Por tu amor al Arte

Av Hitto_

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La madre de Emma ha muerto y ella debe irse a vivir a otra ciudad. Tras unos meses en los que consigue adapta... Mer

Por tu amor al Arte
1° Llevar la fiesta en paz
2º La inutilidad de la clase de arte
3º Desvanecerse
4° Confrontación
5º Sentarse y hablar
6º El plan del fracaso
7º Inoportuna
8º Ser egoista
9º Malas decisiones
10° Me quiero morir
11° Hacer amigos
12° Sentirme incluida
13° Prejuicios
14° Perder el tiempo
15° Julieta
16° El lobo que se enamoró del rayo de luna
17º Lazos rosas
18º Eterno
19º El problema de no hacer las cosas a tiempo
20° Secreto descubierto
21º Ser un gato
22° Amistades que valen
23° El mejor regalo
24° Ser su lienzo
Consigue este libro en físico
25° Mi rayo de luna
26° Un poema Dadá
27° Caos armónico
29° En graves problemas
30° El sótano
31° El primero de los últimos cincuenta días
32° Cuarenta y cinco días de aguante
33° La connotación del amor
34° Un lugar para los dos
35° Trending topic
36º Castillo de naipes
37° Bajo cualquier circunstancia
38° La casa vacía
39° La ira se desata
40° El gato de Schrödinger
41° Cosas nuevas
42° El discurso de graduación
43° Jane Austen, Los Beatles y tulipanes (FINAL)

28° Dos caras de una misma moneda

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Av Hitto_

Fuimos por una pizza después de la exposición y ahora regresamos a casa en el auto. Son como las dos de la mañana. Tendré apenas unas tres horas de sueño pues me toca ir a la universidad. Se nota que Henry no ha regresado o piensa que estoy dormida en mi habitación puesto que no me ha llamado preguntando dónde estoy.

Como en cada viaje que hacemos, suena una lista de reproducción diferente, y esta vez es algo fuera de lo común: Rock argentino de los noventa. Matías parece saberse la letra de todas y me agrada muchísimo más que el punk o algunos grupos de rock en inglés que él escucha.

—¿Qué vas a hacer si no vendes todos los cuadros, dónde los vas a poner? —le pregunto para evitar dormirme.

—En casa de Julieta hay un depósito —dice sin importancia, prestándole más atención a una canción de "Los enanitos verdes".

—Deberías llevarlos a casa y ponerlos en la sala o los pasillos, estarían mucho mejor que las paredes vacías o los cuadros que le regalaron clientes a Henry.

—Mi padre no va a quererlos ahí.

—¿Cómo estás seguro? Yo creo que sí, es más, creo que debiste invitarlo.

Matías resopla con esa actitud que infiere que le estoy arruinando la noche.

—Claro, hubiera venido, me habría dicho: muy bonito, pero el tiempo que invertiste en pintar debiste invertirlo en estudiar. Deja de perder el tiempo.

—No sabes si va a pensar eso. Hasta unas semanas atrás yo también creía que perdías el tiempo y he cambiado de parecer. Te estás cerrando a la idea de que tu padre piensa lo peor de ti. No le estás demostrando que lo que haces vale la pena. Tienes una licenciatura, ganas dinero vendiendo tus fotografías y ahora tuviste una exposición de verdad. Deberías decirle todo eso para que no te obligue a estudiar una carrera que no te gusta y que nunca vas a terminar.

—Conozco a mi padre mejor que tú. No hables como si lo conocieras de toda la vida y supieras qué va a pensar o a decir solo porque tú cambiaste de opinión. —Sube el volumen de la música, como queriendo acabar la discusión. Yo quito el volumen por completo, no va a esquivar esto.

—¡No te comportes como si tuvieras doce años! Ya eres un adulto, deja de depender de tu padre como si fueras un niño. No entiendo a qué le tienes miedo.

—No le tengo miedo nada. Deja de decir todo el tiempo que tengo miedo de las cosas porque no es así. —Vuelve a subir el volumen y esta vez yo arranco el mp3 del auto.

—Tienes miedo de madurar. Por eso rechazaste un trabajo de verdad. Con el que puedes hacer lo que te gusta, ganar tu propio dinero y ser independiente.

—Ya te fueron con el chisme. —Echa la cabeza para atrás y como ya no tiene música a la cual subir el volumen, pisa el acelerador—. No voy a trabajar en una estúpida agencia. No quiero tener horarios para ir siempre al mismo lugar a tomar fotografías cuándo y cómo me lo digan. No hago esto por encargo, lo hago porque me gusta y al convertir algo que me gusta en un trabajo pierde la gracia. Voy a vivir de lo que me gusta.

—No es lo mismo vivir de lo que te gusta que vivir haciendo lo que te gusta. Puedes trabajar tomando fotos por encargo y también seguir haciéndolo por amor al arte. Eso es crecer, saber que no siempre vas a hacer lo que quieres cuando quieres. La vida no funciona así.

—Pues debería.

—Pero no es así —le discuto. ¿Por qué es tan terco? Mientras más se justifica menos sentido le hallo; tanto a la vida que quiere como a su relación con Henry.

Estando a una cuadra de distancia aprieta con desesperación el botón de la puerta del garaje. Sale del auto sin decirme ni una palabra y se apresura a su habitación. No voy a ir tras él. Con un portazo aún más fuerte que el que él ha dado, yo cierro mi puerta e intento descansar un poco antes de tener que levantarme para cumplir con las obligaciones que él ha esquivado.

Sé que Matías está en su habitación porque escucho ruido a través de mis paredes. Llegué del colegio y ni me molesté en llamarlo. Que me hable cuando piense un poco las cosas o al fin caiga del árbol.

No tengo nada que hacer, ni tarea, ni exámenes para los cuales estudiar, nada. Así que en lugar de perder el tiempo en internet decidí limpiar mi habitación. Ordenar es algo que me relaja, soy muy meticulosa cuando lo hago. No he ordenado mi armario desde que llegué aquí, así que debo tener un montón de ropa que ya no uso. La que traje de casa está obsoleta; hace meses Henry me dio un montón de dinero y prácticamente me obligó a renovar mi guardarropa. Hace conmigo lo que hizo siempre con Matías: compensar el tiempo que no le pudo dedicar con objetos. Siempre está afuera trabajando, su vida transcurre entre horas extra. Tal vez por eso no puede conectarse con Matías de la forma en que debería. Pareciera que viven como dos personas que se acaban de conocer.

Saco los zapatos de la parte de abajo del armario. Tengo por lo menos tres pares que deben ir a la basura y dos cajas de pares nuevos. En una hay zapatos de fiesta, unos blancos tipo sandalia con taco alto. Nunca tuve la oportunidad de usarlos, pensaba que los estrenaría en mi graduación. Ahora no estoy segura de querer ir a mi fiesta de graduación, no tengo qué celebrar, no quiero estar rodeada de mis compañeros de curso más del tiempo necesario.

La otra caja la traje de Cochabamba; me había olvidado de ella. Al llegar la tiré al fondo y permaneció ahí por meses acumulando polvo. Al abrirla descubro el par de zapatillas de ballet que mamá me compró hace dos años. Siguen de un blanco impoluto. Las saco como como si pudieran romperse y los recuerdos se atolondran en mi cabeza. De pronto es como si esas zapatillas me revelaran algo. Mientras más las miro, más entiendo lo que pasa por la cabeza de Matías.

Toco su puerta y espero que al menos se digne a hablarme desde adentro.

—A menos que vengas desnuda y trayendo comida, no me jodas —dice.

—De hecho te traía una pizza y ya me estoy quitando la ropa.

Silencio. El muy cretino debe estar esperando a que me desnude. Abre de improvisto y se ve decepcionado de que traiga mi ropa puesta en lugar de la pizza.

—Mentirosa —intenta cerrarme la puerta y lo detengo empujando con el cuerpo.

—No vengo a pelear, solo quiero mostrarte algo.

Se rinde y me deja pasar. Pretendiendo que no me presta atención, se siente sobre la cama y agarra su guitarra. La ventana está abierta así que deduzco que estaba fumando. Lo hace cuando no lo veo.

Sé que aún en su papel de diva me presta atención. Me siento a su lado y pongo las zapatillas en su regazo.

—¿Vas a quitarte la ropa y dejarme que te fotografíe solo con estas zapatillas? —dice medio en broma, sin dejar su papel de ofendido.

Lo azoto con las zapatillas en el hombro y eso le hace soltar la guitarra.

—Quería mostrártelas. Las encontré en mi armario, es de la pocas cosas que me traje de Cocha. Jamás las usé, se supone que iba a estrenarlas en una presentación importante.

—¿Bailas ballet? —Parece que no se lo creyera.

—Bailaba. Lo dejé hace dos años.

—Y ahora quieres bailar de nuevo —afirma entusiasmado con la idea, en sus ojos puedo ver que va a soltarme un montón de mensajes de apoyo.

—Jamás volvería a bailar, aunque mi vida dependiera de ello. Si no les he prendido fuego es porque me dan pena, a mi mamá le costaron muy caras.

—¿Por qué ya no quieres bailar? Nunca te hubiera imaginado haciendo alguna de estas cosas.

—Empecé a los cuatro años y lo odiaba desde entonces. Era una de esas cosas que mi mamá quiso hacer toda su vida pero nunca pudo, así que decidió que yo iba a vivir su sueño por ella. Tenía que practicar tres veces a la semana y en casa me hacía mostrarle lo que había aprendido, bailar frente a familiares... era horrible. —Recordarlo me pone la piel de gallina; vaya que lo pasé mal en esa época.

—¿Entonces por qué seguías haciéndolo?

—Porque mi madre lo adoraba. Y nunca me animaba a decírselo. Ya sabes como soy, a veces me aguanto cosas solo por no enfrentarlas. Intenté no ser lo suficientemente buena para que ella se diera por vencida y no funcionó, habló con la maestra y me inscribió a una clase particular. Quise morirme. Luego cuando tenía como once o doce vi en internet lo que le pasa a los pies de las bailarinas y me aterré tanto que reuní coraje para decirle que no bailaría más. Primero se enojó por todo el tiempo y dinero que le había hecho desperdiciar, luego se puso a llorar y me dijo: "haz lo que quieras". Así que terminé llorando más que ella jurándole que iba a poner el doble de esfuerzo.

—Eso es chantaje emocional. Créeme que lo conozco. —Vuelca los ojos, ya parece muy compenetrado en mi historia.

—Sí, mi mamá a veces era experta en eso. En fin, seguí practicando y bailando y nunca fui lo suficientemente buena para tener un protagónico en alguna presentación. O quien sabe y sí lo era, pero no le ponía ganas. Aun así mamá decía que creía en mí y que bailar ballet era diez por ciento talento y noventa por ciento esfuerzo. Así que nunca me perdió la fe. Dejé de bailar cuando ella entró al hospital. Seguí yendo un par de semanas hasta que caí en la realidad, que ella no iba a levantarse de esa cama nunca más. Solo estaba gastando dinero que no tenía, apenas me alcanzaba para las cuentas. Algunas tardes salía del hospital y me iba a dar vueltas por un supermercado, me aprendía los precios de memoria y veía como subían de acuerdo a la temporada, o acomodaba los productos con las etiquetas al frente. Te juro que eso era más divertido que el ballet. Luego regresaba y le mentía inventándome presentaciones y anécdotas de lo que ocurría en las clases. Eso la ponía feliz.

—Eres una ridícula. Debiste decírselo y ya, se hubiera enojado contigo unos días y después se le hubiera pasado.

—¿Tú crees? Es posible, aunque me lo hubiera echado en cara siempre. Cómo desperdicié el talento que no tenía, cómo le hice gastar dinero... además era una forma de compensarla. Sabes, yo estoy segura de que quienes hemos sido criados por un padre soltero tenemos una relación con ellos muy diferente a la que tiene cualquier hijo con dos padres, incluso si están divorciados. Mi mamá solo tenía dos cosas en la vida: su trabajo y yo. Cuando no tienes hermanos todas sus aspiraciones y frustraciones se vuelcan en ti y creas una relación simbiótica con ellos. A mis doce años pensaba que nunca me casaría ni me independizaría por no dejarla sola. Que seríamos un par de ancianas que viven juntas y que van a misa los domingos porque hasta ese entonces no me habría animado a decirle que soy atea. Luego volveríamos a casa y veríamos Orgullo y Prejuicio en la televisión por milésima vez.

—Qué visión tan triste de la vida.

—Ahora lo veo así. No sé qué vaya a pasar cuando cumpla dieciocho, porque tengo opciones. En cierta forma, si mamá no hubiera muerto, habría hecho lo que ella quería y otras elecciones hubieran sido impensables. A lo que voy con todo esto es que ayer no entendía por qué insistes en no decirle a tu padre sobre tu licenciatura o tus exposiciones, y al ver las zapatillas se me vino de golpe que tú y yo tenemos el mismo tipo de relación con nuestros padres. Estudiar derecho para ti es como el ballet era para mí. Creo que en cierta forma tienes miedo de dejar solo a Henry y no cumplir sus expectativas; o esperas que él solo se rinda contigo y te deje hacer lo que quieras. Pero no creo que eso vaya a pasar. La única forma en la que yo me libré del ballet fue con la muerte de mamá. —Suena horrible decirlo, pero es la verdad.

—No estoy esperando a eso. Además mi viejo no es como tu mamá. Su trabajo siempre fue lo más importante, yo solo fui un añadido, le hubiera ido mejor si mi madre me hubiera llevado con ella. Hasta espantaba sus novias. ¿Sabías que vivió aquí con una?

Niego con la cabeza, eso no lo sabía.

—Una argentina llamada Delfina... nuestro odio era recíproco. Yo tenía catorce, estaba en mi peor época, era imposible vivir conmigo. Por eso lo dejó. Desde entonces no me presenta a sus parejas. ¿Crees que no sale con nadie? ¿Y que todas las noches que no viene se la pasa en su oficina?

—La verdad sí lo creía. —Me siento un poco tonta, nunca me imaginé a Henry con alguna mujer. Aunque sea lo más lógico y natural.

—Ingenua. Mi padre es bastante mujeriego aunque no te lo creas. Por eso lo dejó mi madre, descubrió que estaba con otra. —Pese a que intenta bromear, distingo que eso le molesta. Lo que me cuenta de Henry es algo que no hubiera imaginado. ¿Es verdad? ¿Tenía otra mientras estaba casado? No, no lo creo. Henry no estará nunca en casa y tal vez no le dedicó el tiempo que debía a su hijo, pero estoy segura de que no sería capaz de algo tan bajo. No le contradigo a Matías, porque sé que eso va a enojarlo.

—Eso no quita que te quiera; ambos se quieren, solo que no pueden comunicarse.

—Eso da igual, ya soy adulto y ahora tengo una perfecta hermanita que sí va a cumplir sus expectativas. —Me pelliza el cachete como si fuera una nenita—. Me caíste del cielo. Cuando entres a la universidad, saques notas perfectas y hables de derecho con él, va a dejarme en paz.

—¿Eso estás esperando? ¿Que yo sea un reemplazo?

—Sí —lo dice en serio—. Es como tú dijiste, necesitaba una persona en quien volcar sus ilusiones. Yo seré siempre una gran frustración para él. Da igual.

No le da igual... Lo abrazo y mi cabeza encaja perfectamente por debajo de su mentón. Es lindo sentir que nuestros cuerpos se acoplan perfectamente.

—En tres meses voy a cumplir dieciocho. Tu padre solo tiene el deber de ocuparse de mi hasta esa edad. Eso me da un poco de miedo ¿sabes? Siempre hablo y pienso sobre la universidad, dando por supuesto que iré a la misma que tú y en realidad Henry no está en la obligación de pagarla ni de mantenerme, no soy su hija. Así que no sé si seguiré viviendo aquí o qué demonios voy a hacer. A los dieciocho seré una adulta autosuficiente para la ley, aunque me siga sintiendo una adolescente.

—¿Qué crees, que mi padre te va a tirar a la calle? —se ríe—. Eres la hija que siempre quiso tener, por supuesto que va a mantenerte y a pagarte la universidad, y cuando te gradúes te dará trabajo en su bufete y vendrán aquí todas las noches a tomarse una copa de vino y a ver una película mientras hablan mal de mí y planean estrategias para hacer que siente cabeza.

No puede ser que Matías me haga reír con cosas tan absurdas. Me besa en los labios, sosteniendo mi rostro con ambas manos como hace a menudo. Creo que eso significa que hemos hecho las paces. Me va recostando sobre la cama empujándome lentamente. Supongo que esta noche Henry estará en el trabajo... o con alguna conquista. Lo que significa que podremos dormir juntos hasta mañana.

Soy capaz de faltar al colegio después de la clase de filosofía jurídica. Solo puedo pensar en mi cama y me apoyo disimuladamente en un brazo para no golpear mi cabeza contra la mesa el rato que me quede dormida.

Antes pensaba que en la universidad los docentes no tardarían meses en devolvernos los trabajos y exámenes como pasa en el colegio, pero me equivoqué. Recién ahora devuelve tareas pendientes. Llama los nombres de algún integrante del grupo y éste baja a recogerlo. Al último llama el nombre de Nicole y cuando baja a recibirlo el docente le pide que se quede y llame al resto del grupo.

—Su trabajo me pareció el más interesante, expóngalo—dice.

—¿Ahora?—pregunta Nicole, con los ojos abiertos como paltos.

—Sí, ahora, si ustedes lo hicieron pueden explicarlo. Alejandra y Matías, bajen —lee los nombres en el trabajo. Alejandra baja y yo me hago a la desentendida, pero de pronto siento los ojos del doctor clavados en mí—. Usted —me dice, no me atrevo a mirarlo directamente a los ojos—. Creí que estaba en el grupo con ellas. ¿Quién es Matías Boerth? —Lo busca con la mirada.

—No vino hoy —le dice Nicole—. Pero nosotras dos podemos explicarlo.

—¿Y usted con quien hizo su trabajo? —No me desprende la atención.

Estoy jodida, completamente jodida. Sabía que esto iba a pasar, que nos iban a descubrir.

—Con nosotras, nos olvidamos poner su nombre —rápidamente Alejandra inventa una excusa, dando brazadas de ahogado.

—Dije grupo de tres ¿y este Matías qué? ¿Quién es? —regresa al ambón y busca su lista—. Señorita, ¿cómo se llamaba? —me pregunta mientras busca el nombre de Matías.

—Emma.

—Baje —me ordena moviendo la mano.

Siento que estoy camino a mi ejecución, casi puedo ver ahí abajo una guillotina y al docente como mi verdugo. Mis pasos resuenan con cada escalón que bajo.

—Emma qué.

—Elizabeth Arce. —No sé ni porqué me molesto en responder, mi nombre no aparece ahí.

—No está en la lista oficial. Tampoco ha firmado nunca. Pásame la lista de hoy —le extiende la mano a un chico en la primera fila que acaba de recibir el papel—. Qué curioso, Matías Boerth es capaz de firmar sin la necesidad de hacer acto de presencia —dice tras verificar la firma. Justo hoy tenía que llegarme la lista antes—. ¿Me toma por estúpido? —alza ligeramente la voz.

Estoy paralizada. Todos me miran, el docente me exige explicaciones y la voz no me sale. Niego con la cabeza, moviéndola lo más que el terror me permite.

—Regrese a su asiento y al acabar la clase va a acompañarme a la carrera.

Mis manos no paran de temblar mientras subo las escaleras de regreso a mi lugar.

No puedo recordar los últimos diez minutos de clases, ni el camino que recorrí con el docente agarrándome fuertemente del hombro. Todo transcurre como en un sueño. Jamás me había metido en problemas tan serios. La puerta de la oficina se abre y estoy a punto de enfrentar cargos por suplantación de identidad.

Feliz martes!!!

ya saben denle click a la estrellita en cada capítulo si les gustó! :D y si comentan también, mejor.

Un besoteee, los quieroooo, nos vemos el... viernes! :D

Fortsätt läs

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