La Secretaria ©

Von autumn-may

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#FinalistaPremiosWatty 2014 De chica de los encargos, paso a ser su secretaria personal. Venus Avner era la m... Mehr

Aclaración
La Secretaria
Capítulo 01
Capítulo 02
Capítulo 03
Capítulo 04
Capítulo 05
Capítulo 07
Capítulo 08
Capítulo 09
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Epílogo

Capítulo 06

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Von autumn-may

Una vez que llegó a aquella inmensa casa de dos plantas, le pagó al taxista, y luego se bajó del auto.

Caminó hacia la escalinata, le abrieron la puerta apenas tocó el timbre, y alguien que no conocía en lo absoluto la invitó al interior de la casa. Llegó sola a la sala donde se estaba llevando a cabo la fiesta de gala del compromiso de su jefe. Y lo peor de todo, era que odiaba ser vista por la mayoría. Pero el color de la falda de su vestido, llamó la atención de uno, luego de un par más, y así sucesivamente, hasta llegar al entorno de su jefe también.

—¿Quién es? —preguntó Begoña.

—No lo sé, no distingo desde aquí, Begoña —le dijo Caden.

—Creo que ha llegado, Venus —le respondió la madre de Caden.

—¿Venus? ¿Quién es Venus? Suena a nombre de estrella porno —acotó su prometida y tanto ella como su fina madre se rieron entre dientes.

—Mi secretaria personal, así se llama, Venus Avner —le dijo su prometido.

—¿Has invitado a tu secretaria a nuestro compromiso? —le preguntó ardida.

—Así es, mis empleados están aquí también, era de poco caballero el no invitarla a ella.

—Sabes perfectamente que tu secretaria no me gusta para nada.

—Lo siento por ti, Begoña.

—Encima, tiene el vestido que tanto estaba queriendo que me compraras Caden, es un Oscar de La Renta el que lleva puesto, y uno muy original por lo que se ve a simple vista, ¿cómo carajo lo consiguió ella y yo no?

—Ni se te ocurra joderme la noche, porque te pongo en tu lugar enseguida, ¿por qué no se lo preguntas a ella dónde lo consiguió y a mí me dejas de joder con pedirme siempre que te compre un vestido, o joya o cualquier estúpida cosa que se te antoja?

—Iré a buscarla —dijo la mamá de Caden.

—Ni se te ocurra Jules —le dijo la madre de Begoña.

—Ve a buscarla, mamá.

—Obviamente que sí la iré a buscar, Caden —le terminó de decir su madre y caminó hacia la joven.

—Buenas noches, señora Wayland.

—Buenas noches para ti también, Venus, ven conmigo.

—De acuerdo, ¿cómo está, usted?

—Muy bien, ¿y tú, querida?

—Muy bien también.

—Le queda pintado el vestido a esa estúpida —dijo entre dientes Begoña y Caden la escuchó.

—¿Qué te pasa, Wayland, se te ha secado la boca o qué? —le preguntó por lo bajo y sarcásticamente, Hutson, dándole un codazo disimulado, para que su prometida y ni muchísimo menos su madre las escuchara—, después de todas las veces que la vi en el estudio tan recatada, le sienta muy bien un vestido como ese, ¿verdad, socio?

—Hutson, frénate —le dijo de reojo.

—Ay compañero, compañero, algo me dice que tarde o temprano, te quedarás con ella.

—No digas pavadas, ¿quieres?

—Ni tú mismo te crees lo que has acabado de decirme, tendré casi diez años más que tú, pero en esto soy zorro, y si te digo eso es porque en verdad a la larga, compañero, te quedarás con ella, la que tienes ahora es una niña mimada y caprichosa que sus padres le dan todos los gustos habidos y por haber, y tú vas por el mismo camino, tú también, cosa que pide, cosa que se la compras, y ni tampoco te veo que me digas algo al respecto, Wayland, cuando tendrías que estar insultándome por haberle faltado el respeto a tu futura esposa, Begoña, no te veo que muevas un solo dedo tuyo para saltarme a la yugular como me saltaste varias veces por la señorita Avner.

—Y aquí está la señorita Avner —dijo Jules.

—Buenas noches a todos —les dijo en general.

—Buenas noches —le dijeron los demás también, más que por respeto por cortesía hacia ella.

—¿Dónde has conseguido el vestido? —le preguntó directamente Begoña.

—Mis padres me lo han regalado.

—¿Cómo lo consiguieron?

—¿En la tienda?

—No me gusta para nada tu tono de voz hacia mí.

—Pues a mí tampoco me gusta que me ande preguntando en dónde he conseguido el vestido, es como si insinúa que me lo he robado o algo por el estilo, señorita Booth.

—Esa mocosa me gusta como contesta, tiene una lengua muy afilada por tener la edad que tiene —le comentó Hutson a Caden—, tu Begoña no puede con ella —le decía mientras su prometida, atosigaba a preguntas a Venus.

—Solo quiero saber dónde has comprado el vestido, es un Oscar de La Renta original, el mismo que yo estaba buscando para estrenármelo hoy mismo, cuando fui a la tienda me dijeron que el último que les quedaba se lo acababan de llevar.

—Pues no sé dónde queda la tienda, mi madre se encargó de comprármelo para hoy también.

—Eres una desubicada.

—¿Por qué?

—Por atreverte a poner el mismo vestido que yo tenía intención de comprarme y ponerme para ésta misma noche.

—Que yo sepa, no le veo el mismo vestido que el mío, señorita Booth, y aparte de eso, es una prenda de vestir.

—¿Cómo te atreves a hablarme de esa manera, mocosa engreída? —le preguntó y cuando intentó levantarle la mano, Caden se la sujetó.

—Ni se te ocurra armar una escena, y no creo que te haya insultado en lo más mínimo la señorita Avner, solamente estás ardida porque tú querías el mismo vestido que ella tiene puesto, Begoña.

—Ven conmigo, Venus —le dijo Jules, tomándola de la mano.

—Sí, señora Wayland —le dijo y fue con ella.

Caden terminó discutiendo con su prometida. Y su madre la llevó a un lugar apartado de la multitud.

—Debo confesarte algo, Venus.

—¿Confesarme algo a mí?

—Por favor, tutéame, jovencita, ¿sabes algo? Jamás creí que Caden llegaría a casarse con una mujer como Begoña, es tan arrogante, soberbia y superficial que no la tolero ni un solo segundo, en cambio Caden, es todo lo contrario a ella, siempre creí haberlo criado con valores morales íntegros, que debía de basarse en los sentimientos de las personas y no en sus clases sociales y vínculos de su entorno, pero su padre le inculcó cosas que fueron más allá de mis intentos por querer imponerle diferentes tipos de bases que la mayoría de las personas le inculcan a sus hijos y los mantienen a lo largo de los años.

—No te entiendo, Jules, ¿qué me estás queriendo decir?

—No quiero que Caden arruine su vida con Begoña, no quiero que se case con ella, y tú tienes que hacer algo al respecto, niña.

—¿Yo? ¿Qué tengo que ver yo en todo esto?

—Quiero que le vuelvas a recordar a Caden los valores de las personas por sus defectos y sus virtudes, quiero que Caden vuelva a ser él mismo y si te estoy diciendo todo esto es porque creo en ti, y creo que si lo ayudas, con el tiempo llegue a quererte.

—Tu hijo es solamente mi jefe, no puedes pretender algo más que un simple trato laboral, Jules.

—Mira, yo también conocí a un hombre que era así, y le enseñé nuevamente los valores y los sentimientos verdaderos de las personas, de él mismo y de mi misma también, y al hombre que le enseñé todas esas cosas que tenía en su interior y dentro del mío, fue a su padre a quién se los enseñé nuevamente, pero no sé porqué su padre desde hace tres años que convenció a Caden de tener una relación con Begoña, y más adelante terminar casándose con ella también, y a mí esa familia no me gusta, empezando por Begoña misma, ella es la niña mimada y caprichosa que podría llegar a odiar cualquier mujer que tenga siquiera dos dedos de frente, su madre es tan o más obstinada y superficial que su propia hija, y su padre es el que les da todos los caprichitos a su esposa e hija, y Caden va a terminar sufriendo las consecuencias si termina casado con ella.

—No puedo hacer nada, Jules, no está en mí hacer tales cosas, no quiero perder mi trabajo, estoy conforme en donde estoy y me siento segura en el estudio de tu hijo, pero más de eso, no puedo hacer nada más.

—Eres una gran jovencita, Venus, y hubiera deseado que mi hijo te conociera de mucho antes de ponerse de novio con Begoña, para así haber tenido la posibilidad de poder conocer al verdadero Caden Wayland y no al hombre que se convirtió gracias a su padre.

—Yo lo encuentro agradable a tu hijo, Jules.

—Lo sé, desde el día en que te conocí, supe que habías quedado fascinada con mi hijo.

—Y eso es lo que más tristeza me da —le dijo recargando todo su peso en la baranda de la terraza de atrás—, no puedo perder mi trabajo, no puedo decirle nada, tengo miedo, y no quiero que se ría de mí tampoco, no soportaría su rechazo y desprecio —le terminó de decir y antes de que ella volviera a responderle algo más, su hijo llegó donde estaban las dos.

—¿Qué hacen aquí ustedes dos?

—Nada, hijo, estábamos charlando un poco.

—Ya es hora de realizar el compromiso, mamá.

—De acuerdo, ahora mismo iremos las dos.

—Está bien —le dijo, y a Venus ni siquiera la miró.

—Creo que me he dado muy cuenta que mi hijo te ignora por completo, Venus.

—Sí, Jules, puede que para algunos hombres tenga una cara bonita y un buen cuerpo, pero no para él.

—Si quieres a mi hijo como me estoy dando cuenta ahora mismo, ¿por qué no te arriesgas por él?

—Porque él no se arriesgaría por mí, en lo absoluto, Caden no me ve como mujer para él, y yo se lo respeto, y será mejor que vayamos adentro, de lo contrario volverá a buscarla por tardarse tanto, se supone que tú y yo no tenemos que hablar en lo absoluto de ésta clase de temas personales, y no quiero tener problemas con tu nuera por esto.

Ambas volvieron a la sala sin decirle nada más a Venus. Y a continuación se oficializó el compromiso de su jefe con su novia de hacia tres años atrás.

La joven, se quedó casi por detrás de algunas personas, no quería presenciar aquel beso que él le daba a ella. Y prefirió verlo desde una distancia prudencial.

Luego, se acercó a los recién prometidos en matrimonio y los felicitó a ambos. No obstante, ella se acercó a la barra de bebidas para tomar algo. Se sentó y le pidió al bartender que le sirviera una gaseosa.

—Hola, belleza —le dijo Hutson, apenas se sentó a su lado, y ella intentó bajarse del asiento y salir de allí—, quédate, por favor —le contestó reteniéndola de su muñeca.

—¿Qué quiere, señor Hutson?

—¿Por qué tienes esa cara de preocupada y de tristeza?

—No tengo ninguna de esas dos caras.

—No me puedes mentir, esos inocentes ojos tuyos no pueden mentirme en lo absoluto, el pelmazo de Wayland terminó de cometer el peor error de su vida.

—No sé de lo que me está hablando.

—Tú sabes perfectamente de lo que te estoy hablando, Venus, no te hagas la tonta conmigo.

—¿Qué quiere de mí, entonces?

—No quiero nada de ti, puesto que ya me di cuenta que tus ojos siempre estuvieron en Wayland, pero quiero que seas más despierta y lo conquistes.

—Creo que se ha desubicado, señor Hutson, no tengo intenciones de conquistar a alguien que jamás me vio como solamente una secretaria personal de su estudio de arquitectos, no voy a perder el tiempo con él en conquistarlo o cuánta cosa crea posible señor, soy realista y jamás encajaré para él.

—Con el tiempo, el tonto de mi socio se dará cuenta de lo que se perdió, lástima que cuando se de cuenta de su tremendo error será demasiado tarde ya, como para volver el tiempo atrás.

—¿Por qué me dice esas cosas justamente a mí?

—Porque no soporto a Begoña y porque Wayland se está convirtiendo en un imbécil cobarde.

—Y yo no puedo hacer nada por él, es su vida privada y solamente él tiene que preocuparse por eso, y me extraña que hasta ahora no se me haya insinuado o dicho cosas.

—Eres demasiado seria en el trabajo.

—Es por eso mismo que trabajo, no estoy para insinuaciones de ningún tipo y de ningún hombre tampoco, hago el trabajo de una perfecta secretaria personal de su jefe, no pretenderá que me ría en el trabajo.

—Jamás ha venido mal el reírse en un trabajo, y yo creo que a usted le hace falta picante en su vida.

—No creo que más que usted

—No, ya lo creo que no, me bastó cuando me echó pimienta de su aerosol, estás fuera de tono en cuestión de frases insinuantes, no te tienen porqué dar asco, hay muchos hombres que les dicen esa clase de piropos a mujeres hermosas como tú.

—Pues yo soy la excepción a la regla, no tolero piropos de ese tinte de tono subido de libidinosos.

—Bueno, digamos que empecé con el pie izquierdo, ¿verdad?

—Yo creo que sí, señor Hutson.

—Me gusta lo directa y sensata que eres mocosa, esa lengua afilada que tienes te llevará muy lejos, vi la manera en cómo te le plantaste a Begoña, esa descarada y frívola se quedó bastante calladita cuándo le dijiste lo que era justo en ese preciso momento, Wayland tuvo dos dedos de frente cuando te ascendió a que seas su secretaria personal, celebro eso mismo, pero fue un pelmazo cuando se involucró con Begoña y toda su familia de ricos ineptos.

—No soy quién para opinar sobre su vida privada, solamente hago mi trabajo y me paga cada mes por eso, más de ahí, no me puedo meter en lo absoluto.

—Te respeto eso que me has dicho, Venus, pero por otra parte estoy en desacuerdo contigo, muchacha.

—Lo sé, pero no me importa en lo más mínimo a decir verdad —le terminó de decir mientras levantaba sus hombros y los volvía a bajar.

—¿Qué hacen ustedes dos aquí? —les preguntó Caden—, me es increíble que ustedes dos hablen tranquilos sin intercambio de palabras fuera de lugar —les dijo riéndose abiertamente.

—Creo que la señorita Avner y yo tuvimos una amena charla para aclarar nuestras diferencias y mis piropos subidos de tono hacia ella también, y tú deberías de charlar un poco más con tu respetable secretaria —le contestó y ella casi abrió los ojos desmesuradamente.

—No tiene porqué hablar conmigo el señor Wayland, hay muchas más personas en su casa, no soy importante como para que quiera hablar conmigo.

—Si no quieres hablar conmigo, por lo menos, acéptame el baile.

—¿Por qué? —le preguntó confundida.

—¿Por qué? Pues, porque tengo ganas de bailar contigo.

—Vaya, hasta que ha llegado el momento de que tutees a tu secretaria —comentó Hutson—, perfecto entonces, vaya a bailar con su jefe, señorita Avner, lo necesita —le dijo, guiñándole un ojo en complicidad solamente para ella.

Venus y Caden, fueron con los demás a la pista improvisada de baile, y bailaron como dos personas que ya se conocían desde hacia años, un lento conocido.

Lo que más le sorprendió, fue la fuerza y la suavidad a la misma vez con que la tomó en sus brazos y con soltura la llevaba por toda la pista de baile.

—¿Quién es la mujer que baila con nuestro hijo, Jules? —le preguntó su marido intrigado.

—Venus, su secretaria personal, Bill.

—Jamás lo vi de esa manera a Caden.

—¿Así cómo, querido?

—Mírale la cara y te darás cuenta de algo que jamás tuvo cuando está con Begoña.

—Jamás fue el Caden que solía ser desde el momento en que se mezcló con Begoña. Bill, por favor, recapacita y pídele a nuestro hijo que cancele la boda, te lo suplico, no permitas que le arruinen su vida, no le arruines la vida a nuestro hijo haciéndolo casar con una mujer que jamás quiso y amó.

—No se puede volver atrás, Jules, todo está arreglado para su boda con Begoña el mes entrante, no quiero que te opongas a esto, querida, siempre he querido que nuestro hijo sea una parte importante de esa firma de arquitectos que tiene el padre de Begoña.

—Nuestro hijo ya tiene hecho su propio camino, Bill, no puedes pensar de esa manera tan cerrada, tú no pudiste entrar en su momento, y tu hijo tampoco tendría que serlo, tendrías que pensar perfectamente la felicidad de tu hijo por encima de todos los proyectos y trabajos que se te presenten, no quiero ver a mi hijo atado a una mujer que solamente lo quiere por lo que le dará monetariamente, si no por el amor que le proporcionará, jamás pensé que llegarías a arruinar la vida de tu propio hijo, Bill.

—Mira Jules, Caden estuvo de acuerdo en esto también.

—Lo sé bien eso, y lamento muchísimo que a pesar de todas las cosas que le inculqué de chico, haya salido con los mismos pensamientos y actitudes que las tuyas, tú mismo le has impuesto cosas que no están para nada bien para personas que tienen por lo menos dos dedos de frente.

—Lo siento, Jules, pero así son las cosas, y así se quedarán, no permitiré que ninguna mujer lo saque del camino en donde lo metí a Caden, es muy poca cosa para él esa secretaria suya.

—Tú solías decir lo mismo de mí, Bill, sin embargo terminaste casándote conmigo.

—Eran otros los tiempos, y eran otras muy diferentes las circunstancias, no vuelvas a decirme una cosa así, mujer.

Se alejó de su esposa, para acercarse a donde estaban su hijo y la joven, bailando.

—¿Me dejas bailar unos minutos con tu secretaria, hijo?

—Sí, padre, no hay problema —le dijo y la dejó con él a solas.

—¿Se divierte, señorita?

—Sí, señor Wayland.

—Ya lo creo que sí, estaba muy divertida usted con mi hijo, parece que se llevan perfectamente, ¿verdad?

—Eso creo, señor.

—Y solo espero que no intente hacer nada que perjudique el futuro casamiento de mi hijo con su prometida, ¿ha comprendido usted, señorita? No permitiré que ninguna mujer y ni muchísimo menos usted, atrase esa boda o se interponga en la vida amorosa de Caden, ¿comprendido, señorita?

—Sí, señor, comprendido, y despreocúpese señor, jamás podría interponerme en la vida privada de su hijo, tengo muy en claro mi lugar en el trabajo, no pretendo atrasar nada y no pretendo intentar cancelar nada de lo que ya se viene anunciando desde hace meses atrás.

—Perfecto entonces, veo que no necesito decirle o refrescarle nada en lo absoluto, es una secretaria muy eficiente, señorita —le dijo apretando un poco de más su mano—, y sería bueno, que cuando termine de bailar conmigo, se vaya de la fiesta.

Y así fue, apenas terminó la balada, se acercó a Jules, para saludarla, solamente a ella.

—Jules, gracias por todo, pero me voy.

—¿Ya te vas, Venus?

—Sí, la he pasado muy bien, pero ya es muy tarde.

—Recién son las doce y media de la noche.

—A ésta hora yo casi estoy dentro de la cama —le respondió casi riéndose.

—Espera, que le aviso a Caden que te vas.

—No, no le digas nada, por favor.

—Está bien, muchacha, no le diré nada.

—Muchas gracias, hasta pronto, y me alegro mucho haber vuelto a verte, y muchas gracias por todas las bonitas cosas que me has dicho.

—No tienes que agradecerme nada, sabes cuánto te aprecio, querida —le dijo y la joven le dio un beso en su mejilla, beso que Jules le correspondió también.

Venus, salió de aquella sala, abarrotada de invitados, y por último esperó a un taxi en la entrada de la inmensa casa, puesto que lo había llamado desde hacia muy pocos segundos atrás.

—¿Ya te vas, Venus? —le preguntó el señor Hutson.

—Vuelva a la fiesta, señor, no quiero que se pregunten donde usted está, de lo contrario sabrán que yo me he ido.

—Está abarrotada de gente, casi ni se puede charlar y caminar tranquilamente, me parece muy extraño que ya se vaya cuando minutos antes estaba tan divertida usted con Caden, ¿acaso le ha dicho algo su padre?

—No es de su incumbencia.

—Ya veo.

—Si lo quiere saber, no tengo más nada que hacer ahí dentro, ya he ido a saludarlos, y a felicitarlos también cuando oficializaron su compromiso delante de todas esas personas.

—¿Debo creer que le tiene miedo al padre de Caden? No se deje manipular por un hombre cascarrabias como lo es Bill, siempre ha querido salirse con la suya, siempre ha querido manipular a las personas, ya sean su esposa, su hijo y hasta con usted misma, señorita Avner, y ya va siendo hora y momento de que alguien se le plante frente a él, y decirle todas las cosas que una persona piensa de él, su arrogancia, su soberbia y su codicia lo están llevando a extremos impensables, así qué, no se tiene porqué asustar por cosas que seguramente le habrá dicho a usted mientras bailaba con él.

—Es irónico, todo esto me recuerda a la historia de Romeo y Julieta, con la pequeña diferencia que Romeo ni siquiera siente un mero "me gustas" por mí, buenas noches, señor Hutson —le dijo, bajando las escaleras principales de aquella enorme casa para entrar al taxi en el asiento trasero y alejarse.

—Hutson, ¿qué haces aquí? —le preguntó Caden, apenas salió de la casa—, ¿quién es la que se acaba de ir de la fiesta?

—Tu secretaria, Wayland, acaba de irse Venus —le dijo y éste subió las escaleras para entrar a la casa nuevamente.

Caden, se quedó unos minutos más allí fuera, en el descanso de las escalinatas de la casa de sus padres, con los puños bien cerrados y mirando cómo el taxi junto con ella dentro, se iba alejando cada vez un poco más de su lado.

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