ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 10

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CUANDO ME RECOGIÓ en el restaurante le pedí que encendiera el aire acondicionado y que lo pusiera a máxima potencia para sentir el aire frío, bueno, esa vez él lo hizo sin que yo tuviera que perdérselo. Era tonto, pero su detalle me abrumó. Demonios, él hacía que las cosas fueran fáciles. Existían pocas personas con las que podía disfrutar el silencio y, curiosamente, Christopher estaba empezando a incluirse en esa lista. Todo el camino hasta mi casa el único sonido fue la música sonando de fondo en el coche.

Estaba acostumbrada y me gustaba caminar desde la parada de autobuses hasta mi casa. Entonces le pedí a Christopher que me dejara a unas cuadras. Me ignoró.

—Puedes dejarme aquí —pedí por segunda vez.

—¿Qué pasa Valentina? Estoy empezando a pensar que no quieres que sepa dónde vives.

Resoplé frustrada al verlo girar hacia la avenida Warwick. Muy cerca de mi casa.

—Es parte del misterio.

La realidad era que si mamá me veía llegar con él estaría respirando en mi cuello por siempre. Ella llegaba a ser muy cruel cuando se lo proponía. No era algo en lo que quería atorarme nuevamente cuando no vería a Christopher de nuevo.

Detuvo el coche esquina opuesta a mi casa.

Ah, Christopher no perdía oportunidad para dejar salir una sonrisa y encandilar a todos. Como lo estaba haciendo en ese momento. Idiota.

—No eres tan hermética como crees.

Estaba en el proceso de quitarme el cinturón cuando su comentario me hizo elevar la cabeza para lanzarle una mirada cautelosa. No me gustaba ser evaluada.

Tragué saliva.

—Voy a admitirlo. Esta fue una divertida coincidencia.

—¿Qué te hizo pensar que fue coincidencia?

¿Qué?

¿Qué otra cosa podía ser? A menos que él fuera un acosador.

—¿Eres un acosador? —le devolví su pregunta—. Si es así la próxima vez tus lindos ojos probaran el gas pimienta.

Elevó sus pobladas cejas.

—Por más divertido que suene, dudo que te atrevas a arruinar mi mayor atractivo.

—Es demasiado triste que consideres tus ojos como el mayor atractivo. Prefiero tu sonrisa —susurré.

Me di cuenta tarde que mi voz salió un poco más que melosa. Parecía que estuviera coqueteando. Qué no lo hacía, porque no sabía cómo.

—La otra vez quedé endeudado contigo al comportarme como un abusivo. No me gusta dejar una mala impresión en las chicas, así que pensé en compensarte el mal rato, pero no tenía como contactarte —sonrió de medio lado—. Quería encontrarte y te encontré.

No estaba muy convencida con esa explicación, nadie se tomaba tantas molestias solo para no dejar una mala impresión. No pude evitar que me invadiera una sensación de desconfianza. La realidad era que no importaba cómo Christopher llegó al restaurante. Fue agradable dar un paseo por la noche y la compañía me gustó más de lo que me gustaría admitir.

Era un maldito encantador de serpientes.

Christopher se había disculpado de alguna manera por sacar conclusiones precipitadas y ya me había invitado a un café. Estábamos en paz. No había ninguna excusa para volver a encontrarnos. De aquí en adelante, cada quien seguiría por su propio camino.

—Supongo que tengo que agregar la palabra acosador a la lista que te define.

—¿Trabajas todos los días?

Podía culpar a mi brumoso cerebro por la falta de control de mi boca.

—No, los domingos y lunes son mis días de descanso. ¿Qué haces tú?

—Regresé hace un par de meses de Shanghái donde estaba haciendo una pasantía y estoy tomándome lo que resta de este año como sabático antes de empezar a trabajar en la empresa de mi familia. —La luz de una casa vecina se encendió —. Mi comida preferida es el sushi.

Me encogí de hombros sin entender realmente a donde quería ir con eso.

—¿Y?

—¿Lo prepararás alguna vez para mí? Si lo haces podría enamorarme de ti, nena.

Con horror sentí como mi corazón hizo una voltereta y amenazó con salirse del pecho donde tenía que mantenerse protegido para no conseguir ninguna otra cicatriz. Aunque las anteriores ya no dolían, no creo que podría con una más en la colección. Hace tiempo que nadie me gustaba lo suficiente para sentir el peligro de salir herida. Christopher no podía ser la excepción y estaba comprobado que era un completo idiota. "Enamorarse" no era una palabra que debía ser usada en una conversación casual.

El aire frío se enrareció y se volvió muy pesado. Hacía difícil algo tan esencial como respirar. Tenía que salir de ahí.

—Tengo que irme.

Sonrío. Él parecía saber que yo estaba escapando.

—Dame tu celular.

Me tomó un par de segundos hacer lo que me pidió y poner mi celular en la palma de su mano. No lo mantenía con contraseña, Rosé siempre se las ingeniaba para averiguarla, entonces no le veía el caso. No pensé que mi pereza le serviría alguien más. Christopher paso los dedos por la pantalla del celular mientras sonreía como si estuviera haciendo la peor travesura del mundo.

Sus sonrisas eran muy versátiles, pasaban de sensuales a tiernas en un parpadeo.

Todavía confusa del por qué me había pedido el celular no le di importancia cuando el suyo se iluminó y sonó.

Con una mueca en sus labios me regresó el celular.

—Ahora ya tengo tu número —susurró con voz ronca.

Compartimos una larga y significativa mirada. Fui yo quien la cortó.

No estaba haciendo fácil mantenerme alejada de él.

—Qué suerte la mía.

Le di una sonrisa un tanto forzada y abrí la puerta del pasajero.

—Lo sé —dijo con mucha arrogancia.

Antes de que pudiera bajar puso su mano en mi cabeza y me revolvió el pelo a modo de despedida.

RECOSTADA EN MI cama me removí incómoda. Estaba cansada, pero si las últimas noches era un presagio, esta también era una en la que me sería imposible conciliar el sueño sin importar cuanto lo intentara. Esa madrugada era diferente, había algo más, me recorría una energía extraña por el cuerpo. Todo mi cerebro estaba turbado por los pensamientos que se arremolinaban juntos. Solo tenía cuatro días de conocer a Christopher y ya me estaba descontrolando mi vida de una manera violenta. Si me hacía sentir así de confusa, de verdad tendría que poner distancia real entre nosotros.

Aunque no lo quisiera.

Él no me permitía pensar con claridad y terminaba en la cima de una colina a mitad de la noche.

Christopher era muy peligroso para mí.

Resoplé molesta con la vibración de mi celular, vi el nombre en la pantalla. Al parecer Christopher se había autoguardado en mis contactos y me había enviado un mensaje.

Dulces sueños, nena.

A mi pesar, una sonrisa se estampó en mi rostro.

Mierda.

ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora