Percabeth entre mortales

By PoseidonDescendant

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Admítanlo, nuestro mundo está lleno de mortales, por lo tanto, nos vivimos cruzando y relacionando con ellos... More

Me humillo en la TV estudiantil
Sabios consejos de un duende latino
Es el tipo del que no es mi tipo
Un poco de amor
Película no ATP
Golpeado por chicas
Nace un Percababie.
Fiesta en la piscina
Debo prestar más atención en historia
No peleaban por mí
El vómito no es romántico
Nueva en New York
No debí interferir
Mis nuevas amienemigas
Voy a morir, y la culpa la tiene un remo
Aprendí la lección
Mi fruto prohibido
Creo que hago llorar a dos chicos grandes
¡Tengo a alguien para presentarte!

Los primeros besos apestan

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By PoseidonDescendant

Heather Jefferson, mortal.

Era la hora de almuerzo...

Sara, Gretchen y Dawn me estaban haciendo señas con la mano para que me siente junto a ellas. Solté un suspiro y me dirigí a la mesa en la que se encontraban.

No me caían muy bien, y se suponía que eran mis mejores amigas. Creo que yo tampoco les agradaba, a veces parecían avergonzadas de estar conmigo. Pero prácticamente habíamos crecido juntas, nuestros padres sí que eran auténticos mejores amigos; así que Sara, Gretchen, Dawn y yo nos veíamos seguido, nos habíamos acostumbrado a estar las cuatro juntas, sería raro que fuera de otra forma.

—Hola, Heather —me saludaron, más por educación que por otra cosa.

—Hola, chicas.

—Veo que hoy volviste a usar cola de caballo — apuntó decepcionada Gretchen.

—Creíamos que el asunto de la cola de caballo estaba más que arreglado— prosiguió Dawn.

—Es verdad, —confirmó Sara— por un momento creí que todas estábamos de acuerdo en que la cola de caballo ya pasó de moda.

La tres me miraron expectantes, como esperando una explicación lógica de por qué hoy llevaba el pelo recogido de la misma forma que ayer, y que el día anterior, y que la semana pasada, y que el mes pasado, y que el... entienden el punto, ¿cierto?

—Bueno, —carraspeé —yo...

—¿Es cosa de latinos? —interrumpió Sara.

Bufé molesta. Es cosa de latinos, era la típica pregunta que esas tres soltaban cada vez que yo hacía o decía algo que a ellas les resultaba sorprendentemente raro o fuera de lugar. Como si pudieran clasificar a las distintas personas de veinte diferentes países y decir que una estúpida cola de caballo era "cosa de latinos", cuando simplemente era eso, una cola de caballo.

—Probablemente no —contesté.

—¿Y qué me dices del fleco? — preguntó esta vez Dawn— ¿Eso también es cosa de latinos? Porque creo que un fleco así, lacio y recto, debería ser ilegal en este país.

Retuve el impulso de abofetearlas, un gran logro considerado de que estaba harta.

Cuando el tema "cosas de latinos" se tocaba, explotaba una lluvia de preguntas. Había veces que hacían comentarios realmente racistas y parecían no notarlo, en momentos como ese tenía ganas de estampar mi frente contra la mesa.

—Por favor, Dawn. —exclamó Sara— Es obvio que el fleco es cosa de latinos, jamás vi a un estadounidense con algo así.

—Yo soy estadounidense— mascullé.

—A mí, en cambio —prosiguió Sara pasando por alto mi comentario— me intrigan más las puntas abiertas, —dijo mientras tomaba un mechón de mi cabello castaño claro y lo analizaba— ¿es eso cosa de latinos?

—No lo creo— traté de contestar.

—Tal vez. — dijo Gretchen— De lo que estoy segura es de que esas cejas sí que son cosas de latinos. —comentó mientras tiraba mi fleco hacia atrás dejando a la vista mi frente y mis cejas —¿Ya olvidaron a la artista latina que vimos la semana pasada en arte? Dios, las cejas de esa mujer eran un espanto.

—Frida Kahlo. — recordé —Y creo que la señorita Green esperaba que aprendan otra cosa de Frida Kahlo, además de cómo eran sus cejas.

—También tenía bigote —agregó Dawn.

—Que asco —comentó por lo bajo Sara.

—Oí que su esposo la engañaba — informó Gretchen.

—Que raro —dijo Sara con sarcasmo.

—Como sea, —habló Dawn —si vas a vivir en éste país, Heather. Será mejor que vayas a comprar unas pinzas— aconsejó.

—Vivo en este país desde que nací — les recordé molesta.

Y era verdad, mi madre había huido de su país junto a su familia y habían ingresado en Estados Unidos como inmigrante ilegales. Años después mi madre conoce a mi padre en New York, se enamoran, se casan y tienen un bebé (yo). Supongo que se lo podría considerar como un final feliz si no fuera por el hecho de mi madre murió en el parto, y yo me crié sola con mi papá.

Dejando de lado mi tragedia personal, de la que preferiría no hablar, las chicas exageraban, si no fuera porque se la pasaban mencionándolo, olvidaría que soy latina. No es que trate de negar mis raíces o me parezcan algo malo, simplemente había sido criada en Estados Unidos como cualquier niña estadounidense "normal", y cuando mi familia materna fue deportada, perdí a las únicas personas que podrían haberme enseñado algo del lugar de donde era mi madre. Claro que cuando venían de visita ellos me contaban historias y me hacían probar la comida típica, pero no era lo mismo. Además, debido a su estadía en el país la mayor parte de la familia de mi madre hablaba perfectamente inglés, así que las únicas palabras en español que conocía eran las que mi abuela le gritaba, cuando estaba conduciendo, a los otros conductores que infringían una ley de tránsito. Y mi padre me pedía no repetirlas, algo ridículo considerando que tenía quince años, ya conocía las groserías (ahora en dos idiomas), también sabía lo que era el sexo y ya había pasado por mi primera menstruación, así que papá debería dejar de tratarme como a una niña.

—Entonces demuéstralo — demandó Dawn.

—Dawn tiene razón. —intervino Sara —Tienes que esforzarte un poco más.

En cualquier momento iba a gritar de exasperación. Hablo en serio cuando digo que no sabía de donde habían sacado estas tres que la adolescente americana debía ser una copia barata de Barbie.

¡Mi apariencia les preocupaba más a ellas que a mí!

—¿De que otra forma, sino, vas a conseguir novio? —prosiguió.

Esto es una maldita broma. Ni mi abuela hacia esas preguntas. Pero ya saben lo que dicen: a falta de una abuela retrograda y estereotipada, se tiene una Gretchen, una Sara y una Dawn.

—Tal vez ella no quiera tener novio. — comentó Gretchen— Tal vez prefiera tener novia.

Las tres posaron sus ojos sobre mí al mismo tiempo.

—¿Es eso? —preguntó Sara— ¿Te gustan las chicas, Heather?

—Porque si te gustan las chicas podemos ayudarte a buscar una novia, muchas personas salen del closet hoy en día —aportó Dawn.

Estaba dividida por dos emociones. Por un lado quería enojarme con ellas, quería mandar a la mierda todos sus prejuicios y poner fin de una vez a esta "amistad", porque sabía que no era bueno para mí que ellas formen parte de mi vida. Pero por otro lado, quería largarme a llorar y suplicarles que dejen de mirarme como si hubiera algo malo en mí, que traten de entender que simplemente nadie llamaba mi atención y volver a los días en los que sí nos llevábamos bien y ellas no pasaban las veinticuatro horas del día haciéndome sentir menos. Pensamientos como estos surcaban por mi cabeza todo el tiempo, pero sabía que nunca iban a ser manifestados en voz alta, porque yo no era tan valiente, era imposible que en algún momento de mi vida me atreva a plantarme ante ellas, ni siquiera era capaz de recordar las veces en las que estuve a punto de gritarles unas cuantas verdades en la cara y en su lugar cumplí unos de sus tantos caprichos.

Era débil, esa era la realidad. Tal vez porque tenía miedo, si me alejaba de Gretchen, Dawn y Sara, ¿quiénes iban a ser mis amigos?

—No necesito que me busquen una novia. —exclamé — De hecho, me gusta un chico — mentí.

—¿En serio? —preguntó incrédula Sara.

—¿Quién es? —demandó saber Gretchen.

Entré en pánico. ¿Quién iba a ser el supuesto chico del que estaba enamorada?

Sin que las chicas lo notaran, hice una pequeña inspección alrededor del comedor, buscando a un posible candidato.

Y fue cuando lo vi. Con su brillante cabello azabache y sus increíbles ojos verde-mar.

¿Cómo no se me había ocurrido? ¡Era la opción lógica! Después de todo, ¿qué chica en la escuela no había caído, mínimo una vez, a sus encantos?

—Percy Jackson —respondí.

Percy Jackson era el capitán del equipo de natación. Era un año mayor que yo y a pesar de ser codiciado por varias chicas, el ego no se le subía a la cabeza. Era un chico agradable, tierno y divertido, con una novia despampanante, cool e intimidante. Era perfecto, la chicas sabrían que me gustaba un chico inalcanzable y dejarían de molestarme con el tema.

¡Era un gran plan!

—Pruébalo —me retó Dawn.

Ay no.

—¿Có-cómo? —tartamudeé.

—Demuéstranos que te gusta Percy Jackson— explicó.

— ¿Ahora?

Las tres asintieron al mismo tiempo.

¿Por qué a mí? Ahora sí que quería estampar mi cara contra la mesa. Y es que más allá de que ahora no seamos las mejores amigas, la realidad era que ellas me conocían. Demasiado. Debían intuir que les estaba mintiendo, y al parecer estaban más que dispuestas a desenmascararme.

—De acuerdo —acepté nerviosa.

Me levanté de mi lugar y me encaminé hacia donde estaba Percy Jackson.

Se lo veía tan feliz, despreocupado, abrazando a su novia. Me sentía mal por haberlo involucrado en esto, él no tenía la culpa de que me caigan mal mis mejores amigas.

—Percy — lo llamé.

Sus ojos verde-mar se posaron en mí.

—Hola, soy Heather Jefferson— me presenté.

El se levantó de su asiento y me extendió la mano. Era tan atento, tierno y amable que estaba apunto de echarme a llorar.

—Un placer, Heather. ¿Necesitabas algo? —preguntó amigable.

—Sí, —confirmé— disculparme.

—¿Por qué? — cuestionó con una sonrisa.

—Por esto.

Y tras esas palabras lo besé.

Le estaba dando mi primer beso a un chico con novia. Para empeorar la situación lo estaba besando en frente de su novia, y no solo eso, lo estaba besando en frente de toda la escuela. Oí silbidos y gritos, algunas lágrimas involuntarias se colaron por mis ojos. Me había convertido en un espectáculo, todos en la escuela estaban viendo lo inexperta y torpe que era para besar. Y Percy, al pobre lo había tomado por sorpresa, pareció reaccionar cuando, accidentalmente, mis dientes chocaron contra los suyos. Después de eso, se apartó delicadamente, y yo me largué a llorar.

Esto era realmente humillante, y era mi culpa.

Me toqué los labios, aún sentía el sabor salado de los labios de Percy. Cientos de chicas de la escuela hubieran dado lo que fuera por estar en mi lugar, ¿quién en esta escuela no quería probar los labios de Percy Jackson? Yo, yo no quería, y aun así lo hice, solo para que Gretchen, Dawn y Sara dejaran de molestarme.

Me dí la vuelta y caminé lo más rápido que pude al lugar que ocupaba unos minutos atrás. Sin mirar a las chicas a los ojos tomé mi bolso y me propuse huir del comedor, sabía que todo el mundo tenía sus ojos clavados en mí.

—Annabeth Chase va a matarte — murmuró Dawn.

Me frené unos segundos y le dirigí una mirada a esa chica rubia de la que Percy estaba enamorado. Parecía igual de impresionada y confundida que Percy. Desde donde estaba pude ver a través de sus ojos gris-tormenta como los engranajes en su cabeza trabajaban, probablemente tratando de averiguar qué era lo que había pasado. Admito que me sorprendí por el hecho de que no me estaba lanzando miradas de odio, pero no me paré a esperar a que esa inevitable situación sucediera.

Segundos después estaba atravesando las puertas del comedor, huyendo de las miradas de todos los estudiantes de Goode y huyendo de la estupidez que acababa de cometer. No miré hacia atrás, estaba demasiado avergonzada, y, siendo honesta, tampoco quería hacerlo.
______________________________________

El almuerzo había terminado hace como media hora. Debería estar en clase.

Debería.

Pero no podía. ¿Cómo rayos iba a mirar a la cara a todos mis compañeros después de haber montado semejante espectáculo? ¡Había hecho el ridículo! Con suerte podría convencer a papá de que me cambiara de escuela o de estudiar en casa, así no le vería nunca más la cara a Percy, Annabeth, Sara, Gretchen, Dawn y ni a nadie remotamente conocido. Sí, parecía una buena idea.

Aunque, en un principio, pretender que me gustaba Percy Jackson había parecido una buena idea.

Me encontraba sentada en las gradas que apuntaban al campo de béisbol. Me sorprendí cuando alguien se sentó junto a mí ya que el equipo no estrenaba hasta que las clases del día se den por terminadas. Y me sorprendí aún más cuando me encontré con Percy Jackson, sonriéndome amablemente y tendiéndome un pañuelo.

—Hola —saludó.

—¿Qué haces aquí? —pregunté.

—Quería hablar contigo — explicó — sobre lo que pasó hace un rato — continuó.

—Sí, lo sé. En serio lo siento mucho, no debí haberte besado frente a toda la escuela. En realidad, no debí haberte besado.

—¿Por qué lo hiciste? —curioseó.

No se veía molesto. ¿Por qué no me odiaba? Yo misma me odiaba.

—Es complicado.

—Lo imaginé. —admitió —Es decir, vienes, te disculpas, me besas y luego escapas llorando. Era un comportamiento un poco extraño, Annabeth pensó lo mismo.

—Ella sí que debe odiarme.

—Para nada. —contradijo Percy — Ella fue la que me aconsejó que viniera a hablar contigo, también me dio esto — dijo mientras levantaba el pañuelo que aún no había aceptado— pensó que tal vez lo necesitarías.

—Gracias — susurré mientras tomaba el objeto y con él me secaba los restos de lágrimas.

—¿Quieres hablar?

—Creo que sería algo incómodo hacerlo contigo.

—Si lo prefieres puedo ir en busca de una tus amigas— propuso.

—Oh no, por favor no, —exclamé— eso sería muchísimo peor.

—Voy a suponer que ellas son parte del problema.

—Es que ellas constantemente piensan que hay algo mal conmigo. — confesé— No puedo ni siquiera hablar de las cosas que me gustan porque instantáneamente ellas me dan mil y un razones por las que eso no puede gustarme. No me respetan ni me escuchan, y hoy, cuando me miraron como si estuviera mal de la cabeza o algo así, solo porque no me gusta ningún chico, exploté. No debí haberte involucrado en todo mi drama y estoy realmente arrepentida por eso, pero es que no lo soportaba más, estaba harta de esas miraditas como si ellas tuvieran el derecho de juzgarme, cosa que por cierto, hacen constantemente. Y lo peor de todo es que cada día me miro al espejo y digo que hoy sí le voy a poner fin a esta amistad, que yo no me merezco esto, pero no puedo, simplemente no puedo, y no puedo porque en quince años ellas son las únicas amigas que logré conseguir, ¿qué va a pasar conmigo si me alejo de ellas? No quiero estar sola.

Decir todo eso fue como finalmente soltar todo el aire que llevaba tiempo conteniendo. Me dio un poco de vergüenza haberle dicho todas esas cosas a Percy, el chico que había besado y al que apenas conocía. Pero no iba a negar que me sentía bien, me sentía increíble.

—Creo que entiendo un poco de lo que hablas— reconoció Percy una vez pasados algunos minutos de mi pequeño "discurso".

—¿Eh?

—Los problemas con amigos. — explicó —Como cuando te apuñalan por la espalda o la sensación de que en cualquier momento vas a quedarte solo, de que no encajas en ningún lugar. Me he sentido así algunas veces.

—Apesta, ¿cierto?

Percy asintió.

Pensé decir que estaba sorprendida, Percy parecía ser un chico popular y amigable, y bien sabía que tenía varios amigos fuera del colegio. Pero, como ya había dicho antes, no conocía a Percy Jackson, no sabía nada de su pasado y de sus amistades anteriores, y si él decía que me entendía, creo que iba a tomarle la palabra.

—¿Era tu primer beso? —preguntó Percy.

—Sí —admití incómoda.

Debí haber sido demasiado obvia.

—Diablos, ahora yo me siento mal — confesó.

—No te preocupes, después de todo yo fui la que te besó.

—Si te hace sentir mejor, los primeros besos no son como lo pintan las películas. Lo único bueno de mi primer beso fue que me lo dio una chica muy linda, después todo fue un desastre: estábamos en una excursión en un lugar horrible, creí que ella estaba molesta conmigo e iba a golpearme, me paralicé en cuanto me besó, me quedé con cara de idiota cuando todo terminó y por un momento olvidé mi nombre. Lo peor de todo es que después de todo eso resulté herido y no vi a la chica hasta semanas después y cuando finalmente nos vimos, esa vez sí que enojó conmigo, y mucho, a decir verdad — contó.

Solté una pequeña risa, mientras intentaba imaginar todos los detalles posibles del primer beso de Percy Jackson.

—Entonces, ¿los primeros besos también apestan?

—Está científicamente comprobado. — confirmó —Las cosas mejoran más o menos después del tercer beso, ¿y los cuartos? Dioses, el cuarto beso es de los mejores— suspiró.

—¿Cómo fue tu cuarto beso? — pregunté intrigada.

No podía creer que estaba hablando de esto con Percy Jackson. En realidad, no podía creer que estaba hablando con Percy Jackson. Lo mejor de todo es parecía tan natural y habitual, como si fuéramos amigos, o, dado el caso, como si nos estuviéramos volviendo amigos.

Hacer un amigo.

Esa sí que parecía una buena idea.

—Bueno, — sonrió, supongo que por la imagen del recuerdo— gracias a mis amigos, mi cuarto beso fue bajo el agua.

°°°
¡Primer capítulo del año!
Feliz 2019 queridos semidioses.

Y a ustedes... ¿qué les regalaron para navidad? A mí el primer libro de Maze Runner, el tercero de Las Pruebas de Apolo (tengo tremendo spoiler pero igual) y un cepillo de pelo.

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