Capítulo 63

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Viernes 11 de mayo de 2007, 11:36

Movimiento

Muévete.

Me he despertado con esa palabra en la cabeza y con un sentimiento de urgencia impresionante. Como si estuviera a punto de suceder algo.

Lo primero que he hecho ha sido bajar a Barcelona para contactar con Carmen. Al parecer el radio de acción de sus poderes no es muy amplio y no llega hasta donde vivo. No es algo que no hubiera supuesto ya, pero lo de hoy me lo ha confirmado.

Al llegar a la ciudad, todavía en el interior del vagón que avanzaba por los largos túneles que parecen no tener fin, ya la he «sentido», y un segundo después se ha puesto en contacto conmigo para darme la bienvenida. Parece mentira que se pueda echar de menos a una voz que solo suena en el interior de tu cabeza. Si me paro a pensar en estos dos últimos meses no me lo creo. Parece todo tan surrealista, tan de ciencia ficción barata...

El caso es que la sensación latente de que algo malo iba a ocurrir no me ha abandonado en todo el trayecto, y Carmen lo ha notado rápidamente.

«¿Qué pasa, Daniel?», ha preguntado.

«No lo sé, pero a medida que avanzamos hacia el centro de la ciudad noto con más fuerza que algo terrible está a punto de suceder. Mierda, nunca había sentido algo así. Es abrumador.»

Durante el entrenamiento, Juan Blanco me había hablado de la habilidad que algunos de nosotros podíamos desarrollar para presentir el peligro, una especie de sexto sentido, un «sentido arácnido», como el de Spiderman, aunque me dijo que para ello se necesitaban años y haber vivido muchas situaciones que entrañaran algún tipo de peligro.

He notado cómo Carmen se alejaba de mí cuando el tren ha empezado a frenar al llegar a la estación de El Clot, y he supuesto que estaría escaneando la ciudad en busca de algo que pudiera darnos alguna pista de qué era lo que me intranquilizaba. Lo que sí tenía claro, cada vez más a medida que corrían los segundos, era que, fuera lo que fuera lo que iba a suceder, no se demoraría mucho más.

Las puertas se han abierto. Unos han bajado y otros han subido. Yo he permanecido en mi asiento, cada vez más nervioso. Ha sonado el aviso y las puertas se han cerrado como a cámara lenta. «Vuelve, Carmen. Vuelve, Carmen», me he repetido varias veces. Estaba empezando a sudar a pesar del aire acondicionado.

Carmen ha regresado de repente, en el momento en que el tren empezaba a internarse de nuevo en la oscuridad del túnel. Su grito mental casi me revienta el cerebro: «¡Una bomba! ¡Han puesto una bomba en la estación de Sants!¡Y va a estallar en 25 minutos!».

En milésimas de segundo todos los tacos conocidos han cruzado por mi cerebro, y aún me ha sobrado tiempo de inventar algunos nuevos. Luego he recordado el correo electrónico que recibí ayer, el cual me tomé a cachondeo. Uno de esos que se van reenviando a todo el mundo y que yo, para variar, mandé a la papelera de forma automática, sin prestarle demasiada atención. Hablaba de un posible atentado de Al Qaeda en el metro de Barcelona hoy. Me cago en la puta, tras leer eso tendría que haber bajado a la ciudad y cerciorarme de que era una falsa alarma... ¿Cuándo aprenderé?

«¿Sabes dónde está?», he preguntado a la vez que una idea empezaba a tomar forma en mi cabeza.

«Hay dos, pero sé dónde están.»

«¿Cuánto tardaremos en llegar a la estación de Sants?»

«Unos once minutos si no surge ningún imprevisto.»

«De acuerdo. Creo que tenemos tiempo. Espero que esta vez no te hayas equivocado con tus cálculos de tiempo, como la última vez. Si la cagamos, hoy no serán solo un par de agujeros en mi estómago lo que tendremos que lamentar.»

Hoy me ha pasado algo muy bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora