ᴄᴀᴘÍᴛᴜʟᴏ 3

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ESE SÁBADO TODO transcurrió como de costumbre. Mamá no volvió a dirigirme la palabra por el pequeño percance que tuvimos, ya estaba acostumbrada a su maltrato silencioso. Intentar arreglar las cosas seguramente empeoraría todo.

Salir de casa rumbo al trabajo y empezar mi turno era como detener el tiempo, era casi terapéutico por llamarlo de alguna manera. Colin y yo estuvimos corriendo sin descanso por toda la cocina, mientras que el chef se mantuvo sacando a Rosé cada vez que trataba de entrar en nuestra zona de trabajo y mantener una plática conmigo. Al parecer lo que sea que tuviera que decirme no podía esperar, pero no llegué a saber lo que era.

En algún momento de la noche, una vez más, el chef Pierre, hizo gala del sexto sentido que poseía.

—¿Quién era el muchacho de ayer? —preguntó de forma desinteresada.

Pareciendo inocente y desconcertada, miré sobre mi hombro.

—¿Qué muchacho?

Achicó sus ojos, dándome una mirada severa por intentar mentirle.

—El muchacho que trajo Rosé para presentarte, por supuesto.

Por supuesto.

El chef Pierre a simple vista parecía una persona intimidante. Tan alto que llegaba a los dos metros, delgado y con panza cervecera. Era una persona sofisticada por naturaleza, sin embargo, cuando llegabas a conocerlo podías ver que era demasiado tierno, como esos abuelos simpáticos con los que te sientas a hablar de todo por horas y horas, pero a veces podía llegar a ser entrometido, sobre todo, cuando tenía alrededor una mala influencia como mi mejor amiga.

Sonreí un poco.

—Se supone que los jefes no deben entrometerse en la vida privada de sus empleados, ni confabular para una emboscada.

Por la sonrisa que él tenía en sus ojos, estaba segura que había participado de alguna forma en los planes de Rosé.

—Tal vez esa empleada debería conseguir mejores amigas para que no le preparen una emboscada.

No lo decía en serio. Él amaba a Rosé.

—Tal vez ese jefe no debería darle mucha confianza a esa supuesta mejor amiga.

—Voy a actuar como tu jefe después que me cuentes cómo te fue.

Entrometido se quedaba corto.

—Era guapo, solamente que no era mi tipo.

Frunció su ya arrugada frente.

—Corrígeme si me equivoco, pero creí que era para que lo conocieras y salieras a divertirte, no para ser tu donador de sangre.

Ante su intento insulso de chiste no podía hacer otra cosa más que reírme, pero no contesté.


Para cuando mi turno terminó estaba cansada y con sueño por haberme despertado antes de lo planeado. Podría quedarme dormida incluso mientras caminaba hacia el vestidor. Tan pronto puse un pie dentro, me encontré con Rosé sentada en una banca de madera pintada de blanco, tenía la cabeza metida en su cartera y estaba revolviendo todo. Me quedé viendo como le dio vuelta cuando no encontró lo que buscaba, todas sus cosas cayeron de cualquier forma, algunas impactaron en el suelo. Me dejé caer junto a ella y su desorden. Al instante Rosé levantó la cabeza con una sonrisa tirando de sus labios y juro que haría temblar hasta el peor criminal de la historia. Menos a mí. Yo conocía perfectamente el significado detrás de esa sonrisa maquiavélica y ese brillo desesperado por diversión en sus exóticos ojos.

Como si alguien hubiera presionado un botón, mi cansancio remitió y mi sueño fueron relegado a modo de espera.

—Solo dame treinta minutos —dije con una sonrisa.

ꜱᴇᴄᴜᴇʟᴀꜱ ᴅᴇ ᴜɴ ᴀᴍᴏʀ || #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora