ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 24

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LAS LLANTAS chirriaron sobre el asfalto cuando Christopher pisó el freno en el último segundo para detenerse en un semáforo en rojo. Después de la llamada misteriosa y el anuncio de que nos teníamos que ir cuando se supone que iríamos a desayunar, nos metimos en el coche. Estaba conduciendo como si fuera una carrera contra el tiempo, rebasando coches y presionando el claxon. Cada vez que lo hacía me pitaban los oídos del miedo y traía otra carretera a mi mente. Me llevé la mano a la sien, no quería otra cicatriz.

—¿Christopher?

Parpadeó, me miró como si hasta ese momento se estuviera dando cuenta que estaba ahí con él. Con su rosto pálido y sus ojos azules apagados de preocupación. Parecía asustado.

Se aclaró la garganta.

—Lo siento, ¿te llevo a tu casa?

Fruncí mi ceño, no quería dejarlo solo, quería que me dijera que había ocurrido. Mordí mi labio debatiéndome entre peguntar o no. La noche anterior había roto esa regla y la respuesta me cayó peor de lo que quería admitir, pero esto parecía mucho más serio.

—¿Estás bien? ¿Sucedió algo malo?

Apretó su mandíbula mientras tamborileaba los dedos en el volante. Estaba ansioso.

—Mi prima acaba de ser internada en el hospital.

El semáforo cambio de rojo a verde y empezamos a avanzar, esa vez más despacio. Después de un momento los dos hablamos al mismo tiempo.

—¿Tienes tus cosas en el piso?

—¿Quieres que te acompañe?

Fueron los segundos más incómodos, los dos teníamos ideas distintas.

Yo solo quería hacer las cosas más fáciles para él y si no estar ahí lo haría, entonces lo aceptaría.

—¿De verdad quieres acompañarme?

Le resté importancia.

—Solo si tú quieres.

Sus hermosos ojos abandonaron el camino para posarse en mí. Asintió lentamente con la cabeza. Mi corazón tartamudeó porque él no quería presionarme y yo no quería dejarlo solo.

—¿Quieres que maneje?

Una mínima sonrisa se asomó en sus labios.

—No te ofendas, nena, pero quiero llegar al hospital, no estar en el hospital.

—Eso suena como una buena idea, así que maneja despacio, por favor —pedí.


CHRISTOPHER me arrastró con él mientras esquivaba a las personas que se cruzaban en nuestro camino para llegar a la sala de espera. El brillo travieso al que me había acostumbrado a ver en sus ojos le cedió el paso a la tormentosa preocupación. Si fuera posible, Christopher parecía haber envejecido unos diez años, lucía tan exhausto que me producía la necesidad de hacer cualquier cosa para levantarle el ánimo. Una inquietud se instaló en mí, habíamos estado saliendo por dos semanas y la internación de una prima era una situación familiar. No sabía quién era su prima, él nunca me habló de ella, vamos, apenas sabía quién era Marco.

Me detuve en seco, la mano con la que Christopher me sostenía me tiró un paso adelante, más que eso ya no pude moverme. El corazón aporreó mis costillas con tanta fuerza, juro que sentí que iba a salirse de mi pecho. Caminando de un lado a otro y con el celular pegado a la oreja en la sala de espera estaba Ethan. Su expresión era la de una persona que se aferraba al enojo para no colapsar.

Una terrible idea estaba tomando forma en mi cabeza, pero no podía ser verdad. Simplemente no podía.

—¿Tu prima es Alexa? —pregunté con un nudo en mi garganta.

ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora