Desperate Souls

By Viciousxboy

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Los cinco atravesaban momentos críticos en sus vidas , la oportunidad de salir de esos horribles momentos est... More

Prólogo
Capitulo 1
Capitulo 2
Capitulo 4 - Parte 1.
Capitulo 4 - Parte 2
Capitulo 5 - Parte1
Capitulo 5 - Parte 2
Capitulo 6 - Parte 1
Capitulo 6 - Parte 2
Capitulo 6 - Parte 3

Capitulo 3

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By Viciousxboy


Mientras caminaba por la solitaria calle Valerie volteaba cada dos minutos para ver si un auto se acercaba, era una noche fría, con una luna plateada iluminando el pavimento y un cielo despejado con estrellas en el que podías acostarte y durar toda una vida tratando de contarlas todas, vio unas luces amarillas, volteo y se acercaba un auto con las luces altas, saco la mano para poder pedir un aventón y el automóvil fue disminuyendo la velocidad, llego al lado de Valerie y se detuvo, bajó el vidrio y adentro yacía un hombre obeso con una barba espesa larga, negra y descuida, un olor a cigarrillo mareo a Valerie, el hombre obeso sonrió y mostró unos dientes amarillos y torcidos.

— ¿A dónde te diriges pequeñita? —hablo con voz grave—

Ya estaba acostumbrada a hombres como esos, cuando eres prostituta la mayoría de tus clientes son obesos, también sabia como controlarlos, solo hacía falta una linda sonrisa y unos ojos provocativos, y por suerte los tenía a ambos.

—Mi auto se quedó atrapado contra los arboles—la voz con la que Valerie hablo era la de una niña rica quejándose— es que iba viendo mi teléfono y por accidente me desvié—hizo pucheros— podrías ayudarme por favor—rogó—

El hombre de dientes feos la miro un rato con los ojos entrecerrados, Mierda, se dio cuenta de que era mentira, pensó Valerie, pero luego apago el auto saco las llaves y la guardo en el bolsillo trasero, aquel hombre obeso era pequeño, y se veía mucho más gordo cuando estaba de pie, caminaba con un andar extraño, se situó al frente de Valerie sonriendo.

—Por supuesto que te puedo ayudar mi pequeñita, solo dime donde está tu auto.

Valerie vio el bosque que estaba a su derecha y se le ocurrió una magnífica idea.

—Está por aquí.

Dejaron la calle y empezaron a caminar por aquel césped descuidado, el cual le llegaba casi a la rodilla, entraron en el bosque y los arboles altos silbaban con el frio de la noche, Valerie volteo para ver si el gordo la seguía, y ahí estaba, haciendo un esfuerzo por caminar entre aquellas ramas.

— ¿Está muy lejos? —Preguntó con voz ahogada—creo que ya nos hemos alejado mucho cielito...

Se está dando cuenta, pensó Valerie, tenía que hacer algo para poder disimular.

—No, tranquilo, ¡mira!, ahí está—mintió—no se ve casi porque tiene las luces apagadas, ¿cómo me dijiste que te llamabas?

—Pedro, me llamo Pedro, ¿y tú?

—Mi nombre es Anastasia—volvió a mentir Valerie, se volteo y vio directo a los ojos a Pedro. Con una mirada de deseo se acercó a él— Anastasia Collins, y te tengo que confesar algo Pedro...

— ¿Que sucede? —El pánico se asomó en la cara regordeta de Pedro—

—No hay ningún auto aquí—agarro la parte baja de su franela del gimnasio y la levanto para quitársela, dejando afuera sus senos con un sostén rojo— solo estamos tu y yo, y en estos momentos te deseo—camino lentamente tomando la tira izquierda del sostén y bajándola por su hombro— ¿tú no me deseas Pedro?

Una risa nerviosa salió de la boca de Pedro, y empezó a sudar a mares, estaba nervioso, Valerie estaba acostumbrada a causar ese efecto en los hombres, llego al frente de Pedro y atrajo su gorda cara para poder besarla, pudo sentir un pequeño pene erecto en los pantalones de aquel obeso hombre, trato de recordar donde había guardado las llaves de su auto y la idea llego, la lengua de Pedro entraba asquerosamente en la boca de Valerie, con su mano derecha Valerie fue acariciando la espalda de Pedro, y bajo hasta el bolsillo del pantalón, metió la mano y cuidadosamente saco las llaves del auto, se separó de aquel asqueroso beso y vio a los ojos a Pedro, el cual ya estaba desabrochándose el pantalón para poder penetrar a Valerie. O al menos eso creía el que haría.

—Dios, los hombres son tan estúpidos—dijo Valerie un momento antes de levantar su rodilla derecha y clavarla con fuerza en los testículos del hombre que tenía entre sus brazos—

Pedro cayó al piso quejándose y gritándole a Valerie que era una puta, sin tiempo que perder Valerie le dio una patada en la sien provocando que los gritos pararan y el cuerpo gordo quedara inerte, saco de su bolso unos guantes de terciopelo negros, se los puso y toco el cuello de Pedro para sentir el pulso, seguía vivo, respiro y se fue corriendo con las llaves del auto en mano. Llego a la solitaria carretera abrió el auto y entro, metió las llaves y puso el auto en marcha.

Se sorprendía de sí misma, después de hacer todo eso no se sintió mal ni un momento, ya ni siquiera recordaba la última vez que había robado un auto, luego de que aquella horrible enfermedad se apoderara de su cuerpo no volvió nunca más al famoso burdel donde trabajaba el cual la obligaba a hacer cosas de las que no se sentía orgullosa, Valerie tuvo una vida dura, con una enfermedad tan grave como el sida y sin el suficiente dinero para poder tratarla su vida iba a acabarse pronto, jamás olvidaría la cara del hombre que le había transmitido esa monstruosidad, y tampoco la olvidaría su corazón, sí, amo a ese hombre con locura, decidió entrar en el mundo del sida solo por él, porque lo amaba y quería demostrárselo, pero él no le pago con la misma moneda, luego de ser contagiada su supuesto gran amor solo se marchó, se marchó sin darle una explicación a Valerie, se marchó dejándole el corazón roto, y lo peor de todo, se marchó luego de haber acabado con su vida. No supo de él hasta cuatro semanas después, al parecer se había casado con una de sus compañeras del burdel, Valerie fue a distintos médicos, pero ninguno estaba dentro de su presupuesto, renuncio a su trabajo y ya no recibía ingreso alguno, la enfermedad que tenía por dentro la destruía, llamo a su familia, pero esta solo le respondió que jamás iban a ayudar a una prostituta, y que todo el sufrimiento que tenía ella lo merecía.

Y un martes por la noche, cuando iba a lanzarse del puente de la carretera principal, el cual tenía una caída de aproximadamente cuarenta metros y daba justo en un rio con rápidas aguas y enormes rocas afilada, una mano sujeto su brazo derecho, un chico de cabello plateado y rasgos marcados la vio con tristeza, este chico llamado Arthur Jones la adentro en una secta secreta en la cual él era el jefe, y ahí conoció a sus amigos, y al hombre del cual se había enamorado con locura... ¿con locura?, un sentimiento extraño invadió el cuerpo de Valerie, ¿Cómo se había enamorado de Mike?, era extraño, ni siquiera recordaba cuando fue la primera vez que lo vio atractivo, recordó el golpe que su novio le había dado y sintió furia, ¿Por qué sentía odio hacia Mike?, según ella él era el amor de su vida y jamás se molestaría con él, pero ese sentimiento estaba empezando a cambiar, ¿Qué estaba pasando?, sin más que pensar Valerie se adentró en el tráfico con aquel auto robado, dejando atrás esos pensamientos que la perturbaban.

Era una mañana oscura, una brisa tétrica acariciaba la cara del detective Abernathy, observaba la tumba en donde estaba enterrado su hermano, al lado la de su sobrina y la que le seguía a esta era la que más le partía el corazón, su hijo Freddy, que había muerto con tan solo diez años, en casa de su tío hacía ya tres meses atrás, nunca olvidaría el día en el que iba a casa de John, su hermano mayor el cual vivía en una granja apartada de la cuidad, luego de horas y horas de insistencia Joseph Abernathy le había concedido el permiso de quedarse una semana en la granja de su tío, cosa de la cual se arrepentía en estos momentos, el día que fue a buscarlo no escucho ruido alguno, lo cual le pareció extraño ya que la mayoría del tiempo Freddy y su prima Sophia estaban afuera jugando con los animales, cerró la puerta de su camioneta y camino directo a la casa, con una preocupación en su mente y un mal presentimiento, tocó la puerta dos veces, y no hubo respuesta, volvió a tocar, pero nadie salió a responder. Cálmate Joseph, solo salieron a comprar algo, si, por eso no te abren la puerta, intento convencerse, vio por la ventana y noto algo extraño en lo que había al final, la escopeta de su hermano estaba tirada en el piso, pero sin rastros de él.

No perdió el tiempo y con su pie golpeo la puerta de madera, partiéndola y abriéndola por completo, en lo que puso un pie dentro de la casa un olor a putrefacción entro por sus fosas nasales, llevándose la mano a la nariz camino en busca de su hijo, llego a la puerta de la primera habitación, tomo el pomo y con miedo la abrió, sus ojos aun no superaban aquella imagen, su pequeña sobrina Sophia yacía acostada en el piso de espalda y desnuda, con su cabello cortado hasta el cráneo y una cortada enorme que comenzaba desde la parte alta de su vagina hasta sus pequeños senos, Joseph aparto la mirada y siguió buscando, saco el arma de su cinturón y la sostuvo en su mano de disparo, entro a la cocina y se encontró con el cadáver de su hermano, el cual tenía un agujero del tamaño de su palma en medio de la cara y las manos cortada dejando solo de la muñeca para abajo, también estaba desnudo, camino al cuerpo inerte de su hermano y alejo su mirada tras ver que ya no tenía su miembro viril, en su lugar un agujero con sangre oscura y seca se asomaba, y millones de gusanos salían del agujero. Y al final entro a la habitación con la puerta abierta, adentro se encontraba su hijo, con los ojos cerrados y tirado de espaldas sobre la cama, con un pijama azul vistiendo su cuerpo, Joseph se alegró, quizá seguía vivo, y los causantes de aquel horrible desastre habían tenido compasión con él, caminó a paso rápido y sacudió a su hijo.

— ¿Freddy? —Hablo con voz preocupada— Freddy despierta hijo...

No respondió.

— ¿Freddy?... Freddy por favor no, por favor no me hagas esto...

Su único hijo había muerto. Desde ese día juro encontrar al responsable de haberle arrebatado la pequeña familia que le quedaba, su teléfono sonó, sacándolo de sus pensamientos de venganza, reviso para ver quien llamaba y se trataba de Martha, la secretaria que había tenido en los últimos cuatro años de trabajo.

—Habla Abernathy—respondió Joseph—

— ¿Joseph?, ay por el amor a Dios donde has estado te he llamado toda la mañana—exagero Martha al teléfono—tienes que venir ya mismo a la comisaria, un hombre obeso lleva quejándose veinte minutos aquí afuera, ¡apresúrate!

Joseph colgó, camino por el cementerio rumbo a su camioneta, introdujo las manos en los bolsillos delantero del pantalón y se fue viendo al frente, cuando de repente se fijo en la figura esquelética que lo observaba desde un árbol sin hojas, era una niña, de cabello rojo y largo, se encontraba completamente desnuda, con su cabello tapándole sus pequeños senos, se detuvo en seco y camino directo al árbol en donde estaba la niña desnuda, llego al frente de ella y se puso de rodillas para poder quedar cara a cara con la infante.

—Hola pequeña—saludo amablemente— ¿estás perdida?

La niña no respondió, en cambio solo lo veía con una pequeña sonrisa en el rostro.

— ¿No puedes hablar? —Pregunto Joseph—

Seguía sin responder, solo lo veía directo a los ojos. Joseph se quitó el abrigo y se lo tendió en la mano a la pequeña, esta le echo un vistazo con curiosidad al abrigo negro y luego lo tiro al piso como si fuera basura. No tuvo más opción que tomarla de la mano para poder llevársela a la comisaria y reportarla como perdida, en lo que tomo su muñeca delgada y pálida la aparto de un espasmo rápido, la niña de cabello rojo estaba helada, se sintió como si hubiese tocado un cubo de hielo enorme.

Asustado vio a su alrededor, pero el cementerio estaba desierto, tomo su abrigo y se lo puso en la mano en forma de protección, volvió a tomar a la niña por la muñeca y el frio seguía entrando, penetrando su piel áspera. De repente la niña empezó a reírse, era una carcajada aguda y escalofriante.

—Niña, ¿te encuentras bien? —Pregunto Joseph preocupado— ¿quieres decirme donde están tus padres?

—Ardiendo en el infierno, y justo de allá provengo yo—la niña pálida habló, con una voz aguda y segura—

Joseph se apartó y empezó a caminar de espaldas concentrado en la pequeña, la misma empezó a caminar junto con él, viéndolo a los ojos, con una mirada agresiva y una sonrisa de maniaca.

— ¿Que sucede contigo? —Dijo Joseph—

—Yo los vi Joseph, a los seis que le arrebataron la vida a tu hijo, estuve allí el día en el que uno de ellos apretó tan fuerte su cuello que se lo termino rompiendo.

—Como... como sabes... como sabes todo eso...

El cabello rojizo empezó a caerse de su cabeza, y la cara de la niña se empezó a retorcer delante de los ojos de Joseph, sus brazos y piernas se encogieron, su vagina empezó a cerrarse y un tumulto salió de ella, al fijarse de nuevo el cabello de la niña empezó a crecer, pero esta vez era negro, sus cejas se poblaron, sus ojos tomaron un color café y los labios se volvieron delgados, ahora tenía un pequeño pene flácido entre sus piernas y seguía caminando directo hacia Joseph. Era Freddy. La niña se había transformado en su hijo, lucia exactamente igual que él, se detuvo en seco para poder obsérvalo, y las lágrimas empezaron a caer.

— ¿Freddy?, Dios mío...

Camino para ponerse más cerca de su hijo que ahora estaba enfrente de él, lo abrazo con todas sus fuerzas y el frio empezó a quemarle los brazos y la cara a Joseph, pero no le importo, tenía entre sus brazos al ser que más amaba y anhelaba, al que le habían arrebatado injustamente, no pudo aguantar y se apartó del cuerpo de Freddy con un grito

—Padre—hablaba con la voz tierna de un niño— ¿por qué no seguiste buscando a los que me mataron?, ¿me olvidaste?

— ¡No!, ¡nunca te olvidaría Freddy! —Respondía entre llantos— luche por meses buscándolos... pero yo... yo...

—Tú me fallaste. Y jamás te lo perdonare padre—de pronto la cara de Freddy empezó a cambiar de nuevo, su cabello se tornó castaño, y luego llego al rojo, creció hasta la cintura, en lo que Joseph levanto la cara ya no estaba su hijo allí, en su lugar la misma niña pálida lo volvía a observar—la venganza llegara a ti por si sola—volvió a hablar con voz de niña ,puso su mano fría y delgada en la cara de Joseph y se acercó a su oreja para susurrar—todo comienza con la chica de hoy.

Y luego se esfumo, despareció justo en frente de su cara, dejando un olor a tierra mojada tras de sí, giro sobre si intentando buscarla en el cementerio pero se encontraba solo de nuevo, apretó los dedos de las manos con fuerza contra sus ojos, y empezó a sacudirse Estoy soñando, quería convencerse a sí mismo de que nada de aquello había pasado, pero el juraba que había sido real, escucho a lo lejos una voz que lo llamaba, volteo sobre su hombro y un anciano de cabello oscuro le preguntaba si estaba bien. Se levantó del suelo y camino directo a su camioneta ignorando al anciano, llego por fin, metió las llaves, la encendió y arranco con furia y con las manos aun temblando hacia la comisaria, se vio en el espejo y noto que tenía la silueta de una mano de huesos delgados marcada en su mejilla, si eso fue un sueño, ¿entonces como me paso esto?, el sonido de un claxon estruendoso lo saco de sus pensamientos haciéndolo levantar la vista justo antes de chocar a un taxi que estaba frente a él, sin más que hacer manejo hacia la comisaria.

En parte le gustaba su trabajo, con todo el ruido, los teléfonos sonando, las tazas de café rompiéndose, Martha gritándole a cualquier persona que estuviera en frente de ella, Joseph se sentía cómodo allí, incluso podría decir que se sentía más cómodo en el trabajo que en su propia casa, ni siquiera pasaba más de dos horas en la casa silenciosa que ahora solo servía para el tomar duchas y guardar su camioneta, llego a las afuera del edificio de la comisaria, tenía dos puertas de cristal en el medio las cuales se abrían automáticamente, una vez adentro el caos entro por sus oídos, pero, aunque pareciera extraño era un caos que le gustaba, camino a su oficina y justo antes de entrar Martha lo llamó, Martha era una señora de setenta años, que usaba el mismo vestido amarillo arrugado todos los días, una cola negra sujetaba su cabello blanco y maltratado, y en su mano derecha nunca podía faltar el cigarrillo, cosa que Joseph detestaba.

—Ay cariño, al fin llegaste—decía con su aguda—espero y tú puedas resolver lo que hay allí dentro—se llevó el cigarrillo a la boca, le dio una calada y le echo el humo en la cara a Joseph—lleva horas esperando.

Sin más que hacer Joseph abrió la puerta y entro a su oficina, encontrándose a un hombre obeso con una barba negra y fea, el hombre obeso al escuchar la puerta se levantó de la silla, dándole la cara a Joseph. Camino con paso rápido hacia el tendiendo su mano en forma de saludo.

—Oficial Abernathy, hola—hablaba con voz rápida—necesito su ayuda.

—Buen día—respondió cordialmente— ¿me podría dejar sentarme para poder hablar con mayor comodidad?

—Por supuesto que si...

Se sentó en si silla marrón y puso sus manos en el escritorio desordenado, el hombre gordo también se sentó viéndolo a la cara.

—Necesito su ayuda oficial—dijo el hombre obeso—en la madrugada he sido víctima de una delincuente—protesto golpeando el escritorio con su puño— necesito que me ayude a encontrarla a ella y a mi precioso auto.

—Bueno, estos casos con muy comunes, ¿señor?

—Señor Pedro Gómez, mi nombre es Pedro Gómez.

—Señor Gómez, ¿podría describirme como ocurrió esto?, descríbame también como era el arma de fuego que tenía la señora.

—Oh, la puedo describir muy bien, es redonda, húmeda, rosadita y ah sí... ¡es una vagina! —Reclamo Pedro—la muy zorra intento seducirme y me dio una patada en las bolas, pero como un hombre serio que soy yo no caí en la tentación.

"Todo comienza con la chica de hoy", recordó la frase que aquella niña había pronunciado, los pelos de la nuca se le pusieron de punta.

—Pedro, necesito que me diga todo acerca de esta chica—se interesó Joseph—

—Bueno, la muy estúpida me dijo su nombre, dijo que se llamaba Anastasia Collins, tenía cabello castaño y era medio pequeña, ¿que más necesita?, ¿va a buscarla a través de todas las cámaras ocultas que tiene el gobierno?

—Somos solo policías señor Gómez, no el FBI. Algo que debería de saber es que ese nombre es falso, es de lógica que una mujer cuando va a robarle algo no dirá su verdadero nombre, un claro problema es que la chica es inteligente.

— ¡Me importa una mierda si es inteligente o no! —se levantó de la silla poniendo sus manos en el escritorio—solamente quiero mi auto de vuelta.

—Necesita calmarse... ¿recuerda usted tener GPS en su auto?

Pedro puso cara de asombrada.

— ¡Cierto! —Grito Pedro— ¡el GPS!, lo había olvidado por completo, lo puedo activar desde mi teléfono.

—Actívalo y te acompañare para evitar peligros—mintió, era mucha coincidencia lo que había pasado en el cementerio—

Saco su teléfono, coloco la cave y se metió en una aplicación, espero un minuto y de repente una notificación sonó en el teléfono, un mapa se pudo diferenciar en la pantalla y había una flecha azul marcando un lugar.

—Está estacionado, en un hotel llamado "Robert Heaven", ¿sabe dónde queda?

—Queda a unas ocho cuadras de aquí, está cerca, vamos en mi auto.

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