Run Away (With me) ↠ Frerard

By MyFabulousRomance

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"Run away like it was yesterday." Gerard y Mikey Way fueron enviados a vivir con su tía Marie en Monroeville... More

Capítulo I
Capítulo II
Capítulo III
Capítulo IV
Capítulo V
Capítulo VI
Capítulo VIII

Capítulo VII

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By MyFabulousRomance

La primera cosa que hicieron al llegar a la cuidad fue detenerse en un restaurante de comida rápida por algo decente. Luego de un día entero de caminar a la intemperie y de comer sobras decidieron que no había nada de malo en satisfacer ese pequeño capricho, no cuando sus estómagos rugían hambrientos.

Gerard no había sospechado del hambre que realmente le invadía hasta que dio el primer mordisco a su hamburguesa. Había comido hamburguesas muchas veces, pero por alguna razón encontraba aquella particularmente deliciosa; un manjar en comparación con la comida sin sabor de Marie. Se preguntó que estaría haciendo su vieja tía en ese momento, o si para aquel entonces las autoridades le habían informado de la desaparición de sus sobrinos de la escuela. Si lo hicieron, entonces probablemente no le importaría.

Sin embargo, no se detuvieron mucho tiempo allí. Antes de partir, Gerard se dirigió al baño del lugar y trató de arreglarse lo mejor que pudo. Se enjuagó el rostro y al mirarse en el espejo vio que tenía un par de grandes ojeras oscuras bajo sus ojos junto con notorias bolsas, producto de la falta de sueño. No se veía tan mal, dejando de lado que lucía como un zombie. Salió del tocador y se encontró con una escena que de alguna manera le hizo sentir nostalgia.

En una de las mesas cercanas se encontraba una familia. Los dos niños de la pareja se divertían lanzándose papas fritas entre sí mientras que sus padres trataban de hacer que se detuvieran, pero también reían. Se veían como una gran familia feliz, del tipo que Gerard y su hermano no tenían, al menos ya no. Si tan solo sus padres estuvieran vivos... Las cosas serían muy diferentes. Un grito de Frank llamándole para que se diera prisa le sacó de sus pensamientos y Gerard se apresuró a alcanzar a los demás, quienes ya se encontraban fuera del restaurante esperando por él.

Después de la breve parada, caminaron por las numerosas calles de Brunswick. Gerard y Mikey no tenían idea de hacía donde se dirigían, en cambio, Frank parecía guiarse bastante bien, tal como si conociera la ciudad. Se detuvieron cuando llegaron a un enorme depósito. Frank le mostró algún tipo de papel al sujeto encargado del lugar y luego de intercambiar alguna que otra palabra volvió juntos a ellos y les mostró de forma victoriosa un juego de llaves en su mano. Sonrió.

— Les dije que podían confiar en mí.

En efecto, Frank si tenía un auto. Era un Impala de color café que parecía tener bastantes años y una fina capa de polvo cubría su superficie debido a la falta de uso, pero aún así se veía en buenas condiciones. Subieron al vehículo y poco después abandonaron el depósito, cuando el sol había comenzado a ocultarse en el horizonte. Acordaron que Frank los llevaría a la estación de autobús más cercana, la cual estaba a casi 4o kilómetros de distancia y luego cada quien seguiría su camino. Era un trato justo.

— Ya deja de tocar mi auto, niño —refutó Frank a Mikey en tono molesto, unos quince minutos después de haber partido— No quiero que rompas nada.

— Solo estaba viendo —se quejó su hermano desde el asiento trasero, con una mueca. Luego se cruzó de brazos— Idiota.

— Fanfarrón.

— Pitufo engreído —murmuró Mikey. Frank se disponía a decir algo en represalia, pero Gerard detuvo la guerra de insultos entre ambos.

— Ya basta, los dos. Dejen de pelear —pidió, de la forma más cordial que le fue posible.

— El comenzó —Mikey señaló a Frank, quien le fulminó con la mirada desde el espejo retrovisor.

— Y tú le sigues —suspiró Gerard, recostándose en su asiento— Solo... Paren.

— Bien, me callaré y no hablaré en todo el camino —murmuró el menor, colocándose sus audífonos y bloqueándose del mundo. Mikey odiaba que le dijeran niño, pero a veces tenía que admitir que actuaba como uno. Uno muy caprichoso. De hecho, Gerard creía que todos actuaban como niños en algunas ocasiones, era algo innato en la naturaleza del hombre.

El silencio sobrevino después de eso. Frank mantenía la vista fijada en la carretera y no habló en un buen rato, parecía estar metido en sus propia mente, pensando en quien sabrá que.

— Supongo que te debo una disculpa por haber desconfiado de ti —comenzó Gerard, cuando el silencio le hartó.

Frank giró levemente la vista hacia él— Descuida, no eres el primero que lo hace. La gente me ve y piensa que lo único que hago es mentir, mentir y meterme en problemas. Estoy acostumbrado.

— ¿Es cierto?

— ¿Qué cosa?

— Qué mientes y te metes en problemas.

Frank chasqueó la lengua. Le pareció ver una pequeña sonrisa surgir en la comisura de sus labios— Miento cuando es necesario. Todo el mundo miente, todos dicen cosas que no son ciertas para beneficiarse de algún modo. No está mal hacerlo cuando se requiere. Si no mientes... Entonces en este mundo de porquería no llegas a ninguna parte. Deberías saberlo.

— Claro que lo sé —aseguró Gerard— Pero sostengo que mentir no siempre lleva a cosas buenas, sino también a cosas malas. Se puede vivir sin mentir, en mi opinión.

— Eres muy inocente, amigo. Temo por ti —se lamentó el moreno— Alcánzame un cigarro.

Gerard le alcanzó el paquete de cigarros que descasaba sobre el tablero. Frank lo encendió a la vez que conducía y largó el humo por su nariz. Luego le ofreció uno.

— No, pasó. Trató de dejarlos —negó su ofrecimiento.

Frank soltó una risita— ¿A qué se debe este imponente cambio en tu persona? Está mañana no tenías problemas en fumar.

— Ahora debo pensar en el futuro, cuidar de mi hermano —murmuró— Tengo diecisiete, pronto seré mayor de edad y deberé encontrar un medio de ingresos para subsistir. Además, sé que los cigarros te matan lentamente. Llevó fumando desde los catorce, deberías verme intentar subir las escaleras y no perder el aliento.

— Es cierto que son un vicio; un adictivo vicio —respondió Frank— Yo no podría dejarlos aunque quisiera, moriría sin ellos. A propósito, ¿adónde irán tú y tu hermano cuando los deje? ¿Cuál es su plan?

— Aún no lo sabemos con seguridad —admitió— Pero nos estableceremos en un lugar bonito, donde nadie nos conozca o nos diga que hacer. Solo seremos los dos.

El moreno asintió con la cabeza, concentrado en el camino.

— ¿Qué harás tú? —preguntó Gerard, curioso.

— Alejarme. Irme lejos. No tengo planes a largo plazo, solo de momento. Así ha sido siempre para mí.

— ¿Pero y tu familia? He de suponer que debes tener a alguien. No puedes estar solo en el mundo.

Frank soltó un bufido— Claro que tengo familiares. Solo que ellos... No me comprenden. Literalmente soy la oveja negra de mi familia, diferente. Por eso me encerraron en esa escuela. Yo no quería estar con ellos de todas formas. Fue mejor así.

No volvieron a hablar luego de la declaración de Frank. Todos tenían familias con problemas, era casi como una regla universal, algunos quizás peores que otros pero eran problemas similares al fin de cuentas. Incluso para cuando arribaron a la parada de autobús, el silencio reinaba en el vehículo.

Frank detuvo el auto en el borde de la acera, se había estacionado en la manzana contraria a la parada. Luego procedió a hacer algo que sorprendió gratamente a Gerard. Se giró súbitamente hacia él y sujetó ambos lados de su cara para luego juntar sus labios y besarlo con fiereza.

El aire abandonó sus pulmones y no supo cómo reaccionar de lo inesperado que fue todo. El aliento de Frank olía a tabaco. Cuando Frank lo soltó después de unos eternos segundos, sintió como su rostro enrojecía. Miró al chico a su lado atónito, sin atreverse a decir o hacer nada. Mikey miraba la escena perplejo.

— Justo como imaginé que sería —sonrió Frank, acomodándose el cabello.

— Me besaste —balbuceó Gerard, aún sintiendo los labios del moreno sobre los suyos. Al parecer ese chico no conocía la frase 'espacio personal' en absoluto.

— Lo hice.

— ¿Porque?

— Porque puedo y se siente bien —dijo con suma naturalidad, sin darle demasiada importancia— Además, seré honesto contigo. Creo que tienes un buen trasero y un bonito rostro. No podía permitir que te marcharás sin antes hacerlo. Quería probar el sabor de tus labios.

Si el rubor en sus mejillas no decía nada con respeto a como se sentía en aquel momento, entonces no sabía que podría hacerlo. El beso fue inesperado, pero también bueno. Gerard no recordaba que alguien lo hubiera besado así antes, en toda su vida, ni siquiera Alex, su antiguo novio. Y quizás se encontró con que lo disfrutó un poco.

— Bueno... Debemos irnos —anunció cuando logró salir de su estado de pudor— Mikey, toma sus cosas.

Mikey no chistó y pronto se encontraron fuera del vehículo. Gerard se colgó la mochila al hombro y se acercó a la ventanilla, para despedirse.

— Gracias por el viaje, Frank. Cumpliste con tu palabra y en serio lo aprecio.

Frank se limitó a rodar los ojos.

— Por favor, no hagas esto cursi. Odio las despedidas y creo que en el fondo has llegado a agradarme un poco. Muy en el fondo —recalcó— Eso incluye al cuatro ojos, los dos son buenos muchachos. Ilusos, pero buenos.

Gerard sonrió— Yo tampoco soy fan de las despedidas. Pero como no creo que volvamos a vernos... Hasta luego.

No había creído que llegaría a sentir empatía por el moreno, muchos menos después de como se habían conocido y su actitud poco agradable hacia él. Pero descubrió que si lo había hecho.

Frank solo hizo un gesto de asentimiento con la cabeza. Comenzaron a alejarse rumbo a la parada, pero el sonido de una bocina los hizo voltearse a mitad de camino. Frank se asomó por la ventanilla y usó sus manos como altavoz.

— ¡Oigan! —gritó. Luego una gran sonrisa invadió su rostro— ¡Ya que no saben adónde ir...! ¡¿Les gustaría irse de aventura conmigo?!

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