La ruta de escape, no funcion...

By Ambar001HG

237K 13.7K 440

El frío metal de la pistola que se posa en la frente de Adela, le molesta cada vez más, el tiempo se acaba y... More

Advertencia
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo.

Capítulo 28

2.6K 205 3
By Ambar001HG

—¡¿Ustedes son novios?!, ¿cuándo paso?

El grito del doctor Meléndez frente a ellos dos, hace que Adela se sonroje y voltee a ver como todos le prestan atención.

—No somos novios, algo similar, pero un tanto más fuerte—murmura escondiendo el rostro en el brazo de Derek haciendo que tanto él como el doctor Meléndez rían de su tierna acción.

—Pero no sean así cuenten los detalles para aliviar un poco el estrés del trabajo, también díganme ¿cómo pasaron el Año Nuevo? —recibiendo unos documentos de una de las enfermeras el doctor Meléndez cuestiona.

El recuerdo latente de aquel día hizo que el corazón de Adela lata con fuerza, su rostro se vuelve mucho más colorado, pero la mano de Derek reposada en su espalda la hace recobrar el equilibrio.

—Nos vemos después—se despide Derek de su colega, en tanto, le extiende el brazo a Adela para irse de allí.

—Buenos días, doctor Barker—lo saludan en más de una décima ocasión. Adela estudia el ambiente alrededor de Derek y es que, a pesar de ser una persona introvertida tiene una presencia que hace a los demás sentir tranquilidad.

Esboza una sonrisa llamando la atención de Derek quien repentinamente la abraza al llegar al estacionamiento.

—¿Estás cansado?

Asiente, mientras hunde su cabeza en el cuello de Adela.

—¿Quiere el doctorcito un baño de espumas y un masaje exótico?

—¿Masaje exótico?

—Si, un masaje hecho por una exótica belleza.

—¿Y dónde está la exótica belleza?

Abriendo la boca fingiendo estar ofendida hace que Derek empiece a reír.

—Vamos a comer, hoy invito yo.

—Esto sí que es una sorpresa.

Poniéndose de puntillas le brinda un leve beso que le incita a revolotear el largo cabello de Adela.

Cambiando el rumbo de su viaje, a pies caminan hacia la cafetería al otro lado de la calle. Los lentes de sol, Adela acomoda a pesar de que no hay ni el más mínimo rayo de luz en ese día nublado repleto de nieve.

Entre el grupo de personas que se disponen a cruzar la avenida, Adela mira a su alrededor topándose con un hombre mayor que con una cámara le toma una fotografía de forma descarada.

—¿Adela? —Derek le da un leve tirón a su brazo, en tanto ella sigue con el ceño fruncido viendo al anciano.

—Ese hombre me acaba de tomar una foto.

Sin más que esperar Derek se le acerca. Los que están a su alrededor al eso escuchar se quedan atentos ante lo que pueda suceder.

—¿Se puede saber por qué hizo eso?

—Es una mujer muy bonita.

La risa del anciano hace que Derek alce la vista al cielo tratando de ser razonable, aunque le parecía extraño la forma de cómo ese hombre le tomó una fotografía a Adela.

—Eso es ilegal, borre la foto—se le acerca sin apartarle la vista ni por un segundo antes de demandar—Hágalo ahora.

—De acuerdo, de acuerdo, tomé—entrega la foto, sigue riendo y muestra que ya se deshizo de la fotografía.

Adela entre la multitud, siente una mirada penetrante que la hace voltear la cabeza para asegurarse si lo que vio es real o no.

«¿Fue mi imaginación?» eso considera, cuando la mano de Derek la atrae hacia él.

—Vámonos.

***

—Esa es la cuenta.

Ante la declaración del mesero, Adela se muerde los labios «No fue buena idea pedir sin antes preguntar por el precio» se lamenta viendo que la cuenta superó el dinero que trae (dinero que había ganado al ayudar a varias vecinas decorando sus casas para festejar la Navidad).

—Tenga cobre la cuenta, por favor—Derek pasa la tarjeta negra, alterando a Adela que no tenía intenciones de hacerle pagar.

—Derek, yo invité. Quién invita paga.

Alza la mano para que ella dejara de preocuparse por eso. Ya él sabía que ella no podría pagar la cuenta, en otra ocasión había ido a esa cafetería y sabía lo elevado que son los precios.

—Descuida, me invitas para la próxima, ¿o acaso no pensabas salir más conmigo? —extiende la mano quitándole del labio superior un poco de crema batida.

Tanto las mujeres como los hombres a su derredor les prestan atención. Derek lleva aún la bata y los lentes de ella la hacen ver un tanto sospechosa.

—¿Disculpe? —le toca el hombro una adolescente.

—¿Sí?

—¿Me da su autógrafo?, ¡soy su mayor fan!

Ante su grito Derek se atraganta con su chocolate caliente y trata de contener la risa al ver que a Adela se le tornan las orejas rojas. Los clientes se aglomeran creyendo que es una famosa, pues el grito de la niña hizo que crearan especulaciones.

—Disculpen, permiso.

Entre empujones salieron de la cafetería, sin evitarlo, Derek empieza a reír abochornando a Adela.

—No te burles, tanta la foto de ese anciano como eso del autógrafo es una locura total.

Dejando de reír, la abraza.

—Debiste preguntar quién era esa supuesta famosa con la que te confundía, así te hubieses presentado como su doble.

—Veo que estás muy parlanchín estos días.

—Hoy deberíamos hacer una deliciosa cena, ¿no te parece? Te ofrezco un masaje relajante esta noche... igual o mejor como el de la otra vez.

Dejando de protestar, Adela se muerde el labio.

—Mi dulce Adela, ¿estás nerviosa? —le susurra al oído antes de darle un beso en el cuello y ella se retuerce ante la sensación de cosquilleo.

—¡¿Qué haces?!, ¡nos van a ver! —mira hacia todas partes, a pesar de eso en ese estacionamiento al que regresaron en busca del auto no hay nadie.

—¿Me permites un beso?

—No tienes que pedir permiso... puedes tocarme cuando quieras.

Fue su voz profunda y seductora la que le hace descarte la idea de negarse, viendo su rostro relajado con una mirada tierna dirigida a ella, se le acerca. Lo besa ocultando el nerviosismo que le provoca, más Derek sujeta su cuerpo como tal delicada rosa.

Su agarre en la cintura de la mujer se profundiza, deslizándose hasta acunar su trasero. Ella se ríe por lo bajo y enreda sus brazos en su cuello... antes del año nuevo él no se había atrevido hacer tal cosa.

—¡Director! —el grito los aparta.

Derek voltea de mala gana viendo al empleado del hospital dirigirse a ellos.

—Director, se acaba de presentar una reunión de emergencia y se necesita su presencia cuanto antes.

Adela se acomoda el cabello viéndolo fruncir el ceño.

—Ve, no te preocupes puedo llegar a casa sola. Debes hacer tu trabajo—posando su mano en el hombro de él, le eleva las comisuras de su boca.

—Apresúrate, te esperaré para hacer la cena juntos.

Resignándose le da un largo beso en la frente.

—No te muevas de aquí, enviaré a alguien para que te lleve a casa.

Viéndolo marcharse, Adela esboza una sonrisa, todavía sin poder creer que ese hombre hace poco le había confesado que hace tres años la amaba en secreto.

«Qué locura» se pone en cuclillas acunando el rostro entre sus pequeñas manos.

Las vacaciones de Derek acabaron hace poco, es por eso que Adela suspira resignada. No quiere admitirlo, pero el hecho de estar sola en el departamento la hace sentir inquieta.

De vez en cuando, esa caja misteriosa enviada hace un mes, le pone los pelos de punta, sobre todo cuando ese hombre no ha vuelto. Aunque tal pareciera  Derek es el impedimento de la reaparición de ese hombre, ya que en ningún momento la dejó sola.

Se coloca de pie, estirando los brazos. Todo estará bien Derek no tardaría mucho, como máximo dos horas.

«Dos horas» se vuelve a morder el labio y se frota los brazos.

—Joven, ¿puede sujetarme las agujetas de los zapatos? —un hombre se acerca riendo, apenado y enseñando el brazo sujetado por unas vendas.

—Será rápido.

Adela suspira, mira hacia la puerta por donde Derek desapareció y no ve llegar al hombre que vendría a llevarla a casa.

—Está bien—se le acerca, pues el hombre se apoya en una de las columnas de ese estacionamiento.

Agachándose Adela nota que el zapato no tiene cordones, entonces frunce el ceño, pues antes de que pueda subir la cabeza algo le toca la frente.

—Levántese despacio y sígame en silencio.

El frío metal de la pistola hace que trague saliva con fuerza.

—¿Quién lo envío?

—Camine—empuja la pistola para ejercer más presión sobre ella.

Mirando de soslayo hacia la puerta que Derek entró, Adela mira esperando que alguien saliera.

—¡Ayuda! —grita en cuanto ve al guardia de seguridad quien dormía hasta escuchar su exclamación.

El hombre detrás de Adela apunta la pistola hacia el guardia, inquieta imaginándose lo peor Adela golpea la pistola para que no fuera a dispararle a ese empleado.

—¡Iré, iré con usted!, ¡no le haga daño a ese señor!

Al escuchar su declaración, el hombre detrás de ella la observa e indica la ruta para que camine delante.

Adela busca las cámaras de seguridad, pero da la extraña casualidad que en ese momento la cámara giratoria no tiene la luz encendida.

—Le aconsejó no huir.

—Cómo si pudiera hacerlo con usted detrás—menciona, con todo eso sigue mirando tratando de hallar una brecha.

La salida de emergencias cubierta de nieve hace que Adela retenga el aliento, en cuanto vio una camioneta negra parada allí esperando por ella.

—¡Entre!

—Espere ¿qué es eso? —señala detrás del hombre que le apunta con una pistola. La expresión aterrorizada que hizo hace que el hombre se voltee, esto es un grave error de su parte.

Adela corre deprisa metiéndose por el estrecho callejón por donde no cabe la camioneta con el corazón a «millón» latiendo desenfrenado.

«¿Quién?, ¿quién es?» trata de rebuscar en su mente y las opciones son escasas.

—Derek... Derek... Debo llamarlo—rebusca en su bolso sin dejar de correr para buscar el celular y contactarlo lo antes posible.

A punto de doblar la esquina, una larga pierna se interpone en su camino, los negros zapatos lustrosos, parecen muy caros y al llegar a esa conclusión paralizada se detiene.

—Hola, Adelita.

Su voz le provoca escalofríos, Evandro se deja ver, sale de aquella oscura esquina del callejón con un habano en su mano, riendo burlonamente.

Las pronunciadas ojeras hacen que sus ojos se vean más fieros y amenazantes. Adela retrocede, sin embargo, es alcanzada por la gran mano de Evandro.

—Eres tan predecible, Adelita—aprieta su agarre y nota el cambio en el color de su cabello—Ese color no te favorece, pareces ramera... Igual que tu madre.

—Siempre hablas de mi madre, ¿y tú que eres? Un asesino, estafador, mafioso, asqueroso y como si fuera poco ¡también eres un secuestrador!

—Vaya, vaya... Te descuido dos meses y esto pasa—le tira el humo a la cara haciéndola toser—Te dije que cuidarás de tu lengua si no quieres perderla.

—Estoy harta de huir, no hice nada malo para tener que hacerlo, ¡has lo que sé te dé la gana!, ¡hazlo ya!

—Eres una genia ¿cómo no se me había ocurrido antes? —lanza el habano en el tanque de basura allí cerca.

Mete la mano dentro en su gabardina y saca una cajita de regalo envuelta con una cinta escarlata.

—Tómalo.

Renuente aceptarlo, Adela se abraza así misma, viendo su obstinado comportamiento, dándole un jalón Evandro la obliga aceptar la caja.

—Ábrelo.

La pequeña caja desprende un aroma inusual del que no está familiarizada. Despacio quita el lazo con la esperanza de que alguien fuera a verlos y la ayudara.

Con los ojos muy abiertos Adela palidece, retiene la respiración y Evandro por su parte disfruta de su miedo.

—¿Te gusta?

—¿De quién es esto? —las náuseas acuden a ella y reteniendo las lágrimas lo mira.

—¿De quién más sería? De tu padre, por supuesto.

Negando Adela retrocede, choca con una de las estrechas paredes de ese callejón, las lágrimas calientes se deslizan por sus mejillas y sacude con fuerza la cabeza negando que algo así esté sucediendo, mientras sostiene un dedo, un dedo de su padre.

—Te dije que conmigo no se juega, ustedes roban mi dinero, ¿y creen salir ilesos? Cada vez que te reveles cortaré uno de sus dedos quedan diecinueve que puede perder por tu culpa.

Sus gritos se alargan al dejarse caer al suelo Evandro baja la cabeza para ver el costoso reloj en su muñeca, ya lleva cinco minutos en ese lugar no puede seguir ahí.

—Camina—la sujeta del antebrazo forzándola a levantarse.

—¡Maldito, pagarás por esto, todo en la vida se paga! —habla entre jadeos aferrándose al «obsequio» que le trajo.

—¿Debería ir a buscar otro dedo? Quizás ahora uno de tu hermana.

El corazón de Adela se detiene por un momento con los ojos muy abiertos observa a Evandro burlándose en su cara de su desgracia.

—¡No por favor no, no le hagas daño! Házmelo a mí.

—Ya me hiciste enojar, Adelita.

El rostro de ella se distorsiona ante esas palabras, no le deja procesar la información, llevándosela arrastras hasta la camioneta la entra sin darle tiempo a gritar.

Creyó haber escapado del lobo, pero el lobo la ha vuelto atrapar.

•••

Ahora bien, esos cuatro hombres que acaban de dejar a Evandro y Adela en esa mansión fría en medio del bosque se marchan tal como se lo habían ordenado.

—¿Qué consideran que le haga? —el más joven de los cuatro quien da la casualidad de ser nuevo cuestiona un poco intranquilo ante los gritos de la mujer durante el largo viaje.

—Acostúmbrate que no estás trabajando con un manso cordero.

—¿Pero esa mujer va a estar bien? —traga con fuerza, según había escuchado acerca Evandro era de lo peor y tal parece no eran únicamente rumores.

—Oye niño, procura callarte. Estás aquí por el dinero, cierra los ojos cuando veas algo anormal. Es lo que te conviene—el conductor le lanza un fajo de billetes y vuelve a mirar la carretera.

Los otros dos están tranquilos desinteresados de lo que está sucediendo.

«Con que esto es la mafia» en eso piensa al darse cuenta de que ninguno levanto queja ante el secuestro que acaban de hacer. El joven Ignacio llegó a ese lugar como garantía de una deuda de juego por eso no entiende aquellos que están por puro gusto.

—¿La va a matar?

El copiloto suspira ante la curiosidad del muchacho y para salir de él, asegura.

—No le hará nada, solo la mantendrá con él por unos días. Está obsesionado con ella, así que procura no mencionarla a nadie más, si te llegará a escuchar creería que te interesa y tu cabeza rodaría en poco tiempo.

Johari permanece en silencio en medio del parloteo del curioso joven. Se pasa una de sus ásperas manos por las largas trenzas. Todavía tenía esperanza de que Adela escapara.

—Sigues molestando hasta después de muerta—piensa en voz alta, se produce un incómodo silencio y es el conductor quien decide murmurar.

—Johari contrólate, lo que está pasando no es asunto tuyo.

—Esa niña no debería pagar por lo que hizo su madre, ¿opinas que es justo que te hagan sufrir por lo que hizo otro? —espeta con rabia.

Todavía recuerda cómo Adelaida se llevó a Evandro por una semana cuando esté apenas era un adolescente.

Aquella mujer no estaba en sus cabales, lo dio a demostrar cuando lo hizo adicto a las drogas y al sadomasoquismo, asesinando a la madre de este en un arrebato de celos frente a sus ojos y luego al padre unos años más tarde.

Adelaida «Zakone» (su apellido de soltera) una princesita mimada de una poderosa mafia extranjera quien mudándose a otro continente casándose con un don nadie creyó que su pasado quedaría enterrado.

Pero no cambió su estilo de vida desenfrenado, en la vida pensó que todo lo merecía al ser hija de un poderoso mafioso. Era una mujer problemática que les causó problemas y sigue causándolo tras su muerte.

—Johari ¿acaso no consideras eso cuando el patrón te ordena matar a alguien? Nunca te he visto vacilar al matar a quienes ahora llamas «inocentes».

El silencio inunda la camioneta una vez más ninguno se atreve hablar solo el mismo que eso acaba de confesar.

—Deja de pensar en eso lo máximo que podría hacer es acostarse con ella y eso no la matará, así que relájate.

—¿Quién tiene hambre? —habla el que de los cuatro nada había dicho hasta el momento, quería que ese tema se acabara cuanto antes, sobre todo sabiendo que el conductor es leal hasta la muerte al patrón.

La conversación giró en torno a comida, pero Johari no pudo involucrarse solo piensa en esa muchacha que tanto le hace recordar a sus hermanas.

«Marcos tiene razón, se cansará de ella en unos días... No creo que la toque, no le gustan las mujeres tan jóvenes» con ese pensamiento se tranquiliza.

•••

Entrando en la mansión únicamente los dos, provoca que Adela se estremezca. Lo menos que deseaba es estar cerca de ese hombre.

«Si ganó su confianza puedo engañarlo y hacer que baje la guardia».

—Tres veces—sisea detrás de Adela.

—¿Qué? —ella se detiene al darse cuenta qué Evandro está muy tranquilo.

—Han sido tres veces que has escapado Adela.

Volteando a verlo, Adela esconde su nerviosismo al sonreírle.

—Ya no lo haré más, por favor deja a mi familia. Haré todo lo que me pidas.

—Por supuesto que no lo harás más, me aseguraré de eso.

Asegura todas las puertas, Adela mira atenta sus apresurados movimientos.

—¿Evandro?

Rebuscando en la cocina encuentra un frasco repleto de analgésicos.

—Bébete dos—se los extiende y espera a que se los beba.

—¿Para qué es esto?

—¿No dijiste qué harías todo lo que te pidiera?

Dudosa se toma las dos pastillas, satisfecho camina hacia la puerta que dirige al sótano.

—Ven aquí, Adelita.

Incómoda por la tranquilidad que Evandro refleja se le acerca.

—¿Ves lo qué hay allá?

Entrecerrando los ojos para ver lo que él trata de enseñarle, se da cuenta de que la oscuridad le prohíbe ver más allá de las largas escaleras.

—Déjame ayudarte a ver mejor—no termina de eso mencionar cuando la empuja con fuerza por las escaleras Adela rueda hasta caer abajo de forma estrepitosa.

Su grito resuena por el sótano, se le torció el tobillo derecho.

—Sabes Adelita, no me gustan las mentiras ni los juegos, dicen por ahí que la tercera es la vencida.

Encendiendo las luces del sótano mira que en medio del llanto Adela mueve la pierna izquierda.

—¿Solo te fracturaste una pierna?

Viéndolo tomar un martillo, Adela se arrastra hacía tocar la pared.

—Evandro, por favor, por favor, no hagas una locura. Yo no me escaparé, no me iré de tu lado.

—¿De verdad?

«No».

—¡Si, me quedaré a tu lado!

«No es cierto».

—¿Me crees? —reteniendo el dolor, intenta sonreírle y lo que sale de sus labios es una mueca.

—Sé que no escaparas, creo en ti—le acaricia la mejilla derecha, acuclillado frente a ella—Pero falta una pierna.

Adela ensancha los ojos a más no poder, lo sabía, Evandro la destrozaría.

Continue Reading

You'll Also Like

224K 23.3K 20
Luego de la gran era de creación de inteligencia artificial, y el primer hombre artificial, las investigaciones e inventos de los científicos de la S...
1.9M 167K 67
Trilogía bestia {02} Fantasía y Romance. "El amor puede ser felicidad o destrucción. " Primer libro: En los ojos de la bestia. Cuenta dedicada a la...
552K 64.4K 15
Harry había pasado por varias injusticias a lo largo de su vida. Había perdido y amado; preguntado y respondido. Pero aquella vez, cuando sabiendo qu...
293K 28.8K 46
[LIBRO 1] No respires cerca de él. No lo mires a los ojos. No le preguntes por su collar. No busques las razones. Es él, la imagen de la perfección m...