¡One shots sensei's!★

By RockMilez

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¿De que trata? ¡One shots de todos los instructores! - Kakashi - Iruka - Gai - Yamato - Ebisu - Asuma - Genma... More

¡Introducción!☆
〖Mi vida〗 Asuma Sarutobi (1)
〖¡Entrenar!〗 Maito Gai (1)
〖Solos〗 Genma Shiranui [1]
〖Cita repentina〗Ebisu (1)
〖Bibliotecaria〗Iruka Umino.[1]
〖Un día normal〗 Kakashi Hatake.[1]
〖¿Celoso?〗 Yamato.[1]
〖Inoportuno〗Asuma Sarutobi. [2]
〖Traición〗 Genma Shiranui.[2]
〖Primera cita〗Ebisu [2]

〖Héroe〗Maito Gai (2)

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By RockMilez

Mientras el pequeño pelinegro de grandes ojos y encrespadas cejas descansaba tirado en el suelo y completamente agitado gracias al gran esfuerzo que había hecho, una niña de rosas y redonditas mejillas parecidas a dos duraznos se acercó a él con algo de vergüenza pero completamente decidida, mirándolo desde arriba.

—Tú... ¡estuviste genial dando vueltas!.— exclamó la de aguda y tierna voz, poniéndose frente a frente con él, quién seguía en el suelo y tapándole el molesto sol, haciendo que ambos pudieran encontrar sus miradas.— Siempre te veo aquí... tú también quieres y anhelas ganar en algo ¿no es así?.— ella preguntó y miró la academia de ninjas a su lado, a unos metros, con cierta ilusión desparramada en sus bonitos ojos; pero no paso tanto tiempo hasta que devolvió su vista a él.— Jamás vi a alguien luchar tanto y hacer algo aún más asombroso para conseguir lo que desea... ¡Estoy segura de que pronto se darán cuenta de que eres muy fuerte!.— la niña alzó su pulgar mientras una sonrisa cubría y elevaba sus mejillas y achinaba sus ojos. El pequeño y exhausto Gai sintió que con ese simple gesto, la energía se le había vuelto al cuerpo. Sus mejillas ardían y no podía dejar de mirar a la dulce niña frente a él.— Soy Momo, ¡es un gusto!.— se presentó ciertamente más nerviosa al ver que él no había dicho ni una sola palabra.

Alguien de su edad estaba siendo amable con él, una niña no burlaba de su lucha, sino todo lo contrario.

Gai, completamente sorprendido y apenado se levantó de a poco y la volvió a observar, tímido como nunca antes.

Pero es que no se lo esperaba, jamás nadie además de su padre había sido tan amable y lo había alentado, ni mucho menos alguien de su edad.

— Y..yo...— titubeo el pelinegro sin poder agradecer, rascando su mejilla enrojecida y corriendo la mirada hacia un lado. Su padre que de lejos había visto la interacción y se acercó a los niños, ni bien estuvo cerca revolvió el cabello de su hijo.

— Gai, debes agradecerle a la señorita por sus halagos y los ánimos.— sugirió el adulto mirando a su hijo con gentileza y comprensión, y este había volteado a ver una vez más a la pequeña de cabello rubio y ojos brillantes que observaba entre tímida y emocionada. Cuando el pequeño había tomado el valor e iba a agradecerle un gran grito lo interrumpió.

— ¡Momo! ¡¿Qué te he dicho sobre irte?!.— una mujer adulta venía con paso firme directo hacia donde ellos estaban. La expresión de alegría y dulzura que llevaba la pequeña fan de Gai se había deformado por una de terror y eso fue rápidamente captado por ambos Maito.— ¡¿Qué haces con esta gente?!.— la mujer la jaló con fuerza del brazo y la miró de una manera horrorosa para los ojos del pelinegro, sin una pizca de cariño.— Niña inútil, tu padre pronto vendrá y lo único que sabes hacer es ir con gente aún más inútil que tú.— gruñó mientras la niña cerraba sus ojos con furia y apretaba su mandíbula.

El padre y el hijo que antes habían estado hablando con la pequeña niña lo veían todo y sin embargo y desafortunadamente no podían hacer nada.

— ¡No hables así!.— gritó la pequeña rubita tomando todo el valor posible y exhalando su ira.— ¡E-Ellos no son inútiles!.— y valientemente la enfrentó sin un ápice de miedo en su exterior, pero lo que recibió a cambio solo fue una gran bofetada que la hizo lagrimear.


Al sonar el estruendo, ambos hombres se sorprendieron e indignaron. Gai sintió rabia, ira, furia, molestia, enojo e impotencia, todo junto y en potencia. Acababa de conocer a esa niña y sin embargo, se sentía como si la conociera de toda la vida, como si tuviera el deber de protegerla. No podía quedarse de brazos cruzados viendo como alguien mayor la golpeaba.

— ¡¿Como puede hacerle algo así?!.— el niño pelinegro iba a ir hacia la mujer para separarla de la niña pero su padre lo detuvo rápidamente. Aunque el adulto también quería detener aquello, no podía entrometerse pues con solo echarle un vistazo podía saber que la mujer era poderosa en la aldea y no podían actuar de prepo, las cosas debían ser pensadas para no perjudicar a la niña y ni a ellos. No podían solo sacársela y decir que la había golpeado, después de todo nadie les creería.

— Tú niñito no te metas y sigue con la estupidez que hacías, estos no son tus asuntos.— le ordenó la horrible mujer, sin preocuparse de la pequeña de mirada pérdida que soltaba algunas lágrimas y no se atrevía a levantar la mirada.

Al voltear la mujer volvió a jalarla para que caminara e irse de allí de una vez, como si nada hubiese pasado, con la frente en alto.

— Papá.— Gai dejo salir entre dientes, viendo como aquellas siluetas se alejaban y apretando sus puños con fuerza sin sacarle la vista a la pequeña.— Esa niña... debo rescatar a esa niña.— declaró sin lugar a duda en su mente, completamente decidido de su próxima meta.

— Si tu corazón así lo pide, entonces debes hacerlo Gai...— suspiró el mayor y tomó la mano de su hijo.— Pero debemos pensar y planear bien qué hacer antes de cualquier cosa...— advirtió, mientras también se marchaban a casa con un muy mal sabor de boca que la escena anterior había causado.

✧*。٩ˊᗜˋ*و✧*。✧*。٩ˊᗜˋ*و✧*。

Los días pasaron rápidamente y aunque a propósito Gai había entrenado por más horas en donde siempre lo hacía, la niña aun no aparecía.

Siendo sincero, algo en el pecho del pequeño niño dolía con intensidad, tenia la necesidad de volver a verla y saber que estaba bien, después de todo ella era su primer fan.

En plena sesión de lagartijas, el valiente niño escuchó el llanto de una niña cerca de su ubicación y sin dudarlo, se levantó rápidamente y fue directamente a donde provenía aquel ruido.

— ¡Deja de llorar niña!.— cuando llegó a destino, vio a la rubia de cuclillas en el suelo mientras la misma mujer de antes estaba frente a ella, furiosa. Sin dudar ni un segundo y al ver la posición amenazante de aquella mujer, Gai se interpuso entre ambas antes de que pueda volver a hacerle algo a la niña.

— ¡No permitiré que la siga hiriendo!.— el pelinegro le gritó, enfrentándola sin temor. La mujer de semblante serio que ni siquiera supo de donde había salido ese estorbo, se acercó violentamente pero él se quedó estoico y firme como si nada.

— Niño si no te vas, no tendré piedad contigo.— le advirtió con una temible voz y Gai la ignoró completamente para ayudar a levantarse a la niña que veía perpleja y atemorizada la escena.

— ¡No la tenga!.— vociferó el niño que ya tenia fuertemente agarrada de la mano a Momo.— ¡Vamos!.— le ordenó en un grito para rápida y sorpresivamente cargar a la rubia en sus brazos y echar a correr cuando vio que la mujer tenia intención de detenerlo.

— ¡ngh..!.— ella, verdaderamente asustada, ahogo su grito para no preocuparlo y se aferro a su agarre.

— No tengas miedo, por favor.— pidió el pelinegro, sosteniéndola fuertemente y corriendo a un lugar seguro.— Ya no dejaré que te hiera.— declaró con decisión encendida en la llama de sus ojos, asombrando a la pequeña que no esperaba que la protegiera y que lo miró sonrojada.

Ni bien llegaron a un lugar apartado en el bosque donde los ninjas solían entrenar, ambos tomaron grandes bocanadas de aire, tratando de recomponerse.

— Por cierto, Momo-chan.— cuando Gai volvió a recuperar su aliento, habló.— No tuve la oportunidad de agradecerte y presentarme antes, soy Maito Gai pero dime Gai, muchas gracias por tu apoyo.— hizo una gran reverencia y la niña comenzó a negar repetidas veces, tratando de decir que no debía de agradecerle.— ¡Quiero protegerte de esa mujer!.— ni bien volvió a enderezarse, dejo escapar su más puro pensamiento lo cual la tomó por sorpresa.

— Pero Gai-kun, cuando tú vayas a casa y yo deba volver a la mía...— ella negó, corriendo la mirada tristemente sabiendo que no seria capaz de protegerla de aquella malvada mujer. Antes de que ambos volvieran a caminar para adentrarse un poco más al bosque, Gai tomó velozmente la mano de Momo.

— ¡Casate conmigo!.— exclamó emocionado y sonrojado.— Así no deberás volver jamás con ella y podré mantenerte a mi lado a todas horas.— sonrió lleno de felicidad creyendo que su plan era completamente perfecto. Momo enrojeció de pies a cabeza con tal propuesta y su mano comenzó a temblar como una delgada hoja.

— N-no tenemos la edad.. suficiente para eso.— volvió a negar, desanimada. Aquello la había apenado y enternecido, pero también la había decepcionado un poco.

— No te preocupes, entonces pensaré en ello.— Gai dijo tranquilo al leer su expresión y comenzó a caminar aún de su mano.— Solo ven conmigo por ahora.— pidió, a lo que ella, sin dudar, accedió.

Cuando habían encontrado un lugar seguro, Gai con la poca experiencia en supervivencia que tenía, juntó algunas ramas e hizo una pequeña fogata. Estaban vacíos, sin nada de nada, y eso les preocupaba. El niño no había pensado bien las cosas, solo había improvisado, y lo que menos quería era herir o lastimar a su ahora amiga Momo.

Los dos se sentaron lado a lado, frente a la fogata. Gai vio como Momo tiritaba y se sacó la bufanda que lo cubría.

— Tienes frío.— afirmó mientras colocaba aquella tela sobre el cuello de su acompañante.

— U-un... poco.— ella, con su voz entrecortada contestó. En verdad que la temperatura había bajado y en ese tiempo estar fuera no era lo ideal.

— Ven, acércate.— el pelinegro abrió sus brazos y Momo, al notar cuál era su intención, con timidez se acercó para ser rodeada por él. Gai se sonrojó al igual que Momo.
La estaba abrazando, sentía su calor corporal y su aroma a dulces flores, su cabello que golpeaba con su mejilla era muy suave y aunque su respiración estaba un poco descontrolada se oía bien.

Los dos estaban bien frente a la fogata tratando de mantener su calidez, uno de lado del otro se sentían protegidos y a salvo.

Mientras ambos estaban tranquilos y en silencio, la idea de aquella leyenda sobre el hilo rojo que antes habia escuchado de su madre cruzó por la cabeza de Momo quién siempre había soñado con un príncipe azul que la rescataría de los tormentos. Creyó que era demasiado joven para sentir todo esto pero... para el amor no hay edad.
Gai estaba siendo genuinamente su príncipe en ese momento, la estaba tratando de ayudar y salvar.
¿Él era su persona especial al otro extremo del hilo rojo? ¿Su príncipe azul? O mejor dicho... verde.

— Gai-kun...— lo llamó en un susurro y haciendo que este la mire.— Gracias por haberte enfrentado a ella solo para salvarme, fue muy arriesgado.— aseguró, escondiendo un poco su rostro en la bufanda que ahora la cubría y sintiendo el aroma de su acompañante.

— No debes agradecer.— ahora él habló, negando rotundamente.— Jamás dejaré que alguien cometa una injusticia en mis narices.— declaró con su ceño levemente fruncido cuando recordó el día que aquella mujer la había golpeado tan indiscriminadamente.— Por cierto... ¿ella es tu madre?.— preguntó, con cierta curiosidad. A su parecer, las madres no debían tratar así a sus hijos.

— No, claro que no lo es.— Momo negó rápidamente, con disgusto de solo pensarlo.— Ella es... la novia de mi padre...— suspiró la pequeña ni bien terminó la oración.— Mi madre murió en... una misión.. Por eso papá no quiere ingresarme a la academia.— aclaró y Gai la sostuvo con un poco más de fuerza, un poco arrepentido de su pregunta.

— Lo lamento...— dijo, compadeciéndose de ella y también soltando un suspiro.

— Sí, yo igual.— la rubia jugó con sus manos mientras miraba la fogata.— Papá casi ni está en casa, siempre trabaja y se podría decir que esa mujer se aprovecha de ello. No le importa golpearme o insultarme cuando papá no está.— confesó y el niño sintió como una rabia profunda lo consumía al tan solo enterarse de ello. No sabía como ni por qué sus sentimientos hacia aquella niña se habían intensificado tanto pero lo único que quería era protegerla.

— Deberías decirle a tu padre.— recomendó él, viendo los pequeños puños de ella cerrarse y tensarse.

— No, él no me creería.— aseguró.— Está cegado por ella.— repentinamente se escuchó un suave sollozo y Gai sintió como sus piernas comenzaban a humedecerse mientras la niña trataba de secar sus lágrimas.

— No... no llores.— pidió preocupado, abrazándola con más fuerza y acariciando su cabello para consolarla. Verla de esa manera le ocasionó otra vez la presión en el pecho que antes habia sentido cuando la mujer la había golpeado, no le gustaba para nada.

— Lo... l-lo siento...— se disculpó con su voz quebradiza. El pelinegro se separó de ella y la tomó de las mejillas, apretujando un poquito.

— Debemos probar en decírselo, si te esfuerzas con cuerpo y alma, todo saldrá genial.— la aconsejó.— Además.. prometo cuidarte si algo pasa, prometo estar contigo toda la vida.— sonrió y alzó su pulgar mientras ella lo miraba perpleja. Su rostro se deformó un poco y sorbo sus mocos mientras más lágrimas comenzaban a salir y pequeños quejidos se escuchaban. Lo abrazo, pegando su rostro a su pecho y llorando sin contenerse.

Lloraba, si... pero esta vez no era tristeza, si no una pura y dulce alegría.

Alegría de haber conocido a ese niño.

— O-oye Momo-chan, no llores.— volvió a decir Gai, preocupado.

Las horas pasaron y ahora la niña rubia y de bellos ojos descansaba en las piernas de Gai que contenía la fogata para no hacer que pase frío. Había oscurecido y estaba seguro que ya los buscaban, en algún momento deberían irse pero por ahora quería mantener lejos a su amiga de aquella bruja.

— ¡Gai!.— el grito del hombre de bigotes asusto a los niños, haciendo que la rubia despierte y vuelva a pegarse a su amigo, con miedo.

— Tranquila.— Gai le sonrió para tranquilizarla pues ya sabía quien era. Su padre, Dai, apareció en un instante frente a ellos.— Papá...— dijo, con miedo de que se llevara a Momo.

— Hola señorita...— el hombre hizo una media reverencia en forma de saludo que fue correspondido.— Gai.. Lamento decirles que están buscando a Momo-san.— dijo con cierto desdén y disgusto. Momo se alarmó.

— ¿L-lo dice en serio?.— tartamudeo nerviosa por lo que vendría luego.— Debo irme entonces.. yo...— se separó de Gai pero este pronto volvió a tomar su mano.

— Iré contigo.— dijo, apretando un poco su agarre y ella bajo la mirada, sonrojada.— Papá, ¿ellos están en nuestra casa?.— preguntó rápidamente, mirando al mayor.

— Así es...— dijo Dai con una sonrisa orgullosa, estaba feliz por la decisión de su hijo.

— Vamos Momo-chan.— dijo para luego ir los tres juntos de nuevo a la aldea.

Momo temblaba y Gai intentaba contenerla, no quería que este mal. Lo arreglaría todo, ya nadie la tocaría.

Al llegar a la casa de los Maito, se podían visualizar las dos siluetas, una masculina y otra femenina.

— Momo ¡cariño!.— la cínica voz de la mujer sonó y Gai sintió como el agarre de sus manos había sido nuevamente apretado por su amiga. Momo estaba escondida detrás de Gai, sintiendo la mirada de aquellos adultos.— Ven pequeña, ya estas a salvo.— la mujer se puso de cuclillas y estiró sus brazos, su expresión era completamente distinta a las anteriores como si realmente fuera amable, la mujer tenia la intención de que la pequeña fuera hasta ella pero eso no pasó.

Si hubiese sido en otra ocasión, Momo siquiera hubiese dudado pues sabía que si no luego sería peor, pero ahora se sentía protegida.

— ¡¿Qué le hiciste a Momo?!.— gritó escandalizada aquella al ver que la rubia la había despreciado.

Ignorando olímpicamente a la mujer, Gai se dirigió al hombre de cabellos rubios que miraba a la niña y el agarre de las manos de ambos niños con preocupación.

— Señor, debo hablar con usted sobre un grave problema.— Gai, valeroso, se dirigió al mayor el cual suponia era el padre de Momo.

— ¿Qué ocurre?.— el hombre, atento a aquel pequeño, se preocupo aún más por la maners en la que ese pequeñin se había dirigido a él. No entendía que había ocurrido para que su hija desapareciera y ahora estar en tal situación... De todas formas, cuando supo sobre que ella había escapado, dejó el trabajo enseguida y salió de prisa en su búsqueda. Momo era lo más importante que tenía en su vida, por eso trabajaba, para darle todo.

Tragando saliva con nervios y su mano sudorosa, miro fijamente al hombre al frente suyo y sin dudar, soltó las palabras.

— Su hija es maltratada físicamente por esa mujer.— declaró firme, señalando a la mujer a su lado que no se lo esperaba para nada.

Un silencio sepulcral se formó en el ambiente y los ojos del hombre se abrieron como órbitas al escuchar tal declaración. Volteo a ver rápidamente a su pareja que parecía bastante nerviosa.

— ¡¿Qué dices?!.— exclamó aquella pelinegra acercándose amenazante al niño pero siendo detenida por Dai.

— Jovencito, no... no debes jugar con cosas tan serias.— el padre de Momo dijo, negando a toda costa aquellas palabras sin querer creer que podría ser verdad.

— ¡Gai-kun no juega!.— se escuchó la voz de la niña que pronto salió de la espalda de su amigo.— Él... él habla con la verdad.— volvió a decir tímidamente mientras lágrimas se acumulaban en sus ojos.

Su padre no podía creerlo, volvió a negar y mirar a su hija.

— Momo, ¿puedes explicarme tales cosas que estás diciendo?.— solo creía que era una confusión de niños, alguna travesura. No, su hija no podía haber sido herida en sus propias narices, ni mucho menos por la mujer que lo acompaña.

— Papá... ella me golpea siempre que tú te vas, me trata como basura y me dice que para lo único que sirvió mamá fue para carnada.— confesó, sin miedo y apretujando un poquito más la mano de su amigo.

— ¡Niña!.— la mujer la llamó, como advertencia de que debía callarse.

— ¿Eso es verdad?.— ahora el de cabello rubio se había acercado a la mujer en dos pasos y mirándola fijamente, enfurecido. Si esto seguía así, no respondería de sus actos.

— ¡Claro que no! No sé que ideas le metió este niño a nuestra Momo.— volvió a hacerse la víctima aquella pelinegra mientras falsas lágrimas caían por sus ojos para intentar hacer que ese hombre le crea... Pero Momo valientemente, subió sus mangas y fue frente a su padre.

— ¡Mira papá!.— exclamó, desesperada para que le crea y demostrándole a su padre todos aquellos hematomas en su piel causados por la mujer que quería hacerse pasar por víctima.— ¡Yo no soy tu Momo! ¡Jamas serás como mi madre!.— aseguro la rubia a la maltratadora, mientras la pelinegra la miraba con odio y rabia.

El hombre completamente sorprendido y decepcionado de si mismo, apretó su mandíbula y tenso sus puños.

— Momo...— suspiro y se puso de cuclillas frente a ella.— Realmente... lo siento.— la niña, sorprendida y adolorida de ver de tal forma a su padre corrió a él y lo abrazó con todas sus fuerzas.

— Papá... Y-yo... te amo pero ya no iré con ella, quiero quedarme con Gai-kun, ella me lastima.— sollozó ella en su hombro.

— No, ella no irá.— negó su padre, rodeándola protectoramente con sus brazos y mirando a esa mujer que era sostenida por Dai al haber intentado escapar.— Y jamás te volverás a acercar a mi hija.— advirtió lleno de odio.

— ¡No me puedes hacer esto!.— protestó ella.— ¡No por esta niña!

— ¡Esa niña es mi hija!.— él dijo y miró a Dai para hacerle una seña y en ese momento el ninja se la llevó.

(...)

— Gracias Gai-kun.— Momo al momento de despedirse hizo una reverencia con un leve sonrojo en sus mejillas mientras sostenía la mano de su padre.

— N-no tienes que agradecer, Momo-chan.— el pelinegro, avergonzado negó, rascando su mejilla. Ella se soltó de su padre para acercarse a su amigo, tomarlo y besar una de sus mejillas, dejándolo perplejo y completamente rojo como un tomate.

— Eres el chico mas cool y bonito de toda Konoha y el mundo entero.— enfatizó la niña, con una gran sonrisa y alzando su pulgar para luego volver con su padre.

— Momo-chan...— murmuró, bajando su mirada apenada y escuchando las pequeñas risitas de la niña.

— Gracias pequeño.— agradeció ahora el hombre, despeinando suavemente el cabello del niño y sonriendo para luego agradecer al otro hombre con un apretón de manos.

— Luego nos vemos, ¡te buscaré aquí y... ¡prometo entrar contigo a la academia!.— ella aseguró emocionada.— ¿No es así papá?.— lo miró y preguntó, ilusionada.

— B-bueno...— él respondió ciertamente dudoso.

— Si usted lo aprueba...— Gai rápidamente se metió a la conversación, dirigiéndose al rubio.— Prometo cuidarla para toda la vida, ¡en todas las misiones!.— dio su palabra de corazón, enterneciendo al hombre que no se esperaba esa genuina promesa venir de un niño.

—Entonces... por mí esta bien.— asintió el mayor y los dos niños se miraron entusiasmados.

— ¡Entonces pronto seremos una pareja de casados!.— vociferó Gai, tomando las manos de la niña y comenzando a saltar juntos.

— ¡¿Eh?! Nadie habló de casamientos.— se alarmó el padre de Momo y Dai rió mientras los pequeños festejaban.

Después de todo, Gai y Momo jamás se separaron.

((٩(´͈ᗨ'͈)۶))

Ya saben, perdón por mis errores. A veces se me pasan.
Disfruten🌸

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