Secretos de Sangre ©

By justpain

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Ella despierta en un bosque oscuro, sin saber cómo llego hasta allí. Sus recuerdos se esfumaron junto con tod... More

Secretos de Sangre
Prólogo - Año 1700
Risveglio
Tempesta
Vicino alla Verità
La Verità Brutale
Vetro Mortale
Negromanzia
Dominazione
Morte
Tenebre
Passato
Sfuggire
Vita Passata
Drenyaria e Eryas
Compagna Demone I
Compagna Demone II
Comincia a vivere
Fiamme di Immortalità
Gabriel Giovanni
Aprire gli occhi
Occhi azzurri
Piume nere
Prima profezia
Il libro Segreto I
Le parole del Maestro
Amore di sangue
Bacio sotto vuoto

Adozione

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By justpain

Se quedó parado en la misma posición en la que se había detenido para verme a los ojos. Pero estaba muy pálido, y parecía a punto de vomitar. Me preocupé por su salud, cada vez estaba más verde, y los minutos pasaban. Parecía una momia petrificada.

–Yo… –comenzó a decir, aunque cada vez más asustado.

–Está bien, si quieres no me digas. Todos tienen secretos, y no soy nadie para preguntarte algo, ya que ni yo puedo responder a mis propias preguntas –dije sonriéndole, mientras el frio que entraba por la ventana calaba mis huesos y me hacía tiritar.

Me contestó con otra sonrisa, mientras el color volvía a su cuerpo, y volvía a estar más tranquilo.

–Lo siento, no puedo contártelo por el momento. Pero pronto sabrás todo. Hoy mismo si quieres.

Deje que las palabras fluyeran por la habitación, como el viento frio que comenzaba a ser su aparición cada vez más palpable. Nos quedamos en silencio, sin saber que decir.

– ¿Sabes quién soy? –pregunté, cortando el silencio.

–No, realmente no lo sé. Pero pronto lo averiguaremos, puedes estar segura de eso –dijo con una sonrisa que tranquilizaría a cualquiera en el mundo. Parecía como si ya la conociera, como si estuviera acostumbrada desde muy niña a ver esa sonrisa.

–Lo siento, realmente no quiero ser una molestia para nadie. Y sin memoria, soy una carga peor –dije, mirando mis zapatillas converse y el charco de agua que dejaba a mi alrededor, aún estaba mojada.

–No eres una molestia para nadie, Dreyri. Te ayudaremos –contestó, acercándose un paso hacia mí.

–Gracias, pero en serio, no quisiera molestar. Además ni me conocen, ¿qué pasaría si descubren que soy una asesina en serie?

Eso hizo reír a Gabriel.

–Quédate tranquila, si fueras una asesina serial, ya lo hubiéramos descubierto –contestó guiñándome un ojo y, dirigiéndose hacia la puerta, continúo: –. Espero que te sientas a gusto, baja cuando hayas terminado si quieres.

Y cerró la puerta detrás de sí, mientras me dejaba sola en una habitación extraña, junto al vidrio delgado de una enorme ventana que daba hacia la más atroz tormenta que había visto jamás –o eso era lo que yo me acordaba, teniendo en cuenta que no recordaba nada en absoluto–.

Me dirigí hacia el baño, y cerré la puerta detrás de mí; era diminuto y todo blanco: paredes, techo, piso y muebles. Abrí la ducha, y dejé que se calentara el agua mientras comenzaba a sacarme la ropa húmeda, y la colgaba en una silla que estaba allí, lo que me pareció realmente extraño ¿para qué alguien necesitara una silla en un baño, también de color blanco?

Ya desnuda me zambullí en la bañera, que estaba a temperatura totalmente ambiente, lo que no me molestó, me gustaba un poco fría. Al salir, estaba totalmente relajada, y el frio que se había incorporado en mi cuerpo de la tormenta, se había desvanecido totalmente con el agua de la bañera. El cuarto de baño estaba inundado con un vapor blanco –a partir de ese día, juré, jamás me pondría algo de ese color–. Me coloqué en frente del espejo que estaba empañado, lo limpié con el dorso de la mano. Sería la primera vez que miraba a mi rostro, ni eso llegaba a recordar. Al verme, me pareció observar a una desconocida: tenia, efectivamente, el cabello rojo y unas pestañas finas y largas que enmarcaban mis ojos grandes de color miel bastante claros. Era bastante pálida, tanto que mis venas se marcaban, había una azulada cerca del mentón, del lado derecho. Parecía muerta. Me daba miedo de estarlo. Me daba miedo a mí misma. Parecía muerta. Deje de pensar así, obviamente no estaba muerta, porque dos chicos muy extraños que me dieron hospedaje en situaciones aún más raras me habían hablado y me habían visto… aunque yo había visto a Tony.

Sacudí la cabeza, alejando esos pensamientos tan anormales de mi cabeza. Me dirigí hacia la habitación sosteniéndome la toalla blanca –una toalla no contaba como vestimenta de ese color, mi juramento conmigo misma aún era válida– que me cubría muy poco. Abrí el pequeño ropero que había en la habitación, allí había prendas de mi talle y algunas más grandes, tanto de ropa interior como remeras y jeans, todo era negro. Me vestí rápidamente con una remera lisa y un jean. Dentro del ropero, en unas puertas de abajo, había zapatos de fiesta con tacones muy altos. Atrás de todo había unas zapatillas converse parecidas a las mías, aunque éstas parecían sin uso, me las coloqué sin medias y acomodé la toalla en la silla del baño donde estaba mi ropa. Por último, salí de la habitación, cerrando la puerta detrás de mí. Bajé las escaleras, tratando de encontrarme con alguien antes de llegar al pie de ellas y no encontrarme sola en la sala enorme, pero no fue así. Me quedé parada en el suelo de madera, mirando hacia los costados y prestando atención por si alguien venia y me preguntaba qué hacia yo allí.

– ¿Podrías dejar de encantarle a las chicas? –Parecía la voz de un niño de 12 o 13 años, y estaba realmente molesto.

–Lo siento, pero soy demasiado perfecto –dijo despreocupada una voz, que había reconocido fácilmente: Alex. Ambos estaban en la cocina, según supuse, por lo que me dirigí hacia allí. Al llegar, me detuve en la puerta, temiendo si entrar o no. Alex estaba sentado en la mesada, comiendo una manzana roja, mientras que un niño, de la edad que predije, estaba de espaldas a mí, asomado dentro de la heladera. Cuando Alex me vio, se paró de un salto y se quedó con la boca semi abierta. Pensé que tendría algo de malo, por lo que comencé a verme disimuladamente.

–Jodie, te presento a Dreyri. Dreyri, él es Jodie, mi hermano nerd menor –dijo Alex, mientras se sentaba de nuevo en la mesada.

Jodie sacó rápidamente su cabeza de la heladera y la cerró de una patada suave mientras le propinaba a su hermano mayor un golpe en el hombro derecho.

– ¡No soy nerd! –gritó Jodie.

Ahora que podía verlo mejor, tenía los mismos rasgos que Gabriel, solo que él tenía unos ojos verdes enormes y tenía unas gafas gruesas de color negro. Se acercó hacia mí y me extendió la mano en un saludo, me aparté el extenso cabello de la cara y se la estreché mientras ambos sonreíamos. Alex, detrás, estaba mordiendo la manzana con un ruido muy fuerte mientras hacía rodar los ojos.

–Ven, siéntate. Estaba diciéndole a mi hermano que deje de ser tan odioso, ¿quieres ayudarme? De seguro ya te besó, eres exactamente de su tipo, si es que no es gay –dijo Jodie mientras se dirigía de nuevo hacia la nevera.

Al escucharlo, Alex se atragantó con la manzana mientras le gritaba al hermano varias blasfemias y decía que no era gay. Yo me quedé muy quieta en el lugar donde estaba parada, con los ojos muy abiertos ¿Qué debía responder ante semejante pregunta?

–Eh… yo lo conozco hace unas horas solamente –comenté por lo bajo, sin saber realmente qué más decir. Alex me miró con sus ojos negros y no pude evitar recordar su espalda llena de magulladuras, eso hizo que me estremeciera.

– ¿Tienes frio? –preguntó, al ver que estaba tiritando.

Pero no pude responderle, porque alguien me tomó de los hombros desde atrás y me susurró al oído:

–Las voces auguran el peligro… ellas reclaman por ti.

Me quedé petrificada, y un frio recorrió todo mi cuerpo.

–Papa, ya basta –dijo Alex, mientras tiraba el esqueleto de la manzana hacia el tacho, con una puntería fascinante.

Un hombre a mis espaldas se rió y se colocó frente a mí, mientras con una enorme sonrisa me extendía la mano en forma amistosa. Se la estreché, aun sin recuperarme del susto. Era un hombre alto y bastante delgado, llevaba gruesas gafas al igual que su hijo Jodie, y tenía unas pocas canas en el cabello espeso, tenía un rostro amable, por lo que me sentí muy cómoda al momento.

–Mi nombre es Luke, soy el padre de estos dos objetos amorfos –dijo con una sonrisa, mientras ambos hijos gritaban: ¡Papá! En forma de queja y yo me reía para mis adentros.

–Luke, deja de molestar así a los chicos y ayúdame con esto –dijo una voz femenina detrás de mí. Al darme vuelta, vi a una mujer totalmente mojada con bolsas de supermercado en las manos. Al verme, me dedicó una gran sonrisa y le tiró las bolsas a Luke en las manos para poder abrazarme –literalmente se las tiró y, literalmente, me abrazó–. No sabía si abrazarla o quedarme quieta, por lo que decidí abrazarla suavemente. Y, al soltarme, me dijo:

–Me llamo Lorde, también soy madre de estos dos objetos amorfos.

– ¡Mamá! –gritaron al unísono Alex y Jodie, mientras me reía tímidamente. Toda la familia aprecia muy buena, me alegraba de haber caído en sus manos.

–Gabriel nos lo ha contado todo –dijo Lorde con voz maternal, mientras me sonreía tristemente–. Sé que no recuerdas nada, te ayudaremos en todo lo que podamos. Puedes quedarte aquí si quieres, realmente no tenemos muchas visitas, por lo que ves, estamos totalmente des comunicados del mundo –dijo extendiendo los brazos, refiriéndose al lugar en donde vivían, que era en medio de un bosque–. Puedes quedarte aquí hasta que recuerdes algo, cuando lo hagas, estaremos encantados en ayudarte a volver a tu hogar –finalizó con una sonrisa.

–Muchísimas gracias a todos –dije mirando hacia cada uno de los que estaban allí: Luke, que acomodaba junto con Jodie las bolsas de compra, y Alex que me miraba de reojo con sus feroces ojos negros. –. Pero realmente no quiero ser una molestia. Además, no puedo recordar ni mi propio apellido.

–En ese caso, puedes tomar el nuestro, Blaked –dijo Lorde con una sonrisa tímida, como si le gustara la idea de que yo me quedara allí, pero tuviera miedo de que no aceptara. Luego de un instante pensando, asentí con la cabeza, lo que la hizo sonreír un más.

En ese momento me di cuenta que podía tener una pequeña pizca de esperanza, que mi vida anterior no parecía valer nada en comparación a lo que me esperaba vivir con aquella extraña familia. Observé a Alex, que me miraba con los ojos negros, y no me importó mi nombre, ni tampoco aquella voz en mi cabeza que me gritaba que lo que estaba haciendo pronto tendría consecuencias negativas en mi propio futuro. La misma voz que al despertarme me susurró aquella frase que no podría olvidar jamás aunque quisiera.


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