outlasted spirit ⋄ stiles sti...

By eternitear

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Teen Wolf no me pertenece, ni ninguno de sus personajes, sino a Jeff Davis, MTV, etc. Con la única excepción... More

Prólogo.
1. "Alternación"
2. "Fracaso"
3. "Desconocido"
4. "Impulsos"
5. "Poder"
6. "Sensación"
7. "Instinto"
8. "Abominación"
9. "Control"
10. "Confianza"
11. "Ilegal"
12. "Delincuente"
13. "Ironía"
14. "Sospecha"
15. "Sometida"
17. "Oportunidad"
18. "Vulnerable"
19. "Secretos"
20. Parte 1, "Espejismo"
20. Parte 2, "Dorée"
20. Parte 3, "Profundidad"
21. "Realidad"
22. "Expuesto"
23. "Ilusión"
24. "Adversidad"
25. "Determinación"
26. "Retribución"
Epílogo
Nota de la autora y próximo libro.

16. "Evidencia"

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By eternitear

Playlist:

Chasing Cars - Snow Patrol

Mercy - Shawn Mendes

ALIENS - Coldplay

Fractions - Through Juniper Vale

Real - Of Mice & Men

____________________

"Por favor, cree que las cosas están bien conmigo, incluso cuando no es así, lo estarán lo suficientemente pronto". –Stephen Chbosky

El viaje de regreso en el Jeep fue el más incómodo de mi vida. Me encontraba prácticamente reclusa en los asientos traseros, mientras Stiles manejaba, y Scott lucía bastante similar a mí; como si quisiera que el suelo lo tragara.

El problema era que ninguno de los dos había visto así de enfadado a Stiles. O, mejor dicho, tan... silencioso.

La hora, para variar, me había salvado de tener que hablar mucho sobre lo que había sucedido en el bosque. El cielo estaba comenzando a aclararse, y bajo ningún punto de vista podía permitir que mi padre despertara y no me viera en casa. Así que tuve la excusa perfecta para escapar de allí, aunque no sin llevarme una mirada de advertencia de Derek.

–¿Puedes... explicar qué demonios es lo que sucedió? –preguntó Scott de un momento a otro, rompiendo el silencio incómodo.

–No tengo mucho para explicar, ya que no tengo idea de cómo—

Stiles se giró hacia mí, ignorando por completo el semáforo cambiando a verde. –Pues toma un esfuerzo y hazlo, Ariel.

Tuve una inmediata sensación de déjà vú. Recordé cuando –hacía tiempo– yo me había metido en el Jeep de Stiles, exigiéndoles que me explicaran... bueno, todo. Esos días parecían tan lejanos como la luna. Ahora, la situación era al revés. Ambos esperaban expectantes saber por qué Isaac se les había aparecido, vaya a saber uno diciendo qué.

Hice lo que pude relatándoles lo que había sucedido. Mis habilidades narrativas no eran las mejores para comenzar, y con el cansancio que tenía encima, más el nerviosismo de que ambos estuvieran enfadados conmigo, la explicación fue pésima.

Cuando terminé de hablar, la que esperaba expectante ahora era yo. Ellos cruzaron miradas—de esas que dejaban en claro que no necesitaban decir algo para entenderse. Eso me puso más nerviosa, porque no podía descifrarlas.

Estuve a punto de pedirles que dijeran algo, cuando advertí que estábamos peligrosamente cerca de mi casa. Había pensado que iríamos hasta lo de Scott primero, pero adiviné que sería mejor que Stiles no aparcara el Jeep al mismo tiempo que yo llegara. Al menos, quería creer que esa era la razón por la que él detuvo el Jeep sin decir palabra.

Me merecía la frialdad. Lo sabía. Pero eso no ayudaba al nudo que se formó en mi garganta. Estaba cansada, todavía temblaba, y mi control emocional era tan sólido como el vidrio. Tragué con fuerza, saliendo del Jeep sin pensarlo dos veces, murmurando algo sobre que los vería más tarde.

No era capaz de trepar hasta mi ventana—bajo ningún punto de vista. La mañana ya había llegado, aunque los espesos nubarrones opacaran todo más de lo normal. Ni siquiera tenía energías para preocuparme por mi padre; tomé las llaves de emergencia escondidas, y entré.

El silencio me dio buenas noticias. Fui de inmediato a la cocina para tomar la mayor cantidad de agua de la que fui capaz, y luego subí las escaleras con cuidado. En cuanto llegué, me encontré con mi padre saliendo de su habitación.

Me observó de arriba abajo con el ceño fruncido. Yo estaba inmóvil.

–¿Has salido? –cuestionó con la voz ronca por el sueño.

Ahora me daba cuenta de que el pasillo debía lucir casi a oscuras para él, y que probablemente tampoco me podía ver bien. Agregando su estado somnoliento, mentir tal vez no sería tan difícil.

–Me desperté temprano, y no podía dormir. Salí a correr un poco, pero... –le exigí a mi cerebro algo más creíble–. pero parece que lloverá pronto.

Su mirada continuaba siendo crítica. –¿Por qué tienes hojas en el pelo?

–Porque me tropecé con una estúpida rama. Desearía haber heredado tu equilibrio, y no la torpeza de mamá –comenté, esperando distraerlo.

Gracias al cielo, funcionó, porque asintió con el rostro, dirigiéndose hacia las escaleras. –Avísame la próxima vez que salgas tan temprano –farfulló, antes de desaparecer.

Fui disparada a mi habitación, cerrando la puerta tras de mí, para luego meterme en el baño. Descubrí que mi aspecto no era tan malo, sólo tenía los ojos cansados y estaba un poco despeinada. Me despojé de mi ropa para darme una ducha rápida, comenzando a quitarme las hojas secas del pelo, cuando vi mis brazos. Mis muñecas y antebrazo estaban cubiertas de cicatrices a medio sanar, algunas luciendo rojas y espantosas.

Estúpido hierro –mascullé, tapando mi rostro con mis manos.

No iba a perder la compostura, por mucho que quisiera comenzar a romper cosas.

Ni siquiera esperé a que el agua saliera del todo caliente; me duché en menos de diez minutos, y me puse la remera con mangas largas más grande que encontré. Después de echarle un vistazo al reloj, me lancé a mí cama. Tenía algo más de media hora para dormir antes de que tuviera que ir al instituto. Se me cruzó por la mente la duda de por qué mi padre se había levantado tan temprano, pero mi consciencia se esfumó en cuanto mi rostro tocó la almohada.





La melodía metálica del timbre me despertó. Estaba tan confusa que no tenía ni idea de en qué año estaba viviendo—mucho menos qué hora era. El tenue resplandor que conseguía filtrarse entre las cortinas oscuras de mi habitación no decían nada.

Pensé que si lo ignoraba tal vez el timbre dejaría de sonar, y estuve a punto de volver a dormirme, cuando sonó otra vez.

Bien, bien, ya me estoy levantando, maldito hijo de—

Continué mascullando a la nada, arrastrándome de la cama. Todavía estaba parcialmente dormida mientras bajaba las escaleras, y abrí la puerta.

–¿Sí...?

Mi cerebro desorientado empeoró. Y luego, una corriente de pánico cruzó mi pecho. –¿Stiles? ¿Qué demonios haces aquí?

Él no hizo más que poner los ojos en blanco. –Oh, nada, vengo adelantado para el té de las cinco. ¿Estabas durmiendo?

Ahora observaba mi atuendo. Lo que me hizo comprender—estaba medio desnuda. Había desechado la idea de ponerme pantalones antes de acostarme, y aquella remera no era tan larga como ancha. Apenas tapaba mi ropa interior.

Abrí la boca para decir algo, pero mi voz se negó a aparecer. Mi rostro debía ser del color de la camisa de Stiles.

Por alguna razón que escapaba mi entendimiento, soltó una risita entre dientes. –¿Siempre abres la puerta así?

Todavía me estaba costando despabilarme. –Stiles, mi padre—

–Tu padre está trabajando, en la comisaría. Me aseguré de eso antes de venir aquí.

Restregué mis ojos, haciéndome a un lado, y tirando de él para que pasara. –Necesito ponerme pantalones.

Salí disparada hacia mi habitación, sin prestar atención a su respuesta. Apenas me había puesto los shorts de mi pijama cuando él apareció en el umbral de la puerta y encendió la luz.

Solté un siseo inmediato, cubriendo mis ojos. –Ouch. ¿Era eso necesario?

–Entonces sí estabas durmiendo.

Me observé a mí misma, enarcando una ceja. –¿Qué te hizo adivinar?

–Son casi las tres de la tarde.

¿Qué? –me giré hasta ver el reloj en mi mesita de luz. Éste marcaba las dos y media pasadas–. Oh. Oh.

De un instante a otro recordé todo lo que había sucedido la noche pasada. En el bosque. Con Derek e Isaac. Y cómo nuestro intento de descubrir algo útil sobre mí fue tan estrepitosamente mal.

Recordé, también, cómo de enfadados habían estado Scott... y él.

Oh –repetí.

Stiles se apoyó contra el marco de la puerta, cruzando sus brazos. Lucía como si esperara que dijera algo más.

Me dejé caer en el borde de mi cama, que tenía la sábana y la frazada completamente enredadas. –Creo... creo que me he quedado dormida... unas siete horas.

–Mi suposición es que eso es lo que sucede cuando haces excursiones al bosque en la madrugada –comentó casualmente, encogiendo un hombro.

Okey, ¿Cuándo iba a ser el día en el que no estuviera completamente confusa, para variar?

–¿No estás enojado?

Stiles dio por fin unos pasos hacia mi habitación, deteniéndose cerca de mí. –Define enojado.

Otra vez, abrí la boca para decir algo, para volverla a cerrar. Observé mis pies descalzos, encogiéndome un poco. El esmalte negro de mis uñas casi se había salido del todo. Los pasos de Stiles caminando hacia mí resonaron suavemente en mi alfombra, y alcé la vista. Él se agachó hasta observarme. –Te ves bastante... molida.

Su expresión me hizo hacer una mueca. –Bueno—gracias.

–Eso no es lo que quise decir. Yo... entiendo por qué te has quedado dormida. ¿Te sientes bien?

Toda la conversación se me estaba haciendo demasiado extraña. –Stiles, ¿Por qué has venido? Hoy en la mañana lucias como sí... como sí...

Como si fueras a terminar conmigo en aquél instante.

Ese pensamiento apareció en mi mente totalmente de desprovisto. Y no me agradó.

–Hey –puso una mano en mi rodilla, como si no se atreviera a acercarse más–, ya ha pasado. No estoy—

–Tenías derecho a estar enojado.

Hizo una expresión graciosa, que en cualquier otra situación me hubiera hecho sonreír. –Bueno, sí. Sólo digamos que era algo que ninguno esperaba, lo que sucedió anoche. Y como tú apenas lograbas estar consciente, el intento de explicarnos creo que empeoró todo.

Me encogí sobre mí misma un poco más, evitando su mirada. –Suena como algo que yo haría.

Cuando por fin me animé a mirarlo, él observaba mis manos, apoyadas sobre mis muslos. Advertí que los hombros de su camisa estaban salpicados de agua, al igual que su pelo. Afuera debía de estar lloviendo, aunque no oyera nada.

–Realmente... ¿Eso que has dicho en el bosque es cierto? ¿Puedes sentir lo que sienten otras personas?

Había visto venir su pregunta. Cerré mis manos en puños como acto-reflejo. –Eso creo. Depende del momento. Si buscas una explicación, no sé qué—

–En realidad, esperaba una demostración –estaba sonriendo. ¿Por qué estaba sonriendo? –. ¿Crees poder hacerlo?

–No sé exactamente cómo funciona. Todavía me cuesta aceptarlo, y no—no me gusta.

–¿Por qué? No creo que sea algo malo.

Mi expresión debió decirle lo que pensaba, porque soltó un suspiro. –Deberías pensar en ello como... –observó fijamente mi short de pijama del hombre araña–. como un sentido arácnido. Totalmente cool.

–Pues mis sentidos arácnidos me dicen que eres un idiota, y ni siquiera te he tocado –me quejé, aunque era incapaz de reprimir la sonrisa que apareció en mí rostro.

Stiles me ignoró, acomodándose frente a mí, apoyando su mano en mi otra rodilla. –Vamos.

Antes de cuestionármelo realmente, le hice caso. Apoyé mi palma sobre su mejilla.

Al principio, no sentí más que la calidez de su piel. Fruncí el ceño, inclinando el rostro. Tal vez en aquél momento no estaba sintiendo algo lo suficientemente fuerte como para que mi estúpido... lo que fuera que podía hacer, lo detectara.

Sin embargo, unos segundos después, se mezcló con mi incertidumbre un destello de duda. Después, nerviosismo. Y luego... algo más, algo que no podía nombrar con seguridad. Sólo que hizo que, incluso en un momento como aquél, una serie de mariposas despertaran en mi estómago.

–¿Qué? –preguntó él, distrayéndome.

Por primera vez, no tenía el impulso de alejar mi mano. Le dije lo que sentía, o más bien lo que él sentía. Al menos lo primero. En cuando se lo dije, un nuevo sentimiento apareció: sorpresa. Así que él había estado algo escéptico después de todo.

Finalmente alejé mi mano de su rostro, volviéndola apoyar sobre mi muslo. –A veces es un poco abrumador. No ahora, pero la mayoría de las veces. Creo que es peor con el miedo, y cosas así.

Stiles no dejaba de observarme directamente. –Woah. Es... es—raro. Lo que no quiere decir que sea malo –se apresuró a decir antes de que soltara un comentario sarcástico–. De cualquier manera, ya sabes, un gran poder conlleva una gran responsabilidad.

Una risita escapó de mi boca, y comencé a negar la cabeza, sonriendo. –Okey, tío Ben. Eres un idiota. Ya te lo he dicho, ¿verdad?

Me sonrió de oreja a oreja. Sonreí también, inclinándome hacia él, hasta que mi frente estuvo en la suya y nuestras narices se rozaron.

Mis labios apenas habían tocado los suyos, cuando el ruido de un motor—uno familiar, se oyó aproximándose. Para luego detenerse. Me levanté de un salto, sintiendo mi corazón latir tan desenfrenadamente que apenas podía respirar. Apenas me atreví a correr un poco la cortina, y observar hacia afuera. Mi padre estaba sacando las llaves de su chaqueta, cerrando la puerta del auto, mientras hablaba por su celular.

No me detuve con el pánico. Corrí a toda velocidad por la habitación para apagar la luz, cerrar la puerta, y luego arrastrar a Stiles hasta mi closet. Lo empujé, tapando su boca, para que la pregunta que estaba a punto de hacerme quedara silenciada. Apenas ese tacto fugaz me transmitió la alarma que él mismo sentía, y era similar a la mía. Cerré el closet, y me eché en la cama, lista para pretender que aún dormía.

Sin embargo, al oír la puerta de la casa abriéndose, escuché que no sólo estaba hablando por teléfono. Estaba discutiendo.

Me acerqué a la puerta, prestando atención a lo que hacía mi padre. Sus pasos se detuvieron cerca de las escaleras. No se me ocurría por qué estaba en casa tan temprano, y tenía que pensar en una excusa—rápido, para que saliera.

Desde allí, noté que su discusión telefónica era muy... ruidosa. Él detestaba los celulares por algún motivo, lo que hacía más extraño oírlo en una conversación tan enardecida.

–No, no, tú debes escucharme a mí –su claro enfado me hizo alzar las cejas–. ¿Cómo crees que podemos continuar con esto mediante llamadas, con suerte semanales?

Se hizo una pausa, en la que mi padre comenzó a subir las escaleras. Arrimé mi puerta un poco más, observándolo apenas por una rendija. Se detuvo en medio del pasillo, y me escondí en el momento justo en que observó hacia mi habitación.

–No. Fel—Felicity. ¡Tienes una hija de dieciséis años! ¿Tengo que recordarte eso? ¡Ella necesita a su madre! ¡Su cumpleaños será en unos días! Y tú estás muy ocupada—

Otra pausa, en la que ni siquiera me atreví a respirar. Oh Dios mío, estaba discutiendo con mi madre. No los había oído pelear desde hacía mucho tiempo.

–No me importa. Su vida, nuestra vida pasa, Felicity. Y tú no estás enterada de nada. Deberías pensar en lo que tu sueño le está costando a Ariel.

Debió terminar la comunicación, porque la pausa se prolongó más de la cuenta. Yo estaba... atónita. Ni siquiera podía formar un pensamiento claro sobre lo que acababa de oír—algo que definitivamente no tendría que haber hecho.

Mi padre comenzó a caminar, y yo me lancé a mi cama. Mi puerta se entreabrió, enviando un haz de luz en mi dirección.

–¿Ari?

–¿Hmm? –fingí una voz somnolienta.

–¿Todavía durmiendo? –todo rastro de enojo en su voz se había esfumado. Mi padre era experto en ocultar cosas–. Me alegra no haberte despertado. Puedo ver que estabas cansada.

Encendió la luz, acercándose a una ventana para abrir las cortinas. Estaba peligrosamente cerca del closet. Farfullé algo incomprensible, observándolo fijamente. –¿Qué haces aquí tan temprano?

–Hoy sólo trabajo medio día, ¿Recuerdas? Escucha, iré al supermercado, no sé en qué momento el refrigerador quedó tan vacío. Regresaré en un rato. ¿Necesitas algo?

Si lo hacía, aquél era el peor momento para preguntarme. Dí gracias a todos los Dioses que podía recordar que él se fuera tan pronto. Negué con mi cabeza, y fingí que quería seguir durmiendo, tapando mi rostro con la sábana. Él murmuró que debía ordenar mi habitación, antes de saludarme y salir, cerrando la puerta.

No moví ni un músculo hasta que lo oí salir de la casa, y el motor de su auto alejándose.

Me levanté de un salto, encendiendo la luz. Abrí las puertas del closet de un tirón, soltando un enorme suspiro de alivio.

Stiles salió de allí con un tropezón. Comenzó a quejarse de algo que no logré comprender, mientras sacudía su pierna, que se había enganchado en una bolsa. La cual reconocí demasiado tarde.

No pude hacer más que observar como ésta se abrió, y su contenido se esparció por la alfombra. La ropa que yo había llevado puesta... aquél día, más la chaqueta que él me había prestado, estaban allí. Con las manchas de sangre recriminando algo que todavía no recordaba haber hecho.

No podía moverme, ni siquiera decir algo—cualquier cosa. Mi mente en blanco no formó ninguna de las excusas que tan buena era para inventar cuando estaba en apuros. Tal vez porque eso era algo que ni la mejor de las mentiras podía tapar.

La mirada de Stiles fue de la ropa hacia mí. Casi podía ver sus pensamientos corriendo a través de su mente. No le tomó más de dos vistazos comprender lo que debió haber sucedido.

Continuaba sin poder decir nada. En cuanto intenté tragar, mi garganta se sintió como si estuviera recubierta por papel de lija.

Stiles estaba completamente pálido—y consternado. Una mezcla que no era un buen augurio. –Tú...

–Tienes que irte –mi voz sonó ahogada–. Mi padre regresará pronto.

–No. No. No voy a irme hasta que—

–Stiles—

Él cambió de un momento a otro. Lanzó sus brazos al aire con exasperación, señalando la ropa en el suelo. –¿Esperas que ignore eso? ¿A que sólo me marche? ¿Estuviste ocultándolo todo—todo este jodido tiempo?

Su pregunta casi había terminado en un grito. Mi respuesta se atascó en mi garganta, con un escalofrío recorriendo mi columna. El ambiente había cambiado en un latido, cargado de tensión, haciendo que hasta el aire se sintiera espeso. No tenía siquiera el valor para sostener su mirada.

–Debes irte –apenas logré decir.

Se alejó un paso, como si alguien lo hubiera empujado. –¿Pretendes que deje todo así y me vaya sin más? Dime. Dime cómo.

Cerré mis ojos, negando la cabeza, deseando con todas mis fuerzas poder desaparecer de allí, deseando no haber sido tan imbécil de no recordar que había dejado eso en el closet, deseando no haber escondido a Stiles allí.

–No... no puedo...

–¿Sabes qué? Intento ignorar la mitad de las cosas, Ariel –se acercó a mí, con su mirada perforando la mía–. Cómo te encierras en tu burbuja imaginaria y me dejas a mí, a Scott, a Allison, incluso a Lydia afuera. Claro, excepto a Derek y su manada. Intento ignorarlo. Pero no puedo ignorar esto.

Con cada una de sus palabras, una opresión en mi pecho aparecía e incrementaba. Me sentía vulnerable y asustada. Eso, inevitablemente, me hizo estallar.

–¡No estás en mi lugar, Stiles! ¡Tú no entiendes! ¿Crees que es fácil?

–Tienes razón. No entiendo. No sé nada, y eso es tú culpa –el tono de sus palabras me hizo observarlo de inmediato. Su mirada había oscurecido–. No sé cómo—cómo pretendes que esté con alguien a quien ya no creo conocer.

>>><<<

–Tengo que admitir, cuando me llamaste hace veinte minutos, lo último que creí era que ibas a pedirme ayuda –comenté con cautela, subiéndome al auto de Scott.

Él se ajustó el cinturón de seguridad, a mi lado. Me lanzó una mirada inquisitiva de soslayo. –¿Por qué?

Enarqué una ceja, genuinamente sorprendida. –¿No... no lo sabes?

Scott continuó observándome con el rostro perdido, hasta que algo pareció tener sentido en su mente. –Ohhhh, quieres decir—uh—sí. Sí –ahora, lucía más incómodo que otra cosa–. ¿Qué creíste que iba a decir?

Me encogí de hombros despacio, jugando con el borde de los guantes que me había puesto. Después... después de lo que había sucedido en la tarde, la idea de tocar a cualquier persona o ser viviente me resultaba repulsiva. –¿Gritarme? ¿Decirme lo imbécil que soy? Honestamente no tengo idea. No es que no lo mereciera. ¿Por qué no estás enojado?

–Bueno, para comenzar –se inclinó hacia adelante, apoyando sus brazos sobre el volante– porque Stiles se ha negado de decirme qué demonios sucedió entre ustedes. En realidad, se negó a decir más que dos palabras. Y gruñendo.

Tragué saliva con dificultad, haciendo una mueca. –Oh.

Scott puso una mano en mi hombro, dándome un apretón cariñoso. –Mira, entiendo. Por más que no sepa qué haya pasado—o qué hayas hecho. Yo también he metido la pata con Allison alguna vez.

–Me dijo que no sabía cómo estar con una persona que ya no creía conocer.

La mano de Scott sobre mi hombro se quedó inmóvil. Su desconcierto me hizo sentir aún peor.

–Es puramente mi culpa. Y tiene razón. Scott, no quiero ser una reina del drama. Me ocuparé de—de eso.

–No tienes que hacerlo sola. Además, sabes cómo es Stiles. Estoy seguro de que—

Negué con la cabeza. –No importa. No hablemos de eso... por favor. Me pasé toda la tarde con el rostro enterrado en mi almohada escuchando la discografía de Coldplay. Para lo que sea que tengas planeado ahora, estoy más que lista.

Esbozó una sonrisa, pasando su brazo por mi hombro, estrechándome a medias unos segundos. –No quiero ser una reina del drama –imitó mi voz pobremente.

Le empujé, cruzando mis brazos, riéndome por lo bajo. –Cállate. No lo soy. Y tú eres un buen amigo. Mejor del que merezco. Por cierto –acomodé mi guante, que se me había bajado unos centímetros, tomando una inspiración profunda–, ¿Cómo has conseguido que tu madre te prestara el auto? Después de todo el asunto con Jackson...

–Tenía el turno nocturno en el hospital, y le dije que había olvidado algo en mi trabajo. Así que mejor que esto no tome mucho tiempo. ¿Cómo has logrado tú que tu padre te dejara venir conmigo?

–Bueno, sólo le dije que saldría con un amigo. Estaba demasiado enfrascado en no sé qué cosa del trabajo, y creo que le bastó saber que no estaría con... con—

–Con Stiles. Entiendo.

Hice un gesto vago con la mano, sin saber qué más decir.

–¿Y qué hay con esos guantes? Parecen del siglo dieciocho o algo.

Bufé, repitiendo el gesto que acababa de hacer. Mis guantes eran de encaje color crema, con cintas para ajustarlos. –Sé que son algo teatrales, pero... no sé, los encontré entre la ropa que me envía mi madre de quién sabe dónde. Mientras eviten que toque a quien sea, no me importa parecer una pobre imitación de Blair Waldorf.

–¿Quién?

Volví a bufar. –Nadie. ¿A dónde estamos yendo, Scottie?

>>><<<

Scott detuvo el auto en el lugar que menos habría esperado. Estábamos en una zona de Beacon Hills que no reconocía exactamente—ni donde querría perderme en medio de la noche, por decirlo de alguna manera. Había varios edificios abandonados o a medio construir a nuestro alrededor, con oscuros huecos que habían sido destinados a ser ventanas, suficientes para darme escalofríos. No había gente alrededor, aunque sí un par de autos estacionados. La zona no estaba bien iluminada, con las luces de la calle demasiado alejadas una de otras, como si fuera algo premeditado.

–Okey, ahora sí que tengo curiosidad. ¿Has matado a alguien y planeas esconder el cuerpo?

Scott inclinó su rostro hacia mí, echándome una mirada exasperada.

–Sólo digo –alcé mis manos, mordisqueando la esquina de mi labio–, parece un lugar perfecto para eso.

–No seas mórbida.

Le saqué la lengua, aunque no me vio, porque estaba saliendo del auto. Desabroché el cinturón de seguridad y salí para seguirle, poniendo una mano protectiva sobre el pequeño bolso que colgaba de mi hombro—por puro instinto. Agradecí que pudiera usar el auto de su madre, y que no tuviéramos que venir por otros medios.

–¿Cómo demonios supiste que Jackson estaría aquí? No, espera. No quiero saberlo. Lo que me gustaría saber es qué hacemos siguiéndolo.

Scott rascó la parte trasera de su cuello. –Intentamos... averiguar qué planea –su frase terminó con cierto tono de pregunta, lo que me hizo enarcar una ceja.

Comenzó a olfatear el aire como un verdadero labrador retriever—o un poodle. Me reí de mi pensamiento, ganándome otra mirada exasperada de su parte. Cruzamos la calle descuidada y polvorienta, y caminé detrás de él hasta la entrada de un edificio, en la que nos encontramos con un par de personas charlando. No nos dieron atención en cuanto aparecimos, ni cuando Scott comenzó a subir las escaleras como si nada.

Las inspeccioné con atención antes de subir. Tenían pinta de que irían a derrumbarse de un momento a otro, pero por cómo estaba subiendo Scott –al trote, saltando escalones– imaginé que aguantaría. Cuando llegué al primer piso, él estaba medio escondido tras la pared, espiando.

Lo imité, observando el lugar. Estaba tan pobremente iluminado como abajo, y la calle. Hasta los focos de luz parecían viejos, manchados de pintura. Había una fila de personas delante de una especie de portón de madera, donde había una joven con otros dos tipos enormes. Estaban vendiendo... ¿Entradas?

–Oh, creo que sé en dónde estamos.

Scott me miró inquisitivo. –¿A qué te refieres?

–Vamos. Edificio abandonado. Personas comprando entradas a un par de tipos que lucen demasiado paranoicos. Harán una fiesta clandestina. Fiesta under. Rave. Como quieras llamarlo.

Sus ojos se ensancharon un poco, y asintió con la cabeza. –¿Entonces qué hace aquí?

Seguí el curso hacia donde me señalaba, hasta notar a Jackson casi al frente de la fila, de espaldas a nosotros. Estaba inusualmente—rígido.

–Pues me parece que viene a comprar entradas... como las veinte personas que hay aquí.

Scott me ignoró, como solía hacer cuando ya cubría la cuota de sarcasmo que podía soportar. –Quédate aquí. Disimula.

–Espera, espera –sostuve su brazo antes de que se alejara–. ¿Por qué tengo que esperar aquí?

–Si algo sucede, es mejor que cubramos más terreno –dijo por lo bajo, como si estuviéramos en una serie de drama.

Oooh, ¿deberíamos inventar alguna especie de señal?

–¿Qué te parece cuando Jackson comience a actuar extraño o le aparezca una cola y la gente comience a gritar?

Rodé mis ojos, suspirando. –Okey, okey, ve. Y espero que tengas un plan por si sucede algo como eso.

Su expresión neutra no me aseguraba nada. Fue hacia la fila de personas, sin quitarle la mirada de encima a Jackson, y yo me apoyé lo más casualmente posible sobre la pared de concreto áspero. No había nadie en el pasillo, y la iluminación tenue lo volvía diez veces más tétrico de lo que era. ¿Por qué siempre terminábamos en lugares así? Tal vez temían que estar en un lugar que no luciera embrujado terminaría con toda la estética de criaturas de la noche.

Sacudí mi cabeza, intentando enfocarme en el momento. Scott estaba hablando con alguien que no pude ver hasta que se movió. Matt, el del instituto. Su mirada se cruzó con la mía un momento y me saludó con una sonrisa y un movimiento de cabeza. Agité mi mano como respuesta, preguntándome por qué continuábamos encontrándonos con él. O sea, no era algo raro en el instituto... pero continuaba pareciéndome extraño.

Scott se acercó a mí a paso rápido, con el ceño fruncido. –¿Has traído algo de efectivo?

–No puedes en serio estar pensando en ir a esa fiesta.

Otra de sus miradas exasperadas.

–Okey, bien.

Revolví mi bolso, hasta que encontré dos billetes arrugados de veinte. –¿Cuánto salen las entradas?

–Setenta y cinco –murmuró con una mueca.

¿Setenta y cinco? ¿Para una fiesta clandestina? ¿Qué gastos tienen que cubrir, pagarle al fantasma del edificio? –rezongué, rebuscando otra vez mi bolso–. Sólo tengo cuarenta y cinco, si cuentas las monedas. ¿No hay otro modo de conseguir entradas que no sea aquí?

Scott soltó una maldición en susurros, volviéndose a la fila. Jackson había llegado al principio, y la chica estaba dándole una entrada. Ahora notaba que su anterior expresión de paranoia molesta, había cambiado a una... incómoda.

–Vámonos, salgamos de aquí –logré escuchar que decía a los tipos que estaban con ella, entre las conversaciones de los que todavía estaban allí–. ¡Vámonos!

Caí en cuenta de que estaban en una especie de elevador cuando activaron algo, y empezaron a subir con un murmullo eléctrico.

–Okey, eso es definitivamente extraño –musité, frunciendo el entrecejo–. Él parece...

Jackson continuó observando al ascensor hasta que desapareció. Luego se giró y comenzó a caminar hacia donde estábamos nosotros para bajar las escaleras, ignorándonos por completo. No como hacía usualmente, sino como si ni siquiera pudiera vernos allí. Su forma de moverse me recordó cómo había actuado en detención hacía unos días. Como si fuera un títere. Sin embargo, ahora, era aún peor.

–Parecía poseído –dije lo más bajo posible–. Como, estoy a punto de comenzar a trepar por las paredes y girar mi cabeza de poseído.

–Lo sé. Vamos, hay que irnos.

No me molesté en preguntar qué haríamos, feliz de salir de aquél lugar. Imaginé que quería seguir a Jackson, pero volvimos al auto en vez de eso, y Scott comenzó a marcar un número. Mi corazón dio un salto, creyendo que llamaría a Stiles, pero apenas comenzó a hablar adiviné que hablaba con Derek. Explicó lo que acababa de suceder, hizo una pausa escuchando la respuesta, y antes de cortar le dijo que fuera a la veterinaria.

No llamó a Stiles después de eso.

–¿Qué...? –comencé hablar sólo para poder ocupar mi mente–. ¿Hablaremos con tu jefe?

–Sí. Tal vez tenga alguna idea sobre lo que podemos hacer.

>>><<<

Estaba sentada en la silla del escritorio de la veterinaria, girando en ella ausentemente. Podía oír cómo Scott hablaba con su jefe, Deaton –por suerte me había recordado cómo se llamaba– pero no prestaba atención a su conversación. En cambio, estaba mirando fijamente la pantalla de mi celular. El número de Stiles, junto con una foto nuestra, me estaba desafiando. Me sentía estúpida. Y extraña. Las palabras que me había dicho regresaban a mi mente por mucho que las expulsara.

Ignorando esa molesta vocecilla que me decía que no lo hiciera, estuve a punto de presionar llamar. Scott apareciéndose, yendo hacia la puerta, me distrajo—y lancé el celular a mi bolso.

–¿Qué hace él aquí? –espetó él apenas abrió la puerta.

Derek entró a la veterinaria, seguido de Isaac. Me tensé al instante.

–Lo necesito.

–No confío en él –Scott también lucía tenso, cruzando miradas conmigo.

–Seh, bueno, él tampoco confía en ti –Isaac le respondió, apenas dándose por aludido.

–Miren, y a Derek realmente no le importa –habló el tercero. Si no lo conociera mejor, hubiera creído que rompería cualquier cosa que tuviera cerca. Pensándolo bien...

–Y Ariel cree que deberíamos enfocarnos en algo más importante –Intervine, levantándome de un salto para pararme entre Isaac y Scott.

Derek, para mi sorpresa, me observó con una extraña gratitud agresiva. –¿Dónde está el veterinario? ¿Va a ayudarnos o no?

–Eso depende –la voz tranquila de Deaton apareció detrás de nosotros. Estaba apoyado contra el marco de la puerta, observándonos como si fuera una situación de lo más normal–. Su amigo, Jackson. ¿Estamos planeando matarlo? ¿O salvarlo?

–Salvarlo –Scott se apresuró a decir al mismo tiempo que Derek mascullaba: –Matarlo.

Resistí el impulso de poner los ojos en blanco.

–Salvarlo –remarcó mi amigo, observando a Derek con toda intención de convencerle de maneras poco ortodoxas–. Salvarlo.

Derek apenas movió un músculo, pero dio la impresión de seguirle la corriente.

–Salvarlo –Repitió Scott una vez más.

Deaton hizo un gesto con la mano, indicándonos que lo siguiéramos. Visto lo que había sucedido hacía un día con Derek e Isaac—parte de lo cual yo no podía recordar, me sentía increíblemente incómoda. Me mantuve junto a Scott, hasta que llegamos al mismo lugar en donde habíamos estado la última vez que había ido a la veterinaria.

Deaton apoyó sobre una mesa de metal una caja, que contenía frascos medianos de vidrio. A simple vista parecían contener partes de plantas secas y cosas así. Algo que no esperaría que tuviera un veterinario, pero si me fijaba en cada aspecto raro de aquél momento, no iba a terminar jamás.

Derek detuvo la mano de Isaac que estaba a punto de tomar uno de los frascos. –Fíjate en lo que tocas.

Okey, tal vez era algo inmaduro, pero una risita se escapó de mi boca. Ignoré el par de miradas asesinas.

–Entonces –Isaac se inclinó sobre la mesa, regresando a su actitud arrogante–. ¿Qué eres, algún tipo de bruja?

Deaton no parecía para nada divertido. –No. Soy un veterinario.

Hice un mejor trabajo en no reírme, mordiendo mi labio superior.

–Desafortunadamente no veo nada aquí que sea una defensa efectiva contra una toxina paralítica.

–Bueno, estamos abiertos a sugerencias.

–¿Y qué sobre una defensa efectiva?

–Ya intentamos –Derek intervino–. Casi le quité la cabeza. Un Argent vació en él un cartucho entero de balas. La cosa sólo se levanta.

–¿Ha mostrado alguna debilidad?

–Bueno, una, no puede nadar.

Deaton se vio particularmente interesado en eso. –¿Eso va para Jackson también?

–No –aclaró Scott–. Es capitán del equipo de natación.

–Esencialmente, están intentando atrapar a dos personas –Deaton nos observó a cada uno atentamente, antes de girarse para buscar algo en un cajón. En cuanto lo encontró, nos enseñó una especie de dije o medallón. Parecía una persona o criatura con cuernos, que sostenía el cuello de una serpiente que lo rodeaba–. Un títere. Y un titiritero.

Dejó la especie de dije sobre la mesa con un tintineo ligero. –Uno mató al marido, pero el otro tuvo que ocuparse de la esposa. ¿Sabemos por qué?

Recordé vagamente que Scott me había hablado de que habían atacado a una pareja en el bosque—y que creía que había sido el kanima. La mujer había estado embarazada, justo como la madre de Jackson al fallecer.

–No creo que Jackson pudiera hacerlo –respondió él con duda–. Su madre también murió estando embarazada, y tal vez fue asesinada. Creo que no podría dejar que le pasara lo mismo a alguien más.

–¿Cómo sabes que no es parte de las reglas? –Isaac interfirió, sin su tono irritante sorpresivamente–. El Kanima mata a asesinos. Si Jackson mata a la esposa, el bebé muere también.

–¿Eso quiere decir que tu padre era un asesino?

La pregunta de Scott me tomó por sorpresa. Sin embargo, Isaac no reaccionó de manera drástica. –No me sorprendería si lo fuera.

Aquello... era un asunto del que no estaba muy enterada. Y del cual tampoco debía estarlo, por más curiosidad que tuviera.

–Esperen –el rostro del jefe de Scott se iluminó con una idea–. El libro dice que están enlazados, ¿Verdad?

Derek asintió.

–¿Y qué si el miedo al agua no viene de Jackson, pero de la persona que lo controla? ¿Y qué si...–Deaton tomó uno de los frascos de la caja, quitándole la tapa, enseñándonoslo– algo que afecta al kanima, también afecta a su amo?

Con el contenido del frasco –lo que me pareció tierra negra, o algo similar a cenizas– formó un círculo alrededor del dije.

Isaac lo estudió con interés. –¿Eso que significa?

–Significa que podemos atraparlo –el rostro de Scott también se había iluminado con la idea–. A ambos.

Ninguno tuvo más que decir después de eso. Por fin, luego de tantos pasos a ciegas, habíamos llegado a algo. Algo que podría funcionar, y que no sonaba como un plan de locos. Al menos no tanto.

Derek e Isaac no se entretuvieron más por allí. El ambiente entre Deaton y Derek era peculiar, y el último no lucía como si quisiera estar allí más de la cuenta. Yo misma me estaba comenzando a preocupar por la hora que pasaba demasiado rápido—y Scott comprendió mi nerviosismo de inmediato. Su móvil comenzó a sonar antes de que nos fuéramos, y a juzgar por su rostro alarmado supuse que era su madre.

Luego de despedirme de Deaton, me dirigí hacia fuera para esperar a Scott en el auto.

Cuando alguien tomó mi brazo y tapó mi boca, arrastrándome con fuerza, supe que había sido mala idea.

________________________

Hello, my darlings. *sonríe maliciosamente*

No creo tener mucho que decir más que sorry por haberme tardado un poco con el capítulo. Entre que estuve enferma y que me anoté en materias muy pesadas en la universidad, lo único que quería hacer era dormir JAJAJ pero bueno, ya estoy mejor n.n

Y perdonen si hay algun error, lo corregí hace unos días. Como siempre, espero que les guste, que voten y comenten♥

Los dejo con este gifset simple de Stef. Alguien me puede explicar cómo es que es tan hermosa?

(PD: lo que dice es de la letra Sorry de Halsey, por si alguien tenía curiosidad)

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