Mis ojos se mantenían cerrados, el sueño me había tomado desprevenida mientras miraba al cielo. La pregunta de Rubén rondaba en mi cabeza.
¿Que se sentía estar enamorado?
Abrí mis ojos lentamente para toparme con un bello cielo estrellado. Aún media adormecida miré a mi lado encontrándome con él durmiendo y tomando mi mano. Iba a quitarla pero mis ojos se cerraban solos, así que me acerqué a él para moverlo y que despertara.
—Oye tonto, despierta es de noche...— Mi voz sonaba agotada mientras movía el hombro de él.
Escuché un murmullo por su parte y quiso girar pero solo chocó con mi frente, despertando por completo.
—Que demonios..— Abrió sus ojos mientras yo me sobaba la frente en donde había recibido el golpe.
—Hay que entrar, así que suelta mi mano y vamos donde nuestras familias.— Finalicé. Él miró nuestras manos y las separó de inmediato con un leve sonrojo. Yo solo me levanté y me estiré.
Rubén hizo lo mismo y decidimos entrar al castillo mientras sacábamos los rastros de saliva de nuestras bocas.
Si, a los dos se nos cae la baba al dormir.
Entramos sigilosamente y nos adentramos en los miles de pasillos. Él me mostraba los cuadros que colgaban mientras yo hacía comentarios absurdos. Era divertido hablar con él, como que perder el tiempo era divertido.
—¿Quieres ser mi amigo señora?— Le pregunté mientras reía. Él solo alzó sus pulgares y continuamos nuestro extraño recorrido por su castillo.
Por fin tenia un amigo y eso es lo que de verdad me hacía feliz.
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Íbamos a seguir nuestro recorrido pero nos encontraron y a regañadientes tuvimos que bajar hacia el salón en donde mi familia y la de el nos miraban mal.
—Leonor, se puede saber en donde estabas?— Habló mi madre con un tono de: Me dices ahora mocosa o te mato aquí mismo hija de hiena.
—Estaba afuera.. Hablando con Rubén sobre lo buena que es Beth... Bethania.— Sonreí nerviosa mientras veía como mi madre movía la mandíbula furiosa.
Estoy en un grave problema...