Estar en reposo me ayudó a pensar mejor las cosas, no de la misma manera que la primera vez que estuve internada, cuando tuve que tomar la decisión entre incorporarme o no, esta vez sabía a lo que me enfrentaba, había tenido tiempo de experimentar dentro de la Academia, de conocer a sus estudiantes, el sistema escolar, y por sobretodo, ya conocía el rostro de la persona que me había traído a este lugar.
Me sentía decepcionada y me odiaba por eso, ahora que recordaba al culpable, en vez de trazar un plan de venganza como desde un principio me propuse, estaba aquí, en una cama de hospital, defraudándome a mí misma.
Cuando vi a los hermanos Limerick por primera vez mis sospechas se dirigieron inmediatamente en contra de Angus, por su personalidad seria, indiferente y el aura peligrosa que desprendía, pero con el pasar de los días descubrí la otra cara de Cedric y comencé a pensar en él como culpable. Tal vez incluso, muy en el fondo, dentro de mí ya había aceptado la idea y había decidido convertirlo en el blanco de mi venganza.
Ahora me daba cuenta que en realidad ambos eran la misma mierda, con distintos rostros.
Definitivamente, ya había tocado fondo y no estaba dispuesta a caer más bajo, no podía permitir que siguieran haciéndome daño, iba a retomar el control de la situación para hacerlos pagar. Nunca debí haber perdido ese objetivo de vista.
La puerta de mi habitación se abrió, pensé que podía ser Aby trayéndome los apuntes o cualquier otra persona de visita, pero en su lugar apareció Finn.
Entró cabizbajo, como si la culpa lo estuviera aplastando, también noté la preocupación en su rostro, a pesar de la débil sonrisa que traía.
—Te daré dos opciones —dijo—. Puedo quedarme o puedo irme, tú decides.
—Haz lo que quieras —respondí desanimada.
—Son tus opciones, no mías.
Sabía que lo más sensato en ese momento era decirle que se fuera bien lejos, y de paso informara a sus primos que iba a vengarme por todo lo que me habían hecho.
Sin embargo, por algún motivo, no podía estar molesta con él. Poco antes de la pelea con Cedric había decidido a seguir su consejo y seducida por la idea de sacar toda la mugre que había dentro de esta escuela, todo aquello que me molestaba, hasta convertirlo en un mejor lugar, en favor de las personas inocentes, como yo, que se habían visto atrapadas contra su voluntad. Ahora, la idea me parecía estúpida, esto era el infierno y sin importar lo que hiciera, el infierno siempre sería doloroso y ardiente.
—Vete —mascullé.
—En ese caso me quedaré —resolvió Finn, le dirigí mi mejor mirada asesina—. Mis opciones eran obedecerte o no.
—Si lo hacemos así entonces siempre saldré perdiendo —contesté.
—Solo se trata de convertir la realidad en un juego que sepas jugar muy bien —explicó, sentándose en un pequeño sillón junto a la camilla—. Mi primo es un pésimo jugador, pero sabe convertir a los demás en jugadores aún peores. Sobretodo, tratándose de una chica muy obstinada, que fue atacada por uno de los suyos, pero ya sé que no quieres hablar de él, así que no vamos a perder el tiempo.
—¿Qué quieres decir? —pregunté.
—¡Ah! Puede ser que ahora quieras hablar de Angus —cuestionó Finn.
Arrugué mi frente al darme cuenta que estaba a punto de caer en su juego. Me habría gustado evitarlo, sin embargo el tema que proponía era demasiado interesante como para perder la oportunidad.
—¿Qué sabes? —inquirí.
—No mucho, mi tío ha prohibido hablar del tema —explicó—, solo hay algo que pude sacarle al Reid estos días, ya que ha estado inestable emocionalmente.
—¿Quién es Reid?
—Angus. Es un lindo apodo que le tengo —contestó con naturalidad—. Al parecer era el apellido de su madre, cuando éramos niños, solían llamarlo así por ser el hijo de una amante, pero mi primo supo ganar respeto y ahora soy el único que lo llama así, por diversión.
El asombro de hizo presente en cada uno de mis rasgos. Jamás habría esperado una confesión de esta magnitud.
—¿Angus la conoce? —inquirí.
A juzgar por el tono de Finn, no sonaba una mujer muy cercana a su hijo, más bien la hacía parecer enigmática y distante.
—Falleció.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo. Sentí pena por Angus, porque yo entendía el dolor de perder a un padre y aun así, escuchar a su primo me hizo darme cuenta que estaba lejos de conocerlo, probablemente él sabía mucho más de mí que yo de él.
Quise preguntar algo más, pero Finn se me adelantó.
—No puedo traicionar la confianza de mi primo, ya me siento mal ventilando su intimidad, pero podrías formularte la siguiente pregunta: ¿De qué color era el pelaje del lobo que te atacó? Estoy seguro que puedes recordarlo —Guardó silencio un momento y agregó—. Mi teoría es que los dos hermanos estaban presentes, puede ser que uno te haya lastimado y el otro te salvó. —Se permitió un momento para disfrutar la confusión dibujada en mi rostro, antes de terminar de sembrar la duda—. No lo sé, solo son teorías, pero ahora que estas en reposo tienes tiempo para pensar en ello.
Finn se puso de pie y caminó hasta la puerta, se despidió y abandonó la habitación al instante.
Me quedé en la cama con sus palabras revoloteando en mi cabeza, si quería causarme insomnio, lo había logrado.
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Había llegado a una conclusión, pero aún me faltaban un sinnúmero de piezas para completar el complejo rompecabezas de lo que ocurrió en mi último día como humana, y Angus me debía esas respuestas.
Me levanté con dificultad, mi cuerpo se encontraba adolorido y tenía un grupo de cables pegados a la piel, que no dudé en quitar.
Si él no iba a venir a darme las explicaciones que merecía, yo misma iría a interrogarlo.
No obstante, apenas logré levantarme de la cama, cuando la puerta de la habitación se abrió, eran mis compañeros de clase, que venían a visitarme. Recibí un montón de regaños por haberme levando, pero yo no les hice el menor caso y me resistí cuando intentaron acostarme nuevamente.
—¡No! ¡No! —grité—. Debo hablar con el idiota de Angus.
—¿Y cómo piensas ir a hablar con él en este estado? —Me reprochó Hannah.
—Ni siquiera puedes ir al sector este sin autorización —agregó Aby.
—Está en el campus central, así que saliendo del hospital no te costará encontrarlo —dijo Daniel, recibiendo un par de miradas asesinas.
—¡No ayudes tanto! —chilló la joven jaguar—. No podrá dar un paso fuera de esta habitación sin ser vista por el personal.
—¿Es muy importante lo que tienes que preguntarle? —intervino Eddie, recibiendo una afirmación por mi parte—. Tengo un plan, pero nos traerá serios problemas a todos.
Nuestra atención se centró en él, quien nos explicó su idea y entre todos, trazamos un perfecto operativo.
En compensación, por haberme quitado la humanidad y encerrarme en esta Academia, la vida me había entregado un grupo de amigos que resultaron ser los mejores que jamás pude imaginar.
Eddie y Daniel fueron los primeros en salir, esperé con impaciencia los minutos necesarios para que llevaran a cabo su parte del plan. Los gritos del pasillo fueron la señal, ahora había un par de estudiantes descontrolados en la clínica, causando estragos luego de haberse transformado, debido a un impulso biológico incontenible.
Aby se quitó su ropa y me la entregó para que pudiera cambiarme, de modo que la túnica del hospital no me hiciera destacar mientras huía.
Mientras me vestía, vi la figura de Abigail crecer frente a mis ojos, pude ver el dolor físico que le causaba el cambio, pero ella lo resistía con valentía. En menos de un segundo, su morfología tomó la forma de un enorme oso, ya no había ni rastro de humanidad en su aspecto.
Retrocedí, asustada, ella avanzó hasta mi cama y la golpeó con ambas patas, destruyéndola al instante. Tenía una fuerza increíble.
Se acercó a las paredes y comenzó a arrancar la pintura con sus enormes garras. Estaba tan absorta que no me di cuenta el momento en el que Hannah también cambió su cuerpo.
Debía escapar en los pocos segundos que tendría, mientras mis amigos causaban un alboroto fingiendo estar fuera de control. En cuanto las enfermeras descubrieran mi habitación en pedazos, pensarían que escapé para protegerme, era mi as bajo la manga, para evitar ser buscada por unos minutos.
Salí al pasillo y corrí a la máxima velocidad que mis fuerzas me permitían, aún estaba cansada y débil, pero debía aprovechar mi única ventaja.
Detrás de mí escuché gritos, probablemente por causa de Hannah y Abigail, quienes estaban ingresando a las habitaciones a destruir todo.
Una alarma sonó, dando aviso del caos que se produjo. Me escabullí con el máximo sigilo, mientras el personal corría de un lado a otro con desesperación. Tanto alboroto causó que, estudiantes que no tenían nada que ver en el plan, perdieran el control también, apoyando la gran conmoción que iba a permitirme escapar. Por fin la suerte había decidido ponerse de mi lado.
En la entrada del hospital habían más animales que personas, todos peleando unos contra otros, esto era lo que Daniel y Eddie habían generado para abrirme el paso.
Afuera de la clínica también se había agrupado una multitud, el alboroto había congregado un gran número de ojos c
Pasé por entre medio de la gente, con la esperanza de confundirme con el resto de los estudiantes. Busqué a Angus entre la muchedumbre, pero no logré hallarlo, en cierto modo tampoco esperaba encontrarlo rodeado de gente, él demasiado distante como para unirse a un grupo de curiosos.