ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1

Por marciaaqova

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A veces las heridas son más profundas de lo que imaginamos, vamos por la vida dejando todo atrás... hasta que... Mais

ᴀᴜᴛᴏʀᴀ ꜰᴀꜱᴛɪᴅɪᴏꜱᴀ
*
ꜱɪɴᴏᴘꜱɪꜱ
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 1
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 2
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 3
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 4
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 5
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 6
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 7
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 8
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 9
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 10
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 11
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 12
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 14
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 15
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 16
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 17
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 18
Capítulo 19
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 20.
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 21
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 22
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 23.
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 24
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 25
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 26
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 27
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 28
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 29
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 30
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 31
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 32
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 33
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 34
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 35
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 36
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 37
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 38
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 39
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 40
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 41
ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 42
Epílogo
Agradecimientos <3
BIG NEWS!!!

ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 13

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Por marciaaqova

NO RECONOCÍ el lugar en el que nos detuvimos, no lo hubiera hecho, aunque lo intentara.

Sentí unos dedos fríos rozando mi mentón, sujetándolo. Me giró gentilmente mientras me encontraba con esos intensos y asombrosos ojos azules. Mordí el labio cuando fui incapaz de aspirar un poco de aire, su mirada se deslizó hacía mi boca. Me pareció inevitable estremecerme cuando su dedo pulgar rozó parte de mi labio inferior hasta que dejé de morderlo. Su mirada se estrechó con cautela y Christopher se apartó rápidamente, como si se hubiera quemado.

Yo estaba que me incendiaba. Mi labio hormigueaba con necesidad.

Me regaló una sonrisa infantil, de esas que me estaban empezando a gustar.

—¿Lista, Valentina?

No era la primera vez que me tocaba de esa forma lenta y después se alejaba con esa actitud de "aquí no ha pasado nada". Como si no pudiera soportar tocarme de ningún modo.

No sabía cómo sentirme con eso. Lo mejor sería no sentir nada, cabía la posibilidad de que solo estuviera sucediendo en mi cabeza.

Había pasado un largo tiempo desde la última vez que decidí salir con alguien del sexo opuesto. Era una persona que piensa demasiado, me era realmente difícil confiar en los demás. La principal razón era que había desechado la idea de salir con una persona atractiva que no me hiciera sentir nada. La palabra clave aquí era: sentir.

Christopher era diferente. Cortarme la respiración, jugar con las mariposas en mi estómago y calentar mi sangre era el inicio, una clase de señal de que algo estaba cambiando en mí, que estaba cada vez más cerca de reavivar las emociones que mantuve congeladas durante mucho tiempo. No estaba enamorada de él ni mucho menos, pero me gustaba más que el resto. Llegaba un momento en la vida donde tenía que elegir vivir con intensidad, recordar que la vida era un juego y a la vez una guerra. Aventurarme fuera de la tranquila soledad.

Lo que estaba pasando entre Christopher y yo no llegaría a nada más que una agradable amistad y no quería perderme nada de lo que pudiera hacer en mí. Él era como un soplo un aire frío golpeándome en el rostro. A mí me gustaba el frío.

No confiaba en él, no creía algún día llegar a hacerlo, pero me hacía reír. Lo que era sorprendente porque en los últimos quince meses solo me había reído con Rosé. En contadas ocasiones. Así que, por el momento, era suficiente.

Sí, Christopher tenía que gustarme más que el resto. Lo suficiente como para acompañarlo al British Grand Prix. Era el circuito de la F1 en Silverstone. Al parecer un amigo de Christopher estaba corriendo. La verdad no le presté mucha atención a lo que me explicaba porque estaba tan atraída a lo que sucedía a mi alrededor. La chica traviesa en mí resurgió con el sonido de los motores rugiendo en mis oídos, entendía perfectamente porque la multitud se volvía loca, con gritos eufóricos cada vez que un monoplaza rebasaba a otro, demasiado cerca para ser seguro. Faltó muy poco para que mi corazón saliera volando de mi pecho cada vez que veía las maniobras de los conductores.

Mis celos se activaron salvajemente. Me daba perfecta cuenta como las chicas devoraban con la mirada a Christopher. Llegué a pensar que era capaz de dejarme ahí para irse a revolcar con alguna de ellas. Porque eran lindas, divertidas y ruidosas. Pero sucedió todo lo contrario. Yo no estaba vestida para ir a un lugar así. Al salir de casa solo me puse un short negro demasiado corto debajo de la camiseta blanca con estampado de Arctic Monkeys que usaba para estar en casa porque era tres tallas más grandes. Ah, y sin sostén. Traté de disimular ese percance dejando que mi pelo cayera suelto sobre mis senos.

Un hombre con la mano demasiado larga me tocó el trasero mientras íbamos caminando a nuestros lugares después de conseguir una bebida, como Christopher venía detrás de mí lo vio todo, le dijo "mantén tus sucias manos lejos de ella si quieres conservarlas." No fueron las palabras más originales para defender a alguien, pero la mirada intimidante que le lanzó hizo retroceder al tipo. Después de eso no dejó que me alejara más que un par de centímetros y cuando me levantaba por la emoción, se aseguró de mantener una mano en mi espalda baja. Todo el rato estuve excitada.

El amigo de Christopher, Edward, era muy buen piloto. Según el chico de los ojos azules su amigo era bastante temerario, por eso había incursionado en esto de las carreras, entre otras cosas. Básicamente amaba los deportes extremos y siempre que podía iba tras ellos. Sonaba divertido y salvaje. En ese momento me sentía eufórica que sin pensar le comenté a Christopher que deseaba hacer algo igual de loco, donde todos mis sentidos estuvieran despiertos y fuera capaz de sentir la sangre correr a través de mis venas. Él solo sonrió.  

Faltó muy poco para que mi corazón se detuviera por completo cuando tres competidores iban demasiado juntos, tratando de rebasarse, uno de ellos era Edward. En un segundo, dos monoplazas chocaron entre sí. Algo salió volando, salió humo y un poco de fuego, pero Edward esquivó el accidente con facilidad siguiendo su propio camino. 

Me giré rápidamente a ver Christopher para saber si él también se había preocupado, pero no. Él tenía una sonrisa presumida, como si supiera que su amigo no quedaría en medio de eso. Me pregunté cómo es que él no tenía miedo después de pasar por un accidente de coche. Para el final todo se había vuelto más arriesgado y temerario. Parecía placentero.  Edward quedó en tercer lugar. Cuando todo terminó estaba tan emocionada que quería conocerlo para asegurarme de que de verdad tuviera todos los huesos en su lugar, pero Christopher dijo que me lo presentaría otro día. Llegar hasta él sería complicado, estaría rodeado de chicas y como yo no quería que Christopher también se viera rodeado, no insistí.

De regreso a Londres nos detuvimos en un restaurante, mientras comíamos nuestras hamburguesas le comenté que no me habían aprobado mi licencia de conducir por algún tecnicismo. Después de burlarse de mí como por veinte minutos y diciendo que no podía ser tan mala, se ofreció a darme algunas clases de manejo personalizadas. ¡Me dejó manejar su LaFerrari!

Me lo tomé en serio hasta que vi cómo se drenaba todo el color de su cara mientras me aventuraba por la autopista. Secretamente me divertía verlo sufrir cada vez que pisaba el acelerador y rebasaba a algún coche negándome a devolvérselo. También estaba esperando esa sensación de miedo abrumador que te hela la sangre y así obtener material para que la pesadilla de mi tragedia se formara en mi cabeza, quería experimentarlo otra vez, saber si las cosas pudieron haber sido diferentes. Estaba cansada de solo tener el recuerdo de una luz brillante y cegadora.

Quizá esa era la diferencia entre Christopher y yo ante un hecho similar, él tenía respuestas mientras yo solo preguntas. 

No obtuve nada, Christopher me hacía sentir segura.

Llegó a mis oídos una canción que jamás esperé escuchar en el coche de Christopher. Estaba tan sorprendida que no me atrevía a mirarlo, pero sentí como se encogía en su asiento. Entonces empezó el estribillo con la voz sexi de Chrarli XCX en "So Over You" y no pude más, estallé en una risa a medida que subía el volumen haciendo que nuestros oídos dolieran.

—¡Ten cuidado! —gritó Christopher cuando esquivé otro coche. Como respuesta, canté la letra a todo pulmón y por primera vez le presté atención, había una parte que me llegaba al corazón, estrujándolo con un recuerdo.  Oh, sí chica, rómpeme tú también—. Vamos, baja la velocidad —repitió Christopher y lo hice.

«...secrets kinda suck to burn...»

— ¿No vas a inventar alguna historia de por qué esa esa canción está en tu repertorio?

Paso los dedos por su pelo y elevó ambas cejas.

—Te habrás dado cuenta que no es el tipo de música que suelo escuchar, pero esa canción me gusta. No voy a negarlo.

«...My tears, they cried...»

Me gustaba que no se avergonzara con sus gustos culposos.

—Entonces cuéntame otro secreto sucio.

—Ese no es un secreto sucio —viniendo de él, estaba segura que no—. Oye, no entiendo por qué te negaron la licencia.

Su sarcasmo me hizo reír de placer. Me había reído tanto ese día que ya no me sentía extraña haciéndolo.

—Ni yo. Nunca lo entendí. Ahora que lo pienso probablemente fue porque no le agradaba a la instructora.

—¿En serio? No me imagino que no le agrades a alguien, hasta cuando te enojas eres divertida.

—Que tú te burles de mí no significa que sea divertida.

Christopher soltó una fuerte carcajada. Después de unos segundos que le sirvieron para tranquilizarse, dijo:

—Estamos perdiendo el tiempo aquí, ¿cierto?

—Claro que estamos perdiendo el tiempo aquí, tú eres un mal instructor. —Moví mi mano para enseñarle la carretera—. Esto parece más una pista para quemar tus llantas, realmente es inevitable para mí no acelerar.

Volvió su mirada al frente tratando de ignorarme como siempre que insinuaba poner en peligro a su "bebé". Se veía tan tierno que me derretía por dentro.

—¿Te gusta la adrenalina?

Pensé en su pregunta por un segundo. ¿Me gustaba la adrenalina?

—Hmm la única adrenalina real que he experimentado es cuando no encuentro café en la mañana —mi expresión sin una pizca de diversión mientras lo miraba fijamente—. Juro que siento como mi estómago empieza a hundirse.

Christopher me devolvió la mirada seria, tratando de averiguar si era verdad lo que acababa de decir, acto seguido resopló y empezó a reír. Incluso sin el techo su risa ronca llenó el coche con su diversión. Golpeé suavemente su brazo para intentar que dejara de burlarse de mí, pero lo único que conseguí es que se convirtiera en una carcajada. Imitando su resoplido, puse mis ojos en blanco. Mordí mi labio intentando disimular una risita. Estaba entre encantada de tener el poder de hacer reír al intimidante de Christopher e indignada de que se divirtiera a mi costa.

La manera en que sus ojos brillaban junto con el sonido de su voz ronca lo hacían lucir tan jodidamente caliente. Me hacía agua la boca.

Sentí que podría llegar a hacer cualquier cosa para escucharlo reír por siempre.

—¿Por qué crees que me molesté cuando te bebiste mi café? Así que no deberías de reírte de mí —dije.

Puse cara de indignación mezclada con tristeza, ojos de cachorro y un puchero infantil antes que él se girará para asimilar mi expresión. Inmediatamente se detuvo. Me miró abatido, siempre funcionaba hacer sentir al otro culpable. Nuestras miradas se quedaron entrelazadas. El aire a nuestro alrededor se condensó hasta que él dejó de mirarme. Me dejó sintiéndome loca por imaginarme cosas que realmente no estaban pasando.

Tenía que detenerme de maquinar cosas porque no había nada peor que terminar encaprichándose con alguien que no estaba interesado.

—Eres encantadora, nena.

Si había algo que yo no quería ser para Christopher era encantadora.

—Eres un idiota.

Todavía era capaz de sentir la diversión brotando de sus poros cuando puso una mano en mi cabeza y revolvió mi pelo tratando de tranquilizarme.

—Solo digo que debiste advertirme que eras un peligro al volante.

—¡Oh, detente ahí! Es justamente como me llamó la instructora y sigue ofendiéndome. No soy peligrosa.

—Yo creo que sí —murmuró. Christopher enredó un mechón de pelo en su dedo y lo dejó ir. A continuación, enredó toda su mano acariciando cada hebra con lentitud de una manera que lo sentí zumbar en todo mi cuerpo—. Me gusta tu pelo.

Frené de golpe.

Él no parecía darse cuenta de lo que me provocaba, me era difícil mantenerme indiferente.

Mi corazón dio un vuelco.

—Gracias —susurré.

—Me gusta mucho el color —lo miraba fascinado—. Es diferente.

¡Diferente!

—Siéntate aquí, querida —dijo la peluquera señalando una silla vacía frente a ella.

Acarició mi cabeza con cariño. Examinó mi pelo mientras me observaba por el espejo. Ella parecía estar abriéndose paso por el desastre que era mi interior.

El desastre que él había dejado.

—¿Qué quieres hacerte?

Elevé mis hombros. Había sido arrastrada por Rosé hasta ese lugar, era un cambio de imagen o un tatuaje, y no estaba lista para sentir más dolor. Mirando a la mujer a través del espejo contuve mis lágrimas. ¿Qué era lo que yo quería?

Quería que Ethan no hubiera sido tan cruel para restregarme a su nueva novia en la cara.

Quería nunca en la vida haberlo conocido.

Quería no ser tan tonta de haberme enamorado de él.

¿A quién demonios quería engañar? Esas eran las cosas que se supone debería querer, pero yo solo deseaba con todo mi corazón que Ethan llamara, que me dijera que había cometido un error y que lo perdonara por todo. Entonces lo haría, lo perdonaría porque a pesar de todo yo lo seguía amando.

Y con eso, las lágrimas empezaron a caer empapando mis mejillas.

Era tan patética.

A lo lejos escuché que la peluquera decía algo de rojo, pero no le preste atención. Dejé que por lo menos una de las dos se divirtiera y la otra se revolcará en los recuerdos. Para cuando ella me avisó que todo había terminado y que podía ver el resultado, me tomó cinco segundos lograr ver a través de la borrosidad que dejaban las lágrimas.

Ahogué un grito. Casi no reconocía la imagen que reflejaba el espejo. Mi imagen. Estaba pálida, con el maquillaje corrido y mi pelo. Oh, demonios, mi pelo antes castaño oscuro ahora era rojo. Se veía genial.

Me miraba diferente. Salvaje. Atrevida. Problemática.

Mientras miraba mi nueva imagen me percaté de que una pequeña sonrisa intentaba muy duro dibujarse en mis labios.

Era rojo.

Con el pulso acelerado, parpadeé empujando al fondo de mi cerebro el recuerdo.

Últimamente los recuerdos venían cada vez más seguidos, sabía por experiencia propia que no era bueno dejar que mi pasado me alcanzara. Terminaría ahogada y mi cuerpo pagaría las consecuencias de permitirlo. Todo lo que había pasado con Ethan fue hace tanto tiempo que no tenía importancia en mi presente. Había crecido. Me había hecho más fuerte.

Respiré profundo.

—Sí, es diferente —farfullé—. Creo que debería volver a casa.

No esperé su consentimiento, puse el coche en primera y empecé a avanzar. Sentí como mi pelo se deslizaba de su mano hasta quedar fuera de su hechizo.

—No aceleres demasiado ¿está bien?

—¿Algo más?

—Mantén los ojos fuera de mí y puestos en la carretera. No quiero que te pongas nerviosa.

Asentí con la cabeza, pero dudaba que lo hubiera visto. Fue apenas un movimiento leve.

El silencio era absoluto. Si me esforzaba un poco era capaz de escuchar la respiración rítmica y pacífica de Christopher. Cruzaba los dedos para que él no fuera consciente de mí, sino podría escuchar a mi corazón latir como una locomotora.

Me removí en el asiento, relajándome. Al menos intentándolo. El recuerdo todavía seguía corriendo por mi sistema, contaminando mi sangre con un poco de pánico, pero me mantuve respirando.

Como Christopher me pidió, conduje despacio hasta llegar a mi casa, no sin casi haber chocado un docena de veces, pero lo logré. Detuve el coche a un lado de la calle, una precaución innecesaria. Dudaba que mi escapada quedara en secreto. Christopher tenía su cabeza apoyada en el respaldo de su asiento con los ojos cerrados, su respiración lenta. Podía parecer que estaba teniendo un agradable sueño sino fuera porque tenía el ceño fruncido. Tomó todo de mí no pasar mis dedos para alisarlo. La comisura de su boca se elevó en una sonrisa arrogante.

Idiota. Sabía que lo estaba observando.

—No creo que la orilla de la calle sea un buen lugar para quedarte a dormir —le espeté.

Me quité el cinturón de seguridad.

—¿Estás invitándome adormir contigo? —preguntó con una sonrisa.

¿Eh?

Tragué saliva.

Ni siquiera fue mi intención mencionar algo como eso. Aunque él no podía verme rodé los ojos y abrí la puerta del conductor. Antes que tuviera la posibilidad de poner un pie fuera, Christopher me tomó del brazo, reteniéndome.

Poniendo una expresión en blanco, me giré hacia él.

—Si te envío un mensaje vas a responder, ¿verdad? No quiero rogar por siempre, es aburrido —susurró de forma seductora.

Le di mi mejor sonrisa de disculpa.

—No vi tu mensaje hasta el día siguiente y estaba ocupada. Después olvidé responder.

Me encogí de hombros despreocupada.

Christopher estaba haciendo esa cosa de observarme fijamente, ver a través de mí. Bajé la mirada antes de que encontrara lo que sea que estuviera buscando. No quería que él se topara con todos los fantasmas con lo que cargaba en mi interior. Sentí aire caliente en el inicio de mi pelo.

—Pregunté si ibas a responder.

—Si no lo hago, ¿vas a desaparecer otra vez?

—¿Eso quiere decir que me extrañaste?

Christopher todavía me retenía del brazo, podía sentir el calor de su mano traspasando la manga de mi camisa. Estaba demasiado cerca.

¿A qué estaba jugando conmigo?

Levanté la mirada.

—Voy a responder —susurré para no cortar el momento.

Revolvió mi pelo a modo de despedida.

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