Capítulos 27, 28 y 29

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 Domingo 8 de abril de 2007, 21:48 - Neveras de soltero vacías

Ya estoy de vuelta.

Hace dos horas y algo que he dejado a Sara en Barcelona y ya la echo de menos. Después de despedirnos me he venido para casa algo tristón. Al llegar he deshecho la mochila, he puesto una lavadora y me he dado una ducha que me ha dejado como nuevo.

Ahora, relajado y viéndolo todo con cierta perspectiva, puedo afirmar que han sido unas vacaciones de putísima madre. Lástima que ya hayan terminado.

«Bienvenido al maravilloso mundo gris de la rutina, la monotonía y las neveras de soltero vacías.»

Hoy no cenaré, pero el saber que volveré a verla el viernes lo hará más llevadero.

Al final, los tres o cuatro días se han convertido en seis, y Sara y yo hemos tenido todo el tiempo del mundo para conocernos bien –además de patearnos catedrales, barrios medievales, ciudades encantadas, museos...–. Todas mis expectativas se han cumplido, así que más contento no puedo estar. Ha sido uno de los mejores viajes que he hecho, y sin la necesidad de salir de España. Y además, he conseguido no pensar para nada en el trabajo ni –casi– en todo lo extraño que me ha pasado últimamente.

Digo «casi» porque algo sucedió la segunda tarde de nuestro viaje. Estábamos en Cuenca, viendo pasar la Procesión del Silencio, cuando todo volvió a mí de repente. Todo se detuvo a mi alrededor y los colores pasaron a ser una gama de grises, exactamente como había sucedido en la estación de plaza Catalunya la semana anterior. Los redobles de tambores, las voces, los pasos, todos los sonidos se apagaron también. Sara estaba a mi lado, paralizada, con la boca abierta y mirándome sin verme. Aquello –fuera lo que fuese– la había pillado a media frase. Observé a mi alrededor: la procesión, los más de mil miembros de la hermandad, incluidos los banceros que llevaban el paso sobre sus hombros, estaban inmóviles, al igual que los cientos de espectadores que se apelotonaban en las aceras a lo largo de la calle. Yo era el único que aún podía moverse.

Me bajé de la acera y caminé por el centro de la calle, intentando encontrar algo sin saber qué buscaba exactamente. Entonces un nazareno enorme, que estaba situado frente al paso, regresó a la vida y se movió en mi dirección poco a poco. Una ola de frío me golpeó y pude sentir cómo un terror ya conocido me paralizaba. El aire olía a incienso rancio. A iglesia cerrada durante largo tiempo.

El nazareno siguió avanzando hacia mí y con movimientos muy lentos se quitó la caperuza gris. Era Perro Negro, sonriendo y mostrándome otra vez aquellos dientes blancos, perfectos; dientes de depredador. Se detuvo a unos metros y me saludó con un movimiento de la cabeza sin dejar de sonreír. Su voz resonó en mi cabeza, pero sus labios permanecieron inmóviles:

–Ya sé quién eres. Y sé cómo hiciste lo que hiciste a nuestros hermanos. No estuvo bien, pero ya hablaremos de ello cuando regreses. Ahora disfruta de tu viaje, Daniel.

Se alejó y desapareció tras el paso, entre la multitud, y luego todo volvió a la normalidad. Yo volvía a estar junto a Sara y ella pudo terminar su frase, como si nada hubiera sucedido. Disimulé mi malestar como pude e intenté alejar hasta más tarde aquella experiencia.

Aquella misma noche, cuando Sara se durmió, me puse a darle vueltas a lo que había ocurrido. A duras penas pude conciliar el sueño, pero conseguí reducir aquellos encuentros con Perro Negro a dos posibilidades: la primera era que me estaba volviendo loco de verdad, y la segunda que había otras personas con poderes, y que ese negro de más de dos metros era una de ellas. Antes de caer rendido, ya de madrugada, recuerdo haber pensado, irónicamente: «Lástima que sea de los malos».

El resto del viaje, a partir de entonces, ha ido de miedo. Ni una migraña y sólo me sangró la nariz una vez levemente, y ella no estaba en ese momento, así que me he ahorrado tener que inventar excusas. Parece que viajar me sienta bien.

Mañana aprovecharé para hacer el vago y recuperarme del viaje –que ha sido agotador–, y llamaré a Rafa para ver qué tal está. Desde el jueves no sé nada de él, pero al menos, cuando le llamé, parecía estar bien: se había llevado ya todas sus cosas del piso de Marta y dijo que no la echaba nada de menos. No me lo termino de creer, pero si decir eso le ayuda...

¿Qué estará haciendo Sara ahora?

Lunes 9 de abril de 2007, 15:47 - Pensando en el mañana

He decidido que se lo contaré todo a Sara el viernes, no sería justo que le siguiera ocultando lo que me pasa. Si voy a empezar algo serio con ella, creo que es lo mejor. Además, no creo que pudiera llevar una doble vida como hacen en los cómics; en la vida real todo es mucho más complicado.

Aún no he tenido tiempo de pensar qué haré a partir de ahora, pero tengo claro que algo debo hacer. Siento como si estuviera en deuda con alguien o algo por lo que me está sucediendo, como si me viera obligado a devolver un enorme favor. No tengo unos poderes vistosos ni con demasiadas posibilidades. No soy un Superman. No puedo volar, ni tiro rayos o genero escudos de energía, ni nada parecido. Si bien es cierto que aún no conozco los límites de mi poder, no creo que sean de ese estilo. Lástima que no existan los superhéroes de verdad, podría ir a pedirles consejo.

Tampoco sé qué pensar sobre las apariciones de Perro Negro. ¿Debo considerarlo mi enemigo? La verdad es que después de cada encuentro el miedo que me paralizaba se ha ido con él, y sólo ha quedado la curiosidad. Me da la sensación de que me está estudiando. Si de veras quisiera hacerme daño ya podría haberlo hecho. Y parece que controla sus habilidades a la perfección, sean las que sean: hipnosis, telepatía, control del tiempo...

Luego he quedado con Rafa, se pasará por casa. A ver si él ve las cosas desde otra perspectiva y me echa un cable, porque estoy hecho un lío.

Martes 10 de abril de 2007, 10:29 - No podrán conmigo

De vuelta en la oficina. Y sin chica nueva.

Disimula, pon buena cara, escucha a quien te hable de sus vacaciones aunque no te importen una mierda. Mantente en tu nube de felicidad tanto como puedas.

Suerte que hoy es martes, porque si encima fuera lunes creo que me golpearía a mí mismo hasta dejarme inconsciente. Además, al levantarme, como si fuera una señal divina indicándome el gran día que me esperaba, me he encontrado las sábanas manchadas de sangre; menudo estropicio.

Ahora toca organizarme la semana y poner al día el trabajo acumulado. Han llegado varios trabajos nuevos por correo electrónico durante la semana que he estado fuera. ¿Es que no se toman vacaciones mis clientes? Estoy empezando a pensar que se ponen de acuerdo para que al volver al trabajo me dé un ataque de nervios. Por suerte soy un tío bastante tranquilo y a la vez rápido trabajando. No podrán conmigo.

http://hoymehapasadoalgomuybestia.blogspot.com/

arawna@hotmail.es - http://soyunsuperheroe.blogspot.com/

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Hoy me ha pasado algo muy bestiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora