90 DÍAS (JM & ___)

By GrEyaDiCtA215

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Park Jimin es un arrogante y mundano hombre de negocios que siempre consigue lo que quiere. Y lo que quiere e... More

1 ¿Trato?
1-2 Llamada
1-3 Historieta Erotica
1-4 Corse Bondage
1-5 Seguir Ordenes
2 Terreno de fantasía
2-2 ¿Rival?
2-3 Nuevo e Inusual
2-4 Indigno Castigo
3 ¿caridad o competitividad?
3-1 Squash vs Kendo
3-2 Antigüedades Pornográficas
3-3 observada
3-4 Color Marfil
4-1 ¿Descubiertos?
4-2 Stripper
4-3 Hotel Victoriano
5 Baile, Japón, geishas... Park
5-1 Una cana al aire.
5-2 Espactaculo
5-3 Anfitrión Perfecto.
6 Celos
6-1 ¿Su tipo ideal?
6-2 Club de vinos
6-3 Interrogatorio
6-4 Cumplir su palabra
7 Mujer Dominante.
7-1 Castigo Corporal
7-2 Obediencia
7-3 ¿Sustituta?
8 Ángel azul.
8-1 Subasta.
8-2 Sentimientos.
8-3 Lenguaje corporal.
90 días.

4 Centro de atención

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By GrEyaDiCtA215

—¿Cuándo vas a volver a jugar la liguilla?

_____ se dio la vuelta y vio a Bill Hexley a su espalda. Sonrió.

—Bill, soy una mujer trabajadora. No tengo tiempo.

—Todos trabajamos —arguyó Bill— y encontramos tiempo.

—Quizá la próxima temporada —repuso.

Bill se puso a su lado.

—Es una lástima. Eres condenadamente buena al squash.

—¿Para ser una mujer? —bromeó.
Él se rió.

—Jamás te olvidarás de eso ¿verdad? Está bien, de acuerdo, hace unos años era un cerdo machista, pero he cambiado. Mi mujer me ha reformado.

Lo sabe hasta el gato.
Ella recordó todas las sorprendidas murmuraciones que había generado el matrimonio de Bill. Para empezar, nadie comprendía lo que había visto una mujer hermosa como Jackie Harwood en un tipopanzudo como él. Era el típico solterón que jugaba al squash pero fumaba y bebía como un cosaco.
Según le habían comentado, su casa parecía un estercolero; solo fregaba cuando se quedaba sin platos y pasabala mayoría de las tardes en el pub, jactándose de que su deporte favorito era encender el televisor y verla liga nacional de squash. Había sido en una de esas ocasiones cuando hizo aquel despectivo comentario
sobre ella.
Unos meses después se casó con Jackie Harwood y, poco a poco, el empedernido bebedor decerveza se convirtió en un vegetariano consciente de que la salud había que cuidarla y aburría a cualquier
fumador que se le pusiera delante con la historia de que había dejado el tabaco de un día para otro sin
ningún tipo de ayuda y que cualquiera con un poco de autocontrol podría conseguirlo también.

—Deberías casarte —aseguró Bill—. Trabajas demasiado, ¿sabes? Y es una lástima. Búscate a untipo afortunado y hazle feliz.

—No es fácil. Jackie y tú habéis tenido mucha suerte.

De repente se dio cuenta de que, sumidos en la conversación, Bill y ella se habían equivocado de
camino.

—Oye, no quiero ir a la pista de patinaje sobre hielo, sino a casa.

—Lo siento. Jackie está patinando, le dije que pasaría a recogerla. —Se detuvo cuando ella se diola vuelta—. Ve por ahí, es un atajo, te llevará directo a la sala de fitness y desde allí puedes acceder alaparcamiento, pero no se lo cuentes a nadie.

—No lo sabía.

—Un legado de la pereza que dominaba mi pasado. —Bill sonrió ampliamente—. Conozco todos
los atajos. Y de camino echa un vistazo en el cuarto de pesas. Es la noche de las damas, hay un par de
mujeres allí dentro que me provocan complejo de inferioridad. —Imitó una pose de culturismo—.Apenas doy crédito.

De la sala de pesas salía una estruendosa música rock cuando ella se acercó. Curiosa, empujó las
puertas. La mayoría de las mujeres estaban usando máquinas de fitness con expresión de intensa
concentración. Dos charlaban en un rincón. En la pared de espejo vio reflejadas a otras dos mujeres que,
si no fuera por la lycra que marcaba sus senos demostrando que los tenían, podrían haber sido
confundidas con hombres; los músculos abultaban sus brazos y muslos cada vez que alzaban una pesa, las venas sobresalían como cordones y la piel brillaba por el sudor.
Era la primera vez que veía ejercitarse a mujeres culturistas. Le sorprendió darse cuenta de que
ambas mujeres eran bastante atractivas. Puede que sus cuerpos fueran musculosos y fuertes, pero sus caras no estarían fuera de lugar en un anuncio de cosméticos. Las observó alzar pesas que incluso aalgunos hombres les costaría trabajo levantar y se preguntó por qué querían que sus cuerpos resultarantan poco femeninos.

—¿Son horribles, verdad? —preguntó una voz masculina.
Se dio la vuelta y vio a un joven que tenía la vista clavada en el espejo.
—¿Sabes por qué razón lo hacen?

—Imagino que por la misma razón que los hombres —replicó ella—, creen que las hace más
atractivas.

—Pues yo pienso que resultan grotescas.

—Eso es porque tienes una idea estereotipada de cómo deben ser las mujeres —señaló.

El joven pareció horrorizado.

—¿A ti te gustaría estar así?

—No. Pero es mi elección, igual que ellas eligen desarrollar sus músculos.

—Tortilleras... —replicó el joven con desdén.

La mujer que estaba más cerca de la puerta había escuchado la conversación. Levantó la mirada y
sonrió ampliamente.

—Que no te oiga el novio de Tess decir eso, también es culturista.

El tipo se encogió de hombros y se alejó con rapidez.

La mujer le sonrió.

—No son capaces de aceptarlo, ¿verdad? Si no te ajustas a lo que consideran que debe ser la mujer
ideal no saben reaccionar. Tess ha ganado montones de certámenes, quiere competir en América; allí
aprecian más el culturismo femenino y se puede ganar mucho dinero con ello. ¿Tú haces pesas?

—No —replicó.

La mujer lanzó una mirada a su bolsa de deporte y vio el mango de su raqueta de squash.

—¿Vas a hacerlas?

—No, no tengo tiempo.
Ella había seguido observando la sala de pesas mientras hablaba. Dos de las culturistas habían abandonado las máquinas. Una estaba ante el espejo, haciendo flexiones y estiramientos mientras la otra la miraba. Otra mujer se bajó de la cinta y se acercó a ellas. Había algo en su manera de moverse que provocó que la estudiara con más atención. Se dio cuenta, con sorpresa, de que era Jade Chalfont.
Con el brillante pelo oscuro recogido en la nuca y su cuerpo cubierto por un maillot negro muy
femenino, parecía ágil y en forma. Comenzó a charlar con una de las culturistas. Mientras la observaba,
Jade Chalfont echó la cabeza hacia atrás y se rió. El sonido provocó que todos la miraran con curiosidad.

«Venga, Jade, asegúrate de ser el centro de atención».

Tenía que admitir que estaba espectacular con aquella lycra negra y brillante que se ceñía a su
cuerpo. De hecho, la indumentaria le recordó a uno de los trajes de cuero de Georgie, aunque carecía de
las estratégicas cremalleras para fines sexuales que la diseñadora agregaba a sus creaciones.
¿Se pondría Jade Chalfont uno de aquellos monos de cuero? La miró de arriba abajo. Tenía cuerpo de atleta; hombros más anchos de lo normal, cintura estrecha y pechos pequeños. No pudo evitar preguntarse si ese sería el tipo de figura que atraería a Park Jimin. Era mucho más angulosa y dura que ella, que tenía una figura más suave.
En su caso, el squash había fortalecido sus músculos, pero sin
hacerle perder las curvas redondeadas. Quizá Jimin encontraba atractiva aquella androginia. De pronto tuvo una repentina imagen no deseada de Jade Chalfont a cuatro patas mientras Jimin la penetraba por
detrás. La escena evocó los recuerdos de su sesión con el vibrador y aquel amago de penetración anal.
¿Sería eso lo que realmente le gustaba a él? Tenía la sensación de que no. Estaba casi segura de que todo
aquello había sido un truco para complacer a Zaid.
Volvió a mirar a Jade, parecía una mujer dominante. Encontraba difícil que llegara a permitir que un
hombre le diera órdenes, tanto dentro como fuera de la cama, aunque sabía que las apariencias podían engañar.
Mucha gente que la hubiera conocido a ella, elegantemente vestida con los habituales trajes sastre que usaba en el trabajo, no se creería, no solo que se sometía, sino que además disfrutaba de los juegos sexuales que Jimin le estaba enseñando.
Jade Chalfont seguía charlando con las culturistas y, mientras la observaba, la vio estirar la mano y
pasar los dedos por el muslo de una de las mujeres. Esta dobló la pierna y el músculo se tensó,sobresaliendo. Jade asintió con la cabeza apreciativamente.

—¿Ves a la del pelo negro? —La mujer seguía junto a ella—. Practica algún tipo de arte marcial con una espada.

—Kendo —apuntó ella, distraída. Pensó que Jade deslizaba las manos por los músculos de la culturista más tiempo del necesario.

—Sí, algo así. —La mujer asintió con la cabeza—. No sé mucho de artes marciales. Solo sé que hay gritos y patadas. Yo me conformo con el aeróbic y la natación.

_____ no quería que Jade la viera, así que se alejó de la puerta de la sala de pesas al tiempo que brindaba una sonrisa a la mujer con la que había estado charlando y recorrió rápidamente el corredor hacia la salida.
Le molestó descubrir que no podía eliminar la imagen de Jade Chalfont de su cabeza. Había en ella una cierta dureza que podía resultar sexy para muchos hombres. Daba la impresión de que disfrutaría luchando por el poder. ¿Vería ella a Jimin como un trofeo que conquistar, tanto a nivel personal como para Lucci’s?
Hasta ese momento se había sentido muy segura de sí misma, pero ahora comenzaba a tener dudas;
sospechaba que Jade Chalfont era tan ambiciosa como ella. Estaba segura de que Jade aceptaría cualquier clase de contrato sexual que Jimin le propusiera. ¿Lo habría hecho ya? ¿Estaría él jugando con ambas por sus propias razones? ¿O solo pretendía que Randle Mayne se arrastrara ante él y le ofrecieran pulir sus diferencias de criterios? La cuenta de Jimin valía mucho dinero. Si una agencia
grande como Randle Mayne la perdía, su asamblea de accionistas tomaría medidas.
¿Sería Jade Chalfont tan solo otro reto para Jimin? ¿Un juego para descubrir lo que ella era capaz de hacer para conseguir sus fines? ¿Un avance en su carrera? ¿Era Park Jimin un obseso sexual que utilizaba a las mujeres como peones en sus fantasías? ¿Podría confiar en que mantendría su palabra? No estaba segura.
Pero había algo de lo que sí estaba segura: si retrocedía ahora, jamás lo sabría.

_____ estaba viendo un vídeo cuando sonó el teléfono. Había grabado aquel programa varias semanas atrás y no había tenido tiempo de verlo hasta ese momento. Era un documental sobre música pop con clips de grabaciones originales, y tanto la hipnótica fotografía como la banda sonora le hacían rememorar canciones de sus años universitarios.
Sin embargo, hacía rato que se había dejado arrastrar por una fantasía mucho más interesante: un Jimin desnudo atado a un sofá victoriano de cuero verde, sometiéndose a un interrogatorio sobre su relación con Jade Chalfont. Ella movía las palancas para hacerle adoptar una serie de posiciones muy interesantes y cualquier respuesta que no le gustaba provocaba que le separara más las piernas. Y después, pensó con satisfacción, utilizaba un vibrador hasta que él le pedía clemencia.
Era una escena agradable y no se sintió demasiado feliz cuando el teléfono la interrumpió. Y menos
aún cuando escuchó la voz de su hermano. A regañadientes borró la imagen mental del bronceado cuerpo
de Jimin y la impresionante erección que había decidido disfrutar después de una breve sesión con el
vibrador.

—Hola, hermanita. —La voz de Philip resonó alegre en su oído—. ¿Te pillo en buen momento o interrumpo algo?

Ella detuvo el vídeo.

—¿Qué música era esa? —preguntó él—. No encaja en tus gustos.

—Un vídeo.

—Pensaba que habrías salido. —se rió para demostrarle que no creía que eso fuera posible y, por alguna extraña razón, aquello la molestó.

Se llevaban diez años, pero eso no quería decir que fuera demasiado vieja o remilgada como para no saber pasárselo bien.
—¿Y por qué no podía haber salido? —preguntó con la voz más aguda de lo que pretendía.

—¡Eh! No me muerdas —se quejó Philip—. Eres tú la que no va nunca de juerga, la que dice que está demasiado ocupada trabajando.

Tuvo que admitir que tenía razón. Había sustituido la vida social por el trabajo.

—Solo quería decirte que he seguido tu consejo y, ¡ha funcionado!

Por un momento no logró recordar lo que le había dicho.

—De hecho —continuó su hermano—, me senté con Jan, mi nueva novia, y le dije exactamente lo que quería. Los dos estamos de acuerdo en que atar a alguien a la cama no es políticamente incorrecto siempre y cuando ambos miembros de la pareja estén de acuerdo y solo se usen bufandas, corbatas o pañuelos de seda, nunca cadenas. No es que se haya mostrado demasiado entusiasmada, pero considera que hay que ser ecuánime; si yo respeto sus deseos, ella respetará los míos. Es muy transigente. Hemos
decidido que como máximo lo haremos dos veces por semana.

Hubo una larga pausa mientras ella lo asimilaba.

—Muy bien —dijo finalmente—, me alegro por los dos. ¿Redactaste un documento para que ambos
lo firmarais después?

Ahora el que se quedó callado fue él.

—Me estás tomando el pelo, hermanita. Pensé que te alegrarías.

—¡Por Dios! Me resulta tan frío... Lo único que falta es que me digas que le has dibujado un esquema.

—Perdona si lo que he hecho te parece mal —se quejó él—, pero tú me dijiste que con mi siguiente novia me asegurara de que sabía exactamente lo que me gustaba.

—No esperaba que lo convirtieras en una negociación. Me refería a que le sugirieras el tema de manera... más romántica.

—No seas tan anticuada, hermanita. ¿Qué conseguiría con romanticismos?

—Estás enamorado de esta chica, ¿verdad?

—Claro que no —aseguró él—. No quiero ir en serio con nadie hasta que acabe la universidad y haya vivido un poco la vida. Me lo paso bien con ella, eso es todo. Y antes de que me eches la bronca otra vez, también se lo he explicado a ella. He sido honesto por completo. Quiero sexo y estoy dispuesto a salir por ahí de copas con ella, pero eso es todo. —Hizo una pausa antes de seguir hablando—.
Mantenemos una relación sin esas tonterías de «se quisieron para siempre», ¿sabes? Las mujeres
modernas es lo que quieren. Lamento decírtelo, pero los tiempos han cambiado.

«¿Estás sorprendida?», se preguntó. Sí, estaba sorprendida. Pero... ¿por qué?¿Era solo porque no podía reconocer que Philip hubiera crecido? Todavía lo consideraba su hermano pequeño. Era difícil aceptar que ahora era un joven y saludable varón con necesidades sexuales.

¿Era, en realidad, tan diferente aquel acuerdo con su novia del que tenía ella con Park Jimin?
Después de colgar comenzó a reírse tontamente. ¿Qué pensaría Philip si se enterara de los detalles de sus recientes aventuras sexuales? Su querido Philip, tan políticamente correcto que pensaba que los
pañuelos de seda eran adecuados, pero las cadenas no.
Pobrecillo, pensaba que la había escandalizado. Estiró sus largas piernas y las tensó antes de
relajarse, recordando. «No me conoces en absoluto, hermanito. Y quizá sea lo mejor».

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