Me doy la vuelta para salir en busca de Alex. Miro hacia todas las direcciones posibles intentando ver una cabellera negra, pero desgraciadamente no consigo reconocer a nadie. Me choco con una chica con una mini falda y pelo rosa, y me empuja insultándome con una palabra no muy bonita. Me disculpo y me dirijo hacia el presentador que ahora conversa con unos chicos que aparentan mi edad.
—Perdona —Llamo la atención del presentador, que le hace unas señas a los chicos con los que estaba hablando indicándoles que se callen un momento—. ¿Sabes dónde se encuentra Alex?
—Mmm... —Piensa un momento—. Ah, si ya me acuerdo. Está en los vestuarios, se encuentra al fondo del todo a mano izquierda. El suyo es la puerta de color negro con una estrella en el centro.
Asiento con la cabeza y le doy las gracias. Corro en busca de los vestuarios intentando no ser aplastaba por todos los adolescentes con pocas neuronas que beben como si no hubiera un mañana. Por fin logro visualizar el estrecho pasillo al final del recinto, con dos puertas a cada lado, una roja y otra negra. Avanzo hasta allí y toco la puerta negra con suavidad.
Al segundo golpe la puerta se abre de golpe. Me espero la cara de Alex enfadada, pero en cambio me encuentro a una chica que reconozco en seguida. Lea. Y no está lo que se considera tapada del todo. Va con un vestido muy provocador con un escote enorme. Y aunque me caiga bien, no puedo dejar de imaginarme cosas. Y no son precisamente buenas, más bien todo lo contrario. No puedo evitar que los celos surjan en mi interior, ya que Alex está ahí dentro, y con Lea enfundada en un vestido mini que resalta todas sus curvas.
En cambio, yo, aunque no me vea del todo mal no me puedo comparar con ese bellezón.
—¿Sydney, eres tú? —dice con un tono de ilusión en la voz.
Asiento con la cabeza incapaz de formular una respuesta coherente. Me da un suave empujón para que entre en el vestuario. Es como me lo imaginaba, cuatro paredes de color crema con un banquillo en el centro, y una mesa en una esquina recubierta por algunos papeles, botellas de agua, etc. En la pared derecha hay una puerta entreabierta que seguramente conducirá al baño.
Sentado en el banquillo, de espaldas a mí, está Alex.
Sin camiseta.
Oh, no, esto no puede ser nada bueno.
—Lea, ¿quién es? —pregunta Alex con cansancio.
—Será mejor que lo veas tú mismo —contesta ella mientras da saltitos.
Alex se gira y cuando sus ojos se clavan en los míos veo como sus pupilas se dilatan un poco.
—Si interrumpo algo...
—¡Oh no! —dice Lea—. Yo ya me iba. Que lo paséis bien.
—¿Me puedes explicar qué es esto? —me cruzo de brazos intentando ocultar el miedo a su respuesta.
—Sydney no empieces a imaginarte...
—Leo —grita Lea desde la puerta con su bolso en la mano y con la otra sujetando el pomo mientras mueve la pierna arriba y abajo rápidamente.
—Voooy —grita una voz desde lo que supongo que es el baño.
Leo sale del baño con un par de vendas en la mano. Me saluda y me dedica una sonrisa, que yo devuelvo amistosamente.
—Adiós parejita. —Cierran la puerta.
Me giro para mirar a Alex, que me mira desde el banquillo con un rostro serio.
—¿No estás con Connor?
—Alex, deja de ser tan...
—¿Tan qué? ¿Pesado? ¿Celoso? ¿Imbécil, tal vez? —dice levantándose.
—¡No! Estaba con Connor porque me lo encontré fuera del recinto. Y yo salí porque no podía verte en ese estado siendo golpeado por esa... Bestia. Me preocupo por ti, y me duele ver como golpean a mi novio.
—Entiendo que no te guste, pero tienes que respetar mis decisiones, y si no te gusta verme pelear no haber venido. Nadie te ha obligado —dice enfadado.
—Yo respeto eso. Te gusta, y lo entiendo. Lo que no entiendo es que hacías sin camiseta con Lea aquí, hace menos de cinco minutos. —No quería decir eso, pero era imposible no soltarlo con toda la rabia que tengo acumulada.
Creo ver como las comisuras de sus labios se alzan por un segundo, pero luego se pone serio.
—¿Es eso lo que te preocupa? ¿Qué me vaya con otra? ¿Es que confías tan poco en mí?
—No quiero decir eso, es que se supone que venía a disculparme y te veo con ella...
—Te recuerdo que también estaba su hermano. —Me interrumpe.
—Y tú estabas sin camiseta.
—Ya, pero eso no cuenta porque...
—Porque nada —le corto—. Sé que he sido una mala novia. No te he animado cuando estabas ahí arriba, y me he ido cuando estabas medio inconsciente mientras te pegaban. Y tampoco he estado ahí cuando te han nombrado ganador. Y lo siento, lo siento muchísimo. —Ahora mismo me siento fatal, pero me acabo de quitar un peso de encima.
—Te entiendo, sé que no te gusta, pero es que verte con Connor ahí... me puse muy celoso. No me gusta nada ese chico, es un mujeriego y me da muy mala espina.
—Pues tampoco es tan mal chico. Fue él quien me animó a entrar e incluso te defendió y me dijo que te entendiera, que esto te gusta y todo eso. Y gracias a él veo tu punto de vista de todo, o gran parte de la situación.
Cuando termino de contarle, se queda perplejo, y con los ojos muy abiertos.
—¿En serio?
—Sip, y por ahora no ha hecho nada indebido en casa.
—Por cierto, sobre Lea... —Le miro esperando una explicación—. Primero de todo, no estaba haciendo nada con ella.
—¿Y qué hacías sin camiseta? —me vuelvo a cruzar de brazos.
—Ella y su hermano me estaban ayudando a curarme las heridas —responde como si fuera lo más obvio del mundo—. Y segundo, no tienes por qué preocuparte de que pase algo entre ella y yo. A ver, nunca te engañaría, pero hay otra razón.
—¿Y cuál es? —pregunto impaciente.
—Eso no te lo puedo decir, te lo tiene que contar ella.
—¿Y por qué no tú? —me quejo como una niña pequeña.
—Porque más bien es una cosa "personal" —dice haciendo comillas con los dedos.
Asiento con la cabeza lentamente apuntándome en la cabeza ir a preguntarle después.
—Entonces, ¿me perdonas? —Hago un puchero adorable.
—Claro que sí princesa.
Tira de mí y me acerca a él besándome lentamente. Noto cómo se queja por todas las heridas que tiene, sin embargo, no se separa. Me aparto lentamente poniéndole las manos en el pecho, a lo que él se queja.
—Hay que curar esas heridas —digo mientras busco las vendas que había sacado Leo.
—¿Dónde está el agua oxigenada, alcohol y todo eso que se utiliza para curar? —pregunto escrutando con la mirada toda la habitación.
—Están en el armario del baño. Es esa puerta. —Señala la única puerta de la pared derecha.
—Vale, siéntate en el banquillo mientras voy a buscar todo.
—Sí, mi capitana —se burla.
Se me escapa una risilla mientras me dirijo a buscar todo. El baño es pequeño, pero no es incómodo para una persona. Tiene los azulejos un poco desgastados y hay un lavabo junto a un espejo bastante nuevos. Al igual que el inodoro que tiene un aspecto impecable. El armario lo visualizo pegado a la pared del fondo pegado a una esquina.
Saco todo lo que necesito y salgo de nuevo al vestíbulo.
Empiezo a curarle las heridas a Alex. Algunas tienen muy mala pinta, en cambio otras ya están curadas, como casi todas las que tiene en la espalda.
—Ya está —digo cunado he terminado.
—Gracias. —Se levanta y se vuelve a poner una camiseta limpia.
—Era lo menos que podía hacer —respondo sintiéndome menos culpable.
Salimos del vestuario una vez hemos recogido todo cuando Emma y Nick vienen en dirección a nosotros.
—Hey, hermano —saluda Alex—. ¿Y eso que has venido?
—Pues... había quedado con Emma y como me ha dicho que estaba aquí he venido.
Se encoge de hombros mientras mete las manos en los bolsillos de sus vaqueros.
—Oh, que bonito, el príncipe quiere ver a su princesa —me burlo.
—Oye, que solo somos amigos —dice Emma un poco ruborizada.
—Claaaro.
—Bueno —interrumpe Alex juntando las palmas de las manos—. ¿Qué queréis hacer?