Por tu amor al Arte

By Hitto_

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La madre de Emma ha muerto y ella debe irse a vivir a otra ciudad. Tras unos meses en los que consigue adapta... More

Por tu amor al Arte
1° Llevar la fiesta en paz
2º La inutilidad de la clase de arte
3º Desvanecerse
4° Confrontación
5º Sentarse y hablar
6º El plan del fracaso
7º Inoportuna
8º Ser egoista
9º Malas decisiones
10° Me quiero morir
11° Hacer amigos
12° Sentirme incluida
13° Prejuicios
14° Perder el tiempo
15° Julieta
16° El lobo que se enamoró del rayo de luna
17º Lazos rosas
18º Eterno
19º El problema de no hacer las cosas a tiempo
20° Secreto descubierto
21º Ser un gato
22° Amistades que valen
24° Ser su lienzo
Consigue este libro en físico
25° Mi rayo de luna
26° Un poema Dadá
27° Caos armónico
28° Dos caras de una misma moneda
29° En graves problemas
30° El sótano
31° El primero de los últimos cincuenta días
32° Cuarenta y cinco días de aguante
33° La connotación del amor
34° Un lugar para los dos
35° Trending topic
36º Castillo de naipes
37° Bajo cualquier circunstancia
38° La casa vacía
39° La ira se desata
40° El gato de Schrödinger
41° Cosas nuevas
42° El discurso de graduación
43° Jane Austen, Los Beatles y tulipanes (FINAL)

23° El mejor regalo

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By Hitto_


Matías sigue sin hablarme más de lo necesario. Ahora me contempla sentada en la salita mientras hago la tarea de matemáticas. Creo que me presta atención solo porque le parezco demasiado patética por estar haciendo tareas un sábado por la mañana.

—¿Qué? —le pregunto fastidiada. Es difícil dilucidar la expresión de su mirada tras sus largas pestañas, las cuales ya no me causan impresión ni comezón en mis propios ojos.

—Se me ocurrió una idea para unas fotografías, vamos afuera —dice tranquilamente y se levanta rumbo a su recámara.

—¿Vamos a tomar fotos? ¿Así de la nada? ¿Dejas de hablarme por días y ahora no pasó nada?—lo sigo.

—No te dejé de hablar —miente.

—Claro que sí, te enojaste Dios sabe por qué y me hiciste la ley del hielo.

—No es cierto ¿por qué estaría enojado?, ya deja de lloriquear y ve a la cocina por unas latas de cerveza.

Resulta que ahora todo fue un producto de mi imaginación y Matías se comportó conmigo como siempre. Solo por no darle más pelea, de momento, y esperando que todo vuelva a ser como antes le obedezco. Nos reencontramos en la entrada de la casa, yo con un sixpack de cervezas y él con su cámara y un chupete en la mano.

—¿Qué vamos a fotografiar?

—A ti en la puerta, a esta hora se ilumina.

—¿No quieres que me cambie? —miro mi atuendo, el típico de un fin de semana en el que me importa aún menos como voy vestida que el resto de la semana. Tengo unos leggins negros y una polera blanca con letras negras, larga y ancha atada a mi cadera con un nudo. Un peine no ha tocado mis cabellos desde ayer en la mañana y tengo toda mi maraña negra suelta, con los mechones más cortos de adelante sujetos con una hebilla en la coronilla.

—Así estás perfecta. —Abre la puerta y me empuja afuera. Busca algo en su bolsillo y saca lo que parece una cinta gruesa y negra. Me pide que estire mi brazo y recién veo que se trata de un brazalete de cuero, adornado con anillas de latas y ganchos de metal unidos por un alambre ensartado en piedras semi preciosas. Es tan extraño y hermoso que no se parece a nada que haya visto—. Va a lucir bien en la foto.

—¿Tú lo hiciste? —pregunto pasando mi dedo por encima, delineando el diseño y pensando cómo se le pudo haber ocurrido algo tan original y caótico, pero armonioso al mismo tiempo.

—Sí.

—Ya puedes añadir diseño de joyas como una posible salida laboral.

—No creo, es de esas cosas que haces solo una vez en la vida.

En la acera de la calle dispersa las latas, abre una y la voltea dejando que el líquido se rebalse. Me ordena sentarme en la escalera de la entrada y me ofrece el chupete.

—El concepto es la degradación de la juventud. La adolecente que se cree adulta por andar ebria.

—¿Gracias? —pregunto sarcástica.

—¿Recuerdas cuando llegaste ebria y luego me diste un discurso de por qué eras una niña buena? Algo así. Ahora apóyate en el marco de la puerta y juega con el chupete. Diciéndome "soy una niña buena, aunque llegue ebria a casa".

Debería indignarme e insultarle, pero de mala manera apoyo mi espalda contra la parte izquierda del arco previo a la puerta de metal y lo observo desafiante.

—Genial. Mírame con odio —él lo está disfrutando y de pronto yo también.

Diez fotos más tarde ya solo hago el tonto posando de todas las formas posibles. Matías se ríe, me da alguna indicación y no deja de disparar.

Cuando creo que ya no hay otra forma en la cual colocarme, me acerco a arrebatarle la cámara.

—Me toca —le digo—.Prometiste que me enseñarías.

—Está bien —dice rendido y empieza a señalarme las partes de la cámara—.Este es el obturador y este el diafragma. La fotografía es luz, a mayor luz y tiempo de exposición, mayor nitidez, por eso es importante el uso del diafragma y el obturador. A mayor diafragma, menor velocidad...

—Ya —lo interrumpo, no estoy entendiendo nada, solo quiero fotografiar— .¿No puedes ponerlo en un modo automático y ya?

Pone un gesto como si lo estuviera insultando.

—Para qué me molesto. Ten, solo dispara y ya. —Me la entrega y me obliga a colocarme la correa detrás del cuello. Seguro piensa que soy tan torpe que puedo hacerla caer.

—Tírate el suelo —le ordeno—. Este será mi concepto: Lo patético que se ve un joven ebrio en la calle después de una noche de farra.

Matías se sienta en la acera y se recuesta contra la puerta, parece que estuviera dormido, con su gorro tapándole hasta la mitad de los ojos.

—Tírate como si estuvieras borracho de verdad. Ahí pareces un niño bonito que duerme la siesta.

—No es mi culpa ser bonito hasta de ebrio.

Tomo la primera fotografía y luego él se acomoda de estómago entre las latas. Vuelvo a disparar y ahora soy yo quien da indicaciones y Matías quien modela para mí. Igual que yo después de un rato se suelta y hace el tonto, bebe la cerveza y simula estar más ebrio, pero sigue viéndose muy bien.

—No te embriagues de vedad —le digo cuando termina de tomarse la segunda lata. Se apoya contra la puerta y de pronto cae hasta adentro. Henry está de salida y nos mira confundido.

—¿Qué están haciendo?

Su voz autoritaria me sobresalta y sin querer suelto la cámara, suerte que estaba colgada de mi cuello y eso evita una caída.

—Tomamos fotos —Matías se levanta de un brinco.

—Tengo que irme a la oficina, vuelvo al medio día. No hagan tonterías —sigue viéndonos como si estuviéramos locos.

Asentimos mientras cruza la calle. Al perderlo de vista nos lanzamos una mirada cómplice y luego estallamos en risas. Comenzamos a recoger las latas. Me gusta tanto poder reír y perder el tiempo con Matías que espero que no vuelva a tener sus ataques de diva y me ignore, aunque si vuelve a hacerlo voy a pedirle explicaciones a la mala.

Intento devolverle el brazalete y él me detiene.

—Quédatelo —dice volviendo a abrocharlo. Me doy cuenta que está tan cabal que parece que lo hubiera hecho pensando en el grosor de mi muñeca.

Se lo agradezco en un susurro, con la intención de no volver quitármelo.

Esta mañana mientras me llevaba al colegio, Henry me avisó que Matías cumple años pasado mañana. Eso me puso nerviosa, ojalá lo hubiera sabido antes, hubiera tenido tiempo de pensar en un buen regalo.

Ni bien regresé del colegio llamé a sus amigos, preguntándoles ideas. Se me ocurrió llamar primero a Itu, que es su mejor amigo hombre. En cuanto me recomendó que le regalase una mamada le colgué el teléfono, al poco rato me llamó disculpándose, diciendo que no tenía idea, que él le pagaría unos tragos. Después llamé a Julieta, me dijo que el material de arte nunca está de más y como yo no tengo idea de qué o dónde comprarlo, quedamos de acuerdo en encontrarnos en el centro.

La llevo esperando más de diez minutos. Soy sobre puntual y el resto del mundo impuntual, así que siempre termino esperando.

Por fin la veo aparecer por la acera adoquinada, con las manos en los bolsillos de su pantalón a rayas y su trenza golpeteando su pecho al compás de sus pasos. Me saluda tranquilamente, como si hubiera llegado a tiempo a nuestra cita y me hace pasar a la galería que tengo detrás. Ahí hay una pequeña y aparentemente desordenada tienda de arte; según ella es la más surtida y la que posee materiales profesionales.

—¿Cuánto tienes para gastar? —me pregunta observando una vidriera.

—No sé, traje bastante, quiero regalarle algo bueno.

—Hace dibujo a lápiz, puede ser una caja de lápices y carboncillos. También pinta con óleos, de eso hay en diferentes calidades.

Me acerco a ver una de las cajas que dice y casi me caigo con el precio. ¡Seiscientos pesos! ¿Cómo unos lápices pueden costar tanto?

—¿Importa la calidad de los óleos?

—Sí, y no son baratos.

Suspiro al ver la caja que me señala, cuestan casi tanto como los lápices. La verdad sí tengo esa cantidad de dinero, solo que me parece excesivo.

—Puedo pagarlos, ¿pero de verdad crees que le gusten? Quiero que mi regalo le guste.

—Entonces no necesitas gastar nada. Metete desnuda a su cuarto llevando un pastel —sugiere, no se ríe así que parece decirlo en serio.

—¿Tú también?

—¿Yo también qué?

—Me molestas con Matías. Los chicos de la "U" creen que lo tengo en la friendzone o la Brotherzone, e Itu me sugirió un regalo más vulgar e inapropiado que el tuyo.

—Bueno, si te molestan por algo será. —Encoje los hombros.

—¿Tú crees? Es decir, ¿Matías te ha dicho algo sobre mí? —mi corazón y mi estómago brincan al mismo tiempo, la verdad no sé qué respuesta espero.

—Lo que él me diga sobre ti o cualquier persona en el mundo se guarda de manera confidencial en nuestras conversaciones privadas. Pero sí hay una tensión sexual entre ustedes evidente para cualquiera. Se nota hasta en las fotos.

Genial, ahora resulta que tenemos una tensión sexual no resuelta.

—Mejor compremos los óleos. ¿Cuáles me aconsejas?—le cambio el tema.

—Estas solo son marcas diferentes, pero la calidad es la misma —me señala dos cajas.

Unos botes pequeños con pocos colores pero ordenadamente acomodados en una caja negra llaman mi atención y le pregunto para qué son.

—Es tinta de tatuaje —explica—. Como te dije aquí hay de todo.

—Matías va a comprarse una máquina para tatuar ¿no es así? ¿Crees que las tintas le sirvan?

—Claro, esas también se acaban —asiente.

Creo que ya encontré mi regalo para él. Le digo a la vendedora que me las llevo y al momento de pagar recién me percato que valen más que los lápices. La billetera me duele al sacar los billetes, pero de todo lo que le podría comprar presiento que no podría haber elegido algo mejor.

Gente! ya me llegaron los libros! voy a hacer envíos nacionales e internacionales. El precio del libro es de 5 dólares, ero a eso le tengo que aumentar costos de envío. La próxima semana les daré una lista de los precios para cada continente :D para que puedan comprarlo firmado y con marcapáginas.

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