Cantos de Luna.

Von Angie_Eli_Carmona

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En Erydas existen dos reinos, el reino Sol y el reino Luna. Estos reinos se formaron después de que, en la g... Mehr

Introducción.
Capítulo I. «Viejos encuentros»
Capítulo II. «Descubrimiento»
Capítulo III. «Licántropos»
Capítulo IV. «Propuesta real»
Capítulo V. «Sé fuerte»
Capítulo VI. «Pescador»
Capítulo VII. «Últimos en llegar»
Capítulo VIII. «Compromiso»
Capítulo IX. «El baile de la amada»
Capítulo X. «Cambios inesperados»
Capítulo XI. «Opiniones»
Capítulo XII. «Poder»
Capítulo XIII. «Banda»
Capítulo XIV. «Erys»
Capítulo XV. «Ventaja»
Capítulo XVI. «Nathan»
Capítulo XVII. «Tenebris»
Capítulo XVIII. «El comienzo del fin»
Capítulo XIX. «Inframundo»
Capítulo XX. «Fortaleza oculta»
Capítulo XXI. «Conocido»
Capítulo XXII. «Ganadoras»
Capítulo XXIII. «Sacrificio de sangre»
Capítulo 25. «Susurro mortal»
Capítulo 26. «Falsedad»
Capítulo 27. «Espíritu»
Capítulo 28. «Trato»
Capítulo 29. «Nuevos Dioses»
Capítulo 30. «Magia de manos»
Capítulo 31. «Renacimiento»
Capítulo 32. "Última batalla"
Capítulo 33. «Matrimonio arreglado»
Capítulo 34. «Sueños»
Capítulo 35. «Daño»
Capítulo 36. «Orías»
Capítulo 37. «Confrontación»
Capítulo 38. «Compasión»
Capítulo 39. «Disfruten...»
Capítulo 40. «Parecido»
Capítulo 41. «Lo sabías»
Capítulo 42. «Un largo camino para un gran destino»
Capítulo 43. «Injusticia»
Capítulo 44. «Punto de quiebre»
Epílogo.
Agradecimientos, nota final, ¿Siguiente libro?
Segundo libro ya publicado.
NO TE DETENGAS DE LEER.
AVISO. ¡LEE ESTO POR FAVOR!
Aviso.

Capítulo 24. «Decisión definitiva»

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Von Angie_Eli_Carmona

Al llegar el anochecer, todos en la isla Urkus comenzaron a hablar y hablar sobre lo que sería el final del torneo al día siguiente.

Parecía incierto, había contrincantes que se sabía serían buenos y habían obvias revelaciones.

Otra cosa que causaba incertidumbre era si el clima sería propicio para seguir compitiendo. Las lluvias comenzaron a caer a borbotones en toda la isla y muchos ya rumoraban que los sabios estaban seguros de que el torneo se aplasaría.

Para los del Reino Sol era una noticia sin importancia, mientras que para los del Reino Luna era mala, ya que muchos deseaban que el torneo terminara lo más pronto posible para regresar a sus casas y evitar problemas.

Zedric tenía pensamientos totalmente distintos, él ya estaba planeando con sumo detalle el viaje a la Isla de la hechicería que, de ser posible, se llevaría a cabo al día siguiente si el clima no mejoraba.

Sólo le hacía falta asegurar la presencia de sus aliados más fuertes, para lo que llamó a una reunión después de la cena.

Al llegar sus amigos les explicó lo importante que era ir a las Islas de la Muerte y como lo haría con o sin su consentimiento.

Una vez explicó todo, pidió saber quien de sus aliados le daría el beneficio de su compañía en el viaje.

—Espero que tengas buen viaje —respondió Ranik, no dudando ni un poco y, a la vez, sorprendiendo a todos a su alrededor—. Creo que es demasiado arriesgado y no te seguiremos.

—¿Qué? —preguntó Connor, incrédulo—. Ranik, no puedes solo decidir las cosas así. Tenemos que hablarlo.

—Sí, tenemos que hablarlo —coincidió Amaris—. Zedric, ¿Podrían dejarnos solos?

—Por supuesto.

—Esta es nuestra habitación —dijo Nathan con su característica galantería burlona—, creo que ustedes deberían de salir en vez de que lo hagamos nosotros.

—Nathan, se amable —insistió Zedric, levantándose de su sofá para ir hasta él, (que estaba frente a su pequeña mesilla de merienda), y empujándolo hasta la puerta.

—¡Soy amable! Soy el mismísimo rostro del amor —respondió él antes de salir de la habitación, Ailum detrás de él.

Fueron Harry, Iben, Hiden, Elena, Amaris, Piperina, Connor, Triya y Ranik los que se quedaron en aquella habitación para decidir. Ranik fue el primero en decir:

—Es muy arriesgado.

—Todo siempre es arriesgado —dijo Connor. Ranik y él intercambiaron miradas, ambos teniendo distintos motivos para tomar distintas decisiones—. ¡¿Qué?! ¡¿Está mal que quiera saber más sobre este cetro?! Quiero detener a Zara, no quiero que siga abusando de su poder.

Al notar la tensión que se estaba formando entre los dos, Piperina trató de controlar el asunto, diciendo:

—Creo que tienes que explicarte mejor Ranik, dar a entender lo que te motiva a rechazar este viaje. Eso nos ayudaría mucho.

Ranik, que estaba siendo observado por todos, carraspeó. Le resultaba difícil sincerarse, tenía buenas razones para evadir aquel viaje pero, aparentemente, todos parecían dispuestos a ir y eso lo ponía en desventaja.

—Hay muchos peligros en las Islas de la Muerte, lo sabemos. Podría ser una trampa, también podríamos ir cualquier otro día sin arriesgarnos a que nuestros padres se preocupen por nosotros.

—Creo que el peligro lo vale —dijo Elena—. Mi familia ha luchado contra las brujas desde que tengo memoria, fuimos los primeros en prohibir el uso de magia en nuestra provincia, sino mal recuerdan. Sé lo peligrosas que las brujas pueden ser solas, ¿Y con un cetro?

—Mi familia también ha luchado con las brujas —regresó Harry. Él y Elena intercambiaron miradas, pero Harry no se inmutó y siguió hablando—: Es un gran peligro, lo puedo asegurar. A menos que tengamos un collar inhibidor cerca yo no me arriesgaría a ir a una isla tan peligrosa.

—Pues yo si —Amaris no parecía estar dentro de la conversación, pero seguro que había estado dándole su atención, tratando de tranquilizarse a sí misma y a las miles de sensaciones en su interior, las cuales, de alguna forma, le hacían sentir que el viaje los beneficiaría—. Siento que nos irá bien, es como si la misma Luna me lo estuviera asegurando en estos momentos. Además, ¿No prometimos que intentaríamos detenerla?

—Lo hicimos —devolvió Ranik—. Y mi promesa sigue vigente, pero no podemos hacerlo sino avanzamos con cuidado.

—Sé que hay algo más que no me estás diciendo —lo retó Amaris, a la cual su tono cada vez sonaba más y más afilado—. ¿Cómo quieres que te sigamos sino eres honesto? Creí que confiabas en nosotros.

Ranik bufó, molestia brillando en sus ojos azules. Tenía la mandíbula apretada, trataba de contener todas esas cosas que quería decir acerca de los últimos días.

Por un lado temía perder tanto Amaris como a Piperina, pero también seguía en su mente la conversación que había tenido con su padre hacía solo minutos. Había sido cruel, irracional, y le había exigió a Ranik hacer algo que ni siquiera se atrevía a recordar.

Pero no dijo nada. Se contuvo, solo dejando salir su obvia ira ante los ojos de los demás, y dijo:

—¡Lo noté! He visto las marcas que tienes en las muñecas —se acercó a ella, tomando su mano entre las suyas para alzarla y enseñarla a los demás—. Sé mucho acerca de los sacrificios de sangre. Te hacen más poderoso, te ayudan a controlarte y tener equilibrio por un tiempo, pero, en exceso, puede volverse una adicción. No eres tú haciendo esto, ni lo serás si lo sigues haciendo.

—Sólo han sido dos veces —respondió Amaris—. Dos cicatrices, dos veces.

—¿En cuánto tiempo? Ni siquiera ha pasado una semana. Pero... —Ranik trató de controlarse y regular su respiración—. No seré yo el que decida sobre este viaje. De ahora en adelante se hará equitativamente, por medio de una votación, una justa votación. Mi voto es no.

—Tanto Hiden como yo no podemos votar —dijo Iben, decaído por la idea de no poder ayudar a sus amigos—. Nuestros hermanos acaban de tener a su primer hijo hace unos dias, tenemos que quedarnos para su ceremonia de nombramiento.

—¿Y no tendrían que ir todos a esta ceremonia de nombramiento? —preguntó Elena.

—No. Esta ceremonia no será completamente oficial, la oficial se hará al regresar el reino.

—De todos modos somos un equipo, sería bueno oír tú opinión —dijo Piperina, que se sentía bastante extraña siendo la que tenía más paz mental entre ellos. Amaris tenía la mirada perdida desde el combate, como si no fuera ella misma y, al mismo tiempo, estaba tan impulsiva como nunca.

Ranik estaba furioso y escéptico acerca de que esa misión pudiera ir bien, haciendo que el ánimo en general de aquella reunión fuera en picada.

En resumen, la única cuerda parecía ser ella.

—Entonces digo que no —fue lo que decidió Iben—. Creo que es una misión honorable y creo que ustedes son lo suficientemente fuertes como para defenderse de lo que venga, pero no creo que sea bueno actuar ahora, tenemos que ser cautelosos.

—Yo digo sí —dijo Hiden, no temiendo decir su opinión a pesar de ser el mejor amigo de Ranik—. Sé lo que es perder a un hermano, y no me gustaría que ese cetro y Zara causaran más daño a alguien más.

—Me decanto a votar no —dijo Harry con su misma formalidad de siempre—. No confío en las brujas, las islas de la muerte son un lugar oscuro y tenebroso. Además, no iré a la excursión tampoco porque mi padre me necesita, tengo muchas responsabilidades como el príncipe heredero de mi reino.

—Yo también digo no —dijo Triya. A pesar de no sentirse tan familiarizada con los demás su confianza y desenvoltura demostraba el típico carisma de las Birdwind—. Yo hablo por lo peligroso que será navegar con este clima tan cambiante. Si al final se decide ir llamaré a mis hermanas para ayudar a controlar el agua del barco, pero sigue siendo muy arriesgado.

—Yo digo que sí, claramente. —fue lo único que dijo Connor.

—Yo también... —correspondió Elena— Zara se metió en mi reino, así que merece que le quitemos lo que desea. No confío en las brujas, pero es cierto que son muy buenas encontrando cosas y hay una gran colección de libros en la isla de la hechicería, libros que podrían hablar de la chica que Amaris vió en su visión.

—Yo digo que sí —dijo Amaris.

—Es un empate hasta ahora —dijo Ranik—. Depende de Piperina el voto final.

La habitación se mantuvo en silencio unos segundos debido a la expectación. Piperina tenía demasiadas cosas en las que pensar, como la mágica forma en que le había ganado a Adaliah o el hecho de que Skrain supiera que era un Erys. Tener el voto final sólo complicaba las cosas.

—Creo que Zedric es un idiota, pero también creo que es fuerte, como nosotros. Digo sí.

Ver la lluvia caer en un lugar tan exótico e increíble como la isla Urkus era una experiencia fantástica. La lava humedeciéndose, los muros rojos del palacio de los sabios perdiendo su brillo ante las grises y majestuosas nubes.

No había ni un alma en los jardines, torres y terrazas, sino que todos estaban recluidos en sus aposentos, festejando, bailando, o comiendo mientras esperaban a que el clima volviera a la normalidad y se reanudara el torneo.

O, bueno, casi todos.

Habían varios carruajes en dirección a la costa, donde sus ocupantes avanzaban con la misma misión, un propósito que no tenía nada que ver con el descanso.

En el primero de ellos iban Amaris, Piperina, Alannah y Natasha Birdwind, en el segundo iban Ranik, Connor, Triya y Zambda, su hermana menor, mientras que en el último iban Zedric, Ailum y Nathan.

Las tres hermanas Birdwind habían sido convocadas porque sin ellas el barco se hundiría en las profundidades del mar. Las tres se dedicaron precisamente a eso, a usar sus habilidades para manejar el agua que había a su alrededor.

Alannah, a pesar de que apenas había tenido unos cuantos días de entrenamiento en el manejo del agua, también se ofreció a ir al viaje para ayudar a las Birdwind, haciendo rondas para manejar el rumbo del barco.

Ranik, por su parte, estaba recluido en su camarote, furioso. No dejaba de pensar en muchas cosas, todas viniendo hacia él con rapidez y nublando su mente.

Piperina no quería ver a Ranik y Amaris enojados. Ambos estaban de un humor insoportable, abrumados tanto por la competencia como por los asuntos familiares, además de la creciente incertidumbre y posibilidad de guerra.

Sabiendo que Amaris le había pedido estar sola, no le quedó más opción que ir a hablar con Ranik. Una vez en su camarote, tocó su puerta.

—¿Puedo hablar contigo? —llamó. Al no recibir respuesta enseguida, se recargó en la puerta con pesadez y agregó—: Por favor.

La puerta se abrió al instante, pero Ranik no fue al que vió sino que fue a su hermano menor, Santiago.

—Pase princesa Piperina —dijo, estirando su mano en dirección al interior del camarote—. Los dejaré solos.

—Gracias Santiago —respondió.

Santiago era muy parecido a Ranik. Tenía los mismos ojos azules y tono negro oscuro rizado de cabello, pero se veía mucho más joven e inexperto que su hermano de inmediato. Santiago no viajaba tanto, y sólo estaba en aquel barco para cuidarlo y supervisar a la tripulación mientras Ranik estaba fuera.

Piperina pasó directamente al camarote. Al verlo quedó maravillada por la maestría y detalle con la que estaba tallado todo el lugar. Habían escudos de casas nobles tallados en las paredes, mientras que, en el techo, brillaban en demasía distintas pinturas de paisajes hermosos. Era una preciosa obra de arte.

—Vengo a interceder por Amaris —fue lo primero que pudo formular, sintiéndose significativamente valiente. Recordó su primer encuentro, en el que ni siquiera había podido hablar con él por lo intimidante que le pareció.

—Lo imaginé —respondió Ranik, serio. Rodeó su lecho llegando a sentarse en su escritorio, que se encontraba en la esquina del camarote—. No quiero oír nada de eso. Amaris tomó su decisión y la respeto.

—Eso es mentira, puedo notar que estás furioso. ¿Es por qué Amaris no te escuchó y apoyó a Zedric? Querías que se quedara en Urkus, tranquila.

—No es eso. Estoy furioso por muchas cosas. —Ranik suspiró, decaído— Demasiadas para debatirlas.

—Pues que suerte tenemos, porque todavía falta mucho viaje antes de que lleguemos a nuestro destino, podremos tratar lo que sea que te agobie —insistió Piperina, a la que si es cierto que su primer objetivo era restablecer la relación entre Ranik y su hermana, los sentimientos del primero le causaron una curiosidad inmensa. Fue hasta su lecho, se sentó, y dijo—: Siempre es bueno dejar los problemas al aire, eso te ayudará a deshacerte de ellos. Que no te agobie lo que sea que pase en la mente de mi hermana.

—No me agobia —respondió Ranik—. Me preocupa. ¿Has notado lo mucho que ella está cambiando últimamente? Desde su combate con Tenigan está aun más distinta si eso es posible. Las islas de la muerte podrían acrecentar su cambio. Puede ser demasiado para ella, no quiero que conozca ese mundo.

—Tarde o temprano tendría que pasar, ya no es una niña y como sea que reaccione será determinante a partir de ahora.

—Lo sé, se que tiene que crecer, pero siento que hacer esto es como mandarla a los tiburones. —Piperina no respondió al instante. Se mantuvo observando a Ranik fijamente con sus ojos verdes de una forma un tanto intimidante. Ranik agregó, confundido— Hay algo raro en tú mirada, ¿Qué piensas?

—Eres como el padre que nunca tuvimos... —al notar lo que significaban semejantes palabras, agregó—: Digo esto porque te preocupas mucho por ella, lo que no es malo, pero tienes que entender que nadie nunca se ha preocupado tanto por nosotras, al menos no de esta forma.

—Tener un país a tus pies puede no significar nada después de todo y sólo darte soledad —dijo Ranik, a sabiendas—. Gracias por intentar arreglar esto, has ayudado mucho a quitar varias dudas de mi mente.

—Me gustaría decir que me siento bien de haberte ayudado, pero no estoy totalmente satisfecha porque puedo notar que aun hay un montón de cosas que tienes que resolver. Te dejaré solo para que puedas pensar.

Ranik asintió, observando a Piperina marcharse antes de por fin soltar el aire que contenía en el esfuerzo de no soltar más palabras de las que debía.

Piperina tenía razón, aun tenía muchas cosas en las que pensar.

Mientras el barco se movía impulsado por el viento, Amaris permanecía en el mástil, su vista fija en la nada.

Habían muchas cosas en su cabeza. Por un lado, no dejaba de pensar en los ojos de aquel hombre Skrain.

Amaris había distinguido un montón de cosas viniendo de él. Había oscuridad, desconsuelo, pero, también, tranquilidad.

Una desconcertante tranquilidad diferente a cualquiera que hubiera visto en otra alma después de su combate con Tenigan. Este hombre era diferente, especial, tal como la chica de los ojos grises que había visto en la visión que Calum le había hecho ver.

También pensaba en otras cosas. Había visiones manifestándose frente a ella, grandes y antiguos navíos además de bellas y exóticas criaturas nadando en el agua.

No era difícil notar que se trataba de sirenas, sirenas del pasado.

Otra cosa que no dejaba de pasar por su mente, lo que más principalmente se quedaba ahí, era el recuerdo de la pelea entre ella y Ranik.

Recordó su rostro contraído, sus palabras frías y preocupadas a la vez.

Recordó lo corto que se sentía su hilo de vida.

¿Moriría pronto?

Si era así, ¿Podría detenerlo?

—Es bastante raro encontrarte sola. —escuchó a alguien llamar su atención— Siempre que vengo al futuro estás cerca de alguien. O es Piperina, o es Ranik, o es...

—Silencio, no quiero oírte —respondió, con voz seca—. No estoy particularmente amable hoy, creo que estoy más enfocada en detener el futuro que en pensar en el presente.

—¡Oh! Eso no es lo más recomendable, podría dañarte mucho.

—Prefiero sufrir yo a que lo hagan mis seres queridos —respondió Amaris. No le dirigía la mirada a Sephira sino que se mantenía buscando entre sus visiones algún atisbo de hechos importantes.

Sephira, aprovechando su estado fantasmal, flotó hasta quedar frente a ella. Tomó su rostro con sus manos, y dijo:

—¡Sé lo difícil que es, yo también lo he vivido! Pronto empeorará,  créeme. Eres mucho más poderosa que yo, puedes leer los sentimientos que hay en tus visiones, eso debe de ser aun más doloroso.

—Quiero. Ayudar. A mi familia —repitió Amaris, harta de oír el discurso de Sephira.

—Y lo harás, pero deja que te advierta algo. El futuro generalmente está decidido desde un principio. La Diosa Luna es la Diosa del tiempo, ella maneja mucho más de lo que piensas. Pero hay algo.

—¿Algo? —preguntó Amaris, incrédula. Sephira se separó de ella, para decir:

—Ayer por la noche tuve una visión. Te vi a tí, a esta misma hora, pero en el palacio. Estabas mal, mucho más de lo que lo estás ahora. Habías perdido el combate y no tenías ninguna marca en la muñeca. Ahora hay otro futuro, como si alguien estuviera cambiándolo. Un río con distintas bifurcaciones, distintos caminos hacia el futuro. Nunca había visto nada parecido.

—Eso quiere decir que... —Amaris se detuvo, su mente daba tantas vueltas al mismo tiempo que le costaba formular una frase coherente—. Hay más posibilidades, puede que las cosas cambien, que el futuro cambie.

—Quiere decir que hay alguien que lo está modificando —especificó Sephira—. Estuve leyendo en la biblioteca real y encontré registros muy antiguos de una sociedad que protegía a un grupo de personas a los que llamaban, "sin destino", por su capacidad de modificar el tiempo a su alrededor.

—Podemos cambiar las cosas —dijo Amaris, decidida—, cambiarlas levemente, sin causar ese tipo de catástrofe que mencionaste cuando nos conocimos.

—No —respondió Sephira con la mirada gacha pero un tono firme, explicó—: Los Dioses tienen dominios. Como nosotros tenemos el Reino Luna, y los Mazeelven el Reino Sol, así también el Sol domina la luz, el fuego, la mente. La Luna, por su parte, domina el agua, la continuidad del tiempo. Quien sea que esté modificando sus designios no la tendrá fácil, por eso vengo a advertirte. No hagas nada a menos que la Luna así lo desee.

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