90 DÍAS (JM & ___)

By GrEyaDiCtA215

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Park Jimin es un arrogante y mundano hombre de negocios que siempre consigue lo que quiere. Y lo que quiere e... More

1 ¿Trato?
1-2 Llamada
1-3 Historieta Erotica
1-4 Corse Bondage
1-5 Seguir Ordenes
2 Terreno de fantasía
2-2 ¿Rival?
2-3 Nuevo e Inusual
2-4 Indigno Castigo
3 ¿caridad o competitividad?
3-1 Squash vs Kendo
3-2 Antigüedades Pornográficas
3-3 observada
3-4 Color Marfil
4 Centro de atención
4-1 ¿Descubiertos?
4-2 Stripper
4-3 Hotel Victoriano
5 Baile, Japón, geishas... Park
5-2 Espactaculo
5-3 Anfitrión Perfecto.
6 Celos
6-1 ¿Su tipo ideal?
6-2 Club de vinos
6-3 Interrogatorio
6-4 Cumplir su palabra
7 Mujer Dominante.
7-1 Castigo Corporal
7-2 Obediencia
7-3 ¿Sustituta?
8 Ángel azul.
8-1 Subasta.
8-2 Sentimientos.
8-3 Lenguaje corporal.
90 días.

5-1 Una cana al aire.

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By GrEyaDiCtA215

Pero cuando intentaba trasladar lo que soñaba a la vida real su cuerpo se negaba a comportarse como quería que lo hiciera.
Sus movimientos eran torpes, arrítmicos, muy alejados del fluido erotismo que había transmitido Bridget cuando se desnudó. Una representación que él había encontrado muy excitante.
Se dio cuenta de que quería complacer a Jimin.
Sospechaba que él no la consideraba capaz de actuar con el aplomo profesional de Bridget.
Quería demostrarle que se equivocaba, que la encontrara sexy... Al menos, más sexy que a Jade Chalfont o que a cualquier otra mujer que conociera.
La idea de recibir lecciones de baile inundó su mente mientras picoteaba el almuerzo al día siguiente.
Era evidente que no podía esperar competir con una bailarina bien entrenada, pero sí podía seguir los consejos de un maestro.
El problema era que los profesores de baile no ofrecían sus servicios
como instructores de striptease. Decidió que podía hacerse pasar por una actriz amateur que quisiera
recibir clases particulares con el objeto de preparar un papel como stripper para su próxima función.
Dando un nombre falso, llamó a varias academias por teléfono y recibió una variada serie de aturdidas pero bondadosas respuestas, que incluyeron desde disculpas tipo

«aunque la escuela no imparte clases de striptease, podemos arreglar algo»;

pasando por un esnob

«aquí solo enseñamos ballet»
o un codicioso
«seguro que podemos enseñarle, pero no forma parte del programa, así que será caro».

Al final se decidió por la Academia de Baile y Mímica, donde le habían respondido que preferían
hacerle previamente algunas preguntas sobre su edad y experiencia antes de sugerirle que aunque allí no impartían clases de striptease, era probable que pudieran trabajar alguna rutina que se aproximara o la ayudara a pulir los movimientos que ya realizaba.
Así que guardó su ropa de baile en una bolsa y, vestida desenfadadamente, con vaqueros, una camisa floja y el pelo recogido, recorrió en coche el extrarradio en dirección a la academia que había elegido. Resultó ser una enorme casa de la época victoriana, una edificación que una vez había sido
grandiosa y ahora presentaba un estado un tanto deslucido.
La fachada necesitaba con urgencia una capa de pintura, pero el camino de acceso estaba bien cuidado. Cuando se abrió la puerta principal, se sorprendió al ver a una sonriente mujer de edad madura.

—¿Señorita Jones? Por favor, adelante.

La mujer tenía un algo de acento extranjero y, aunque era mayor de lo que esperaba, el ceñido vestido negro que llevaba revelaba una figura ágil y elegante.
_____ pensó que quizás esa mujer ya no bailara mucho, pero era evidente que lo había hecho en el pasado. Llevaba el pelo recogido en la coronilla en un apretado moño, estilo bailarina.
La condujo a un estudio que se había reformado para impartir danza. Había barras de ballet y espejos, y el suelo era de madera pulida. También había un piano en un extremo.

—Me llamo Theodosia Solinski, pero por favor llámame simplemente Thea. Debes decirme cómo puedo ayudarte. —Sonrió—. Por lo general me dedico a enseñar a niñas cuyas madres están convencidas de que pueden llegar a ser bailarinas de renombre mundial.

Le devolvió la sonrisa.

—Imagino que para la mayoría no es más que un sueño.

—Para todas —afirmó Thea con cruel sinceridad—. Pero no me compadezcas, incluso yo soy como ellas. Por eso me dedico a enseñar. De todas formas, es bueno soñar.

—Lo único que quiero —explicó, ciñéndose a la historia que había inventado—, es resultar convincente cuando interprete el papel de artista de striptease en una obra de teatro en la que participo. He probado a bailar al son de la música que vamos a usar, pero no acabo de hacerlo bien.

—Desnudarse es un arte —repuso Thea, sorprendiéndola. Había imaginado que una profesora tan tradicional como aparentaba ser esa mujer podría haber considerado su petición con cierto desdén—. Muchas mujeres, incluso las que se llaman profesionales, lo hacen mal. Están enamoradas de sí mismas y
se desnudan para ellas. No les importa la audiencia, por lo que a su función le falta pasión. Por eso van
pasando de un club de striptease a otro y actúan durante diez minutos mientras piensan en la lista de la compra. ¿Cuál es tu objetivo?

Se sintió alarmada durante un momento. Luego recordó su tapadera.

—Oh, ¿te refieres en la obra? Pues tengo que desnudarme para el hombre que amo, mejor dicho, el hombre del que creo estar enamorada.

—Una seducción... —Thea asintió con la cabeza—. ¿Has traído la música? —Ella le entregó la grabación—. Voy a escucharla. Mientras, ¿podrías enseñarme lo que has preparado ya? No es necesario que te quites... la ropa. Solo quiero observar cómo te mueves.

Cuando la música comenzó, intentó soltarse, pero se sentía coartada y torpe al saber que Thea la
observaba.

—Más despacio, por favor —instruyó la profesora—. ¿Preferirías hacerlo con la ropa adecuada?
¿Has traído contigo el vestuario?

De pronto sintió vergüenza al pensar en desvestirse delante de aquella elegante mujer.

—Er... bueno... quizá más tarde —murmuró entre dientes, sonrojándose—. En realidad mi objetivo es aprender los pasos.

Thea le dirigió una inflexible mirada.

—Creo que lo que te molesta es la idea de actuar ante otra mujer, pero también habrá mujeres entre los espectadores cuando realices la función. Y no se trata de un striptease auténtico, no espero verte desnuda. Solo se trata de danza. ¡Danza!

Thea subió la música y el sensual ritmo flotó en el aire. Ella intentó obedecer, pero no entendía lo que le pasaba, se sentía torpe y agarrotada. Quizá recibir lecciones de baile no había sido tan buena idea después de todo. Thea detuvo la música.

—Creo que será mejor que te pongas el vestuario —sugirió—. Hará que te metas más en el papel. Es muy difícil sentirse sexy con vaqueros. Te mostraré dónde puedes cambiarte.

Pero regresar al estudio con el vestido, las medias con costura y los zapatos de tacón alto no hizo que se sintiera mejor.
Todavía tenía que actuar ante los profesionales y afilados ojos de Thea Solinski.
Era eso lo que le molestaba, no la ropa. Intentó bailar una vez más y se tropezó.

—Quizá los tacones son demasiado altos —se disculpó.

—A los zapatos no les pasa nada —aseguró Thea. Volvió a detener la música—. El problema es tu actitud. ¿Has hecho el amor alguna vez con una mujer?

Conmocionada por la pregunta, solo atinó a tartamudear.

—No..., claro que no. —Supo que estaba sonrojándose.

Thea sonrió.

—Eso responde a mi pregunta. Has echado una cana al aire, quizá una sola vez, y te avergüenzas de
ello. ¿Por qué?

—No me avergüenzo de nada —se defendió ella—. Fue solo algo que pasó. Prefiero a los hombres.

—También yo. —Thea meneó la cabeza—. Pero he tenido un par de encuentros con mujeres; enriquecieron mi vida. —Sonrió—. Sobre todo mi vida sexual. Creo que temes relajarte ante mí porque te acuerdas de ese aire y te remuerde la conciencia. Quizá piensas que alentaste a la otra mujer o quizá solo estés avergonzada por haber disfrutado de ello, pero esto es parte de la vida. No creo que nadie sea heterosexual al cien por cien. Muchas personas ignoran esos deseos, y puede que alguien no los tenga, pero todo el mundo es capaz de apreciar la belleza de un miembro de su mismo sexo. ¿Acaso eso avergüenza a alguien? No. Es natural. —Volvió a poner la música—. Olvídate de mí. Piensa en tu hombre, y si no tienes, en alguno que te guste; un actor, un cantante famoso, lo que sea. Imagina que está observándote. Actúa para él.

_____ se preguntó si realmente le remordía la conciencia. Antes de su encuentro con Bridget siempre había pensado que las relaciones lésbicas eran más bien absurdas; algo muy inferior al sexo con un hombre. Ahora sabía que las mujeres podían proporcionarse entre sí un intenso deleite sexual y eso hacía que fuera diferente desnudarse delante de esa elegante mujer o de cualquier otra. Jamás volvería a estar segura de si la estaban observando con secreta lujuria. Ni tampoco tendría la certeza de que no daba la bienvenida a esos pensamientos.
De pronto sus inhibiciones la abandonaron. ¿Por qué no deberían disfrutar las mujeres de sus cuerpos? Bridget hizo que se sintiera deseable. ¿Acaso era tan terrible? Jimin había conseguido lo mismo. Como Thea, sabía que siempre preferiría el sexo con un hombre, pero decidió que no iba a pasarse el resto de su vida albergando una culpa secreta por haber disfrutado de una aventura erótica con una mujer. ¿Sería posible que Thea encontrara excitante ver cómo se desnudaba? ¿Importaría que así fuera? En realidad sería un cumplido. Debería sentirse orgullosa, no avergonzada. Se relajó y bailó.

Imaginó a Jimin observándola, pero estaba al tanto de la presencia de la
profesora de danza.
A ratos se bajaba las medias o se desabrochaba el sujetador para Jimin, a ratos para Thea.
No parecía importar.
La música terminó y se detuvo sobre los altos tacones; solo le quedaba
encima un liguero de encaje.
Hubo un largo silencio.

—Bien —intervino finalmente Thea—. Tienes más talento del que esperaba.

—He pensado en mi novio. —Se preguntó si la profesora se creería aquella verdad a medias.

—Envidio a tu novio. —Los ojos de Thea vagaron por su cuerpo con franca admiración—. ¿No pensarás terminar así encima del escenario?

Durante un momento, concentrada en la caricia visual de Thea, se había olvidado de la historia que
se había inventado.

—¿Escenario? —regresó al presente—. Oh, sí... Digo no. Me dejaré puesto el tanga, o daré la espalda al público o algo por el estilo. Pero tengo que bailar correctamente, es decir con evidente sexualidad. Debo resultar profesional.

—Bueno, no podrás engañar a un verdadero profesional —anunció Thea con brutal honradez—. Es evidente que no eres bailarina, pero es probable que te cameles a la mayoría de los espectadores. Desde luego, los hombres no serán críticos; solo disfrutarán. Sin embargo eres demasiado impaciente y no jugueteas lo suficiente. Deja que te haga una demostración.

Se desabrochó los botones del vestido y lo dejó caer. Debajo llevaba mallas y maillot.
_____ deseó tener una figura tan magnífica como la de su profesora cuando alcanzara su edad. La vio comenzar a bailar al son de la música. Con sus movimientos le demostró de lo que hablaba.
No se desnudó, no fue necesario.
Hizo gestos provocativos, y su bien entrenado cuerpo habló el lenguaje de la seducción con cada gesto, con cada paso.

—¿Lo has entendido? Cuando te bajes las medias no te las quites de inmediato. Aléjate, regresa al
mismo lugar. Enseña tu trasero; menéalo. Lo tienes muy bonito, así que exhíbelo. Luego levanta la rodilla,
dobla la pierna. Permite que imaginen lo que podrían ver si se lo permitieras. —La música acabó. Thea
le hizo señas de que se acercara—. Ahora, inténtalo tú.

_____ volvió a bailar mientras Thea la corregía. Sus manos fueron ligeras y suaves cuando la tocó con el brazo o los dedos —en ocasiones de manera muy íntima— para corregirle la posición.
Una hora antes aquello la habría avergonzado, pero ahora lo aceptó, incluso disfrutó con ello. También sabía, instintivamente, que no daría como resultado nada más íntimo a menos que se ofreciera abiertamente.
Cuando la lección terminó, sugirió recibir otra sesión, pero Thea le aseguró con sincera honradez
que no creía que fuera necesario.

—Lo único que necesitabas era relajarte. Olvidarte de tus inhibiciones. Y creo que ya lo has hecho. Ahora se trata de acostumbrarte. —La mujer sonrió y sus ojos oscuros se clavaron en ella durante un momento—. Sin embargo, si quieres regresar, no te lo impediré. ¿Como amiga la próxima vez? Podemos compartir un té ruso.

Era más que una invitación y las dos eran conscientes de ello. Pero sabía que no podía aceptar.
Habría sido deshonesta con Thea si lo hiciera.
No se sentía capaz de alentar una relación que la otra mujer quería que se convirtiera en algo físico.
No podría enfrentarse a dos canas al aire.
No.
De pronto se dijo que no consideraba su relación con Jimin como una simple cana al aire.

—Tengo novio —se disculpó—. Pero te lo agradezco.

—Así que esto es la despedida. —Había una nota de pesar en la voz de Thea—. Pero siempre estaré aquí para ti como profesora, no lo olvides.
 
            ...

—¿Te has enterado de la última? —_____ se dio la vuelta y se encontró cara a cara con la amplia sonrisa de Ricky Croft.

Enseguida vio el pequeño portafolios que llevaba bajo el brazo.

—Aunque lo hubiera hecho estoy segura de que me lo repetirías. —Pasó junto a él con los bollitos en una mano y un vaso de cola en la otra. El pub estaba medio vacío y encontró mesa con facilidad. Ricky se sentó justo enfrente de ella.

—Oriente es Oriente, ¿hay un lugar mejor? —dijo él con aire satisfecho.

—Si te refieres al señor Park, se trata de un rumor, eso es todo. —Dio un mordisco al bollito.

—Viajará allí muy pronto —repuso Ricky en tono confidencial—. Y te aseguro que cuando lo haga dedicará tiempo al placer. —Las elegantes manos del artista acariciaron el portafolio—. Los japoneses saben disfrutar del sexo. ¿Has visto alguna de sus estampas eróticas?

—No. Pero tengo el presentimiento de que tú vas a enseñarme algunas.

—¿No quieres ver cómo disfrutará el señor Park con sus nuevas amigas? —Ricky abrió la carpeta—. Son copias, pero conseguirán que te hagas una idea.

A pesar de sí misma, miró las páginas mientras Ricky las iba pasando lentamente, y tuvo que admirar una vez más su habilidad como dibujante.
Los trazos negros a plumilla imitaban el estilo japonés.
Eran bocetos muy explícitos. Había mujeres vestidas con kimono y otras medio desnudas en multitud de
posiciones —de pie, tumbadas, a cuatro patas, incluso haciendo el pino—, penetradas por cada orificio
disponible por hombres con penes enormes. Las caras de las mujeres resultaban inexpresivas y
despreocupadas mientras que las de los hombres parecían inescrutables. No encontró las imágenes
particularmente excitantes.

—¿Te gustan? —preguntó Ricky.

—No.

—Las mujeres no aprecian el arte erótico.

—Todos los modelos parecen aburridos —explicó ella.

—Es la tradición japonesa. Quizá piensen que es descortés mostrarse entusiasmados cuando mantienen relaciones sexuales. He copiado las caras de impresiones originales.

—¿Por qué molestarse? —preguntó—. Es como llevar agua al mar

—Bueno, mis dibujos son más imaginativos —se jactó Ricky—. Apuesto lo que quieras a que reflejo un montón de posturas que los japoneses jamás se han planteado. Pero estos son para los más tradicionales. —Pasó las páginas otra vez—. Tengo otras muestras menos... er... convencionales.

Exhibió más páginas. Dibujadas con un estilo realista que las hacía parecer fotografías en blanco y negro, aquellas imágenes mostraban a hombres japoneses, vestidos con ropa actual, con mujeres occidentales; a menudo dos o tres hombres con una mujer. Aunque las expresiones de las caras femeninas indicaban excitación sexual, no transmitían demasiado deseo, sino intensidad. Había algo enfermizo en los excesos allí esbozados y en las afectadas sonrisas en las caras de los hombres.
Pensó que aquellos hombres disfrutaban humillando a esas mujeres en vez de proporcionándoles placer, y que continuarían
persiguiendo sus fantasías incluso aunque sus parejas se negaran.
En la segunda serie de dibujos se veía con claridad que las mujeres no disfrutaban en absoluto.
Había repulsión y horror en sus rostros cuando los hombres —algunos con uniformes militares japoneses de la Segunda Guerra Mundial, otros con trajes— las ataban y las sometían sobre diversos potros detortura y bancos de azotes donde las zurraban hasta hacerles sangre, asaltándolas con una variadacolección de instrumentos sexuales de escabrosos diseños.

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