[TAENY]

By TaeNyKimHwang09

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ESTO ES UNA ADAPTACION TODOS LOS DERECHOS RESERVADOS A LA AUTORA ORIGINAL... More

Prólogo
Capitulo 1
Capitulo 3
Capitulo 4
Capitulo 5.1
Capitulo 5.2
Capitulo 6
Capitulo 7
Capitulo 8
Capitulo 9
Capitulo 10.1
Capitulo 10.2
Capitulo 11
Capitulo 12.1
Capitulo 12.2
13
14
15.1
15.2
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27 FINAL
Epilogo parte 1
Epilogo Parte 2

Capitulo 2

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By TaeNyKimHwang09

       

Frío, un frío agudo y que la hacía retorcerse en su duro y escueto lecho. Poca diferencia tenía su cama con el suelo mismo, y sin importar cuánto lo intentara, cuánto se frotara contra el colchón, no lograba calentar su cuerpo.       

La suave respiración de su compañera de celda llegaba burlona a sus oídos. Recordándole con saña que aquella mujer la había despojado de sus mantas de cama. Tiffany temblaba, esperando que pronto llegara la mañana y así pudiera recibir algo del calor del sol; si es que este no se ocultaba tras las nubes.          

¿Cuántas noches aguantaría antes de morir congelada? Todo por culpa de Taeyeon. De su anfitriona personal quien, para su sorpresa, no la tomó contra la cama ni la violó. Ella presenció en silencio como Taeyeon, luego de aquel roce de sus bocas y con una burla cruel, tomaba las mantas de cama asignadas a Tiffany y las ordenaba pulcramente sobre la que era su propia cama. Mirando de reojo a Tiffany y ladeando una sonrisa vil. La americana no tuvo el coraje para reprochar tal bajeza y simplemente se resignó a la idea de que pasaría frío por las noches.             

Sin embargo, frío era decir poco. Seguramente se sentiría más calor estando a la intemperie. No sentía los dedos de sus pies, aun cuando usaba zapatos. Se cubría el rostro con sus manos en un intento por entibiar el aire que entraba por sus fosas nasales. Nada servía. Se removió una vez más, ocasionando que uno de los resortes de su cama rechinara. Escuchó a Taeyeon decir algo ininteligible y rogó en sus pensamientos porque la mujer no se molestara y decidiera propinarle una golpiza o llevar a cabo la prometida consumación del acto carnal.

—¿Tienes frío? —preguntó con voz adormilada.       

—Sí —suspiró en respuesta.          

—Hm.           

No dijeron más. Tiffany escuchó como Taeyeon al parecer volvía al mundo de Morfeo. Ignorando su padecimiento y ronroneando con pereza mientras se removía en su cama, haciendo sonar las mantas que la envolvían, manteniéndola apartada del frío glacial. Maldita bastarda.

Cuando el cansancio finalmente logró vencer al frío, se dejó llevar por el sueño. Despertando de vez en vez por el gélido, pero milagrosamente volviendo a dormirse. Tenía que conseguir una manta para su cama, y buscar la forma para que Taeyeon no se la quitara. 

¿No había dicho que era su puta? ¿Quién trataría así a su puta? Eso era como, muy, muy vil. Mierda, Tiffany tenía demasiado que aprender.

゜・🍁゜・ 。 🍂 ゜ ゜・

— ¡Arriba, bastardas! Es hora del desayuno. ¡Vamos, vamos!  

Las cuencas oculares de Tiffany se removieron por debajo de sus parpados. Siendo consciente que debía despertar, pero encontrándose demasiado fatigada como para abrir los ojos. Estaba agotada, física y mentalmente. Sin fuerzas para llevar a cabo los comandos que su cerebro le ordenaba.

Escuchó una respiración jadeante, unos golpes secos y unos gruñidos que llamaron su atención. Con sumo esfuerzo, y alabándose a sí misma por ello, logró abrir sus ojos. Paseándolos por la extensión que se conformaba de esas cuatro paredes. Cuando logró enfocar su vista, apoyándose en los codos y soltando un último espasmo debido al frío que había traspasado su piel, alojándose en el interior de su cuerpo; vio a Taeyeon.

La garganta de Tiffany estaba seca e irritada. No quería pronunciar palabra alguna, temerosa de lo que resultaría de ello. Sus ojos recorrieron por completo a la mujer y un nudo se alojó en su vientre; tirante y doloroso.    

Cada uno de los músculos de su cuerpo se apreciaba excepcionalmente trabajado y tonificado. Abdomen bien definido, brazos y piernas torneadas. Envuelta en una capa de sudor perlado que hacía lucir el bronceado de su piel y resaltar la amalgama de tatuajes que la mujer llevaba.

Tiffany parpadeó, sin dejar de analizar a esa Diosa griega con morfología humana que tenía frente a ella. ¿Ese era la mujer que la había hecho su prisionera? ¿Esa era su dueña? Wow.

Taeyeon tenía las manos enguantadas y su torso únicamente con un top. Sus pies vendados y daba pequeños saltos, encorvándose para levantar sus piernas alternadamente y golpear el saco de boxeo frente a ella. Los jadeos  que dejaba escapar estremecían a Tiffany.

Un solo golpe de esa mujer y podría decirle adiós a su vida.

Sintió lástima por ese saco de boxeo.

Rogó no convertirse nunca en ese saco de boxeo.

Los golpes que Taeyeon asestaba eran rápidos y certeros. Lucía como una maldita profesional, inclinándose de un lado a otro, golpeando con sus codos, rodillas y puños. Ladeando su cabeza como si esquivara golpes imaginarios.

Tiffany ahogó un chillido cuando Taeyeon en un rugido bestial usó su talón para, con una patada alta, golpear el saco de boxeo; ejerció demasiada fuerza, rompiendo la gruesa tela de cuero. Sin embargo, Taeyeon se percató de su lastimero intento por pasar desapercibida. Detuvo su embiste al pobre instrumento de práctica y se volteó en dirección a Tiffany. Secándose el sudor de la frente.

La observó con soberbia. Su mandíbula tensa y una carga de rabia palpable en su rostro. Tiffany se encogió en su lugar. ¿Había hecho algo mal?

—Pareces un cadáver. —le recriminó, despectiva.

Tiffany  se preguntó a qué se refería con eso. Taeyeon le indicó el trozo de espejo roto que había sobre el lavamanos y Tiffany, sintiendo su cuerpo pesado, se arrastró hasta el lugar.

Lo que reflejaba el espejo era simplemente desesperanzador. ¿Cadáver? Eso era ser optimista. Sus pómulos resaltaban, su piel estaba opaca y las ojeras violáceas que adornaban sus ojos eran grotescas. Sus labios lucían una mezcolanza de rojo, morado y azul, Producto de la bofetada que Taeyeon le había propinado la noche anterior.

Fue como si finalmente estuviera reflejada en su exterior como se sentía por dentro. Eso la hizo sentir vulnerable y expuesta. Miró por el rabillo del ojo a Taeyeon, quien había sacado una maleta oculta bajo la litera,  una pieza de jabón.

—Ten. —Se lo extendió a Tiffany —.Lávate, haz algo para dejar de parecer una puta muerta.

Tiffany tuvo ganas de replicarle. Después de todo, Taeyeon tenía gran parte de la culpa. Lucía así después de haber sido torturada por el frío de la noche. Sin embargo, permaneció en silencio y aceptó el jabón.

Abrió el paso del agua que salía a borbotones y luego se detenía en un flujo inconstante. Bajo la mirada escudriñadora de Taeyeon, procedió a lavarse la cara.

Con las yemas de sus dedos, tanteó su labio hinchado y morado en su boca, un pequeño quejido escapó traidor de sus labios. Vio por el reflejo del espejo como Taeyeon la observaba con descontento.

—¿Qué? ¿Vas a quejarte por un simple labio hinchado? Esto es una maldita prisión, corderita. No un hotel cinco estrellas.

—Lo sé —concedió. No era una estúpida, sabía que en una prisión los golpes y las peleas eran normales. Más tampoco podían pedirle que se acostumbrara de buena gana—. Lo siento.

—Fue solo una bofetada.

—Sí.

—No debería doler tanto, maldita exagerada.

Taeyeon  gruñó, molesta por algo que Tiffany no lograba comprender que era. Se mantuvo mirando a su reina como una perra amaestrada a espera de una nueva orden. Sintió asco de sí misma. Taeyeon volvió a su maleta y maldijo por lo bajo mientras rebuscaba en ella.

—Toma. Úsala en tu boca. —Taeyeon con hastío estiró su brazo en dirección a la americana y colocó sobre una de las pequeñas manos de Tiffany, una vieja barra de manteca de cacao—. Es la única que tengo, cuídala.

Los ojos de Tiffany se abrieron en asombro ante esa pequeña pieza usada de bálsamo labial. Definitivamente sus labios agrietados lo agradecerían.

—Oh. —No sabía que decir.

—¿Nadie te enseñó a dar las gracias? —se mofó con cinismo, Taeyeon. Ladeando su cabeza y cruzándose de brazos.

—Gracias, Taeyeon.

Tiffany no sabía si se estaba tomando demasiados atrevimientos al llamarla por su nombre, sin embargo, Taeyeon pareció complacida.

Se acercó a Tiffany, acechándola con sus penetrantes ojos ónice, dejándole a Tiffany el paso libre para que sintiera el olor de su cuerpo. Taeyeon olía a sal y vinagre, seguramente tendría ese sabor.

Tragó con dificultad debido a sus propios pensamientos.

—Escúchame, corderita... Para todas aquí, ya eres mi puta. ¿Te ha quedado claro? — Tiffany sacudió su cabeza en asentimiento—. No te quiero ver hablando con nadie, no te quiero ver mirando a nadie. No me gusta compartir.

—B-bien. Sí. Yo... — Tiffany se sentía aturdida—. No miraré a nadie.

La voz de Taeyeon era peligrosa, posesiva y demandante. Hacía desaparecer el frío arraigado en su cuerpo. Jamás nadie la había tratado así, jamás había sido un objeto de posesión, mucho menos celada. Sin embargo, no estaba en condiciones de replicar.

—Perfecto.

La puerta de su celda se abrió y una guarda de seguridad entró, observándolas con el ceño fruncido y un gesto de disconformidad. Seguramente no era una gran amante de su trabajo.

—A las duchas, ahora.

Taeyeon se separó de Tiffany, volteándose y saliendo de la celda. La guardia bajó la mirada cuando Taeyeon pasó a su lado, gesto que no pasó desapercibido para Tiffany. En el momento en que la mujer comprobó que Taeyeon ya había desaparecido, le dio una mirada a la americana.

—¿Necesitas ir al médico?

La boca de Tiffany se abrió para responder, pero se detuvo cuando se dio cuenta que no sabía que decir. Claramente la mujer pensaba que Taeyeon había abusado de ella  y no sabía hasta qué punto eso era malo.

¿Qué decir? ¿Fue o no fue violada? Decisiones difíciles de la vida. Si se corría el rumor de que Taeyeon  ya se la había follado, no haría más que concretar el hecho de que ella le pertenecía y nadie más podría tocarla, ¿verdad?

Esperaba estar en lo correcto.

—N-no... No es tan grave —mintió.

La mujer entornó los ojos, desconfiando de ella, pero no dijo más. Le indicó que saliera de la celda y así Tiffany lo hizo.

A diferencia de la noche anterior, que no había nadie por los pasillos, en ese instante estaba aglomerado de convictas.

Las miradas de todas estaban en ella y Tiffany caminaba ajena a ellas, con la vista fija en el suelo y levantando la mirada de vez en vez para no chocar con nadie.

Dio un pequeño salto cuando sintió una nalgada. Maldijo en su interior y siguió caminando, haciendo oído sordo a las obscenidades que se murmuraban a su alrededor.

Que sí, que sabía que tenía buen culo, que estaba follable y todo. Sí, también sabía que era bajita y delgada. ¿Había necesidad en que las mastodontes de las reclusas recalcaran su mínima estatura?

Gracias a... a lo que fuese, que definitivamente no era Dios, logró llegar a las duchas. Le entregaron una toalla y una nueva cambio de ropas. Miró el lugar, el vapor cubriendo los cuerpos.

¡Había agua caliente! Podría bailar de felicidad.

Dejó su ropa y toalla en una de las tantas gavetas. Con su estómago revuelto al saber que tendría que desnudarse en presencia de aquellas miradas lascivas. Mujeres de gran complexión que esperaban atentas a que comenzara a despojarse de sus ropas, sin embargo, ninguna se le acercaba. O así fue hasta que una mujer que medía metro setenta, se colocó a su espalda.

—Huele a puta fina —le susurró al oído. La mandíbula de Tiffany se tensó—. Nombre.

Esta vez no respondió. Ella permaneció en silencio y se sacó su suéter. Sintió un alivio cuando la tela dejó de escocerle la piel. ¿De qué demonios hacían esa ropa? ¿Espigas?

—¡Te estoy hablando! —Volteó a Tiffany por los hombros y la golpeó contra las gavetas. La americana cerró los ojos y dejó escapar un gemido.

Las palabras de Taeyeon resonaban en su cabeza. No debía mirar a nadie, no debía hablar con nadie. Condenada a Taeyeon, más le valía que ser su puta le trajera algo bueno. Cosa que, hasta ese momento, no estaba ocurriendo.

—¿Así que me vas a ignorar? —Volvió a voltear a Tiffany, obligándola a apoyarse sobre las gavetas.

—¡No! —exclamó con voz agónica la chica cuando sintió las manos de la mujer  posarse sobre su trasero. Bajándole los pantalones y dejando su respingón y bien dotado culo al aire—. ¡Que no, suéltame!

Se removió desesperada. La risa vil de la mujer le taladraba los oídos, sin embargo, y para su salvación, Taeyeon había llegado.

Las observó en silencio unos cuantos segundos, sin inmutarse. Con su expresión seca e indescifrable caminó hasta las regaderas donde la lluvia artificial caía. Nadie hablaba, el aire podría cortarse con un cuchillo. Tiffany sintió lágrimas en sus ojos al escuchar como la mujer volvía a carcajearse. Solo para que Tiffany la escuchara.

—Parece que ya se cansó de ti —le susurró al oído.

La americana se hundió en angustia cuando sintió como sus piernas eran separadas. Todas volviendo a sus actividades e ignorando que ella sería vilmente violada.

—Sulli —voceó Taeyeon.

Y se refería a la mujer, esta detuvo el abuso a perpetuar y se volteó en dirección a la que se llamaba a sí misma, reina de la prisión.

—¿Qué ocurre, emperadora?

—Está buena, ¿verdad? La corderita que tienes ahí —preguntó burlona.

La mujer sonrió, desquiciada. Asintió y segura de que Taeyeon  no iba a interrumpirla, se volvió en dirección de Tiffany, quien entre lamentos se resignaba.

—Jodidamente buena. Podría ser la puta de una reina —volvió a hablar Taeyeon. Salió del agua y caminó hasta donde Tiffany se encontraba. Palmeó el hombro de la mujer y con una sonrisa, se acercó a su rostro—. Ahora dime, Sulli. ¿Acaso tú eres una maldita reina?

En ese momento, la mayoría de las convictas comenzaron a salir de las regaderas. Todas con apremio y el miedo destilando de sus ojos. Sulli trago tan fuerte que el sonido de la saliva que pasó por su faringe llego a los oídos de Tiffany.

—Respóndeme, Sulli. ¿Eres una reina? —La  nombrada negó, aterrada de la tranquilidad y diversión con la que Taeyeon hablaba—. Sí, no lo eres... Entonces, ¿por qué has puesto tus sucias manos en lo que le pertenece a tu emperadora?

—Tae-Taeyeon. Yo no...

Tiffany se encogió cuando escuchó el golpe que Taeyeon le propinó en la mandíbula a la mujer. Mantuvo los ojos firmemente cerrados, tarareando una melodía en su cabeza para así mitigar los gritos y bramidos de dolor de Sulli.

Ninguna guarda de seguridad interfirió, simplemente observaron a la distancia como Taeyeon hacía crujir los huesos de la mujer, destrozándola con sus puños.

Las pocas valientes que se quedaron para presenciar tal atrocidad, miraban en silencio. La sangre esparcida por montones en el suelo de pavimento agrietado.

Taeyeon recorrió el cuerpo de Tiffany con la mirada, tomándole el mentón con sus dedos para revisarle el rostro.

—E-estoy bi-bien —mintió Tiffany.

Taeyeon asintió y volvió su vista a las reclusas.

—Esto... —Jadeó—. Es para que les quede claro que nadie... ¡Nadie! ¡Absolutamente nadie, tiene permitido tocar mis cosas!

Estiró sus brazos y giró sobre sus pies. Con el rostro y las manos salpicadas de aquel líquido rojo.

Tiffany  gimió cuando sintió una mano de Taeyeon ceñirse a su cintura.

—¡¿Alguien más quiere poner sus manos sobre ella?! —Apretó con fuerza y Tiffany  se removió por el dolor. Todas negaron, algunas vitoreando a la emperadora, quien se jactaba de su dominio en aquel pútrido lugar.

Taeyeon volvió a la regadera. Se lavó la sangre ajena y salió del agua. Con un amago de rabia pasó por el lado de Tiffany, mirándola por el rabillo del ojo, pero sin dirigirle palabra alguna. Pasaron unos largos minutos antes que todo volviera a una relativa normalidad. Mujeres caminando a las regaderas y otras cuantas observando a la americana, quien se bañó con rapidez, sin disfrutar en lo más mínimo el cálido contacto del agua en su piel.

Con ropa nueva y limpia, algo menos desagradable que la de la noche anterior, caminó hasta el comedor donde hizo una larga fila para obtener sus alimentos. Las miradas se centraban en ella.

¿Qué? ¿No tenían nada más que hacer?

Obtuvo una porción pobre de comida y una rebanada de pan. Con bandeja en mano, encontró una mesa donde milagrosamente no había nadie. No quería compartir la mesa con algunas de esas criminales. Realmente no quería tener contacto alguno con aquellas convictas.

Se sentó y comió en silencio, masticando con esfuerzo y desagrado la comida. Escuchó unas cuantas risitas y algunas murmuraciones por lo bajo. Levantó la vista de su plato al ver como Taeyeon, acompañada de otras dos mujeres que la seguían como perros fieles a su ama, caminaban en dirección a ella.

¿Ahora qué? ¿Iban a sentarse juntas y tener una comida romántica con besitos?

—Estás en mi mesa. Vete.

Oh... Bien, sí. Estúpida Tiffany ¿En qué demonios había pensado? Por supuesto que la maldita de su dueña no iba a sentarse con ella.

Tiffany asintió y tomó su bandeja, levantándose y buscando otro lugar para comer. Las miradas despectivas y amenazantes le indicaron que no tendría buena suerte. Al parecer las convictas tampoco querían compartir mesa con ella.

—Allá.

Volteó cuando escuchó la voz de Taeyeon, ya sentada y bebiendo un café. ¿Café? Mierda, que injusticia. A Tiffany le habían dado una taza de agua caliente y azúcar.

—¿Eh? —Vio hacía donde Taeyeon le señalaba con la cabeza.

Era un grupo de chicas algo llamativas. Bromeaban y hacían gestos con sus manos. No demoró mucho en comprender que grupo era ese. Taeyeon la estaba mandando con las putas.

Se tragó el orgullo y caminó en esa dirección. Oyendo las risitas de las mujeres quienes seguramente se las follaban, pero aun así se sentían muy heterosexuales.

—Uhm. ¿Disculpen...?

Las mujeres detuvieron su plática y observaron a Tiffany. Todas con sus depiladas y muy delgadas cejas, perfectamente arqueadas.

Las mejillas de la americana se pintaron de rojo.

—Siéntate y come. Aquí nadie va a molestarte —le dijo una mujer que se encontraba a la cabecera de la mesa. De cabello castaño, con bonitos ojos —. ¿Cómo te llamas?

— Tiffany. —Se sentó y bajó la vista a su comida. Tenía la intención de comer en silencio, pero sabía que eso no sería posible. Era prácticamente la nueva atracción en ese desquiciado circo.

—Así que tu novia te ha mandado aquí. ¿Te folló muy duro? Tengo pomada antiséptica para tu vagina... pero te costará caro. — Tiffany se atragantó con la comida. Le dio un sorbo a su tazón de agua y buscó a la persona que había dicho eso.

—No la... —Succionó su labio inferior y apretó su agarre en el tazón—. Necesito, pero gracias —respondió formalmente. Y seguramente la plática habría continuado si no fuera por una pelea que se desató unas cuantas mesas más allá.

—Oh Dios, ¿es que no pueden dejar de comportarse como mandriles? —dijo una chica con voz aguda.

—Prefiero que descarguen energía así.

En eso Tiffany sintió que alguien se sentaba a su lado. Volteó la mirada y encontró a una sonriente chica de cabellos rubios y ojos café. Le parecía distinta a lo que se veía en ese lugar. Pulcramente limpia, con una suave sonrisa y un aire de distinción.

—Hola, mucho gusto. —Le extendió una mano a Tiffany—. Soy Jessica Jung.

— Tiffany Hwang.

—Lo sé. No hay nadie que no sepa tu nombre. —La americana rodó los ojos, pero sonrió. Por alguna razón las palabras de la rubia no le sentaron mal y es que no veía desdén o maldad en ella—. ¿Estás bien?

—¿Cómo?

Jessica se encogió de hombros y le dio una mordida a su hogaza de pan.

—Eres la pareja de Taeyeon y todas sabemos que ella suele ser un poco bestial.

—Oh. Uhm. No yo... —Tragó—. Bueno... Soy resistente —mintió nuevamente.

Para su fortuna, Jessica pareció creerle.

—Eso es bueno. Y cuéntame, Tiffany, ¿por qué estás aquí? —La pediatra iba a abrir la boca, cuando vio a Jessica cambiar el color de su rostro. De su pálido notable, sus mejillas pasaron a un arrebolado rojo y sus puños se apretaron—. Maldita hija de puta —murmuró Jessica con la vista fija en la mesa de Taeyeon.

Todas las de la mesa siguieron la vista de la rubia. En la mesa donde Taeyeon comía, una de sus acompañantes reía y bromeaba con otra chica. Si Tiffany no fuera una experta en el tema, quizá no lo habría notado, pero era demasiado obvio que esas estaban coqueteando.

— ¿Tu novia? —preguntó burlona.

—Sí —respondió Jessica en un gruñido molesto. Dejando a Tiffany sorprendida. Ni siquiera dudó—. Es mi novia, aunque la hija de puta se vive olvidando de eso.

—Déjala Jessica. Yuri es una cabrona y no deberías perder tu tiempo con ella —comentó la chica que se encontraba a la cabecera de la mesa. Sus ojos se dejaban apreciar nobles y sabios. Emanaba aquel conocimiento que solamente se podía ganar con los años y el dolor. Tiffany sintió un leve respeto por esa desconocida.

—Soy Seohyun —respondió como si realmente pudiera leer la mente de Tiffany —. Llevo unos cuantos años aquí.

Tiffany asintió en silencio. Volviendo a su comida y dejando de lado las maldiciones que Jessica le propinaba a distancia a esa tal Yuri.

—No la entiendo. ¿Qué tiene esa perra sucia que las vuelve locas? Primero Taeyeon y ahora... —Jessica se detuvo. Vio de reojo a Tiffany, quien la observaba con cierta curiosidad—. Es japonesa, una puta japonesa y hasta hace poco era la favorita de Taeyeon. Se creía muy importante, pero cuando Taeyeon la botó... quedó desamparada y ahora quiere a mi mujer.

Jessica negó con la cabeza y apartó la vista de la escena frente a sus ojos.

—Sabes que Yuri no va a dejarte —la alentó otra chica. Jessica hizo un gesto con la mano, restándole importancia.

—Ya no me importa. Cuéntame Tiffany, ¿qué sabes de Camp Alderson?

—¿Uh? — Tiffany pensó en que responder—. Bueno. Llegué ayer así que no sé mucho. Al parecer la mandamás es mi dueña y... —Le dio un sorbo a su taza de agua—. Eso es todo.

—Realmente no sabes nada. —Jessica soltó una sonrisita y todas la acompañaron—. Venga, te cuento. Esta no es una simple prisión. Aquí las guardias nos ven como una mera entretención, la corrupción es la ley y el poder la moneda de pago, Tiffany, pero sí, podríamos decir que Taeyeon es la emperadora del lugar. Nadie la desobedece y si logras mantenerla atada a ti, puede que no se te haga tan pesado estar aquí.

Tiffany soltó un suspiro lacónico. Nada de eso era nuevo para ella y es que con lo vivido en las regaderas donde un cadáver quedó en el suelo como si nada debido a Taeyeon; había comprobado que nadie le llevaba la contraria.

—¿Sabes de los torneos?

—¿Torneos? —preguntó Tiffany. Eso sí era nuevo.

—Claro. Los torneos... Taeyeon no es la emperadora por ser una simple matona, Tiffany .Taeyeon es la emperadora porque se ha mantenido invicta desde que llegó, tres años atrás.

—¿Qué? No comprendo. —Y realmente no lo hacía—. ¿Dónde hacen los torneos?

Jessica rodó los ojos y le dio un codazo por lo bajo.

—Pronto vas a verlo con tus propios ojos.

Luego de eso, y con la duda latente en Tiffany, comieron en una plática algo amena. La americana no se sentía para nada en su ambiente de confort con esas chicas, pero era mejor que nada. Al menos ninguna de ellas había resultado ser desagradable.

Llegó la hora de salir al patio y Tiffany no se separaba de Jessica. Buscó la aprobación en los ojos de Taeyeon cuando salió del comedor. Al parecer su dueña no estaba en contra ya que, con una leve inclinación de cabeza, le indicó que podía acompañar a la rubia.

Maldita loca, sintiéndose toda poderosa solo porque unas cuantas criminales le obedecían. Ojalá se quemara la lengua con el café.

゜・🍁゜・ 。 🍂 ゜ ゜・

Hablar con la ruidosa rubia fue como una brisa de aire fresco.

Jessica Jung, realmente parlanchina y un poco excéntrica. Cayó en prisión por haber chocado a una familia en auto, iba en estado de ebriedad y conducía su flamante Ferrari a más de cien kilómetros por hora. Llevaba casi un año en Camp Alderson y unos seis meses siendo pareja de Kwon Yuri, la princesa de la penitenciaría.

Después de Kim Taeyeon, la autoridad máxima era Kwon Yuri, una famosa narcotraficante que cayó por una redada en Colombia. Jessica le aseguró que no era una mala mujer, quizá sí demasiada bruta y tosca.

Tiffany a su vez, le contó por qué estaba ahí. La historia con su ex novio, Siwon, y la injusticia que se cometió en su contra. Jessica le dijo que algunas de las convictas en Camp Alderson también estaban ahí por injusticias del sistema judicial. La conclusión de ambas fue que la justicia era una mierda.

Se encontraban sentadas sobre una deteriorada mesa. Jessica le contaba algunas cosas de Taeyeon. Como que la mujer había sido una militar de alto rango y que había cargado con la culpa de una misión gubernamental fallida. También le contó que la estabilidad mental de Taeyeon dejaba mucho que desear y que debía cuidarse, porque nadie podría hacer nada para defenderla si la emperadora decidía acabar con ella. En un arranque de honestidad, Tiffany le contó sobre la noche anterior, omitiendo la parte donde no tenían sexo. Y para su suerte, Jessica le prometió unas mantas de cama y una chaqueta para el frío, algo que Tiffany le agradecería eternamente.

En el patio, las reclusas hacían algo de deporte y ejercicio. Otras platicaban y unas cuantas peleaban a gritos y empujones.

—¿Entonces eres pediatra? — Tiffany asintió.

—La mejor. —Sonrió con orgullo.

Escucharon unas pisadas y detuvieron su amena plática.

Taeyeon, Yuri y otra mujer llamada Sunny, se encontraban frente a ellas. Tiffany fijó sus ojos en Taeyeon ¿Qué quería de ella?

—Ven conmigo.

Tiffany miró a Jessica, quien con un gesto le insinuó que obedeciera. No demoró en colocarse de pie y comenzó a caminar detrás de Taeyeon. La espalda de la mujer era como una muralla indestructible, sus caderas parecían haber sido esculpidas a mano.

Entraron a una zona que Tiffany desconocía y estaba conformada por unas cuantas habitaciones. Estropeadas máquinas deportivas y sacos de boxeo. Parecía un gimnasio, uno muy viejo y deteriorado.

—¿Qué hacemos aquí? —preguntó tentativa.

Taeyeon no respondió.

Caminaron por un pasillo y llegaron hasta un camerino que tenía una placa metálica con el nombre de Taeyeon grabado en ella. Al entrar, Tiffany visualizó un maltrecho sofá de dos cuerpos, unas sillas plegables y una ducha sin cortina. Estaba helado y húmedo.

Su corazón se detuvo de golpe cuando Taeyeon comenzó a desnudarse frente a ella. Desprendiéndose de su ceñida camiseta negra y quitándose el pantalón.

—¿Qué crees que hacemos aquí?

—Uhm. Y-yo, no... —Carraspeó.

—Voy a follarte. Quítate la ropa.

Los ojos de Tiffany se fijaron en el piso. De repente toda su comida pareció querer devolvérsele por la boca. Era obvio que eso iba a pasar y aun así, no podía dejar de sentir miedo.

Recordaba algunas palabras de las chicas durante el desayuno. Todas aseguraban entre bromas que Taeyeon era una bestia despiadada en la cama, que sus parejas de sexo siempre terminaban en enfermería. No quería sentir dolor.

Con manos temblorosas y el alma escapándosele en cada respiración, obedeció. Agarró el dobladillo de su suéter y se lo sacó.

Taeyeon se sentó en el sofá y observó el caliente espectáculo que su prisionera personal estaba brindándole. Las curvas de Tiffany se mostraban deliciosas y nobles. Cada parte de su cuerpo se veía cremosa y suave, como si fuese un manjar robado del edén. Su centro dolió.

Tiffany pateó con su pequeño pie los pantalones, ya encontrándose completamente desnuda. Su escaso vello púbico, su prominente culo, sus bien formados pechos y sus pezones erectos por el frío. Se había desnudado mil veces en su vida, y jamás se había sentido tan expuesta.

Era culpa de la mirada de Taeyeon. Ninguna mujer la había mirado así antes.

—Ven aquí, corderita. —Palmeó sus muslos. Taeyeon no sonreía, estaba inescrutable. Incluso podría apreciársele tensa.

Tiffany negó con la cabeza y antes que Taeyeon reaccionara mal, se adelantó a decir:

—No hagas que duela, por favor.

La emperadora ladeó la cabeza, haciendo crujir sus largos dedos.

—¿Me estás diciendo que hacer?

—Te lo estoy pidiendo por favor, Taeyeon. Solo, no quiero que duela, por favor. —Comenzó a frotar los dedos de sus manos entre sí. Estaba nerviosa, tenía miedo—. Puede... —Tragó—. Uhm. Puede ser... placentero para ambas —intentó.

Y Tiffany sabía que no tenía derecho alguno para pedir aquello, pero no perdía nada con arriesgarse, después de todo, Taeyeon iba a poseerla igual. ¿Qué daño hacía pedir de pequeñito favor que no le partiera la vagina en dos?

—Quieres que sea placentero, ¿eh? — Tiffany asintió. Sintiéndose levemente abochornada a pesar de todo. Incluso en aquel ambiente frío, las palmas de sus manos sudaban y su rostro se sentía caliente—. ¿Realmente crees que podrías sentir placer conmigo?

Taeyeon y su sonrisa mordaz, hacía que el vientre de Tiffany se sintiera contraído.

—Quizá. S-si eres... tú. —Su voz era un balbuceo tartamudo—. Puedo... si eres tú.

Bueno, era Taeyeon o alguna de esas grasosas cerdas que habían estado mirándola desde que había llegado. Definitivamente no había punto de comparación.

—Hm. ¿Sabes, corderita? Vas a arrepentirte de haberme pedido esto. —Taeyeon se humedeció los labios—. Porque puedo ser muy buena cuando quiero, ¿sabes? Terminarás rogándome, como una putita en celo, para que te folle todo el jodido tiempo.

Y Tiffany pensó que quizá tendría un ataque al corazón.

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