La Primera Ruptura

By Julie18_08

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Lo único que Derek deseaba en la vida era equilibrio y tranquilidad, pero con lo exigente que era consigo mis... More

1. Una residencia casi vacía
2. La ironía de la ventana
3. Era un buen tipo
4. Algunos favores
5. Ventajas y desventajas de una amistad
6. La chica de la fiesta
7. Lo que la gente piensa
8. La inexistencia del amor
9. Respira
10. No está bajo control
11. Patrones
12. Amigos y sus amantes
13. Algo de malhumor
14. Compañeros en la tragedia
15. Malentendidos
16. Terapia: la profesional y la amateur
17. Dos ventanas
18. Un momento
19. Viaje
20. Relaciones fracturadas
21. Cuestionamientos
22. Sigue corriendo
23. Coincidencia
24. Ser cuidadoso
25. Buenos términos
26. La posible existencia del amor
27. Relaciones platónicas
28. ¿Qué?
29. Bajo la lluvia
30. Acuerdos
31. Casi
32. Un poco de caos
33. El glamour de la mañana
34. Un límite difuso
35. Hablando del drama
36. Cambié, ¿tu cambiaste?
37. Un juego perdido
38. Una noche sin sueño
39. Una prueba
40. Se acerca
41. Como lo concretamos
42. Los últimos días
43. Casa
44. Algunas cosas inevitables
45. Más que un hotel
46. En lo público
47. Ir con lentitud
48. Un joven con reservas
49. Perturbaciones
50. Unas últimas palabras

0. Un discurso inolvidable

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By Julie18_08


Si podía elegir una cosa de la cual quejarme en ese preciso instante era que usar corbata tenía que ser una de las peores torturas que le había deparado la sociedad, y la moda, al hombre. Tan solo podía compararlo con la extraña necesidad de los humanos por hacerse pasar a sí mismos por situaciones incomodas sin una razón lógica aparente, como cuando mi hermana comía helado siendo consciente de su intolerancia a la lactosa.

Con este pensamiento me llevé la mano izquierda al cuello y aflojé levemente el nudo de la corbata con cuidado de no desarmar por completo mi pulcra imagen. Sabía que mamá no iba a regañarme si me la quitaba, pero también sabía que todos en el salón miraban de cuando en cuando nuestra mesa y nos juzgaban en secreto.

Desde que tenía quince años que había comenzado a notarlo y podía testificar que no era para nada placentero. Mamá tenía el don de caerle bien a las personas gracias a un peculiar carisma y seguridad, pero ese mismo don le había hecho ganarse tanto la simpatía de algunos como el odio absoluto de otros. Ella siempre decía que daba igual porque era la "Jefa Suprema", y tal vez tenía razón, pero el problema era que hoy no estaba pasando por su mejor momento y eso significaba un alto riesgo de desastre.

Volví a acomodarme en la silla y busqué a tientas la mano de Alice, cuando la encontré la sostuve con firmeza y la miré de reojo. Se veía realmente hermosa con el cabello recogido en una trenza que caía por su hombro, además de que las tenues luces del salón estaban haciendo maravillas sobre su piel. Se veía absolutamente hermosa, pero su mirada distraía rompía un poco la magia.

-¿Estás segura de que te encuentras bien?- le pregunté inclinándome sobre su hombro.

-Tengo una migraña.- admitió cerrando los ojos.

-Ve a la recepción y pide algo para el dolor, o podrías descansar un rato en alguna habitación.- le indiqué apuntando la salida del salón.

Alice siguió mi mirada y pareció sopesar un poco la idea, hasta que finalmente asintió con resolución y me sonrió.

-Sí, necesito relajarme.-

Le sonreí y ella me dio un fugaz beso en los labios antes de retirarse de la mesa, la observé alejarse a paso lento hasta que desapareció de mi vista. Anoté en mi mente que debía buscarla cuando terminara el evento, principalmente porque yo no podía simplemente desaparecer y dejar abandonada a mi familia.

-¿Adónde va?- preguntó mamá al notar su ausencia.

-No se estaba sintiendo muy bien.- le expliqué.-¿Cómo te sientes tu?-

-¿Eres doctor?-

-Sí, saqué mi título por Internet.- le respondí.

-¿Por qué no lo dijiste antes? Nos hubiéramos ahorrado tanto dinero.- dijo siguiéndome la corriente.

-Debes hablar en el podio dentro de una hora.- le recordé, volviendo al tema.

-Sí, claro.- asintió.

La observé con detenimiento. Tenía una sonrisa despreocupada en el rostro que la hacía ver más joven y su postura continuaba siendo casual, como si nada en el mundo le preocupara jamás. A su lado se encontraba sentado mi tío, quien estaba completamente concentrado en su móvil y no demostraba ninguna clase de consciencia de lo que había a su alrededor. Y junto a mi estaba Maya, mi hermana, con una cuchara en la mano y una copa de cristal repleta de helado frente a ella.

Pestañeé varias veces y volví a examinar el contenido de esa copa.

-¿Qué mierda haces con una copa de helado?- exclamé en voz baja, arrebatándosela.

-Es mi cuerpo, yo elijo qué entra y qué sale de él.- gruñó estirando sus manos en dirección a la copa.

Lo que pasó luego fue una de esas cosas que había estado intentando evitar durante todo el día, es decir, un escándalo. De alguna forma logré mantenerla lejos de la copa mientras ella intentaba alcanzarla como si su vida dependiera de ello. Mamá simplemente mantuvo una sonrisa extasiada mientras nos observaba discutir en voz baja.

Sin pensarlo mucho agarré a un mesero y le entregué la copa, luego le indiqué que no trajera nada con leche a nuestra mesa. Fue un asunto rápido y revoltoso, pero que al parecer había pasado desapercibido.

-No sé si quejarme porque eres el peor hermano de la vida...- dijo Maya.-O si creer que el patriarcado ha atacado otra vez la libertad del género femenino.-

-Fue el patriarcado, obviamente.- la apunté.

-Siempre es el patriarcado.- concordó lanzándome rayos láser metafóricos de los ojos.

De pronto me sentí muy satisfecho conmigo mismo por haber ganado esa ronda en nuestra imaginaria competencia fraternal, siempre era un logro saber que había hecho algo que la perjudicaba levemente. Podría soltar una risa malévola de no ser porque estaba en medio de gente importante.

-Mamá.- la llamé al cabo de unos segundos de regocijo.-Supongo que trajiste tu discurso.-

-¿Qué discurso?-

-Tu discurso.- repetí.-El discurso que debes decir en cincuenta minutos y que escribimos juntos por un mes completo.-

-Oh, ese discurso.- asintió con lentitud.-Lo olvidé en casa, pero puedo improvisar. Siempre funciona en las películas.-

Amaba a mi madre, pero a veces tenía la necesidad de lanzarle cosas a la cara. Mi buen humor cayó al piso y tuve un pequeño ataque de nervios que se vio manifestado en darme una palmada en la cara, no en la de ella, como debería haber sido. Intenté buscar mi zen interior para relajarme, pero luego recordé que nunca había podido manejar la frustración demasiado bien.

-Mamá, tu nunca aprendes.- le dijo Maya.

-¿Lo dice la enana que estaba a punto de comer helado?- contestó ella.

Ambas continuaron intercambiando una serie de frases que no hacían sentido en mi cabeza. Finalmente decidí ponerme de pie, y al hacerlo le hice un gesto a mamá para que me siguiera. Ella rodó los ojos exasperada, pero aún así se levantó de su silla y me siguió mientras la guiaba por el hotel.

Terminamos en las oficinas de administración que se hallaban tras la recepción, el séquito de asistentes que siempre seguía furtivamente a mamá entró con nosotros y nos miró a la espera de instrucciones. En mi interior siempre los había odiado, cuando era pequeño pisar uno de los hoteles significaba que ellos me arrebataban a mis padres y ahora que era mayor los odiaba porque también me seguían a mi.

Yo apenas tenía diecinueve, volvería en meses a la universidad, no estaba estudiando nada que me permitiera seguir el camino negocioso de mis padres y aún así ya me miraban como si fuera a ser el siguiente "Jefe Supremo" Esto era culpa del patriarcado, se iban a llevar una sorpresa cuando se dieran cuenta de que Maya sería la siguiente gran jefa.

-¿Pueden dejarnos un momento?- les pedí con suavidad y sus piecitos se pusieron en marcha al instante.

-Derek, estás exagerando.- dijo mamá despreocupada.-Saldrá bien.-

-No es que no confíe en tus habilidades comunicativas...- comencé.-Eres muy carismática y todo eso, pero a veces cuando estás vulnerable de tu boca salen disparates.-

-Sólo debo agradecerle al Sr. Anderson por sus años en la empresa, desearle una buena vida... que por cierto será muy corta, ¿te has dado cuenta de que fuma todo el día?-

-Esos mismos comentarios son los que se te escapan en situaciones como esta, y puede ocurrir cuando estes frente al microfono.- comenté.

-Si pasa todos reirán conmigo, están obligados.-

-Mamá, sé el discurso de memoria... puedo escribírtelo o ayudarte a recordarlo.-

Enseguida me asomé por la puerta de la oficina y llamé a una de las asistentes, la joven me miró expectante y le di las instrucciones de lo que debía hacer de forma concisa. Era simple, debía anotar en su tablet todo lo que yo iba a dictarle y luego correr a imprimirlo y a enviarlo a todos los dispositivos móviles de toda mi familia.

Cuando esto quedó claro me senté frente a mamá y comencé a recitarle el discurso, el cual estaba lleno de alabanzas a los años de gerente general del Sr. Anderson en los hoteles de la zona. El hombre había sido un buen empleado, pero también era cierto que a veces se dejaba llevar por la atmósfera competitiva de la empresa y tomaba decisiones extrañas. Según papá ya era tiempo de buscar un gerente menos preocupado de defender su puesto y más centrado en hacer bien su trabajo.

-Lo tengo.- dijo mamá.

-¿Segura?-

-Sí.- asintió a pesar de que no se veía cien por ciento convencida.

-Vas a improvisar.- dije.

-Sí, más o menos.- confesó.-Pero estará bien, te encantará.-

Asentí, a pesar de que en el interior me estaba preparando para presenciar un desastre de proporciones épicas. Mamá llevaba años haciendo este tipo de cosas y uno podría creer que eso significaba que tendría todo bajo control, pero la realidad era otra. Los discursos públicos nunca habían sido su fuerte.

-Sólo... no hagas bromas, olvídalas por completo.- le aconsejé.

-Derek.- dijo poniendo una mano sobre mi hombro.-A veces la espontaneidad es necesaria, si planeáramos todo la vida sería monótona y aburrida.- me dijo.

-Y también sería un absoluto caos.- dije.

-Hablas como él...- comentó rodando los ojos.

Todo en su expresión me demostró irritación y resentimiento, muy parecido a lo que se mostraba en su rostro cuando algo no había salido como quería. Otra vez sentí un poco de pánico por ella, porque este era el humor en el que no rendía de buena forma. Si tan solo no hubiera discutido con papá...

-¿Siguen en malos términos?- le pregunté por impulso, a pesar de que estaba seguro de que eso no ayudaría a nuestra situación actual.

-Lo odio.- dijo.

Se cruzó de brazos y alzó la barbilla, como retándome a contradecirla. Suspiré y me esforcé en no sonreír. La conocía y sabía que esa afirmación solo servía para alimentarle el orgullo herido y mantener su terquedad.

-Es un hombre horrible.- dije y ella me miró con sorpresa.-No me imagino qué viste en él, siempre será un misterio para mí.-

-Bueno, me hace sentir...- se llevó una mano a la barbilla pensativa y se quedó mirando a la nada por unos segundos.-Maldición.- gruñó.

-No lo odias.- comenté con plena seguridad.

-Mejor hablemos de ti y de la necesidad de espontaneidad en la vida.- dijo ignorándome por completo.-Lo que necesitas es más diversión, eres joven... tienes una linda novia, deberían irse de vacaciones juntos a algún lugar exótico.- dijo y vi algo encenderse en sus ojos.-¡Una isla! ¡Oh! ¡Una selva!- exclamó.-Sí, eso... pagaré por todo, será mi regalo antes de que te vayas a la universidad y será genial... vas a divertirte tanto.- dijo más emocionada de lo que debería.

-No sé si...-

-Hablando de novias, ¿por qué nos vas con ella?- sugirió.-Prometo que estaré bien, solo bajen antes del discurso.- dijo.

-¿Segura que estás bien?-

-Sí, tu solo ve por Alice.- me animó.

-Ok.- asentí no muy convencido de dejarla.-Volveré pronto.-






Encontrar a Alice me llevó tan solo unos minutos, pues la recepcionista me dio el numero de la habitación que le habían entregado. Subí al ascensor y oprimí el botón del ultimo piso, en el cual se encontraban las habitaciones más costosas de todo el hotel. No me sorprendió que la enviaran allí, pues el staff ya la conocía y eso significaba que la trataban como si fuera de la realeza.

Salí del ascensor al pasillo y recordé la primera vez que la llevé conmigo a uno de los eventos que se solían celebrar en el hotel. Había estado tan nerviosa de conocer a mi familia que incluso yo temblaba. Por suerte mamá logró que se relajara y pronto nos hallamos enfrascados en una conversación más agradable de lo que había pronosticado.

Llegué a la habitación y toqué la puerta con los nudillos, tuve que esperar pocos segundos antes de que abriera. En mi rostro había una sonrisa relajada que se desvaneció al notar que ella no se veía tan feliz como yo.

-Alice.- dije empujando la puerta para entrar.-¿Te encuentras bien?-

Le tomé el rostro con ambas manos y la inspeccioné lo mejor que pude, toqué sus mejillas en busca de fiebre y le pedí que me describiera como se sentía, pero ella negaba que hubiera algo mal.

-Sólo estoy cansada.- afirmó.

-Está bien.-

-Pero...- tomó una gran bocanada de aire y lo contuvo, observándome con más angustia de la que jamás había visto en sus facciones.

-Ok, no te creo.- negué.-Algo te pasa.-

-Yo sólo...- suspiró.-Ya no lo aguanto más.-

Dicho esto se llevó ambas manos al rostro y soltó un sollozo tan estruendoso que pensé que estaba a punto de decirme que toda su familia había muerto trágicamente en un desastre natural. Esta era la primera vez en mi vida en la que me enfrentaba a una mujer que lloraba sin parar y no supe qué hacer.

Todo lo que sabía del mundo me dijo que debía abrazarla, así que lo hice. También me dijo que debía acariciarle la espalda, así que lo hice. Oh, y también dijo que debía susurrarle palabras para reconfortarla, así que también lo hice. Ella lloraba y yo me sumía en un nerviosismo que nunca antes había experimentado.

Me quedé sosteniéndola por unos diez minutos, repitiendo cada una de esas acciones y con la mente en blanco. Lo único que sabía era que verla así me estaba afectando poco a poco y que no estaba seguro de si podría aguantar el llanto, lo que probablemente no la ayudaría a superar la tristeza.

-Lo siento.- la oí murmurar.

-No te preocupes.- le dije.

-Lo siento tanto.-

-Está bien.-

-¡No está bien!- chilló.

Sentí un escalofrío recorrerme la columna y me alejé un poco de ella, lo suficiente como para mirarla a los ojos. Ella me miraba completamente devastada, tenía la nariz y las mejillas rosas, sus pestañas se habían humedecido por las lagrimas y su labio inferior aún temblaba. Esto no se veía bien.

-¿Quieres decirme qué pasa?- le pregunté.

-¡No!- exclamó y me empujó.

Corrió hacia la cama y se lanzó sobre ella, luego agarró una almohada y la abrazó con todas sus fuerzas. Me quedé de pie en mi lugar completamente desconcertado, no sabía si seguir preguntándole cual era el problema o darle espacio para que se desahogara.

Seguía debatiéndome entre esas dos posibilidades cuando Alice se irguió, aún abrazando la almohada, y me miró. Se limpió los ojos con las manos, haciendo que todo su maquillaje se moviera por su cara e intentó sostenerme la mirada. De pronto me sentí expuesto ante una fuerza desconocida.

-Lo siento, ha sido una semana difícil.- dijo.-Pero ya no puedo más y... creo que mereces saberlo.-

Dicho esto mi cabeza comenzó a sacar conclusiones apresuradas, buscando el significado oculto tras esas palabras y dándoles una connotación tal vez demasiado dramática.

-¿Me engañaste?- pregunté frunciendo el ceño con cierta sospecha.

-No.- tragó saliva.

-¿Crees que yo te engañé?-

-No.- negó.

-¿Estás embarazada?-

-No.-

-¿Murió tu gato?-

-¡Dios, no!- sollozó.

-No puedo seguir adivinando para siempre...-

Alice asintió, sus labios se convirtieron en una linea recta y desvió su vista a las sabanas de la cama. De pronto la atmósfera de toda la habitación se volvió pesada y decidí que necesitaba quitarme la corbata para poder respirar. Ella estaba ahí, acurrucada en la cama sin mirarme y atrapada dentro de sus propios pensamientos. Y yo... yo no podía moverme de mi lugar.

-Es algo que he tenido en el pecho desde hace mucho, pero no sabía como decírtelo y la semana pasada estaba viendo Los Simpsons y Homero dijo algo tan sabio acerca de la vida... no recuerdo como era, pero me abrió los ojos.- dijo apretando el almohadón.-La cosa es que hemos estado juntos por dos años, te he amado desde que tenía trece y eres mi primer novio y me encanta estar contigo y eres genial en todos los sentidos.-

-¿Entonces...?- pregunté, ansioso por entender.

-Pero...-

-Pero.- repetí inaudiblemente, consiente de lo que se venía.

-Pero me he dado cuenta de que te he entregado los mejores años de mi adolescencia, y no me arrepiento para nada, han sido años increíbles y mis padres te adoran... Pero estamos a punto de irnos por caminos separados y...-

-Ya mantuvimos una relación a larga distancia los dos años anteriores.- le recordé.

-Lo sé, lo sé.- dijo alzando una mano para detenerme.-Y estoy segura de que lo podemos lograr otra vez.-

-¿Entonces...?- repetí.

-Lo que pasa es que creo que prefiero empezar de cero, porque tengo una crisis existencial y en realidad no sé quién soy. Tengo que salir a buscar mi verdadera identidad y no voy a lograrlo si me aferro a la que ya tengo, necesito estar sola para poder reflexionar y conocerme y aprender a amarme y a valorarme como la mujer fuerte e independiente que pretendo ser.-

Las lagrimas volvieron a brotar y el llanto se hizo inevitable. No tenía que ser un genio para darme cuenta de que Alice, la única novia que había tenido en la vida y la que creí sería la madre de mis hijos, estaba terminando conmigo.

Describir lo que estaba sintiendo mientras la veía llorar era imposible, pues más que una explosión o mezcla de emociones, lo que sentía eran las manos frías y mis pensamientos corriendo a mil por hora. Sólo tenía una cosa clara: este ataque era culpa de Los Simpson.

-Sólo quiero que sepas que te amo.- dijo de pronto y sentí algo resquebrajarse en mi pecho.-Y que no eres tu, soy yo.-

Esa terriblemente utilizada frase fue la responsable de traerme de vuelta a la realidad. De pronto la pesadez del ambiente se disipó y vi con más claridad lo que estaba sucediendo, y por cierto, lo que estaba sucediendo era una mierda.

-Deberías irte.- le dije.

-No quiero que te enfades conmigo, podemos seguir siendo amigos.-

-No estoy enojado.- aseguré.-Pero si no te vas en dos minutos les diré que comiencen a cobrarte por la habitación y te juro que esa deuda será peor que la de la universidad.- dije apuntando la puerta.

-Derek.- me llamó.

Se levantó de la cama, sin soltar la maldita almohada, y caminó hasta mí con el cuerpo torcido, como si sus músculos hubieran perdido toda la fuerza. Me miró con sus hermosos ojos marrones enmarcados por el ceño fruncido y repitió mi nombre con angustia.

Por alguna razón se me vino a la mente el día en el que me di cuenta de que quería estar con ella. La vi caminando contenta por el pasillo de la academia, sosteniendo su libro de matemáticas a un costado y sonriéndole a su amiga. Recordaba haberme quedado como idiota, paralizado mirándola y tratando de escoger las palabras adecuadas, y cuando recobré las funciones básicas de mi cerebro me acerqué para invitarla a salir.

Deseé volver al pasado y decirme a mí mismo que salir con mi compañero de laboratorio habría sido más sensato que salir con ella, quizás él ya conocía su identidad. O tal vez no, era raro y le gustaban los espárragos. El punto era que hubiera preferido volverme un antisocial o haber creado mi propia categoría sexual para agregar al infinito LGBTQIA+ que estar pasando por esto.

-Alice.- dije.-Sólo vete antes de que siga imaginándome idioteces.- le pedí.

-Te llamaré, necesitas tiempo para procesar bien lo que acabo de decirte y lo entiendo.- dijo.-Lo entiendo, en serio... pero solo debes saber que esta es una oportunidad para que también reflexiones acerca de lo que en verdad quieres en esta vida...-

-Si llegó antes que tu a la recepción... les diré que te cobren a partir de ahora.-

Miré mi reloj y vi que eran las 20:55 de la tarde, entonces la observé de reojo y corrí fuera de la habitación. No pasó mucho antes de que escuchara sus pasos apresurados tras de mi, pero llegué antes a los ascensores y presioné el botón con insistencia, ella llegó al cabo de unos segundo e hizo lo mismo.

-Derek, no estás razonando.- dijo ligeramente desesperada al ver que yo no dejaba de apretar el botón.

-Trajiste el almohadón.- apunté.

Ella miró el almohadón que aún abrazaba, luego me miró a mí y luego sobre los ascensores para ver en qué piso se encontraban. Hubo una clase de cortocircuito en su cerebro, seguramente pensando qué hacer. No tenía que decirle que ese almohadón podía resultarle igual de caro que tres minutos en la habitación, aún así, se lo dije.

-Ese almohadón podría pagar un semestre completo en la universidad, será mejor que lo regreses.- apunté.

-No estás comportándote como un adulto.- replicó con voz chillona.

-Lamento que mi identidad no haya evolucionado tanto.-

La puerta de uno de los ascensores se abrió y entré en él. Alice se quedó de pie fuera, sin saber qué hacer, pero se demoró demasiado y las puertas se cerraron. Cuando estuve solo en el interior me apoyé sobre la pared y dejé que mis hombros cayeran ante la derrota, no importaba si llegaba antes con la recepcionista, ya había perdido.

Como había pronosticado, Alice continuaba en la habitación o en el ascensor, por lo que corrí al mesón de la recepción y prácticamente me lancé hacia la recepcionista más cercana. La mujer me observó con los ojos muy abiertos y sonrió incomoda, no muy segura de lo que estaba pasando.

-Quiero que le digas a Alice que a su cargo hay...- miré mi reloj.-Seis minutos en la Suite Golden Premiun.-

-No cobramos por minuto...-

-Inventa una suma desorbitante, si ves que se pone pálida es porque lo hiciste bien.- dije y sonreí.-Es un juego entre nosotros, no te preocupes, sólo actúa bien ¿sí?-

-Sí, señor.- asintió y sacó su calculadora.-Por cierto, la Sra. Renault acaba de subir al escenario a dar su discurso y quería que lo llamáramos.-

-Mierda, ¿tan pronto?- mascullé.

Continué corriendo y llegué al salón de eventos justo cuando mamá terminaba de presentarse. Sus ojos me encontraron, de alguna misteriosa manera, a través de la habitación y su sonrisa se volvió más despampanante que antes. Sostuvo el micrófono con fuerza y comenzó a hablar otra vez.

-Bueno, todos me conocen y conocen a mi familia.- dijo y hubo murmullos de afirmación.-Y hay alguien que es mucho mejor con las palabras que yo, así que...-

"No" fue lo único que pensé.

-Mi hijo mayor, Derek, dará unas palabras de agradecimiento al Sr. Anderson por sus años de impecable servicio.-

Hubo una ronda de aplausos mientras ella descendía del escenario y yo no pude moverme. No estaba preparado para hablar en público, no cuando acababa de pasar por un hecho traumático como la ruptura de mi corazón.

Este discurso iba a ser muy deprimente. 



*     *     *     *     *     *     *


Y comienza una nueva historia!!!!

Espero que disfrutaran de este primer capítulo y también espero leer sus opiniones en los comentarios, que es por lejos lo más interesante hacer. Siguiendo la tradición de Desastre, dedicaré cada capítulo al primer comentario hecho en el mismo. 

Estaré actualizando una vez a la semana los días sábado y recuerden, esto está recién empezando :D  

- Julie

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