Cantos de Luna.

By Angie_Eli_Carmona

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En Erydas existen dos reinos, el reino Sol y el reino Luna. Estos reinos se formaron después de que, en la g... More

Introducción.
Capítulo I. «Viejos encuentros»
Capítulo II. «Descubrimiento»
Capítulo III. «Licántropos»
Capítulo IV. «Propuesta real»
Capítulo V. «Sé fuerte»
Capítulo VI. «Pescador»
Capítulo VII. «Últimos en llegar»
Capítulo VIII. «Compromiso»
Capítulo X. «Cambios inesperados»
Capítulo XI. «Opiniones»
Capítulo XII. «Poder»
Capítulo XIII. «Banda»
Capítulo XIV. «Erys»
Capítulo XV. «Ventaja»
Capítulo XVI. «Nathan»
Capítulo XVII. «Tenebris»
Capítulo XVIII. «El comienzo del fin»
Capítulo XIX. «Inframundo»
Capítulo XX. «Fortaleza oculta»
Capítulo XXI. «Conocido»
Capítulo XXII. «Ganadoras»
Capítulo XXIII. «Sacrificio de sangre»
Capítulo 24. «Decisión definitiva»
Capítulo 25. «Susurro mortal»
Capítulo 26. «Falsedad»
Capítulo 27. «Espíritu»
Capítulo 28. «Trato»
Capítulo 29. «Nuevos Dioses»
Capítulo 30. «Magia de manos»
Capítulo 31. «Renacimiento»
Capítulo 32. "Última batalla"
Capítulo 33. «Matrimonio arreglado»
Capítulo 34. «Sueños»
Capítulo 35. «Daño»
Capítulo 36. «Orías»
Capítulo 37. «Confrontación»
Capítulo 38. «Compasión»
Capítulo 39. «Disfruten...»
Capítulo 40. «Parecido»
Capítulo 41. «Lo sabías»
Capítulo 42. «Un largo camino para un gran destino»
Capítulo 43. «Injusticia»
Capítulo 44. «Punto de quiebre»
Epílogo.
Agradecimientos, nota final, ¿Siguiente libro?
Segundo libro ya publicado.
NO TE DETENGAS DE LEER.
AVISO. ¡LEE ESTO POR FAVOR!
Aviso.

Capítulo IX. «El baile de la amada»

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By Angie_Eli_Carmona

🌙🌙🌙

Justo cuando Amaris iba entrando al gran salón de nuevo una pequeña visión le embargó. Describiéndola se vería como un conjunto de imágenes súper puestas juntándose para formar una escena completa.

En la primera vió la barra de comida, en la segunda, a ella tomando una pequeña tartaleta de fresa, en la segunda, al príncipe Zedric viniendo detrás de ella, en la tercera, ella misma viéndose malhumorada, él haciendo una pequeña reverencia y extendiendo su mano, en la tercera, el rostro enojado de Elina Houndligth, su prometida.

Amaris se tambaleó al ver esto, sus sentidos perdiéndose por unos segundos en algo parecido a un mareo.

—Maldita sea —murmuró, entendiendo la escena al instante. En vez de ir hacia los bocadillos fue hacia el otro lado, debajo del balcón de la orquesta.

Amaris fijó su vista en el espectáculo buscando distraerse, pero, a pesar de sus esfuerzos, no podía dejar de pensar en la interpretación de su visión. Si hubiera ido hacia la barra de comida seguro Zedric ya la hubiera alcanzado para decirle quien sabe qué. La reverencia seguro significaba una invitación para bailar y el gesto de su prometida lo celosa que estaría.

Aun así, la reacción de Elina le pareció demasiado exagerada. El baile era considerado una mera formalidad en la cultura tanto del reino del Sol como el de la Luna y siempre, sin importar nada, los príncipes y princesas tenían que bailar entre ellos.

Fue así como llegó a la conclusión de que Zedric no la sacaría a bailar cualquier soneto, sino que intentaría sacarla a bailar para el baile de la «amada» y por eso mismo Elina estaría furiosa.

Suspiró, exasperada. Sabía que lo había aplazado un poco al cambiar de dirección, pero se trataba de Zedric Mazeelven, y los Mazeelven no estaban acostumbrados a que se les negara nada.

Sintiéndose significativamente agotada espiritualmente, se inclinó en una de las enormes columnas del gran salón, detrás de ella el techo se hacía más bajo debido a que estaba balcón del «segundo nivel», en donde se alojaba la orquesta y el comedor. Las escaleras hacia el cometdor estaban al otro lado del salón, junto con la enorme puerta que mencioné abrieron para dejarlos pasar en el capítulo anterior.

Si tan sólo pudiera escapar...

Lo haría. Tenía que hacerlo. Estaba cansada de asistir a esas aburridas fiestas, siempre pasaba lo mismo y aun tenía dos hermanos Mazeelven con los que bailar.

Decidida y harta de todo aquello, Amaris comenzó a avanzar hacia la puerta por la que se podía salir del gran salón con paso confiado y tranquilo.

Pero sus esfuerzos fueron en vano. Justo cuando estaba girando hacia la salida una mano conocida la tomó de la muñeca, deteniéndole. Amaris gruñó, molesta, y se encontró con la mirada de Zedric, que estaba sonriente y confiado, como siempre. No era mejor que visiones comenzaran a embargarle como si de un río fluido se tratara. Se vió a si misma el día siguiente pasando al comedor, vió a Adaliah tan molesta como siempre, Alannah detrás de ella.

«Por suerte no me he desmayado» pensó, aliviada.

Por su parte, Zedric miraba el raro panorama que podía leer en la mente de Amaris con sorpresa. Al notar lo que Zedric estaba haciendo, Amaris se soltó de él y, furiosa, soltó:

—¿Podría dejarme en paz?

Él sonrió. Esos ojos, cautivantes, en vez de hacerla ver intimidante, le daban un toque cómico. Eran demasiado grandes, hermosos, y su forma de expresarse, con su voz cálida y levemente baja...

—No, no puedo, necesito tú ayuda —contestó, fulminándola con la mirada. No podía distraerse. Ella era bella, pero no había nada que pudiera hacer contra ello.

—¡No puedo ayudarle en lo que sea que quiera! —exclamó Amaris. Zedric negó, aún más divertido, luego insistió:

—He visto lo poderosa que eres con tus habilidades, puedo leerlo.

—Eso no quiere decir que puedo manejarlas. Llevo dos meses con ellas, ¡Santas Lunas! —al notar que estaba perdiendo la paciencia, Amaris rogó—: Sólo déjeme en paz, príncipe Zedric. Por favor, se lo ruego.

—No. Es cierto —confesó él, llamando la atención de Amaris—, lo que aquel Sandwave supuso. Yo, queriendo evitar una guerra, la cosa de que necesito reunirme con el enemigo y que sí, también me gustaría detener esto para poder seguir, ¿Cómo lo dijiste? Acostándome con quien se cruce en mí camino.

Avergonzada por el descubrimiento del príncipe, Amaris sintió sus mejillas sonrojarse. Apretó los labios,  considerando la posibilidad de ayudarlo en su cometido, miles de dudas formándose una tras otra.

—No. —fue lo que decidió— Tengo demasiadas cosas de las que preocuparme y en vez de ayudarle le retrasaría. Es usted muy poderoso, no dudo que pueda entrar en la mente de su sospechoso y conseguir lo que desea. Sólo déjeme tranquila.

Zedric, harto de rogar, algo a lo que no estaba acostumbrado, soltó la muñeca de la princesa, quitando su vista de ella.

—Mis habilidades no funcionan como piensas —comenzó a explicar él. Por un momento Amaris no pudo dejar de escucharlo, observando su nariz respingada, sus ojos anaranjados, y cejas tupidas—. Puedo oírlos, no entrar. Por más que quiera no puedo saber sus planes a menos que los piensen aquí y tenga la suerte de oírlos. En cambio, tú puedes buscar revelación de una forma que seguro servirá, y eso me ayudaría muchísimo. Deja de escapar, Amaris, no servirá de nada. Yo puedo ayudarte a descubrir un lado de ti que aún no conoces.

—¿Buscar revelación? ¿Es qué está usted loco? —Amaris bufó,  incrédula, y, molesta, tratando de alejarse de él—. No hay forma, y si la hubiera, no quisiera saberla.

—Un corte en la mano, eso es lo que se necesita, ¿Bien? —afirmó Zedric, Amaris frunció el ceño, él continuó. Parecía que la estaba persiguiendo, lo que llamó la atención de varias personas en la habitación—: Esa es la forma de invocar conocimiento, incluso yo puedo pedir entrar en la mente de alguien. Es como un sacrificio, un sacrificio que aumenta nuestras habilidades. Sólo hazlo, Amaris, te lo ruego.

Oír a Zedric preocuparse de aquella forma hizo a Amaris dudar, aunque sea un poco. Tal vez podría ayudarle, salvar a todo el mundo y ser feliz para siempre.

O tal vez no. Tal vez lo que Zedric esperaba fuera una fuerte y hermosa revelación se convirtiera en otra excursión hacia la isla Sezelhem, y estaba demasiado lejos esta vez como para arriesgarse. Ni siquiera se había recuperado de la muerte de Sephira, apenas si podía pararse en los dos pies, estaba mal, y no quería estarlo más.

—No —respondió, de nuevo. Zedric maldijo entre dientes.

—Entonces tendrás que atenerte a las consecuencias. Le pediré a mí padre que anule mí compromiso y le pediré tú mano a la reina sino me ayudas. Todo comenzará con el baile de la amada, al que te invitaré, entonces haré que todos en el reino hablen sobre que te he desflorado. No podrás estar con nadie más, estarás condenada.

—¡Vaya imbécil que eres! —exclamó Amaris, furiosa. Le dió un golpe en el brazo, Zedric se hizo el que no lo había sentido. Por su parte, Zedric sonrió aún más, y ella por poco ríe con él, porque su reputación le importaba lo menos posible, pero sabía que seguiría insistiendo.

—Soy un total gilipollas —concordó Zedric, imitando el acento de las provincias del continente desierto. Amaris rodó los ojos pero, a regañadientes, contestó:

—Está bien, trataré de ayudarle, pero no prometo nada.

—Confío en tus habilidades, pequeña niña —contestó Zedric antes de marcharse.

Amaris suspiró, molesta. Varios la miraban con lo que parecía curiosidad si un poco de pudor. En baile de la amada dió incio varios minutos después y, tranquila, Amaris se convenció de que el tiempo realmente podía ser modificado, aunque no le pareció que tuviera alguna oportunidad de todos modos.

Mientras el rey Amón y su esposa bailaban en la pista, realmente decidió esfumarse, que se la llevara el viento. Todo sería mejor para todos, incluso para Sephira.

🌙🌙🌙

—No tienes que ir a esta prueba —insistió Piperina a Amaris mientras ambas se alistaban. La vestimenta en los torneos se basaba en trajes hechos a la medida para ajustarse a su portador. Hechos de tela fuerte y vistosa al mismo tiempo, con maya forjada con acero y también elástico para permitir mayor movimiento de sus portadores. El de Amaris era azul turquesa, ajustado con cuero negro en la parte externa de los muslos, piernas, brazos y antebrazos.

En el torso era ajustado, una placa hecha específicamente a tipo de armadura para defender a su portador. Esta era la parte más vistosa del traje debido a que generalmente estaba hecha de materiales preciosos, ya sea oro, (en el caso del reino del Sol), tiruita y oro blanco, (en el reino de la Luna), con bordados firmemente forjados en el centro, hablando de la casa y nación del portador.

Amaris pertenecía a la casa Stormsword, por lo que su escudo tenía un gran navío en el medio de una tormenta rodeado de rosas blancas y espadas de diamantes con puños de zafiro entrelazadas debajo de él. El fondo era azul en la parte del barco y dorado después de las rosas, que eran rodeadas por un escudo en en medio de la placa protectora. Al ser «amada por la Luna» una enorme Luna se erguía en el fondo de la escena del navío, lo característico de su armadura.

El traje tenía hombreras doradas y, como último accesorio, un par de botas negras con bordes dorados hechas de cuero.

—Claro que tengo. Tengo que demostrarme a mí misma lo capaz que soy. No lo hago por mamá o Adaliah, lo hago por mí.

Piperina suspiró, divertida. Su hermana era todo menos alguien que se dejaba vencer ante cualquier reto.

—Bueno —cedió—. Es bueno que quieras intentarlo, pero recuerda, aun eres nueva en estas cosas y la posibilidad de que ganes es imposible.

—Lo sé. Sé que tan poderosos son todos aquí. Aun así, no estoy totalmente indefensa, sé defenderme.

—Lo he notado. Tú y Zedric parecen tener una... —estó lo remarcó con un brillo burlón en sus ojos verdes, y sonriendo por lo bajo— «fructífera», relación.

Amaris frunció el ceño. Ya había terminado de vestirse y en ese momento estaba agarrando su cabello en una coleta alta firmemente agarrada, asegurándose de que no se deshiciera.

—Él es un imbécil. No ha hecho más que molestarme, eso es todo —contestó ella con la mirada gacha, evitando cualquier tipo de contacto visual y concentrándose en los accesorios del tocador.

—Siempre lo ha sido, eso no es una novedad, pero parece que tú realmente le importas. Cuando intentó seducirme le dije un simple «no», y fue más que suficiente.

Amaris ya estaba comenzando a exasperarse. El humor de Piperina siempre era así, burlándose de todo, pero cuando se trató de ella no fue tan divertido.

—Lo único que a Zedric le interesa de mí son mis habilidades —dijo—. Quiere que lo ayude a averiguar algo que, según él, puede impedir una guerra.

—No puedes estar hablando en serio —comenzó Piperina. Al ver el rostro serio de Amaris, notó que era cierto—. ¿Una guerra? Parece imposible, es algo muy serio. Sí él necesita tú ayuda para detenerla... —Piperina dudó, sabía que lo siguiente que diría no le gustaría a Amaris—. Entonces tal vez debas de ayudarlo. Piénsalo bien, si una guerra comienza y Adaliah está en el trono, puede hacer de todo.

—Créeme, sé lo grave que es el hecho de que haya o no guerra en el reino. He estado viendo guerras desde hace dos semanas sin cesar, incluso en mis sueños. El punto es que estamos hablando de Zedric y él es...

—Impredecible. Lo sé —completó Piperina. Amaris negó, no dándose a enteder y dijo:

—Sí, pero es que no es sólo eso, sino que no estoy segura de poder ayudarle. Es algo completamente imposible que yo pueda «investigar», usando mis habilidades. Tengo muchas cosas en las que enfocarme, por algo rompí el compromiso y...

—Mira, Amaris... —Piperina se acercó a ella, ayudándole a terminar su coleta rodeándola con una pequeña trenza que la hacía ver más estética— yo sé que tú puedes hacer lo que desees. Te has mantenido cuerda estos días no por mí, sino por tí, ¿Entendido? Lo que sea que Zedric quiera no puede ser difícil ayudarlo.

Antes de que Amaris pudiera contestar, Natasha apareció frente a ellas anunciando que el torneo estaba a punto de comenzar. Ambas hermanas se miraron entre ellas, tratando de darse aliento, entonces salieron al encuentro con todos los demás participantes.

Los torneos reales eran una tradición del Reino Sol, que amaba la demostración de poder, majestuosidad y las competencias.

No se trataba de un conjunto de peleas al azar, sino que era un conjunto de pruebas que iban eliminando a los participantes de uno a uno. Amaris no tenía idea de como sería el torneo de aquel año, a los influyentes del Sol siempre les gustaba hacer cambios y nuevas dinámicas.

Aun así, estaba emocionada. Intentaría demostrar su capacidad frente a todos, fuera como fuera.

N/A. ¡Qué emocionante está la cosa! No dejen de votar y comentar, quiero saber que existen. :v

Hasta la próxima actualización...

Angie. <3

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