QUÉDATE EN INVIERNO

By RozarioNunez

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Harley Wood es uno de los muchachos más asociales de la universidad de Emory, repele a todo aquel que quiera... More

Tardes de invierno
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Ocasos bajo nieve
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28

Capítulo 24

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By RozarioNunez

El misterio de las huellas de algunas travesuras


—Ya me voy, mamá —despidió desde el umbral de la cocina antes de irse a la universidad por la mañana—. No me esperes despierta, estaré en Mex. Te llamo.

Su madre dejó la taza de café que había tenido pegada a sus labios hasta hacía unos instantes, dirigió a Regina una turbia mirada a través de las lagañas de sus negros ojos y los bultos de ojeras debajo de estos. Apenas la mujer pudo esbozarle una sonrisa, asintió pero no pudo emitir sonido alguno por leve que este fuera para hablarle. En ese momento la joven decidió acercarse a su progenitora para darle un beso en la mejilla e irse después, fue cuando notó su alta temperatura; palpó el resto de su cara y, desconcertada, se dio cuenta de que ardía en fiebre. Una exclamación que sabía a desgracia se le escapó, preocupada por su salud, Rey ayudó a su madre a subir a su habitación, la arropó y preparó sopa caliente para que esta pudiera servirse más tarde cuando la muchacha estuviera ausente, salió a comprar algunas pastillas genéricas para malestar corporal y luego de dejar un pañuelo húmedo sobre la frente de su mamá, se encaminó a la universidad en su camioneta tan rápido como pudo. De todas formas, ya había perdido una clase.

Las últimas semanas habían sido duras e incómodas en casa de los Berry, después del divorcio ningún desayuno había tenido el mismo sabor. Cada día Regina recibía una llamada de su padre, en conjunto con una invitación a quedarse a dormir en su hogar, la cual siempre era rechazada por la joven, ya que la idea de dormir bajo el mismo techo que la mujer que había deshecho su familia "perfecta" le era más desagradable que beber aceite. De cualquier modo, una relación dañada de tal forma, para ella, no tenía posibilidades de recuperarse por lo pronto.

—¡Rey! ¿¡Cómo amaneciste!? —saludó Peny con alegría, como cada mañana al ver a su amiga acercándose por un pasillo del pabellón B de Emory.

La muchacha, cabizbaja, trató de sonreír al ver a sus amigas ordenando sus libros en los casilleros; pero las ojeras pudieron un poco más que ella y solo alcanzó a bostezar. Con cierta curiosidad infantil, Camile se acercó a Regina y la tomó de las manos antes de preguntarle con toda la sutileza que le era posible con las palabras que había elegido:

—¿Dormiste bien anoche? Te veo algo cansada. Tú nunca bostezas...

Regina sonrió, negó con la cabeza y prefirió guardarse el tema. La joven abrió uno de los casilleros cercanos, dejó los libros que no utilizaría hasta más tarde y con un gesto a sus amigas se fueron por el pasillo. Las preguntas llovieron por partes: que si recién había llegado, que se veía despeinada, que tenía medias lunas oscuras bajo sus ojos, que la profesora de literatura de secundaria estaría orgullosa de oírlas conversar con esos términos, que se había perdido alguna clase, que si podría ir a Mex más tarde, que parecía que se esforzaba demasiado, Rey, ¿estás tomando tus medicinas?

El día en Emory transcurrió con relativa rapidez, las muchachas siguieron sus clases a la orden de su horario, lo mismo con Harley, Riley y Josua, quienes aprovechaban los recesos para verse aunque sea unos minutos. Era interesante la forma en la que Harley ya no solo los soportaba, sino que incluso trataba de unirse a las conversaciones de los demás, parecía que comenzaba a tener interés en algo. A Riley le llegaba mensajes de Jude al celular, quien apenas le preguntaba cómo estaba, si iría a verla después del trabajo para prepararle algún postre en casa aunque recién comenzaba a recuperarse y el esfuerzo que hacía para solo ponerse de pie era demasiado para alguien de su contextura.
La vida de Riley se había complicado un poco desde que había aceptado el empleo de mozo en el restaurante, pues temprano debía asistir a clases, luego trabajaba, más tarde iba a acompañar a Jude, a veces con Harley, y también hacía sus tareas con ella para ya muy entrada la noche, volver a su casa a dormir por lo menos un par de horas y volver a iniciar el día. Estaba exhausto, pero era joven, se decía, podía con eso y más, incluso en parciales. Aquel esfuerzo era suficiente para que Jude tratara de verse mejor aunque sea para él, para que supiera que todo lo que hacía no era en vano, y por lo menos había una persona en el planeta que se sentía inspirada a seguir con su vida gracias a una persona tan sencilla como Riley.

***

El cansancio de sus ojos y la preocupación por la salud de su madre estaban provocando que Rey perdiera el conocimiento lentamente durante el final de su última clase del día a las seis de la tarde. El profesor se percató de aquello y no se tocó el corazón para llamarle la atención a una de sus mejores alumnas, de las que siempre participaba en clase, llegaba temprano y sacaba las mejores calificaciones. Regina fue retirada del aula por su "pobre rendimiento". Qué importaba. Ella aprovechó para descansar en una banca cercana, no se dio cuenta y se quedó dormida. ¿Qué hora sería? Quizá casi las siete de la noche cuando Berry se despertó de un sobresalto, tomó su mochila del suelo y salió corriendo rumbo al parqueo en el que había dejado su camioneta. Aceleró lo más que pudo hasta llegar a Mex, no se sentía capaz de perdonarse el cruzar con las luces rojas de los semáforos, pero le pareció necesario. Pegó la carrera haciendo revotar una bolsa con su uniforme del restaurante, hasta que alcanzó la puerta trasera del local y pudo marcar su ingreso con unos minutos de retraso.

Agitada, pálida, con el corazón a mil por segundo y el cabello algo alborotado, se presentó ante el jefe de cocina con una gran disculpa por su tardanza. El hombre, algo delgado para su puesto de trabajo, apenas le prestó atención, con un bufido la envió al comedor a atender a los comensales. En el camino se encontró con sus amigos: Harley y Riley que atendían a una amplia familia con varios niños pequeños que gritaban y pedían su comida tirando de los mandiles de los muchachos, Josua se hallaba tomando las órdenes de una que otra chica atractiva y Peny y Camile corrían por aquí y por allá perdiéndose entre los otros meseros y azafatas. Rey no demoró demasiado en unírseles. Sabía en el fondo que sería una larga noche.

***

Había tantas estrellas en el cielo que parecía increíble que Jude solo tuviera atención para la pantalla de su teléfono celular. Esperaba, impaciente, el mensaje de texto de Riley, con quien había estado conversando mientras este se dirigía a su trabajo, pero en algún momento había dejado de contestar; ella imaginaba que ya estaba ocupado, se entristeció un poco, pues extrañaba su compañía al punto de sentir que la necesitaba para sentirse bien, sentir que valía la pena recuperarse y tratar de vivir un poco más. Oh, cómo la odiaría si Riley se enterara de ello, pues estaba segura de que él no era el tipo de chico que se acercaba a las personas por "necesidad", no, él se acercaba a quien quería cuando quería y no porque le fuera vital. Concluyó en cierto momento que, aunque le era vergonzoso admitir su debilidad, ella era ese tipo de personas que "necesitaban" un impulso que las llevaran a la luz al final de la oscuridad.

Pero si Riley era su luz, qué importaba...

Al rato su teléfono vibró y se emocionó al creer que era su persona favorita, se tiró contra el celular en su cama a un lado, con cierto cuidado por su pierna aún enyesada, y se desilusionó al ver que era Ana, quien le avisaba que la visitaría junto a Mia al día siguiente. Jude no tuvo intención de responder, ocultó el aparato debajo de su almohada, alzó la mirada al reloj de la mesa de noche y suspiró al ver que apenas eran las ocho y "su" chico estaría saliendo de Mex todavía a las diez. Qué haría hasta entonces... Ojeó unos instantes los apuntes que Riley podía llevarle, préstamo de algunos de sus compañeros de una que otra clase. Suspiraba... Se rendía, pensaba en Riley, sentía que se recuperaba, luego le entraba una desidia salvaje, se veía tan lánguida que se deprimía, tocaba su suave piel, tan frágil que parecía de seda, cómo seguiría con su vida si él decidía desaparecer un día... Su corazón se comprimió y se odió por sentirse así, tan vulnerable. "El tipo de chica que Harley detesta y Riley se compadece, qué patética existencia...", pensó y las lágrimas se le escurrieron entre las pestañas.

Tendría un buen momento llorando debajo de las sábanas cuando el celular volvió a vibrar. Con la esperanza que se esforzaba por no perder, tomó el objeto entre sus manos y vio que él le había respondido: "Me encantaría pasar la noche en tu casa. Estoy muerto. Pero tu padre me arrojaría por la ventana... Iré a pasar un rato luego, no te aseguro nada pero quizá me quede dormido en el sillón, bonita... aunque claro que con la puerta abierta". Lo había imaginado diciéndole esas palabras y sonriéndole, ella se ruborizó y estiró sus labios de oreja a oreja. Ya no cabía en sí. Cuánto sentido podía hallarle a la vida de vez en cuando...

***

Mientras algunos corazones se esforzaban por ganar su propia independencia, fracasando a veces, rindiéndose ante la necesidad emocional; había otros varios que solo no querían admitir que podían llegar a sentir, huían de esa sensación como si de una plaga se tratase, de esas que lastiman y arrasan con todo a su paso.

Entre Peny y Harley había más que un sentimiento de culpa, las miradas que se intercambiaban podían gritar, susurrar, acariciar y golpear, pero en eso quedaban, mensajes que no llegarían a la superficie, porque quién podría imaginar a dos personas como ellos juntos, no tenían nada que decirse... El estómago no les daba para más que evitarse, como si su voluntad hubiera podido más que su deseo. Incluso en Mex preferían dejarse de lado, olvidar que existían. Para Penélope no era difícil perderse en sus conversaciones con los clientes o sus otros compañeros, le gustaba el dinamismo que había en ese restaurante, le encantaba ser parte del mundo; para Harley, era lo opuesto, pues ni el ruido ni el movimiento conseguían sacarlo de la burbuja en la que se hallaba sumergido.

A las nueve y media los clientes comenzaban a retirarse, por lo que los camareros podían turnarse para darse un breve descanso en alguno de los ambientes como el jardín, la cocina o el hall de Mex. Harley no desaprovechó el momento para escabullirse al segundo piso, en el que había una sala con muebles y un televisor, con un balcón hacia el jardín, en la que solo el personal autorizado podía recostarse un momento, siempre y cuando la clientela no se apoderara de su tiempo. Al entrar creyó que sería el único al que se le habría ocurrido meterse a descansar a esa habitación, pero encontró a Camile dándole la espalda, recostada en el murillo del balcón. Se acercó a ella para tratar de lidiar con su misteriosa atmósfera y se mantuvo allí, a su lado, observando su perfil, serio, tenso, que contemplaba el cielo y la luna.

—La vida no es fácil, Harley... —suspiró ella.

—Dime algo que no sepa... —Bufó—. ¿Viniste a filosofar sobre tu vida?

—Vine para contestar una llamada... —respondió, a lo que el chico vio que tenía entre sus manos su celular, el cual apretaba con fuerza contra su pecho.

—¿Se trata de tu padre? —preguntó con genuina curiosidad.

Ella negó con la cabeza.

—Takahashi.

—¿¡Es en serio!? —exclamó alzando los brazos—. ¿¡Qué más quiere ese estúpido!? ¿¡Una carta de renuncia o qué!? ¿Cómo hace uno para librarse de ese hombre? Mawson, deberías llamar a la policía.

Camile se giró hacia él, una sonrisa leve se dibujó en su rostro, acarició la mejilla del muchacho, dejándolo inmóvil por instantes. Las lágrimas se asomaron a sus verdes ojos, pero evitó en lo que le fue posible dejarlas caer. Era demasiado fuerte como para echarse a llorar, menos en la presencia de Wood una vez más. Se hubiera jurado que ya no diría nada, que plantaría su mirada en la luna y las estrellas, que dejaría de lado la conversación, pero lejos de ello, se acercó a su acompañante, recostó su cabeza en el pecho de él, arrugó su camisa con una mano y allí, decidió dejarse vencer un poco.

—Muchas gracias,... mi chico malo... —Sonrió.

En el pasado, quizá hace un mes, Harley no hubiera reaccionado bien ante tal gesto, tal vez con ira, a lo peor con repulsión o sin la menor gracia, pero en ese instante, después de lo que había compartido con Camile hasta ese momento, algo comenzó a latir con fuerza en su pecho. No supo qué le estaba doliendo en la garganta, pero también quiso llorar... Ah, y sabía muy bien quién había sido la primera culpable de que comenzara a sentir, quiénes lo estaban "obligando" a volverse vulnerable, lo que más aborrecía, pero a ellos no los odió, no tenía idea de qué decir o hacer. Así que solo tomó a Mawson de los hombros y mientras los frotaba con suavidad pronunció un dulce "de nada"...

Ella hundió más su nariz en el pecho del chico y se sintió feliz, cálida, por un momento en un largo tiempo.

—Oh... —El vacío de la habitación provocó el eco de aquel sonido en la voz más aguda que alguna vez Harley había escuchado de una mujer de su edad—. Lo siento...

Tanto Harley como Camile tomaron distancia, miraron hacia la puerta y se toparon con Penélope con las manos entrelazadas sobre su vientre, un poco ruborizada, sin saber qué decir o hacer, solo muy incómoda, balbuceando frases incomprensibles en un volumen imperceptible. Camile comprendió la situación, e incluso pudo interpretar la mirada perdida que Harley tenía sobre su amiga, sin poder soltarla a ella, desde luego.

—Mi Peny, ¿buscabas algo? —preguntó la joven de rubios cabellos deshaciéndose del contacto con Wood para acercarse a la otra muchacha—. ¿Sabes? Algunos tratos nunca se cierran del todo, ¿qué te parece si conversas un asunto que parece pendiente desde hace un tiempo?

Guiñó un ojo con picardía a su amiga, Penélope parpadeó, confundida, y soltó una risilla nerviosa. Una vez que Camile hubo salido de la sala, los dos universitarios quisieron disimular el contacto visual, pero escapar de este solo hubiera sido muy evidente, los dos pares de pupilas, que por algún motivo brillaban más de lo habitual, terminaron por encontrarse sobre el rubor de sus mejillas. De repente, hablar se hizo más difícil que en cualquier otra ocasión, ¿por qué los habían dejado solos?

—Oye, Harley... —Se animó a llamar—. ¿Sabes tú dónde,... dónde hay...? —Su débil voz fue interrumpida cuando sintió entre sus dedos la viscosa sangre gotear—. Ay, Dios...

Wood entonces se percató del corte en la palma que se había hecho su compañera de la primaria, secundaria, preparatoria y universidad. Este era bastante pronunciado y estaba brotando demasiada sangre, se comenzaba a tornar morada toda esa zona, por ello no lo pensó mucho antes de acercársele. Marks retrocedió un paso, mostrándose a la defensiva y un poco incómoda.

—¿Cómo te hiciste eso ahora, Marks? —Tomó su palma y ojeó la herida.

—Estaba guardando unos recipientes de vidrio, se me cayó uno y quise recoger los pedazos pero me...

—Sí, ya me di cuenta —interrumpió—, estás tan desastrosa y torpe como siempre. Ven para acá.

Él la tomó de los dedos de la mano lastimada y la llevó hasta uno de los muebles de la sala, le hizo un gesto para que se sentara y ella obedeció. Harley se metió al baño, sacó un pequeño neceser de un botiquín de primeros auxilios, cogió un pañuelo, unas gasas, un pomo de agua oxigenada y algodón antes de volver a donde estaba la muchacha. Marks alzó ambas cejas ante la sorpresa de verlo con la intención de ayudarla. Él se arrodilló frente a ella, tomó por la fuerza su mano que no dejaba de sangrar y apretó en ella un nudo con el pañuelo para evitar la hemorragia. Trató de secar los excesos de sangre para limpiar su piel, ninguno comprendía lo que sucedía o por qué, ella solo sabía que no le iba a despegar la mirada de sus ojos y él, no le iba quitar la mirada a las palmas de la joven, las cuales hasta ese momento jamás había observado a detalle. Largas y finas líneas de cicatrices permanentes decoraban sus manos, haciéndola lucir como una guerrera que ha enfrentado mil batallas o una niña que ha tenido mil aventuras.

La curiosidad pudo más que él de pronto, mientras apretaba con una de sus manos el nudo con el pañuelo, con la otra decidió tomar la palma limpia de Marks y delinear despacio todas sus marcas de heridas. Frunció el ceño y resopló, convencido del tipo de chica distraída que era ella.

—Como se nota que no piensas antes de hacer las cosas... —comentó, fastidiado.

—No es lo que crees —protestó—. Yo no me las hice.

—¿Si no? —preguntó, sugestivo.

El silencio sucumbió en la habitación, solo se oían las manecillas del reloj, las respiraciones de los jóvenes y sus corazones cada vez más agitados. Marks desvió la mirada de los ojos de Harley, él más bien la pretendió presionar con aquellas densas pupilas, tratando de adivinar sus pensamientos, el miedo que pareció sentir de repente, la idea de que ella sintiera cierto pavor en su presencia le resultaba repugnante, pues en algún momento de sus vidas, cuando eran niños, cuando él era un temblor hecho humano y ella un remolino andante, lo que más lo pudo cautivar en esa pequeña persona de trenzas adorables y voz chillona era que no se dejaba pisotear ni siquiera cuando los maestros le llamaban la atención justamente, ella solía defender a sus amigos de niños más grandes, se revolcaba en el lodo y no le temía a los juegos de los muchachos, era con precisión todo lo que él no podía ser por su tristeza, por el vacío que sintió luego de la pérdida de su hermana menor. ¿Acaso Marks había perdido su esencia?

La joven tragó saliva y endureció el puño de la mano que no sangraba, Harley se percató de ello y quiso volver a preguntar, solo por el hecho de que ella había sido bastante entrometida en la vida de él. Bien, había llegado su turno de querer descubrir un poco de su mundo, algo que siempre había deseado pero que jamás se le había presentado la oportunidad en bandeja como para acercársele. Nunca le había sido sencillo solo saludar, dar un "buenos días" o un "¿cómo estás?", no hacía amigos, y no se acercaba tampoco a la chica que le llamaba más la atención en la primaria ni secundaria.

—Marks —llamó con el tono más grave de voz que pudo impostar, ella seguía sin verlo—. Te estoy hablando. —Apretó con más fuerza el nudo de su mano, ella soltó un leve quejido y se vio obligada a mirarlo a los ojos, él pudo notar que ella se esforzaba por no llorar—. ¿Qué es lo que ocultas?

Una larga bocanada de aire la detuvo, solo para decir consciente de que no podría guardar sus secretos, y, al menos, podría compartir con alguien una verdad que desde siempre tuvo que encerrar con candado. De todo se podía adivinar con solo ver el rostro que decidió mostrarle a su compañero en ese momento.

—Yo... —balbuceó—, me, me es muy fácil meterme en problemas...

—¿¡En serio!? ¡No me digas, Marks! —respondió con ironía.

Ella le lanzó una mirada de esas que lastiman y reprochan antes de dudar en continuar.

—Mi madre es una mujer estricta, se estresa fácilmente y con dificultad te demuestra afecto pero... —Bajó la vista y se le aguaron los ojos— desde que era niña he hecho travesuras y... a ella no le gustan las travesuras...

El misterio de qué por qué una niña inquieta llegaba a clases siempre con moretones, rasguños y hematomas parecía tener una obvia explicación, para nadie resultaba complicado creer la excusa de "me caí por ahí", pero esa noche Harley quiso preguntar, hubiera respondido lo que ella hubiera querido, él lo hubiera creído y hasta allí habría llegado la plática. Mas ella decidió decir la verdad y el corazón de ambos comenzó a latir con fuerza. Casi a un mismo ritmo, se les podía oír un galope en pareja en el pecho, en lo más profundo de ellos mismos donde nadie más había tenido antes el privilegio de entrar.

Cuando comprendió se puso de pie de golpe, enredó sus dedos entre sus cabellos, exhaló, furioso, pasó sus palmas por su rostro y trató de calmarse antes de volverse contra Marks.

—Así que tu madre te pega...

Ella no respondió.

—¿Sabes que puedes denunciarla con esas heridas?

—Si les muestro esto, podrían meterla a la cárcel.

—¿¡Y eso no es lo que quieres!?

—¡Por supuesto que no! —exclamó, ofendida.

—¡Ella te lastima y usa su autoridad como una excusa!

—Mi amor por mi madre es más grande que el dolor que pude haber sentido cada vez que me trató de disciplinar... —No pudo más y lloró—. Mi mamá nunca me ha abrazado, ni cuando era niña, pero su amor lo demuestra de otras formas... Y jamás podría hacerle daño...

Agitado de cólera, él preguntó con casi la misma resignación:

—¿Por qué?

—Porque es mi madre y la amo...

La unión que traían los lazos familiares y el respectivo afecto hacia los involucrados, eran capaces de traer consecuencias en el actuar de una persona, aquello era poco conocido para Harley que había perdido a sus padres y hermana varios años atrás. Por eso le parecía extraño, si no imposible, justificar una manera de pensar diciendo "porque la amo". Ese sentimiento o sensación debía tener efectos de pérdida del raciocinio.

—¿Porque la amas permitirás que te haga daño?

—Porque la amo trato de comprenderla todos los días... No es fácil salir adelante con una hija sin tener un marido o el apoyo económico. Mis abuelos siempre estuvieron ahí pero no teníamos... No alcanzaba... —Se quebró su voz por un momento—. No tienes idea de lo que hace el estrés en las personas, el sentirse solo y obligado a hacer algo que no quieres. Mi mamá es asistenta social y el sueldo que tiene se lo ha ganado con mucho sacrificio...

—No le da derecho a lastimarte...

—Fue hace años, Harley... Cómo podría importarte mi dolor físico, admite que solo quieres traer discordia en mi familia... —Llevó ambas manos a su pecho y apretó el nudo en su palma que ya sangraba menos.

A Harley Wood le encantaba hacer que las personas se dieran cuenta de los desgraciados que los rodeaban y que quisieran cobrar venganza, el caos tras una rebelión justificada le había llamado desde siempre la atención, para evitar males a personas que "no lo merecían". Solía tirar la bomba y luego irse con lentitud para tener tiempo de admirar su creación; sin embargo, en esa ocasión, su único deseo era que nadie pudiera hacerle daño a Marks, ni siquiera su familia... Ni siquiera él mismo.

Sin pronunciar más palabras, agachó la cabeza, volvió hacia ella despacio, se arrodilló y la miró con la compasión que le había negado a Jude tantas veces. Enjugó con cuidado las lágrimas de la muchacha dejándola inmóvil, con los labios entreabiertos, tomó su mano herida y siguió limpiando la sangre, apretando el nudo del pañuelo hasta que dejó de sangrar. Tomó el agua oxigenada, el algodón, la gasa y el esparadrapo y no se detuvo hasta que ya parecía que ella no sentiría malestar y podría seguir realizando sus actividades con normalidad hasta que la herida sanara, hasta que el dolor desapareciera, hasta que todo quedara en el pasado como un mal recuerdo.

La incomodidad se hizo presente cuando ya no había más por hacer con el corte de la palma de Marks, ella no retiró su mano de las de Harley y él seguía observando a detalle sus cicatrices, fruncía el ceño y delineaba con su índice cada huella de su piel. Ella se estremeció. Sin previo aviso, Harley se incorporó hasta estar a la altura de la muchacha y la abrazó con fuerza ocultando su rostro entre su cuello y su hombro. Marks no pudo moverse, pareció no entender la naturaleza de esas acciones, tan diferentes de lo que pensaba que hubiera hecho Harley Wood hacía tan solo unos meses atrás.

Entonces se dijo lo que no alcanzó en el día del cumpleaños de él, la tarde en el puente.

—Lo único que he querido desde que te hallé similitudes con mi hermana es que estés bien... —pronunció grave, bajo, suplicante—. ¿Tengo que cuidarte para eso? ¿Debería hacer algo para que no te pase nada?

—No necesito que me cuides, ni tú ni nadie —contestó dura, con firmeza, separándose un poco del chico para verlo a los ojos.

—Ustedes son personas fuertes. —Sus ojos se tornaron vidriosos—. Ocultan cosas y pueden con ellas, parece que no les importa y continúan, dime por qué, Marks... —Su voz se quebró—. Dime qué hago para yo también ser fuerte, yo también quiero... —Y las lágrimas brotaron de sus grises ojos—. Ya no quiero que me duela...

Sin saber más qué hacer, volvió a abrazarlo, con fuerza, tratando de recomponer partes rotas en su interior, queriendo apaciguar lo que sentía, como si hacerlo pudiera ser suficiente. Él le correspondió y se sintió libre de llorar a su gusto, dejando ir más de lo que tuvo que contener el día de su onomástico. Se preguntaba por qué solo con ella le era imposible evitar descubrirse, dejarse ver sin la fortaleza que pensó que le mostraba al mundo. Cuán equivocado podía estar en otras muchas cosas.

—"Ser fuerte" no significa que no duela -aclaró ella frotando la espalda del muchacho—, sino, que duela y aún así seguir con nuestra vida como si no sintiéramos nada. Si dejas de pensar en eso y te enfocas en lo que sí tienes y te hace feliz ahora, podrás dejar ir el pasado. —Se separó de él, enjugó sus lágrimas con sus pulgares y sonrió—. Tú eres muy fuerte, Harley. Es que no te das cuenta. —Besó su frente.

Por un momento, se disipó del todo la ansiedad para dejarle libre el lugar a una explosión de sentimientos acompañados de fuertes latidos y la idea de que esa chica no podía -ni en sus más remotos sueños ni aunque apareciera alguien con la voz más chillona y la mirada más inocente- gustarle más. Le encantaba su sonrisa, la textura de sus labios sobre su piel, las palabras que usaba, la forma en la que defendía a la persona que amaba, los sentimientos que la embargaban y las memorias que le devolvía al solo verla. No lo iba a decir en ese momento, se planteaba que quizá jamás lo haría, aunque tal vez un día. Sí, era posible que un día fuera lo suficiente fuerte como ella para revelar sus sentimientos, para hacerle saber todo lo que sentía y siempre había sentido por ella.

***

Terminado el turno ya eran más de las diez de la noche, un grupo de los jóvenes que trabajaban en Mex de azafatas y camareros se quedó limpiando los ambientes, al día siguiente le tocaría a otro grupo y así seguirían turnándose hasta que todo el personal colaborara con la higiene. Salieron en conjunto Regina, Camile, Josua, Riley, Penélope y Harley, se colocaron en parejas inconscientemente y reanudaron la marcha hasta la camioneta de Rey y el auto de Riley. Los muchachos bostezaban, reían, ebrios de sueño seguían con una plática que no tocaba temas de trascendencia, solo se ocupaban de ser un poco más ellos y menos, empleados de un restaurante. Riley iba a su propio ritmo mensajeándose con Jude por teléfono, Camile y Josua bromeaban sobre algunos comensales y la comida de cierto chef, mientras Penélope y Harley se sentían incómodos uno al lado del otro, apenas podían mirarse, no comprendían bien lo que había sucedido, no sabían ya qué hacer y tampoco podían estar más confundidos al respecto. Solo entendían que llegada la luz del día, podrían empezar de nuevo.

Ya en el estacionamiento, cada quien estaba tan ensimismado en sus propios asuntos, platicaba solo con quien quería, reían a su reverendo gusto o pensaban solo en cierta persona que no se dieron cuenta del momento en que Regina dejó de caminar, le temblaron las piernas y, de repente, se desvaneció.

El señor Berry podría estar en ese momento en situaciones íntimas con Allison, descansando luego de un largo día, aún ocupado en el trabajo, nadie más que él lo sabía, pero algo sí era claro: hacía cualquier cosa menos recordar que tenía una familia con quien ya no vivía, con quien ya no se comunicaba, con quien los lazos no habían sido lo suficiente fuertes como para presentir si se avecinaba una desgracia en sus vidas.


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