Cantos de Luna.

By Angie_Eli_Carmona

128K 15.3K 1.4K

En Erydas existen dos reinos, el reino Sol y el reino Luna. Estos reinos se formaron después de que, en la g... More

Introducción.
Capítulo I. «Viejos encuentros»
Capítulo II. «Descubrimiento»
Capítulo III. «Licántropos»
Capítulo IV. «Propuesta real»
Capítulo V. «Sé fuerte»
Capítulo VI. «Pescador»
Capítulo VII. «Últimos en llegar»
Capítulo VIII. «Compromiso»
Capítulo IX. «El baile de la amada»
Capítulo X. «Cambios inesperados»
Capítulo XI. «Opiniones»
Capítulo XII. «Poder»
Capítulo XIII. «Banda»
Capítulo XIV. «Erys»
Capítulo XV. «Ventaja»
Capítulo XVI. «Nathan»
Capítulo XVII. «Tenebris»
Capítulo XVIII. «El comienzo del fin»
Capítulo XIX. «Inframundo»
Capítulo XX. «Fortaleza oculta»
Capítulo XXI. «Conocido»
Capítulo XXII. «Ganadoras»
Capítulo XXIII. «Sacrificio de sangre»
Capítulo 24. «Decisión definitiva»
Capítulo 25. «Susurro mortal»
Capítulo 26. «Falsedad»
Capítulo 27. «Espíritu»
Capítulo 28. «Trato»
Capítulo 29. «Nuevos Dioses»
Capítulo 30. «Magia de manos»
Capítulo 31. «Renacimiento»
Capítulo 33. «Matrimonio arreglado»
Capítulo 34. «Sueños»
Capítulo 35. «Daño»
Capítulo 36. «Orías»
Capítulo 37. «Confrontación»
Capítulo 38. «Compasión»
Capítulo 39. «Disfruten...»
Capítulo 40. «Parecido»
Capítulo 41. «Lo sabías»
Capítulo 42. «Un largo camino para un gran destino»
Capítulo 43. «Injusticia»
Capítulo 44. «Punto de quiebre»
Epílogo.
Agradecimientos, nota final, ¿Siguiente libro?
Segundo libro ya publicado.
NO TE DETENGAS DE LEER.
AVISO. ¡LEE ESTO POR FAVOR!
Aviso.

Capítulo 32. "Última batalla"

1.7K 248 46
By Angie_Eli_Carmona

—Fue el susurro mortal, ese que mencionó el Erys que nos encontramos aquella vez —dijo una voz masculina para llamar la atención de Piperina mientras se dirigía de vuelta a su camerino.

Ella se detuvo en seco. No quería reconocerlo pero sabía que sí, había sido el susurro mortal el que había sacado ese espíritu del cuerpo de su hermana y lo había dejado libre al menos por ahora.

—Sea lo que haya sido —respondió. Sabía de quien era esa voz—. Eso no te importa.

Nathan bufó, divertido. No había abandonado su grotesco sentido del humor a pesar de la situación en la que estaban, razón por la que Piperina no pudo más que enfurecerse.

—Sabes que es cierto. ¿No deberías estar feliz por eso?

Piperina bufó, apretó los puños, y respondió:

—¿Qué quieres? —Nathan entrecerró los ojos—. Me refiero a que no entiendo porque estás aquí, siguiéndome detrás de bastidores en vez de ir con todo tú grupo a festejar y divertirse. Seguro quieres algo.

El rostro de Nathan cambió por completo de expresión después de oír aquellas palabras. Pareció volverse sombrío, ganar una intensidad y seriedad que la desconcertó.

—Me siento feliz por tí, es tonto que no puedas creer que tenga buenas intenciones para venir a verte, pero sí, Zedric me mandó.

—¿Y Zedric quiere...?

—Zedric quiere hablar con tú hermana, ¿Es tan difícil de creer que ella le interese?

—Sí —Piperina entrecerró los ojos y se cruzó de brazos—. ¿No lo habíamos ayudado ya?

—Zedric está preocupado, tú hermana le importa y quiere hablar con ella.

—¿Importar? Eso suena...

—Sí, Zedric se ha encariñado con ella. No sé que tan profunda pueda ser su relación, pero Amaris le importa, eso es todo. Dile que Zedric quiere verla, que tiene que ser privado, y pronto.

—Ni siquiera ha despertado, ni siquiera sé si lo haga.

—Ella estará bien —dijo Nathan para animarla—. Zedric y yo podemos sentirlo.

—¿Tú? ¿Qué tipo de cosas puedes sentir tú?

Nathan rodó los ojos. Piperina era demasiado testaruda, podía divertirlo la mayoría de las veces, pero también era un poco irritante las otras.

—Tal vez no sea tan poderoso como Zedric pero puedo sentir cosas, tener certezas, como saber, por ejemplo —para este punto de la conversación él se le había adelantado, se había puesto frente a ella y estaba tan cerca que podía sentir su respiración—, que tú te sientes nerviosa cuando estoy cerca de tí. Causo algo que ni tú misma puedes reconocer o describir.

—Sí, me irritas, eso es lo que me causas —respondió ella. Ambos se retaron con la mirada, Nathan estiró su mano y tomó uno de los mechones de Piperina entre sus manos.

—Aun recuerdo ese beso que te dí. Fue bueno, pero me gustaría comprobar si fue cosa de una sola vez, quiero intentarlo de nuevo. ¿Me dejarías?

Piperina contuvo la respiración. No estaba acostumbrada a ese tipo de contacto, no entendía porque se sentía tan nerviosa cuando se suponía que quien realmente le gustaba era Skrain.

—No —musitó con voz queda—. Tú no eres esa persona. Somos demasiado distintos.

—No lo somos. Tú eres igual de libre que yo, somos testarudos, valientes.

Piperina soltó todo el aire que estaba guardando. Nunca se imaginó que algo semejante le sucedería. Nathan le parecía atractivo, sí, pero había tantas creencias arraigadas en su mente que le era difícil creer que alguien de su tipo podría interesarse en alguien como ella.

—Esto es...

Nathan la besó antes de que pudiera responder otra cosa. Piperina seguía atónita, razón por la que no pudo más que dejarse llevar por lo que fuera que estaba sucediendo.

Aquel beso fue distinto al anterior, en donde todos tenían la vista puesta en ellos. Fue íntimo, como si el mismo Nathan, el chico que parecía brusco y duro frente a todos, se diera el tiempo de ser tierno, delicado, de disfrutar cada segundo de lo que estaba sucediendo.

Piperina se dejó llevar, el beso pareció ralentizarse, como si el tiempo mismo estuviera deteniéndose para dar paso a ese momento.

Pero no podía durar mucho. Piperina se separó de Nathan y, a pesar de encontrarse un poco aturdida, logró formular:

—Tú no eres él, no eres lo que yo quiero —bajó la mirada y, con valor, agregó—: Ni siquiera puedo confiar en tí.

Nathan permaneció callado por primera vez desde que Piperina lo había conocido. Él siempre parecía tener algo que decir cuando ella estaba cerca, como si no pudiera dejar de molestarla. Segundos después, y volviendo a ser él mismo, dijo:

—Te gusta Skrain, es eso. No entiendo ni siquiera que es lo que puedes ver en él. ¿No sientes lo peligroso qué es? —engrosó su voz, tomó un tono más alto y apabullante, de ese que puede hacerte trastabillar, ponerte nervioso y calarte hasta los huesos—. Cuando lo veo, cuando está cerca, siento muerte. Ella lo sigue, los espíritus crean una especie de aura que me deja helado cada vez que lo veo.

—Él nos ha ayudado, es el tipo de persona que me gustaría tener como amigo.

—Hay un anhelo ahí que me dice que se trata de algo más.

Piperina apretó los puños, furiosa. Nathan estaba raspando dentro de ella, la hacía sentir incómoda, como si la conociera muy bien y supiera todos sus secretos.

—Mira eso —señaló él. El piso de aquél túnel se había agrietado dejando una marca apenas visible.

Piperina no podía creerlo, pero sabía que se trataba de ella. Sus poderes habían surgido, algo nuevo había nacido en su interior.

—Le diré a Amaris que Zedric quiere verla —dijo sin más en un intento por mantener a Nathan lejos de ella—. Ahora sólo vete.

Nathan frunció el ceño, contrariado.

—No entiendo porque niegas que algo bueno puede suceder entre nosotros.

—No quiero oírte, no quiero nada contigo —dijo Piperina. Cerró los ojos, suspiró, luego explicó—: Lo siento, pero no me arriesgaré a tener algo porque sé el tipo de persona que eres. Yo quisiera tener algo serio, estable, que me edifique y me haga una mejor persona, no tener a alguien que sólo me usará.

—Ah, con que es eso. Ahora lo entiendo —dijo Nathan. Piperina sintió su corazón latir rápidamente ante lo que él tendría que responder, pero sólo agregó—: Nunca querría tener algo serio. Ni siquiera creo que exista el amor. Pero si tú crees que puedes conseguir eso con alguien más, con Skrain, entonces búscalo.

—¡Princesa! ¡Princesa! ¡Déme su bendición! —gritaron muchísimos pueblerinos desde las afueras del palacio real al ver a Piperina llegar en su carruaje especial.

No entendía lo que estaba sucediendo. Después de hablar con Nathan se había cambiado a sus ropas normales y había ido directo al palacio real para ver a Amaris, —que había sido trasladada porque ahí se encontraba la mejor atención médica que pudiera haber—. Pero no esperaba tal recibimiento, a tantas personas admirándola y gastando su tiempo para ir a verla.

En la isla de los sabios había personas importantes. Desde nobles, monjes, comerciantes adinerados, hasta la misma élite. Solo pocos eran invitados a  eventos tan importantes como el torneo, solo otros pocos eran lo suficientemente adinerados como para poder pagarlo, sin embargo, las noticias parecían haberse expandido rápidamente, porque no todos podían haber empezado a admirarla así de la nada.

Había todo tipo de personas esperándole. Vió campesinos con ropas andrajosas, nobles con grandes y elegantes vestimentas, pero también pueblerinos normales, personas que no habían sido llamadas y que vivían en dos grandes civilizaciones con personas llamadas y de características muy conocidas. Eran personas como ella.

Los guardias se arremolinaron alrededor de las puertas del palacio intentando contener a la multitud para que no bloqueara la entrada, pero estas eran tan numerosas que con su fuerza empujaban el carruaje haciéndolo de un lado al otro, tambaleándolo y casi haciéndolo caer.

—¡Queremos verla!

—¡Queremos ver si es real!

—¡No la escondan! ¡Salga princesa!

Piperina sintió que su corazón comenzó a latir con rapidez, obra de toda esa incertidumbre cerniéndose sobre ella. Sabía lo que era desear ver a alguien con muchas ganas porque ella misma quería ver a Amaris enseguida, saber si realmente se estaba recuperando después de que el espíritu se hubiera instalado dentro de ella.

Piperina abrió una de las ventanillas del carruaje. Las personas soltaron exclamaciones, se abrieron espacio y dejaron un círculo alrededor de ella con organización y rapidez increíbles.

El silencio llenó el ambiente. Las personas se mantuvieron observando a Piperina, casi se sentía como si estuvieran viendo al último rayo de esperanza en el mundo.

Un hombre alto, de piel morena, ojos oscuros, y cabello corto rizado se adelantó a través de la multitud. Enseguida hizo una reverencia y dijo:

—Salve, la bendecida de Erydas.

—Salve —dijeron todos los demás. Los cuerpos se doblaron inmediatamente, todos en reverencia, un gesto que Piperina recordaría el resto de su vida.

El hombre alzó su rostro de nuevo, enseguida diciendo:

—Usted es la esperanza que hemos deseado tener por tanto tiempo. Tenga por seguro que está representando a todos los que son como nosotros, los que hemos sido bendecidos por una nueva tierra en la que vivir, Erydas.

—Agradezco su apoyo de todo corazón —respondió Piperina, que, aunque no lo creía, estaba a punto de llorar—. Y me gustaría quedarme aquí todo el tiempo del mundo, pero tengo que ver a mi hermana enseguida.

—¡Pues vaya! —gritaron varios de los campesinos.

—¡Gracias por detenerse aunque sea un momento! —gritó otra mujer desde atrás. Piperina hizo una última reverencia, entonces se marchó y dejó aquel lugar con su ánimo considerablemente mejorado.

Amaris se encontraba en un estado deplorable.

Su piel, si era posible, estaba mucho más pálida de lo normal. Sus ojos estaban inyectados de sangre, su cabello ensortijado estaba hecho un desastre y no podía concentrarse en una cosa en particular. Estaba viendo demasiado al mismo tiempo, y era agobiante.

—Yo... —gimió, recordar lo que había sentido calaba su interior por lo doloroso que era— La sentí invadir mi interior, sentí sus ansias de poder, de vida.

—¿El fantasma es una ella? —preguntó Piperina, preocupada. Su hermana estaba en tan mal estado que hasta le daba miedo acercarse. Se mantuvo en el umbral de la puerta por unos segundos, avanzando con lentitud.

—Sí, era una ella. Quería poder, quería terminar con todo —las lágrimas estaban saliendo de nuevo, algo que Amaris ya no podía evitar— Me enseñó cosas horribles. Me hizo ver a un padre, a un padre matando a su hijo para conseguir el dinero. Vi a una mujer ser violada, a un hombre ser traicionado por su mejor amigo. Lo sentí real, como si me hubiera sucedido a mí misma.

Piperina estaba atónita. No podía creer que aquello hubiera sucedido. El poder que su hermana parecía tener era inmenso.

—¿Tienes tanto poder como para ver eso? —preguntó—. ¿No crees que puedas llegar a controlarlo?

—No era mi poder —respondió Amaris, su mirada vacía al recordar el estado lívido en el que había quedado después de la lucha—. Ella me lo mostró con el suyo.

—Pero no sabemos de quien se trataba. Me gustaría saber si...

—Podría controlarlo si hiciera un sacrificio de sangre —interrumpió Amaris. Sonó extremadamente desesperada, tanto que Piperina sintió que se le desgarraba corazón de la impotencia—, la última vez...

—No —dijo una voz masculina. Ranik entró a la habitación, fue hasta Amaris y fijó sus grandes ojos azules en ella—. Por ahora puede que funcione, pero sólo hará que empeores a largo plazo. Tienes que aprender a manejar tus habilidades por tí misma, nadie más lo hará por tí.

Amaris comenzó a llorar, mientras que Ranik se sentó junto a ella, la abrazó y la sostuvo en sus brazos durante su agonía.

—Estarás bien —dijo. Usó una de sus manos para acariciarla, tanto su cabello como su rostro se sintieron cálidos ante su toque—. Te ayudaremos con eso, tenlo por seguro.

Así estuvieron por varios segundos interminables, dándose consuelo. Piperina se mantuvo frente a ellos, un apoyo que también era bastante necesario en aquel momento.

Piperina rompió el silencio en el momento en que recordó su conversación con Nathan y los deseos de Zedric de ver a Amaris.

—Acabo de recordar... —dijo, no al cien por ciento segura de que estaba bien decirlo frente a Ranik—. Zedric quiere verte.

Amaris se encogió como si el frío se estuviera propagando por su cuerpo. Era algo que no podía suceder, pero se veía lo suficientemente débil para que sucediera.

—No, no puedo verlo... —murmuró, Ranik se irguió en su lugar y miró a Amaris con parsimonia, esperando su respuesta—. No podría resistirme.

—¿Resistirte a él? ¿Qué tipo de relación tienen? ¿Es cierto lo qué se dice sobre ustedes, qué deshará su compromiso con Elina?

Piperina comenzó a sentirse fuera de lugar en esa habitación. La conversación entre ambos se sentía demasiado íntima, como si estuviera escuchando a un matrimonio de muchos años. Para el colmo, Ranik no había sonado normal, sino que su tono tenía impregnados ciertos sentimientos, celos.

—Yo... —Amaris se detuvo, había perdido el aliento—. No. No tengo nada con él.

—Pero, según Nathan, él se preocupa por tí —dijo Piperina. Amaris la miró con cara de pocos amigos, luego le dijo específicamente a ella:

—Zedric me ha sorprendido. Es diferente a como pensé que sería. No sé si realmente le preocupe, pero creo que si es así entonces es aun más distinto, después de todo, creí que era un ser maligno, que tenía vanas intenciones.

—Dime que no, te lo ruego. Dime que no has tenido nada con esa princesa —dijo el rey Amón en su sesión privada con Zedric. Como siempre, estaba perfectamente pulcro y arreglado, su rostro regordete no mostraba ni un poco de flexibilidad, todo él era autoridad—. Puedes estar con cualquier mujer que quieras, pero ellas no, son intocables. Te lo he dicho un millón de veces.

Zedric rodó los ojos. Estaba cansado de que los demás supusieran cosas de él, que lo tomaran por tonto, idiota, cruel, o que dijeran que estaba pensando casarse con una princesa del reino Luna.

Nunca se había hecho nada como eso, nadie nunca se había atrevido a unir a esos dos reinos.

En cuanto a Amaris, seguro que lo atraía. Era bella, bellísima, tenía un carisma y una debilidad que lo hacían querer mantenerla a salvo a como diera lugar.

¿Pero desafiar a todo y a todos para casarse con ella? Eso sonaba imposible. Estaba comprometido con Elina, que, aunque no era el partido perfecto como Amaris, era lo que el reino necesitaba. Una buena unión, una alianza que lo mantuviera estable y no generara más caos del que ya había.

—No tengo esas intenciones con ella —respondió. El rey entrecerró los ojos, sus cejas tupidas se juntaron en una expresión de incredulidad y duda.

—Zedric, mi hijo mayor —dijo en tono bastante serio, algo que nunca había visto de él por su actitud burlona y sarcástica—. La situación está complicada en estos momentos. El Reino Sol pide justicia para Elmhir Houndlight, el Reino Luna pide justicia para el chico lobo. La culpable parece haber desaparecido y si apareciera una guerra entre las colonias y nuestro continente podría comenzar. Estoy haciendo todo lo que está en mis manos para mantener la diplomacia pero, si hay algo que quiero, es que mis dos hijos me apoyen y que no hagan nada que podría perjudicados. No hagas ninguna estupidez. ¿Entendido?

—Sí, padre.

—Correcto, que así sea. Ahora escucha lo que voy a decirte, porque es muy importante. Prepárate para lo que viene, porque vas a cancelar tú torneo.

Amaris siguió grave. Despertaba de vez en cuando, farfullaba unas cuantas incoherencias, bebía y comía, luego volvía a su estado de inconsciencia. Soñaba, tenía visiones y no dejaba de tambalearse porque, más que sueños, eran en su mayoría pesadillas.

Ranik se mantuvo a su lado, observándola con preocupación y acariciando su cabello ensortijado y frente en gestos cariñosos. Cada que despertaba le daba palabras de aliento, trataba de tranquilizarla para que volviera a su estado normal.

Aun así, parecía inútil. En aquel momento ella estaba postrada en la cama temblando y murmurando cosas entre sueños.

—Está muy grave —le dijo Piperina—. ¿Crees que pueda...?

—¿Morir? —Zedric atravesó la pequeña habitación con rapidez, su presencia enseguida causando incomodidad—. Ni se atrevan a decirlo, no pasará.

Zedric jaló uno de los vistosos y costosos banquillos de la habitación y lo puso junto a Amaris. Una vez hecho eso, se sentó a su lado y tomó su mano.

—Está helada —farfulló—. ¿Es eso posible?

Amaris reaccionó al toque del príncipe. Dió un pequeño saltó, absorbió aire y tosió, como si estuviera atragándose, sólo después volvió al mundo real y abrió los ojos.

Zedric estaba frente a ella lleno de la luminosidad que lo rodeaba siempre. Lo distinto era que había cierto aire de preocupación que lo rodeaba. Podía verlo en sus ojos.

—Hola —dijo él. Su sonrisa se veía falsa, sus ojos mieles anaranjados parecían un poso sin fondo lleno de emociones. Amaris no podía responder, todo ella se sentía débil, cansado.

Suavizó su mirada, harta de huirle todo, incluso a sus sentimientos. Estaba a punto de contestar cuando notó la fuerte mirada que Ranik estaba poniendo sobre sus manos unidas. Ella enseguida se separó y respondió, sin más:

—No deberías estar allí. Tú padre habló contigo por algo, deberías estar siguiendo sus órdenes.

Zedric parpadeó varias veces, sorprendido. El poder de Amaris había crecido considerablemente, podía ver en su mente la forma en que tenía constantes visiones incluso cuando lo estaba mirando.

—Me preocupas —dijo—. Necesitaba verte, hablar sobre lo que viene.

Amaris negó con la cabeza, enseguida sabiendo el rumbo que estaba tomando la conversación. Lo había visto, lo sabía con certeza.

—Piperina, Ranik, necesito hablar a solas con Zedric —dijo, queriendo terminar ese tema de una vez. Ellos estaban a punto de quejarse cuando ella agregó—: Por favor, es importante.

Ambos salieron de la habitación a regañadientes. Ranik no estaba para nada convencido, pero al ver la forma en que Amaris lo miró antes de salir, como diciéndole que estaba segura de lo que estaba haciendo, se sintió un poco más tranquilo de dejarla sola.

—Zedric —dijo ella una vez que hubieron salido—. Sé lo que quieres. He visto nuestra conversación en una visión.

—¿Y? ¿Eso quiere decir qué vendrás a la búsqueda conmigo? —preguntó él. Miró a Amaris con tanta esperanza y necesidad que ella se sintió muy mal al responder:

—Lo siento, pero no puedo. He ayudado todo lo que estaba en mis posibilidades.

—Pero...

—Lo siento, pero si los acompañara no haría nada más que ponerlos en peligro. Hemos encontrado a Cara. Ella los llevará hasta el cetro y sólo entonces estarán listos.

—¿Para qué? —Zedric estaba comenzando a cansarse de intentar sacar a Amaris de su letargo, su mente estaba tan dispersa que era difícil leerla.

—El final. El momento definitivo. Siento que viene.

Zedric miró fijamente a Amaris, en su mente maquinando lo que debía hacer para convencerla. Como no tenía nada de ideas, hizo lo único que su corazón quería hacer.

Se acercó a Amaris, se inclinó sobre ella, cada vez más cerca de sus labios. Ella lo miró fijo, no deteniéndole a pesar de entender lo que venía.

Zedric la besó. Ambos se fundieron en algo que recordarían para siempre, un beso tierno, sencillo, cálido, y a la vez interminable, fuerte y que no hacía más que acelerar el deseo que sentían el uno por el otro.

Por si fuera poco, ambos podían sentirse a niveles mucho más elevados. El toque de sus pieles elevaba sus habilidades, hacía que pudieran tener una conexión vívida y fuerte.

Zedric se sintió, por primera vez en su vida, pleno. Satisfecho, sin necesidad de nada más. Así el tiempo no importaba, se ralentizaba.

—Yo... —él se separó de ella, no podía creer lo bueno que estaba siendo dejarse llevar por una vez— Esto es diferente, es bueno.

Amaris se sentía bien también, su corazón latía con fuerza, su mente daba un millón de vueltas. Estaba a punto de responder cuando sintió algo venir hacia ella, una certeza que venía del mismo espíritu que la había estado abrumando todos esos días.

Zedric notó enseguida el cambio de su rostro, la forma en que sus ojos se oscurecieron aun más y su mente no hizo más que transmitirle dolor y angustia.

—Ella viene —dijo—. Ha mandado a alguien que comenzará nuestro final.

Zedric no entendió lo que ella quiso decir. ¿El comienzo del final? Definitivamente no sonó bien.

—No lo entiendo —farfulló. Amaris bajó la mirada, triste. Tenía que terminar con todo de una vez, librarse de esos poderes que no hacían más que consumirla. Zedric enseguida leyó sus pensamientos y, temeroso, dijo—: Te ayudaré, te llevaré al lugar al que quieres ir.

—Sigues leyendo mi mente —respondió ella—. ¿Qué tanto puedes ver?

—Veo que quieres ir con los de mi pueblo, los monjes del norte del Reino Sol. Crees que ellos te quitarán lo que tanto te abruma, que se llevarán tú clarividencia.

—Quiero que se lleven todo —respondió ella.

—Entonces —Zedric soltó su mano, la pasó por su frente, luego explicó, aunque no seguro de que fuera la mejor idea— Ven con nosotros, libra esta última pelea y, si estas segura para entonces que quieres desprenderte de la bendición de la Luna, entonces yo mismo te llevaré ahí, con los monjes.

Continue Reading

You'll Also Like

81.4K 6.8K 55
La vida cotidiana puede desaparecer en menos de un parpadeo, eso Ailyn Will lo tiene claro desde que su vida toma un giro inesperado al descubrir que...
1M 86.9K 57
Segunda temporada de (APV) adoptada por vampiros HISTORIA 100% MIA NO SE ACEPTAN COPIAS NI ADAPTACIONES #3 en vampiros 22/10/2016 #7 en vampiros 04...
837K 93K 12
Tercer libro en la trilogía Almas Perdidas.