Cantos de Luna.

By Angie_Eli_Carmona

128K 15.3K 1.4K

En Erydas existen dos reinos, el reino Sol y el reino Luna. Estos reinos se formaron después de que, en la g... More

Introducción.
Capítulo I. «Viejos encuentros»
Capítulo II. «Descubrimiento»
Capítulo III. «Licántropos»
Capítulo IV. «Propuesta real»
Capítulo V. «Sé fuerte»
Capítulo VI. «Pescador»
Capítulo VII. «Últimos en llegar»
Capítulo VIII. «Compromiso»
Capítulo IX. «El baile de la amada»
Capítulo X. «Cambios inesperados»
Capítulo XI. «Opiniones»
Capítulo XII. «Poder»
Capítulo XIII. «Banda»
Capítulo XIV. «Erys»
Capítulo XV. «Ventaja»
Capítulo XVI. «Nathan»
Capítulo XVII. «Tenebris»
Capítulo XVIII. «El comienzo del fin»
Capítulo XIX. «Inframundo»
Capítulo XX. «Fortaleza oculta»
Capítulo XXI. «Conocido»
Capítulo XXII. «Ganadoras»
Capítulo XXIII. «Sacrificio de sangre»
Capítulo 24. «Decisión definitiva»
Capítulo 25. «Susurro mortal»
Capítulo 26. «Falsedad»
Capítulo 27. «Espíritu»
Capítulo 28. «Trato»
Capítulo 29. «Nuevos Dioses»
Capítulo 30. «Magia de manos»
Capítulo 31. «Renacimiento»
Capítulo 32. "Última batalla"
Capítulo 33. «Matrimonio arreglado»
Capítulo 34. «Sueños»
Capítulo 35. «Daño»
Capítulo 37. «Confrontación»
Capítulo 38. «Compasión»
Capítulo 39. «Disfruten...»
Capítulo 40. «Parecido»
Capítulo 41. «Lo sabías»
Capítulo 42. «Un largo camino para un gran destino»
Capítulo 43. «Injusticia»
Capítulo 44. «Punto de quiebre»
Epílogo.
Agradecimientos, nota final, ¿Siguiente libro?
Segundo libro ya publicado.
NO TE DETENGAS DE LEER.
AVISO. ¡LEE ESTO POR FAVOR!
Aviso.

Capítulo 36. «Orías»

1.5K 220 8
By Angie_Eli_Carmona

Caminar en el medio de la nada, con el calor penetrando hasta el punto más grande de su ser, es lo que nadie quiere llegar a experimentar, lo que puede llegar a hacer que cualquiera abandone sus propósitos y deseos.

Nathan de por sí no deseaba estar en aquella misión. Sí, había una guerra en camino, pero también habían muchas posibilidades en su destino. Podría ser que ese cetro no sirviera de nada, que el Reino Luna y el Reino Sol se unieran para vencer a Zara y su grupo de personas lunáticas.

Un simple cetro no podía conllevar el fin del universo.

Podrían imaginar, con todo lo que he relatado, que estar en el medio del desierto aumentó mucho más sus ganas de desistir. Tal vez tuviera resistencia a las temperaturas altas, pero después dos días con la falta de agua y un buen lugar para descansar, todos estaban agotados.

—Estoy cansado de todo —se quejó él esa tarde mientras descansaban en una especie de picnic incómodo, con mantas debajo de ellos que no hacían nada para detener lo blando que era el terreno arenoso— Del frío, del calor, de...

—Yo estoy cansado de tí —dijo Zedric, molestia brillando en su voz—. Cada vez eres más grosero, molesto, y arrogante...

—Al contrario de tí, no soy una persona sociable —Nathan parecía ofendido, aun cuando sabía que no se había comportado nada amable con los demás en todo lo que llevaba su travesía—. Sólo quieres estar cerca de Amaris, por eso te molesta que me comporte serio, sin intentar de socializar, como tú.

—Esto es una misión. Es lo que...

—¡Silencio! —esto lo dijo Cara, que era la única que no estaba hablando con nadie más, que parecía estar leyendo el terreno—. Creo que algo...

—¡Bienvenidos a este paraje, bienvenidos al desierto! —los llamó una fuerte voz, gruesa, del tipo que cala hasta lo más profundo de tú ser. Todos buscaron alrededor, tratando de encontrar su origen, pero no lo encontraban. Justo cuando estaban viendo detrás de ellos la voz gritó—: ¡Aquí!

Fue entonces cuando lo vieron. La arena comenzó a unirse, miles de granitos de arena formando a una especie de humanoide. Este hombre, lo que fuera, medía más de dos metros, con enormes antebrazos, una larga melena y una especie de túnica que brillaba con la luz del sol. Sus ojos eran un pozo sin fondo, hechos con una especie de roca negra que los hacía ver como una muñeca espeluznante.

—¿Qué eres? —preguntó Zedric sin inmutarse. El raro hombre de arena pasó a tener una boca y barbilla que lo hicieron ver significativamente más humano.

—Soy Orías, el Dios del Desierto —dijo, enseguida extendiendo sus manos para darse más importancia—. Sé quiénes son, porque están aquí y que es lo que quieren. Voy a advertirles, a decirles que este paraje en especial es mágico, que prueba a sus visitantes para asegurarse de que quien se lleve el cetro sea digno. Avancen, y estarán a prueba, deténganse, y serán vistos como cobardes por el resto de sus vidas. Es su decisión.

—Yo voy a seguir —dijo Skrain—. No me siento asustado por el desierto, es más, lo conozco.

—Y yo también te conozco, legítimo heredero del Dios Skrain, te he visto crecer cerca de mis fronteras, incluso en mis dominios —respondió el Dios, sus ojos parecieron brillar por el recuerdo—. Pero esto es distinto, se los digo de una vez. No serán pruebas fáciles, pero pueden vencerlas... —se detuvo, como si estuviera analizando las probabilidades— tal vez.

—Así que nadie puede pasar a este paraje sin que usted le advierta... —observó Cara, enseguida llamando la atención del Dios—. ¿Ha visto a alguien más venir a buscar ese cetro?  Alguien que haya venido recientemente, tal vez una chica.

Los ojos de Orías parecieron resplandecer, como el fuego. Fue lo único que cambió en su rostro, porque por todo lo demás su expresión no podía ser más plana.

—Una pregunta inteligente, bendecida de la Diosa Virnea—le respondió—. Entiendo porque te escogió. Eres muy parecida a mí hermana, Cressida, la madre de todos. Lo siento, pero no puedo revelar la respuesta a tú pregunta.

—¿Por qué? —preguntó Cara con indignación—. Es ridículo que un Dios de semejante poder no pueda responder una simple pregunta.

Orías se hechó a reír, divertido. Por un momento su rostro cambió, plantas creciendo en forma de barba sobre su mentón, sus ojos volviéndose verdes.

—El desierto esconde muchos secretos, muchos parajes, los llaman oasis. Y, aun cuando no escondiera cosas por mi propia naturaleza, en mi mundo hay reglas también, así como en el tuyo. No puedo decirlo.

—Maldita sea —gruñó Cara por lo bajo. El Dios fingió no haberla escuchado, pero su sonrisa no pudo haberse ensanchado más.

—Como sea —continuó Orías—. Ahora, si están dispuestos a avanzar a pesar de todo, dejen su huella en el precioso documento personalizado que aparecerá frente a cada uno de ustedes. Es una prueba, los grandes dioses necesitan saber que no estoy siendo tan cruel como para dejarlos ir sin ninguna advertencia. ¡Vamos, rápido!

Todos firmaron el documento, ni uno dudó. La verdad, el estar unidos hizo que estuvieran orgullosos de sí mismos.

Una vez hubieron firmado, Orías dijo:

—Muy bien, perfecto. Están listos. Una última cosa... —se detuvo, como si estuviera viendo algo en algún lugar lejano, luego su vista volvió a centrarse en ellos— No duden, y no todo está perdido.

Tal vez esas palabras debieron de haber servido de aliento, pero a Zedric se le encendieron los sentidos, todo por el miedo. Se le había enseñado que el miedo debía no debía de ser una debilidad, sino el impulso para ser una fortaleza.

Orías se esfumó enseguida, dejando una ola de arena quemada detrás de él.

—¿Qué acaba de pasar? —farfulló Ailum con incredulidad. Por segunda vez, Zedric veía a sus amigos asustados e indefensos—. ¿Un Dios en persona? ¿Existe una diosa llamada Virnea? ¿Una madre de todos? Su hermana, la madre de todos, ¿Es una diosa?

—Las cosas están cambiando —dijo Zedric—. Deberíamos de atenernos a eso y, ahora que sabemos que seremos probados, estar atentos.

—Sí, estar atentos —concordó Adaliah, que también parecía un poco aturdida, aunque no tanto para perder su pose de suficiencia y altanería—. Creo que vamos a morir.

Los chicos comenzaron a caminar. Era dificilísimo porque había varias cosas que no jugaban a su favor.

Primero, el calor era insoportable.

Segundo, no podían estar seguros de donde estaban, aun cuando Cara siempre decía que sentía que estaban cerca, el desierto no parecía tener final.

Tercero, la arena era resbaladiza, tanto como para que caminar se hiciera aun más difícil. Parecía que los jalara.

—¡Esto es tonto! —se quejó una de las hermanas menores de Triya mientras caminaba. Se llamaba Fabiola, y era la más consentida entre todas—. ¡No estamos avanzando nada!

—¡Cállate y...! —antes de que Adaliah pudiera seguir con sus regaños, calló al suelo y fue silenciada de forma brusca.

Fabiola se detuvo en seco, enseguida observando que algo muy raro estaba sucediendo. La arena estaba acumulándose exactamente igual que cuando el Dios Orías se había formado, pero en cantidades mayores y desproporcionadas.

Pronto varios más estuvieron a punto de quedar atrapados en ese torbellino de arena. Adaliah apenas había podido liberarse usando el hielo cuando Zedric fue succionado también, haciéndolos a ambos chocar, él cayendo sobre ella de una forma estrepitosa.

—¡Agárrate, hermano! —gritó Nathan, desprendiéndose del cinturón que detenía la funda de su espada para que Zedric pudiera tomarla.

Zedric se agarró con fuerza, siendo esta la única que impedía que la arena se lo tragara por completo. Adaliah, por su parte, se agarró del pie de Zedric para salvarse. Connor, que fue otro de los que habían sido absorbidos, sólo tuvo que convertirse en un águila y revolotear para salvarse.
Nathan apenas podía aguantar debido a la fuerza con que la arena los absorbía. Ailum se le unió, jalándolo también, y así se fueron juntando varios sin muchos resultados.

Como última opción, Skrain gritó:

—¡Manténganse rectos! —acto seguido, de un aplauso, esparció la arena con una especie de tornado que, se suponía, debía de penetrar el hoyo en el que habían caído y hacer un torbellino que los alzara por los aires.

Lo que Skrain no esperaba era que el piso debajo de ellos fuera sólido. Ayudó a sus amigos a librarse, pero la arena seguía moviéndose. Pronto esta se unió y varias figuras se formaron enseguida.

Eran roedores. Animales pequeños como ratas, mapaches, conejos, o liebres, pero con tamaños desproporcionados. Eran del tamaño de dos personas puestas unas sobre otras, tenían los mismos ojos negros escalofríantes de Orías, y enormes colmillos y garras —que, aunque estaban hechas de arena, aun así seguían estando irregularmente duras y letales—, además de patas y extremidades que parecían ágiles aun con su tamaño.

—¡Rápido, tenemos que correr rápido! —gritó Ailum, que parecía esquivar con facilidad a los animales que iban surgiendo.

Adaliah rodó los ojos. Apenas estaba sacudiéndose la arena cuando un conejo grotesco la tomó y la alzó por los aires directamente hacia su boca.

—¡No dejaré que suceda otra vez! —gritó ella antes de congelar al monstruo de un solo movimiento. El hielo se expandió rápidamente, cubriéndolo por completo. Adaliah se deslizó, como si estuviera surfeando, y bajó de nuevo a la arena. Una vez ahí, cortó al monstruo en pedazos.

Cada uno de los chicos tenía un monstruo diferente con el que lidiar. Seguían creciendo y creciendo, aun cuando los asesinaban.

Zedric soltó una maldición. Trató de esquivar a los monstruos y mantenerse alejado, pero siempre veía a alguien que necesitaba ayuda.

Acababa de ayudar a Cara cuando vió que Piperina estaba en apuros. Luchaba codo a codo con una especie de ratón que no dejaba de lanzarle tajos con su cola que  apenas si podía detener o esquivar. Alzó su hacha y la lanzó directamente al rostro del monstruo, pero este, en vez de deshacerse por completo, sólo perdió la mitad de su frente.

—¡Muere! —gritó Piperina. El monstruo la tomó con una de sus patas y comenzó a zangolotearla como si fuera un juguete.

Zedric se adelantó, lanzando varios misiles de fuego que dejaron al monstruo perforado, pero no lo detuvieron.

—¡Estoy cansada de esto! —gritó Piperina al monstruo justo en el momento en que este la alzó y estuvo a punto de arrojarla al suelo.

Zedric soltó un grito de guerra, alzando su espada con la intención de detenerlo, pero no pudo hacerlo, porque perdió el equilibrio.

La tierra debajo de ellos temblaba con furia, todo obra de Piperina. Esta sentía como el suelo respondía a ella, un tirón de estómago y una extraña sensación de calidez, como si su cuerpo por fin se hubiera liberado de una gran carga.

Una grieta se formó justo debajo del monstruo, propulsándolo a las profundidades y acorralándolo por completo del torso para abajo.

La tierra no dejó de temblar. Pronto todos los monstruos estuvieron acorralados, dejándolos libres.

—Por fin estás entendiendo —dijo Skrain, que estaba cerca de Piperina, aunque enterrado bajo un enorme montón de arena, por lo que usó el aire para librarse de ella—. No estás pensando demasiado las cosas, estás guiándote por tus instintos.

—Creo que entiendo a lo que te refieres —respondió ella, una sonrisa satisfecha en su rostro—. Y les tengo buenas noticias, el palacio está cerca.

—¿Qué tan cerca? —Nathan, como siempre, tenía que entrometerse en todo.

—Lo siento debajo de nosotros, moviéndose —fue Cara la que respondió, feliz de que alguien más estuviera consciente de lo cerca que estaba el palacio—. Sólo yo podré abrirlo.

—Y sólo yo puedo mostrarles el camino —le devolvió Piperina, tratando de lucirse ante todos, por una vez en su vida—. La arena se reintegra, así que, o me siguen, o se mueren.

—Yo creo que mejor te sigo —dijo Connor, tratando de romper el hielo. Nadie rió ante sus palabras, lo que lo hizo sentirse un poco ridículo.

Piperina estaba muy segura de sí misma. Estaba consciente de que iba mejorando, aun cuando fuera a pasos lentos. Skrain posó su mano sobre su brazo en gesto orgulloso y dijo:

—Al principio puede parecer que vas lento, pero créeme que...

—Necesito su ayuda —Alannah se interpuso entre ambos interrumpiendo el intercambio de miradas que estaban teniendo.

Piperina estuvo a punto se gruñir. Por primera vez estaba sintiendo una especie de conexión entre ambos, pero, como siempre, Alannah le ganaba la atención.

—¿Qué sucede? —preguntó, repréndiendose a sí misma por ser tan insensible respecto a los asuntos de su hermana. Alannah parecía estar cojeando, pero no se veía especialmente mal.

—He perdido demasiada energía, la falta de agua me está...

Amaris apareció de la nada, tomando a Alannah en sus brazos antes de que cayera al suelo como un reloj bien cronometrado.

—Tienes que levantarte —dijo—. Te compondrás, de eso estoy segura.

Piperina frunció el ceño. No había visto a Alannah usar sus habilidades tanto como los demás, por lo que dedujo que se había debilitado demasiado fácilmente.

—¡Miren! —señaló Triya, quitando la atención de Alannah. Todos se giraron para ver a otro conjunto de monstruos formándose justo detrás de ellos.

—¡Síganme, yo los guiaré! —gritó Piperina, sus sentidos encendidos como nunca antes. Skrain la miró fijamente, buscando instrucción, así que ella agregó—: Vayan en espiral, así podremos evadirlos.

Todos comenzaron a correr. Los monstruos surgían en dos líneas rectas y de forma aleatoria, haciendo efectivas las instrucciones de Piperina.

Amaris corrió con todas sus fuerzas, tratando de ganar terreno, pero, también, buscando distraerse, concentrarse en otra cosa que no fueran sus habilidades. Sabía que una visión estaba cerca, tratando de surgir, pero llevaba evitándola un buen rato porque sabía que el peligro estaba cerca.

Ranik notó que algo sucedía, así que la alcanzó y comenzó a correr a su lado.

—¿Estás bien? —preguntó, preocupado.

Amaris trató de no mirarlo, de no perder la concentración.

—Bien —dijo, con la voz entrecortada.

Por más que lo intentó, no pudo más. El sentimiento de ser absorbida le llenó, la energía corrió por su cuerpo y la llenó en una descarga que sólo podía significar algo.

La visión había llegado.

Continue Reading

You'll Also Like

535K 48.8K 123
Había una vez una joven encerrada en un castillo, todos ustedes pensaran que algún príncipe valiente iría a rescatarla, pero no es así. Por mucho tie...
5.2K 179 32
Como te sentirías si descubrieras que todos tus recuerdos, tus amistades, tu hogar, ha sido una gran mentira. Desgraciadamente eso le ha pasado a Eve...
48.2K 6.7K 45
toda mi clase y yo fuimos transportados a todo un mundo de fantasía lleno de magia y poderes, todo para vencer al Rey demonio. ¿¡Porqué debo pelear p...
270K 23.9K 46
Nina, una de las mejores cazadoras de demonios de su generación, es obligada a hacer un trato con el Diablo en persona. Este demonio (cruel, irascibl...