La ruta de escape, no funcion...

By Ambar001HG

237K 13.7K 440

El frío metal de la pistola que se posa en la frente de Adela, le molesta cada vez más, el tiempo se acaba y... More

Advertencia
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Epílogo.

Capítulo 27

2.6K 209 4
By Ambar001HG



Al día siguiente Adela sigue riendo sola ante el recuerdo de la buena noche que tuvo junto a Derek.

Tras escucharlo cantar, desapareció por media hora y cuando regresó la llevó al cine. Por esa noche sus problemas se esfumaron y pudo relajarse.

Entrando al baño, intenta por quinta vez llamar a su hermana, ya van dos semanas que desapareció y teme que algo malo le haya ocurrido.

«¿Y si Evandro le hizo algo?» se pregunta mordiéndose las uñas.

—¿Hola? —esa voz al otro lado de la línea le da un revuelo a su corazón, es Wanda que por fin contesta.

—¡Wanda soy yo, no vayas a colgar!

Levantándose de la cama, Wanda aparta las sábanas despertando a Axel quien a su lado desnudo se encuentra.

—¿Estás bien?, ¿estás comiendo bien?, ¿no te ha pasado nada malo?

—Sí, sí, me alegra escucharte. Quiero que no te preocupes, aunque no podemos vernos ahora en algún momento podremos reencontrarnos.

—¿Dónde estás? Voy a buscarte—corriendo en busca de un abrigo con el que cubrirse se dirige a la puerta.

—No, es peligroso... solo quiero que sepas que estoy bien, no desconfío de Axel, pero no le digas que hable contigo.

—Adela, júrame que estás bien—susurra conteniendo las ganas de llorar, las bolsas debajo de sus ojos son cada vez más evidentes desde su desaparición los días son difíciles.

—Wanda, si no lo estuviera no estaría hablando tan tranquila contigo... No te preocupes más, llegará el momento donde podremos vernos. Por unos meses me mantendré alejada, hasta que ese hombre logre olvidarme.

Limpiándose las lágrimas, Wanda reconoce cada cosa que Adela menciona desde aquel día en donde Evandro le quebró la mano a Axel se vio forzada a salir del país.

Voltea a ver a su novio quien frotándose los ojos bosteza. Ese día regresaría con Evandro aquel quien Wanda quisiera mantener lejos de ellos de una buena vez por todas.

—¿Quién es? —se acerca Axel haciendo que Wanda se apresure a colgar satisfecha al saber que su hermana a salvo se encuentra.

—Nada importante.

Frunciendo el ceño se da cuenta de que ella no hablaría del tema baja la mirada a su vientre levemente hinchado.

—¿Cómo amanecen mis trillizos?

Exaltada por su broma, Wanda le golpea el hombro con levedad.

—Déjate de locuras y apresúrate, el avión te dejará.

—¿A mí?, ¿quién anda en avión privado?

—¡Oh!, ¿¡cómo pude olvidarme de que usted es el señor Salvatore!?

Adela cuelga el celular, tras eso escuchar, su hermana creyó haberlo hecho, pero no lo hizo y para Adela es una felicidad el saber que por lo menos su hermana no está en peligro.

«¿Dónde estará papá?» se interroga a sí misma, teniendo en cuenta que después de lo que sucedió nunca más pudo volver a contactarlo.

—Espero que no les haya pasado algo malo...

Preparándose para quitarse la toalla y meterse a la ducha, suena el timbre de la puerta.

—¡Derek, la puerta!

Yako (su perro) ha estado pasando últimamente algunos días con la vecina del frente, Derek la deja estar con el perro para que no se sintiera sola, más ahora que sus hijos no están con ella.

Es por eso por lo que silencio reina en el departamento, especialmente en ese día y eso fue lo que obtuvo como respuesta haciendo que lance un bufido y deprisa vaya a caminando hacia la puerta principal, mientras agarra con fuerza la toalla, siendo esto lo único que cubre su desnudez.

«Yo también extraño sus ladridos... lo buscaré más tarde» recuerda al perro que se estaba haciendo grande muy rápido.

Por la mirilla posa su mirada, esperando reconocer la persona detrás de la puerta.

Aun así, no hay nadie.

«¿Es la vecina del frente otra vez?» preguntándose, se muerde el labio antes de abrir la puerta.

Mira hacia ambos lados del pasillo, por lo tanto, se da cuenta de que está vacío. Aprieta la toalla y se apresura a cerrar cuando nota una caja de tamaño medio.

Sin ganas de tomarla trata de ignorarla, siendo las letras en dorado sobre la caja que llaman su atención.

«Adela Smith».

Recoge el paquete y asegurándose de no ver a nadie aproximándose, entra al departamento.

Dejando la caja encima de una mesa, da vueltas por la habitación considerando si debiera abrirla, termina ganándole la curiosidad y corre a quitar el lazo negro que la envuelve.

Tose debido al fuerte olor metálico, con las manos temblorosas aparta todas las rosas negras que llenan la caja.

«¿Qué es esto?» el sudor recorre su frente, aparta el flequillo para observar un largo esquema con fotos de distintas personas, estando el rostro de ella en medio conectando con todos los demás.

La imagen de Derek tachada en rojo con varios rayones la hacen fruncir el ceño, mucho más al darse cuenta de que las mismas marcas tiene Candice... Su compañera muerta.

—¡Derek! —lanza un grito tan fuerte que siente su garganta desgarrarse.

Voltea hacia todas partes, con un amargo sabor en la boca. Ahora que lo piensa no lo había visto en toda la mañana.

¿Y si algo le sucedió?

Tratando de correr hacia la puerta, tumba la caja, se esparcen los pétalos y una hoja en blanco vuela hasta la chimenea, la atrapa antes de que se queme.

—¿Qué es esto? —la hoja que en un principio vio en blanco, comienza a reflejar letras ante el contacto con el fuego.

«Mi tierna conejita, déjame contarte una breve historia... había una vez una niña que encontró un perro que empezó a cuidar, todos los días lo visitaba, llevándole comida y mimándolo en sus brazos hasta que el pulgoso perro ganó su confianza.

Ese perro sarnoso y rebelde, nadie quería, solo tenía a la niña que todos los días salía alimentarlo. Hasta que un día, la niña dejó de visitar al perro.

Pasaron los días, llovió, nevó, pero la niña no volvió a pesar de haber hecho una promesa diciéndole al perro que ella volvería.

Un día el perro fue hasta la casa de la niña topándose con la dura realidad que la niña ya tenía un nuevo perro que acariciar, uno bonito y sin pulgas por el que remplazó al pobre perro pulgoso que nadie más quería.

¿Quién crees que era el perro y la niña, mi tierna conejita? Mira por la ventana».

Ensanchando los ojos, Adela lanza la hoja al fuego, negando repetidas veces tal cosa.

«No, no puede ser... Él no ha vuelto» en eso piensa al correr al baño, cerrando la puerta con pestillo. Necesita contactarse con Derek el único problema es que ella tiene su celular.

Niega repetidas veces, sin embargo, la desagradable sensación de tener a alguien detrás de ella hace que voltee nerviosa hacia todas partes.

—¡Sal de dónde estés!

Un lejano sonido amortiguado hace que ensanche los ojos, parece el de una vasija chocando contra el suelo.

Retrocede apresurada tropezando con la bañera repleta de agua, cayendo de bruces sumergiéndose sin previo aviso. Imágenes de aquella noche oscura con un frío abrazador en donde siendo perseguida cayó al mar. Todo aquello la traiciona haciendo que sea incapaz de salir de la tina.

Empieza ahogarse, el pánico le prohíbe levantarse por el pasillo una música clásica resuena, mientras que nadie puede imaginar lo qué pasa con Adela Smith. Perdiendo las fuerzas, cedé. Ensu mente siguen las imágenes de aquel día en el mar abierto hundiéndose poco a poco.

Adela.

Lejos escucha su nombre, justo como ese día.

—¡Adela! —una fuerza externa la obliga a recobrar la conciencia en el mismo instante que es sacada de la tina.

Derek que llegando de entrenar accedió a la casa no pudo escuchar a su compañera. Inquieto la buscó hasta esa impactante escena presenciar.

Dándole primeros auxilios hizo que abriera los ojos, mientras tose sin parar.

La toalla se cayó del cuerpo de Adela, pero Derek se apresuró a cubrirla con su camisa, llevándola hasta la habitación moviéndose de un lado al otro deseoso de saber qué le ha sucedido.

Entre balbuceos Adela no para de hablar.

—¡No, no, déjame por favor!, ¡te lo ruego, déjame en paz!

Con los ojos cerrados las lágrimas le ruedan por las mejillas, Derek quien en sus brazos la lleva aprieta los dientes y la aferra a su pecho.

—Tranquila, todo estará bien... Yo estoy contigo.

•••

Después de aquel accidente tratando de animar a la angustiada Adela. Derek la anima acompañarlo todas las tardes a entrenar, se ha tomado unas largas vacaciones y en esas largas semanas ha logrado su cometido.

Adela ha vuelto a sonreír.

—¿Dónde estás, Derek? —entrando al departamento deja caer su bolso.

Se frota las manos y se quita el pesado abrigo aterciopelado, acomodándose el flequillo esboza una tímida sonrisa.

—Estoy en la tina.

De puntillas se acerca entrando al baño, en tanto, asoma la cabeza viendo al hombre de cabello oscuro recostado en la tina inclinando la cabeza hacia atrás.

—¡Sorpresa!, ¿te gusta? —los ojos le brillan al esperar por su respuesta.

Derek se reincorpora en la ducha viéndola con fijeza, su largo cabello castaño ha sido teñido, ahora es tan brillante y cobrizo que parece otra persona.

«Han pasado dos meses... Sigue asustada» concluye notando que solo ese día se había animado a salir de casa sola, siendo no muy lejos. Tan solo bajo al segundo piso de ese gran edificio.

Hace una leve mueca no quiere seguir viéndola asustada. Es joven, no quiere que desperdicie su vida viviendo escondida para siempre.

«¿Cuándo me dirás cuál es el nombre de quien te atormenta?».

—¿Derek?, ¿me veo tan mal? —baja la cabeza recogiéndose el cabello con un gancho.

—Eres hermosa sin importar el color de pelo que uses, siempre serás la más hermosa para mí.

—¿Aunque me corte el cabello y me depile las cejas? —bromea.

—Por supuesto.

—¿Aunque me rapé la cabeza y se me caigan los dientes?

Se le hace inevitable reír.

—Seguirás siendo la más hermosa de todas.

—Mientes—hace un puchero y se cruza de brazos.

—Cierra los ojos.

El nerviosismo de la mujer le hizo obedecer, Adela temblorosa se despoja de la ropa y camina hasta la tina. El agua se derramó un poco Derek sintió su cuerpo acunarse entre sus piernas y sonríe.

—Lo ha hecho un hábito, señorita Smith.

—¿No le gusta, doctorcito?

Riéndose Derek de su repentina coquetería, toma la esponja de baño y vierte el jabón líquido de fragante aroma que se desliza por la sedosa piel de Adela que se estremece ante el tacto.

—Mi dulce Adela ¿está estresada esta noche? —su bajo barítono cerca del oído de ella la hace reír.

—¡Por supuesto, tuve un muy largo itinerario que cumplir!

—¿Cuál largo itinerario?, ¿ir al salón de belleza y fingir hacer dieta?

Abriendo la boca a más no poder voltea a verlo, sin evitarlo este se ríe de su graciosa expresión. Pronto Adela comienza a salpicarlo de agua.

—¿Con qué en esa estamos? —relajado se queda viéndola mojarlo.

Ella se detiene y frunce el ceño, Derek de repente la sumerge en el agua, haciendo que se moje el cabello que recién peinó en la peluquería.

—¡Mi cabello! —tornándose colorada, Adela intenta hacer lo mismo, pero al no poder compararse en fuerzas siguieron salpicándose de agua hasta que todo el baño se mojó y sus risas hicieron eco por toda la casa.

Ahora bien, media hora después, tras tener que organizar todo, los dos tranquilos en pijamas se encuentran sentados.

—¡¿Cómo aprendiste arreglar el cabello?! —grita para que su voz se escuche por encima del ruido que hace la secadora.

Concentrado Derek le seca el cabello, cuando eso escucha se detiene.

—Arreglaba a mi madre.

—¿Y dónde está?

—Murió hace unos años.

Gira la cabeza para verlo se lleva una mano a la boca y antes de que se disculpara Derek niega.

—Fue hace muchos años, no te preocupes.

—¿Y de qué murió? —cuestiona tratando de aligerar el ambiente.

—Se suicidó.

Palideciendo Adela se le quitan las ganas de seguir hablando y baja la cabeza.

—Ya está seco, ¿preparamos juntos la cena?

En medio del vapor de los sartenes Adela a su lado lo ayuda a preparar la cena. En silencio los dos permanecen es un tanto incómodo, en cuanto, Adela informarse de la madre de él de esa manera. Derek la ve, jugueteando con los dedos y moviendo la comida.

—Mi padre tenía muchas amantes, a pesar de ello solamente tuvo tres hijos y de eso se encargó su esposa. Estaba obsesionada con las pertenencias de él.

Adela le presta atención y lo ve continuar.

—Su esposa era la madre de su segundo hijo, ella se deshizo de todos los hijos fuera del matrimonio al igual que esas numerosas mujeres. Sin imaginarse que su «querido» esposo se metería con la escuálida y enfermiza empleada doméstica que por años les sirvió.

—¿Era tu madre esa mujer?

—Mi madre era la empleada ingenua que creyó en las falsas promesas de ese hombre que se encaprichó con ella porque era un amor prohibido, era pura adrenalina bajo el mismo techo donde su esposa residía.

Sus palabras denotan desprecio y su mirada se achica al eso recordar. Adela le acaricia el hombro notando de inmediato como sus músculos se relajan.

—¿No viviste con tu padre?

Sirviendo los vegetales y los filetes que preparó, no tarda en mencionar.

—Desgraciadamente sí.

Adela por la postura que adoptó Derek se dio cuenta de lo mucho que le incomoda hablar de ese tema, él había dedicado tiempo para que ella abriera su corazón y la escuchó sin reproches.

Es por eso por lo que ella no pensó en insistir en eso. Lo abraza por detrás haciéndolo suspirar.

—Era un hombre despreciable, egoísta, un maldito sicario que solo velaba por sus propios intereses. No aceptaba ni consideraba ninguna opinión que no fuese la suya... por su culpa mi madre sufrió hasta el último día de su miserable vida... todo por su maldita culpa, debe no encontrar paz donde sea que esté.

—Derek...

—¡No lo entiendes!, ese mujeriego lo único que hacía era imponerse ante los demás... odio... no, aborrezco cada vez que me miro al espejo y me parezco más a él.

Adela reflexiona antes de hablar y le acaricia de nuevo el hombro.

—Tal vez no debería meterme en esto, pero... —se detiene buscando su aprobación para continuar y él se limita a prestarle atención.

—A lo largo de la vida, nosotros los seres humanos cometemos errores, unos más graves que otros, aunque no nos damos cuenta o desde nuestro punto de vista no es algo tan malo... cada uno en su propia mente no obra mal. Tal vez tu padre no fue una buena persona, ni mucho menos un buen esposo quizás sí estuvo presente en la vida de sus hijos enseñándoles lo que consideraba correcto lo que quizás a él mismo le inculcaron o se vio obligado aprender.

Bajando la voz le sigue acariciando los hombros al notar que se tensa.

—Todos tenemos derecho arrepentirnos de nuestras malas decisiones, quizás a unos no les dé tiempo y mueren antes de poder remediar sus errores... Derek no soy quién para decirte que hacer, pero seguir guardando ese odio en tu corazón hacia alguien que ya no existe solo te hará daño a ti mismo.

Suaviza sus palabras con la intención de no ofenderlo al ver que no se ha motivado hablar.

—Mírame a mí, en mi corta vida he cometido grandes errores de los que ahora me vengo a dar cuenta, justamente cuando tengo que enfrentarme a las consecuencias hiriendo a los que me rodean por no saber elegir en su debido tiempo ¿No es gracioso? Soy buena dando consejos, pero pocas veces me los aplico.

Sonríe con amargura.

—Soy siquiatra y yo misma necesito terapia. No somos perfectos lo importante es seguir adelante y encontrar la solución a los problemas... Derek, por favor, no te hagas más daño, encuentra tu paz interior perdonando a tus enemigos, cosecharemos cada uno lo que sembramos, no lo justifico, pues nunca lo conocí... solo me preocupa que ese dolor te haga daño ¿me entiendes?

—Comamos.

El silencio entre los dos no es incómodo, pronto dejan ese tema y aligeran el ambiente hablando de cosas triviales, disfrutan de la comida y se relajan juntos. Es maravilloso poder saber que ya no habrá más problemas, la tranquilidad toca sus puertas.

Por fin podrán estar sin preocupaciones, disfrutando de una vida pacífica como desde un principio debió de ser.

—Salud—sonriendo Adela alza su copa brindando con Derek.

Las manecillas del reloj no se detienen, las horas avanzan en tranquilidad, ambos ordenan la mesa tras haber comido.

—¿Pasa algo? —sin aguantarse Adela cuestiona, pues Derek ha estado mirando el reloj por varios minutos.

—Vamos.

Acercándose a pasos rápidos, frente a ella sonríe, mostrando aquellos coquetos hoyuelos en sus mejillas.

—¿A dónde?

—Es una sorpresa.

Trayendo un abrigo largo y amplio se lo pone a la mujer que confundida no deja de mirarlo al colocarle también unos guantes y boina.

—¿Una manta también?

—No te preocupes, te gustará.

Tomándola de la mano se dirigen a la puerta, en cuanto llegan se detienen, Derek vuelve a mirarla.

—Permíteme cubrirte los ojos.

Curiosa ella acepta dejándose guiar en medio de la oscuridad con tan solo la presencia de Derek que cerca permanece.

Dan varias vueltas antes de sentir unas escaleras, la intriga le hace morderse los labios. Tomándola de sorpresa Derek la carga, reprime un chillido y la suave risa de su acompañante es escuchada.

—No es gracioso—susurra ocultando el sonrojo.

Una ráfaga de viento revolotea el cabello de Adela, quien logra evitar quitarse la cinta de seda que cubre sus ojos.

—Buena chica.

Un sonido muy peculiar e inconfundible hace que Adela entreabra la boca, sintiendo la brisa fría que el aparato provoca.

—¡Derek!, ¿qué es eso?

—Solo es mi avión privado.

Aturdida, permanece, no sabe que contestar y de momento prefiere no arruinar la sorpresa.

***

—Ya puedes ver.

El sonido del avión cesó hace varios minutos, Derek la conducía por un camino que a simple intuición parece repleto de nieve.

Los largos dedos delicadamente rozan su nuca quitándole la cinta de seda. Parpadeando para adaptarse a la nueva vista y apreciando lo que delante de ella esta abre la boca.

—No puedo creerlo.

Frente a ella un paisaje maravilloso se extiende con majestuosidad, las montañas cubiertas de nieve los rodean, aun así, dejan despejado el cielo que muestra una aurora boreal verdosa que brilla con intensidad.

Las auroras boreales aparecen y desaparecen de repente, se mueven como si estuvieran jugando en el cielo tras tocar la atmósfera.

—Llegamos justo a tiempo—se para al lado de ella admirando la expresión de alegría que proyecta.

—Me dijiste que esto podía calmarte, hace días he notado que estás angustiada y pensé que esto sería buena idea, ¿te gusta?

Temblándole las manos, Adela llora.

—¿Qué pasa?, ¿tienes frío?, ¿¡te sientes mal!?

Negando se limita a sonreír.

—Adela...

—Nunca había visto una aurora boreal en persona. Es preciosa...

—Me alegra escucharlo.

Levantando la cara, Adela reflexiona en tal detalle.

—Derek me has dado refugio, comida, protección, ánimo cómo si eso fuera poco también me cumples mis caprichos... ¿Yo te atraigo?

El silencio los envuelve Adela estudia la expresión facial de Derek, aunque está no cambia.

—No.

—¿Qué? —incómoda ante la declaración el corazón de Adela late con fuerza la respiración se le acelera, sintiendo un desagradable nudo en la garganta.

«¿Qué esperabas? Era obvio, es un hombre adulto, realizado e independiente, ¿por qué le interesaría tener algo más que una amistad conmigo?» esos pensamientos le nublan el juicio.

—Creo que es bueno ir a beber algo caliente. Hablamos, luego iré a tomar algo—anuncia deprisa dándose la vuelta para marcharse.

Los días que junto a él pasó fueron como una montaña rusa en medio de su sensible corazón.

«No llores, no llores» incómoda se apresura alejarse.

—Aún no has dejado esa mala costumbre.

—¿Qué? —murmura al ser detenida, en cuanto Derek la sostiene de la mano.

—Tiendes a huir de los problemas y suponer cosas erróneas.

Sin atreverse a mirarlo a los ojos evita que esté vea las lágrimas que volvieron a rodar por sus mejillas.

—No me atraes, ya pasé por eso. Yo estoy enamorado de ti Adela. Sé lo que siento, pero no tengo pensado agobiarte con mis sentimientos.

—Yo también...

La interrumpe.

—No hagas eso, no tienes que mentir, aunque no creas corresponderme. No te dejaré en la calle, así que no te preocupes.

—Yo no miento... Derek soy una adulta igual que tú, ¿cómo esperas que no me enamorara después de todo lo que hemos pasado juntos estos dos meses? Solo es que...

«¿Cómo podría estar tranquila junto a Derek Barker, mientras su hermano me busca?».

Baja la cabeza, ¿acaso sería muy egoísta si tratara de formalizar con este hombre sabiendo el problema que tiene con su hermano? Si se metiera con él, eso solo le causaría problemas en el futuro.

—Adela.

Alejando esos malos pensamientos que la acosan, Derek acuna la carita de Adela entre sus manos.

—No te sobre esfuerces, esperaré a que estés lista para darme una respuesta. No importa cuál sea, respetaré tu decisión, tómate tu tiempo, yo te esperaré ¿de acuerdo?

—No—responde con seguridad—Te daré mi respuesta ahora mismo.

No debía posponer las cosas, sea lo que haya sucedido con Evandro Barker, ya aquello está en el pasado. Si se mantenía alejada de él al igual que manteniendo lejos a su familia no debe preocuparse más por ese hombre.

Ya todo termino, esos problemas serán enterrados en el pasado.

Continue Reading

You'll Also Like

70M 6.9M 49
[COMPLETADA] Una noche fue suficiente para cambiarlo todo, para destruirlo todo. Él acabó con mi familia, con todo lo que amo y por alguna razón me d...
1.6K 207 29
Ella pensaba que ya iba a tener un felices para siempre. Pero en el matrimonio nada es fácil y mucho menos cuando se tienen hijos. Se da cuenta que...
282K 23.6K 62
LEY DE TALIÓN. Edmund Broderick entregó su corazón a la chica menos indicada, por lo que le tocó asumir las consecuencias, y con tan solo diecinueve...
117K 5.9K 6
En los peligrosos años de 1280 de la Inglaterra medieval, el conde de Albermale, Roderick Montfort, busca esposa. Acostumbrado a las trampas y a la t...