Calle Park, 9889

By clelf27

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Por años Nueva York ha sufrido de asaltos nocturnos y las desapariciones de jovencitas en situaciones vulnera... More

1. ¿Te conozco de antes?
2. La barbería de los Kim
3. Hankyung Cho
4. Rastro
6. Cadena perpetua
7. Detective Lee
8. Kyuhyun Cho
9. Cuervos
10. Sungmin Lee
11. Youngwoon Kim
12. Media noche
13. Ryeowook Kim (Parte 1)
14. Ryeowook Kim (Parte 2)
15. Yebin Lang
16. Jieun Kim
17. Licenciado Collins
18. Calle Park 9889 (FINAL)
Epílogo

5. Sí

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By clelf27

Siwon

Ayer fue demasiado tarde. El jefe Shin no me atendió, el ama de llaves de su casa me informó que se encontraba jugando una partida de póker y que era mejor no insistirle, ya que buenas rachas no tenía muchas. Ahora que corro rumbo a la jefatura a penas luego del desayuno, imploro que el jefe Shin esté en la disposición de informarme al menos de un par de detalles sobre aquella misteriosa conversación.

Para no cambiar la rutina, ¡qué sorpresa me estaba yo llevando!, llegué hasta la puerta de su oficina arreglándome las solapas del uniforme, pero escuché un par de voces familiares que, Dios me lo perdone, no pude evitar espiar.

El joven Lee veía los reportes hechos sobre la muerte de su padre; el jefe Shin intentaba explicárselos agriamente, pero ese joven indicaba entender perfectamente las palabras ahí escritas, sin embargo, no entender nada acerca tan poca lógica en ellos.

–Aquí menciona, de manera horrenda y engorrosa, que no hubo testigos más que los residentes de las viviendas en esa calle donde ocurrió. –Decía. –Y luego en esta página, casi en la última, dicen que explotó.

–Así es, joven Lee.

Pensé por un instante si acaso el señor Shin se vio obligado momentos antes a corregirse a sí mismo y evitar llamarlo por el apellido Park.

–Pues no tiene sentido. –Objetó. Para ser exacto, su voz a veces se escuchaba baja, luego más alta y por momentos en una tonalidad de decibles más moderados.

Lo imaginaba yo caminando de un lado a otro, con las hojas amarillentas de los reportes sostenidas en sus manos.

–Era una hora muy temprana del día, según esto, hora en la que el tráfico no abunda. ¿E incluso dice aquí que fueron personas sin automóvil los testigos? Cómo es posible entonces que aquí, mire aquí, aquí donde mi dedo está señalando, ¿cómo es posible que aquí concluyan que se debió a un choque?

–Joven Lee, será mejor que lea esos reportes completos y de manera lenta, porque por ahí, por las hojas del medio, el ama de llaves que tanto tiempo le acompañó a su padre declara que la noche anterior...

–Sí, sí... lo he leído ya. Declara que la noche anterior él le pareció un tanto loco, más de lo normal. Menciona que incluso no durmió en toda la noche y que antes de la errónea hora habitual a ser considerada la primera del día, por ahí de las cinco o seis de la mañana, él salió de casa sin decir palabra.

–Por lo que no entiendo, joven Lee, cómo puede parecerle absurda la idea de que su padre, mayor, cansado y sin dormir, se haya desviado un poco del carril y...

–¿Chocar? ¿A MITAD DE LA CALLE?

¿A mitad de la calle?

Olvidé los modales y la placa pegada a la pechera de mi uniforme, ¿a mitad de la calle?, nunca escuché mencionar que el inspector Park hubiera "chocado" su coche a mitad de la calle. Unos de los árboles cercanos, a esa misma calle, fue derrumbado debido a la explosión, toda Nueva York pensó que...

–¿COMO PUEDE ALGUIEN HACER CHOCAR SU AUTO CON LA NADA EN MITAD DE UNA CALLE SOLITARIA? Dígame cómo, señor Shin, porque yo no puedo imaginar cómo es que eso podría ser posible, a no ser que mi padre haya entrado, sin notarlo, a la cuarta dimensión y entonces...

–Joven Lee... –Le interrumpió. –En las investigaciones de campo no siempre se pueden unir todos los cabos y entonces...

–¿Entonces?

Escuché un golpe, y yo lo imaginaba arrojando la silla de lado; imaginaba algún objeto pesado cayendo del escritorio del señor Shin o al mismo señor Shin siendo arrojado hacia el cristal de la ventana.

–Voy a llevarme esto. –Dijo el joven Lee. –Y aunque estoy muy molesto con usted, voy a pedirle de manera atenta que me haga llegar también, a la brevedad y en su totalidad, los reportes de los casos que llevaba mi padre, porque los voy a necesitar.

–Y yo, joven Park... –E hizo énfasis en el Park. –...voy a pedir de la manera más atenta en la que aún soy capaz de dirigirme a usted, que salga de esta oficina con esos reportes que lleva en mano, y que no espere que le entregue algo más. En primera, porque no me corresponde; y en segunda, porque sólo hay un par de párrafos en ellos, los cuales no dicen nada, pues el Inspector Park... –E hizo énfasis una vez más. –...simplemente no confiaba en nadie.

–Sé cómo funciona esto. –Dijo él menor con voz algo más baja y hasta aniñada.

Creo que lo escuché reír una o tal vez dos veces. Estaba tan confundido y extasiado por el rumbo que esa conversación tomaba, que pegué mi oreja no sobre la madera sino por encima la chapa, esperando que allí, con la oreja sobre el orificio para la llave, se pudiera escuchar mejor.

–Soy hijo de alguien que en vida fue policía, detective e Inspector. Cuando yo nací él ya era policía, pero en cartas viejas decía mi madre, que en paz descanse, que él tuvo alma de detective toda la vida, y al ser ese un título para él muy pobre, se convirtió en el Inspector que, hasta la fecha y por muchos años más, difícilmente podrá superarse. Le repito, señor Shin, sé cómo funciona esto. En un par de minutos he encontrado ya una anomalía en estos reportes, ¿qué encontraré si le dedico mis desvelos de esta noche? ¿Y si le dedico los de dos? Al ser hijo de la madre que tuve y ni conocí, me forcé a ser gentil y pedir directamente a usted el resto de los reportes; pero ya veo que es mejor no negar mi lado paterno e ir por una línea más contundente. ¿El licenciado Collins aún es su jefe?

Se hizo un silencio tan profundo que, al pensar que ellos se encontraban susurrando y me dejan a mí fuera, presioné más mi oreja y, sin darme cuenta, la puerta sin cerrojo puesto se abrió a mi lado haciéndome caer sobre la alfombra polvosa de la oficina del señor Shin, cayendo a los pies del joven Lee que, ni con lo estrepitoso de mi entrada me dedico una sola mirada o expresión alguna de sorpresa, mencionó al señor Shin, quien sí que me miraba confundido, molesto y con ganas de patear mi trasero hasta el atardecer de la primera noche de invierno, lo siguiente:

–Y que este Oficial se quede lejos de mí.

Lo dijo con un tono tan suave, apuntando hacia el bulto de carne envuelto que era yo ahí, inmóvil, asustado y confundido, que no pude distinguir mis sentimientos y, hasta el momento, sigo sin saber si debí ofenderme o no.

–¡Oficial Choi! –Gritó mi jefe.

Debajo, intoxicándome con el polvo de la alfombra, vi al joven Lee salir de la oficina. Me levanté, ignoré al señor Shin y corrí detrás del joven pero él giró antes y con una mano sirviendo de alto para mí, me dijo:

–No voy a dar explicaciones, así que ahórrese las preguntas, Oficial Choi. Y, si me disculpa, tengo ahora algo de prisa.

Miró con gracia sobre mi hombro, hizo una mueca de disgusto y luego de ocultar las hojas de los reportes dentro de su saco, apuntó hacia allí, por encima de mi placa. Miré yo también y tenía una abundante marca polvosa. Me la limpié de prisa al creerla inaceptable en el uniforme de Oficial con el que todo policía sueña portar algún día y, luego de sonreír al haberme deshecho de ella, regresé la vista al frente y el joven Lee se había marchado.

Donghae

El calor era horrible y aun así extrañaba sentir el calor del suelo y lo húmedo de los pastos. Me detuve un momento para quitarme los zapatos de cuero negro que aprisionaban mis pies. El dedo medio de mi pie derecho, el cual es un poco más largo que el izquierdo, rozaba la parte delantera de la caja de cuero y la incomodidad era tal que se contagiaba al dedo pulgar, mas gordito que los demás y al meñique, cuya uña he perdido ya muchas veces. Pero esa pequeña es tan necia que siempre vuelve.

La señora del vestido amarillo lo vio todo, intentó acallar al hijo que dijo sobre mí que era yo muy extraño, pero de todas formas lo he escuchado. Y ella, la niña del fondo de la calle que corría donde estaba yo, prefirió detenerse, vacilar un poco y decidir que era mejor, dada la situación de mis incomprendidos pies, cruzar la calle antes y evitar hacer contacto conmigo. Ni qué decir de los demás, ellos sólo conversaron con sus propios hombros sobre lo extraño que soy yo, mientras yo aprovecho el tiempo viendo al cielo, las nubes y al sol; bajando la vista solo para mirar las sombras que forman sobre nosotros, los edificios, los árboles,... todo.

La universidad estaba cerca, y con la cercanía incrementaba el estruendo de los motores de los coches y el aroma al café costoso y comida barata. Necesidades "primarias", dicen todos. Educación, comida, cafeína... Y aunque no discuto la primera, recuerdo que hay tantas cosas en qué pensar, en qué dedicar los días, y mientras ellos se preocupan más por la comida del día, cuando deberían preocuparse sólo por el líquido vital.

Alguien arrastraba un bulto por la acera. Un sonido similar al que Sora producida cuando arrastraba ese bolso lleno de adornos para el cuerpo, de esos que se hacen con tela a la medida de uno, que lucen idénticos a los que llevan los otros, como esos que la señora Han me ha recordado, mientras me alentaba a tomar algo para desayunar, que yo también debo usarlos.

–¿Te conozco de antes? –Le pregunte a ese joven cuando pasé a su lado.

Creía recordar ese cabello corto, lo bajo de su estatura y lo pequeño y rosado de su oreja izquierda. Yo había avanzado un par de pasos más de la cuenta, me detuve y luego él. Giró sólo su cabeza y cuando yo bajé la mía para mirarlo por detrás, sin sacar las manos de estos bolsillos pequeños, vi que esa espalda era corta y delgada, con una estructura ósea realmente común, pero distinguible, aun así, de las demás.

Bajó su rostro cuando, creo yo, me reconoció.

–De la sastrería, señor. Fue hace unos días acompañado de una señora y una señorita.

–De acuerdo.

Claro que de algún momento lo conocía, ¿cómo olvidarme de esas manos enemigas, las que arrojaban prenda tras prenda pedida por el sastre mayor de esa tienta llena de adornos costosos y estorbosos?

Regresé la vista al cielo y con el sol aún más brillante, cada vez más cerca de la mitad del día, cambié el paisaje a los altos árboles que tenía a la derecha y giré mi cuello hacia esa dirección. Caminé hasta la universidad y me encontré de nuevo con el profesor Feller, pasé allí el resto de la mañana, llevamos nuestra discusión sobre partículas y movimientos estocásticos a un restaurante cercano y, luego de llenar de tinta el mantel de nuestra mesa, nos pusimos de pie y nos aplaudimos a nosotros mismos. Qué cortesía tan grande que se nos permitiera partir de allí el mantel entre las manos. La ecuación allí resuelta era una de las difíciles, pero entre ambos la logramos resolver, explorar algunos casos parecidos y concluir que si la constante principal es cero entonces nada tendría sentido físico y, por tanto, ya no es de interés.

–Cada vez son más amables en este lugar. –Me decía él profesor Feller. –Esta vez no me han cargado a mi cuenta el costo del mantel.

Siwon

–¿Pero qué está diciendo, señor Shin?

–Sé en lo que estás pensando, Siwon, pero mira esto antes de decir algo más. –Tendió un sobre roto sobre su escritorio, yo de inmediato lo tomé.

–¿Pero qué es esto?

–No es decisión mía sino del licenciado Collins.

–Pero si esta misma mañana el joven Lee le ha dicho que...

–Esta misma mañana el joven Park ha dicho muchas cosas, Siwon, y debes creerme si te digo que las recuerdo todas. Pero si ves la fecha en ese sobre, notaras que se ha enviado hace tres días. Y, una vez leído esto, es mi deber obedecer.

–No pueden hacer eso... ¡No pueden! –Grité. Arrojé esa carta con tanta fuerza que cayó al suelo.

–Con la muerte del Inspector Park ya no hay nadie investigando realmente la relación entre esos dos casos, los robos y las desapariciones, aunado a que con Hankyung preso ni una ni otra cosa ha cesado... ya no hay necesidad de tenerlo aislado. El mismo señor Collins expresa en su carta que ya no hay justificante para que Hankyung continúe aislado. A la brevedad será trasladado al penal aledaño, con los demás presos.

–¡¿Y qué he estado haciendo yo estos días?!

–Todo menos tu trabajo, Siwon. Tú eres aquí un Oficial de policía que manda y dirige a aquellos que comandan la ciudad, no un detective a prueba ni nada similar. Entiendo tu admiración por el difunto, pero...

–¡Pero ya escuchó al joven Lee, él tomara el caso!

–El de la muerte de su padre, tal vez, pero no los otros dos y, déjame recordarte, Siwon, que no hay evidencia de que...

–...de que los asaltos y las desapariciones estén relacionados...

¡Pero si de memoria conozco esa cantaleta!

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