Hoy me ha pasado algo muy bes...

By Arawna

369K 1.6K 180

Novela FINALISTA de los V Premios Ictineu en la categoría de "Mejor Novela Fantástica". La novela que estás a... More

Hoy me ha pasado algo muy bestia
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 2
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 3
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 4 y 5
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 6
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 7
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 8 y 9
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 10
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 11
Hoy me ha pasado algo muy bestia Cap. 12
Capítulo 13
Capítulos 14 y 15
Capítulos 16 y 17
Capítulos 18 y 19
Capítulos 20 y 21
Capítulos 22, 23 y 24
Capítulos 25 y 26
Capítulos 27, 28 y 29
Capítulos 30 y 31
Capítulos 32 y 33
Capítulos 34 y 35
Capítulos 36 y 37
Capítulos 38 y 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulos 42 y 43
Capítulos 44 y 45
Capítulo 48
Capítulos 49 y 50
Capítulo 51
Capítulos 52 y 53
Capítulo 54
Capítulos 55 y 56
Capítulo 57
Capítulos 58, 59 y 60
Capítulo 61
Capítulo 62
Capítulo 63
Capítulo 64

Capítulos 46 y 47

7.7K 32 4
By Arawna

Jueves 19 de abril de 2007, 17:15 - Resistente a las balas

La cagué. Lo último que recuerdo antes de despertar es el estallido de los disparos, los dos fogonazos cegándome al intentar apartarme y el olor a quemado. El muy cabrón me disparó a bocajarro en las tripas. Luego el mundo se vino abajo y las sombras me tragaron.

Había llegado al 666 Deluxe con tiempo de sobra. Todavía me quedaban unos diez minutos, pero al observar el local desde fuera percibí que algo no andaba bien, aunque no sabía el qué. Entré con calma, intentando serenarme a pesar de sentir cómo el corazón me latía con fuerza. El interior estaba bastante oscuro, pues aún no estaban encendidas las bombillas rojas que le daban aquel ambiente tétrico tan adecuado. El 666 Deluxe era un garito heavy bastante conocido que yo había frecuentado unos años atrás, durante mi época de estudiante.

Cuando mis ojos se acostumbraron a las sombras vi al tipo de la gabardina y el pelo blanco al que había venido a buscar sentado en un rincón, y entendí qué era lo que marchaba mal. En mi visión la puerta estaba cerrada, y ahora me la había encontrado entreabierta. Pasé la vista por el local, quieto frente a la entrada. Sólo estábamos el presunto asesino y yo, aunque salía ruido de la puerta de detrás de la barra. Desde donde yo estaba, podía verlo a través de un espejo pero él no podía verme a mí, así que decidí quedarme a la espera y ver qué sucedía; no podía abalanzarme sobre alguien sólo porque una voz desconocida me lo ordenara.

Un par de eternos minutos más tarde, el propietario del bar asomó detrás de la barra. Seguía siendo el mismo después de tantos años.

Y entonces vi cómo el otro se levantaba y avanzaba hacia él, llevándose una mano bajo la gabardina: era el momento de actuar.

Al moverme, el barman reparó en mi presencia y su presunto asesino le siguió la mirada. Estaba a unos cuatro metros de ellos cuando sacó el revólver y me miró a los ojos con frialdad. Salté sobre una mesa cercana y desde allí me lancé sobre el tipo al mismo tiempo que él levantaba el arma. Lo tenía a escasos centímetros en el momento en que abrió fuego sobre mí.

Lo siguiente que recuerdo es despertarme en una cama, en el Hospital de la Vall d’Hebrón. Mi padre dormía en una silla junto a mí y mi madre en un sofá junto a la ventana. Afuera estaba oscuro.

«¡Mierda, estoy en un puto hospital! ¿Y ahora qué?», fue lo primero que pensé. «¡Me descubrirán!»

Luego recordé mis últimos segundos antes de perder la consciencia y me incorporé lentamente, con miedo, e intentando no hacer ruido. No sentía ningún dolor, sólo la molesta vía intravenosa que me habían enchufado en la muñeca para suministrarme el suero. Aparté la sábana y vi los vendajes que me cubrían el estómago, allí donde había recibido los disparos. Palpé un poco por encima y, al comprobar que seguía sin dolerme, me arriesgué a arrancarme las vendas y los apósitos.

–¿Qué haces? –preguntó mi padre de repente, a mi lado. Me volví hacia él y me llevé un dedo a los labios, indicándole que bajara el tono de voz. Él se levantó y se acercó a mí. Parecía que aún no había salido del todo del sueño.

–¿Pero qué…? ¿Cómo…? –empezó a preguntar, bajando el tono de voz sin dejar de mirar el montón de vendas que había ido apilando al lado de la cama. Entonces le señalé el lugar donde me habían herido.

–Hay algo que debo contaros a mamá y a ti –dije, mientras él se inclinaba sobre mi estómago. Luego me miró a los ojos sin saber qué decir–. Pero no aquí. Tenéis que sacarme de este lugar.

–El médico ha dicho que tienes que estar…

–Ya estoy curado –le interrumpí, y me bajé de la cama de un salto. Me observó incrédulo mientras yo me quitaba la vía–.¡Papá, despierta! –susurré, intentando hacerle reaccionar–. ¿Dónde están mis cosas?

–¿Qué pasa aquí? –dijo mi madre, acercándose a nosotros.

–Está bien, cariño. No me preguntes cómo, pero…

–Tenemos que irnos si no queréis que a vuestro hijo lo conviertan en una rata de laboratorio –les interrumpí. Me estaba empezando a poner nervioso–. Joder, ya hablaremos en casa. ¿Dónde coño están mis cosas?

–¡Daniel, habla bien! –me regañó mi madre, y para mi sorpresa corrió hacia un armario y sacó algo de ropa para mí. Luego miró el reloj y dijo:

–Si tenemos que irnos, será mejor que espabilemos. ¡En menos de media hora vienen a hacerte otra revisión!

Nuestra salida del hospital fue quizás demasiado fácil, aunque a esas horas de la madrugada lo raro hubiera sido que alguien reparara en nosotros.

De camino a casa de mis padres les conté, por encima –saltándome algunas partes que sabía no iban a comprender ni tolerar–, lo que me había pasado durante el último mes, y a pesar de que se mostraron reticentes al principio, acabaron creyéndome y brindándome todo el apoyo que pudiera necesitar.

Luego me contaron que el propietario del bar había sido el que había llamado a la ambulancia y a la policía, y que incluso había estado junto a mí en el hospital durante toda la tarde.

El criminal había escapado, pero al menos había salvado una vida.

Escribo esto desde el ordenador de mi madre pues, a pesar de encontrarme perfectamente, ha insistido en que estarían más tranquilos si me quedaba con ellos, al menos hasta mañana. Tampoco me costaba tanto ceder por una vez.

No sé cómo han quedado las cosas en el hospital. Sólo sé que mi padre ha hablado con ellos varias veces, y que esta noche vendrá el médico de la familia a verme. No tengo ni idea de cómo se desarrollarán las cosas a partir de ahora.

Lo que sí sé es que tengo un hambre atroz.

¡Y que soy resistente a las balas!

Viernes 20 de abril de 2007, 13:47 - El abrazo de una madre

Me encuentro mucho mejor. Descansado y como si me hubieran quitado un enorme peso de encima. Ya no soy prisionero de mis secretos. Todas las personas que realmente me importan saben lo de mis poderes.

Y ahora, hablando de personas que me importan, ayer tarde recibí llamadas de Rafa y de Sara; estaban preocupados. A Sara tenía que haberla llamado anteayer pero, como consecuencia de las dos balas que me habían metido en el estómago, evidentemente no pude hacerlo. Y con Rafa teníamos que vernos ayer por la tarde en el Menta Negra pero se me pasó. Total, que me llamaron el uno detrás del otro y les expliqué muy por encima lo que había ocurrido. Hemos quedado hoy para cenar juntos los tres, así de paso se conocen. No puedo seguir avanzando en una relación sin el visto bueno de mi mejor amigo, nunca he podido. Aunque sé que siempre lo dará. Confía tanto en mi buen criterio como yo en el suyo, a pesar de que a veces –como con Marta– se equivoque totalmente.

Por cierto, le he prohibido que traiga a Xavier.

Algo después de las llamadas llegó el doctor Vilamajor, el médico que ha estado siempre ahí cuando alguien de la familia lo ha necesitado. Es un hombre mayor, que creo debería estar ya jubilado, pero es bueno en su trabajo y mis padres tienen una confianza

ciega en él. Siempre me recuerdan que mi tía «sigue viva gracias a su intuición y buen hacer». Es casi uno más de la familia, en definitiva.

Por lo que no tuve reparos en contarle cómo había acabado con dos balas en mi estómago (obviando que ahora me dedico a hacer de superhéroe amateur) y, de paso, ya que estábamos, aproveché para hablarle de las constantes y aparatosas hemorragias nasales, las migrañas y el zumbido que desde hacía unos días me taladraba el cerebro. Evidentemente no hablé de la voz, a pesar de que estoy convencido de que tiene alguna relación con esto último.

Me observó mientras le hablaba. Por su expresión supe que él era consciente de que no se lo estaba contando todo, pero cuando terminé mi exposición no preguntó. Se limitó a pedirme que me quitara la camiseta y me auscultó en silencio. Luego siguió con

una revisión de rutina general, y al terminar dijo:

–Me parece que no se puede estar más sano, Daniel, pero más valdrá que vayas a ver a un neurólogo lo antes posible, no querría estar equivocado. Y respecto a tu rápida recuperación tras ser herido por un arma de fuego, carece de explicación lógica –en ese punto se calló y empezó a recoger sus herramientas. Mis padres y yo nos miramos y guardamos un silencio embarazoso. Al finalizar me miró, y luego a mis padres–. Para discernir con claridad qué ha pasado habría que someter a Daniel a múltiples pruebas, la mayoría incómodas y dolorosas –vi el miedo cruzar el rostro de mis padres tras escuchar las palabras del doctor–. Pero no os preocupéis –añadió, dotando a su arrugado rostro de una sonrisa amable–, conocí a este hombre que ahora tengo delante cuando no era más que un bebé, luchamos juntos contra una doble neumonía y vencimos. No voy a dejar que ahora nadie le haga daño, y mucho menos mis colegas. Yo arreglaré este asunto, no os preocupéis.

Les dio la mano a mis padres y luego a mí. Después salió por la puerta sin añadir nada más y los tres suspiramos aliviados en el momento en que mi padre la cerró tras él.

Luego mi madre se acercó y me dio un abrazo como no me daba desde hacía muchos años. Ya no recordaba cómo era el abrazo sincero de una madre preocupada.

Ahora bajaré a Barcelona. Ya he dejado el trabajo aparcado demasiado tiempo y los clientes empiezan a ponerse nerviosos.

http://hoymehapasadoalgomuybestia.blogspot.com/

arawna@hotmail.es - http://soyunsuperheroe.blogspot.com/

Página de la novela en Facebook: https://www.facebook.com/hoymehapasadoalgomuybestia (se agradecerán todos los "Me gusta" que podáis aportar :)

Continue Reading