Aure
Justo cuando creí que estábamos perdidos llegó el sátiro. Golpeó con algo a los monstruos por detrás y se giró hacia mí aprovechando su momentáneo desmayo
-¿Es este? –preguntó señalando a Andreas.
Asentí.
-Apúrense –les dije –yo intentaré detenerlos.
-No –replicó Andreas decidido –Aure, ven con nosotros… espera… ¿por qué tengo que ir con este? ¡Tiene patas de animal! –gritó al darse cuenta.
-Son de cabra –especificó el sátiro -¿nos vamos?
-Sí –asintió para mi sorpresa Andreas –supongo que después de eso –señaló a los monstruos aún en el suelo –puedo confiar en ti.
El sátiro comenzó a avanzar y Andreas lo siguió hasta notar que yo no lo hacía. Retrecedió y me tomó de la mano.
-Aure, vamos.
-No puedo.
-¡Vamos! –me jaló y sentí como algo tiraba de mí con fuerza.
Estaba muy lejos de mi árbol.
-Ve –susurré.
-No sin ti.
-Andreas, no puedo ir.
Se sentó a mi lado. Los monstruos se sacudieron ligeramente como empezando a despertarse. El sátiro comenzó a ponerse nervioso pero Andreas no se movió ni un centímetro.
-Por favor –le rogué –ve.
-No.
-Andreas… -supliqué.
Las lágrimas asomaron a mis ojos y comenzaron a caer. Al verme se paró de un salto y dudó.
-Yo no me muevo de aquí sin ti –me aseguró.
-Soy una dríade. No me puedo alejar de… -se me cortó la voz –vete por favor.
Me abrazó y me secó las lágrimas.
-No sé cómo ni cuándo, pero volveré por ti –me juró y corriendo junto al sátiro se fue.
Me esfumé poco antes de que los monstruos empezaran a pararse.