Por tu amor al Arte

By Hitto_

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La madre de Emma ha muerto y ella debe irse a vivir a otra ciudad. Tras unos meses en los que consigue adapta... More

Por tu amor al Arte
1° Llevar la fiesta en paz
2º La inutilidad de la clase de arte
3º Desvanecerse
4° Confrontación
5º Sentarse y hablar
6º El plan del fracaso
7º Inoportuna
8º Ser egoista
9º Malas decisiones
10° Me quiero morir
11° Hacer amigos
12° Sentirme incluida
13° Prejuicios
14° Perder el tiempo
16° El lobo que se enamoró del rayo de luna
17º Lazos rosas
18º Eterno
19º El problema de no hacer las cosas a tiempo
20° Secreto descubierto
21º Ser un gato
22° Amistades que valen
23° El mejor regalo
24° Ser su lienzo
Consigue este libro en físico
25° Mi rayo de luna
26° Un poema Dadá
27° Caos armónico
28° Dos caras de una misma moneda
29° En graves problemas
30° El sótano
31° El primero de los últimos cincuenta días
32° Cuarenta y cinco días de aguante
33° La connotación del amor
34° Un lugar para los dos
35° Trending topic
36º Castillo de naipes
37° Bajo cualquier circunstancia
38° La casa vacía
39° La ira se desata
40° El gato de Schrödinger
41° Cosas nuevas
42° El discurso de graduación
43° Jane Austen, Los Beatles y tulipanes (FINAL)

15° Julieta

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By Hitto_

Arturo aceptó encontrarse conmigo a solas en el primer recreo. Estamos sentados en el pasto, frente a la pista atlética, un área casi vacía cuando no se está pasando educación física. Me gusta este lugar, no se escucha el bullicio de los chicos del colegio y los árboles crean una sombra agradable con sus grandes hojas amarillentas que van ganando color con tal el invierno se aleja y va llegando la primavera.

Arturo se ve nervioso, expectante a lo que yo vaya a decirle. Aún no he tomado una decisión. Pese a que va ganado en no, le quiero dar una oportunidad para hacerme cambiar de opinión.

—¿Al final vamos a seguir juntos?—me pregunta cuando ya no puede más con la ansiedad.

—No sé. Hay muchas cosas que andan mal y no creo que puedan solucionarse.

—Todo se soluciona. Mira, lo he pensado y he hecho una lista. —De su bolsillo saca un papel arrugado de carpeta y lo desdobla—. Voy a ponerme preservativo siempre. Listo, con eso solucionamos el problema.

Me deja ojiplática, ¿es todo? ¿Así de sencillo se solucionan las cosas?

—¿Esa era tu lista? —le pregunto, esperando que de verdad no sea solo eso.

—No, puse algunas cosas que yo creo que tú también puedes hacer. Como hablarme más de ti, no enojarte por todo, a veces parece que andas con el ceño fruncido siempre; no tomarte todo tan en serio, salir más conmigo y los chicos, te excluyes cuando vamos a algún lado. —Termina de leer.

No le respondo por unos segundos. Me sorprende, jamás hubiera imaginado que Arturo pensara en esas cosas. Yo ya imaginaba que me saltaría con suplicas o recriminaciones y que terminaríamos a los gritos. Después de todo, Arturo sí es razonable.

—Estoy trabajando en todo eso, pero ustedes pueden ser más flexibles con lo que hacemos. Sabes que no me gusta ir a discotecas, o ir a chupar todas las tardes. Podríamos hacer otras cosas —le sugiero. Si él pone sus condiciones, yo también.

—¿Cosas como qué?

—No sé, pasear, jugar algo tranquilo, ver películas. Podemos variar.

—Y a discos una vez a la semana. —Me extiende la mano, como queriendo cerrar el trato.

—Eso es demasiado. Dos veces al mes, al menos conmigo, si quieres ir con los chicos más seguido, no me enojo. —Intento también ser razonable.

Arturo sonríe, me parece tan encantador como cuando lo conocí, y de pronto renacen en mi estómago las mariposas que sentí cuando se me declaró la primera vez. Rechazo su mano y me acerco a sus labios, recordando por qué me gustaba en primer lugar. Nos separamos sin dejar de sonreír y por fin en días considero que puedo ser feliz.

Cuando Matías me habló de perder el tiempo desde la mañana, no imaginaba que se aparecería en mi habitación a las cinco. Según él, debemos apurarnos para ganar las mejores horas de luz.

Increíble, no puede despertarse temprano para la universidad, pero sí para tomar fotografías. Apenas está aclarando y el ruido característico de motores por la calle es reemplazado por el canto de las aves matutinas. Iremos en la camioneta, una cuatro por cuatro negra que Henry solo sacaba algunos fines de semana, pero que Matías usa con frecuencia. Hace bastante frío y me meto al auto esperando que Matías guarde su cámara y un trípode con sumo cuidado en el asiento de atrás.

Ni bien enciende el motor la música empieza a sonar, demasiado fuerte para mi gusto. Rebajo el volumen, él no me dice nada. Mientras vamos por la avenida cambia la lista de reproducción y aumenta el volumen de nuevo.

—Iremos en compañía de Led Zeppelin, para inspirarnos, a tiempo que te educo un poco.

Ahí va de nuevo mi educación musical. No puedo quejarme, disfruto las cosas que me hace escuchar. Con el ruido haciendo vibrar la cabina nos encaminamos a Mallasa. Nunca fui por esos lugares que quedan a tan solo quince minutos de donde vivo... a cinco considerando la velocidad con que Matías conduce.

Todo el camino es asfaltado y al llegar a la zona de la Florida, donde viven varios de mis compañeros de colegio, los cerros rojizos nos rodean. Abro la ventana para sentir el aire en mi rostro y disfrutar del precioso paisaje.

Más adelante puedo ver dos túneles creados para que la carretera atraviese la montaña. A mi lado izquierdo los cerros se alejan gracias a un barranco que va creciendo en extensión, sin embargo, la tierra arenisca de diferentes tonos carmín está tan cerca a mi lado derecho que podría tocarla si sacara mi mano por la ventanilla.

—Metete o vas a perder la cabeza, te necesito entera. —Matías me jala dentro del auto y cierra la ventanilla— ¡Cierra los ojos, levanta las manos y pide un deseo! —me grita justo cuando estamos por pasar por los túneles. Antes de procesar qué me está diciendo suelta el volante del auto y levanta los brazos hasta tocar el techo.

Grito y sujeto el volante antes de que el auto pierda el control en la curva y salgamos disparados hasta el barranco.

—¡Estás loco! —le recrimino con el corazón en mi cuello. Él se ríe cínicamente mientras toma control del auto nuevamente.

—Se supone que debías pedir un deseo al pasar por los túneles la primera vez, perdiste tu oportunidad por neurótica.

—¡Estúpido! —lo insulto, él se sigue riendo, le parece gracioso poner nuestra vida en peligro de esa manera.

Me mantengo de brazos cruzados el resto del camino, sin siquiera mirarlo. Un par de minutos después las montañas se alejan todavía más abriendo paso a un bosquecillo de altos árboles de eucaliptos.

La zona no está deshabitada del todo, cerca está el zoológico y varios parques más. Rebasamos a un sujeto a caballo y a un par de niños en cuadratrack.

Abandonamos la carretera para meternos entre los árboles, en un camino de tierra que parece haber sido abierto para el uso de motocicletas. Nos detenemos en un lugar abierto, donde los árboles están tan juntos que ya no hay espacio para que ingrese el auto.

Seguimos el camino a pie y respiro el húmedo aire matutino mezclado con una ligera esencia a eucalipto. Una mujer a trote pasa cerca nuestro, un perro pequeño y lanudo que imagino que le pertenece, corre a su lado. De pronto el animal se aleja de su dueña y viene hacia nosotros.

—Fuera cucho —le dice Matías. La mujer se aproxima hacia nosotros, disculpándose lo recoge y continúa su trote, esta vez con su mascota en brazos.

—¿No te gustan los perros? —le pregunto a Matías.

—Me dan igual, es solo que son animales tan tontos que me repelen, igual que ciertas personas.

—Los perros no son tontos, son los animales más inteligentes y los más fieles —le contradigo y me doy cuenta que a veces soy yo quien busca cualquier motivo para discutirle.

—Por eso son tontos. Te son fieles bajo cualquier circunstancia. No puedo tomarme en serio a una criatura que te mueve la cola aun cuando la maltratas. Hay que se estúpido y no tener nada de amor propio para querer a alguien que te lastima. Los gatos tienen mi respeto por eso, tienes que ganarte su aprecio, no te son incondicionales. Cuando no son bien tratados simplemente se van, no dependen del cariño de nadie.

Otra vez me dejó sin argumentos. Jamás había pensado en eso, siempre había admirado la nobleza y fidelidad de los perros. Es cierto ¿Cómo puedes serle fiel a alguien que no ha hecho méritos para ganárselo? Eso me toca hondo, porque yo soy como un perro, moviéndole la cola a quien me extiende la mano. Matías en cambio es como un gato, mirando desde lo alto a las personas, ganándose la confianza de todos, pero seleccionando a qué pierna va a ronronearle. Cómo me gustaría ser así.

Camino con la cabeza gacha, pateando la arena y al levantar la vista veo un volkswagen rojo estacionado en medio del bosque. La puerta se abre y del interior sale una mujer. Es joven, debe estar en sus veintes, su cabello se oculta dentro de una boina tejida de colores y una larga y delegada trenza envuelta en mechillas cuelga hasta su hombro derecho. Tiene una nariz afilada, un piercing de bolas negras en la ceja izquierda y unos lentes grandes y de montura cuadrada. Está vestida con una camiseta ancha y negra y pantalones holgados a rayas de colores.

—¡¿Cómo metiste el auto?! —le grita Matías.

—Por allá—la joven le señala un camino abierto entre los árboles que parece dirigirse a la carretera —. No me digas que te viniste caminando, pedazo de imbécil.

Matías le lanza una mirada ácida y no le responde, seguimos caminando para darle encuentro. No sabía que íbamos a vernos con alguien más.

—¿Es ella? —la joven me observa y pasa la mirada a Matías—¡Gracias! ¡Te amo! —Salta hacia su cuello y se cuelga, ahora me doy cuenta de la marcada diferencia de estaturas. Matías es muy alto y esa muchacha varios centímetros más baja que yo.

—Qué asco, ya suéltame —Matías le dice descolgándola de su cuello, yo como siempre que me encuentro ante gente desconocida evito el contacto visual.

—Ella es Julieta —Matías me la presenta. Recién levanto la vista y ese nombre llega a mi mente como un relámpago.

Julieta... ¿será la misma Julieta de la que me habló Sandra? ¿La chica que causó ese cambio tan grande en Matías, al punto de alejarlo de su novia y sus amigos?

—¡Emma! —como si fuera su amiga de toda la vida me abraza. Yo no reacciono.

—Es medio autista cuando conoce gente nueva —explica Matías—. Cámbiala rápido o vamos a perder luz.

—¿Cambiarla? —por fin los músculos de mi boca se mueven.

—¡Vas a ser nuestra modelo. Estrenarás uno de mis diseños —dice Julieta.

—¡No! Yo no modelo, Matías no me dijo nada de esto.

—¿Qué te creías, que ibas a tomar fotos? No debes saber usar ni la cámara de tu celular. Julieta y yo hemos estado trabajando en este concepto por meses y necesitábamos una incauta que posara—dice él. Al parecer me tendió una trampa.

—Salgo fatal en las fotos —me excuso, buscando escapar de la situación. En verdad no salgo tan mal, creo que soy una de las pocas personas en el mundo que se siente orgullosa de su foto en el carnet de identidad. Pero posar... de eso no tengo idea.

—Solo ponte el vestido y haz lo que te digamos, no queremos una súper modelo, solo alguien que luzca real. —Julieta me toma de la mano y me arrastra hacia su auto, Matías nos dice que estará buscando algunos ángulos.

Ya estoy aquí y creo que de esta no voy a escapar. Al final esto es parte de vivir nuevas experiencias.

Cambiarme dentro del auto es difícil e incómodo. El vestido que diseñó Julieta es de un rojo oscuro. La parte de abajo es muy larga y voluptuosa cocida en varias capas a partir de la cadera y la parte del tórax es tan apretada como un corsé. Julieta batalla un poco para cerrarlo.

—Matías tiene buen ojo, calculó bien la talla de tu cintura, pero le falló un poco en el busto —dice.

Genial, ahora resulta que Matías me anda midiendo para que costuren disfraces en mi talla.

—Gracias por hacer esto, tengo este vestido desde hace meses, Nadie quiere posar si no se le paga. No hay gente que haga esto por amor al arte.

—De nada.

—Seguro vas a salir increíble, tus ojos son perfectos para el concepto. La próxima te traeré un par de vestidos victorianos en los que he estado trabajando, como ya tengo tu talla estarán a medida. —Termina de cerrar el ultimo broche y no estoy segura de poder respirar bien, además hace tanto frío que la piel se me pone de gallina.

Salimos del auto casi escupidas y con los pies en la tierra recién puedo apreciar los complicados detalles bordados en la parte superior del vestido. Me siento como una especie de princesa gótica.

Julieta suelta el moño rápido que me hice en la mañana y me cepilla el cabello, luego regresa al auto y saca un estuche de maquillaje. No tengo problema con el labial rojo sangre que me pone, ni con el rubor, pero me alejo espantada cuando veo un delineador de ojos.

—Eso ni loca —le advierto.

—¿Por qué? Es lo más importante, hay que crear impacto con tu mirada.

—Créenlo de otra forma, pero a mis ojos no le pones nada, me incomoda.

De pronto Matías aparece detrás de mí y me sostiene la cabeza con fuerza.

—No seas cobarde. ¡Rápido, dibújala! —le ordena a Julieta y cuando el lápiz está a solo milímetros de mis ojos dejo de pelear por liberarme, no quiero que esa punta acabe en mi retina.

Me siento traicionada cuando por fin me sueltan, con rímel y los ojos tan pintados que debo parecer un mapache. No puedo dejar de parpadear y tengo el impulso de rascarme los ojos.

—¡Te vas a despintar! —Julieta me detiene.

—Me voy a quedar ciega.

—No seas ridícula. Aguanta mientras fotografiamos.

Me dirigen a una zona donde el sol se filtra entre las ramas de los árboles, parece la imagen de una postal, creo que empiezo a entender a qué se referían con la luz, a esta hora es mágica. Un par de metros más allá Matías me apunta con su cámara.

—Imagina que estás perdida en el bosque y siendo acechada —me dice Julieta.

No tengo idea de qué hacer. No soy buena actuando. Permanezco quieta mirando a la cámara.

—No mires a la cámara. Solo paséate por ahí.

Intento imaginar lo que me piden, yo perdida, sin saber a dónde ir, con alguien o algo pisándome los talones, como en una película de terror. No sé si lo estoy haciendo bien, solo deambulo y Matías me persigue, fotografiándome de todos los ángulos. Hasta se tira al suelo para hacer una toma desde abajo.

Veo como el vestido se vuelve más y más gris con tal la tierra lo ensucia y lejos de preocuparse Julieta parece encantada, cree que le da más realismo a la fotografía.

—¡Ya, ahora tu ponte! —le ordena a Matías—.Tú imagina que él es el cazador y tú eres su presa. Le temes y al mismo tiempo te atrae con una fuerza sexual.

Matías se quita el sweater que lleva, abajo está con una camiseta blanca sin mangas que muestra claramente el tatuaje de su brazo. De pronto corre hacia mí y me levanta del suelo.

—Ya te atrapé, eres una presa fácil —dice haciéndome girar. El suelo se mueve bajo mis pies y cierro los ojos para no marearme. Me aferro al brazo de Matías y caemos de golpe.

Me rio, no puedo abrir los ojos porque siento que hay tierra flotando a mi alrededor, esta incluso se cuela por mi nariz y me hace toser. Siento a Matías encima de mí, riéndose también y eso me hace carcajear con más ganas.

Por fin abro los ojos. Él me mira fijamente, entrelazando sus dedos con los míos. Dejo de reír y lo contemplo, no sé por cuanto tiempo, parece el suficiente para que Julieta nos ordene cambiar de pose.

Matías se levanta y me jala de un brazo, ayudándome a sacudir la tierra.

—Perfecto, ahora abrázala por detrás —indica Julieta y él hace caso. Se pone detrás de mí y rodea mi cintura con su brazo. Me sujeta con seguridad, podría desmayarme ahora y él no me dejaría caer—. Ahora mírense.

Vuelve a entrelazar sus dedos con los míos sin soltar mi cintura con la otra mano. Levanto la cabeza y me pierdo en la profundidad de sus ojos, descubriendo irregulares estrías doradas en sus iris color pardo.

—¿Le rasgo el vestido? —pregunta de repente, poniendo ambas manos a la altura de mi busto, amenazando con partir la tela desde ahí.

—¡No! —Gritamos al unísono Julieta y yo.

—Rompes ese vestido y yo te rompo los testículos. —Julieta deja de fotografiar y se nos acerca enojada.

—Bah, par de aburridas, solo quería ponerle un poco de erotismo a la fotografía. Hubiera salido fabulosa.

—Tal vez para Brazzers o Youporn.

—Admite que tú también la quieres ver semidesnuda. —Me suelta y le arquea las cejas de forma cómplice.

—No seas idiota. Me costó mucho confeccionar el vestido. Si quieres para la próxima te doy otro que puedes hacer andrajos.

—No va a haber próxima ocasión —interfiero. Nadie va a fotografiarme como a la chica con la ropa desgarrada que sale en las películas de terror.

—Vas a ver que sí —dice Matías.

La sesión ha terminado, me indican que puedo cambiarme mientras alistan un lugar para que comamos una merienda.

Todavía me froto lo ojos mientras camino hacia el mantel que con cuidado Julieta ha puesto en el suelo. Ella y Matías miran las fotografías en la cámara y la alejan cuando me aproximo a mirar.

—Ya las verás cuando las publiquemos.

—¿Las publiquen dónde?

—Deviant art—contesta Julieta abriendo una caja de plástico. Saca un sándwich envuelto en servilletas y me lo pasa.

—¿Qué eso?

—¿No le mostraste tu cuenta? —Julieta le pregunta—. Es una página donde artistas comparten sus trabajos. Para que otros lo vean y también para vender. Las fotos que tomamos con Matías las subimos ahí, son muy populares.

—¿Entonces yo puedo verlas?

—Sí, Matías tiene muy buenas cosas ahí, fotos, dibujos y pinturas. Y en la mía están mis diseños de moda y algunos desnudos artísticos —me guiña un ojo.

—¡Esas no! ¡Te dije que las borres! —Matías le reclama, ya entiendo lo del guiño.

—¿Hay fotos tuyas desnudo en internet?— Me burlo—. A Henry le va a encantar.

—A mi padre no le sorprendería. Nos sirvieron para ganar popularidad en la página, ahora ya no son necesarias.

—Claro que sí, se venden bien —lo contradice Julieta

—¿Las estás vendiendo?¡Mierda te dije que no! —explota Matías, nunca lo había visto tan avergonzado.

—Yo voy a comprar una, para reírme claro —le digo y de repente Julieta y yo nos reímos a sus expensas—. ¿Así que eso de poner fotos artísticas desnudo para ganar notoriedad en internet es como hacer películas porno para conseguir un papel el Hollywood?

—Algo así.

Mientras comemos y evitamos que el viento arrastre tierra a nuestra comida conversamos sobre Deviantart, un poco sobre música y me doy cuenta que Matías y Julieta son como hermanos. No creo que haya o haya habido algo romántico entre ellos nunca.

Ambos parecen disfrutar del arte aunque discuten y se contradicen con todo. No sé como, pero ahora Julieta le dice a Matías que los Beatles están sobrevalorados y para él es como si le clavaran un cuchillo en el corazón.

—Retráctate —ordena serio, con un trozo de pan a medio masticar en la boca.

—Claro que no. Los Beatles eran el One dirección de su época.

—¡No puedes hacer semejante comparación! las letras de esos niñatos no tienen contenido.

—¿Y "Love me do" sí es muy compleja no? "Love, love me do. You know I love you. I'll always be true. So please, love me do." —Canta—. Vaya que sí, que letra tan compleja...

—Bueno, pero tienen otras.

—Igual One Direction —escupe, y ahora sí que se ganó la ira de Matías.

—Eso es tan sacrílego que voy a dejar de ser tu amigo solo por eso. Además Emma está de mi parte. ¿Tú crees que están sobre valorados? —me pregunta. Ambos centran su atención en mi esperando que me ponga de su parte.

—No sé, no tengo idea de música. Pero a mí me gustan, su música me hace sentir cosas.

—Eso es el buen arte, lo que te hace despertar emociones —Matías da por sentado su argumento y deja a Julieta tan callada como suele dejarme a mí.

—Oye debes estar en el curso de Arturito —Julieta cambia de tema cínicamente, no quiere demostrar que ha sido derrotada.

—No solo eso, es su novio —acota Matías de mala manera.

—¿De verdad? ¡¿Ese?! Por Dios pensé que tenías buen gusto.

—Qué va... si es una ridícula.

—Deja de decirme así y no es tu problema con quien esté. Además tú estuviste ¿qué? ¿Dos años con su prima? —me defiendo.

—Eso es cierto —dice Julieta—. Por suerte yo le abrí los ojos y lo traje al lado oscuro ¿no? Lo rodea con un brazo fraternalmente.

—No eras una fan de sus amigos ¿no? —pregunto, esperando que me cuenten su versión de los hechos.

—No, en realidad no me llevaba con nadie del curso. Todos me hacían a un lado. Es que era un poco gorda...

—¿Un poco? Eras muuuuuy gorda —la interrumpe Matías. Julieta lo calla con un golpe en el estómago.

—Y era la friki a quien le gustaba dibujar y hacerse piercings y tatuajes. Siempre me iba a parte, hasta que un día este tarado apareció a mi lado, viendo que dibujaba. Se lo mostré a riesgo de que se riera de mí, pero le gustó y después de unos días me confesó que era un artista de closet, que no pintaba en público porque su novia y sus amigos iban a reírse. Este amigo era un pobre pusilánime, hasta tuve que educarlo musicalmente.

—Sí, sí, si no fuera por ti sería un chulito de gimnasio con más musculo que cerebro, que escucha reggaetón, baila caporales en carnaval y bla, bla....

—Dejémoslo en chulito de gimnasio porque cerebro aún te falta y eres muy mainstream con tus gustos musicales —se levanta y comenzamos a recoger las cosas.

Julieta no resultó para nada como la imaginaba. Me cayó bien y creo que es una de las personas más interesantes que conozco.

A tiempo que se despide de mí con un efusivo abrazo, le prometo que volveré a modelar otro de sus vestidos.

Gracias por leer! quieren que suba más seguido? subo dos veces por semana, peor podría subir 3 si hay mucha gente que lee.

Si son de PERÚ, quiero que sepan que pueden comprara mi libro Después de clases en la Feria del Libro de Lima. Está en el stand de librería Crisol.

Comenten y voten! gracias!

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