La marca del lobo (Igereth #1)

Galing kay ValeGarbo

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Ganadora Premios Watty 2014!! Él: El nuevo rompecorazones del instituto. Ella: La piedra en su zapato y la ch... Higit pa

La marca del lobo
El recién llegado
Chico nuevo
James Sandler
Día número 1
El robo
Interrupción
Salvados
Salvo a los chicos (y de paso a Irina)
Ataque y defensa
El entrenamiento
Cuentos de miedo
Visita a medianoche
La historia de Irina
Interrogatorios
Preguntas rutinarias, respuestas indiscretas
El juego secreto
Ataque en equipo
Sanción ejemplar
Preparativos
Preocupación
Trabajo de rutina
Descanso
El intruso
Perro del infierno
Trabajo en equipo
Temeraria
El colgante olvidado
La carta
A tres metros sobre el suelo
Gruñidos
El libro de la señora Drayton
Halloween
La invitación
Respuestas en latín
Familias antiguas
Preparativos
El ángel
La fiesta
Cenicienta
El rastro iluminado
El ataque
Ofuscación
El héroe
De pesadillas y besos
La marca
Actividad definitivamente-no-normal
Evasivas
Ala rota
Coincidencias
La biblioteca de Nina
Confianza
El ritual
El portal
Acceso
El hada
La cabaña
Obsesión reciente
La sombra
Persecución
El sótano
El voluntario
Amuletos de plata
Los pergaminos
El ritual de invocación
Driggers
Examen
Posesión
El descubrimiento
La mesa de cuatro
La carta
Estimado señor Anderson
Preguntas Frecuentes

Prólogo

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Galing kay ValeGarbo

Nota de la autora: El prólogo es un pequeño relato que servirá para más adelante, como muuuucho más adelante. Si quieren pueden saltarse sin problemas al primer capítulo que es más divertido #flojeramodeon

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Prólogo

El ambiente de la sala era sombrío. Las quince personas que ocupaban los asientos del círculo, llevaban cuatro horas discutiendo el tema sin llegar a ningún resultado satisfactorio.

—Necesitas encontrar una forma de quitarlos del camino —insistía un hombre de nariz aguileña.

—Los Bennet sospechan hasta de su sombra y estoy seguro de que van a investigar su muerte —siguió el hombre tuerto—. No descansarán hasta analizar cada piedra para ver si encuentran al asesino debajo.

—Y aún quedan dieciocho miembros en esa familia —sentenció una figura encapuchada junto a la chimenea—. Es imposible que los aniquilemos a todos al mismo tiempo así que debemos dirigir nuestros ataques a otro lugar.

—¿Y qué hay de los Crateff?

—Lo intentamos con la chica cuando tenía quince, pero nuestro enviado falló terriblemente. Lo encontraron antes de que concluyera su misión y ahora destruirla es casi imposible. Seguimos investigando sus poderes con el hermano asignado a Diringher. Acordamos no hacer otro movimiento hasta que termine la Academia y todavía le quedan dos años.

El mutismo volvió a extenderse y cada uno se sumió en sus pensamientos. El chisporrotear del fuego conseguía un ambiente cálido al contrastar con la fría lluvia que golpeaba los vidrios, aun cuando los hechizos silenciadores mitigaban gran parte del efecto.

El sonido de pasos hizo que varios despertaran de su sopor y clavaran los ojos en la puerta. Esta empezó a girar sobre sus goznes y una mujer alta, de cabellos rubios, ingresó en medio de las miradas extasiadas de los miembros más jóvenes.

—Melida Foredrom, señor —anunció ella dirigiéndose al hombre ubicado junto a la chimenea. Vestía una falda larguísima y una blusa cerrada hasta el cuello pero tenía a cada hombre del lugar deseando recibir una mirada de aquellos hermosos ojos azules.

—La hermandad te da la bienvenida, Melida—respondió él invitándola a tomar asiento en un sillón que se materializó mientras hablaba—. No has estado presente en las últimas tres reuniones, comprenderás que no he enviado emisarios porque esperaba una explicación personal.

Los hermanos temblaron levemente ante el peligro en las palabras pero Melida se mantuvo firme.

—La tengo, señor.

A pesar que nadie pudo verlo, el hombre sonrió. Antes de que pudiera decir otra palabra, a un movimiento de su muñeca, las sillas que todos ocupaban cerraron un círculo a su alrededor. Ninguna respiración se atrevió a alterarse.

—Señores, tenemos novedades. La hermana Foredrom nos mostrará amablemente su carta para librarse del castigo que impone la hermandad por ausentarse de una reunión.

—Mi señor —la voz de Melida temblaba de excitación— he encontrado el descendiente que esperábamos.

La reacción del círculo fue sorprendente. A uno de los encapuchados incluso se le cayó el monóculo de la sorpresa. Lo reparó con un chasquido de los dedos.

—¿De qué familia?

Melida sonrió, orgullosa del interés que había logrado captar.

—Podrían ser los Castiell —dijo ligeramente.

El hombre a la cabeza del grupo sonrió ante su puesta en escena.

—Bingelt, explícale a la señorita por qué nos es imposible hacer algo contra los Castiell.

El hombre del monóculo volvió a sobresaltarse pero carraspeó y dijo:

—Los Castiell aún son muy numerosos. Evadieron nuestros ataques y siguen fortaleciéndose. De todas las familias, son los únicos que conservan el reconocimiento de su pasado noble. Y creemos que Paul Castiell ha empezado a sospechar de los intentos de asesinato a la mitad de su familia.

La sonrisa de Melida se hizo más grande.

—Entonces, señores, tengo buenas noticias. He descubierto otra de las siete familias.

Pocas veces hubo en aquella sala un alboroto como el que produjeron sus palabras. Cada uno de los miembros de la hermandad se puso de pie y empezó a vociferar de forma ininteligible. Las voces se alzaron hasta superar la lluvia y el fuego. Los únicos que no se movieron fueron Melida y aquel a quien se dirigía como "señor". Fue este último quien decidió poner fin al barullo.

—¡Silencio!

Al instante, todos se dieron cuenta de su error. Bastaron tres segundos para que la orden se hiciera efectiva hasta el punto máximo de su expresión. Ni un susurro. Incluso las respiraciones parecían haberse detenido.

—Señorita Foredrom, eso es muy interesante —las palabras eran cuidadosas pero sonaban divertidas—. Por favor, sea directa, ¿a qué familia dice haber encontrado?

—La cuarta, señor.

—Según los datos de la hermandad, la cuarta familia había conseguido escapar y salir de los registros.

—Los encontré.

—¿Y?

Melida cruzó las piernas y tomó una larga respiración, disfrutando de la atención que le prestaban.

—Son solo tres: la madre, el padre y su hijo.

Nadie dio ninguna muestra que certificara lo impresionante de la noticia. Todos estaban seguros de que si volvía a producirse algo como lo de hace unos segundos, el maestro no dudaría en desatar su furia.

—¿Estás segura?

Los ojos de la mujer echaron chispas pero bajó la mirada rápidamente.

—Sí, señor. El chico estudia en Fibener y pasa las vacaciones en Igereth. He revisado cada expediente.

Y luego soltó cada detalle sobre la familia a la que pertenecía. Contó qué la llevó tras la pista y cómo había comprobado que se trataba de su objetivo. Al finalizar, el maestro asintió en su dirección.

—Buen trabajo, Melida.

La mujer se estremeció ante el cumplido, dejó su actitud relajada y se inclinó con respeto.

—Gracias, señor.

—La hermana ha otorgado la información. Queda abierto el debate.

Aquellas cuatro palabras flotaron un segundo antes de que un hombre de dedos largos como patas de araña decidiera arriesgarse con ser el primero en hablar.

—No debe quedarse en Fibener, necesitamos trasladarlo.

Animados por la intervención, los demás empezaron a alzar la voz. El ambiente se relajó ostensiblemente. De hecho, el siguiente hombre en hablar, encendió una pipa mientras lo hacía.

—Estoy de acuerdo, Fibener no nos conviene. Pero con una familia como esa, no aceptarán una academia de menor nivel.

—Entonces elijamos una de las mejores de aquí. Nuestro contacto puede conseguirnos un traslado inmediato —propuso alguien más.

—¿Qué hay sobre enviarlo a Vienhel?

El hombre que fumaba la pipa se alzó como movido por un resorte.

—No —su dura voz reverberó en las paredes de piedra—. Ya hay suficientes sospechas en el caso de Camille Neyel y sus padres aún siguen investigando en la Cofradía. Si descubren que otro miembro de la Orden ha sido cambiado a Vienhel, van a protegerse.

Algunos hermanos asintieron, y murmuraron algo a sus compañeros más cercanos. La discusión en susurros continuó por otros dos minutos hasta que alguien decidió que era hora de volver a elegir opciones.

—¿Entonces qué haremos?

—Diringher—susurró una voz apagada en un rincón.

—¿Quién vive?

El hermano que había hablado alzó la mano para indicar su presencia.

—Diringher es una de las mejores—repitió—. El chico puede quedarse sin despertar sospechas y estoy allí para vigilarlo.

Fue Melida quien lo interrumpió.

—El incidente….

—El incidente ha sido olvidado. Ya todos lo han asumido como parte de la vida de la Academia. Verifico a la descendiente de los Crateff cada cierto tiempo y todo sigue en orden.

—Tener a dos de los principales descendientes juntos… No sé si sea conveniente.

—Podría matar dos pájaros de un tiro —insistió el hermano.

Ambos miraron al maestro para pedir su aprobación y se encontraron con una sonrisa ladeada en sus labios.

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