Por tu amor al Arte

By Hitto_

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La madre de Emma ha muerto y ella debe irse a vivir a otra ciudad. Tras unos meses en los que consigue adapta... More

Por tu amor al Arte
1° Llevar la fiesta en paz
2º La inutilidad de la clase de arte
3º Desvanecerse
4° Confrontación
5º Sentarse y hablar
6º El plan del fracaso
7º Inoportuna
8º Ser egoista
9º Malas decisiones
10° Me quiero morir
11° Hacer amigos
12° Sentirme incluida
13° Prejuicios
14° Perder el tiempo
15° Julieta
16° El lobo que se enamoró del rayo de luna
18º Eterno
19º El problema de no hacer las cosas a tiempo
20° Secreto descubierto
21º Ser un gato
22° Amistades que valen
23° El mejor regalo
24° Ser su lienzo
Consigue este libro en físico
25° Mi rayo de luna
26° Un poema Dadá
27° Caos armónico
28° Dos caras de una misma moneda
29° En graves problemas
30° El sótano
31° El primero de los últimos cincuenta días
32° Cuarenta y cinco días de aguante
33° La connotación del amor
34° Un lugar para los dos
35° Trending topic
36º Castillo de naipes
37° Bajo cualquier circunstancia
38° La casa vacía
39° La ira se desata
40° El gato de Schrödinger
41° Cosas nuevas
42° El discurso de graduación
43° Jane Austen, Los Beatles y tulipanes (FINAL)

17º Lazos rosas

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By Hitto_

Ayer por la tarde tenía más de quince llamadas perdidas. Nunca había tenido tantas que no fueran de mi madre. Esta vez Arturo sí se preocupó, hasta mandó mensajes preguntando por qué no había ido al colegio. Leerlos me sacó una sonrisa; y no fue el único, Nicole y Alejandra me mandaron mensaje también, preguntándome por qué no había ido a la universidad. A ellas las llamé y quedamos en hacer el trabajo en casa de Henry mañana en la tarde y a Arturo lo tranquilicé diciéndole que tenía que ir al dentista y que no había escuchado el celular por culpa del taladro. No sé si hago bien en mentirle, pero no me sale contarle la verdad.

Matías se negó rotundamente a mostrarme las fotografías, me dijo que en cuanto las retocara me mandaría el link a la página. Estoy muy ansiosa, quiero verlas y leer qué comenta la gente. Ayer fue un día tan bueno que hoy me levanto con muchos ánimos.

Arturo me abraza ni bien le doy encuentro y me besa sin dejar de rodearme con los brazos. Me quita el aire por unos segundos y me suelta deslizando lentamente sus manos por mis brazos. Toma mi mano y me avisa que tenemos que ir al auditorio, hoy ese ese día del mes en que nos dan charlas relacionadas con alguna enfermedad o algún grupo viene a intentar reclutarnos para hacer trabajo social. Me había olvidado de eso por completo. Hoy vendrán a hablarnos sobre el cáncer de mama y nadie quiere ir menos que yo. ¿Por qué no pude haber salido hoy con Matías?

Este tema me toca y me incomoda, de verdad no quiero estar ahí, pero no hay forma de escapar. Esta mañana anotaron mi asistencia y en el auditorio volverán a pasar lista para asegurarse que nadie se haya escondido, como sucede siempre.

Arturo me lleva de la mano y no parece notar mi ansiedad. Lo agarro con firmeza y nos sentamos en las graderías. El coliseo es enorme, así que nos hacen reunirnos en una de las curvas, dejando las gradas de atrás desocupadas. Un par de paneles con fotografías de mujeres mayores muy bien conservadas portando lazos rosas me sonríen de manera perturbadora; una mesa larga está lista con tres micrófonos y atrás hay un televisor. Hay tanto color rosa concentrado en ese lugar que me da la impresión de que una muñeca Barbie saldrá a hablar en cualquier momento. El maestro de matemáticas trae otro panel con la forma de un bote de yogur, abajo hay un mensaje de concientización sobre el cáncer de mama y el apoyo que la empresa brinda.

Genial, no solo es una conferencia de un tema que no quiero tratar, encima está auspiciado.

Parte del bullicio desaparece cuando el director del colegio llega acompañado de algunos maestros y presenta a una mujer que parece salida de alguno de los carteles. Debe tener al menos cuarenta años, el cabello peinado en un moño alto, está vestida con un traje color salmón, y como no, lleva un lacito rosa en el pecho.

Un grupo de jóvenes vestidos con una polera de la marca de yogures suben a las graderías y empiezan a repartirnos folletos y un lazo rosa con un gancho a cada uno. Recibo el mío y sin siquiera mirarlo arrugo el folleto alrededor del lazo. Su publicidad no me interesa y detesto esos lazos rosas. Cuando mamá enfermó, muchos me preguntaban por qué no llevaba uno, como si tuviera la obligación de llevarlo como estandarte para decirle a todo el mundo que mi madre murió de esa enfermedad. Tampoco me agrada ver a la gente portándolos, no entiendo por qué lo hacen. Hay miles de enfermedades en el mundo y esta es una de las pocas por las que llevan una muestra pública de su apoyo, como si de verdad pudieran ayudar en algo.

Algunas chicas se colocan el lazo, los chicos lo mantienen en sus manos y muchos ya lo han deshecho para pinchar a otro con el gancho.

Tras una breve introducción en la cual dijeron el nombre de la mujer, (el cual no escuché), ella misma se presenta y nos muestra un libro con su cara en la portada, llamado "Bajo el cielo rosa". Un libro autobiográfico en el que cuenta su experiencia al superar el cáncer de seno.

Decido relajarme, escuchar su historia con mente abierta y salir del auditorio en cuanto termine de hablar.

Al principio lo que cuenta no es nada nuevo ni asombroso, sólo como no había prestado atención a las señales, no se había auscultado con frecuencia y que cuando le descubrieron el cáncer ya estaba avanzado. Lo mismo que he escuchado hasta el cansancio por los últimos seis años, sobre cómo debo tocarme a diario y correr a hacer una mamografía si noto algo raro.

Algunas de mis compañeras de colegio parecen un poco impactadas; a mí no me causa ninguna emoción en concreto hasta que empieza a contar sobre el viaje que tuvo que hacer al exterior para operarse.

—Acudí a los mejores especialistas del país, ofreciendo hasta el doble del costo de la consulta para que me atendieran rápido y no terminar en la lista de espera. Hay tan pocos especialistas aquí que conseguir una cita es imposible. Conseguí hasta cinco opiniones diferentes y todos me dieron por desahuciada, pero yo seguí luchando. Investigué día y noche por internet hasta que encontré una página que hablaba de técnicas nuevas en etapa casi experimental en Alemania. No tenía nada que perder, de todas formas iba a morir, así que cogí mis maletas y me fui de inmediato. Dejé todo atrás por salvar mi vida, estaba segura que Dios había puesto esa página a mi alcance —dice con un tono trágico, que la verdad me parece un poco ensayado. Me pregunto si Dios le pagó también los pasajes de avión—. Fue un año doloroso, alejada de mis seres queridos y operaciones que costaron casi medio millón de dólares, pero valieron cada centavo, nada puede valer más que nuestras vidas.— ¿Está hablando en serio? ¿Operaciones de quinientos mil dólares?—. El dinero era lo de menos cuando mi vida estaba en riesgo. — Por supuesto, la tuya y de todo el mundo si tienes esa cantidad de dinero para gastar—. Todas estas experiencias las narro en mi libro, que quienes quieran van a poder comprar al acabar la conferencia. —Claro, como si quisiera leer la forma en la que se hizo un poco menos millonaria por salvar su vida.

No me agrada, cada vez esto me agrada menos, creí que iba a aguantarlo, pero la cara de esa mujer cada vez me da más asco.

—Mi caso no es el único y hoy todos podemos ayudar a esta causa. —Suelta por fin su libro, el que ha sostenido con fuerza mientras nos contaba su trágica vida de mujer millonaria y agarra un bote de yogur—. Por cada yogur que compren, la empresa donará el cero punto cero cinco por ciento a una asociación contra el cáncer de mama. —Bien, eso sí debe ser una broma, ¿cero punto cero cinco porciento de un bote de yogur que vale seis pesos? Yo tengo una mejor idea, ¿por qué quien quiere ayudar no dona directamente esos seis pesos y se ahorra comprar un yogur que probablemente no quiere, pero lo consume para calmar su consciencia, cuando lo único que hace es enriquecer a una empresa que usa la desgracia ajena como publicidad? Me dan ganas de gritarles eso, me dan ganas de gritar muchas cosas. Lo peor es que la mayoría de mis compañeras correrán a comprar el estúpido yogur, para hacer su buena acción del día.

De pronto todos aplauden, algunos con más ganas que otros, al parecer la disertación por fin ha terminado.

—¿Tienen alguna pregunta para hacerle a la señora Mleding?—pregunta el director.

De pronto me sorprendo a mí misma levantando al mano, esa parte furiosa de mi subconsciente reclama hablar.

—Genial, Emma —interviene el director mientras uno de los ayudantes se aproxima hacia mí con el micrófono—. Es interesante lo que Emma pude aportar, su madre murió de esta enfermedad el año pasado —le explica a la conferencista.

—Lo lamento mucho cariño, pero seguro ya sabes que una mamografía tiempo puede evitar la muerte—me dice con un tono meloso y de estar más cerca me habrían dado ganas de escupirle en el rostro ¿está insinuando que mi madre fue culpable de su propia muerte? Porque eso parece que insinuaran en estas campañas.

—Claro, una mamografía a tiempo cuando tienes un seguro privado, o dinero para pagarlo por ti misma, pero para quienes estamos en el seguro público de salud tenemos que esperar al menos tres meses para una mamografía de emergencia. —De pronto se hace un silencio absoluto en el auditorio.

—Eso es lo que estamos tratando de arreglar con la campaña, que más mujeres puedan acceder a mamografías gratis.

—Genial, mamografías para todas, suficiente para calmar su conciencia y dárselas de samaritana ¿y después qué? ¿Cuando tienes el cáncer qué hacer? ¿Ir cada día al hospital a pedir una cama para las sesiones de quimioterapias? ¿Cómo tenía que ir yo cada día? ¿Ver cómo las personas con amigos o quienes pagaban sobornos conseguían un espacio para hacerse su tratamiento a tiempo mientras el resto tenía que esperar y ver como la enfermedad avanzaba en lugar de retroceder, para ser operada demasiado tarde culpa de la burocracia y la saturación? Usted se salvó porque tenía dinero, y la realidad es que el dinero no compra la salud, pero si el remedio. La gente rica vive y la gente pobre muere. Debería escribir eso en sus estúpidos listones. Porque esa es la realidad y no importa cuántos yogures venda, ninguno va a devolverle la vida a mi madre quien merecía vivir más que usted. —Le entrego el micrófono a Arturo y salgó a toda velocidad de ahí. No estoy ni segura de lo que dije, solo siento que no dije lo suficiente.

Mamá está muerta y esa mujer sigue viva solo porque nosotras no pudimos pagar ni una sesión de quimioterapia. Porque para el momento en que conseguimos una cama disponible en el hospital el cáncer de mamá había hecho metástasis.

Me encierro en el baño; no había llorado así en meses, ni siquiera lloré como ahora cuando ella murió. Jamás la había extrañado tanto como la extraño en este momento y jamás le había deseado tanto la muerte a alguien.

*******

Gente que estará en La Paz! el domingo en la FIL, estaré firmando libros, habrá Después de clases, será su oportunidad de tener una copia. También presentaré "Por tu amor al arte", a las 21:00

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