90 DÍAS (JM & ___)

By GrEyaDiCtA215

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Park Jimin es un arrogante y mundano hombre de negocios que siempre consigue lo que quiere. Y lo que quiere e... More

1 ¿Trato?
1-2 Llamada
1-3 Historieta Erotica
1-4 Corse Bondage
1-5 Seguir Ordenes
2 Terreno de fantasía
2-2 ¿Rival?
2-3 Nuevo e Inusual
2-4 Indigno Castigo
3 ¿caridad o competitividad?
3-1 Squash vs Kendo
3-2 Antigüedades Pornográficas
3-3 observada
3-4 Color Marfil
4 Centro de atención
4-1 ¿Descubiertos?
4-2 Stripper
4-3 Hotel Victoriano
5 Baile, Japón, geishas... Park
5-1 Una cana al aire.
5-2 Espactaculo
5-3 Anfitrión Perfecto.
6 Celos
6-1 ¿Su tipo ideal?
6-2 Club de vinos
6-3 Interrogatorio
6-4 Cumplir su palabra
7 Mujer Dominante.
7-1 Castigo Corporal
7-2 Obediencia
7-3 ¿Sustituta?
8-1 Subasta.
8-2 Sentimientos.
8-3 Lenguaje corporal.
90 días.

8 Ángel azul.

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By GrEyaDiCtA215

______ puso la invitación en el estante de la alacena estilo galés que tenía en la cocina. La leía
cada mañana y cada vez que lo hacía se deprimía.
Era terriblemente concluyente. ¿Sería de verdad su última sesión privada con Jimin? Estaba convencida de que lo sería. Él no había mostrado ninguna señal de querer continuar la relación. ¿Disfrutaría más de la compañía de Jade Chalfont que de la suya?
¿Añadiría Marsha un poco más de alegría a su relación? Quizá Marsha y Jade estaban dispuestas a mantener relaciones delante de él, ofreciéndole variaciones que Bridget y ella no habían tenido tiempo — ni en su caso, inclinación— de probar. 
No quería imaginarlas juntas, pero las imágenes bombardeaban su mente. Jade Chalfont, alta y delgada como una modelo, con aquellos suaves músculos perfilados por las artes marciales, y Marsha, con curvas más redondeadas y aquel espectacular pelo rojo. ¿Qué harían? ¿Usarían látigos y cadenas? ¿Un consolador con forma de pene? ¿Un arnés con un vibrador incorporado? ¿Encontraría Jimin atractivas aquel tipo de cosas?

Ella pensaba que sí, aunque no lo conocía en absoluto. Él no había mostrado particular interés por los decadentes placeres que ofrecían los artefactos de la mazmorra, pero ¿había sido solo porque a ella
no le llamaron tampoco la atención? Era evidente que parte del placer de Park provenía de despertar en su pareja necesidades sexuales que esta desconocía —o que se había negado a reconocer a propósito
— y no parecía dispuesto a forzar a una mujer a participar en juegos sexuales que no disfrutaba.

Aun así estaba segura de que él sería igual de hábil en mostrar lo que aquellos juegos podían proporcionar. ¿Estaría pensando en obligarla a renunciar el último día de vigencia de su inusual contrato? ¿Le divertiría intentarlo? Recordaba muy bien sus palabras

«si alguien rompe nuestro acuerdo serás tú».

No cabía duda de que él disfrutaba teniendo el mando y esa sería la última prueba.
¿Intentaría él provocar tal consecuencia? No estaba segura.

—¿Cómo van las cosas?

_____ apenas había tenido tiempo de repasar la agenda del día antes de que George Fullerton
entrara en su oficina intentando aparentar que era una casualidad y no que estaba esperando a que llegara
para abordarla.

—¿Te refieres a cómo van las negociaciones con el señor Park? —replicó.

—Eso también —reconoció Fullerton—. Entiendo que el viaje a Japón ha tenido éxito, pero los rumores dicen que Barringtons no tiene posibilidades de hacerse con su cuenta de publicidad.

—Ese es un rumor antiguo.

—Y nada lo ha desmentido —comentó Fullerton en voz baja.

—Ya te lo dije, George —intervino ella con algo de irritación, pues ya no estaba segura de si decía la verdad—. Jimin solo ha estado haciendo tiempo. Ahora que ha dado los últimos toques al contrato de Japón comenzará a reorganizar su campaña. Con nosotros.

—Me gustaría compartir tu confianza —repuso Fullerton en un arranque de sinceridad—. Y lo haría si los rumores no afirmaran también que está saliendo con Jade Chalfont. Quizá se trate solo de sexo, conociendo la reputación de Park no me sorprendería, pero me niego a creer que no hayan hablado de negocios en ninguno de esos encuentros. Después de todo, Chalfont es una de las gerentes de cuentas de Lucci's.

—Ahora se llaman representantes —corrigió ella.

—Me da igual cómo se llamen —replicó él con voz aguda—. Esa Chalfont ha ido a por Park Jimin
desde el momento en que entró en Lucci's. Es probable que se metiera en su cama después de la primera reunión.

—Eso no quiere decir que vaya a conseguir formalizar el acuerdo —dijo ella.

—Es evidente —convino él—. Pero si realmente han echado una cana al aire la señorita Chalfontnos lleva una ventaja, digo yo. No quiero decir con esto que espere que use las mismas tácticas, pero Me gusta la impresión de que las cosas se mueven en esa dirección antes de que Chalfont apareciera enescena. Si mal no recuerdo, int ercambiasteis cumplidos y todo, pero después de eso las negociaciones parecieron quedarse paradas. -Hizo una pausa y sonrió para demostrar a _____ que era solo una leve crítica.

—Ya te lo he dicho, George —repuso pacientemente—. El señor Park quería tiempo.

—Y lo ha tenido. ¿Cuánto más tiempo piensas que quiere?

—¡Oh, por Dios, George! —Le costó contenerse—. No puedo presionarlo más.

—Dime una fecha, aunque sea a ojo —ordenó Fullerton.

—Yo te diría que la semana que viene sabremos algo. Sea positivo o negativo.

¿Sería positivo o negativo?, se preguntó ese mismo día mientras volvía a casa del trabajo. Cuanto más pensaba sobre ello menos segura estaba de que Jimin elegiría los servicios de Barringtons. Lo había creído al principio, ¿pero habría sido solo porque se sentía atraída por él y quería creerlo?
¿Se arriesgaría él en realidad apostando por las ideas que le ofrecía un equipo joven y casi
inexperto, en vez de confiar en la trayectoria internacional de alguien como Lucci's; una agencia que también resultaba muy prometedora? ¿Se quedaría finalmente con Randle Mayne? Solo poseía su palabra sobre las diferencias creativas que tenía con ellos.
¿Qué le ocurriría a su carrera si sus predicciones resultaban estar equivocadas? Sabía que, por lo pronto, perdería credibilidad. En especial después de haber insistido hasta la extenuación en que Park
acabaría eligiendo a Barringtons.

«¡Maldito seas, Jimin!», pensó llena de cólera. «Has puesto mi vida patas arriba».

Esa misma noche hizo una búsqueda en Internet sobre Hilton Hall y descubrió que era una mansión privada, propiedad de un importante hombre de negocios londinense cuyo nombre solía aparecer a menudo en los periódicos. Una respetable figura que jamás se había visto relacionada con ningún tipo de
escándalo. Pero recordó que también la Orden de los Caballeros de la Bandera era una reputada organización benéfica. Sospechó que la celebración en el Hilton Hall no sería tan convencional como parecía.

La semana transcurrió lentamente.

El jueves apareció un pequeño sobre blanco sobre su felpudo.
Dentro había una tarjeta de visita; Disfraces para todos, leyó. El número de teléfono y la dirección estaban impresos más abajo, pero había sido añadida a mano una cita que esperaba confirmación.
La fecha indicaba que tenía que presentarse en la tienda la tarde anterior a la invitación de Jimin. Lo que presuponía que él era tan arrogante que pensaba que no importaba el disfraz que ella quisiera, ese proveedor lo tendría disponible. Llamó por teléfono y una chica con voz de pija pareció muy ansiosa por
asegurarle que la cita era correcta y preguntarle si tenía alguna idea. Ella, muy confundida, le respondió
que en absoluto. ¿Qué sugeriría la joven?

—¿La fiesta tiene un tema?

—No lo sé —confesó—. Creo que no. Mi invitación indica tan solo que se trata de una celebración.

—Bien, tiene suerte —le informó la alegre voz—, puede ir como le dé la gana.

Lo que, de alguna manera, la hizo sentir deprimida de nuevo. Por lo general era Park el que
determinaba qué llevaría puesto. Parecía que ahora ya no le interesaba lo suficiente como para molestarse en elegir su atuendo.

Disfraces para todos era un almacén caótico y desordenado, al menos eso le pareció a ______ al entrar, pero pronto se percató de que los dependientes sabían con exactitud dónde se encontraba cada artículo. Vestidos, abrigos, sombreros, zapatos y accesorios estaban etiquetados y catalogados. Un
dependiente utilizaba un ordenador y cuando un cliente pedía un atavío en particular buscaba en la base de datos la referencia y otro dependiente iba a por la prenda para que el cliente se lo probara.
Lo que había a su alrededor era de tanta calidad que le resultaba imposible tomar una decisión.

Podía ser una exótica bailarina india o una criada con su vestido negro cubierto por un delantal blanco y cofia. Envolverse en pieles y joyas o acudir semidesnuda como una bailarina árabe. Disfrazarse de payasa —algo que estaba muy tentada de hacer— o de una dama con cintura de avispa, blusa de encaje con el cuello alto y pamela cubierta de flores y plumas de colores.

De pronto vio un sombrero de copa y se lo probó impulsivamente. La dependienta le indicó que se mirara al espejo.

—Le queda realmente bien, ¿sabe? ¿Qué le parecería disfrazarse de Marlene Dietrich? Siguiendo el estilo de El ángel azul, ya sabe. Podría llevar un frac masculino y zapatos de tacón alto. Si se maquilla siguiendo el estilo de la época, dará el golpe.

Aunque hasta ese momento había pensado en un encantador traje de corte histórico, encontró
interesante la idea. Sabía que tenía buenas piernas y que se verían estupendas con medias negras y tacones altos. Si lo combinaba con una chaqueta masculina y un sombrero de copa, el efecto podía ser
sexy y original. Aunque Jimin no lo apreciara, estaba segura de que se sentiría atractiva.

Cuando se probó el atuendo completo supo que había hecho la elección adecuada. La franja de piel blanca visible entre el borde de las medias y el de las bragas negras de seda ayudaba a crear la imagen erótica. El frac negro, corto por delante, y la camisa blanca debajo disfrazaban sus formas femeninas, pero de alguna manera conseguían que resultara más sexy que si hubiera elegido un escotado vestido de noche. Aquel disfraz prometía y tentaba en vez de excitar. Se puso el sombrero y lo inclinó de manera casual hacia un lado, consiguiendo que la dependienta sonriera con entusiasta aprobación.

—Está genial. A su marido le encantará.

—No estoy casada.

—Bueno, pues a su novio.

—Tampoco tengo novio —confesó ella, y antes de que la mujer pudiera decir nada más, añadió—: necesitaré una máscara.

La dependienta sonrió.

—Tengo justo lo que necesita. Se lo enseñaré.

Ella se miró en el espejo con aire crítico. Quizá a Jimin le llamaría la atención ese atuendo.

Resultaba extraño constatar que la combinación correcta de accesorios femeninos con ropa masculina sugería todavía mucha más feminidad. Aquel estilo de El ángel azul prometía algo poco convencional, una mirada a lo prohibido, a lo inusual. La dependienta regresó con una máscara que parecía salida de una brillante tarjeta navideña.

—Aquí tiene —dijo la mujer—. Irá perfecta con su disfraz. Un gran contraste con todo ese negro.

Tuvo que admitir que estaba en lo cierto. Aquella máscara que brillaba bajo el ala del sombrero de copa la ocultaba por completo. Cuando salió de la tienda estaba muy satisfecha con sus adquisiciones.

_____  se puso el abrigo de piel ecológica sobre el disfraz antes de bajar a la acera. El taxi que
llegó a recogerla no llevaba más pasajeros que ella y el taxista era alegre y hablador, por lo que la
mantuvo entretenida durante el trayecto desde Londres hasta el corazón de la campiña, en Essex.
Ya oscurecía cuando salieron de la autopista y se internaron por carreteras cada vez más estrechas y sin tráfico. El conductor parecía conocer el camino, ya que rara vez vaciló o consultó los carteles de señalización en los cruces. Finalmente redujo la velocidad frente a una imponente verja que daba paso a un camino de acceso. Los árboles que lo flanqueaban estaban llenos de luces de colores y, al fondo, resaltaba Hilton Hall, envuelta en la iluminación de unos focos. La música flotaba a través de las puertas abiertas.

La acogedora atmósfera se veía algo empañada por los dos corpulentos guardias de seguridad que comprobaron su invitación con un dispositivo electrónico. Sin embargo, una vez que atravesó las puertas,
un sonriente miembro del personal le tomó el abrigo, le ofreció una selección de bebidas y le explicó que en el salón azul había un bufet permanente, en la sala de cine se mostraba un programa continuo y en el salón de baile la música sonaría durante toda la noche.
Además, la piscina cubierta de agua caliente estaba a su disposición y si quería una habitación privada, en el primer piso había varias disponibles.
Una vez solventada esa parte, le indicó que si no conocía el lugar, cualquier miembro del personal —los pares de vestidos con uniforme azul marino— estaría encantado de ayudarla.
Ella no logró asimilarlo todo de golpe. Deambuló por el vestíbulo, preguntándose si Park estaría buscándola.

Se cruzó con una pareja; él vestido de vicario y ella como una antigua egipcia con el pecho
descubierto. Vio a otra subiendo la escalera, que estaba segura de que habían entrado con un disfraz estilo eduardiano, pero que ahora solo llevaban ropa interior. Pensó que resultaba muy evidente que se dirigían hacia las habitaciones privadas.
Comenzaba a sentirse desubicada. Los invitados llegaban en parejas o grupos, en diversos grados de desnudez. Le sonreían y luego variaban el rumbo, hablando y bromeando entre sí. ¿Dónde se había metido
Jimin? ¿La reconocería? Claro que sí, incluso a pesar de la máscara. Estaba convencida de que se habría puesto en contacto con Disfraces para todos para informarse de cuál había elegido. Asistiría a la fiesta, sin duda. Si no lo hacía, ¿para qué iba a enviarla a ella allí?

Decidió que parecería menos un florero si seguía caminando por la mansión. Traspasó la puerta que rezaba Sala de cine y entró, más para confirmar sus sospechas sobre el tipo de película que estaría proyectándose que por un deseo particular de verla.

Se dio cuenta al instante de que había imaginado correctamente. En la enorme pantalla se veían
cuerpos humanos contorsionándose. El zoom de la cámara se aproximó justo en ese momento para mostrar la boca de un hombre acariciando un pecho femenino, recorriendo con la punta de la lengua una
línea bajo la curva hasta terminar en el pezón, que rodeó también. El suspiro de placer de la mujer cuando comenzó a succionarla se vio amplificado por los altavoces. El recuerdo de la boca de Jimin realizando aquel mismo acto hizo que se tensara de frustración. La cámara se desplazó a otra pareja, a otra boca y a un par de manos que acariciaban un pene en erección.

Era una película elegante, con colores suaves y excelente calidad fotográfica. Mientras ella miraba, la cámara enfocó a otra pareja; tenían las piernas entrelazadas, uno alrededor del otro, y sus cuerpos se mecían. Los altavoces magnificaban una vez más el sonido de la pasión.

—Parece que le gusta la diversión. —Una voz inesperada la hizo sobresaltarse y se giró con rapidez.

El hombre que se había parado junto a ella era alto, con una constitución poderosa y estaba
vestido de policía americano. Tenía un suave acento yanqui que ella pensó que era genuino y no solo una imitación por su atuendo—. Pero la realidad es mejor.

Había una sugerente invitación en su voz que no le gustó.

—Eso depende de con quién la compartas —repuso ella con calma.

Percibió el brillo de sus dientes bajo la intermitente luz de la pantalla.

—No estaría aquí si la estuviera compartiendo con la persona correcta —aseguró él.

—Me invitó un amigo —replicó ella.

—¿Sí? ¿Y dónde está ahora?

—Me está esperando en la piscina —improvisó—. Así que, si me disculpa...

Empujó a su inoportuno compañero, pero él parecía decidido a intentar detenerla.
Sintió la dura masa muscular del extraño y olió el aroma apenas perceptible de una valiosa loción para después del afeitado.

  —Disculpe, pero deseo que me deje pasar —dijo bruscamente.  

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