Adivine Quién Soy

By Yos_Loverly

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Y no supe qué me pasó para llegar a escribir esa primer nota, todo siempre ha sido un lio a mi alrededor, tan... More

Información
Epígrafe
Introducción
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Acosadora
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Noticias
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Se acabó
El de antes
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Confesión
El peor grupo
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Muerta en vida
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Miradas invisibles
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Vine a verte a ti
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¿Alumna-zone?
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Tres de tres
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Deshecha
#90
#91
¿Decepción?
Sobre el final y agradecimientos

Epílogo: La verdadera despedida

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By Yos_Loverly

La noche previa a la graduación parecía ser la más larga de los tres años que pasaron en la preparatoria. Las miradas iban del reloj al techo, del techo al reloj y de nuevo al techo. Cada quién tenía sus planes para el día siguiente, desde la entrada triunfal al salón hasta la sonrisa para las fotografías.

Era más de medianoche y, como era de esperarse, Maia tampoco dormía. Fue hasta al traje que faltaba poco por usar y pasó los dedos por la suave tela. Sonrió, ya había llegado el momento de decirle adiós a todo aquello que la lastimó.

—Por fin.

Quería dejar de lado ese pasado tormentoso, desde las burlas de quienes no la conocían más que de vista hasta los ataques de furia de sus familiares. El alma le dolía, sus ojos rojos amenazaban con llorar de nuevo, la sonrisa pegada a du rostro desapareció al convertirse en una línea recta. Tragó duro y suspiró para por fin acostarse a descansar todo lo posible.

...

Llegó el día tan esperado por todos; desde los profesores queriendo que sus alborotados hijos postizos se fueran de sus vidas hasta esos chicos que deseaban nunca más volver a pisar la institución de paredes verdes y blancas.

Previo a la ceremonia, cada quien estaba arreglándose para llamar la atención; las chicas fueron a hacerse el dichoso peinado, algunas con caireles otras lacio, mechones sueltos y otros tantos recogidos, unas podría decirse que hasta ridículas se veían y aun con ese detalle no les dirían "te ves fatal".

Las miradas soñadoras iban del espejo al atuendo que vestirían en la tarde, el traje sastre negro que habían quedado de usar, más por decreto de dirección que por mero gusto, pero igual deseaban usarlo.

El grupo de asistente directivo, en el que Maia iba, finalmente hizo de las suyas usando, en lugar de falda, un vestido negro que les llegaba cuatro dedos arriba de la de la rodilla, el saco del mismo color, la mascada rosa palo y zapatillas negras. Se volvieron cómplices, por una última vez, al desafiar a los directivos. Sabían que los dejarían entrar, total, todas las chicas del grupo iban igual.

Se decoró el salón con globos verdes y blancos, las sillas con su monja blanca y moño según el color distintivo de cada salón, el escenario, los manteles, el equipo de sonido, entre otros tantos arreglos que debían hacerse antes de las cuatro que era cuando los próximos egresados llegarían.

El tiempo parecía volar para los que se les hizo tarde e ir lento para aquellos que deseaban llegase la hora del último pase de lista.

Llegó la hora de la verdad.

Los alumnos llegaron nerviosos, temblando, con las manos sudorosas, algunas chicas tambaleándose en sus altos tacones, unas caminaban tranquilas con sus zapatos bajos, los hombres andaban con ese estilo que los caracterizaba moviendo los hombros al ritmo de su caminata.

Las emociones se aglomeraban, no se sabía quién era más feliz o quién soltaría el llanto primero.

En la entrada, el profesor Alejandro se abrió paso vestido con una elegancia que no se le había visto antes, no por sus compañeros profesores ni mucho menos el alumnado. Muchos se asombraron al verlo ahí, él no iba a esos eventos, le aburrían y prefería pasarla solo en su casa viendo netflix en su televisor pero esta era una ocasión especial que no se iba a volver a repetir, ahora tenía un por qué ir a la clausura; debía descubrir a su pequeña acosadora.

Buscó con la mirada al grupo 601, ahí estaba su objetivo y, aunque ella dijo que se enteraría, prefirió acercarse, con un poco de suerte ella le haría frente... pero no fue así.

—Profe, ¿no se suponía que no vendría?

—Sí, cambié de opinión — dio un vistazo alrededor — ¿Ya llegaron todos?

—Aun no, faltan varias mujeres — dijo Pablo arreglándose el cuello de la camisa blanca —. Ya sabe, se tardan horas arreglándose para que, al final, parezcan espantapájaros.

—Eso supongo... — dijo sin prestar atención —, bueno, los dejo chicos.

Fue hasta su lugar lo más cerca posible del escenario en el que se pasearían los graduados. Suspiró.

—Será una larga espera.

La ceremonia pasó lenta, aburrida, sin mucho interesante que mostrar, los invitados se estaban quedando dormidos, cada quien estaba inmerso en sus pensamientos sin importar lo que pasara a su alrededor.

Primero se dijeron las palabras de despedida, luego los reconocimientos, el último pase de lista comenzando con el 601 y terminando con el 609. Alejandro trataba de notar algo distinto en cada palabra que se decía, en cada alumna que pasaba al frente... nada.

"Me mintió" pensó, estaba decepcionado y molesto.

Se puso de pie, acomodó su saco negro y caminó lento hasta la salida, faltaba poco para culminar y era obvio, al menos para él, que nada nuevo iba a ocurrir.

—Antes de terminar tenemos que dar una información a todos los presentes — el profesor Valencia se detuvo para luego dar media vuelta —. No creímos que este año pasaría esto, pero... por desgracia, nos llegó la información de que la alumna Maia Ornelas del 601 de asistente directivo falleció esta madrugada.

Un silencio sepulcral se extendió a lo largo y ancho del salón, Alejandro no se movió ni un poco, dejó de respirar sin darse cuenta, su sangre se heló. Eso no estaba pasando, pensaba, esto no es lo que debe de pasar, quizá seguía durmiendo y ese era solo un mal sueño.

El director se acercó a hablar con la mesa del presídium quedando así en seguir con toda la información proporcionada.

—Sus padres nos hicieron llegar hace un momento una carta que la chica escribió, su deseo es que sea leída frente a sus compañeros...

«Felicidades chicos, lo han logrado. Adiós preparatoria.

Bueno, supongo que ya saben lo que ha pasado, ¿cierto? No creí tomar la salida fácil... no tan pronto pero ¿saben? A veces el dolor es tal que ya no piensas en que puede haber un futuro mejor, no quiero que piensen como yo así que he decidido escribir esta carta.

Quisiera tener las palabras correctas siempre, ¿qué puedo decir? Era una chica común y corriente, por dentro moría, por fuera sonreía, ahora ustedes tienen la oportunidad de seguir adelante, yo la tuve también pero decidí botarla.

Algunos me conocieron y me olvidaron, otros me siguen recordando y no me hablaban y la menor parte es la que me hacía reír casi todos los días y que llevo en mi corazón.

A todos, desde los que conozco hasta los que no, quiero decirles que hoy es su día y que deben de celebrar con más entusiasmo, no porque yo me haya ido quiere decir que ustedes van a estancarse, porque sé que no lo harán.

Está claro, muchos me han caído mal, otros hasta imaginaba como los mataba pero, hasta eso, los ayudé aun cuando no se daban cuenta que fui yo. He sido de pocas palabras y muchas acciones.

Muchos esperaban este día para no volver a poner un pie en la preparatoria y otros han llorado creyendo que será la verdadera despedida de sus amigos y es que no es así, los amigos siempre van a estar contigo aun sin verlos.

Adiós, chicos... ah, y si quieren ir a mi velorio o funeral a decir lo buena persona que era o cualquier cosa de ese tipo, por favor, ahorren energías porque, si no me lo dijeron cuando estaba viva ¿para qué necesito que me lo digan cuando no esté aquí? De todas maneras, saben que los quiero, a mi manera, pero así es.»

—Es una noticia bastante lamentable...

Algunos pocos del grupo al que pertenecía Maia sollozaron, los chicos que no dejaban de hablar ni a sol ni a sombra se quedaron petrificados, varios murmuros sobre las posibles causas de muerte comenzaron a surgir pero pronto fueron callados por uno de los profesores que se hallaba cerca de ellos.

—Director — saludó Valencia a su jefe con un apretón de manos una vez terminada la ceremonia —. No puedo creer que ella haya muerto... ¿Sabe dónde será el velorio?

—De verdad lamentable, conozco a su tía y gracias a ella obtuve la información sobre su velorio y entierro.

Luego de haberse hecho de la dirección del velorio de la chica, salió hacía allá lo antes posible. Necesitaba ver con sus propios ojos ese rostro infantil que le sacaba canas verdes cada que abría la boca, ese cabello rizado que a veces parecía nido de pájaros. Moría por confirmar que los ojos café con el brillo lleno de luz y felicidad que conocía ahora estuvieran cerrados en un sueño eterno.

Inhaló aire fresco una vez fuera del salón, subió a su auto y arrancó en dirección al velorio.

Un nudo se comenzaba a formar en su garganta, los ojos le ardían y su corazón parecía revolcarse en su pecho. ¿Qué era esa sensación? Se preguntaba, le dolía pero no lo iba a admitir nunca, no era posible que siquiera le importara la muerte de una alumna común y corriente como ya las ha tenido... el punto es que ella no era una simple niña a la que le enseñaba fórmulas y leyes.

Ella era esa chica 18 años menor que él, la que se declaró enamorada en la primer nota, fue la que vio en sus ojos la tristeza que nadie más notaba, admitió algunos errores que cometió, le confió secretos que una persona no le diría a nadie, lloró en su hombro mientras decía "estoy bien" sin que él se diera cuenta que ella era a la que buscaba, y lo peor de todo, se ganó su corazón nota con nota, sin importar si era una o cien palabras, si le decía un simple "hola" o un "me ha pasado esto" y sin saber siquiera de qué color eran sus ojos hasta el día de hoy, pero ya no iba a verlos como deseaba.

Llegó.

Fue y tocó la puerta, una mujer con maquillaje corrido la abrió casi al instante.

— ¿Si?

— ¿Usted es la madre de... Maia?

—S-Sí, disculpe ¿quién es usted? — sorbió de su nariz y se limpió las lágrimas.

—Mi nombre es Alejandro y soy su...

—Profesor, ¿no es así? — él asintió suponiendo que la chica había hablado de él a su madre, quizá mintiendo con las típicas palabras "ese profesor es esto" —. Ella lo mencionó en una carta que nos dejó... dijo que si venía le diéramos tiempo a solas con usted.

— ¿E-En serio?

—Sí, pase, estábamos por sacar el féretro al patio trasero pero supongo que podemos esperar unos minutos más.

La mujer lo dejó solo en medio de la sala con el ataúd cerrado. Se acercó hasta poder ver por una pequeña ventana de vidrio el rostro pálido de una niña dormida. Abrió esa parte de la caja observando a detalle; llevaba puesto el traje negro que iba a usar en la clausura, su cabello ordenado en varios caireles bien formados y sus labios de un leve violeta en una línea recta daban la impresión de estar dormida.

Si tan solo fuera cierto.

—No sé qué decirte... — calló, algo lastimaba su pecho —. Me hiciste enojar con algunas de tus actitudes en clases, reímos juntos en distintas bromas, te enojabas cuando te llamaba "niña de repite", llegué a decir que eras una acosadora necesitada de atención en medio del salón y aun con todo eso seguiste dejando notas, en cada una de ellas dejaste un pedazo de tu corazón y te ganabas partes del mío... ¿Por qué?

La respuesta no llegó, no lo haría.

—Siempre quise saber quién era la que mandaba anónimos, si era real o solo un juego... ahora veo que sí eras real hasta el último cabello.

Acarició el rostro de la niña trazando con las yemas de sus dedos cada facción de él.

—Y ahora sé que eres tú... pero de saber que me enteraría de esta manera, hubiera hecho hasta lo imposible para impedirte llegar a esto.

Tomó su rostro entre sus manos y se acercó a él hasta unir sus labios con los de ella por unos segundos, en ese acto, una lágrima de Alejandro cayó en la mejilla de Maia.

—Ésta es la verdadera despedida, no adiviné quién eras, pero me enteré y más vale tarde que nunca.

Sacó de uno de sus bolsillos una pequeña cajita morada, sacó de su interior una pulsera de plata con tres dijes distintos; una llave, un corazón y un trebol de cuatro hojas. La colocó en la muñeca izquierda de la chica en la que tenía su inseparable pulsera negra, obsequio de una amiga tres años atrás.

Alejandro dejó un último beso en la frente de Maia y, al alejarse, juró haber visto que sus comisuras se elevaron un poco hasta formar una leve sonrisa. Sonrió y abandonó la habitación en la que yacía la niña que le había robado algo que no eran besos, abrazos y promesas al viento, ella le regaló palabras, le robó el alma y se la llevó consigo al cielo.

Caminó en silencio hasta su coche, trató de impedir que la frustración y el dolor que emanaba de él lo consumiera.

—A ella no le gustaría... Ella no quiere que esté así...

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