outlasted spirit ⋄ stiles sti...

By eternitear

227K 16.5K 10.6K

Teen Wolf no me pertenece, ni ninguno de sus personajes, sino a Jeff Davis, MTV, etc. Con la única excepción... More

Prólogo.
1. "Alternación"
2. "Fracaso"
3. "Desconocido"
5. "Poder"
6. "Sensación"
7. "Instinto"
8. "Abominación"
9. "Control"
10. "Confianza"
11. "Ilegal"
12. "Delincuente"
13. "Ironía"
14. "Sospecha"
15. "Sometida"
16. "Evidencia"
17. "Oportunidad"
18. "Vulnerable"
19. "Secretos"
20. Parte 1, "Espejismo"
20. Parte 2, "Dorée"
20. Parte 3, "Profundidad"
21. "Realidad"
22. "Expuesto"
23. "Ilusión"
24. "Adversidad"
25. "Determinación"
26. "Retribución"
Epílogo
Nota de la autora y próximo libro.

4. "Impulsos"

10.1K 713 389
By eternitear

"Uno no puede estar preparado para algo, mientras que en secreto cree que no va a suceder." -Nelson Mandela.

Las llaves se deslizaron de mi mano, chocando contra el suelo con un tintineo hueco. Sentí mis labios separarse, mi boca caer ligeramente abierta, y hubiera jurado que mi corazón se había detenido un momento. Los ojos de Stiles observaban los míos con una sombra de duda, y yo no podía formar ningún pensamiento coherente.

–Uh... ¿Q—qué?

Las cejas de Stiles se acercaron, mientras desviaba la mirada. –Eso—eso fue inesperado, lo sé, yo solo—¿Por qué... por qué te ríes?

En efecto, mis risitas pobremente contenidas estaban llenando el silencio de la noche. –Eres un idiota, Stilinski.

Otra carcajada salió de mis labios, y de un salto cerré el espacio entre nosotros, lanzando mis brazos a su cuello. Debí suponer que nuestra falta de coordinación unida no sería buena, porque Stiles tropezó hacia atrás, mi pie se enganchó sobre el suyo, y terminamos los dos sobre el suelo. Mi risa ahora era incontrolable, y no me molesté de salir de encima suyo, apoyando mi frente en su cuello.

–¿Debo tomar eso como una afirmación? –Preguntó, comenzando a reírse también. –Creo que me he roto algo. Qué manera de arruinar el momento.

A pesar de que seguíamos sobre el suelo, que nuestra posición no era exactamente cómoda, y que mis brazos dolían por la caída, alcé el rostro, y le besé.

No pude evitar comenzar a reírme nuevamente sobre sus labios, sintiendo como si mil mariposas explotaran en fuegos artificiales en mi estómago. Stiles sonrió también, pero me acalló unos segundos después, volviendo a besarme. Sus labios suaves se movieron sobre los míos, y una de sus manos acarició la parte baja de mi espalda.

Comenzó a erguirse, sentándose sobre el suelo del porche, dejándome sentada sobre su regazo. Sentí un calor ardiente en mis mejillas, mientras la dulzura del beso se convertía velozmente en uno apasionado. Sus brazos sostenían mi cintura y los míos caían sobre su espalda, pero pronto me descubrí sosteniendo su rostro, mientras mi boca exploraba la suya, luchando por tomar el control. Un gruñido salió de la garganta de Stiles, que resonó en mi cuerpo. Separé mis labios de los suyos con un jadeo.

–Tomaré eso como un sí. –Murmuró con la voz ronca.

Una media sonrisa se esbozó en mi rostro. Aquél lado de Stiles me tomaba por sorpresa. Un escalofrío recorrió mi espalda, aunque no sentía nada de frío. Acerqué mis manos a ambos lados de su rostro y acaricié su piel, bajándolas ligeramente, hasta que estuvieron sobre su pecho. Apreté la tela de su camisa y lo atraje hacia mí para besarle nuevamente. La lucha ferviente por tomar el control comenzó nuevamente, nuestros besos tornándose aún más impetuosos y persistentes. Mi fina camiseta debía haberse levantado un poco cuando me había inclinado hacia él, porque sentí su mano cálida sobre mi piel. Deslizó su mano suavemente unos centímetros debajo de ella, dejando un trazo abrasador.

No tenía idea qué estaba pasando con mis hormonas. Pero no me estaba quejando.

Se separó un poco, respirando entrecortadamente. Sus ojos iluminados por la farola de la calle parecían del color exacto de la miel.

Auch. –Farfulló.

Fruncí el ceño, intentando despejar mi mente con dificultad. Mis manos ya no estaban sobre su pecho si no que volvían a estar sobre su espalda, y las quité, extrañada.

–¿Qué?

Esbozó una sonrisa que volvió a poner mi corazón frenético. –Creo que tienes garras ahora.

Parpadeé. –Oh. ¡Oh! ¡Lo siento! Yo—

–Está bien. –Me interrumpió, todavía con aquella sonrisa.

El ruido de un motor de un auto nos sorprendió. Nos giramos hacia la carretera, de donde el auto patrulla del Sheriff se acercaba. Me levanté del suelo de un salto, mi rostro volviendo a ruborizarse por una razón completamente diferente.

Escuché a Stiles murmurar una serie de cosas que no comprendí, pero sonaban a que se estaba quejando, más que nada porque fulminaba con la mirada el auto de su padre. Yo estaba más preocupada por lo que acababa de suceder.

–Stiles, ¿Estás bien?

Intenté ver su espalda, pero no me lo permitió, asintiendo con la cabeza. –Seh, no—no es nada.

El Sheriff se bajó del auto, comenzando a caminar hacia su casa, cuando nos notó. No estábamos exactamente escondidos, tampoco.

–¿Stiles?

Él le saludó con la mano, volviéndose hacia mí. –Debería irme.

Sus ojos todavía brillaban, y podía notar que su respiración continuaba un poco irregular como la mía.

–Deberías.

–Te veré mañana.

Le sonreí, mientras le observaba caminar los escasos metros hacia su casa. Se detuvo unos segundos después, girándose hacia mí.

En un impulso corrí hacia él y estampé mis labios sobre los suyos antes de volver corriendo a mi casa, tomar la llave del suelo, y entrar apresuradamente.

Parecía que los fuegos artificiales en mi estómago no se acabarían nunca.

>>><<<

–¿Vas a decirme de una vez por qué estás tan sonriente? –Me preguntó Allison, aparcando su auto en el estacionamiento del instituto.

Me encogí de hombros, sonriendo aún más. Me había levantado de muy buen humor en la mañana, y no podía quitar la sonrisa estúpida de mi rostro que estaba segura que tendría todo el día. Había olvidado que Stiles tenía entrenamiento en la mañana y por eso le había pedido a Allison si podía ir por mí para ir al instituto. Así que todavía no le había visto.

–Sólo es un lindo día.

Puso los ojos en blanco. Claramente no creía mis palabras, pero se distrajo con algo. –¡Ese es el auto de Lydia!

Mi corazón dió un salto, y me giré sobre mi asiento en un santiamén. El auto de Lydia se acercaba, junto con fuerte música pop, hasta que aparcó en su usual lugar al lado del de Allison. Nos bajamos al mismo tiempo, corriendo hacia ella.

—Hey, chi—

No pudo decir más, porque Allison y yo la estábamos abrazando.

–¿Estás bien? ¡No creímos que volverías hoy al instituto! ¿Qué te ha sucedido?

–¡Okey! ¡Chicas! Me están asfixiando.

Nos separamos de ella, disculpándonos. Lucía como si absolutamente nada le hubiera sucedido. Vestía sus usuales zapatos de tacón, un vestido morado, y su pelo estaba perfectamente peinado, cayéndole sobre los hombros en suaves rizos. La Lydia de siempre.

–Estoy completamente bien, –Dijo al fin, alisando su vestido. –No se preocupen.

Allison y yo compartimos una mirada. –Pero, ¿Qué te ha pasado? Quiero decir—

–Chicas, en serio, estoy bien. –Repitió, agitando su mano en un gesto despectivo. Comenzó a caminar hacia la entrada del instituto, pero se detuvo para esperar por nosotras. –Y antes de que sigan preguntando, no sé qué me ha sucedido.

Allison cruzó sus brazos, inclinando el rostro. –¿Realmente no recuerdas nada?

Lydia rodó sus ojos, deteniéndose frente a la puerta. –Lo llamaron un estado de fuga, lo que es básicamente una manera de decir "No tenemos idea de por qué no puedes recordar correr a través del bosque desnuda por dos días." –Chasqueó su lengua, encogiendo un hombro. –Pero personalmente, no me importa.

Señaló su cuerpo, con una sonrisa complacida. –¡Perdí cuatro kilos!

Nos reímos mientras daba un pequeño giro sobre sí misma. Sí, me parecía absolutamente extraño que no recordara nada... pero no era como si estuviera en posición de decir algo. Yo también tenía mi propio episodio de desaparecer por unas cuantas horas y no tener idea de qué había hecho.

–¿Y tú por qué luces tan sonriente? –Me preguntó Lydia, observándome de arriba abajo. –Y woah. Adoro tu vestido. Y tus botas. ¿A qué viene tanta producción?

Me volví a reír, observándome. –Sólo son unas cosas que mi madre suele enviarme de vez en cuando.

–Eso no explica por qué luces tan risueña a estas horas. Normalmente lo único que haces es gruñir.

Allison asintió. –Eso es lo que estoy diciendo desde que la fui a buscar a su casa. Algo ha sucedido, y no quiere decirme qué.

Mordí mi labio, intentando dejar de sonreír. Ambas me observaron expectantes, pero decidí mantener el secretismo un rato más, por pura diversión. –¿Qué no puedo estar de buen humor? Además, Lydia, tú siempre dices que debo poner más empeño en lo que visto.

Ambas soltaron un bufido. El timbre sonó, señalizando que las clases estaban por comenzar. Lydia se detuvo por medio segundo frente a las puertas cerradas del instituto.

–¿Estás lista para entrar? –Preguntó Allison.

–Por favor, –Murmuró, volviendo a encogerse de hombros. –No es como si mi tía fuera una asesina serial.

Okey, aquello había sido más frío que el iceberg del titanic. Pero, nuevamente, la usual Lydia. Allison y yo nos observamos con las cejas enarcadas.

Lydia abrió la puerta con nosotras dos flanqueando sus lados, y el efecto fue instantáneo. Todos los alumnos que estaban allí, caminando hacia sus clases, se detuvieron por completo para observarnos. O, más específicamente, observar a Lydia. Me habría sentido algo cohibida en una situación diferente, pero las miradas juzgadoras de todos me hicieron enfadar.

–¿Alguno tiene un problema? –Demandé, alzando la voz.

Unos pocos comenzaron a caminar otra vez, pero la mayoría continuaba observándonos. Crucé mis brazos, enarcando una ceja.

–Tal vez son los cuatro kilos. –Le murmuró Allison a Lydia.

Ella sonrió presumidamente, lanzando su pelo hacia atrás con un movimiento de la mano, y comenzó a caminar hacia el pasillo como si fuera su propia pasarela exclusiva. Allison comenzó a reírse, enlazando su brazo con el mío, arrastrándome también hacia el pasillo.

>>><<<

Gracias al incidente de todos los alumnos que no parecían tener mejor idea que observarnos a Lydia, Allison y a mí como si fuéramos un par de seres de Júpiter, mi buen humor se desvaneció. No imaginé que iba a ser tan fácil irritarme, pero cada vez que me sentía observada –más cuando sabía que yo no había hecho nada que alguien pudiera saber– me hacía apretar mi mandíbula y mis puños fuertemente. Luego intentaba calmarme, repitiéndome una y otra vez controla tus jodidos cambios de humor.

Tampoco ayudaba que no había visto a Stiles –ni a nadie, a decir verdad– en la mitad de la mañana, porque no compartía clase con ninguno.

Al menos hasta la clase de química, donde casi llegué tarde por haber ido antes al baño.

No hacían más de unos minutos que me había sentado, mientras intentaba copiar lo que el profesor estaba escribiendo vigorosamente en el pizarrón –y tal vez por eso no notó que había aparecido unos minutos después de que el timbre sonara– cuando escuché mi nombre en susurros.

Levanté la vista inconscientemente, para reconocer a Stiles haciéndome señas con los brazos para que lo notara.

Lo que no era muy necesario, porque estaba prácticamente frente a mí.

Le sonreí a pesar de mi humor extraño. –¿Qué pasa? –Hice mímica con la boca para que Harris no me notara.

Stiles me hizo señas para que me acercara. Le respondí con otras señalando al profesor. Luego él puso los ojos en blanco, repitiendo las señas anteriores. Solté un suspiro levantándome del banco, yendo hacia él y Scott.

–¿Qué es tan importante que arriesgan que Harris me castigue para toda la eternidad?

–Hola a ti también. –Murmuró Scott, copiando lo de la pizarra.

Stiles me observaba, sonriendo, y chasqueé mis dedos frente a su rostro para que reaccionara.

–Lo siento. Tenemos noticias, y no pueden esperar. Te llamé antes de que comenzara la práctica de Lacrosse, pero no respondías.

Parpadeé unos segundos. No recordaba haber oído mi móvil.

–Tal vez olvidé de quitarle el modo silencioso. Díganme qué sucede.

–Hay otro de nosotros. Aquí, en el instituto. –Dijo Scott.

Stiles negó con la cabeza. –Bueno, no aquí, se lo han llevado a la estación de policía–

–Y hoy es luna llena. –Finalizó Scott.

Volví a parpadear, estupefacta. No me decidía cuál de las tres noticias era peor, pero decidí ir por la última. –¿¡Hoy es luna llena!?

Me acallaron de inmediato, observando a Harris con nerviosismo. Si me oyó, no le dio importancia. No, probablemente no me había oído.

–¿Y deciden decirme justo ahora?

Scott se rascó el cuello. –Seh, bueno... como que nos olvidamos.

–Eres un hombre lobo. Y te olvidas de la luna llena.

Él se encogió de hombros, mientras Stiles ponía los ojos en blanco. El profesor se giró para tomar algo de su escritorio, y me encogí detrás de ellos hasta que regresó a la pizarra.

–Como sea, ¿Estás bien?

Ahora fue mi turno de encogerme de hombros. –Si estás preguntando si tengo algunas ganas de matar y torturar más de lo normal, la respuesta es no. No realmente.

Scott se giró hacia mí con la alarma escrita sobre su rostro. –¿Qué quieres decir con más de lo normal?

–Es una broma, –Hice una mueca, mordiendo mi labio. –Más o menos.

Stiles y él cruzaron miradas conscientes que no me agradaron.

–¿Qué?

–Después—después hablaremos sobre eso. –Stiles tomó un lápiz, y lo observó detenidamente, como si fuera un objeto sumamente interesante. –Ahora tenemos un problema, y es cómo hacer que Isaac no masacre a la estación entera de policía—

–Espera, espera, espera, ¿Quién demonios es Isaac?

Scott soltó un suspiro exasperado. –El que Derek convirtió.

Volví a parpadear unos segundos. ¿Así que Derek había decidido convertir a otro pobre iluso?

–Se ha vuelto loco, ¿Verdad?

–No sabemos, –Murmuró Scott. –Además, ¿Por qué Derek elegiría a Isaac?

Stiles hizo una mueca. –Peter nos dijo que si la mordida no te convierte, podría matarte. Y tal vez los adolescentes tienen una mejor chance de sobrevivir.

–¿Ser un adolescente significa que tu padre puede detenerlo?

–Bueno, no a menos que tengan evidencia sólida. O un testigo. –Stiles jugueteó con el lápiz que seguía sosteniendo. –Espera. –Su rostro se había iluminado con lo que parecía una de sus ideas, y se giró hacia atrás, velozmente. –Danny.

Danny alzó la vista hacia nosotros. Nos observó detenidamente a cada uno, y puso los ojos en blanco. Yo le saludé con la mano, y una sonrisa de disculpa.

–¿Dónde está Jackson? –Preguntó Stiles.

–En la oficina del director, hablando con tu padre.

–¿Qué? ¿Por qué?

Danny frunció el ceño, enarcando una ceja. –Tal vez porque vive enfrente de Isaac.

Stiles volvió a girarse hacia el frente, y yo me acomodé entre sus dos sillas, intentando que mis piernas dejaran de doler por la posición incómoda.

Scott comenzó a asentir con la cabeza. –Testigo.

–Necesitamos ir a la oficina del director.

–¿Cómo? –Preguntamos Scott y yo a coro.

Stiles tambaleó sus dedos sobre el escritorio, y nos echó un vistazo que no daba buenas noticias.

–Que todo el mundo vaya a la página setenta y tres. –Dijo la voz de Harris, que todavía escribía en la pizarra.

Stiles arrancó una página de su cuaderno, la hizo un bollo, y se la lanzó. Le dió justo en la cabeza.

Tapé mi boca, atónita. Un grupo de risitas a las que me costó no unirme resonó en el aula.

Harris fulminó a la clase entera con la mirada. –¿Quién demonios hizo eso?

Las risas se habían enmudecido de inmediato. Scott me señaló a mí, mientras que Stiles lo señalaba a él, y yo no supe en dónde meterme.

–¡Hey! –Me quejé.

El rostro del profesor había enrojecido en medio segundo. Parecía a punto de explotar. Oh, hombre.

–Ustedes... tres... ¡A la oficina del director! –Rugió entre dientes.



Nos dejamos caer sobre el banco convenientemente colocado al lado de la oficina. El pasillo estaba vacío y mayormente silencioso, salvo por unas voces amortiguadas de los profesores de las aulas cercanas.

–Ese fue el peor plan de la existencia. –Gruñí, observando a Stiles de reojo.

–Bueno, logramos venir a la oficina del director, ¿No es así? El fin justifica los medios.

Scott soltó una risita. Mi mirada feroz pasó a él. Se calló en el instante.

–¡No creí que me iban a arrastrar aquí también!

Stiles pasó una mano por mis hombros casualmente, sin embargo, noté un rastro de nerviosismo en sus ojos. –Okey, okey, no nos enfademos. Es por una buena causa.

Resoplé, cruzando mis brazos sobre mi estómago. –Como digas. Hacía un tiempo que no era enviada a la oficina del director.

Advertí que Scott observaba a Stiles con una mirada suspicaz. O, mejor dicho, a su brazo, que seguía sobre mis hombros. Tal vez creía que estaba siendo disimulado, porque no dijo nada.

La puerta de la oficina se abrió con un chirrido molesto. Noté de reojo un par de uniformes verdes. El Sheriff salió de allí con el ceño fruncido y contrariado. Stiles sacó una revista de Dios sabe dónde en un santiamén, abriéndola para ocultar su rostro.

El Sheriff sonrió al verme por un momento—y recordé lo de anoche. Cuando había besado a Stiles frente a él. Mi rostro se volvió un tomate.

–Hola, Ariel. Scott.

Lo saludamos con la mano. Él observó a Stiles, y se alejó negando con la cabeza, seguido de otro agente.

–Chicos...

Nos giramos hacia la voz que salía de la oficina. Y nos quedamos paralizados

El tipo amenazador que habíamos visto en el cementerio, el abuelo de Allison estaba allí, frente a nosotros. Nos sonreía con algo que tal vez él pretendía que fuese amigable, pero no se acercaba ni una décima a serlo.

–Pasen. –Nos ordenó, con un gesto de la mano hacia el interior de la oficina.

Santa jodida mierda, estábamos perdidos.

El abuelo de Allison caminó detrás de nosotros, cerrando la puerta. Se dirigió con paso tranquilo hasta una silla detrás de un escritorio, y se dejó caer sobre ella como quien no quiere la cosa.

Nos le quedamos mirando como tres idiotas.

–Bueno, siéntense, vamos. –Volvió a pedir, todavía con aquella sonrisa inquietante.

Le obedecimos, tomando las únicas tres sillas que había allí. Traté de convencerme que no tenía un cazador frente a mí.

Él abrió un cajón que no llegué a ver de su escritorio, y sacó tres carpetas comunes y corrientes. Allí había tanto silencio, que hasta podía oír el tic-tac del reloj de la pared.

–Scott McCall, –Anunció, abriendo una de las carpetas. –Académicamente no lo más destacado, pero veo que te has convertido en el atleta estrella.

Scott asintió, haciendo una mueca con la boca, observando un punto fijo en el suelo. El abuelo de Allison dejó la carpeta abierta a un lado y sacó la siguiente. Sus movimientos eran tan seguros y calculados que hasta me resultaba extraño.

–Ariel Rowe. Notas impecables. Transferida de Rutherford High, en Phoenix, Arizona. Un colegio con mucha reputación. ¿Puedo preguntar por qué?

Luché por no entrecerrar mis ojos. Me estaba enojando, rápido, y no sabía la razón. –Cuestiones de trabajo de mi padre.

Dejó a un lado mi expediente, y tomó el último a su izquierda. –Señor Stilinski. Notas perfectas, otra vez, –Enarcó sus cejas. –Pero de pocas a ninguna extracurricular. Quizá debería probar Lacrosse.

–Oh, en realidad, estoy—

–Espera, –Lo interrumpió, señalándole con un dedo. –McCall. Eres el Scott que salía con mi nieta.

Scott se removió en su silla. –Salíamos—pero ya no. No salimos, ni nos vemos—ni hacemos nada juntos... para nada.

Me aclaré la voz, para detener su balbuceo. Veía que no era la única a la que aquél señor le ponía nerviosa.

–Relájate, Scott, parece que estás a punto de romper una pastilla de cianuro con tus dientes.

Stiles y yo nos observamos con las cejas enarcadas. ¿Acaso eso había sido un intento de broma?

–Sólo fue una dura ruptura. –Explicó Scott, removiéndose aún más en su silla.

–Oh, eso es malo, pareces un buen chico para mí. Escuchen, –Se reclinó contra su silla, poniendo sus manos sobre su regazo. –Sí, soy el director, pero realmente no quiero que piensen en mí como el enemigo.

–Oh, ¿En serio? –Preguntó Stiles con tanto sarcasmo que tomé su brazo y lo apreté un poco, observándolo con los ojos como platos. Podíamos pensar en él como el enemigo, pero era preferible que creyera que no era así.

–Sin embargo, –Prosiguió. –Éste siendo mi primer día, necesito apoyar a mis profesores. Así que desafortunadamente, alguno va a tener que tomar la caída y quedarse atrás por detención.

Era bastante obvio que algo así iba a suceder, pero me enfadé de cualquier modo. Solté un suspiro, observando a Scott, quien ya me estaba mirando. Luego, dirigimos nuestra mirada a Stiles.

–Supongo que puedo quedarme, –Me encogí en la silla, resignada.

–No. –Stiles y Scott hablaron exactamente al mismo tiempo, con una inquietud que no me pasó por alto.

El abuelo de Allison enarcó las cejas, con las comisuras de su boca alzadas. –Qué caballeros.

Scott se levantó de la silla de un momento a otro. –Vamos, Ariel.

–Pero—

–Llegaremos tarde, ¿Recuerdas? Vamos.

Tomó mi brazo, y me arrastró de allí apresuradamente. Lo tomé de su chaqueta para detenerlo, apenas habíamos dado unos pasos fuera de la oficina. –¡Scott! ¿Llegaremos tarde? ¿Hay algo más de lo que no estoy enterada? ¡Estoy bastante cansada de ser la última en entender lo que sucede!

Él tenía su atención en otra cosa, con el rostro hacia una de las ventanas.

–¡Scott!

Su mirada pasó hacia mí. –Lo siento. No podías quedarte allí. Puedo oír tus latidos, Ariel. Sé que te estás enfadando.

–¡Pues tengo una buena razón!

Comenzó a negar con la cabeza, volviendo a echar un vistazo hacia la ventana. –Eso no importa. Es luna llena, ¿Recuerdas? Oh... demonios, vamos.

Se dio la vuelta y comenzó a correr por el pasillo desierto sin decir otra palabra más.

Si la idea era disipar mi ira, no estaba ayudando. Le seguí como pude a través del instituto, y tuvimos suerte de no cruzarnos con ningún profesor que nos hubiera detenido –y probablemente enviado de nuevo a la oficina del director– por andar corriendo por allí. Scott empujó las puertas de la entrada para abrirlas, deteniéndose sobre las escaleras. Mis pasos resonaron en el pavimento cuando llegué hasta él unos minutos después, agitada.

Él observaba a una patrulla de policía a unos metros de nosotros. Había un chico sentado en los asientos traseros, observándonos directamente. La patrulla arrancó antes de que pudiera ver su rostro, o siquiera reconocerlo, y Scott lanzó una maldición entre dientes.

–Ese era Isaac, ¿Verdad?

–Sí.

Volvió sobre sus pasos hasta donde me encontraba, a punto de decir algo, pero el chirrido de las ruedas de un auto lo interrumpió. Mis ojos se fijaron en la pintura negra de un auto que, muy a mi pesar, reconocí al instante.

–Entren. –Dijo Derek, observándonos desde el Camaro, a través de unos anteojos de sol oscuros.

Ahora sí que prefería haberme quedado en detención.

–¡¿Estás hablando en serio!? –Exclamó Scott, lanzando sus brazos al aire, señalando a la patrulla que casi ya no se veía. –¡Tú hiciste eso! ¡Es tu culpa!

–Eso ya lo sé, –Masculló, apretando el volante con fuerza. –Ahora entren en el auto, y ayúdenme.

–No, tengo una mejor idea, –Scott se acercó al Camaro. –Llamaré a un abogado, ¡Porque un abogado tal vez tenga una oportunidad de sacarlo antes de que la luna aparezca!

Derek se inclinó hacia nosotros. –¡No cuando registren bien la casa!

–¿Qué quieres decir?

–Lo que sea que Jackson le haya dicho a la policía... –Su voz se apagó unos segundos, como si dudara decirnos algo. –Lo que hay en la casa es mucho peor. Mucho peor.

Me acerqué al auto con paso decidido, y abrí la puerta, subiéndome a él. Fruncí el ceño, algo confundida, hasta notando a Derek de reojo luciendo sorprendido.

–¡Ariel! –Gritó Scott, alzando sus brazos otra vez.

–¡Sólo vamos, Scott! No es como si pudiéramos hacer mucho nosotros solos.

Él bufó, negando con la cabeza, pero se acercó al auto, y subió a los asientos traseros. A decir verdad, incluso yo misma estaba asombrada por haberle hecho caso a Derek sin rechistar.

Difícilmente habían transcurrido más que diez minutos del viaje a donde sea que nos dirigíamos, sin embargo me bastó para saber que algo había sucedido entre Derek y Scott, porque el silencio era tan tenso que estuve a punto de preguntar qué rayos les sucedía múltiples veces. Pero, en realidad, no quería saber. No obstante, había algo que sí.

–¿Alguno de ustedes dos tiene alguna idea sobre qué hacer con respecto a la luna llena?

Derek seguía con sus lentes de sol, a pesar de que había comenzado a oscurecer afuera, pero adiviné que él y Scott habían cruzado miradas a través del espejo retrovisor.

–Tú estarás muy ocupada intentando matarnos. –Dijo Derek, sin más preámbulos.

Proferí una exclamación, incrédula. –Tal vez tenga ganas de hacer eso contigo, idiota, pero estoy muy segura de que no lo haré.

Él se giró hacia mí por completo. –No, no lo harás, porque me encargaré de ello.

–¿Qué demonios quieres decir? Estoy completamente b—

–Hoy has estado sintiendo ira sin ninguna razón, ¿No es así? Como si no pudieras controlarte. Pues eso va a empeorar por cien. Y Scott sabe que no estoy bromeando.

Quería refutarle lo que me estaba diciendo, además de decirle unos cuantos insultos, pero en vez de eso mordí mi labio con fuerza, observando la calle. No era estúpida. Lo que me había sucedido una noche atrás seguía presente en mi mente, por más que lo único que pudiese recordar fuera aquella chica desconocida que no había vuelto a ver. Y la furia que me había poseído. ¿Acaso volvería a sucederme algo así en la luna llena? ¿O sería peor?

Pero había algo... había algo que no tenía sentido, y que no tenía el suficiente valor para admitir todavía. Se suponía que estaba cambiando, que era una mujer lobo. Sin embargo, no me sentía más fuerte, ni más rápida, ni siquiera mis sentidos parecían aumentar. Scott poseía esas habilidades, hasta podía oír mi jodido latido, y yo seguía con mi oído mundano. Quisiera o no, me sentía agradecida por ello, pero me aterraba de igual manera. Ni siquiera me animaba a preguntar si aquello era normal, si los efectos de la mordida eran tardíos, pero una parte de mí decía que ya habían advertido hacía rato que había algo extraño, y ninguno lo sacaba a relucir. Las únicas excepciones que había logrado percibir; como aquél destello de mis ojos en la oscuridad, o el hecho de haber podido ver a oscuras cuando había despertado luego de lo que sea que había hecho una noche atrás, eran el único consuelo que me decían que algo remotamente normal –o todo lo normal que podía ser– me estaba sucediendo. Pero no era suficiente. Y debía decirles.

En medio del viaje, Scott me explicó por fin por qué habían detenido a Isaac, y lo mantenían en la estación de policía. Por más que le diera vueltas, no recordaba haberlo visto antes, pero podía imaginarme lo horrible que debía ser, perder a su padre y tal vez ser sospechoso de su asesintato. Y lo que era peor, mientras era un hombre lobo recién convertido.

Casi había oscurecido por completo para cuando Derek detuvo el Camaro frente a una casa. Lucía completamente normal, a excepción de que era la única que estaba a oscuras en todo el vecindario. Derek abrió la guantera del vehículo y sacó dos linternas, tendiéndome una antes de bajarse, y caminar directo hacia la casa.

Me quedé en donde estaba, muy quieta, observando hacia fuera. El cielo, cada vez más azul, y con algunas estrellas comenzando a aparecer, estaba despejado a excepción de unas pocas nubes.

–¿Hablaba en serio? –Me giré hacia Scott, sintiéndome repentinamente temblorosa. –En cuanto la luna salga...

–No lo sé. No estás actuando para nada—no—no sé qué sucede.

–Si hago algo, van a detenerme, ¿Verdad? No quiero... no puedo lastimar a nadie.

No otra vez.

Scott me observó directamente. –No vamos a dejar que hagas nada malo.

Asentí un poco, y esperé que Scott bajara del Camaro, para ir detrás de él.

En cuanto entramos a la casa, y cerramos la puerta detrás nuestro, entendí que Derek me había dado la linterna en vano. Porque podía ver a la perfección.

No recordaba tener la capacidad de ver en la oscuridad luego del incidente, pero tampoco había apagado ninguna luz de mi casa, por puro miedo irracional. Y no recordaba haber estado rodeada de oscuridad en otra ocasión, más que en el bosque con Scott y Stiles. ¿Había sido capaz de distinguir todo, como lo estaba haciendo en aquél momento? Recordaba todo oculto por la gruesa neblina, pero sólo sabía que había estado demasiado preocupada por Lydia, para advertir nada más.

La voz de Derek nos llamó, desde lo que parecía la otra punta de la casa. Seguí a Scott lo más cerca posible, luchando contra el nerviosismo que amenazaba con ir en aumento. Estudié las paredes blancas con unos solitarios cuadros con fotografías, que mostraban en su mayoría a un niño pequeño. No había muchos otros adornos o pinturas, lo que me daba la sensación de que quienes vivían allí eran reservados, o estaban demasiado ocupados para decorar.

–No me gusta este lugar. –Dije, una vez llegamos hasta Derek. Estaba frente a una puerta, al final de un pasillo particularmente tan oscuro, que tenía que enfocar mi vista en ciertas cosas para notarlas. –No se siente... bien.

No podía describirlo exactamente, pero la casa entera me daba una sensación extraña.

Scott y Derek me examinaban con atención. Ninguno de los me dijo nada. Derek abrió la puerta, y la sensación extraña no hizo más que empeorar. Algo malo había sucedido allí. Más de una vez. Tal vez a eso se refería Derek cuando decía que los policías encontrarían algo mucho peor de lo que Jackson les había contado.

–Hey.

Me había dispersado por unos segundos. Derek señaló con el rostro hacia la puerta abierta, que daba a un sótano. Totalmente en contra de mi mente, que me demandaba que me fuera de allí de inmediato, bajé las escaleras, siguiendo a Scott.

El sótano estaba repleto de cosas. Ninguna era particularmente fuera de lo ordinario, objetos en desuso o que no funcionaban ocupaban la mayoría del espacio, como una silla de madera rota.

–¿Qué sucedió aquí abajo? –Preguntó Scott.

Derek cruzó sus brazos, deteniéndose al pie de la escalera. Me observaba. –El tipo de cosa que deja una impresión.

Rocé mis dedos contra la madera rota de la silla. –Algo malo. –Susurré, repitiendo lo que mi conciencia no dejaba de gritar.

Scott se acercó a un estrecho espacio de la pared libre. Ésta tenía cuatro finas líneas perpendiculares, y él estiró su mano hasta ellas. Sus dedos coincidían con facilidad.

Muy cerca de aquél rincón, había una especie de contenedor que me pareció un frigorífico. Tenía un grueso candado abierto. Scott lo tomó entre sus manos, inspeccionándolo.

Una luz potente se encendió, y dimos un respingo. Derek estaba a nuestro lado, alumbrando el contenedor.

Ahora miraba fijamente a Scott. –Ábrelo.

Él dudó unos segundos, pero quitó el candado, y alzó la tapa. Tapé mi boca para acallar mi grito ahogado. Todo el interior estaba cubierto con líneas similares a la pared, arañazos que se repetían una y otra vez, en los costados, en la tapa, hasta en el base del contenedor.

Mis dedos rozaron una de las líneas. Casi podía sentir el miedo de quien había estado encerrado allí. Me alejé unos pasos, aterrorizada.

Scott cerró el contenedor, mirando a Derek, irritado. –Esto es por lo que él te dijo que sí.

–Todo el mundo quiere poder.

–Si te ayudamos... tienes que parar. ¡No puedes simplemente ir por allí transformando personas en hombres lobo!

Derek parecía que perdería la paciencia, mientras se apoyaba contra el contenedor –¡Puedo si están dispuestos a serlo!

–¿Le dijiste a Isaac sobre los Argent? ¿¡Sobre ser cazado!?

Derek asintió. –Sí. Y aun así lo pidió.

–¡Entonces él es un idiota!

–¡Y tú eres el idiota saliendo con la hija de los Argent! Sí, sé tu pequeño secreto. Y si yo lo sé, ¿Cuánto crees que tardarán ellos en averiguarlo? ¿Cuánto crees que descubrirán que hasta su amiga es una de nosotros?

Aquello me dio un escalofrío violento. No estaba al tanto de si Los Argent sabían algo sobre mí, ya que apenas recordaba lo sucedido cuando habíamos enfrentado a Peter. Ni tampoco había encontrado el momento para preguntarle a Allison.

Derek se acercó a Scott. –Tú viste lo que le sucede a un omega. Conmigo, aprendes a utilizar todos tus sentidos. Conmigo, aprendes control. Incluso... –Tomó el brazo de Scott, alzando su brazo. Sus uñas estaban transformándose en garras. –En luna llena.

Scott sacudió su brazo de su agarre con fuerza. –Si estoy contigo, la perderé a ella.

–La perderás de todas formas. Sabes eso.

Derek comenzó a alejarse hacia las escaleras, apagando la linterna. Parpadeé para acostumbrarme al cambio de iluminación.

–Espera. –Le detuvo Scott. –No soy parte de tu manada. Pero lo quiero a él fuera. Él también es mi responsabilidad.

–¿Por qué? ¿Porque es uno de nosotros?

–Porque es inocente.

La única respuesta fue el silencio. Derek continuó el camino hasta las escaleras, y desapareció del sótano. Todo lo que había dicho, cada una de sus palabras, resonaban en mi mente. Control.

Corrí detrás de él, sin pararme a pensar dos veces. Creí que se había ido, pero lo encontré a un lado de la casa. Esperé, para ver si Scott me había seguido, pero sólo parecíamos estar nosotros allí.

–¿Scott puede oírnos? –Susurré lo más bajo que pude.

Negó una vez con la cabeza. –Está hablando con Stiles.

Me acerqué a él, hasta estar entre las sombras. –¿Qué le sucede a un omega? ¿Qué significa?

Su mirada severa se clavó en la mía, y se la sostuve con decisión.

–Es un hombre lobo que no está en una manada.

Puse los ojos en blanco. –Supuse eso. Ve al grano.

–Un omega no sobrevive por sí solo—no por mucho tiempo. No sin la protección y la fuerza de la manada. –Sus ojos claros parecieron cambiar unos segundos, mostrando un flash de rojo. –Del alfa.

No permití que me intimidara. –¿Qué les sucede?

–Cosas como los Argent. Ellos no se detendrían por un segundo antes de asesinar a uno de nosotros.

Tomé una bocanada de aire, respirando profundamente. –Sé que sucede algo conmigo. Sé que hay algo que no es normal. Tú eres el alfa que me mordió. Tienes que saber por qué... –Bajé mi mirada hacia mis manos, recordando cómo las garras de Scott habían aparecido. –Es luna llena. Y nada sucede conmigo. Tú dijiste que iba a enfadarme, que trataría de asesinarlos.

Derek inclinó el rostro, todavía con su mirada seria sobre la mía. –No voy a mentirte. No sé qué sucede, ser hombre lobo no es una ciencia exacta. Puede que en una hora te transformes y ataques a cualquiera que aparezca. Puede que suceda en la próxima luna llena. Pero yo puedo enseñarte a que controles la ira. Los sentidos. Sé que allí dentro podías ver a la perfección, –Señaló hacia la casa con un gesto. –Que no necesitaste la linterna que te di. Y eso no es un problema. Pero la fuerza, la ira, lo es.

–Si estoy... estamos, en tu manada. ¿Vas a enseñarnos?

Asintió una vez con el rostro.

–Entonces... tendrás que demostrarme.

_____________________

Feliz año nuevo! (y es muy tarde para decir feliz navidad ya?)

Espero que les guste el capítulo! Y gracias por todos los comentarios anteriores, me dejan fangirleando como una loca asdffgdgdg 💛

Continue Reading

You'll Also Like

159K 8.1K 76
_____☆☆☆_____ "Que aquel lugar Siguiera existiendo sin ella Era el algo que no podia comprender" _______▪▪▪_______ Un nuevo mal resurge , enemigos u...
1.2K 62 17
__ es una chicha extranjera que viajó a Japón para acabar sus estudios Si deseas saber más lee la historia ♡ ⚠️LOS PERSONAJES NO SON MÍOS.⚠️ ⚠️NO SE...
422K 25.2K 24
Terminado. En edición. [Teen wolf no me pertenece, ni ninguno de sus personajes. Obviamente exceptuando al que yo creé, Ariel Rowe.] En Arizona, Ari...
365K 26.6K 47
❝ Algunas veces tienes que ser tu propio héroe.❞ James Sirius Potter Fanfic Todos los derechos reservados ©2016