Brave /Draco Malfoy/

By juliimpala67

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_____ Potter va creciendo hasta estar en medio de la delgada línea entre el bien y el mal, el amor y el odio;... More

Brave.
Brave. Draco Malfoy x oc
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Capitulo I
Capitulo II
Capitulo III
Capitulo IV
Capitulo V
Capitulo VI
Capitulo VII
Capitulo VIII
Capitulo IX
Capitulo X
Capitulo XI
Nota.
Nota.
Capitulo XII
Capitulo XIV
Capitulo XV
Capitulo XVI
Capitulo XVII
Capitulo XVIII
✨Capitulo XIX✨
Capitulo XX
Capitulo XXI
Capitulo XXII
Capitulo XXIII
Capitulo XXIV
Capitulo XXV
Capitulo XXVI
Capitulo XXVII
Capitulo XXVIII
🔥Capitulo XXIX🔥
Capitulo XXX

Capitulo XIII

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By juliimpala67

Lunes por la mañana, el frio infernal se colaba por las ventanas a pesar de los hechizos de protección contra el frio, ya era hora de que los renovaran.

Harry se encontraba distante, perdido en sus pensamientos y por más que quisiera ayudarlo, mis propios problemas me alejaban de hablar de los suyos.

Sosteniendo mi pelo en una coleta alta, entre al gran comedor con una energía diferente, bastante cargada a pesar de la noche sin dormir. El incesante sonido del reloj había ocupado mi mente toda la noche y aunque apenas había podido dormir un par de horas, lo único que lo demostraba era mis ojeras.

-Te ves cansada. – me dice Hermione ya tomando la mitad de su taza de café. Su cabello enrulado estaba controlado a pesar de la humedad en el aire.

- Buena forma de decir que me veo horrible. – respondí sarcásticamente.

-No me refería a eso... - se defendió.

La mañana corrió con una de las mas aburridas clases de transfiguraciones hasta la fecha y le siguió una entretenida clase de Adivinación. Ninguno de los chicos, Ron, Harry ni Hermione les parecía una materia fácil o llevadera. En cada clase inventaban historias trágicas que fingían ver en las hojas de té o tirando las cartas, que parecían convencer a la profesora Trelawney al menos lo suficiente para distraerla y saltar al próximo estudiante.

Yo por el otro lado me sentía inmensamente interesada en la clase y realmente intentaba ver mi futuro en las hojas de té. Sin embargo, apenas pude distinguir una imagen en el fondo de mi té, quise tirarla por la ventana. Suspire con frustración.

- ¿Qué ves, mi niña? – el cabello de la profesora quito mi atención de la taza y termine mirando sus ojos que parecían demasiado grandes para su cara por el aumento de los lentes.

-Yo... no estoy segura. -mentí. Sabia perfectamente la imagen que se presentaba.

- A ver, préstame. – estiro su mano en dirección a mi taza. Por unos segundos su mano se sostuvo en el aire, esperando que le diera la taza. – Dale niña.

Le pasaste la taza aun con duda en mi cabeza. El mohín de tu nariz expresaba tu desagrado que se lograba ver claramente.

- Es claramente un reloj, chiquita. – me dice con una mirada con la que claramente me reprende. - Algunos, por mas claro que sea la imagen que se nos presenta, no pueden hacerle un sentido. No te preocupes, no es para todos. – apoyó la taza sobre la pequeña mesa redonda que compartía con Hermione. – Se te acaba el tiempo. No debes dejar tus deberes para ultimo minuto. – me recomienda antes de seguir con la taza de Neville.

Ojalá fueran deberes. Pensé.

Observe con recelo mi reflejo en la bola de cristal que flotaba sobre el centro de la mesa, sintiéndome nuevamente observada. Tome el pequeño paño de tela negro de la mesa y lo lance sobre la bola, tapándola, buscando sentirme mas segura.

El domingo mientras me bañaba había optado en dejar la toalla dentro de la ducha donde no le diera el agua, para evitar salir de esta desnuda y sentirme observada nuevamente. Luego de haber tomado tanto trabajo en evitar mojarla, había decidido pedirle ayuda a Snape. Los libros de Legeremancia y oclumansia me ayudaban a entender lo que me estaba sucediendo, sin embargo, la practica estaba alejada de la teoría. No había forma alguna que yo sola pudiera hacerle frente a la situación. A mi hermano no quería preocuparlo, Hermione y Ron seguramente le contarían sin mi consentimiento y aparte de ellos, no sentía que los gemelos fueran aptos para el trabajo.

Luego de la clase, aproveche los minutos que me quedaban libres antes de detención para bajar a la Mazmorra cinco, para ver si el Profesor Snape se encontraba allí.

Mis pies resonaban sobre las grandes piedras negras de la escalera. Mi respiración ya agitada por el apuro de aprovechar el poco tiempo que tenía, también parecía aumentada en el eco del pasillo.

Al pasar por el Gran comedor en dirección a las mazmorras, Filch estaba subido a una escalera peligrosamente alta y desbalanceada, colgando tres nuevos decretos en sus pequeños marcos de madera.

"Los estudiantes tienen prohibido hablar de los desafortunados hechos que tomaron lugar el año pasado"

"Las mascotas deben están confinadas en sus habitaciones y los búhos en la torre de lechuceria en la torre Oeste"

"Todas las correspondencias de los estudiantes serán revisadas por contrabando"

Suspire, al menos ahora nos decían a la cara que nos estaban revisando la correspondencia.

A pesar de ser tan húmedo como uno esperaría en una mazmorra, el aire ahí abajo era seco y frio, seguramente por algún hechizo que el profesor Snape había invocado.

Empuje la puerta de madera lentamente, para encontrarme al profesor al fondo del salón frente a su mesa de pasiones, preparando un corazón de cocodrilo para poder agregarlo a la preparación que burbujeaba en el caldero que se suspendía en el aire sobre el fuego.

- Permiso. – me excuse al pasar por la puerta, cerrándola detrás de mí.

El profesor no levanto la vista, su concentración estaba dedicada a la pasión que tenia en frente. Dudosa de si mi presencia era bienvenida, probablemente no, camine a paso lento hasta terminar de atravesar el frio salón.

Observe la lavanda y menta que posaban sobre la mesa. - ¿Poción calmante? – pregunte buscando quitar la tensión que sentía.

- Su capacidad para las Pociones no debería sorprenderme, eres la hija de tu madre después de todo. – la voz de Snape sonó grave como usual. – Pero sigues desperdiciando tus habilidades, lo cual no sorprende tampoco. Eres la hija de tu padre.

- Suena decepcionado.

- Mi única decepción fue que entraras por esa puerta. - Levanto la vista del caldero, su cabello negro cubría los costados de su rostro como gruesas cortinas y sus ojos negros parecían atravesarme. - ¿Por qué está interrumpiendo mi trabajo? – arrastro las palabras, ahora dirigiéndome toda su atención.

Dude antes de responder, intimidada por su fuerte postura y rostro aborrecido. – Necesito ayuda.

- Oh si, déjame dejar todas mis obligaciones a un lado para darte toda mi atención. – volvió a bajar la vista y esta vez tomo la lavanda entre sus secas manos. Aprete mis labios, dejando mis ojos en blanco. ¿acababa de ser sarcástico?

- Profesor-

- No doy clases de apoyo y usted no las necesita. Retírese. – me interrumpió.

Sus palabras casi me hacen abandonar la habitación, renunciando las esperanzas de obtener su ayuda. No obstante, el miedo a enfrentarme a esta situación sola era mayor al miedo que le pudiera tener a él.

- No. – ante mi respuesta volvió a levantar la vista con una mirada casi amenazante.

- ¿Hay alguna otra razón por la que me esté pidiendo ayuda?

- Bueno... puedo confiar en usted. – dije esta vez segura de mis palabras. – Dumbledore confía en usted, mi madre confiaba y bueno... - baje la voz – usted es parte de la orden... - lo observe buscando entender la mirada que me estaba dando.

- Si sabe lo que nos conviene a ambos, no vuelva a repetir esas palabras. – gruñó. – Vaya al grano.

- Me siento observada, hace meses. Veo mi reflejo, pero no me veo a mi... - balbuceé nerviosa, me apoyé contra su mesa de trabajo, pero su mirada hostil hizo que me apartara al instante. - Quiero decir, soy yo la del reflejo, pero quien me devuelve la mirada no se siente inofensivo. Siento que me observa por el espejo, pero también siento que lo logra a través de mí, como que su conciencia me atraviesa. Se ancla a mí.

Se mantuvo callado por unos segundos, agregando la menta a la infusión en trozos pequeños.

- Su presencia no es igual a la de Voldemort. Siento que es alguien más... No es como que necesite mas problemas en mi vida, pero bueno, acá estoy.

- Usted parece sumarme a mí, problemas. – suspiro aun observando su caldero. – ¿Está al tanto de la practica de la Legeremancia y la Oclumansia?

- Leí varios libros en la biblioteca. – asentí.

- Le ayudare a obtener las herramientas que necesita para defenderse, pero el resto esta en usted. – asentí en respuesta. – Venga esta noche a mi oficina y les informare de tu situación.

- No quiero que le digan a Harry. No quiero que se preocupe. – si le decía a la orden, sirius le diría a Harry.

El profesor asintió. – ¿No hay otro lugar donde debe estar? – me recordó.

La clase de configuraciones estaba desordenada y el piso era un desastre. Tinta derramada, por uno de los estudiantes de primero de la mañana, había permanecido allí toda la tarde y ahora estaba casi seca. El pizarrón que normalmente era borrado con un chasquido de los dedos me McGonagall, seguía escrito con tiza.

-Espero que dejen este salón en perfecto estado. – Hablo McGonagall mientras caminaba a la puerta de salida. – No les dará el tiempo de cambiarse antes de la cena, por lo tanto, tienen permitido a presentarse con las ropas que llevan ahora.

Seguías con el uniforme, pero Malfoy había ido a cambiarse y llevaba una camisa blanca con un pantalón deportivo gris. Una elección que hubiera sido bastante muggle si la línea a lo largo de su pantalón no cambiara de colores con cada paso que daba. Siempre alternando con los colores de Slytherin. Arrugaste tu nariz por celos, en Gryffindor no tenían esos tipos de pantalones.

-Esto es un desastre. – se quejó el rubio observando el piso.

-Así lo dejan ustedes todos los días para que los elfos domésticos lo limpies. Es hora que entiendan el trabajo que lleva. – las túnicas verdes de la profesora brillaban bajo la luz de las antorchas. Quito su sombrero puntiagudo y los observo una vez mas antes de irse. – No usen magia, o lo sabre.

Agito su varita y las puertas, de uno de los estantes largos que estaban hasta el fondo del salón, se abrieron. Una escoba con su pala salió volando hasta tu compañero de detención y las atrapo justo antes de que golpearan su cuerpo. Volteaste para ver a McGonagall pero solo llegaste a ver las puertas cerrarse.

- Me hablas y haré que te salgan babosas de la boca. – amenazo el rubio antes de ponerse a barrer.

- La única razón por la que te hablaría seria para insultar tus habilidades de limpieza.

No te respondió.

Observaste a tu alrededor y te quejaste internamente por la mala iluminación. El salón estaba iluminado por antorchas mágicas a lo largo de las paredes, pero el candelabro del centro estaba apagado. Con tu varita y un susurro iluminaste aún más la habitación con llamas naranjas. La luz del candelabro ahora llegaba a todos los rincones de la habitación.

Sentiste la mirada de Draco sobre ti cuando te arrodillaste a limpiar la tinta seca con un trapo mojado, pero cuando volteaste a observarlo fingió distraerse con las pelusas que habían quedado atrapadas en las hebras de la escoba. Y así siguieron durante la próxima hora, evitando la mirada del otro. El piso había sido barrido y las mesas ordenadas.

- Hiciste un trabajo horrible. – te dice al tocar restos de chicle debajo de los bancos.

- Es del tipo super-pegajoso que venden en Zonko. – te defendiste desde tu lugar debajo de un banco.

- No son excusas. – bramó.

Por alguna razón, su agresividad esta noche te parecía forzada.

- Haz el trabajo por mi entonces, hurón.

- ¿Cómo me llamaste, Potter? – su indignidad fue genuina. Lo ignoraste.

Te observo desde arriba, tu cuerpo recostado boca arriba, levemente inclinado por debajo de la mesa, luchando por arrancar uno de los últimos chicles que te quedaban. Llevabas medias cancanes de nilón negras, que abrazaban tus piernas y contaban con la suficiente trasparencia como para que luciera satisfactorio.

Observó el limite de tu pollera y como la camisa se ceñía contra tu pecho por la inclinación en la que te encontrabas. Lamento la corbata que cubría los botones que unían tu camisa.

Paso la mano por su cabeza con frustración, sin importarle desordenar el cabello, aun observándote.

- Te odio. – Draco hablo y se quedo esperando tu respuesta, pero nuevamente fue recibido por el silencio. Frustrado, se agacho y te agarro del tobillo, de un tirón te arrastro hasta quitarte de debajo de la mesa, obligándote a mirarlo. Soltaste un chillido de sorpresa. - ¿Quién crees que eres para ignorarme? – te observo directamente a los ojos.

Concentro su atención en las pecas besaban tus pómulos y el puente de tu nariz, las cejas pobladas y delineadas por sobre tus ojos carentes de maquillaje absorbieron sus pensamientos. Todo, intentando evitar mirar como se te había subido la pollera peligrosamente cerca del límite.

- Creí que me habías prohibido hablarte. – le respondiste ligeramente frustrada, mientras sentías la sangre subir a tus mejillas.

- Te encanta presionar botones. – acusó.

- ¿A que te refieres? - Un repentino calor golpeo tu cuerpo tomándote desprevenida.

- No me gustan los sabelotodo.

- No te gusta nada que no seas vos. – replicaste alargando tu pollera sin dejar de mirarle a la cara.

- Oh no, me gustan muchas cosas.

- ¿Vas a soltarme? – preguntaste sin saber que responderle.

Bajo su vista a su mano, sorprendido de que aun te tuviera en su agarre. Sus dedos te dejaron libre con un pequeño roce y se levantó en dirección al pizarrón para terminar de borrar la tiza que aún quedaba escrita.

Te quedaste en el lugar que te dejo por unos segundos. Cerraste los ojos intentando tranquilizar el latido de tu corazón. Mordiste tu labio inferior, aturdida por los pensamientos que rodeaban tu mente. Normalmente esa clase de actitudes de su parte te habrían disgustado, pero ahora te encontrabas agitada y satisfecha por ese arrebate de control.

Suspiraste angustiada. No puede ser.

Posaste una mano sobre tu estomago que comenzó a retorcerse por los sentimientos encontrados. Detrás de ti, Draco pasaba agresivamente el borrador contra el pizarrón.

- Terminé. – mentiste mientras te parabas.

La necesidad de salir corriendo de la habitación era demasiado fuerte para ignorarla, al igual que la tensión que se había alojado entre ustedes. Draco detuvo su brazo y te observo por encima del hombro con su vista periférica, evitando mirarte directamente. Su rostro, rojo también, era obvio aun bajo la luz de las llamas que iluminaban la habitación.

Saliste del salón golpeando las puertas a tu salida. Como habías mentido para terminar antes y alejarte de allí, te daría el tiempo para correr a tu habitación y cambiarte.

Corriste por los pasillos, aun roja de la vergüenza, cuando viste a Harry salir junto con otros estudiantes de la sala de castigos de Umbridge. Ibas a apurar tu paso para evitar que te viera, pero la sangre en su mano te hizo parar en seco y redirigirte hacia el.

- ¿Qué es eso? – bramaste agarrándolo por sorpresa, tomando su mano y alzándola ante tus ojos. Lucho por quitarla de tu vista, pero tu apretón hizo que le doliera más, cediendo a tu agarre. - ¿Qué mierda es esto, Harry?

La herida en su mano parecía recurrente, tejido de cicatrización rodeaban las letras en su torso, pero nuevas líneas abrían su piel evitando que el proceso de sanación continuara su curso natural. El toso estaba inflamado y había comenzado a adoptar un color amarillento. Se estaba infectando.

-No es nada. – se apresuro el azabache a decir, observándote con temor.

Miraste alrededor, los chicos que salían por la misma puerta, con la misma herida en sus manos.

- ¿Este es el castigo? – tu indignación sobrepasaba los techos del castillo. – Debe ser una broma.

- No lo es, Miss Potter. – Umbridge abandono la habitación y un niño de primero que había estado caminando a paso tranquilo en nuestra dirección, ahora se encontraba con cara de asustado casi corriendo en dirección opuesta.

- Este castigo no es legal. – le dijiste aun sin soltar la mano de tu hermano.

- Claro que lo es. Yo soy el ministerio y el ministerio es ley. - Reíste con honesta irritación. - ¿Qué es eso? ¿Acaso te gustaría sumarte a nuestras sesiones de castigo?

- No. – se apresuro a responder Harry por ti. – Solo me queda esta semana. – te recordó. – Vamos. – te ordeno con voz suave, deseando con toda su alma que no entraras en una pelea.

Mantuviste la mirada fija en la profesora, pero finalmente cediste y caminaste a un lado de Harry. Umbridge permaneció en el pasillo viéndolos marchar, su sonrisa de satisfacción era repudiada incluso por los cuadros del pasillo.

- La voy a matar. – dijiste entre dientes cuando estuvieron lo suficientemente lejos. – Y a ti te voy a matar primero. – lo empujaste. - ¡No me dijiste nada!

- No quería preocuparte.

Abriste la boca para insultarlo, pero sus palabras te parecieron conocidas. Vos tampoco le habías contado tu problema por no querer preocuparlo. Levantaste tu cabeza hasta mirar el techo, estresada. Apoyo su mano sobre tu hombro y te sonrió.

- Prometo no meterme en mas problemas.

Le devolviste la sonrisa y tomaste su mano en la tuya, retomando su camino a la torre de Gryffindor.

- ¿Cómo estuvo el castigo con Malfoy? – pregunto cuando llegaron al descanso de la segunda escalera.

-Raro. – respondiste rápidamente.

- ¿De qué hablas?

- El es raro. – te corregiste esperando que tu hermano no te hiciera mas preguntas.

Que hipócrita que soy. Pensaste. Odio que me mienta y sin embargo le miento todos los días desde que llegamos a Hogwarts.

Filch apareció de sorpresa por una puerta de servicio gritando en su dirección: "¡Chicos y chicas deben estar a un metro de distancia!"', haciéndolos saltar en su lugar.

- Son hermanos, inepto. – dijo el fantasma Nick casi decapitado al atravesar una de las paredes. – Buenas noches, chicos. – les sonrió separando su cabeza de su cuello como su fuera una reverencia.

Le devolvieron el saludo y siguieron con su camino, Te preparaste para bañarte antes de la cena.

Snape te había hecho llegar un pedazo de pergamino a través de uno de los elfos domésticos durante lacena. Te esperaría dos horas después de la cena, exactamente a las 24hs. No esperaría mas de cinco minutos a que llegaras allí, lo había dejado claro en el texto.

La habitación estaba iluminada con una luz verde, ligeramente tenue, probablemente para no disturbar las innumerables pociones que se encontraban en las estanterías de las paredes.

- Llegas en punto. ¿Alguien te vio? – pregunto suavemente cuando pasarte por la puerta de su oficina. Negaste con la cabeza. - Recibirás lecciones privadas por lo que queda de esta semana, o al menos hasta que te sientas que puedas repeler esa presencia, pero no le dirás a nadie lo que estás haciendo, y mucho menos a Dolores Umbridge. ¿Entiendes? – asentiste nuevamente. - Si alguien pregunta, estás haciendo pociones curativas. Nadie que te haya visto en esto años en Hogwarts podría negar que las necesitas. - aunque fuera triste, me reí ante mi propia desgracia. – No es gracioso.

- No. No lo es. – reíste nuevamente.

Snape relamió sus labios rezándole a Merlín que le diera paciencia para tratar contigo.

- Puede que haya accedido a ayudarte y que esto no sea una clase normal, Potter -continuó Snape, sus ojos se entornaron con malevolencia- pero sigo siendo tu profesor y por tanto me llamaras señor o profesor siempre.

- Sí... "Señor"

Snape continuó observándote por un momento a través de sus ojos entrecerrados, luego comentó: - Ahora, Oclumencia. Como ya debes saber, si es verdad que estuviste leyendo y no eres una mentirosa como tu padre, es una rama de la magia cierra la mente ante las intrusiones e influencias mágicas.

Pensaste en replicarle el insulto a tu difunto padre pero apartaste la idea, recordando que necesitabas la ayuda y ya era demasiado bueno para ser verdad, que el hombre haya aceptado ayudarte.

- Lo que no entendí, al leer, es si puede leerme la mente. Quien quiera que sea.

- Sólo los muggles hablan de "leer la mente". La mente no es un libro que se pueda abrir a voluntad y ser examinado a placer. Los pensamientos no están grabados en el interior del cráneo para ser leídos por cualquier invasor, la mente es algo complejo y con muchas capas, Potter, o al menos la mayoría de las mentes lo son -sonrió burlonamente-. Es cierto, sin embargo, que aquellos que son maestros en Legeremancia pueden, bajo ciertas condiciones, sumergirse en las mentes de sus víctimas e interpretar correctamente lo que encuentran. El Señor Oscuro, por ejemplo, casi siempre sabe cuándo alguien le miente. Sólo aquellos cualificados en Oclumancia son capaces de cerrar esos sentimientos y memorias que contradicen la mentira y de ese modo, mentir en su presencia sin ser detectados.

- Como usted.

Te miro serio, pensando en cómo habías llegado a tan delicada información y te sentiste intimidada y a pesar de sentir que te mataría en ese instante, simplemente asintió desde su lugar.

- Pero si quien esta invadiendo tu mente, es diestro en las artes oscuras de la Legeremancia, es posible que te pueda hacer ver o escuchar cosas que realmente no están ahí. Es más complejo – se apresuro a decir. – Pero no imposible.

- No tengo ni un solo año tranquilo. – te quejaste. Creíste ver como las comisuras de los labios de Snape se elevaban con diversión, pero las sombras en su rostro por la poca luz hicieron que dudaras.

- Voy a intentar irrumpir en tu mente -contestó Snape suavemente- . Veremos cuanto resistes. Me han dicho que ya has mostrado aptitudes para resistirte a la Maldición Imperius. Encontrarás que similares poderes se necesitan para esto.... en guardia, ahora. ¡Legilimens!

Snape te golpeo antes de que estuvieras preparada, antes incluso de que pudieras levantar ninguna defensa u ofrecer algún tipo de resistencia. La oficina pasó ante tus ojos y se desvaneció, imagen tras imagen corría por tu mente como una parpadeante película, tan vívida que te cegó.

Tenias 6, Charlie te regalo tu primera bicicleta con la que tiraste por la pendiente de una calle terminando en el árbol mas cercano... Tenias 9, jugabas con las barbies y cambiaste sin darte cuenta el color de pelo de una de ellas con magia... Tenias 11 y el sombrero seleccionador intentaba convencerte de que Slytherin seria tu mejor opción... Caíste hacia atrás mientras observabas a Lupin transformarse en licántropo... Edward se inclinaba para besarte... Cien Dementores se acercaban agresivamente hacia ustedes... Caíste en el piso del baño con las marcas negras tomando posesión de tu cuerpo... Draco te arrastraba del tobillo dejándote peligrosamente cerca de su rostro mirándote con una expresión que recién ahora al revivirlo podías reconocer como deseo...

¡No! Una voz sonó dentro de tu cabeza, avergonzada de que quizás tu mirada significara lo mismo y que Snape, estuviera hurgando entre sentimientos que ni tu aun entendías.

Sentiste un dolor agudo en tu rodilla y la oficina de Snape volvió a aparecer ante tus ojos. Habías caído de rodillas al no haber estado sentada, ni preparada para la invasión. Miraste al profesor, quien había bajado su varita y estaba frotándose la muñeca, había un feo moretón allí, como una quemadura.

- ¿Quisiste hacer un Hechizo Punzante? -preguntó Snape fríamente.

-No- respondiste amargamente, levantándote del suelo

- Eso pensé -comentó Snape, mirándote fijamente-. Me dejaste llegar demasiado lejos. Perdiste el control.

- ¿Vio todo lo que yo vi? -preguntaste, sin estar segura de querer oír la respuesta.

- Solo partes. – te tranquilizo. Sin embargo, la mirada que te dedico por los próximos minutos te hizo sentir inquieta. – De nuevo.

-Dejeme sentarme antes. – le pediste.

-Te dije que me llamaras señor.

-Por favor, señor.

Agarro la silla de su escritorio y la puse detrás de ti. Te sentaste en ella, en dirección al escritorio y a Snape, parado frente a este.

- ¿Lista, Potter? – Asentiste - ¡Legilimens!

Tu cabeza cayo hacia atrás por el impacto de la magia introduciéndose en tu conciencia.

Cedric cayendo muerto, ojos en blanco, ante tus ojos... Tu, semidesnuda frente al espejo del baño, observando tu reflejo pero quien te sonreía no eras vos... Draco Malfoy caminando elegantemente en el gran comedor, conectando miradas contigo... Hermione tomando cerveza de mantequilla contigo en las cuatro escobas... Hagrid haciendo un movimiento de ajedrez que causo que ganaras la partida... Voldemort agarrando tu cara, clavando sus largas uñas en tus cachetes... Draco Malfoy sosteniéndote en el baño mientras colapsabas del dolor... Harry clavándote una daga en el sueño...

- No lo estás intentando, no te estás esforzando. – acuso el profesor. - ¡Estás permitiéndome acceder a recuerdos que temes, dándome armas!

- Lo estoy intentando. – te defendiste.

- No lo veo. – dijo mas agresivamente esta vez. - ¡Libera tu cabeza de sentimientos! ¡Cierra las puertas que no quieres que abra! - Te agarraste la cabeza suspirando. – De nuevo. ¡Legilimens!

Harry durmiendo a tu lado en la cede de la orden... Sirius hablándote en su habitación... Edward terminando contigo... Ron insultando a Snape por mandarlo a escribir diez metros de pergamino sobre Acónito... Sirenas el lago negro nadando a velocidad alarmante en tu dirección... Draco Malfoy ofreciéndote la mano cuando se conocieron en primero... El duelo de varitas que tuviste con Voldemort en el cementerio...

- Le quitare puntos a Weasley cuando lo vuelva a ver. – gruño. - Eres inútil. – dijo cuando volviste en sí.

- No lo soy.

- ¡Me dejas ver todo lo que hay en esa cabeza tuya!

- Usted es muy fuerte. – gemiste de cansancio, apoyando tu sudorosa cabeza sobre tus manos.

- El joven Malfoy apareció demasiadas veces en sus recuerdos. ¿Hay algo que me estés ocultando? – pregunto, mirándote con sospecha.

- ¿Usted qué cree? – preguntaste frustrada, un sentimiento que abundaba en ti estos días.

- Creo que no le conviene acercarse al chico. Por lo que puedo ver ni tu ni tu madre eligen bien a los hombres de sus vidas. – se dio la vuelta y poyo sus manos en el pensadero que tenia en la esquina de su oficina.

Lo observaste desde tu lugar con el ceño fruncido. – Malfoy no es mas que un irritante compañero de clase.

- ¡Oh los puedo ver, Potter! El chico no para de mirarte en clase. Al principio pensé que quería copiarte la técnica, pero ahora al ver dentro de tu mente entiendo sus verdaderas intenciones. – observo tu cara de confusión y se quedó debatiendo una posibilidad en su cabeza – O bien puedo estar equivocado. – agrego ya mas tranquilo. - Volverás mañana a la misma hora. Practica alejar los sentimientos de tu cabeza.

Saliste de la oficina mas confundida que cuando habías salido del salón de Transfiguraciones. 

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