mi camino. –Ella seguía apuntándonos, sin titubear. Sin parpadear. No había ningún rastro de duda en su postura. Aquello no tenía sentido.

–¿Allison...?

Ella alzó la ballesta hacia arriba, fulminándolo con la mirada. –¿Dónde está?

¿Qué ha sucedido?

Allison regresó a apuntar, esta vez sólo a él. Sentí dolor repentino, el dolor incrédulo que estaba experimentando él.

–Scott, necesitas mantenerte lejos de mi ahora. Necesito irme. ¡Aléjense de mi camino!

Pasó junto a nosotros sin dirigirnos otra mirada, desapareciendo con rapidez y facilidad. Parpadeé, soltando a Scott, negándome a sentir lo mismo que él. Era demasiado, como si estuviera violando su intimidad. Y tampoco podía soportarlo. Porque también había sentido cómo mi propio pecho se encogía sobre sí mismo al ver a mi mejor amiga apuntarme con una ballesta y hacer de cuenta que era una enemiga, una desconocida. La misma que se había arriesgado a sí misma y había ido a por mí al lago la noche anterior, en luna llena.

–Scott, tenemos que seguir. –dije, para silenciar mis propios pensamientos–. Hay que ir.

El echó a correr de inmediato, comenzando a dar órdenes al instante. Me dijo que lo siguiera de lejos, así podía darme alguna señal en caso de que algo malo sucediera. Luego me envió hacia otro pasillo, que se dirigía a la misma celda a la que íbamos, para que los dos llegáramos por diferentes lugares, en caso de cualquier cosa. No entendía completamente en lo que estaba pensando, pero no me atreví a discutirle, por más que el separarnos me diera un mal presentimiento.

Me di cuenta de que estaba en lo cierto cuando llegué a las celdas. Algo me tomó desde atrás.

Lo siguiente que supe es que varias corrientes de dolor atacaron mi cuerpo, obligándome a echarme al suelo con fuertes sacudidas. Todos los músculos de mi espalda se contrajeron, y respirar pasó a ser increíblemente difícil. Mi vista se desdibujó unos momentos, en los que apenas logré ver a Matt dirigiéndose hacia delante... con un taser en la mano, echándolo al suelo. Golpeó el rostro del Sheriff con velocidad, noqueándolo en el acto.

Mis brazos se cerraban sobre mi cuerpo sin ningún permiso. Intenté obligarme a dejar de retorcerme, pero el dolor paralizante de la electricidad todavía recorría mis extremidades y me costaba moverme.

Lo único que logré hacer fue quedarme junto a la pared, y observar hacia otra puerta, deseando que Scott llegara. Que llegara quien sea. Que todo se detuviera de una maldita vez.

Quien vi, sin embargo, fue a Stiles.

Stiles, quien todavía estaba paralizado, pero se había arrastrado hasta allí de algún modo. Su mirada iba de su padre a mí frenéticamente. Su rostro estaba contorsionado, y podía ver lágrimas corriendo por sus mejillas.

Estuve a punto de rendirme. No podía soportar aquello, no podía continuar viendo ni soportar el dolor carcomiéndome gracias al maldito taser, era... todo era demasiado. Demasiado.

Creí que iba a ahogarme en mi propia miseria cuando un fuerte rugido me hizo reaccionar. Supe de inmediato que el que había llegado no era Scott, sino Derek. Quien se lanzó de inmediato contra Matt, estando a punto de atacarlo. Pero el Kanima lo defendió a tiempo.

Mandé al demonio mis músculos contraídos, empujándome a mí misma para levantarme, e ir al otro extremo del lugar hasta donde había visto a Stiles. Evité la pelea, evité mirar hacia el Sheriff, evité la mirada inquisitiva y aterrorizada de la madre de Scott detrás de las rejas.

Pero cuando llegué a Stiles, no logré detenerme.

Apenas pude verlo, tocar sus mejillas húmedas, cuando salí de allí con una desesperación que no creía haber sentido antes. Regresé a donde habíamos estado antes, o eso creía que hacía. No importaba, sólo sabía que tenía que llegar, que tenía que hacer algo para detener toda aquella locura.

Casi me eché a llorar cuando volví a la oficina medio destrozada por las balas, y mi defectuosa visión nocturna me permitió distinguir el celular de Scott. No sabía qué buscaba exactamente con mis manos temblorosas, no podía recordar ningún número, la batería estaba a punto de morir, y creí que nada podía ir peor hasta que un nombre llamó mi atención en la lista de contactos. Spencer.

Marqué llamar, sin pensar en otra opción. Sin siquiera preguntarme cómo tenía su número, ni si sería una buena idea comunicarme con ella. En mi mente desesperada no había lugar para otra opción.

Si se demoró en responder, no supe. Pero nunca hubiera creído que estaría tan feliz de oír aquel insolente acento francés.

Connard. ¿Qué quieres?

–Spencer –Farfullé, esforzándome por lograr que entendiera algo de lo que decía–. Problemas. Hay problemas. Matt—el Kanima—los Argent—

Fille, arrête. ¿Dónde es el problema?

–La comisaría. Pero es... es... peligro—es peligroso. Nos han disparado. El kanima ha matado—

Merde. –Su claro insulto sonó genuinamente preocupado–. Escóndete y no te muevas de ahí. Iré enseguida.

Cortó la comunicación antes de que pudiera decirle algo más, pero de cualquier modo tenía el aliento atascado en la garganta. Ignorando lo que me había dicho, regresé sobre mis pasos, entrecerrando mis ojos cada vez que tenía que atravesar el humo que todavía no se dispersaba del todo. Lo único que estaba pensando era en Stiles, y que lo había dejado allí sin decir palabra.

Lo encontré casi a mitad del pasillo, medio sosteniéndose de la pared. El alivio fue visible en su mirada en cuanto aparecí, probablemente idéntica a la mía.


>>><<<

Cuando mis pesados párpados se abrieron, y observé mi alrededor, creí que todavía estaba soñando.

Me senté sobre el mullido colchón, cubierta de frazadas tan suaves que lo único que quise hacer fue seguir durmiendo. De hecho, estuve a punto de hacerlo, cuando mi mirada se posó sobre ella. Spencer. Y recordé todo lo que había sucedido.

Estaba sentada cerca de mí y de una ventana, sobre un sillón individual, sosteniendo un libro. Me había observado apenas desperté, y ahora estaba caminando hacia la puerta de la habitación antes de que dijera nada.

La habitación no era pequeña, pero estaba tan cubierta de cosas que lo parecía. Había muchas plantas, piedras semipreciosas de todos los colores aquí y allá, libros, cuadros con fotografías e ilustraciones cubriendo muebles, o directamente en el suelo. Y donde no había nada de eso, había velas. Todas encendidas, de distintos tamaños y colores, con la pequeña llama moviéndose sutilmente. La luz del techo, sin embargo, estaba apagada, y por la ventana sólo entraba un débil resplandor tenue, donde veía árboles medio ocultos por la fuerte lluvia. Alrededor había un suave aroma a incienso.

Spencer regresó un segundo después, llevando una gran taza humeante entre las manos. Me la tendió, subiendo a un extremo de la cama y sentándose en ella, cruzando las piernas como si fuera a meditar.

–Es té. Bébetelo. –me indicó con una voz suave pero muy autoritaria, al ver que observaba la taza con aire inquisitivo–. Has dormido más de doce horas.

–Yo...

Carraspeé, haciendo una mueca al oír mi propia voz que se asemejaba a la de una gallina afónica. Sorbí del té, agradeciendo la humedad en mi boca y el líquido caliente. Sabía raro, dulce, y dejó una pequeña sensación picante en mi garganta.

–¿Qué tiene?

Mi voz, por lo menos, sonó más como la mía. Spencer encogió un hombro, estirándose hacia el mueble tan cubierto de cosas. Tomó una taza parecida a la que yo sostenía, donde también veía té.

–Té negro, lavanda, menta, manzanilla, jengibre, y un poco de canela. Oh, y bálsamo de limón. También tiene azúcar. Lo he preparado yo misma, nada de ese té en bolsitas que la gente consume inconscientemente. Y hará que estés tranquila así lo quieras o no.

Lo único que logré hacer fue parpadear. Recordaba el estado en el que había llegado a su casa... más o menos, pero Spencer parecía algo hosca a la perspectiva de que estuviera sólo un poco ansiosa.

–No es que esté intentando doparte –explicó, como si pudiera leer mis pensamientos–. Es que tus sentimientos son muy ruidosos. Me pones ansiosa a mí.

Otra vez, simplemente parpadeé, confundida. –¿Ruidosos...?

–Tomate el té. Y luego llama a tu novio, me ha estado volviendo loca.

Continué esperando a que explicara aquello que acababa de decir, ignorando por completo la culpa que me atacó en cuanto mencionó a Stiles. No podía pensar en nada de lo que había ocurrido, no todavía. Sorbí del té, y hasta que no tomé una buena cantidad, no se dignó a hablar.

–No estoy segura de por qué puedo sentir tan... fuertes, tus emociones. Quizá es porque eres como yo. O quizá porque no puedo sentir las de los demás como antes... de cualquier modo, no estoy segura. Pero es molesto. –Sorbió de su té como si me estuviera contando lo que había hecho en la tarde.

Juraba que cada vez que abría la boca, mil preguntas nuevas aparecían en mi mente. ¿Había hablado con Stiles? ¿No podía sentir las emociones de las personas como antes, lo que sea que eso significara? ¿Qué hora era?

–¿Qué hora es? –la última duda ganó. Eché un vistazo a la ventana, pero seguía igual de lluvioso y nublado–. ¿Por qué has cubierto la habitación en velas? ¿No hay electricidad?

–Cerca de las cinco de la tarde. He encendido las velas porque me gustan. Y la electricidad tiende a fallar aquí cuando hay tormentas, así que prefiero no encender las luces más de lo necesario.

–Oh.

Tomé más del té, comenzando a pensar que Spencer era una bruja y aquélla era una especie de pócima, porque sólo había tomado la mitad, y el efecto era automático: por más que apenas hubiera despertado, sentía mis músculos relajarse, y mi mente menos... inquieta. Tendría que preguntarle los ingredientes de nuevo.

La estudié mientras se levantaba a buscar su libro y le ponía un señalador, antes de dejarlo sobre el sillón. Su pelo pálido estaba atado en una larga trenza, con unos cuantos clips sosteniendo mechones fuera de su rostro. Llevaba puesto algo tan normal que me hizo fijarme dos veces, tratando de asimilarlo; pantalones ajustados gris oscuro, un buzo enorme color marfil, e iba descalza. Verla sin una numerosa serie de armas encima y algo que no fuera negro, era demasiado extraño. Incluso verla sin una capucha con el rostro al descubierto era raro.

No recordaba en dónde había dejado mi bolso con mi celular, así que le pedí que lo buscara. Intenté llamar a Stiles, pero la señal era pésima, así que terminé enviándole algunos mensajes, explicándole que no había perdido la cordura después de todo, que estaba bien. Recibí casi de inmediato una serie de exclamaciones, y me tomó un rato enterarme de qué había sucedido. No me dio todos los detalles, ya que le pedí que me los contara en persona, pero supe lo suficiente. Su padre estaba bien, al igual que Scott y su madre. Matt... Matt estaba muerto. Jackson era Jackson... y de Allison no tenían idea. En un momento de la conversación mi celular decidió quedarse absolutamente sin señal, y desistí de moverme por allí hasta retomarla.

Secretamente, me había enfrascado con el teléfono para evitar a Spencer. Ni en un millón de años creería que iba a estar en su casa, en medio del bosque, como si fuéramos viejas amigas que habían decidido tomarse un descanso de fin de semana. Ella ya no me aterrorizaba, por suerte, pero continuaba sintiéndome algo... ansiosa, a su alrededor. Con o sin té tranquilizante.

–¿Por qué es tu pelo tan blanco? –pregunté de modo repentino, sintiéndome una estúpida luego–. Qui—quiero decir, ¿Lo tiñes, o algo? Ya que—

Ella soltó un bufido, interrumpiendo mis balbuceos. –De todas las preguntas, tenías que comenzar por ahí, ¿Huh?

Finalicé el té que ya estaba frío, esperando a que respondiera. Ella comenzó a jugar con su trenza con una disimulada mueca de disgusto.

–Mi pelo es... una historia larga.

–Es lindo. —intervine, preguntándome por qué algo tan trivial parecía un tema difícil para ella–. Lo tienes aún más largo que yo. ¿Es eso algo de las...?

–Ondinas. No es una palabra prohibida, Ariel. Puedes decirlo. Y creo que sí, lo es. –tomó una larga inspiración, dejando caer su trenza y apoyando sus manos debajo de sus rodillas–. Mi pelo era oscuro, antes. Oscuro y brillante, del color de la corteza de los árboles. Luego se tornó blanco.

Debió ver en mi rostro que me preguntaba de qué demonios estaba hablando, porque esbozó una pequeña sonrisa. –No es una historia linda. Y es probable que te asustes.

Puse los ojos en blanco, echándome contra la cabecera de la cama. –Luego de la noche que acabo de pasar, no lo creo. Dime cómo has terminado como Elsa. ¿Recibiste poderes de hielo?

Su sonrisa se volvió un ceño fruncido. No apreció mi pésima broma, evidentemente. Ahora tenía en claro que era algo complicado para ella, y comenzaba a sentirme mal. Decidí cerrar la boca de una vez.

–Sabes que cuando un hombre lobo beta mata a alguien, sus ojos se vuelven azules, ¿Verdad?

No estaba exactamente segura de sí lo sabía o no, pero recordaba la diferencia entre los ojos azules de Derek antes de que fuera Alfa, y los de Scott. No era algo que me sorprendiera, tampoco. Asentí, tomando una manta para tapar mis piernas.

–Nosotras... no tenemos eso. No exactamente. Es algo más... complicado. –Ella parecía tener problemas en comenzar a explicar–. La mayoría de leyendas cuenta que las Ondinas no tienen alma. Lo cual es una idiotez. Pero... podemos llegar a perderla. O al menos, perder lo que nos hace humanas. Lo que nos separa de un monstruo o un animal. Y nos transformamos en otra cosa.

Ahora comenzaba a comprender a qué iba la cosa. La intriga podía mucho más que todo lo que me rondaba la mente.

–No es fácil. Y es diferente, según quien sea. En mi caso, la situación en la que vivía era... yo estaba... estaba demasiado— perdida. Hice algo malo. Muy malo. Y me detuvieron a tiempo antes de que mi consciencia se perdiera del todo y me transformara en esas cosas horribles que no piensan en más que... –se detuvo bruscamente, negando con la cabeza–. Se llaman wraiths. Tienen el pelo blanco, los ojos grises, y dientes alargados y filosos, al igual que las garras. La piel se les vuelve gris y decrépita, ya que no pueden salir a la luz del sol directa, fuera del agua. De ahí por qué... –se señaló con un gesto vago el pelo y los ojos–. Pero no te preocupes. No creo que vaya a sucederte nunca.

Reprimí a duras penas el estremecimiento que nació en mi espalda. Había sido muy vaga en detalles, pero no quería saber más. No en aquél momento, por lo menos.

–¿Quién te salvó?

–Mi hermano.

Escuchar eso fue casi más extraño que lo que me acababa de contar. Era obvio que tenía una, pero imaginarla con una familia, con una mascota, y amigos era... chocante. Había sido demasiado misteriosa durante mucho tiempo. Todavía lo era, pero ahora, gracias a todos los Dioses, parecía más humana.

–¿Él es como nosotras?

Sacudió su cabeza un par de veces. –No. Sólo las mujeres. Mi madre era una ondina, así que me tocó la maldición familiar.

Noté el término en pasado demasiado fácil, quedándome sin palabras de inmediato. No sería educado preguntarle, pero, de cualquier modo, pude ver en su mirada que adivinó en lo que estaba pensando. Tenía que preguntarle cómo lo hacía.

–Mi madre estuvo a punto de transformarse en una de esas cosas. Ella tenía... una enfermedad. Mental. Mi padre la amaba mucho, quizá demasiado, e ignoró su enfermedad y la gravedad de ella durante mucho tiempo. Hasta que fue ya muy tarde y... bueno, te ahorraré el resto.

A pesar de como lo había dicho, su tono no había sido en broma. Había sido amargo, y cortante. Tragué saliva, sin saber qué hacer con toda la nueva información que tenía de golpe.

–Aprendí que la locura corre con lo sobrenatural –Murmuró, antes de pasarse una mano por el pelo, deshaciendo un poco su trenza–. Pero, no importa ahora. Ya que has elegido comenzar con las malas noticias, pasemos a las buenas. No todo en ser una Ondina es una pesadilla. Al menos no para nosotras.

Mi ceño se frunció otra vez. –¿Qué quieres decir?

–Quiero decir, que te enseñaré todo lo que podemos hacer. O más bien, todo lo que puedo hacer. –Se acomodó sobre la cama, sentándose directamente frente a mí–. Después veremos qué más te traes bajo la manga.

Aparentemente, sólo me pondría más y más confusa con cada cosa que decía. –¿Y qué significa eso?

–Cada Ondina tiene un don particular. Pero eso es para otro momento. Ahora, voy a contarte una historia. Mírame fijo. –Spencer inclinó el rostro hacia un costado, como preparándose para algo. Yo, como era de esperarse, estaba perdida.

–¿Huh?

–Que me mires, a los ojos. Vamos.

Oh, ya qué. Hice lo que me pedía, observando sus ojos grises tan similares al cielo lluvioso de afuera.

–Conozco una leyenda, de hace siglos, que leí en algún lado. –comenzó, con la voz suave y firme–. No es de un hada de las aguas, pero todas llevamos el mismo principio. Y esta hada... vivía en un bosque, con tierra fértil y numerosa. Los árboles parecían ser particularmente fuertes, la fruta especialmente deliciosa. El hada, permitía que los humanos recolectaran de allí, siempre y cuando se respetara el bosque, su hogar. –ella parpadeó, sin dejar de observarme–. Pero, como es usual, hubo alguien que no comprendía aquél lugar. A quien no le interesó las advertencias de los que conocían el bosque. Y decidió elegir un buen árbol para talarlo, y utilizar su madera para construir. Decidió cortar ramas de los arbustos de fruta, para plantarlo en sus propias tierras. Pero, cuando llegó con su hacha a una parte del bosque cercano a su hogar, e intentó cortar el árbol, algo lo detuvo. Pudo ver, en la lejanía, su casa incendiándose.

En ese momento, algo se reflejó en los ojos de Spencer, que parecieron volverse cálidos y anaranjados. Desvié la mirada, inconscientemente, para ver que las llamas de todas las velas habían crecido. Se unían, se extendían, comenzaban a derramar la cera por los muebles y quemar las hojas de las plantas cercanas. Crecían tanto que llegaban al techo, ennegreciendo la madera de la cabaña.

Dí un enorme respingo, ahogando un grito. –De... ¡Demonios! ¡¿Qué sucede?!

–Y, cuando regresó desesperado a su hogar, no había rastro del fuego que vio desde el bosque. –Continuó la segura voz de Spencer. Y las llamas de las velas se extinguieron por completo.

Quedamos a oscuras, en silencio. La lluvia de afuera pareció caer con más fuerza.

–Entonces, regresó al bosque. Esta vez, se dirigió a un arbusto cuyas frutas parecían estar maduras, listas para recoger –Spencer movió una mano, y una vela se encendió. Junto a ella había una planta con hojas grandes, de un rojo oscuro. Una de sus ramas que caía sobre el borde del mueble se rompió, y observé anonadada como se dirigió hacia nosotras, suspendida en el aire–. Estuvo a punto de cortar la planta. Y, otra vez más, pudo ver cómo su hogar se incendiaba en la lejanía. Cuando fue a intentar detener el incendio, la casa se hallaba como siempre. Así que, creyendo que no era más que producto de su tonta imaginación, regresó al bosque. Regresó al arbusto y, con sus propias manos, cortó una parte –la rama que estaba frente a nosotras se movió un poco, como si hubiera soplado una brisa–. Por más que podía ver por el rabillo del ojo cómo su casa se incendiaba, no se detuvo. Cuando estuvo satisfecho con su botín, regresó una última vez. Pero, a medida que se acercaba, pronto se arrepintió.

La rama suspendida frente a nosotras se encendió. Una pequeña llama naranja la envolvía, chamuscando las hojas.

–Porque notaba que no había sido su imaginación. Y su hogar estaba siendo quemado hasta los cimientos.

Las hojas casi completamente quemadas, suspendidas en el aire, se esfumaron como si nunca hubieran estado ahí. Sentí una leve presión en mi sien, obligándome a parpadear, y cuando mi vista se enfocó, noté que todo estaba como antes. La planta no había sido cortada. Las velas seguían encendidas. No se habían consumido, no había cera cubriendo los muebles.

Se me había secado la boca, la garganta, y estaba segura de que estaba jadeando. Probablemente porque tenía la boca abierta de la sorpresa.

–Qué... cómo... –aclaré mi voz, intentando organizar mis pensamientos irracionales–. Santa mierda. Santa mierda. ¿Qué ha sido eso?

Spencer sonrió de oreja a oreja, chasqueando sus dedos con diversión. –Esto, Ariel, es lo que podemos hacer. ¿Creías que sólo los loup garou tienen habilidades?

____________________


Hellooo my darlings. ♡

Les gustó el cap? personalmente, es uno de mis favs w.w

Ademaaaaas ya casi termino de escribir y askdjsngnf quiero empezar la tercera temporada de una vez. Seguramente sólo faltan tres capítulos para que termine Outlasted (ya era hora ejem ejem empecé esto hace como un siglo) peero bueno, voy a seguirlo obviamente ;)

Amo este edit. Spencer y Ariel son goals. Nada más que decir. ♥

Pokračovať v čítaní

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