Saoirse Foritt

By Jonsei57

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Los tiempos nunca fueron los mismos. Los magos y brujas no siempre permanecieron ocultos. Hubo un tiempo en e... More

Saoirse, capítulo 1
Saoirse, Capítulo 2
Saoirse, capítulo 4
Saoirse, Capítulo 5
Saoirse Foritt, capítulo 6

Saoirse, Capítulo 3

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By Jonsei57

Los ojos marrones de Urania Smitt se abrieron lentamente. Poco a poco, la luz se unía a sus pupilas las cuales, tras pasar unos segundos, comenzó a mover de un lado a otro analizando lo que ocurría. Lo primero que observó, fue el lugar: unas paredes de madera viejas con un techo no tan alto sostenido en columnas a cada lado, una puerta que apenas cubría el espacio que debía, dejando algunos huecos por donde entraba el viento del frío invierno. Se hallaba en una cabaña humilde de ambiente templado producto del fuego de una chimenea puesta en una esquina. Urania paseó la mirada mientras sus recuerdos se iban procesando, como si de una máquina encendiéndose se tratara. Recordó entonces cuando huyó de su hogar rumbo al bosque, el estado de sus hermanas, la muerte de Gael y lo que le había hecho a aquellos hombres... Sus ojos se abrieron de par en par ante el último recuerdo. Se sentó de golpe obteniendo una vista más amplia del lugar. La luz de la chimenea alzó una silueta oscura frente a ella que la hizo retroceder de manera brusca, golpeándose la cabeza con algo que, parecía flotar en el aire. Un par de ollas se movían de a pocos de un lugar a otro sin ser tocadas. Urania abrió los ojos con sorpresa. Su boca se hallaba seca, no podía gritar, no podía hablar. Aquello era ciertamente imposible pero ¿Qué tan posible podía ser algo luego de lo vivido?

- No, tranquila.

Escuchó mientras se giraba anonadada. La silueta se acercó, haciendo más visibles las facciones del muchacho. Sus cabellos dorados y ensortijados se iluminaban con la luz tenue del fuego moviéndose con el viento. Sus ojos apenas podían distinguirse entre el color oscuro, pero llevaban un extraño brillo. Urania se quedó quieta observándolo con confusión, como si buscara en su mirada alguna extrañeza por lo que ocurría.

- Soy Forage, Forage Murphy – apresuró a decir el muchacho extendiendo su mano hacia ella – No tienes de qué preocuparte. Estás en mi hogar junto a mi abuela. Te encontramos junto a una niña, ella...

Pero Forage no pudo terminar sus palabras. Urania giró su cabeza bruscamente buscando con su mirada el cuerpo de su hermana.

- Tranquila – habló él alejándose un poco – Ella está bien. Mi abuela y yo hemos estado cuidando de la pequeña. Puedes verla aquí – dijo señalando una cama algo pequeña en una esquina oscura.

Urania se levantó. Tocó su cabeza una vez más para luego girar en dirección a las ollas. Era increíble, pero había algo más importante ahora. Caminó en dirección a la cama. El cuerpo apenas visible de Kaitlyn se hallaba recostado. Estaba sumergida en un profundo sueño como la última vez que la observó. Urania se sentó en silencio a su lado y acarició los cabellos de la niña al igual que su mejilla ahora tibia. La luz tenue de una vela se acercó flotando en el aire hasta reposar en una pequeña mesa al lado de la cama de Kaitlyn. Urania siguió con su mirada atentamente el viaje de aquel objeto inanimado con sorpresa y no miedo. Forage se acercó con una sonrisa, observando maravillado a la muchacha. Parecía disfrutar el enseñar aquel fragmento de magia. La muchacha tenía diversas preguntas sobre ellos, más un suspiro proveniente de los labios de su hermana hizo que recuperara la cordura. Se giró y la observó. El rostro de Kaitlyn había recuperado su color.

- ¿Cuánto tiempo llevamos aquí? – habló Urania por primera vez sin dejar de acariciar a su hermana. De rato en rato se giraba a observar la vela.

- Te encontramos hace un par de días en el bosque junto a ella – dijo Forage con una sonrisa- Hemos cuidado de ustedes. Mi abuela es una reconocida sanadora. Ella cura a los demás de diversas formas...

- Es una bruja – interrumpió Urania levantando su mirada hacia el muchacho.

Forage la observó con sorpresa. Aquella palabra, por muy normal que fuese para él, había sido tergiversada en maldad.

- No es como dicen los pobladores. La magia es diferente, si la quieres usar de forma diferente.

Urania observó al muchacho por unos segundos para luego girarse hacia su hermana.

- Señor Murphy... -susurró intentando sonar amable- ¿Puede usted curar con su magia a mi hermana? –suplicó – Si hay algo a cambio yo...

- No pido nada a cambio – dijo él intentando sonar sereno – Mi abuela hace todo lo que pueda para salvar a tu hermana. Tengamos fe en que eso pasará. De todas formas, ya tienen un hogar aquí.

La desconfianza de los ojos de Urania se esfumó por completo al observar la mirada del muchacho. Por alguna razón, no se sentía ajena a ese mundo, si no atraída; como si perteneciese eternamente.

La abuela de Forage, una mujer anciana de cabellos decolorados por el tiempo, había aparecido al anochecer. No era una mujer diferente a cualquier poblador del lugar. Mas el extraño brillo de sus ojos la volvía encantadora. Agnes, era su nombre. Ella, al ver a Urania, se alegró de que despertara. Preparó té y cortó tres rebanadas de pan a la perfección. Se sentaron frente al fuego mientras ella contaba las experiencias de su día. Era una mujer realmente enigmática, llena de secretos que, sin embargo, era un libro abierto ante cualquier pregunta. Urania y Forage la escuchaban atentos y en silencio como si de dos niños se tratasen. Ella podía sentir, de vez en cuando, como el joven muchacho se giraba a observarla, intentando buscar algún gesto de sorpresa ante las historias. Urania había preguntado por la salud de su hermana, obteniendo como respuesta algunos nombres que a penas pudo entender.

- Es un flor dentro del bosque – comentó Forage.

- Y no cualquier flor, mi niña – interrumpió la anciana – es una flor que debe ser retirada de sus raíces únicamente bajo la luz llena.

- ¿Y cual es la diferencia? – preguntó Urania.

Forage y Agnes rieron suavemente, provocando el inicio de la vergüenza en el estómago de Urania.

- La efectividad – comentó Agnes dulcemente- Es tarde ya, mis niños – comentó amablemente la mujer parándose de su vieja silla con ayuda de su nieto – La luna llena aparecerá en siete días. Por ahora solo queda esperar el mantener estable a la pequeña.

Urania desvió su mirada hacia la cama de su hermana. Tal vez, si seguía las palabras de Breanne, aún se hallarían juntas. Gael seguiría vivo y todo posiblemente se hallaría mejor.

- Ella se recuperará ¿Verdad? –preguntó Urania con temor, sin mirar a la anciana.

- La magia no siempre da las respuestas que queremos, pero nos permite acercarnos a las que necesitamos – dijo la anciana posando su mano sobre el hombro de la joven.

Esperar por los siguientes 7 días en un principio parecía eterno, mas la amabilidad y confianza que inspiraban ambos seres la hacía llevadera. Todas las mañanas, Forage acompañaba a Urania al pueblo a intercambiar algunos vegetales por pedazos de pan. Él era reconocido en ese lugar y, mientras estuviera a su lado, nadie se atrevía a hacer ninguna pregunta sobre la desconocida chica que merodeaba con él. Urania tampoco había dado sus datos. Temía hacerlo por su propia seguridad y la de sus hermanas. Además de intercambiar alimentos, Urania aprovechaba para buscar a su hermana perdida, sin éxito.

Por las tardes, recogían leña en las faldas del bosque y alimentaban a sus animales. Agnes desaparecía de una hora a otra y, al parecer, aquello era completamente normal para Forage. Él le había enseñado diversas variaciones de su magia y, en especial, un instrumento extraño con la cual realizarla: una varita. Esta era muy parecida a la que tenía Agnes. Urania no se atrevió a pedírsela por temor. Era un mundo nuevo e interesante.

Al llegar el séptimo día, cuando la luna entera iluminó el cielo nocturno, Agnes despidió a ambos jóvenes. Forage llevaba una antorcha en su mano derecho y unos trozos de tela en la izquierda.

Se internaron en el bosque con el sonido de los animales, mezclando sus pláticas con el ambiente nocturno.

- ¿Me dirás tu nombre? –preguntó Forage levantando una rama para poder pasar sin ser heridos.

Urania lo miró en silencio por unos segundos. Sabía que no era buena idea revelar su nombre o el de su hermana.

- Puedes decirme Saoirse – dijo Urania con tranquilidad.

- Eso quiere decir que no es tu nombre real – comentó el muchacho con una sonrisa, provocando que Urania lo observara sin saber que decir – Una chica perdida en el bosque, hallada en condiciones extrañas... Es completamente razonable que no quieras decirme tu nombre real.

Urania sonrió y agachó la mirada. Él era agradable y sentía que podía entenderla.

Juntos caminaron por el bosque buscando aquella flor extraña que había comentado la anciana mujer. Sin embargo y contra todo pronóstico, el viaje se había vuelto llevadero. Forage solía contar sobre como su padre le había enseñado un poco de magia. Urania deseaba aprender de él, pero temía hacerlo en el bosque o en cualquier otro lugar.

- Los humanos no pueden entendernos – dijo Forage observando el cielo – Mi padre siempre creyó en ellos hasta el final de su vida. Yo no opino como él. Mi madre creció completamente temerosa de los humanos desde que su familia fue atacada por los mismos – hizo una paisa volteando a observar a Urania - ¿Crees que alguna vez eso llegue a cambiar? – preguntó - ¿Te imaginas un mundo donde los magos y humanos convivan como uno solo? Es tan descabellado pensarlo como la idea de que un mago se case con un humano.

Urania se sonrojó extrañamente por aquel comentario, enojándose con ella misma por ese hecho.

- Creo que es posible si los demás conocieran la pureza del corazón de quienes pueden hacer magia – respondió ella amablemente.

Forage sonrió.

- Ven – dijo tomando su mano – por aquí encontraremos esa flor.

Urania lo siguió, levantando sus pies para no tropezarse con las raíces de los árboles. Llegaron a un claro lleno de flores con las características que la anciana había mencionado. Forage se arrodilló y empezó a quitar unas cuantas para luego envolverlas en la tela. Urania se arrodilló a su lado y estiró la mano para tocar una de estas. Al tacto, los pétalos blancos se cerraron. Ella giró su cabeza con sorpresa para toparse con el rostro risueño del muchacho.

- No te sientas ajena, el temor te hace cerrarte a las posibilidades y ellas lo sienten – dijo dejando a un lado la tela y colocándose cerca de Urania. Tomó la mano de la muchacha y estiró su dedo derecho – Eres parte de este mundo, Saoirse.

La yema de su dedo rozó una de las flores. Esta vez, sus pétalos no se cerraron. Las anteras se iluminaron y dejaron salir una extraña y corta melodía.

Urania sonrió y, al girarse, observó la sonrisa de Forage cerca de su rostro. La melodía se hizo algo más fuerte y extensa al igual que la luz. Todas las flores se iluminaron.

Juntos corrieron rápidamente hacia la casa entre risas, de la mano. Mas sus sonrisas se borraron al observar el rostro entristecido de la anciana esperándolos en la puerta. Al acercarse, Agnes observó a Urania sin saber que decir. Aquello fue suficiente como para entender lo que estaba ocurriendo. Entró a la casa y corrió hacia la cama de su hermana. Tocó su mejilla y sintió helada, buscó su respiración y no la encontró. Solo había un cuerpo pequeño, sin vida, en aquella habitación.

- La pequeña falleció minutos después de que salieron – dijo Agnes con tristeza.

Forage se arrodilló al lado de Urania y posó su mano en el hombro de ella. El cuerpo de la joven estaba temblando. Si tan solo hubiese llegado antes, si no se hubiese distraído...

- Fue mi culpa –alcanzó a decir entre sollozos – Debí llegar antes, debí hacer las cosas bien.

- No fue tu culpa, mi niña – comentó Agnes – Hay cosas que nunca entenderemos. Debemos ser fuertes.

Urania se giró buscando consuelo en las palabras de la anciana. Pronto, se vio envuelta entre los brazos de Forage. Un abrazo infinito.

El cuerpo de Kaitlyn fue enterrado en las faldas del bosque, frente a la casa de los Murphy. Por primera vez en un tiempo, había revelado el nombre real de la pequeña. Urania llevaba diariamente flores blancas a su tumba. Su único consuelo era el saber que ahora Kaitlyn se hallaba junto a su padre y madre, unidos en la inmesidad.

Forage y Urania se distanciaron los primeros días. Mientras ella lloraba frente a la tumba de su hermana a solas, tal y como lo había pedido, Forage la observaba a unos metros con tristeza.

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