outlasted spirit ⋄ stiles sti...

By eternitear

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Teen Wolf no me pertenece, ni ninguno de sus personajes, sino a Jeff Davis, MTV, etc. Con la única excepción... More

Prólogo.
1. "Alternación"
2. "Fracaso"
3. "Desconocido"
4. "Impulsos"
5. "Poder"
6. "Sensación"
7. "Instinto"
8. "Abominación"
9. "Control"
10. "Confianza"
11. "Ilegal"
12. "Delincuente"
13. "Ironía"
14. "Sospecha"
15. "Sometida"
16. "Evidencia"
17. "Oportunidad"
18. "Vulnerable"
19. "Secretos"
20. Parte 1, "Espejismo"
20. Parte 2, "Dorée"
20. Parte 3, "Profundidad"
22. "Expuesto"
23. "Ilusión"
24. "Adversidad"
25. "Determinación"
26. "Retribución"
Epílogo
Nota de la autora y próximo libro.

21. "Realidad"

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By eternitear

Playlist:

This Is a Trick - ††† (Crosses)

Chained - The XX

Scary Love - The Neighbourhood

Mountains - Message To Bears

Sickness - Tender

____________________

"Ella tenía ojos salvajes, ligeramente locos. También tenía una sobrecarga de compasión que era lo suficientemente real y que obviamente le costó algo". —Charles Bukowski.



Un grito de protesta se atascó en su garganta. Al segundo siguiente, estaba siendo arrastrado otra vez. No hacia el fondo del lago, sino hacia la orilla. Se encontró a sí mismo luchando contra los brazos que lo sostenían. Su garganta dolía—no estaba seguro de si era por lo que había sucedido anteriormente, o porque estaba gritando. Ella lo había reconocido, estaba a punto de conseguir que reaccionara, estaba a punto de—

–¡Stiles! ¡Deja de luchar!

Quizá había perdido todo rastro de control y había comenzado a hiperventilar. Su mente estaba embotada, como si una especie de niebla se hubiera asentado en ella sin permitirle discernir sus propios pensamientos.

Lo arrastraron fuera del agua y comenzó a toser con fuerza. Cada respiración era como tragar alfileres.

–¡Hey! –unas manos frías y tersas tomaron su rostro, dándole palmadas. Su mirada se encontró con unos ojos grises que parecían contener una tormenta–. ¡Reacciona!

La niebla en su mente desapareció. Como si hubiera sido una alucinación, si eso era posible.

Spencer lo soltó.

–¿Por qué demonios has hecho eso? ¡Tenía un plan!

Era Scott quien le estaba gritando. Carraspeó, sintiendo otra ola de tos que hizo lo mejor que pudo para reprimir. Miro a Spencer, y no a Scott, cuando respondió.

–Hice lo que tenía que hacer.

Frente a él, Derek estaba sacando a Ariel del lago. El pelo de ella, largo y mojado, tapaba su rostro parcialmente, y su vestido blanco tenía manchas de sangre. Estaba inconsciente, y todavía lucía...

–Déjala sobre la orilla. –ordenó Spencer–. Sobre el agua.

Stiles no pasó por alto el tipo de mirada que Derek le echó a Spencer. En especial, porque él había sido destinatario de una como ésa muchas veces.

Derek. –advirtió Scott.

Hizo lo que le pedían, sin alejarse de Ariel, todavía con la mirada fija en la cazadora. Detrás de quién, extrañamente, se encontraba Allison empuñando ambos cuchillos. Aquello se estaba transformando en algo que iba a ser todo excepto útil.

–¿Qué hace ella aquí?

Era obvio a quién se refería Derek.

–Oh, muérdeme, perrito.

Stiles se giró hacia Spencer con los ojos como platos. ¿Acababa de decir...? Eso era malo. Malo y estúpido. Y a juzgar por las expresiones de todos menos de Derek –quien acababa de soltar un gruñido gutural– la observaban como si estuvieran pensando lo mismo.

Ella soltó una carcajada sarcástica. –No puede herirme. Bueno... puede intentarlo. Pero esas garras no me harán daño alguno.

–¿Qué quieres decir? –demandó Stiles con la voz ronca.

Spencer sacudió su cabeza, echando su cabello hacia atrás con una mano. Sólo ese gesto bastó para dejar en evidencia que no iba a explicarse.

–Chicos...

Allison se había acercado a Ariel silenciosamente. Tenía en su mano la linterna que Stiles había dejado atrás antes de meterse en el lago. Alumbró el cuerpo inconsciente de Ariel.

Oh.

Apenas había dicho algo, pero Stiles comprendió. Se acercó a Ariel de modo mucho más lento de lo que pretendía, todavía sintiendo sus músculos congelados y agarrotados.

Ella no había cambiado.

Y una vez más, fue cautivado por lo que era, por...

Su belleza no era una convencional. No era nada angelical, tampoco—era algo que lo obligaba a observarla con maravilla, pero que incitaba temor en su instinto, haciendo que escalofríos treparan por su cuello y erizaran su piel. Había leído sobre hadas, una vez—en esas noches en que el Adderall no le permitía dormir. Algunas personas creían que descendían de demonios. Stiles no sabía qué creer, pero observándola... quizá comprendía el porqué de esas suposiciones. Las escamas pálidas que se mimetizaban con su piel tenían un halo iridiscente y cambiante con el movimiento de la luz. En el dorso de su cuello, había... branquias. Con un impulso tomó su mano, notando que tenía lo que de algún modo supuso. Además de estar cubiertos de escamas tenues, sus dedos estaban unidos por una membrana transparente.

–¿Por qué no está cambiando? –farfulló–. ¿Por qué sigue... así?

Stiles se giró hacia Spencer. La cazadora parecía haber llegado al límite de lo que sabía.

–Quizá por eso. –señaló con un dedo pálido a Derek. Le costó comprender a qué se refería hasta que vio que él todavía sostenía la jeringa con la Ketamina–. Tal vez no cambie hasta que despierte. Pero creo que él ya sabe eso, ¿No es así, alfa?

Derek no respondió. Ni siquiera se movió.

–¿Qué quiere decir? –Stiles tuvo que luchar contra el impulso de levantarse y enfrentarlo–. ¿Sabías? ¿Tú sabías?

–Tenía la idea. –replicó. Estaba apretando su mandíbula con fuerza.

Algo en su postura se le hizo extraño. Para ser alguien frío, Derek solía enfadarse rápido, pero no se estaba defendiendo con su mal humor usual. Ahora que le prestaba atención, veía que estaba agitado, y pálido. Algo que no concordaba con la luna llena en lo alto. Sea lo que fuera, sabía que no iba a decirles nada. Y eso sólo sirvió para que Stiles se enfadara aún más.

Se levantó de la orilla, apretando sus manos en puños. El dolor del corte que se había hecho con la flecha ayudó a que su reacción fuera menos drástica.

–¿Y no pensaste que debías decirnos algo?

Derek no respondió. Ni siquiera lo miró. Stiles quiso darle un golpe en medio del rostro.

Scott tomó uno de sus hombros, impidiéndole que se moviera. –Déjalo, Stiles. Tenemos que llevarnos a Ariel de aquí. Y cualquier comentario irritante que quieras decir –le advirtió a Spencer, que estaba a punto de hablar–, guárdatelo.

No la conocía, no obstante, le sorprendió su falta de reacción.

A pesar de las protestas de Stiles, fue Scott quien cargó a Ariel hasta el Jeep. Con lo débil que se sentía hubiera sido una estupidez hacerlo él, y apenas podía caminar dos pasos sin que sus músculos protestaran. No obstante, se sentía demasiado inútil, demasiado—demasiado humano.

Se negó rotundamente a que Allison condujera. Al menos, manejar el Jeep le daba algo con que ocupar su mente, y no sólo pensar en que Ariel estuviera inconsciente por segunda vez en cuestión de meses en los asientos traseros de su Jeep.

Tuvo que recordarse que ahora se encontraba bien. Estaba bien.

>>><<<

Scott, Derek, Spencer y él llegaron casi una hora después a casa de Ariel. Allison había tenido su teléfono sin recepción durante todo el tiempo que estuvieron en el bosque, y se encontró con varias llamadas perdidas de su padre, para avisarle de una emergencia. Tuvieron que apresurarse a llevarla hasta su casa e inventar alguna excusa que le sirviera, sorpresivamente siendo Spencer la que más pudo cooperar.

Scott y Stiles tenían un mal presentimiento sobre aquella emergencia—una que podía acarrear demasiados problemas, sea la que fuera.

Gracias a que Ariel le había dicho dónde se encontraba la llave de emergencia, no tuvieron que forzar la cerradura de la casa. Apenas pusieron un pie dentro, Spencer les ordenó que llenaran una bañera con agua hasta el tope lo más velozmente posible. Ninguno quiso preguntar por qué.

Luego de unos minutos demasiado estresantes, dejaron a Ariel sobre la bañera con agua fría. La ropa de Stiles continuaba húmeda, pero al menos allí no hacía tanto frío como afuera. O quizá era que la falta de sueño causaba que tuviera frío sin importar el clima.

Se dejó caer en el suelo del baño, apoyándose contra la pared junto al lavabo. Scott le imitó, luego de unos minutos, mientras que Spencer estaba apoyada contra la puerta, con los brazos cruzados. Había dejado la ballesta a un lado, al menos, pero estaba cerca de ella. Como un aviso de que algo podría pasar. Por eso mismo, Derek se encontraba abajo, en caso de que ese algo pasara. Stiles, por su parte... bueno, estaba manteniendo sus pensamientos para sí mismo por un motivo.

–Cuánto tiempo—

–Hasta el amanecer. Allí debería regresar a ser... como es usualmente. –le respondió Spencer sin siquiera dejarle terminar de hablar.

–Okey, ¿Cómo es que sabes tanto? –exigió Scott de modo repentino, irguiéndose un poco–. En realidad, me gustaría saber quién diablos eres. Y por qué tú ya pareces saberlo.

Lo último había sido dirigido hacia Stiles. No sentía ni un atisbo de deseo de contarle todo desde el principio—más que nada porque ya estaba muy ocupado luchando contra sus párpados que no querían hacer otra cosa que cerrarse. Pero se obligó a hablar, porque había algo que no dejaba de rondar por su cabeza, y estaba harto de ignorarlo.

–Creo saber por qué. –Su voz continuaba ronca–. Por qué sabe tanto. ¿Tú eres como ella, no es así?

La expresión de Spencer no se alteró. Apenas parpadeó, de hecho. Su postura rígida se suavizó en cuanto dejó caer sus brazos a sus costados, y subió las mangas de su chaqueta negra hasta sus codos. Con un suspiro –otras de las cosas que la hicieron parecer mínimamente normal– se acercó hasta la bañera. Y sumergió sus manos en ella.

Transcurridos unos segundos, una serie de escamas comenzaron a aparecer en sus brazos. No eran muy visibles, y sólo estaban en ciertos lugares, pero eran inconfundibles. Al contrario de las de Ariel, éstas eran grises. Plateadas, notó cuando ella se movió un poco y la luz se reflejó su piel. Las sacó poco después, y las escamas desaparecieron.

–Tú eres el listo después de todo.

–Por eso no fuiste tú misma al lago. Por eso dijiste que Derek no puede herirte. Y por eso es que sabes tanto.

Ella hizo un gesto desdeñoso. Scott lucía como si se hubiera cagado encima.

Hubiera soltado una carcajada de no estar tan exhausto. –Vamos, eres un hombre lobo. No puede sorprenderte tanto todo esto.

Scott frunció el ceño, con la mirada fija en algún punto de los azulejos. –Ella es una cazadora, y una... como sea que se llame. ¿O todo eso es sólo una fachada?

–Ondina, Loup-garou. –corrigió Spencer.

–Dios, hay que apreciar la ironía de toda esta situación. –Stiles no podía reprimir la sonrisa–. Ella es una especie de Blade el caza vampiros, y Ariel... bueno, se llama Ariel, maldita sea, es prácticamente una sirena. Está disfrazada del jodido cisne blanco, y fuimos a buscarla a un lago. El destino tiene un macabro sentido del humor.

–No somos sirenas, connard. No nos asomamos a la superficie y cantamos estúpidas melodías para atraer hombres, ni utilizamos caracolas de mar para cubrirnos los pechos. ¿Y ves eso? –señaló a Ariel–. Dos piernas. Algo de lo que debes alegrarte, toi, morceau de—

–¡Okey, ya he entendido! –exclamó, harto de ser insultado en un idioma que no entendía–. Ahora veo por qué dijiste que las Ondinas tienen un temperamento volátil, apenas—

Spencer alzó su mano, moviéndola. Un tercio de segundo después, un chorro de agua se estrelló en su cara.

>>><<<

ARIEL.

Miedo—primal, ininterrumpido—me golpeó, apenas abrí mis ojos. Todo lo que podía ver era el agua a mi alrededor, cubriendo mi cuerpo—mi cuerpo que no era el mío, que era diferente, más ágil, más preparado, pero que estaba paralizado por el miedo, miedo, miedo—

Me levanté con un grito ahogado, saliendo de allí, tropezando y cayendo hacia adelante sobre algo—alguien.

Me alejé, sintiendo mi mente al borde de un abismo, fuera de control. Estaba en el lago, veía el agua oscura rodeándome, dándome una bienvenida que me aterrorizaba, pero que no podía ignorar. Los metros de profundidad debajo de mí, desconocidos, acechándome—

–¡ARIEL!

El grito rozó los límites de un gruñido que congeló mis venas. Y el lago desapareció de mi visión, permitiéndome regresar. No estaba allí. No estaba en el bosque. No estaba cubierta por agua.

Mis rodillas fallaron, y caí hacia el suelo, jadeando por aire.

El miedo dimitió, disipándose con cada respiración profunda que lograba tomar satisfactoriamente. Mi atención fue a mis brazos. Los cuales estaban delineados con escamas que se desvanecían, despacio, con un cosquilleo.

Sentía algo diferente. Algo descansando sin peso en mis hombros, como un abrigo cálido hecho sólo para mí, ronroneando en mi oído, poderoso—temerario. Algo que hizo que todo el miedo se alejara, al menos por ese momento.

Levanté el rostro, con mi vista enfocándose en lo que tenía enfrente.

Stiles. Stiles, Scott... y ella. La joven con el pelo color nieve, todos mirándome fijo, alertas.

Oh, mierda. –farfullé.

Los tres continuaron contemplándome unos segundos, para luego observarse entre ellos. Stiles se aproximó hacia mí con cautela, alzando un poco sus manos. Aquél nuevo instinto se erizó en mi interior, haciendo que me echara hacia atrás. Ni siquiera lo había pensado, sólo...

Demandé a mis músculos que se tranquilizaran. No me gustaba el modo en que ellos que me estaban observando. Como si fuera un animal rabioso.

–¿Ariel...?

Mi atención voló hacia Stiles. No se había vuelto a acercar. Sentí un extraño pinchazo fantasmal en mí brazo, dónde tenía una cicatriz enrojecida. Oh. Hierro.

Los recuerdos de todo lo que sucedió cayeron sobre mí como una avalancha.

–Hey. –murmuró ella. Antes de que pudiera procesar lo que cruzaba mi mente sin un botón de pausa, la chica se me había acercado. Esperé a que ese instinto reaccionara, pero no sucedió.

Me quedé muy quieta.

–No voy a hacerte nada.

–Lo sé.

Luego, sucedió algo que no me habría esperado ni en un millón de años. Las comisuras de sus labios pálidos se alzaron, y esbozó una sonrisa radiante.

Alcé mi mano lentamente para tocar su brazo desnudo. En algún momento se había vuelto una segunda naturaleza hacer eso. No necesitaba preguntar ¿Cómo estás? o ¿Qué piensas? cuando solo un toque firme me lo podía decir. Y todo lo que me dijo sobre ella fue que sentía alivio. Percibí un eco familiar, también. Un halo danzante, que...

Ella no sólo era una cazadora, si no que era como yo.

–¿Cómo...? –Comencé. No sabía qué decir. No comprendía absolutamente nada.

–¿Recuerdas algo?

Mi mirada se clavó en el suelo. –Recuerdo todo.

La sonrisa había desaparecido del rostro de la chica, pero no estaba seria. No me fulminaba con la mirada, ni tenía aquélla aura amenazadora que la rodeaba cada vez que me había topado con ella. Nada tenía sentido.

–¿Qué haces aquí? ¿Qué hago aquí? ¿Qué demonios está...?

Mi pulso se aceleró con velocidad, al igual que mi respiración. Mis manos estaban cerradas en puños.

–Tómatelo con calma, ¿Okey? –la chica susurró con suavidad–. Tú alfa está abajo. El marco de ese espejo es de hierro. No quiero tener que hacer algo de lo que ambas nos vamos a arrepentir.

Ahí estaba. Un atisbo de amenaza.

–Lo siento. –Jadeé–. Es que todo es tan— todo es...

–Ya lo sé. Sólo es una advertencia.

Estaba siendo muy complicado el hecho de mantener mi atención enfocada. Todo gritaba por mi atención, desde el suelo frío y suave donde estaba sentada, las motas de luz danzantes, visibles por el tragaluz en el techo que permitía paso a los rayos tenues de sol matutino, el viento susurrante que corría afuera, hasta el agua quieta detrás de mí, en la bañera. Podía sentirla como sentía mi respiración, mis latidos.

–¿Ariel? –preguntó Scott, hablando por primera vez.

Sacudí mi cabeza.

–Lo siento, no puedo... no puedo enfocarme. ¿Qué ha sucedido?

Ellos se observaron entre sí. Ella, quien estaba más cerca de mí, inclinó su rostro ligeramente hacia un costado. –¿Qué es lo último que recuerdas?

Fruncí el ceño. ¿Qué era lo último que recordaba?

Llevé una mano hacia mí cuello, sintiendo otro dolor fantasmal. Estaba en el lago, y Stiles...

–Me detuvieron. –Musité– ¿Cómo?

–Ketamina –Scott explicó, repentinamente incómodo–. Fue lo mejor que se me ocurrió, y no teníamos tiem—

–Está bien. –negué con mi cabeza, interrumpiéndolo– En serio.

–¿De quién...? ¿De quién es esa sangre?

La pregunta dudosa de Stiles me distrajo, como todo lo de mi alrededor. Observé mi vestido mojado, con una punzada de culpabilidad. Tenía manchas de sangre sobre mi esternón, y algunas en mi falda. La mayoría estaba desvaída, seguramente por el agua, pero no iba a encontrar manera de que salieran de la tela blanca.

–Es mía –Expliqué, recordando los momentos en que no era capaz de controlar mis instintos, justo como en ese momento era incapaz de controlar los escalofríos que me estaban recorriendo–. Cuando... cuando estaba en el bosque, en el lago—

Tragué saliva con fuerza, apretando mis manos en puños.

–Cuando toqué el agua, no sé qué sucedió, pero mi cuerpo comenzó a doler. Demonios, ardía. Como si me hubiera echado a puro ácido. Mis brazos, mi espalda, no sé... creo que me rasguñé a mí misma. Así que pueden estar tranquilos, no he hecho nada a nadie.

Sabía que Stiles no había tenido malas intenciones al preguntar eso, pero me sentía herida de cualquier modo. Y no me atrevía a mirarle—no directamente. Era una cobarde.

–Mi nombre es Spencer Dorée. –la chica comenzó a hablar de modo repentino. Una corazonada me confió que fue para interrumpir el curso que mis pensamientos estaban tomando–. Fui enviada aquí por mi... familia. Cuando supimos que todo el clan Argent se estaba reuniendo. No son los únicos cazadores de Francia. Pero...

Ella se detuvo a media oración, pareciendo tener dificultad en encontrar las palabras correctas.

–Es una historia muy larga. Me enviaron porque nada bueno podía salir de esa reunión. No se suponía que debía ser vista, o intervenir con cualquier ser sobrenatural. Pero apenas un día después de que llegué aquí, me topé contigo –la mirada de Spencer era tan filosa como una cuchilla–, la primera que vi como yo en mucho tiempo. Y luego tuve noticias del Kanima.

–¿Cómo puedes ser como yo y ser una cazadora? Tú misma me dijiste... dijiste que nunca trabajarías con criaturas como yo. Me amenazaste con un arma. Demonios, me disparaste una flecha

–La flecha no estaba destinada a ser letal, sino a detenerte. Y ese día... no estaba en mi mejor estado. Tampoco sabía si habías matado a alguien.

planeabas matarme.

Su expresión no se alteró. –Si hubieras terminado con la vida de un inocente, sí. Lo hubiera hecho. Ahora sé que no lo hiciste.

En aquél preciso instante estaba sintiendo una mezcla de pura ira, y una extraña gratitud. Me había aterrorizado el sólo hecho de pensar sobre ella, no obstante, también había evitado que hiciera algo que nunca me perdonaría a mí misma. Me las arreglé por reprimir todas esas sensaciones, como estaba acostumbrada a hacer.

–Sigo sin comprender cómo—

–A diferencia de ti, yo no fui convertida. Mi madre fue una Ondina. Nací así.

Ondina. La palabra hizo eco en mi mente, completamente desconocida para mí. Ella, sin embargo, lo había dicho con seguridad.

Y de repente todo se volvió demasiado. Todos esos sentimientos gorgoteando en mi interior, lo que ella me estaba contando... toda esa nueva información, mi cuerpo dolorido, los recuerdos—no podía seguirles el ritmo. Estaba exhausta. La necesidad de conseguir respuestas luego de tanto tiempo estaba siendo vencida por un absoluto cansancio.

–Creo que pasamos por lo suficiente hoy –Intervino Stiles, con la voz firme. No tuve que alzar mi mirada clavada en mis manos para saber que me observaba. A pesar de que notaba el cansancio en su voz, también supe que él estaba tan ávido en saber algo como yo. Pero estaba dejando eso de lado. Una vez más, me sentí una cobarde.

–Podemos seguir con esto después. –anunció Spencer. Comenzó a erguirse, sosteniéndose del borde del lavabo de mármol.

–¿Cómo podemos saber que no eres una...? Eres cazadora. No sabemos nada de ti. ¿Cómo puedo confiar en que no regresarás a todas esas amenazas?

–No puedes. Pero cumplo mi palabra. Seguiremos con esto después, cuando tu mente no salte de una cosa a la otra. Y mientras tú, o tú, para el caso –señaló a Scott–, no hagan algo que no deben, pueden considerarme de... su lado.

–¿Así de fácil? –Stiles pronunció lo que yo estaba pensando–. Aún eres una completa desconocida.

Ella apenas se dió por aludida, acercándose a agarrar una ballesta que hasta el momento no había querido mirar. –¿Lo prefieren de otro modo? No soy de quienes pierden el tiempo. Además, no puedo encargarme yo sola de una criatura como el Kanima.

Una vez tuvo su ballesta ajustada a su espalda, se giró hacia mí. Los tres estábamos observando cada uno de sus movimientos— y si se sintió cohibida, no lo demostró. Ignoró por completo a Scott y a Stiles, con el semblante tan serio como siempre.

–Puedo ocuparme de esas manchas de sangre si tú quieres.

Sus palabras me resultaron una especie de bandera blanca, algo así como una tregua. Honestamente, no tenía ganas de analizar absolutamente nada de lo que sucedía. Si se ofrecía a hacer algo tan extraño como eso, no me quejaría. Ella era rara.

Me levanté del suelo, sintiendo cada uno de los músculos de mis piernas quejándose. Quizá fue por la mirada en mi rostro, ya que salieron del baño poco después, dejándome sola.

No quería tocar una gota de agua hasta que fuera absolutamente necesario. Busqué ropa para ponerme y regresé a la privacidad del baño, dónde me saqué el vestido con menos cuidado del que debería haber tenido. Até mi pelo mojado, y estuve a punto de ponerme la camiseta de tirantes, cuando mi reflejo en el espejo me dejó atónita.

–Oh, ¿Qué dem...?

Mi mente agotada hizo lo posible por buscar alguna explicación lógica. Creí que eran unas manchas, al principio, pero cuando observé bien... no lo eran. Mi espalda estaba cubierta por líneas color verde oscuro. Estudié fijamente las marcas que se entrelazaban entre sí en mis omóplatos, y subían y bajaban hacia mis hombros y columna, finalizando en mi cintura. Como una idiota, froté mis dedos sobre una línea, sin saber siquiera qué esperar, sintiendo nada más que mi piel.

El sentimiento incierto sobrepasó todo lo demás, por algunos instantes. Observé mis propios ojos en mi reflejo, buscando alguna respuesta a eso. Como si fuera a responderme a mí misma.

Encerré mis propios pensamientos en un agujero recóndito de mi mente, saliendo del baño. Me puse una camisa encima para tapar mi espalda, y al darme vuelta, vi que Spencer estaba en el umbral de la puerta de mi habitación, dándome una mirada glacial. Me había visto.

No dijo nada, y yo tampoco.

Ella se fue, cargando mi vestido. No me imaginaba cómo haría para pasar desapercibida yendo por allí con una jodida ballesta, y tampoco me importaba.

Al girarme, cerrando la puerta tras mis pasos, enfrenté a Derek, Stiles, y Scott. Tuve una sensación de déjà vú que no fue bienvenida. Ninguno pronunció palabra, y yo no fui capaz de mirarlos directamente.

–Estoy bien. –musité, por más que sabía que ninguno iba a creerme.

Estaba harta de sentirme como una... víctima. Quería que dejaran de preocuparse, dejar de ser un maldito problema.

–Estoy bien. –repetí, más firme– No necesito un centinela. Es tarde, necesitamos... dormir.

No encontraba un modo más suave de decirles que necesitaba estar sola. No podía derrumbarme frente a ellos. Comencé a repetir en mi interior las palabras que había dicho, con la esperanza de creérmelas.

–No me iré a ningún lado hasta estar seguro de que tienes control sobre tí misma.

Mi vista se alzó, encontrándose con la de Derek. Sus ojos claros no daban lugar a discusión, y me descubrí a mí misma a punto de coincidir con él. Fruncí el ceño, luchando con el extraño tirón invisible que asaltaba mi voluntad.

No necesito un centinela.

El tirón se volvió más fuerte, cuando la expresión de Derek cambió a una aún más fría. Hice una mueca, llevando una mano a mi sien, sacudiendo mi cabeza. Quise volver a negarme, pero con el cansancio que me aplastaba, me costaba siquiera decirlo.

Stiles cruzó sus brazos, apretando su mandíbula. –Si él no se va, entonces yo tampoco.

Los fulminé a los tres con la mirada, detenidamente. Scott soltó un suspiro casi inaudible, enarcando las cejas. No me dijo nada, pero sabía por su semblante que, al menos él, confiaba en mi capacidad de autocontrol. Me dió un apretón en el brazo antes de dirigirse a la puerta e irse.

Estaba harta de aquella situación.

–¿Saben qué? Quédense. Hagan lo que les plazca, no me importa.

Subí las escaleras tormentosamente, dirigiéndome a mi habitación. Me encargué de que el portazo que dí fuera lo suficientemente notorio.

>>><<<

Me desperté con dos impulsos muy diferentes. Uno, era el de saltar fuera de la cama, y largarme. Simplemente irme, sintiendo el espacio entre aquellas cuatro paredes demasiado... confinado. El otro era saltar de la cama para correr al baño y vomitar hasta mis intestinos.

Encantador, lo sé. Y el segundo impulso fue el ganador.

Quince minutos después, estaba sentada al lado del retrete, apoyando mi frente sobre los azulejos fríos de la pared, sin haber logrado nada más que algunas arcadas. Sentía que mis órganos estaban en un concurso a muerte, retorciéndose sin cesar.

Hacía mucho tiempo que no tenía una resaca, y tampoco creía haber tenido una de tal magnitud, pero no se me ocurría otra explicación. Era inútil seguir tirada allí esperando alguna especie de milagro, así que me paré, para echar un poco de agua en mi rostro sudoroso.

Apenas el agua fresca tocó mi rostro, me sentí diez veces mejor. Mojé mi cuello, mis brazos, hasta mi pelo, sin siquiera pensarlo dos veces. Observé la bañera, queriendo darme una ducha más que nada—y temiéndolo al mismo tiempo. Estaba haciendo un buen trabajo en ignorar, bueno... todo, y era estúpido temerle a la ducha. Me sentía demasiado seca, si eso tenía sentido.

Mascullé una maldición, negando con la cabeza, quitándome lo que tenía puesto para meterme en la tina.

Otros quince minutos después, había terminado, y la especie de resaca había desaparecido. No tenía sentido. Nada lo tenía, en realidad, luego de la jodida noche que había pasado. Estaba pensando en que quizá era momento de comenzar a asimilar todo eso, cuando me atreví a observarme al espejo de reojo. Las extrañas marcas en mi espalda seguían allí.

Mandé al demonio el pensamiento racional de intentar procesar lo que había pasado.

En cambio, me dirigí hacia el pasillo, llegando hasta las escaleras antes de detenerme en seco. Cómo, no tenía idea, pero había olvidado mi berrinche de hacía unas horas antes, y que dejé a Stiles y Derek allí.

Sopesé la opción de escaparme por la ventana, robar un auto, y fugarme a Sudamérica. No obstante, bajé las escaleras sin causar ningún ruido, deteniéndome nuevamente en el anteúltimo escalón.

La sala estaba iluminada por el sol directo colándose entre las cortinas, silenciosa. Por un momento creí que no había nadie allí, hasta que mi mirada se encontró con Stiles echado en el sillón, con un brazo colgando fuera, y el otro apoyado sobre su rostro, tapando sus ojos. Verlo fue suficiente para que la realidad de la situación cayera sobre mí como un edificio derrumbándose. Quisiera o no.

Mis piernas temblaron. Me senté sobre el escalón de madera, llevando mis rodillas hacia mi pecho. Derek no estaba allí—gracias al cielo. Tenía muy presente lo que había pasado cuando se negó a irse, todo mi cuerpo sintiendo la orden directa. Incapaz de negarse. Había experimentado eso, antes, pero no... no de ese modo tan urgente e intimidante.

Como fuera, me alegraba que se hubiera ido. Me preguntaba qué le había dicho Stiles para conseguir que lo hiciera. O qué había hecho.

Lo observé con atención. Mi corriente de pensamientos fue hacia el instinto que me había dominado, apenas Stiles intentó acercarse a mí en las horas anteriores. Y como si lo hubiera convocado, esa nueva parte en mi reaccionó. O quizá... quizá nueva no era la palabra. Era tan familiar como mis manos, mi pelo, mi cuerpo, pero que, sin embargo, había estado quieta. Esperando.

Y ahora descansaba sobre mí, tan despierta como nunca, alerta. Stiles soltó un suspiro, moviéndose ligeramente. Durmiendo, ése instinto ronroneó. Débil. Fácil. Fruncí mis cejas, inclinando mi rostro.

Él se despertó, de repente. Se irguió sobre el sillón, recorriendo con la mirada alerta a su alrededor, hasta notarme.

Dios. –farfulló, pasando una mano por su pelo corto– Me diste un susto de muerte.

Su voz me devolvió a la realidad. Sacudí mi cabeza, sintiéndome un poco... confundida. Me había quedado tan quieta que hasta había estado conteniendo la respiración. Aquél instinto se apaciguó, aburrido. Lo ignoré.

–Lo siento –me levanté del escalón, dando un pequeño salto hacia el suelo–. No quise despertarte.

–No creo que tú... uh, olvídalo. ¿Cómo te encuentras?

Bajé mi mirada hasta mis manos. Entrelacé mis dedos, mordisqueando mi labio, pensando en qué responder.

–Mejor. –admití. No estaba mintiendo, al menos– Stiles...

Dí algunos pasos dubitativos hacia él, deteniéndome junto al sillón. Quería tocarle para saber qué sentía, pero no me parecía algo que debería hacer. En cambio, me obligué a mirarlo. Él me contemplaba con atención, completamente ajeno a todo lo que zumbaba en mi mente. Su expresión solemne hizo que una punzada de culpabilidad me asaltara, que mis rodillas temblaran otra vez. Me acerqué hasta estar frente a él, dejándome caer hacia el suelo hasta estar sentada sobre mis piernas. Apoyé mis manos en sus rodillas, jugando con los hilillos sueltos de la parte rasgada de sus jeans.

–Lo siento. Por... por lo del lago. Yo... estaba ahí, ¿Sabes? Parte de mí sabía lo que hacía, pero... No puedo—no puedo explicarlo.

–Ariel—

–No, déjame terminar. Por favor. Tengo que disculparme, porque de otro modo todo esto va a carcomerme por dentro hasta que me vuelva loca. No tengo idea de qué me sucede, de qué... de en qué me he transformado. No sé qué puedo hacer, o al menos no sé cómo detenerme de hacer... lo que sucedió allí. Quizá suene demasiado dramática, pero—

–Déjame aclararte algo. –su voz sonó repentinamente firme y seria– Sabía los riesgos antes de que me metiera en ese lago. Scott, Allison y yo sabíamos lo que podía suceder, y fuimos detrás de ti. Porque somos tus amigos, Ariel. No tienes que disculparte. Tú ayudaste a Scott incontables veces, ayudaste a Isaac, Erica, incluso a Derek. Lo de anoche puede haber sido malo, pero no me importa. Lo volvería hacer. Lo haría mil veces. Así que lo que sea que suceda contigo a partir de ahora, vamos a resolverlo. Así tengamos que lidiar con la loca de Francia. Y no me refiero a Allison. Lo haremos juntos, ¿Okey? Como lo hemos hecho desde que descubriste todo, y me amenazaste con lanzarme cuchillos si no te lo contaba.

Las comisuras de mi boca se levantaron inevitablemente por el recuerdo. Una sensación suave y cálida se asentó en mi pecho, haciéndome sonreír aún más. –Bueno, no voy a disculparme por eso. Oh, y somos tus amigos, Ariel –imité su voz–. ¿Acabas de enviarme a la...?

El sonido de un teléfono me interrumpió. Stiles y yo nos miramos confusos, hasta que él dió un respingo, y buscó su celular en el bolsillo de su pantalón. Ahora que lo notaba, ya no tenía puesto el disfraz de la noche anterior. Había ido hasta su casa en algún momento.

–¿Scott? –atendió Stiles, extrañamente sorprendido–. Hey, ¿Qué...? Sí, sí, lo sé, pero podemos esperar—

Su voz se extinguió, mientras escuchaba lo que Scott le decía. Sus ojos fueron abriéndose, hasta estar observándome desconcertado.

Le saqué el móvil de la mano para poner el altavoz. –¿Qué? Scott, ¿Qué sucede?

–Uh... –murmuró, y podía imaginar su expresión evasiva a la perfección.

–¿Stiles?

Sólo tuve que observarlo para entender. Sucedía algo –obviamente–, pero no era reciente. Habían estado ocultando algo.

Chicos.

–Está bien, Scott. Yo le diré. Te llamaré lo antes posible.

Aquél sentido me había puesto alerta, otra vez. Stiles cortó la comunicación, y se quedó mirando la pantalla del celular, pensativo. No tenía un buen presentimiento.

–Es sobre el Kanima, ¿No es así?

Stiles lanzó su teléfono a una esquina del sillón. –Bueno...



Un rato después, me estaba costando mucho más de lo que admitiría no enfadarme. Oh, mierda. Me estaba costando demasiado.

–Ar... ¿Ari? –Stiles preguntó con cautela. Se encontraba sentado en el sillón, todavía. Yo me había alejado unos convenientes metros.

–Espera un segundo. –mascullé entre dientes.

Abrí y cerré mis puños, en mi camino hasta la cocina. Mi respiración era irregular. Sentí más que escuché los pasos cuidadosos de Stiles, siguiéndome. Mi instinto reaccionó como un animalillo fastidiado, erizado. Vete, vete, vete, gruñía. Le gruñí a la nada en respuesta. Los pasos de Stiles se detuvieron.

Abrí la llave del grifo, echándome agua sobre el rostro. Al igual que unos minutos antes, sentí que me tranquilizaba considerablemente, como si fuera una poción mágica. Si eso seguía funcionando, iba a terminar dejando a todo el condado con sequía.

Me giré hacia Stiles, que continuaba inmóvil en la entrada a la cocina. Su rostro precavido me hizo sentir insegura.

–No voy a volverme loca y transformarme, Stiles. Yo sólo... estoy susceptible.

Fue extraño, lo que sucedió a continuación. Continuaba estado a unos cuantos pasos de él, sin embargo, sentí su alivio como si lo estuviera tocando. Instintivamente, sequé mis manos sobre mi camisa. Tomé una respiración profunda, haciendo de cuenta de que su alivio era el mío.

–La chica... Spencer dijo que sucedería. Dijo que las Ondinas tienen un temperamento inestable. Fáciles de molestar.

Resoplé. –Sí, bueno, he sido así toda mi vida, pero ahora... no lo sé, es como si—

–Como si todo estuviera aumentado. –terminó mi oración, asintiendo–. También le sucedió a Scott.

–Sí, bueno, no es que me sienta particularmente más fuerte, o cosas así. —aparté mi cabello de mi rostro, apretándolo en puños, cerrando mis ojos con fuerza—. Sólo me siento. Tan. Irritada.

Mis manos estaban temblando. Otra vez. Demonios, era un desastre. Intenté acompasar mi respiración, contando hasta diez y sintiéndome una idiota. No estaba funcionando.

Un sonido extraño me distrajo. Fruncí el ceño, sintiendo como si algo... vibrara. Un crujido inusual que parecía sonar en las paredes, en el suelo. El lavabo que recién había utilizado comenzó a estremecerse, incrementando el crujido metálico.

–¿Ariel?

Su expresión precavida se había extinguido cuando se acercó hasta mí para tomar mi rostro. Obligó a que lo mirara con la intensidad grabada en sus ojos. –¡Hey! Tranquila. Vamos, Ariel, cálmate.

Apreté mi mandíbula, luchando por hacer lo que me pedía. La jodida casa estaba crujiendo como si hubiera un terremoto. Apoyé mi frente en su cuello, tomando respiraciones profundas, hasta que mis manos dejaron de temblar. Hasta que el lavabo dejó de sacudirse, y el crepitar de lo que fuera que estaba haciendo ruido se detuviera.

–Eso fue... –sentí a Siles mover su rostro, sentí su alarma que antes no había percibido apaciguarse–. algo.

–¿Algo? Stiles, eso fue—

–Creo que eran las cañerías.

Parpadeé, separándome de él. Ahora que podía pensar, entendía que probablemente tenía razón. Tapé mi rostro con mis manos, comenzando a mascullar maldiciones, demasiado frustrada. Necesitaba enfocarme en otra cosa.

–Okey. Okey. Es... pretendamos por un momento que todo eso no sucedió. Y pretendamos que hace rato me enteré de todo lo que no me has contado.

Él había hecho lo posible por explicarme lo que había sucedido en la fiesta. Scott, Allison y él también tuvieron alucinaciones, y creían que era a causa de algo que tuviera el ponche, por más raro que me resultara eso. Y también me contó lo que sucedió mientras yo había estado con Lydia.

Comprendía, en el fondo, por qué no lo hizo antes. Había estado demasiado ocupada con la fiesta, haciendo de cuenta de que todo estaba bien. Fue demasiado fácil, demasiado liberador creer que era normal.

Lo que me dolía, y hacía que la culpa me atacara como una perra, era lo del padre de Stiles. El sheriff había sido suspendido de su puesto, por culpa del lío en el que estábamos metidos, por culpa del Kanima. Por culpa de nuestros pobres intentos de manejar una situación que no hacía más que empeorar. Y Stiles había evitado contármelo para que pudiera disfrutar de mi cumpleaños. El cual, de cualquier modo, había terminado horriblemente.

Sólo quería que algo nos saliera bien.

Quité mis manos de mi rostro, pasándolas por mi pelo para quitármelo del rostro. Necesitaba ser optimista, así fuera lo menos que sentía.

–¿Qué fue lo que te dijo Scott?

Stiles miró a su alrededor con cautela, haciendo una mueca. –Uhm... creo que es mejor que vayamos afuera.

Comprendí a qué se refería. Solté un suspiro, dirigiéndome a la puerta trasera de la casa, hasta estar parada en medio del parque. La tarde comenzaría a darle paso a la noche en cualquier momento, con el sol acercándose al horizonte. Fue una buena idea salir, ya que la brisa suave y fresca de la primavera reciente era como un soplo arrullador.

–En la fiesta, mientras estábamos buscándote –comenzó Stiles, con la voz tensa–, Scott vio a Matt en la calle. Algunos borrachos lo habían lanzado a la piscina, por más que el gritaba que no sabía nadar.

Un escalofrío me recorrió con sólo imaginarme lo horrible que sería aquello.

–Jackson lo sacó. Nadie más hizo nada, ni siquiera... –noté una nota de remordimiento en él–. Scott vio a Matt con el Kanima.

_______________________

Hello, my darlings.

Actualizo más de un mes después, lo siento lo siento lo siento :( Mi wifi da asco, así que disculpenme si hay algún error, intenté releer todo lo más rápido posible (estoy de vacaciones, por esto tardé tanto en actualizar, también. Vine a Chile y sólo quiero decirle a las lectoras chilenas que amo su país heheh). Espero que les guste el cap y el edit♥♥♥ (also nogitstydia you can't hate me anymore bitch, love u)

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