Lost City. Mi Nueva Vida.

Od RachelBarker07

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Después de la derrota de Voldemort la tranquilidad vuelve poco a poco. Hogwarts a quedado destruida y todos h... Více

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Od RachelBarker07

Capitulo 4. Aroma.

Los días comenzaron a avanzar.

Narcissa Malfoy se la pasaba pegada a la "televisión" viendo infinidad de cosas que los muggles transmitían por aquel aparato electrónico. Era insólita la rapidez con la cual se había ajustado a su nueva vida sin magia o riquezas.

Los primeros días, Draco la había imaginado llorando de aburrimiento al no poder celebrar sus sábados de té o las cenas pomposas a las que estaba acostumbrada, pero Narcissa ni siquiera parecía extrañar aquello, en cambio era Draco quien acabó por añorar el pasado. Luchando ferozmente contra el aburrimiento.

Hacía lo que podía por conseguir comida con el poco dinero que el ministerio les había dado, y que les enviaría cada mes junto a la visita de chequeo de algún Auror. Había memorizado los sitios en dónde más barato podía conseguir artículos de higiene básica. Por las mañanas salía y recorría los alrededores, siempre atento a lo que pudiera aprender para facilitarse la vida sin varita, pero aún con eso, se aburría.

—¡Esto es tan horrible!— gritó más para él que para su madre, pero la rubia si lo escuchó. —Si sigo mirando el maldito techo creo que voy a terminar deseando estar en Azkaban con Lucius.

—¿Porqué no sales? Parece que se te da bien orientarte aquí.

—Ya he salido demasiado, no hay nada nuevo que ver. Se las cosas que hay alrededor, dónde comprar comida, los lugares para comprar ropa. — dijo, tirando de la playera y jeans negros que usaba. La vestimenta muggle le daba un aspecto un poco más normal. Y no podía negar que era cómodo.

—No creo que hayas visto toda la ciudad en solo unos días. Busca algo más y de paso trae algo nuevo para comer.

—No pienso ser tu elfo doméstico.

—No es para tanto, Draco. Solo has traído manzanas y papas. No podemos alimentarnos solo de eso.

—Entonces sal tú.

—No soy la que está aburrida.

—No, claro que no, tienes esa ventana estúpida. Debimos negarnos a lo que el imbécil del ministro quería.

—Hey, cuida tu lenguaje niño. Si tan aburrido estás, porque no vas a ver a tu compañera o le llamas.— Sin despegar los ojos de la pantalla, Narcissa señaló el teléfono en la mesita de centro. — y ten cuidado con tus palabras, seguramente tienen algún hechizo para vigilarnos.

Malfoy pensó solo un segundo, para luego tomar el teléfono y llevarlo a su habitación.

Miro el aparato con desconfianza. Odiandose por no haber elegido la optativa de "Estudios Muggle"

¿Enserio le voy a llamar?, se preguntó.  Su rostro en el espejo frente a él le mostraba lo poco decidido que se veía, eso y el rastrojo de barba que comenzaba a salirle.

No le quedaba más opción, no tenía una varita o lechuza, no conocía a nadie ahí, no podía comunicarse con sus amigos por orden del ministerio y se moría de aburrimiento, tal vez hablar con Granger y molestarla un poco le ayudaría a distraerse.

Dije que no era conveniente tener contacto con ella, se recordó, pero sin mas remedio, marco los números en el aparato y se lo pegó al oido, escuchando un par de pitidos y luego una voz que inmediatamente reconoció.

—¿Hola?— los vellos en su cuello se erizaron al escucharla. —¿Hola?— No le salía la voz para responderle. —¿Ron? ¿Ron, eres tú?

Draco se desinfló un poco, pero permaneció mudo, de alguna forma la voz de Hermione en su oído lo había dejado petrificado.

—Ronald solo responde...— un suspiro atravesó la bocina — oye, espero hayas recibido la carta, debo colgar, si quieres hablar solo vuelve a marcar o envía una carta, estaré aquí. ¿Está bien?

Nuevamente un incesante pitido se escuchó, había colgado. Draco comenzó a cavilar en su mente. Tal vez la sangre sucia y la comadreja Weasley tenían alguna clase de problema que no tenía que ver con su amistad, sino con algo más personal.

Creí que tenía algo con Potter— susurró.

Miró alrededor de su habitación verificando que nadie lo hubiera escuchado decir aquello.

¿y qué diablos me importa eso?, pensó, fijando la vista en el libro que Granger le había firmado cuando llegó ahí. ¿que habria escrito?

Lo tomo y abrió la portada. En la primera hoja esta marcado un garabato que parecía ser su firma, seguido de una oración que lo hirió.

~Vete por favor. No me arruines la vida aquí también.~

Con una claridad tortuosa pudo recordar a la castaña, tirada en medio de su mansión, llorando por su imbécil tía. Así cómo varias de sus burlas en el colegio, que habían provocado que muchos de sus compañeros comenzaran también a insultarla "sangre sucia, asquerosa impura."

—Que débil.— pronunció, pero no supo si lo decía por ella o por si mismo.

Entre las pocas cosas que le permitieron sacar de su casa, el rubio inmediatamente cargó con un viejo libro. El objeto ya despastado había permanecido todas esas semanas en su pequeña maleta. Extrayendolo con las manos temblorosas, lo cogió entre sus brazos, apretándolo contra su pecho, como si con el fuera a defenderse de algo. No lo abrió, solo lo mantuvo contra su pecho, marcando de nuevo a la casa de los Granger.

—¿Hola?

—Hola Granger.— Hermione pudo notar con el saludo, lo gruesa que era la voz de Draco. Nunca se había detenido a analizarla, era sorprendentemente varonil, pero lo que más la sorprendía era que la estuviera llamando.

—¿Que pasa, Malfoy?

—Veras...— no podía decirle que simplemente estaba aburrido, Draco intentó pensar en algo rápido pero últimamente las ideas se le habían relentizado. Culpa de estar rodeado de muggles, supuso.

—¿Aprendiendo a usar el teléfono?— se burlo Hermione, debía aprovechar la oportunidad que se le presentaba para picar a Malfoy.

—ja, ja, ja, eres tan graciosa como tus padres.

—¿Entonces que es lo que quieres?

—mmm... no sé si sea seguro decírtelo por aquí.

—¿quieres que baje?— Hermione dedujo que le daba miedo ser oído por alguien, tal vez el hurón vivía paranoico.

—Te veo en las escaleras en cinco minutos.

Una vez colgando, Draco suspiró de alivio. Aquella cosa de voz le hacía sentir más nervios que tener a la persona de frente.

Salió del cuarto aún sin saber que le podría decir para justificar su llamada. Narcissa ni pareció notar cuando su hijo se fue.

—¿Que pasa?— Hermione ya estaba en las escaleras cuando él llegó.

Le sorprendió bastante su aspecto. Hermione estaba segura que el costoso traje negro que el chico siempre usaba, era algo así como su segunda piel. Verlo vestir ropa muggle le resultó casi imposible de creer. El negro seguía predominando en sus gustos, pero unos jeans y playera no le iban mal. Tal vez lo único que desentonaba era lo delgado que estaba y el inicio de su futura barba si es que el rubio optaba por no rasurarse pronto.

La burla sobre su aspecto relajado le pico los labios, pero optó por dejarla para otra ocasión. El Slytherin ya debía estar manejando el  suficiente estrés sin sus burlas.

—Quiero hablar con Zabini o Nott, pero no puedo enviar nada que de mi ubicación y muero de aburrimiento.— confesó.

—¿Me pides ayuda?

—Obviamente— Draco rodó los ojos en señal de fastidio, pero en realidad estaba feliz de haber encontrado algo que no lo hiciera ver tan desesperado.

—Bueno, creo que no dañará a nadie que escribas una carta. Te ayudaré, ven conmigo.— Hermione lo llevó a su departamento.

—¿Y tus padres?

—Trabajan desde temprano, llegan aquí después de las siete.

—Ah es cierto, los muggles deben trabajar como esclavos para poder vivir cómodamente.— dijo sin pensar.

—Si vas a comenzar a molestar, será mejor que te vayas.

—No, no, solo fue un desliz.— alzó las manos en señal de rendición.

—¡ash!— Hermione abrió la puerta de su habitación e inmediatamente un golpe de menta fresca dió justo en la nariz de Draco, que por un instante sé sintió en su casa.

—Menta— mencionó ligeramente mareado por el aroma.

—Si, me agrada el olor— Hermione señaló una botella en spray que tenía una etiqueta con la frase "ambientador de menta"

Draco recordó que en su hogar, los elfos tenía que plantar la menta para luego con un hechizo utilizarla y que así oliera bien la mansión, nunca imaginó que los muggles podían ser mas prácticos.

—Sientate.

El rubio jamás había estado en la habitación de ninguna chica, se sintió incómodo aún con el buen olor.

La habitación de la bruja no era rosa como siempre imaginó que era un cuarto femenino, más bien era blanco, completamente blanco, incluyendo los muebles que estaban muy bien cuidados, junto con toda la habitación que se veía más elegante que el resto de la casa.

—¿Tú la decoraste?

—No todos podemos pagarle a un diseñador mágico, Malfoy.

—Hiciste que esta ratonera se vea más espaciosa.

—¿Gracias? En verdad creo que es lo más cercano a un cumplido. ¿Debo preocuparme por como va tu salud mental?

—Esta hecha una mierda, ya sabes, pero aún no tengo ganas de asfixiar a nadie, habrá que esperar un poco mas.

—Me lo harás saber, espero.

—Seguro. Vendré a informarte cuando suceda.

—Con una llamada bastará.

—¿Y privarte de mi presencia?

Hermione no admitiría que disfrutaba un poco de aquella plática sarcástica. Ya que rebuscaba entre sus cajones, no fue consciente de que Malfoy la observaba fijamente.

Draco no tenía referencia previa sobre nada que tuviera que ver con Hermione. Lo poco que podía rescatar en su memoria, era que la chica tenía una obsesión por leer y que solía utilizar un uniforme que le quedaba por lo menos dos tallas más grande, y que por un milagro de Merlín, no se le caía al caminar.

Aunque claro, una cosa era el uniforme y otra la ropa que comúnmente parecía usar. En ese momento llevaba puestos unos shorts negros, una pequeña blusa blanca con un suéter del mismo color y sandalias. Era ciertamente descontrastante.

¿Tenia frío o calor?

Para el caso, no importó. La forma de su cuerpo era perceptible a cualquiera que la mirara con detenimiento, y resultaba que no tenía una mala figura, de hecho era todo lo contrario, había curvas femeninas lo suficientemente delineadas para que hormigueara su entrepierna.

¡No!, Se reprendió. No podía tener esa clase de pensamientos sobre una bruja como ella. Era terrible. Contra natural.

Aunque... sin poderlo evitar recordó aquella clase con Slughorn sobre la Amortentia, Granger había descrito el olor que percibía. "menta, pergamino y pasto recién cortado". Esos aromas le gustaban también. ¿A que olería ella? ¿Podría llegar a acercarse lo suficiente para descubrirlo?

—¡Malfoy, Malfoy!— Hermione azotó la palma sobre el escritorio para despertar al rubio de sus pensamientos.

—¿¡Que!?

—Te digo que puedes escribirles algo breve. Lo mandaremos con mi lechuza, nadie sospechará, solo no firmes.

—Bien.— le arrebató la pluma y el tintero de las manos y se acercó al escritorio.

—Que modales.

Hermione le dió espacio. Salió en busca de algo que ofrecerle para comer, cuando cayó en cuenta de lo que hacía. Estaba ayudando a Draco Malfoy a comunicarse con sus compinches, lo había dejado sentado en su cuarto y hasta buscaba comida para él. Si Harry y Ron lo supieran seguramente le reprocharían al instante.

Será un secreto por ahora, se dijo a si misma, preguntándose después, si el chico había sido capaz de descubrir que su atuendo era solo para cubrir la horrible cicatriz de su antebrazo.

Esperaba que se fuera pronto, quería deshacerse del suéter ya que tenía mucho calor.

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